Sociedad

Abraza tu lado oscuro

Imagen: Lucasfilm.
Imagen: Lucasfilm.

Hemos hecho que publicar un artículo reivindicando el mal rollo nos cause pudor. Hay que escribir cosas como las de Kiko, de esas que nos recuerdan que a la vida se viene a pasar el rato y que debemos disfrutar de las pequeñas cosas. Nos gustan las historias de superación y de alegría. Algo que sería normal, hasta humano, si no pareciera que nos estamos pasando de madre. Si no pareciera que estamos negando el derecho de la gente a estar enfadada o triste. Hasta tal punto estamos llegando en esta reivindicación de la alegría que hay quien propone reemplazar el PIB por la felicidad (¿?). Pues mire, ya basta. Ya basta de este veneno del buen rollo impostado.

Abraza de una vez tus pasiones negativas porque pueden hacer la vida mejor a los que te rodean y a ti mismo.

Piensa en lo siguiente.

Muchas veces hay gente que con tal de evitar el conflicto se queda callada o ante cualquier disyuntiva dice que lo mismo le da una cosa que otra. Es un hecho que se ha vuelto transversal, intentar evitar el mosqueo o la tensión dentro de cualquier grupo. Como parezca que una decisión puede ser divisiva, lo que se busca es que alguien haga de líder mientras el resto mira al suelo. Por supuesto, esta actitud vital acaba en el desastre; el resultado una decisión increíblemente estúpida o poco representativa. Y esto genera enfado, porque en el fondo la gente sí que tenía una preferencia. Se queda con la úlcera en el estómago y se pasa todo el día de mal humor, cargando contra aquel que pasa cerca y que no tiene la culpa. Desahogándose con quien tenga la mala suerte de tener que aguantarle.

Permitidme ilustrar esta idea con una anécdota personal.

Cuando era estudiante de licenciatura nos íbamos a comer algún día fuera de la residencia universitaria. El grupo de gente de la cuarta planta era muy heterogéneo, con lo que siempre habría que pararse un rato a pensar dónde ir. Como os imaginaréis, estando en la universidad, cualquier cosa por encima de los diez euros ya nos iba hacer más estrecha la vida esa semana. Había un grupo que quería ir al chino que estaba al lado, una salida ganadora para tener sangría fácil. Había otros que querían ir a una pizzería cercana, algo más cara, aunque de calidad comparable. Y luego había UNO que quería ir a un restaurante al que le tenía apego porque conoció a sus dueños en un crucero —para que os hagáis a la idea del precio allí.

¿Sabéis donde terminábamos? Exacto, en aquel restaurante. Y todo ocurría por un mecanismo muy sencillo: la aversión al conflicto del grupo. Pese a que todos teníamos nuestras opciones preferidas al final terminábamos yendo al lugar al que NADIE quería ir. Vamos, que como nadie expresaba su preferencia sincera salvo el que la tenía más intensa, acabábamos en un subóptimo social. Si hubiéramos ido al chino o a la pizzería al menos un grupo más numeroso habría estado contento. Así no lo estaba nadie y terminábamos todos mosqueados. Ni siquiera estamos ante lo que Noelle Neumann califica como una espiral del silencio, en la que esa opción minoritaria era considerada mayoritaria. Todos sabíamos que no lo era y sin embargo se transigía.

Dice un insigne florentino:

Sostengo que quienes censuran los conflictos entre la nobleza y el pueblo condenan lo que fue primera causa de la libertad de Roma, teniendo en cuenta más los tumultos y desórdenes ocurridos que los buenos ejemplos que produjeron… Pues todas las leyes que se hacer a favor de la libertad nacen del desacuerdo entre estos dos partidos.

Si dice Isaiah Berlin que el pluralismo de ideas y valores es consustancial al ser humano, ¿por qué negar que es el conflicto entre esos pareceres lo que nos permite avanzar como sociedad? Filosofías zen posmodernas han dejado la idea de que no hay que litigar para buscar la paz interior, pero eso nos vuelve transigentes y acomodaticios. Reconozcamos el disenso y hagámoslo explícito, porque es lo único que nos permite concluir que a lo mejor hay diferentes opciones posibles, todas razonables, y que tenemos que transaccionar. Es la mejor manera, créeme, de no acabar todos en el restaurante menos preferido.

Por eso, cuando estés en grupo, esfuérzate cuando te hagan la pregunta. No te da lo mismo y lo sabes.

El corolario que se sigue de esta idea es reivindicar el fin de la pasivo-agresividad. Este tipo de comportamiento se da cuando un individuo ejerce resistencia pasiva ante esas decisiones autoritarias tomadas en el seno de un grupo. El miedo a mostrar enfado de modo abierto, el resentimiento, el sarcasmo, la ambigüedad… son solo algunas formas en las que se manifiesta. Esto va generando lentamente un ácido corrosivo que mina el ánimo, cebando una bola de odio interior. Es verdad que hay que elegir bien las batallas que se libran, pero hay quien elige no librar ninguna.

Hay que acabar con eso. Más aún, piensa que decir «tonto» a tiempo salva vidas. Sobre todo la de uno mismo.

Por un lado, nos ayuda por su efecto terapéutico. Si uno revisa el clásico El placer de odiar de William Hazlitt encontrará poderosos argumentos. No estamos a salvo del odio ni la maledicencia, ni propia ni ajena. ¿Cómo podemos soportar nuestra propia debilidad, nuestra vulnerabilidad, si no es a través de ese mecanismo? Quien jamás dice no, quien no ha descargado como un martillo de herejes sobre otro un comentario directo, no vive en paz. Pero por el otro lado, si reconoces ese enfado, si tomas ventaja de él, lo puedes canalizar hacia grandes cosas. Lo peligroso es lo contrario, cuando te lo apropias y te lo llevas contigo como una pesada piedra. Descárgalo para ser libre o vive prisionero de él.

«El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva la lado oscuro de la Fuerza», dice el maestro Yoda. El consejo que yo te doy es que mates a ese peluche verde porque te está haciendo la vida más difícil. Abrazar el conflicto y no resignarte es lo único que te puede hacer humano. Que no te engañen: no debes renegar de tu lado oscuro. Toma ventaja de él, puedes hacer un mundo mejor.

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15 Comentarios

  1. Ayer en hora puntan en el Metro compartí con un ciclista que creía yo que él no debería entrar al vagón con su bici. Le hablé de la convivencia, yo también tengo bici, y lo difícil que sería todo cuando entre perros y bicis no cumplamos las normas que ya están establecidas. De hecho le mostré en mi móvil la página web del Consorcio Regional de Transportes donde explicitaba que a las ocho de la mañana no puedes entrar con tu bici en el Metro. Había visto otros días cómo algún pasajero, incluso yo, nos quedabamos en tierra por verle a él entrar con su bici. Alrededor había más gente, viendo cómo compartía yo este pensamiento con el ciclista -me costó no decírselo enfadado, es cierto, pero parece ser que la asertividad y empatía son más eficientes que un grito inoportuno-, pero al que miraron raro fue a mí. No me lo dijeron textual, como insinúa Pablo, pero sé que el tonto ahí, para el resto, era yo.

    Cuando compartí esta situación con un compañero de trabajo me dijo que él no hubiese dicho nada, que le hubiese soltado dos guantazos, y arreglado.

    Buen artículo, recomendable para los que tienen opinión, pero les falta criterio.

  2. Pingback: Abraza tu lado oscuro

  3. En el lado opuesto están los que siempre y a toda costa quieren salirse con la suya, y los enfadados perpetuos, que no hay pocos. Tan mal está aparentar ser siempre feliz cuando no es así como no esforzarte lo más mínimo en sonreír altruístamente, que tampoco cuesta tanto y la gente lo agradece. Al final creo que se trata de equilibrio, no malhumorarte a la mínima y por cualquier cosa, ni intentar que se haga lo que quieres siempre, pero tampoco ser un sumiso cabizbajo que no protesta nunca, ni ir de feliz siempre cuando eso es imposible. Es decir, malhumorarte y/o imponerte cuando, de verdad, la situación lo merece. Yo soy bastante pragmático, normalmente no me voy a poner a discutir sobre si se va a un bar o a otro, se come carne o verduras, porque me guardo las fuerzas para discutir sobre cosas importantes (o que me parecen a mi importantes). Evidentemente siempre está el momento en el que me apetece carne y así lo hago saber, y si me tengo que poner un poco brusco me pongo (con toda la razón, me parece a mi, ya que tanta flexibilidad me da derecho a imponerme de vez en cuando, digo yo). A mi me va bien, porque lo llevo con tranquilidad y sosiego, y yo de zen poco, que me quedo a gusto gritando de vez en cuando leñe.

  4. La gente elude el conflicto hasta extremos inverosímiles. Eso sí, después clava los puñales por la espalda

  5. También están los «asertivos» o busca broncas, que te sueltan lo primero que se les ocurre sin importar que sea el momento o ante la persona adecuada, porque ellos son así de sinceros y naturales, y el que se moleste que se aguante.

    Es el caso del típico tío al que acabas de conocer, y que en una fiesta o celebración, donde se supone que vas a pasarlo bien, al poco rato se pone a insultar a tu partido político, tu equipo de fútbol o a tu padre, si le apetece.

    ¿Eludes el conflicto y te alejas, por el bien de la fiesta, o te enfrentas a él y contribuyes a arruinar el ambiente?

    • Estoy muy tranquilo

      Hay que actuar como Joe Pesci en Uno de los nuestros o en Casino, no me acuerdo bien porque son iguales las dos… ¡Darle al tipo 40 navajazos sin que le de tiempo a reaccionar!¡ Y a cualquiera que luego intentara impediros marchar!

    • yippekay

      Es que la «asertividad», si sabes utilizarla bién, es una arma de doble filo. Puedes defenderte pero también imponer.

      El «enfrentamiento» te lo puedes tomar de dos formas: Le gritas y le insultas por su actitud o se lo dices asertivamente, o sea sin intención de herir o enfadar a la persona, cuidando las palabras y la expresión, tu opinión sobre su conducta.

      Si realmente es una persona asertiva, te lo agradecera de veras y lo tomará en cuenta. Si es un buscabroncas, puede que te diga lo mismo al verse en evidencia, y te deje en paz para buscar otra «victima», o la situación se mantenga o empeore.

      En el caso de la fiesta, no veo que sea pasividad, el eludir el conflicto alejandote, si ves claro que la asertividad o la agresividad no van a servir.

      «Nunca discutas con un estúpido, te rebajarás a su nivel y te vencerá por su experiéncia».

      Siempre y cuando sea algo momentaneo, otra cosa seria que el energúmeno estubiese constantemente atacandote a tí o jodiendo la fiesta a todo el mundo. Aquí haria falta poner los puntos sobre las ies.

    • Te garantizo que se vive mucho mejor. Y al que no le guste que se joda. siempre que se sea correcto en lo formal no veo el motivo para no dar una opinión.
      Y si alguien responde con argumentos, mejor, así se anima la cosa. Y si no tiene, pues que se meta su parecer alli donde no brilla el sol (lancre).
      Te ahorras muchas úlceras.

  6. AtilaTorvo Chinchón

    ¿Y qué es lo que se espera, que la gente defienda resuelta sus derechos? ¿Después de décadas y décadas de supuesta «civilización», comidas de coco del cristianismo y los gobiernos de turno para que pongamos la otra mejilla ante el golpe, la vejación, la injusticia…? Lo que queda es un rebaño de corderos que mirarán con resentimiento al «valiente» que no se resigne a bajar la cerviz como ellos. Y esto se nota en pequeños detalles como los que apunta Pablo Simón a la hora de intentar defender una postura sobre algo tan inocuo como escoger un sitio para ir a comer. La pertenencia al grupo tendrá sus ventajas para cazar alimento en la sabana africana pero puede ser una pesadilla en la vida diaria de nuestras comunidades. Está más que comprobado que si mantienes con firmeza tu postura, empezarás a ser tachado de egoísta, inmaduro o como mínimo de excéntrico. Mi propuesta es que cada uno se vaya a comer solo por su lado, en el caso de que ni siquiera dos se pongan de acuerdo. ¡A la mierda!
    Y para los ciclistas que ocupen demasiado espacio echando a simples peatones, llevo siempre en el bolsillo un sacacorchos de mano de aquellos antiguos que sacan lo que sea en menos que canta un Loui Prima.

    • >¿Y qué es lo que se espera, que la gente defienda resuelta sus derechos?
      >¿Después de décadas y décadas de supuesta “civilización”, comidas de coco
      >del cristianismo y los gobiernos de turno para que pongamos la otra mejilla ante
      >el golpe, la vejación, la injusticia…?

      Vamos a ser un poco objetivos y no perdernos en nuestros propios perjuicios.
      La civilización occidental moderna es la más igualitaria y con más derechos con diferencia.

      No es todo lo igualitaria que podría ser. El dinero manda y nos engañan y nos hacen creer que decidimos etc etc. Ahora compáralo con otras. ¿Con cual quieres compararlo?

      ¿Con la sociedad castas indias? ¿Con el Japón feudal de los samuráis u sogunes con derecho de vida o muerte hasta mitad del XX? ¿Con el imperio zarista o la URSS de Stalin? ¿Con los califatos árabes o el imperio Otomano o el ISIS? ¿Con el imperio Inca o Azteca con sacrificios humanos. ¿Con el imperio Zulú? ¿Con la China imperial o la China de comunista? ¿O los señores de la guerra de Afganistán? ¿O la sociedad controlada por la mafia del sur de Italia?

      Que sí, que las cosas podrán estar mejor, pero podrían estar peor. De hecho, lo normal es que estén mucho peor. Si sales de Europa, EEUU, Canadá, Japón y Australia, el resto mundo no es un buen sitio para vivir si eres un ciudadano medio.

      >Está más que comprobado que si mantienes con firmeza tu postura,
      >empezarás a ser tachado de egoísta, inmaduro o como mínimo de excéntrico.

      Cierto, si mantienes tu postura SIEMPRE y en TODO, serás tachado de egoísta.

      El ser humano es social, lo que nos hace mantener dos intereses contrapuestos. Por un lado, hacer lo mejor para el grupo y por otro lado hacer lo mejor para los intereses propios. Las hormigas y los gatos no tienen ningún conflicto.

      La lealtad al grupo es mayor cuánto más hostil es el entorno (uno de los castigos más graves en la antigüedad era el destierro). Cuánto más seguro es el entorno y menos necesitamos a los demás, más individualistas somos.

      En la sociedad actual hemos perdido de vista lo que nos proporciona el pertenecer al grupo, damos por sentado que lo que nos rodea (calles, alcantarillas, agua, comida) está ahí, es parte del entorno, y no necesitamos a nadie. Esta sensación lleva al desapego, y éste al invidualismo o a la creación de subgrupos.

      Hay tanta distancia entre nosotros y el grupo que perdemos de vista lo que nos da el grupo. Y es un peligro porque todo eso puede degradarse y desaparecer a una velocidad espeluznante.

  7. Yo lo tengo abrazado desde hace mucho tiempo. Lo que me falta es el sable láser…..

  8. El joven autor de este artículo (al que busco por las tertulias de la tele y radio como una histérica fan), ha llegado, reflexionando, a la sabiduría social que me ha costado a mí mis buenos 50 años de «ir al restaurante que no quiero». Sr. Simón, ya le podría yo haber encontrado antes. O haber nacido usted antes, majo.

  9. Al menos en los ámbitos privados, las «filosofías zen postmodernas» suelen ser la actitud más inteligente. En esas circunstancias, la «manada» debe ir al ritmo del miembro emocionalmente más tonto.

  10. «La asertividad» esa cualidad sobrevalorada, si no eres asertivo no molas. Cualquiera que se dedique a organizar cenas y comidas de amigos y compañeros de curro en este país sabe que lo último que se puede hacer es dejar opinar. Una vez escogido el sitio y la hora, si es posible tirando un poco de democracia, es lo que hay y al que no le guste…lentejas. Y si eres de los pringaos que te atreves a organizar saraos y no respetas lo anterior pues siempre caes en la trampa de ese personaje que sabe que sembrar la discordia el día antes supone una victoria segura para su opción. Que Dios dijo hermanos pero no primos…

  11. No sé si debería decirlo pero es lo que está pasando exactamente en Europa con cierta religión que nadie se atreve a criticar por el mero respeto, por el liberalismo y el progresismo, habiendo criticado todo lo referente a religiones varias de nuestra historia y geografía excepto una.
    Algo que me aterra de una forma un tanto superficial pero igualmente aterradora, un silencio consensuado sobre algo que está ocurriendo ya y nadie quiere abarcar. El silencio de los corderos.

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