Durante los noventa, la banda Radiohead comenzó a avistar en sus conciertos a unos cuantos seres humanos que asistían ausentes al espectáculo hasta que Thom Yorke y compañía interpretaban el exitoso «Creep», un momento que estas criaturas vivían con mucha intensidad para a continuación abandonar el concierto. El grupo se encabronó con su propia composición y comenzó proclamando que no respetaba a quienes se acercaban al bolo solo para escuchar esa canción, para finalmente acabar eliminándola durante bastante tiempo de su repertorio para conciertos. Lo cierto es que hasta el sonido característico de la canción había nacido del odio: el guitarrista Jonny Greenwood tenía escasa estima al tema e intentó joder la grabación original con los rasgueos que acabarían dando entidad propia a «Creep». Un año después la banda escribiría «My iron lung» y su letra no disimularía demasiado hacia que cabezas apuntaba:
This is our new song
Just like the last one
A total waste of time
My iron lung.
Radiohead estaba en su derecho a odiar sus propias creaciones amparados bajo la ley universalmente conocida como «el gato es mío». Y lo cierto es que cuando las criaturas que uno ha parido no acaban evolucionando como se desea resulta poco sincero maquillar el disgusto. Pau Donés comentó que interpretó una cantidad infame de veces su hitazo «La flaca», una auténtica desgracia para alguien que estaba ansioso por dejar aquel éxito atrás y comenzar con ilusión a escribir durante el resto de su carrera la misma canción en cada disco.
En el fondo a Frank Sinatra nunca le gustó su versión de «My way».
No has entendido nada
Lo de R.E.M. con «Shiny happy people» es un asunto célebre. La banda odiaba aquella famosísima canción de acordes saltarines que compartía disco con el también überconocido «Losing my religion» y se negaba a interpretarla sobre el escenario o discutir en las entrevistas las razones para estar tan enfadados con su propia criatura. Incluso sus recopilatorios de grandes éxitos hacían como si el tema no existiese, al menos hasta que junto con la disolución del grupo se publicó Part lies, part heart, part truth, part garbage 1982–2011, un doble CD a modo de retrospectiva cuyo propio título parecía querer justificar la inclusión del corte con ese tan poco discreto «part garbage».
Sting le cogería manía a «Every breath you take» al descubrir que las masas la interpretaban como una canción de amor cuando en realidad era todo lo contrario: la letra hablaba sobre un hombre que se obsesionaba de manera enfermiza con su expareja hasta el punto de espiarla, controlarla y creerla de su propiedad. El cantante la definiría como una canción siniestra y mientras tanto la gente se le acercaba para decirle que se habían casado al ritmo de esa tonadilla. Puff Daddy fue uno de los que no se enteró del asunto, su «I’ll be missing you» era una versión del tema para despedir a su colega The Notorius B.I.G. asesinado a balazos en el 97.
Meher Baba fue un gurú espiritual indio con cara de Mario Bros que declaró ser la encarnación de Dios en envase humano. El caso es que Baba era muy de animar a la gente con un «Don’t worry, be happy» una frase que en los sesenta circuló en forma de pósteres inspiracionales. Cuando Bobby McFerrin se tropezó con uno de aquellos carteles se inspiró para escribir un tema que acabaría formando parte de la banda sonora de Coktail, convertido en himno popular y produciendo un clip donde el propio McFerrin, Bill Irwin y Robin Williams hacían mucho el payaso. Se trataba de «Don’t worry, be happy» la primera canción a cappella que lograba coronar un número uno en la lista de singles más vendidos y futura ganadora de los premios Grammy Song of the Year y Record of the Year. George H. W. Bush comenzaría a usar el tema durante su campaña electoral sin pedirle permiso a McFerrin y este no solo se cagó en sus muertos y dejó de cantarla durante las giras, sino que además anunció que votaría en contra de Bush. Tiempo después, y tras insinuar que su composición era una sátira que se malinterpretaba como un tema buenrollista, McFerrin se pelearía en sus contratos discográficos por incluir cláusulas que le evitase tener que volver a interpretar el tema por obligación.
Los Beastie Boys también lidiarían con una creación propia famosa interpretada de manera errónea. Su «(You gotta) Fight for your right (to party!)» nació como una canción que se burlaba y parodiaba los himnos fiesteros imbéciles y acabó siendo aupada a la fama por el propio público al que criticaba, una audiencia incapaz de reconocer que entre líneas reposaba una sátira. La canción desapareció de todos sus directos.
Quizás el ejemplo más divertido de canción malinterpretada corresponde al «Hook» de Blues Traveler. Porque en su caso se trata de una creación satírica que pretende que su público sea el oyente estúpido al que la misma letra critica. «Hook» anunciaba desde su propio título que crear un hit pegadizo era una tarea idiota y sencilla. Y la letra no podía ser más evidentes con sus intenciones:
It doesn’t matter what I say
So long as I sing with inflection
That makes you feel that I’ll convey
Some inner truth of vast reflection.
El resultado no sorprendió a nadie: se convirtió en un pequeño y pegadizo éxito.
Mi álbum from hell
Dave Grohl reconoció no estar demasiado contento con el disco One by one al asegurar que «cuatro de las canciones eran buenas y las otras siete no las volví a tocar en mi vida». Noel Gallagher definió el álbum Be here now como «el sonido que produce en el estudio una banda de tíos puestos de coca a los que les importa todo una mierda. Todas las canciones son demasiado largas, las letras son mierda y en cada milisegundo donde Liam no está diciendo alguna palabra suena un riff de guitarra a lo Wayne’s world», algo que explica por qué en su greatest hits no aparecería ningún tema de aquel disco. Con el siguiente álbum, Standing on the shoulder of giants, sería incluso más tajante asegurando que no deberían haberlo grabado nunca por encontrarse poco inspirados. Alice Cooper tiene tres discos ochenteros (Special forces, Zipper catches skin y DaDa) a los que se refiere como la trilogía apagón: no se acuerda siquiera de haberlos grabado porque en aquellos años abusaba mucho de los vicios y se pasaba el día remojado en alcoholes, hasta el punto de haber sido hospitalizado por alcoholismo con una estupenda cirrosis en el hígado tras finalizar la grabación de DaDa (una obra que el artista asegura no saber de qué cojones va). Solo los temas de Special forces serían interpretados sobre un escenario, los otros dos discos se quedarían como un profundo y doloroso agujero en la memoria de Cooper. Peter Buck dijo del Around the sun de R.E.M. que era difícilmente escuchable y sonaba a lo que era la formación en su momento: «un grupo de tíos aburridos». Devo decidió a mediados de los noventa olvidarse conscientemente de los discos Shout, Total Devo y Smooth noodle maps. Brett Anderson dijo del disco A new morning de Suede que era «una jodienda enorme». El caso de The Strokes y su Angles era asombrosamente sincero, tras editarlo comenzaron a pasearse por los medios anunciando que no estaban contentos con el resultado. Damon Albarn aseguraría al hablar de Blur: «Publicamos dos discos malos. El primero de todos, Leisure, que era terrible y The great escape que era desastroso».
Lou Reed gozó de reconocimiento con el disco Transformer (aquel que contenía «Satellite of love» y «Walk on the wild side», y que un crítico calificó como «pretencioso rollo artístico homo») y a continuación se dejó los cuernos grabando Berlin, una ópera rock sobre depresiones, prostitución, drogas, violencia doméstica y tendencias suicidas que el propio Reed consideraba su obra maestra. Pero Berlin no lo compró nadie, así que para su siguiente disco, Sally can’t dance, decidió parir algo ligero y permanecer quieto y desencantado durante toda la producción. Sally can’t dance se convirtió en un éxito para sorpresa del cantante que declararía un cachondo «Parece que cuanto menos me implique en un disco más grande será el hit en que se convertirá. Si en mi siguiente álbum no participo en absoluto podría llegar a ser número uno en ventas». La compañía, RCA Records, comenzaría a meterle prisas a Reed para fabricar su siguiente trabajo y el hombre aparecería con una sonrisa y Metal machine music en su regazo, una leyenda del mundo de la música por méritos propios (de la que Manuel de Lorenzo ya ha hablado con detalle aquí mismo): un doble vinilo que no contenía ninguna canción, melodía lógica o estructura reconocible, sino a Reed apilando ruido de guitarras viejas y arrimándolas al altavoz durante una hora. Para muchos era la manera que tenía el artista de hacerle un calvo a los ejecutivos de RCA. Para los críticos supuso una oportunidad única para hacerse los ingeniosos: la revista Rolling Stone sentenció que era «como los gemidos tubulares de una nevera espacial» y Greg Kot escribió que «un ciclo de centrifugado de una lavadora tiene más progresión melódica que el zumbido electrónico que es Metal machine music». Para otros cuantos sería una pieza clave del noise, del sonido industrial o de la música experimental. Reed en algún momento declararía que el disco iba en serio y que todo estaba planeado pero también que estaba hasta el culo de cosas exóticas a la hora de grabarlo.
Music from the Elder, el noveno álbum de estudio de la banda Kiss fue un experimento musical con forma de ida de pelota conceptual: sus canciones narraban el entrenamiento de un joven héroe ante un consejo de ancianos para formar parte de la Orden de la Rosa y combatir el mal así en general. El inusual álbum no es que fuera aborrecido por los propios miembros de Kiss, sino que sufrió un destino peor: la banda se olvidó de su existencia. En 2004 en Melbourne el grupo intentaría interpretar los temas «The oath» y «I» pero no sería capaz de recordar la letra.
Frank Zappa se toparía una noche con un borrachísimo Brian Jones y le comentaría que, en su humilde opinión, consideraba que el disco Between the buttons de The Rolling Stones del 67 era una pieza tan notable como para tenerlo en más alta estima que el Sgt. Pepper’s lonely hearts club band de los Beatles. Algo a lo que Jones contestó dándole la espalda y trotando hacia otro lugar en busca de gente con mejor criterio. Aquella reacción tampoco pillaba de sorpresa a Zappa, los propios Stones se cagaban profusa y públicamente en ese disco calificándolo de basura y solo salvando el corte «Backstreet girl» de la hoguera. Y aquel 1967 era la temporada a desacreditar por los propios ingleses: su Their satanic majesties request de finales de año era un desastre que ellos justifican por «tener demasiado tiempo, muchas drogas y ningún productor diciéndonos que parásemos y nos pusiésemos a tocar».
Asuntos personales
A Tom Lehrer le aburría su propia carrera musical por la pereza de repetir setlist durante los directos, la única razón por la que permaneció un tiempo en el oficio (antes de pasar a ser matemático a tiempo completo) fue para hacer turismo por los países por donde programaba las giras. Billy Joel le pilló ojeriza a «Just the way you are» por tratarse de una canción de amor dedicada a una persona de la que acabó divorciándose. A Ke$ha se le escaparía en Twitter que la forzaron a grabar «Die young», Hillary Duff comentaría algo similar sobre «The math» y a Lady Gaga la producción de «Telephone» la traería tan de cabeza que acabó pillándole manía al resultado final. Los Beastie Boys se avergonzaron de que su License to ill les hubiese salido misógino, homófobo y burdo y se disculparon públicamente explicando que eran jóvenes e inconscientes. Radiohead dejó de interpretar en directo «Prove yourself» cuando empezó a resultarle preocupante y tétrico el escuchar al público cantando con énfasis el tétrico estribillo «I’m better off dead». El líder de Ministry, Al Jourgensen, aseguraba que destruía cada copia que encontraba del debut de la banda.
Loquillo a principios de los noventa eliminó su exitosa «La mataré» del repertorio para los conciertos a causa de las denuncias de hacer apología de los malos tratos. Años más tarde la recuperaría para sus directos: «Estaba hasta los cojones de que no pudiera tocar esa canción por una polémica en un momento determinado […] éramos unos críos, nos metieron en un follón y un lío que parecía que fuéramos asesinos en serie. Entonces, pasado el tiempo, pasada la polémica y pasado todo, digo “perdón, yo canto lo que me da la gana” y punto. Es una canción que habla de lo que habla, ¿qué pasa?, ¿que no se puede hablar de eso?».
Fred Dust se colocó tras la cámara para dirigir el vídeo de «Take a look around», canción que promocionaría en los canales de música aquel Cirque du Soleil con palomos que era Mission Imposible 2. Pero el resultado, un clip donde Limp Bizkit intentaba arrebatar un maletín a unos hombres de negro, resultaba tan vergonzoso por tonto que el propio Dust prohibiría su emisión en Estados Unidos y tanto el DVD oficial de la película de John Woo como el recopilatorio de videoclips del grupo, Greatest videoz, pondrían los ojos en blanco y harían como si aquello nunca hubiese existido. No Doubt también eliminó un vídeo por sonrojo, se trataba de «Looking hot» y la razón era que su retrato de los indios americanos se les antojó un estereotipo cuestionable.
Odio mi canción
Fryderyk Chopin compuso «Impromptu fantasía» en 1834, una pieza para piano de la que el propio Chopin se avergonzaba por ser demasiado parecida al «Claro de luna» de Ludwig van Beethoven. Tanto sofoco le provocaron las similitudes que hizo prometer a Julian Fontana que tras su muerte quemaría la partitura. Fontana se pasó la promesa por el forro y la publicó seis años después de la desaparición de Chopin, convirtiéndola en una de sus piezas más conocidas. Lo gracioso es que el propio Beethoven tampoco estaba especialmente orgulloso del reconocimiento que tenía «Claro de luna» y aseguraba que había escrito cosas mejores. No eran los únicos clásicos con ganas de renegar, Tchaikovsky odiaba su Cascanueces.
«American pie» fue la famosa canción que bautizó como «the day the music died» a la jornada en que un accidente de avión acabó con The Big Bopper, Buddy Holly y Ritchie Valens al mismo tiempo. Para el autor de aquella canción, Don Mclean, la fama del tema le supuso una auténtica cruz: hoy, con más de veinte discos sobre el lomo, la cultura popular le sigue recordando por aquel corte publicado en los setenta. Mclean, hastiado con el éxito de «American pie», decidió dejar de interpretarlo durante un tiempo en los conciertos y comenzó a contestar a aquellos periodistas que le preguntaban una y otra vez por el significado de la letra con un tajante y simpático «Lo que significa es que no tendré que volver a trabajar nunca». En 1999 Weird Al Yankovich versionó la canción en una parodia titulada «The saga begings» que repasaba la historia de la infame Star Wars episodio I: La amenaza fantasma. En casa de Mclean sus hijos se pondrían tan pesados con la cancioncilla de Yankovich que la letra de la parodia acabaría anidando en el cerebro del autor original logrando que en algunos directos el propio Mclean canturreara versos sobre jedis y el lado oscuro.
Kurt Cobain lamentaría el desmesurado éxito de «Smells like teen spirit» por considerarla una de las canciones más flojas que había escrito, además de una pieza que nacía con la intención (fallida) de imitar el tremendo «Debaser» de Pixies, pero sobre todo al ver como otras creaciones de las que estaba más orgulloso como «Drain you» no alzanzaban la misma popularidad. Cobain también le tenía manía al aspecto limpito de su Nervermind y la galería de público mainstream que había cultivado, por eso mismo creó el siguiente trabajo, In utero, de manera más cruda y sucia, intentando deshacerse por el camino de los nuevos fans pijos que le perseguían. La treta no funcionó en absoluto, el álbum intrauterino vendió toneladas. El chico estrella del grunge tendría que haberlo supuesto porque Nevermind ya contenía una canción como «In bloom» cuya letra rezaba:
Hey – he’s the one
Who likes all our pretty songs
And he likes to sing along
And he likes to shoot his gun
But he knows not what it means.
… que era coreada con alegría por las mismas personas a las que los versos criticaban.
El irlandés Bob Geldof acabaría disculpándose doblemente por su contribución al mundo de la música. Por un lado por ser responsable del tema «Do they know it’s Christmas?» interpretado por una coalición de superestrellas con fines benéficos. «Cuando voy al súper y me dirijo a la sección de carnicería la canción está sonando. Todas las putas navidades» serían sus terribles declaraciones. Pero el hombre también asumiría tener la culpa de otra iniciativa similar, la pesadísima canción, con alineación extraordinaria, «We are the world» que le conduciría a una conclusión certera: «Soy responsable de dos de las peores canciones de la historia».
Bruno Mars declaró que odiaba su «The lazy song» (sí, la de las caretas de mono y el silbidito) y a nadie le pareció mal. Lorde, tras escuchar la avalancha de versiones que provocó su hit «Royals», llegó a asegurar que su creación sonaba «como un politono de un Nokia del 2006». Lo de Patrick Stump era más de odiarse a sí mismo: «Nunca quise ser parte de un grupo emo y finalmente acabé siendo parte de una de las bandas emo más ceélebres. Durante mucho tiempo yo odié aquello más que nadie». Stump es el cantante de los pesados de Fall Out Boy. Madonna aseguró estar hasta el coño de entrar en un local y que el responsable del hilo musical pinchase «Like a virgin», pero también que si llega a saber que la gente iba a llamarla «Material girl» durante treinta años jamás hubiera grabado aquella canción. A Flock of Seagulls acabaron hastiados al sufrir las desgracias del eclipse: tras décadas de carrera la gente solo les recordaba por su single «I ran». Sir Mix a Lot acabaría tan irritado con «Baby got back» (sí, la canción sobre los culos) que la intentaría reescribir en al menos tres ocasiones para diferentes shows. Ricky Martin acabó hasta los huevos de «Livin’ la vida loca», nadie le culpa. Elvis no soportaba la mayor parte de canciones que tuvo que fabricar por contrato a raíz de sus películas («¿Qué puedo hacer con mierda como esta?» soltó durante una grabación). Lauryn Hill no tiene especial apego por el contenido de The miseducation of Lauryn Hill. Y a David Bowie no hacía falta preguntarle su opinión sobre aquella «The laughing gnome» que coprotagonizó con un pitufo y resultaría infantil hasta en Barrio Sésamo.
En 1969 en el programa de la BBC1 Happening for Lulu la cantante Lulu anunció que los miembros de The Jimi Hendrix Experience habían aterrizado en el plató para interpretar «Hey Joe». El grupo arrancó su actuación y a mitad de la misma Jimi Hendrix anunció con un «vamos a dejar de tocar esta basura» que mejor se pasaban a una versión en directo del tema «Sunshine of your love» de Cream. Lo cierto es que en este caso lo que parecía desprecio por la propia obra era un corte de mangas hacia Stanley Dorfman, el productor del programa que en el backstage les había comentado que estaban obligados a finalizar la interpretación de «Hey Joe» con un dueto con la presentadora. La banda utilizó la depreciación de su tema en directo para evitar hacer el tonto con Lulu, pero también para drenar los minutos disponibles del show alargando la actuación ante la desesperación de un Dorfman que fuera de plano agonizaba al no saber cómo detener aquello. Elvis Costello homenajearía aquel volantazo musical en Saturday night live.
Los roces de Led Zeppelin con su «Stairway to heaven» también son populares. A Jimmy Page le encanta porque le permite empezar a tocar el solo a medianoche y que le pille el amanecer en plena tarea, pero Robert Plant la odia tanto como para referirse a ella como «that bloody wedding song». El propio Plant confesaría que había donado dinero a una emisora de Portland a cambio de que no volvieran a pincharla nunca, algo que por lo visto era una putada para los DJ fumadores: el biógrafo de la banda aseguraba que los presentadores de radio colaban la composición en sus programas porque tenía la duración ideal para echar un cigarro.
A Alejandro Sanz tampoco es que nadie se haya molestado en preguntárselo directamente, pero lo de nacer en la industria de la música como Alejandro Magno y con un disco de tecno-flamenco titulado Los chulos son pa’ cuidarlos probablemente sea algo de lo que no está demasiado orgulloso. Miguel Ángel Arenas el Capi aclararía que solo se publicaron quinientas copias de aquel trabajo y que Pepe Barroso acabó comprando los derechos para regalárselos a Sanz en plan detalle de amigo. Eso implica que toda memoria relativa a la existencia de ese disco andará enterrada en algún sótano de Miami.
Pingback: Odio mi canción
Creo que el disco de REM al que te refieres es «Around the sun». Un saludo.
Arreglado el desliz.
¡Gracias!
Yo llegué a tener en mis manos una de esas 500 copias del disco de Alejandro Magno :O
Y hay más casos además de los citados en el artículo: a Lemmy Kilmister le tocaba los respetables el hecho de que cada vez que un fan se acercaba para decirle lo mucho que lo admiraba acabara berreándole al oído aquello de «The ace of spades», como si el bueno de Lemmy aún no se la supiera y aquello fuera lo mejor que Mötorhead hubiera grabado nunca, cosa con la que no puedo estar más de acuerdo, no es su mejor canción ni de coña.
A Jon Lord le preguntaron en una entrevista si no estaba hasta los mismísimos de tocar en directo «Smoke on the Water» y dijo que sí, que cuando has tocado un tema literalmente decenas de miles de veces, acabas no ya harto sino lo siguiente pero, al mismo tiempo, tampoco podían quejarse porque ese tema fue el que les permitió a partir de 1972 tener ingresos de cinco cifras en sus cuentas todos los años, así que…
Un último apunte a cuenta de Lou Reed y de esa ‘cosa’ que perpetró con Metallica hace unos años: la mejor crítica que leí al respecto de esa magna opus de la tomadura de pelo fue un lacónico y contundente ‘Why?’. Ni una palabra más. Tampoco hacía falta
Entiendo que alguien acabe harto de interpretar la misma canción cientos de veces.
Lo mismo que un oficinista acaba harto de ir a la oficina todos los demás ( y además tener que madrugar ); o una dependienta de E. C. Inglés de ir allí; o un taxista de poner el culo en el asiento un día tras otro.
Y por mucho menos.
Rienzi, de Richard Wagner. Tal fue la inquina que desarrolló hacia esta ópera que nunca se ha representado en el festival wagneriano de Bayreuth por expreso deseo suyo. Y sin embargo es preciosa.
No conocía el dato, imaginaba que no se representaba por su poca popularidad.
No la conozco, intentaré hacerlo.
Un limón y medio limón…
La peor canción de R.E.M., Shiny Happy People, es la más pinchada en las radiofórmulas. Se ve que el pienso tiene que tener siempre el mismo sabor, o el rebaño para de comer.
REM me gustan bastante, pero pienso que «Shiny Happy People» es una canción absolutamente ñoña, y para mi gusto está totalmente sobrevalorada. La mejor canción de REM para mi gusto de vista es «What’s The Frequency Kenneth», al igual que SHP me parece sobrevalorada esta que acabo de mencionar me parece totalmente infravalorada y pienso que debería de sonar más a menudo por la radio.
También Nacha Pop dejaron de cantar en directo durante una temporada La chica de ayer… Habría que distinguir entre el aburrimiento de tocar cientos de veces las mismas canciones en el mismo orden, y el convencimiento de que el público es tonto por preferir la canción A antes que la B, que me costó un huevo y de la que me siento íntimamente orgulloso y tal. Supongo que la cosa daría para un ensayo sociológico, lo que los músicos piensan del público y de sus reacciones.
pequeña errata: Bob Geldof en lugar de Bob Gedolf.
Bueno, es la eterna paradoja. No podrían sollozar cual adolescentes incomprendidos si no hubieran disfrutado primero de las indudables ventajas de ese éxito que sólo a toro pasado les resulta incómodo, incomprensible o inmerecido. Si no quieres sufrir los horrores de tener mil millones de euros, no juegues a la lotería, gañan. Toca la puta canción que te hace potar y sonríe, que de eso va trabajar.
Creo que Depeche Mode sufrió algo parecido con «But not tonight», una cara B olvidada, que se convirtió en hit en USA al incluirse en una banda sonora… Dave Gahan le pilló manía , y nunca se tocó en directo…. los fans le pillaron cariño, Internet , covers en YouTube, creo que a partir del 2004 se volvió a incluir en los bises, pero curiosamente cantada por Martin Gore.
Qué va, solo se ha tocado en la última gira, en 2013.
Alan Wilder despreciaba particularmente el tema. Más que nada porque en USA fue la cara A y Stripped la B, cuando, dejando aparte la calidad intrínseca de cada tema, la producción de la segunda está pero que bastante más currada.
Ah, y ni Martin ni Alan son precisamente fans de Just Can’t Get Enough. Gahan asume que es como si Los Stones no tocaran Satisfaction, pero estoy seguro de que si Alan siguiera en el grupo esa canción no habría vuelto a tocarse desde 1988.
Lo de Radiohead no tiene nombre, con la cantidad de pedazo de canciones que tienen y la gente solor ir a escuchar a Creep, ya solo my iron lung le da mil vueltas, por no citar canciones posteriores como Airbag, Piramid Song o la apoteosica Paranoid Android, por citar algunas. Vaya tela
Qué artículo más divertido, bien escrito y documentado. Muchas gracias Diego.
Se te ha colado una ‘t’ en el’ laughing’ de ‘The Laughing Gnome’. Por cierto, Bowie hizo una encuesta en su web sobre qué temas querían sus fans que tocase en una de sus giras (una. No voy a mirarlo). Salió elegida masivamente la puta canción del gnomo. No la tocó, por supuesto; pero aprendió una valiosa lección: no preguntes.
«My way» no es de Frank Sinatra. La música original es de Claude François y la letra (no original pero que sí interpretó Sinatra) es de Paul Anka.
Claude François se la fusiló al Príncipe Hit Ano que a su vez había hecho una versión de la tonadilla de Manolito El Congrio » Hago lo que me sale de la polla» bastante conocida en el barrio chino de Barcelona en los primeros años sesenta. Y ya creo que aquí se acaba el tema.
De eso nada, monada… Manolito el Congrio siempre admitió en privado que sustrajo la idea de un cantaor de Cartagena apodado El Niño del Llano del Beal que llevaba desde los últimos años 50 cantando «A mí no me hodais que lo haré igualmente» aunque un tío mío de La Unión sospechaba que se lo había robado a Rosario «La Coja» de un cante que ella titulaba «Me suda el higo» ¡Quién sabe cuál es la verdad!
La Coja, Manolo el Congrio, Hago lo que me sale de la polla, Me suda el higo… títulos de gran nivel poético y lírico.
Es la dictadura del proletariado. ¡Qué se le va a hacer en los tiempos que corren! Claro que su nick tampoco es que sea muy fini que digamos…
Mi apodo es tan bueno como el tuyo, por lo menos.
Y que conste, no tengo nada contra la dictadura del proletariado, la prefiero a la dictadura del capital.
Es lo que dicen todos los que carecen de él.
Miguel Gila – años 50-60.
¿Oiga…? ¿Es el Partido Comunista…? ¡Que llamo pa que me borren de la afiliación! ¡Síííi…! ¡Que me han tocao cuatro millones de pesetas en la lotería! ¡Sí,sí, borrao del todo!
Seguramente sea así.
Entonces, ya que somos más los que no tenemos capital que los que sí lo tienen, ¿ te parece justo que se haga lo que quieren éstos y no lo que quieren aquéllos ?
¿ Verdad que es muy justo y, como diría Rajoy, muy sensato ?
Vaya, me he equivocado en «éstos» y «aquellos», imagino que se entiende, de todas formas.
¿Y el autor del himno francés, La Marsellesa? Rouget de L’Isle era realista y se arrepintió bastante de haber compuesto la cancion de los revolucionarios republicanos y regicidas
Falta la inquina que tomo Jackson Browne a su afamadísima «Stay», que siempre le reclamaban para terminar el concierto y él se negaba a interpretar.
Pues a hacer como The Beatles que un día decidieron no actuar más y lanzar únicamente discos. Claro que como ellos sabían que iban a vender millones y millones seguro, se lo podían permitir. No como los otros mataos que tenían y tienen que ir de sitio en sitio a dar y que les den la brasa con actuaciones en directo.
Qué poquito sabes de cómo funciona el mundo de la música. O sea, que el baremo es si vendes discos o no.
Además, los Beatles dejaron de hacer directos porque la música que empezaron a hacer no era nada sencilla de reproducir en directo por aquella época. Eran motivos técnicos, no por pereza y hacer caja.
Y además, los músicos no suelen ver dos duros de vender discos.
Hasta donde yo alcanzo, Ravel llegó a profesar un profundo odio a su «Boléro» por considerar que un simple estudio orquestal se había convertido en su obra más conocida.
Como este caso hay muchos. Por ejemplo no he visto a ningún miembro de Pink Floyd decir cosas bonitas del «Atom Heart Mother».
También recuerdo una entrevista a Muchachito en la que el mismo reconocía que se segundo album no era el mejor de los trabajos (por no decir que es un truño)
Ahora estaré todo el día compilando las canciones mencionadas aquí en una lista Spotify.
John Lennon cuenta en «Lennon Recuerda» que escribió «Run for your life» porque les faltaba una canción para completar «Rubber Soul» (de hecho «Wait» era un descarte de «Help!»). Despreciaba la canción porque al escribirla a toda hostia le salió una letra hipermachista y lamentable, justo cuando llevaba desde el disco anterior, a raiz de conocer a Dylan, currándose las letras una barbaridad.
Cobain quedó encantado con la producción de Nevermind, y Butch Vig siempre recuerda que si tenía dudas le decía que John Lennon también había recurrido a grabar con la mejor calidad posible. El estribillo de In Bloom no es autobiografíco, es una descripción del mejor colega, músico y camello ocasional, Dylan Carlson. Quien se ha hartado de desmentir que pese a su afición por las armas, fuer él quien comprara la escopeta con la que se suicidó el líder de Nirvana.