Música

Una banda sonora para Nueva York

Jot Down para Seagram´s

Vista de Manhattan.
Vista de Manhattan. Fotografía: ©Johanlb www.johanlb.fr (CC).

I’ll take Manhattan
The Bronx, and Staten Island too
It’s lovely going through
The zoo

It’s very fancy
On old Delancey Street, you know
The subway charms us so
When balmy breezes blow
To and fro

Para acompañar la lectura de este artículo, nuestra lista de Spotify 

Me quedo con Manhattan. Vamos, a poco que hayamos visto unas cuantas pelis americanas, hayamos escuchado unos cuantos discos de bandas norteamericanas, hayamos leído unas cuantas novelas escritas por autores estadounidenses o vivamos en el hemisferio occidental, todos nos quedamos con Manhattan. Es la capital del mundo y la ciudad más reflejada en cualquier producto cultural que se nos ocurra. Nos llama desde páginas y desde pantallas, desde renglones y desde fotografías, desde museos y desde cócteles. Y como no hay manera de resistirse, al final tenemos que ir. A ser posible bien acompañados.

Yo les ofrezco la mejor compañía posible para Nueva York: su música.

Ellis Island, Liberty Island y el Nuevo Mundo

Liberty Island. Fotografía: Gill E (CC).
Liberty Island. Fotografía: Gill E (CC).

Probablemente vayan en avión, aterricen en el JFK, en Newark o, si han hecho alguna escala, en La Guardia; pero si tienen la suerte de llegar en barco descubrirán la imagen que es un símbolo del símbolo de Nueva York, de Estados Unidos y, si me apuran, del mundo entero. La Estatua de la Libertad. En un país de migrantes dentro de un planeta de migrantes, la Gran Manzana no sería nada sin todos los neoyorquinos que nacieron fuera del país. De hecho, la propia estatua es una inmigrante francesa, como seguramente sabrán. Lo que quizá no sepan es que una de las composiciones más formidables y más famosas de la historia de la música sinfónica está dedicada precisamente a ese nuevo mundo que se miraba con ojos ilusionados. Porque, entre los miles de ojos que llegaron a Ellis Island en los cientos de navíos que cruzaron el Atlántico a finales del XIX, estaban los de Antonín Dvořák.

Lo cierto es que Dvořák no era un inmigrante más, claro. Invitado por Jeanette Thurber, fundadora del National Conservatory of Music of America en Nueva York, fue director de la institución desde septiembre 1892 hasta 1895. La visión de la ciudad impresionó de tal manera al compositor checo que, solo tres meses después de su llegada, comenzó a escribir la que sería su obra magna. La «Sinfonía nº 9 “del Nuevo Mundo» sonó por primera vez el 15 de diciembre de 1893 en el Carnegie Hall con la Filarmónica de Nueva York bajo la batuta del también inmigrante Anton Seidl y, desde el día de su estreno, sus acordes se convirtieron en un ideograma sonoro de una urbe de rascacielos incipientes y de un país de horizontes venideros.

La obra de Dvořák no es una excepción porque, aunque normalmente asociamos la música clásica a Europa, los Estados Unidos —y en especial, Nueva York— han sido cuna real o adoptiva de composiciones sinfónicas profundamente incrustadas en la biografía musical de toda la humanidad. Algunas de las mejores piezas de Kurt Weill vieron la luz durante su autoexilio en la Gran Manzana tras la llegada al poder de Hitler en su Alemania natal. Musicales como Lady in the Dark o Knickerbocker Holiday, el cual, por cierto, narra las peripecias de la antigua Nueva York cuando aún se llamaba New Amsterdam. La gran composición neoyorquina también se la debemos a un inmigrante, esta vez interior. Leonard Bernstein nació en Massachussets pero, aunque para 1957 su fama ya era planetaria, el estreno de West Side Story le catapultó al olimpo de la historia de la música. En ese olimpo le esperaba Aaron Copland, padre de la música sinfónica estadounidense y neoyorquino de nacimiento; quién sabe si su «Fanfarria para el hombre corriente»,  compuesta en 1942, no estuviese dirigida a todas esas personas comunes —hombres y, sobre todo, mujeres—  que no combatieron en la Segunda Guerra Mundial sino que se quedaron en casa manteniendo la estructura emocional del país.

Greenwich Village y el jazz

American jazz pianist Thelonious Monk (1917 - 1982), 1960. (Photo by John Bulmer/Getty Images)
Thelonious Monk, 1960. Fotografía: Getty Images.

Como en todas las películas, tras la introducción llega la presentación de los personajes, y el personaje fundamental de una banda sonora para Nueva York tiene que ser el jazz. Primero porque es el primer género musical exclusivamente estadounidense, y segundo porque, aunque sus raíces estuviesen en el blues sureño o en la música mestiza de Nueva Orleans, desde que Duke Ellington se mudó a la Gran Manzana a mediados de los años veinte, fue allí donde el jazz se descubrió a los oídos del mundo.

Paseando por Greenwich Village, al suroeste de la isla, podemos encontrar los clubes de jazz más importantes del mundo. El Blue Note, en el 131 de la 3ª, no da cabida solo a las sesiones semiamateurs de Woody Allen; por sus treinta y cinco años de historia han actuado talentos como Dizzy Gillespie, Sarah Vaughan, Oscar Peterson o el mismísimo Dave Brubeck. No demasiado lejos del Blue Note, en la 7ª con la calle 10, aún se levanta el Nick’s, abierto en los años cuarenta. Dicen que, tras los conciertos, en sus sillones se sentaban Miles Davis y John Coltrane a relajarse con la música y a elaborar nuevas piezas. En la misma 7ª Avenida abre el Village Vanguard, local que lleva más de ochenta años destinado a la música y, desde los años cuarenta, especialmente al jazz. En sus noches sonó a menudo el «Round Midnight» tocado por el propio Thelonious Monk. Según las crónicas, cuando Max Gordon, dueño del Vanguard, conoció a su futura esposa, Lorraine Stein, la mujer le propuso contratar a Monk para dar un nuevo aire musical al club. Era 1948 y, pese a las reticencias iniciales de Gordon, el 14 de septiembre de ese mismo año, el pianista de Carolina del Norte abrió la velada. Inicialmente no fue un gran éxito pero, con el tiempo, sirvió para que el Vanguard se decidiese a enfocar su atención en el jazz. Entre sus habituales estuvieron la feroz Anita O’ Day o Bill Evans, quien en 1960 estrenó la versión para piano del legendario tema «Blue in Green», que había compuesto para la trompeta de Miles Davis el año anterior.

El Village fue cuna del jazz clásico neoyorquino porque el más experimental nació unos cientos metros al este, en Bowery. En el 5 de Cooper St, se levantaba el ya desaparecido Five Spot Café donde, un 17 de noviembre de 1959, Ornette Coleman hizo su debut neoyorquino. Entre los asistentes esa noche estaban Davis, Coltrane y hasta Leonard Bernstein. Seguramente disfrutaron como enanos con la música, entre lo sinfónico y lo improvisatorio, de Coleman.  En el Five Spot sonaron por primera vez piezas capitales del free jazz como «Round Trip» o «Change of the Century».

Bowery y el sonido que lo cambió todo

RAMONES; Dee Dee Ramone; Johnny Ramone; Joey Ramone; at CBGB (Country, Blue Grass, and Blues) music club Manhattan, New York City, USA; circa 1979; Credit: Felipe Orrego / ArenaPAL www.arenapal.com
Ramones tocando en el CBGB en 1979. Fotografía: Cordon Press.

Se diría que en Bowery flota el aire experimental porque, el 16 de agosto de 1974, cuatro tipos greñudos subieron al escenario del CBGB, al norte del barrio. Llevaban unos vaqueros pitillo, unas camisetas medio raídas y unas chupas de cuero; y aunque sus cuatro apellidos eran distintos, en escena se hacían llamar con uno solo: Ramones. Su música era cruda y básica. Tan básica que enseguida conectó con la juventud de la época convirtiéndose en estandarte del punk y también en un éxito planetario.

Gracias a los Ramones, el CBGB alcanzó estatus de club mítico, no solo por haber sido el germen de temazos como el «Blitzkrieg Bop», sino también porque entre sus paredes llenas de grafiti a menudo se dejaban caer figuras de la vanguardia artística como Andy Warhol a escuchar a Blondie, Talking Heads, Dead Kennedys, Metallica y muchas otras bandas de rock de todo el globo. Sin embargo, en su escenario también debutaron grupos como Run DMC o Public Enemy.

Porque claro, si hubo una música neoyorquina que cambió el mundo fue el rap. Nacidos a mediados de los ochenta en el extrarradio —Run DMC desde Queens y Public Enemy desde Long Island—, revolucionaron el planeta a base de poesía furiosa y un muro sónico construido con samplers y giradiscos. No hay más que escuchar himnos como «You be Illin’» o «Fight the Power». Y aunque quizá crean que ahora el rap se ha convertido en una competición de estupideces, en Nueva York siguen operando algunos de los raperos del momento. Tipos como Mos Def que, con canciones como «Auditorium», eleva el género al nivel de la mejor música de la actualidad.

The French Connection y la música del metro

Músicos en el metro de Nueva York. Fotografía: Metropolitan Transportation Authority of the State of New York (CC).
Músicos en el metro. Fotografía: Metropolitan Transportation Authority of the State of New York (CC).

Una buena película americana siempre tiene su persecución y esta no iba a ser menos. Con la cantidad de veces que las hemos visto, las persecuciones por las calles de Manhattan deberían estar catalogadas como bien de interés cultural cinematográfico. A mi juicio, las mejores son las de The French Connection, el filme de William Friedkin de 1971 con Gene Hackman, Roy Scheider y Fernando Rey. Acompañados por la galopante banda sonora que el trompetista Don Ellis compuso expresamente para la película, seguiremos a Popeye Doyle, en coche y a pie, en su carrera por atrapar al traficante francés Alain Charnier. Desde las autopistas, las calles y los mercadillos, hasta los interiores del metro de Nueva York.

Una vez en el metro de Manhattan, puede que tengan suerte y se encuentren a algunos de los famosos músicos callejeros de la ciudad. De hecho, si tienen mucha suerte y pasan por la estación de Union Square, quizá puedan abrirse paso entre el monumental corrillo que habrá formado el trío mestizo TOO MANY ZOOZ. Dicen que su música es brasshouse, pero a mí me parece que es imposible catalogar el volcánico despliegue que realizan con apenas una trompeta, un saxo barítono y un percusionista-hombre orquesta. Son tan buenos que a menudo les invitan a actuar en festivales de jazz de todo el mundo. Visitas que ellos aprovechan para tocar en el metro de la ciudad a la que hayan ido, haciendo así un guiño a su medio natural

Las calles de Manhattan

Midnight Cowboy, 1969. Imagen: Jerome Hellman Productions.
Midnight Cowboy, 1969. Imagen: Jerome Hellman Productions.

Y para terminar nuestro filme, montamos la cámara en una grúa y abrimos el encuadre hasta tomar un gran plano general. A medida que el objetivo sube, va a apareciendo la masa arbórea de Central Park, los puentes de acero que cruzan el Hudson y el East River, la imponente vertical del Empire State Building y la fachada espiral del museo Guggenheim de Frank Lloyd Wright. Y por en medio, neoyorquinos autóctonos o neoyorquinos inmigrantes caminando ajetreados o paseando en calma por las calles de Manhattan.

Seguramente alguno se sienta como Jon Voight y Dustin Hoffman y esté escuchando el tema central de Midnight Cowboy. Porque, a pesar de su letra, hay pocas piezas más adecuadas para caminar por Nueva York que el «Everybody’s Talkin’» de Fred Neil al que Harry Nilson puso voz en el filme de John Schlesinger. Eso para los que aún tengan respeto a la ciudad, porque los que la amen profundamente preferirán terminar la película con LA canción. «New York, New York», aparte de ser un favorito de los karaokes, es uno de los mejores temas de Kander y Ebb. La compusieron para la película homónima de Martin Scorsese de 1977 y su primer intérprete fue Liza Minelli, aunque la popularización le llegaría gracias a Frank Sinatra. Puestos a elegir, lo suyo sería quedarse con la versión de Tony Bennett porque Minelli era de Los Ángeles y Sinatra de Hoboken, New Jersey, mientras que Bennett es neoyorquino de Queens. Mejor cantar las bondades de una ciudad cuando es tu ciudad, aunque la Gran Manzana sea la ciudad de todo el mundo.

Por eso, entre todas las posibles opciones, yo terminaría nuestra banda sonora con la versión del «Manhattan» de Rodgers y Hart que Blossom Dearie grabó en 1959 para Verve Records. Así, con la esponjosa voz de la neoyorquina, nos vamos desde el Bronx hasta Staten Island, pasando por el metro y por el zoo, acariciados por una brisa balsámica que nos lleva de un lado a otro de Nueva York.

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29 Comments

  1. Javier Alonso

    Brutal!!…y es publicidad. Sois geniales. Gracias.

  2. No habeis mencionado Rapsodia in Blue, de Gehrswin, he estado a punto de llamar al 112

  3. panetero

    A Tribe Called Quest, «Electric Relaxation». Es probablemente una de las mejores canciones de rap de los 90, y una de las primeras canciones que se me vienen a la cabeza cuando pienso en NY. Esa y «New York State Of Mind» de Nas.

  4. Maestro Ciruela

    Muy interesante artículo. No sé si Samuel Barber (Pensilvania) y su inconmensurable «Adagio for strings» (2º movimiento cuarteto de cuerda nº1 – Opus 11) compuesto en 1936, tuvo como fuente de inspiración la Gran Manzana, pero como compositor estadounidense, vale mucho la pena mencionarle. Para entendernos, es la omnipresente y subyugante banda sonora de «Platoon» dirigida para la ocasión, creo, por Georges Delerue. Tampoco hubiera estado de más acreditar al estupendo John Barry como el compositor de toda la música de «Midnight Cowboy» a excepción de la estupenda canción de Neil, «Everybody’s Talking'».

  5. Daniel Madero

    Increíble que en este artículo no aparezca mencionado Lou Reed, o la Velvet. Por lo demás, enhorabuena por el texto, que combina información y emoción a partes iguales.

  6. Y algo de Lou Reed (y mira que con la mención a Warhol, lo teniaís ahí) o Leonard Cohen.

    O The Pogues, Beastie Boys, Tito Puente, Nina Simone, Nico, Dylan, Bruce, New York Dolls…

    O el Jersey Girl del GRAN Tom Waits (vale que es Jersey, pero es cruzar el puente y ya…).

    • victor garcia

      Bueno que mencionaste a Tito Puente. Tambien cabe mencionar a Rey Barreto, Tito Rodriguez, Eddie Palmieri, Mario Bauza y Machito. Y es que la musica afrocubana, la salsa, el bugaloo y el latin jazz fue en Nueva York que se cocieron. Todos esos puertorriquenos y cubanos crearon toda una cultura musical muy arraigada a la ciudad. Especialmente Palmieri, willie Colon y la Fania. Los niuyorquinos no se enteraron, salvo algunos judios. Tenian una mulata maravillosa en su casa y nunca se enteraron.

  7. rarmar

    Sonic Youth. No wave, baby.

  8. Buen artículo, pero no habría estado de mas una mención al NYHC, que además de la música creó una subcultura asociada a la propia ciudad y bastante influyente en su época, y que ha dejado su marca hasta la actualidad.

  9. No decís nada de la escena NYHC, que puso la banda sonora a la NY de Giulani y más tarde, especialmente en el Lower East Side. Lo mismo para la escena underground de brooklyn con bandas como Type 0 Negative, Life Of Agony, Biohazard, o Dog Eat Dog (80-90) entre otras…Un saludo.

  10. september song

    hola desde NY, me habéis emocionado con el articulo…. vivo aquí desde hace 2 años,
    os habéis dejado muchos pq no se puede nombrar todo lo que pasa en ny en un solo articulo, realmente esta es la ciudad de la música ….. congrats!

  11. Magnífico artículo. Gracias por recordarme la ¡¡CIUDAD!!
    También podemos acabar con música más actual y este magnífico video amateur
    https://www.youtube.com/watch?v=orKyMgsLLog

  12. vondaniken

    eso digo yo…. muy buen artículo, pero que no aparezcan los Stimulators, Cro-Mags, Agnostic Front, Sick Of It All y un larguísimo etc… deja cojo el artículo. Gente que aunque del «underground» (qué rabia me da escribir así jaja) no sólo marcó a NY sino que creó un movimiento global casi más importante que los que mencionas. Saludos.

  13. Falta metal alemán.

  14. Pijus Magnificus

    Buen artículo.
    Aunque es cierto que NY nos llama ( especialmente a los amantes del cine americano, no es mi caso ), es posible resistirse, yo lo he hecho, y me parece difícil que cambie.
    Me niego a ir a un país donde, antes de entrar, te preguntan si eres un terrorista – a mí los terroristas me parecen ellos – , o donde tienes que comer hamburguesas – a menos que estés forrado de dinero, no es mi caso – .

    • Carlitos

      ¿has hecho alguna vez la compra en EEUU? Eso de que sólo te puedes permitir no comer hamburguesas si eres rico, es un tópico de no te menees sin mucha base científica.

      • Pijus Magnificus

        Sí, claro, todas las semanas, para hacer la compra, cojo un avión y voy a EEUU, compro los yogures y el pan de la semana y vuelvo. ¿ Quien quiere el Mercadona de al lado ?
        Ahora en serio, puede que sea un tópico, como dices, pero es sabido que allí los pobres son los que mas consumen comida basura.

  15. Carlitos

    Anthrax. Dentro del subgénero del Thrash Metal que inundó los 80’s hubo cuatro grupos que reinaron sobre los, y que vendieron millones de discos (Metallica, Slayer, Megadeth y Anthrax), siendo éste el único que no eran de la bahía de San Francisco. Cómo no, eran de Nueva York.

    PD: Bon Jovi también es de New Jersey.

  16. Jorge

    Nunca se me habia ocurrido que esta preciosa cancion de Sara Bareilles:

    https://www.youtube.com/watch?v=8wKU-jaus6w

    Pudiese haber sido inspirada por la preciosa cancion de Marie-Louise Desage que cierra el articulo.

    Pero ahora tiene todo el sentido del mundo.

  17. Mascarpone

    Dito Montiel lo tenía muy claro cuando en el climax de Memorias de Queens enchufó el Rock & Roll de Lou Reed.

  18. Lefarciero

    ¿Andy Warhol a ver a Metallica en el CBGB?.

  19. oximoron

    Uno de los grupos más infravalorados de la historia: los new yorkers más cachondos, talentosos y geniales… sí, los Fun Lovin’ Criminals!

  20. He echado de menos a Mel Tormé en vuestra retahíla. No puedo pensar en NY sin que me venga «New York State of mind» a la mente. Simplemente sublime y crepuscular, como la ciudad misma

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