Cine y TV

Cómo ser Spike Jonze

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Cuando los antecedentes de un realizador son trabajos para la industria publicitaria y/o del videoclip, inconscientemente se tiende a presuponer que su salto al largometraje acabará azuzando el culo en bragas de Cameron Diaz ante las narices del público y condenando a Lucy Liu y Drew Barrymore a expresarse exclusivamente con dobles sentidos erótico-fiesteros. Y es que aquella gente que venía de filmar a otra gente canturreando muchas veces acababa excretando cosas como Torque: rodando al límite o, peor aún, siendo Michael Bay. En el fondo, en el mundo de la crítica comparar una película con un vídeo musical es sinónimo de desprecio al ser considerados los segundos productos para adolescentes con el cerebro hecho chicle y el culo enraizado en el sofá al estilo del matrimonio Beavis y Butthead. Pero, como la principal razón de ser de toda idea preconcebida es agacharse mucho para que alguien en cierto momento se decida a sodomizarla, pronto comenzó a brotar una tribu de directores emperrados en demostrar que los vídeos musicales no deberían conformarse con bailarines inexplicablemente sonrientes atrapados en vestuarios de tela tacaña, sino que podían ofrecer un terreno de juego de posibilidades ilimitadas. Entre aquellos realizadores se encontraba Spike Jonze, nacido Adam Spiegel pero apodado así en referencia a otro Spike Jones famoso, uno de los más lúcidos e imaginativos creadores de su época.

Jonze asaltó la gran pantalla con un libreto de Charlie Kaufman titulado Cómo ser John Malkovich, una fábula que modernizaba el realismo mágico con un punto de partida increíble: un titiritero localizaba un portal que conducía al interior de John Malkovich, pero no a un personaje interpretado por Malkovich sino a la cabeza del propio Malkovich, la persona, porque así se las gastaba Kaufman a la hora de escribir. Director y guionista repetirían en Adaptation: el ladrón de orquídeas con una idea aún más delirante: ante la incapacidad real de Kaufman para trasladar el libro El ladrón de orquídeas al formato largometraje, la adaptación cinematográfica acabaría mutando en las desventuras de Kaufman (junto a un ficticio hermano gemelo) enfrentado a la escritura del guion de la propia película. Al film le seguiría otra adaptación delirante, porque Jonze se obsesionaría en trasladar el libro infantil Donde viven los monstruos, un cuento ilustrado de diez líneas de texto escasas, al cine. Con el beneplácito del autor, Maurice Sendak, la colaboración de la compañía de Jim Henson y tras años de preliminares, Jonze construiría un relato oscuro y melancólico de factura espectacular. Aquel Espinete goes wild era una absoluta locura para cualquier productora inteligente: un cuento para niños convertido en una película para adultos sobre la infancia, que había mutado desde su docena de páginas hasta convertirse en una superproducción multimillonaria y excesiva con banda sonora de Karen O. Años después Jonze firmaría otro guion en el que Joaquin Phoenix se enamoraba de una Siri con la voz de Scarlett Johansson. Se trataba de Her, una película que se ha asomado varias veces por esta casa.

Lo asombroso es que el realizador no solo había alumbrado cuatro películas fabulosas que regateaban lo habitual, sino que las mismas ni siquiera se parecían entre ellas. Aunque compartían una relectura moderna del realismo mágico, daba la impresión de que el director se asomaba al mundo cámara en mano e improvisaba hasta que a su alrededor sucedían cosas extraordinarias. Jonze además resultaba artísticamente muy revoltoso: actuaba ocasionalmente (era el soldado cortito de Tres reyes, y participaría en Moneyball o El lobo de Wall Street), inventaba alter egos, fundaba revistas culturales (Homeboy, Dirt) o participaba en la creación de cosas tan poco elegantes como Jackass. Resultaba chocante: el hombre que ganaría un Óscar por el emotivo guion de Her también era responsable de un programa donde sus protagonistas se metían coches de juguete por el culo, cocinaban su propio vómito o se abrían la cabeza de maneras sorprendentemente creativas. Parecía que la auténtica identidad del director no solo se construía con sus largometrajes.

Por eso este es un artículo centrado en un director de cine que no trata sobre sus películas, sino sobre lo que no son sus películas.

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Video Days (1991) Yeah Right! (2003)

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A Jonze le apasiona el mundo del skate y antes de tontear con la ficción se dedicó a embellecer el arte del monopatín filmando piruetas profesionales. De aquella afición nacería una docena de trabajos fundamentales para el patinaje callejero: su Video Days se convirtió en el documento que imitarían todas las grabaciones posteriores sobre skateboards. Un vídeo de trucos que contiene la curiosidad de descubrir que un joven Jason Lee, el protagonista de Me llamo Earl o ese tío simpático que te cae bien hasta que descubres que dejó a su mujer porque ella se leyó un libro anticienciología, antes de ser actor era profesional del skate.

La producción de Jonze centrada el monopatín no tiene demasiado interés para el fan de su cine, pero resulta interesante descubrir que en ella el realizador ya se atrevía a introducir ocurrencias que nadie esperaba encontrar en una cinta de cabriolas callejeras. En un momento dado Yeah Right! añadía efectos especiales al metraje, borrando digitalmente las tablas, para obtener secuencias espectaculares de piruetas con monopatines invisibles.

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Weezer  – «Undone – The sweater song » (1994)

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En 1994 Jonze ya había firmado un puñado de videoclips, entre ellos el «Canonball» de The Breeders o el «100%» de Sonic Youth, pero serían los chicos de Weezer las auténticas cobayas de sus experimentos. El clip para «Undone – The Sweater Song» partía de la sencilla idea de mostrar al grupo en cámara lenta con perros correteando alrededor, pero el director tantearía una curiosa artimaña: lo rodaría con la banda interpretando una versión acelerada de la canción para que al reducir la velocidad todo estuviese coordinado con el ritmo del tema.

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Weezer  – «Buddy Holly» (1994)

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Pero sería otra pieza para Weezer la que haría alucinar a todo el mundo: «Buddy Holly», un videoclip en el que la banda entraba a formar parte de un capítulo de Happy Days, aquella serie televisiva cuya importancia para la cultura popular americana era similar a lo que podría significar en estas tierras aquella Farmacia de guardia cuya sintonía nunca han dejado de bailar los góticos. «Buddy Holly» jugaba a mezclar imágenes de la serie original con material nuevo mediante la edición traviesa, la estrella invitada, los dobles humanos y un barnizado que daba aspecto de serie caduca. Arrasó en la MTV y Microsoft se hizo con los derechos para incluir el clip con cada copia de Windows 95.

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Dinosaur Jr. – «Feel The Pain» (1994)

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«Feel The Pain» anunciaría una de las futuras señas de identidad del realizador: agarrar una idea extravagante y perseguirla durante todo el metraje. O los motorizados chicos de Dinosaur Jr. jugando al golf en plena urbe.

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Beastie Boys – «Sabotage» (1994)

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Y llegaron los Beastie Boys con sus sirenas, sus persecuciones sobre ruedas, sus gafas de sol, sus pelucas postizas y sus bigotes de pega para cometer «Sabotage», una extraordinaria cabecera falsa de serie policiaca setentera que Jonze filmaba con el dinamismo con el que se enfrentaba a los vídeos de skateboard. O cómo producir un vídeo musical inmenso (aparece en todo top de videoclips respetable) con la calderilla que uno lleva en el bolsillo.

Y el mundo desde entonces sería un lugar un poquito mejor.

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Björk – «It’s Oh So Quiet» (1995)

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En el meridiano de los noventa Jonze arrastraría a Elastica a cazar Godzillas de escasísimo presupuesto en «Car Song» y documentaría verbenas de un grupete de adolescentes japoneses al ritmo del «Crush With Eyeliner» de R.E.M. Pero también se atrevería a vestir el enrevesado «It’s Oh So Quiet» de Björk, una canción inusual que saltaba continuamente entre el susurro y el grito. El clip se adaptaba a ese ritmo demencial y rebotaba entre una cámara lenta que vestía la voz reposada, y el fantástico musical de piruetas y alegres bailarines que acompañaban al desparrame vocal. Acababa con una islandesa voladora, que es mucho más de lo que se puede decir de la mayoría de videoclips contemporáneos.

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Wax – «California» (1995)

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La gente en llamas mola. No en general sino siempre que se encuentren en aquellos eventos donde se supone que han de estar en llamas por el bien del espectáculo. Por eso no existe un solo reportaje de dobles de acción en el que alguien no decida prenderse fuego en un momento dado para demostrar que el traje ignífugo ha pasado el control de calidad.

Hoy la gente apenas rememora a Wax, pero todo el mundo se acuerda del videoclip «California», donde un caballero correteaba ardiendo en slow motion. Una toma de quince segundos convertida gracias a la cámara lenta en videoclip de dos minutos y pico de timing perfecto, con canasta de Loomis Fall en segundo plano, cameo casi inapreciable de Axl Rose y una niña mirando a través de la ventana de un coche llamada Gia Coppola, nieta de Francis Ford Coppola y futura directora de cine, que serviría de enlace con otro videoclip. Para un crítico insigne como Butthead este «California» era uno de los vídeos más molones de la historia. Obviamente toda la escena a velocidad normal (aquí) resultaba menos asombrosa.

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The Pharcyde – «Drop» (1996)

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A los miembros de The Pharcyde les tocó rapear su propio tema «Drop» del revés mientras Jonze los filmaba en las calles, un esfuerzo que cobraría sentido cuando el videoclip final desvelase que había sido ideado para ser reproducido marcha atrás. El resultado era espectacular porque, de ese modo, los saltos y convulsiones, los viandantes que entraban en escena, el striptease callejero, el agua derramada desde las alturas, una simple pelota botando o el martillazo a un cristal parecían cosa de magia.

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Chemical Brothers – «Elektrobank» (1997)

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Quizá una de las últimas cosas que evoca la música electrónica son las competiciones de gimnasia rítmica. O al menos lo era hasta que el «Elektrobank» de los hermanos químicos llegó a las televisiones. Protagonizado por Sofia Coppola, el torneo deportivo no solo estaba rodado de manera excepcional, sino que además crearía escuela: hasta Gumball le rendiría homenaje.

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How They Get Here (1997)

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El primer cortometraje del director sería una broma física con final gamberro. Dos minutos con una chavala vestida como Jaimita Zapatilla jugando a imitar a un peatón de la acera opuesta.

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Daft Punk – «Da Funk» (1997)

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El título Big City Nights antecedía a las imágenes que acompañaban el «Da Funk» de unos entonces desconocidos Daft Punk. Las aventuras nocturnas de un perro antropomórfico que caminaba con muleta y un radiocasete sonando perpetuamente. Una historia de la que se intentó extraer todo tipo de segundas lecturas sin entender que funcionaba como aquel «Feel The Pain»: agarrando una idea inusual y persiguiéndola hasta el final.

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Sprite «Sun Fizz»  (1998)

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Si un calvo ciclado irrumpiera en una cocina ajena lo tendría difícil para convencer al dueño de la vivienda de evitar llamar a la policía por mucho que repitiese que ahora se llama Don Limpio. Algo similar ocurriría con los mayordomos que allanan moradas para frotar algodones por el váter y con todas aquellas mascotas que deciden que la etiqueta de su producto se queda pequeña y va siendo hora de conquistar el mundo real. El genialísimo spot «Sun Fizz» retrataba lo que provocaría una criatura publicitaria que decidiera brincar hasta la mesa de la cocina. Spoiler: terror puro.

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Amarillo by Morning (1998)

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En un rodeo el realizador entabló amistad con unos chavales cuyo sueño era triunfar en el elegante mundo de los cowboys que cabalgan toros locos. Amarillo by Morning sería un documental casero donde aquellos adolescentes hablaban de sus sueños de gloria a lomos de las bestias y mostraban su curiosa técnica de entrenamiento: cabalgar un bidón suspendido por cuerdas que sacudían mucho. O Jonze retratando lo que más le gusta: las personas corrientes y sus mundos e ilusiones.

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Fatboy Slim – «Praise You» (1999)

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En el buzón de Fatboy Slim aterrizó una extraña cinta de vídeo que contenía a un tal Richard Koufey bailando con más ilusión que talento el «The Rockafeller Skank». Koufey era un atolondrado alter ego de Jonze, y aquella grabación era la extraña manera del director de lamentar no haber colaborado en el clip oficial de «The Rockafeller Skank», pero a Fatboy Slim le impresionaron tanto esas bellas sacudidas que le encargó dirigir el vídeo de «Praise You». Jonze se enfundaría en Richard Koufey para liderar a los chicos y chicas del Torrance Community Dance Group, una ficticia asociación amateur de bailarines, y plantarse con ellos en la entrada de un cine para ejecutar una delirante coreografía al ritmo del «Praise You». El resultado, con un empleado del propio cine interrumpiendo la actuación al no poder aguantar la tormenta de vergüenza ajena, se convertiría en clip oficial de la canción.

La sorpresa llegaría cuando los MTV Video Music Awards nominaron al grupo de baile en varias categorías, y un Jonze embutido en el personaje de Koufey se lo pasaría teta durante la ceremonia actuando como un niño grande y grabándolo todo con su cámara de vídeo para el falso documental Torrance Rises. Koufey se llevaría a casa tres premios: vídeo más rompedor, mejor dirección y mejor coreografía. El resto de nominados a esa última categoría contemplaban con la boca abierta cómo el premio se lo arrebataba una banda de chalados arrítmicos con una coreo que ponía las obras fin de curso a la altura de Broadway. Y aquello era maravilloso.

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Nike «Morning After» (1999)

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Sí, antes de los 2000 ya existía gente que salía a correr por las calles, solo que no se autodenominaban runners porque aún tenían un esbozo de vergüenza en su interior. Lo que también existía era cierto pánico al llamado efecto 2000, que teóricamente iba a desencadenar el infierno en la tierra. En esos primeros instantes del cambio de año es donde se situaba este simpático spot.

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Fatboy Slim – «Weapon Of Choice» (2000)

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Jonze imaginó a Christopher Walken bailando en un hotel vacío. Se lo dijo a Norman Cook (Fatboy Slim) y a este le pareció estupendo, se lo comentó a Walken y este preguntó que quién era Fatboy Slim y que qué me estás contando. El director explicó al actor que Fatboy Slim era un músico que jugueteaba con loops y Walken preguntó que qué coño era un loop y que qué me estás contando. Cuando finalmente el intérprete escuchó el tema y decidió que sonaba divertido, todos se fueron al Marriott Hotel para filmar al actor danzando y volando por los vestíbulos. La empresa no resultó complicada porque el propio artista no era ajeno a la danza: antes de dedicarse a la actuación se había machacado lo suyo como bailarín. El resultado catapultaría la canción a la fama y al videoclip a una piscina de premios.

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Levi’s «Crazy Legs» (2002)

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El bailarín callejero Johnny Cervin se hizo famoso de un día para otro por culpa de un spot televisivo ideado por Jonze y emitido durante la Super Bowl. Retoques digitales combinaron las dos mitades de un Cervin que pasea tranquilamente y baila a lo loco al mismo tiempo al ritmo de Control Machete.

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Yeah Yeah Yeahs – «Y Control» (2004)

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¿Niños jugando? Niños jugando.

Jugando a abrazar perros muertos, cortarse las manos con un hacha, destrozar cosas con un bate de béisbol y removerse los intestinos. Joder, sí.

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Ludacris – «Get Back» (2004)

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Si tienes a Ludacris con los brazos de Popeye la mitad del espectáculo ya la tienes hecha.

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Adidas «Hello Tomorrow» (2005)

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Un Jonze poseído por Michel Gondry convertía un anuncio en un juguete visual con un escenario que se iba pintando sobre la marcha, un oso como guest star y un techo bajo que recordaba que en Cómo ser John Malkovich ya tuvo al protagonista andando encorvado. La música corría a cargo de Karen O.

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Gap «Pardon Our Dust» (2007)

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El spot para la franquicia de comercios Gap era una ocurrencia genial: hacer publicidad de una tienda destrozando la propia tienda en una competición entre sus empleados. Una batalla campal más cercana a Jackass que al manual del buen publicista.

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Levi’s «Doctors» (2007)

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El mejor musical de un minuto de duración de la historia de la televisión era un anuncio de pantalones. Una visita a urgencias acababa transformando el pitido de una máquina de constantes vitales en un karaoke del «Tainted love» de Soft Cell.

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UNKLE – «Heaven» (2009)

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En 2007 Jonze dirigió junto a Cory Weincheque y Ty Evans otro vídeo centrado en el monopatín, titulado Fully Flared. Lo más recordado de aquella cinta era un segmento en un skate park donde virtuosos de la tabla efectuaban sus trucos mientras el lugar explotaba por los aires. Un par de años después aquellas imágenes se repescarían y montarían para engalanar el tema «Heaven», y le sentarían como un guante.

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Softbank «Japan Sumo» (2009)

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Durante un tiempo Brad Pitt hizo un Bill Murray en Lost In Translation y se dedicó a protagonizar anuncios japoneses. Comenzó participando en una afrancesada campaña dirigida por Wes Anderson y acabó ejerciendo de esmerado ayudante de un luchador de sumo cuando Jonze se situó tras la cámara.

En aquel 2009 Jonze también aprovecharía sus reuniones con Sendak por trabajo —era el autor del libro Donde viven los monstruos para rodar un pequeño documental sobre el escritor, titulado Tell Them Anything You Want: A Portrait of Maurice Sendak.

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I’m Here (2010)

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The Giving Tree era un libro para niños escrito por Shel Silverstein que narraba los encuentros entre un árbol extremadamente generoso y un chico durante diferentes etapas vitales del segundo. Una obra curiosa con una interrogante enorme flotando sobre su auténtico significado, desde su publicación se discutiría mucho si su autor intentaba tejer una moraleja o estaba siendo cabroncete al perpetrar una sátira cruel.

Tras su Donde viven los monstruos, Jonze volvería a utilizar como semilla un cuento para niños, aunque en este caso la fábula tan solo ejercería de musa. I’m Here era un cortometraje inspirado por The Giving Tree con un protagonista que heredaba el nombre del escritor del cuento (Sheldon), pero cuyo relato no contenía ni árbol alguno ni demasiados humanos. El motor del corto era el romance entre dos autómatas en una Los Ángeles donde convivían robots y personas, y durante media hora Jonze lucía sus dos mejores virtudes: una capacidad visual arrasadora y la sensibilidad necesaria para retratar pequeños instantes y hacer que respirasen como sinceros, lejos del artificio que domina la ciencia ficción e irónicamente a pesar de tratar con criaturas artificiales. Del diseño de los androides se ocupaba Alterian, Inc, la compañía a la que Daft Punk encargaba los cascos, quienes crearían un protagonista con una vetusta torre de PC por cabeza y con pintas de ser primo lejano de la criatura que bailaba en el clip «Evil» de Interpol.

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LCD Soundsystem – «Drunk Girls» (2010)

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La que para el propio James Murphy, líder de LCD Soundsystem, era una canción tontorrona venía acompañada de un vídeo que parecía tonto pero resultaba aterrador si uno se paraba a meditarlo un rato. O la banda tratando de interpretar la canción mientras era acosada incansablemente por un grupo de cabrones disfrazados de osos panda.

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Arcade Fire – «The Suburbs» (2010)

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El álbum The Suburbs inspiró el rodaje de Scenes From The Suburbs, un cortometraje que retrataba la vida de unos jóvenes en una ciudad sitiada militarmente por razones desconocidas para el espectador. Se estrenó oficialmente en la Berlinale, pero meses antes varios pedazos de ella se ensamblaron como clip oficial del single «The Suburbs». Curiosamente, el cortometraje parecía no conducir a ningún sitio, pero la misma historia comprimida en aquel videoclip funcionaba con la precisión de un cronómetro.

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Lakai «Twizzler» (2010)

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0:03 Un monopatín girando sobre mobiliario urbano.

0:10 Spike Jonze bendiciendo a un amigo con La Hostia Con Monopatín De Su Vida.

0:16 Skateboard tricks.

0:39 Spike Jonze ejecutando un kickflip literalmente retorcido.

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We Were Once A Fairytale (2010)

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Jonze siempre ha caminado muy cerca del mundo del rap y el hip hop. Trabajaría para Puff Daddy o Jay-Z, filmaría el mítico «What’s Up Fatlip?» (y el muy interesante documental de idéntico nombre sobre Fatlip) y codirigiría con Kanye West una paliza en un maletero en «Flashing Lights». Pero para We Were Once A Fairytale reclutaría al propio West para un ejercicio extraño: un relato donde el cantante interpretaba a una versión (más) gilipollas de sí mismo que acababa extirpándose un pequeño diablillo de sus propias entrañas.

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Beastie Boys – «Don’t Play No Game That I Can’t Win» (2011)

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Esto es lo que pasa cuando le encargas a tu amigo el director de culto que ruede algo para acompañar un temazo que has fabricado junto a la maravillosa Santigold: que el hombre agarra un puñado de muñecos Action Man, se pasa la tarde jugando con ellos, lo graba todo y te viene diciendo que ahí lo tienes, que mira tu vídeo. Once minutos, rodados meses antes de la desaparición del gran Adam Yauch y de la disolución del grupo, donde las aventuras de los juguetes sepultan la canción. Graciosísimo, pero esto lo hace cualquiera sin una carrera envidiable detrás y lo empalan en la plaza del pueblo.

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Mourir auprès de toi (2011)

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Codirigido junto a Simon Cahn, el cortometraje que anunciaba Morir a tu lado era una pequeña y hermosa pieza de stop-motion protagonizada por personajes que nacían entre las páginas de una biblioteca.

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Arcade Fire – «Afterlife (Live)» (2013)

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«Afterlilfe» se coló en nuestra lista de los mejores clips de 2013 haciendo algo de trampa: no se trataba realmente de un videoclip al uso, sino de la emisión de un número musical para la ceremonia de los YouTube Music Awards. Daba igual, estaba grabado en directo y protagonizado por una Greta Gerwig efervescente, y aquello bastaba y sobraba.

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2 Comentarios

  1. Perzolaga

    Gracias por la recopilación. He disfrutado muchísimo recordando el talento del señor Jonze. Claro que, después de leer lo de » o, peor aún, siendo Michael Bay», si se hubiera mofado de mis más sagrados principios yo habría sonreído igual. :-)

  2. Para mí averiguar que un director de cine antes ha sido realizador de vídeo-clips o spots sí suele ser mala señal, lo admito. Porque lo que tiendo a ver en las películas de esos directores son unas ganas locas, primeramente, de impactarnos. Seguro que hay excepciones, pero Jonze no sería una de ellas.

    Y es normal: en la publicidad la gente talentosa sabe utilizar trucos para lograr impresionar y engatusar al espectador. Y su objetivo es, por lógica, vendernos un producto. Por ello, lo que ese tipo de directores se lleva luego (no sé si inconscientemente) a los largometrajes suele ser un ansia de epatar mediante trucajes habilidosos, de embellecer lo no bello o de afear lo ya de por sí feo. En suma, de exagerar y hacer caricatura. Todo ello muy moderno, por supuesto.

    Por lo cual, directores como el muy talentoso Jonze nunca estará entre los más grandes. A su cine le falta ética, nobleza de intenciones, compromiso y empatía. En fin, a mi modo de ver.

    Luis S.
    http://www.elcineenquevivimos.es

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