Tener un cáncer es siempre una mala noticia pero tenerlo en el cerebro es, y disculpen el mal lenguaje, una putada. El nervioso es quizá el tejido más delicado, con nula capacidad de regeneración y donde el acceso de los cirujanos al sistema nervioso central está dificultado no tanto por sus distintas protecciones (cráneo, meninges, barrera hematoencefálica, líquido cefalorraquídeo) que también, sino por la propia fragilidad e importancia del cerebro.
Pero la cosa, aunque no lo crean, puede ser incluso peor: un tumor cerebral no solo te puede matar sino que antes te puede convertir en alguien distinto a quien tú eras, capaz de un comportamiento delictivo y repulsivo. Y en mi opinión y la de muchos nada hay tan aberrante como la pederastia, abusar de un niño o una niña para obtener una gratificación sexual.
El abuso sexual a menores es toda conducta en la que un menor es utilizado como objeto sexual por parte de otra persona con la que mantiene una relación de desigualdad, ya sea en cuanto a la edad, la madurez o el poder. Un pedófilo es una persona que tiene una orientación sexual dirigida hacia niños o niñas prepúberes, de doce años o menos. En ocasiones pederastia y pedofilia se usan como sinónimos pero para muchos profesionales un pedófilo podría no llegar nunca a abusar de niños sino que se quedaría en los límites de las fantasías sexuales y el pederasta pasa a los hechos. No todos los pedófilos son pederastas y viceversa. Los pederastas se definen por sus actos, los pedófilos por sus deseos. Algunos pedófilos consiguen no acercarse sexualmente a un niño jamás, pero ignoramos qué porcentaje son del total porque normalmente sabemos de los pedófilos cuando intentan o hacen algo y son detenidos.
La pedofilia es un trastorno mental que los psiquiatras agrupan junto a otras parafilias donde se incluyen fantasías potentes y recurrentes, ansias sexuales o comportamientos que incluyan niños, sujetos no humanos o adultos en relaciones no consentidas, o sufrimiento o humillación en uno mismo o en la pareja. Hay dudas sobre si los pedófilos se sienten atraídos también por adultos. La mayoría de lo que sabemos sobre la pedofilia se basa en personas acusadas de delitos sexuales contra niños, por lo que pueden exagerar su interés sexual por adultos para parecer más «normales».
Tendemos a pensar en los pedófilos como monstruos solitarios, casos excepcionales, pero no es así. En la Operación Rescate de 2011, policías de treinta países incluido España hicieron caer una red de pornografía infantil con más de setenta mil miembros, identificando a seiscientos setenta sospechosos, arrestando a ciento ochenta y cuatro y poniendo bajo la custodia de los servicios sociales a doscientos treinta niños que estaban siendo explotados por la red. Entre los detenidos había personas de las que uno esperaría que estuvieran en primera línea en la defensa de un niño como policías, maestros o responsables de grupos de Boy Scouts. Un año más tarde, una nueva operación denominada Sunflower identificó otros ciento veintitrés niños explotados sexualmente solo en los Estados Unidos, cinco menores de tres años, nueve de entre cuatro y seis, veintiuno de entre siete y nueve, once de entre diez y doce, treinta y ocho de entre trece y quince y quince de entre dieciséis y diecisiete. Doscientos cuarenta y cinco adultos fueron arrestados. El nombre del operativo, Sunflower (girasol) fue porque en un vídeo requisado por la policía danesa se veía una niña de once años víctima de abusos sexuales y en el coche que la llevaba se veía al fondo una peculiar señal vial con forma de girasol. La policía danesa envió a la estadounidense el vídeo, lo que llevó a la identificación de la localidad, un pueblo de Kansas, de ahí a la localización de la niña, que fue el hilo para encontrar a la persona que había grabado el vídeo, que a su vez llevó hasta el servidor usado, bajo claves y seudónimos, para el intercambio de pornografía infantil, lo que hizo que cayera toda la red.
Un reciente caso clínico publicado en la revista Archives of Neurology por Jeffrey Burns y Russell Swerdlow se centra en un peculiar caso de pederastia. Un hombre, un maestro de escuela de cuarenta años, empezó a navegar en secreto por páginas web con pornografía infantil y a solicitar los servicios de prostitutas en salones de masajes, actividades que no había realizado antes. Aunque había tenido interés por la pornografía durante la adolescencia nunca se había sentido atraído por los niños y nunca había tenido problemas maritales o sociales al respecto.
A lo largo del año 2000 compró una colección cada vez más grande de revistas pornográficas y frecuentaba cada vez más páginas web con contenido sexual explícito. Mucho de ese material se centraba en niños o adolescentes e iba especialmente dirigido a personas que buscaban pornografía infantil. Empezó a hacer sutiles avances sexuales hacia su hijastra prepúber que pudo ocultar a su esposa durante semanas. Cuando la niña le contó a su madre lo que estaba pasando, ella descubrió su obsesión con la pornografía y en particular con la pornografía infantil e hizo que el juez le expulsara de la casa común, fue declarado culpable de molestar a niños y medicado contra la pedofilia. Declaró a uno de los médicos que «sé que aquel comportamiento era inaceptable pero el ansia de placer superaba mis frenos morales».
El juez decretó que tenía que realizar un programa de rehabilitación contra las obsesiones sexuales, el programa en doce pasos de Sexólicos Anónimos, o ir a prisión, y el paciente optó por la primera opción. Sexólicos Anónimos es una asociación donde un grupo de personas, bajo supervisión profesional, intentan ayudarse unos a otros para resolver sus problemas relacionados con el sexo y lograr lo que ellos llaman «sobriedad sexual». Sin embargo, esta persona fue expulsado cuando pidió relaciones sexuales a las mujeres que participaban en el programa, tanto a personas que trabajaban allí como a clientes. La expulsión del programa terapéutico implicaba su ingreso inmediato en una penitenciaría, así que el caso volvió al juzgado para que se estableciera la duración de la condena.
La tarde previa a que se le comunicara la sentencia de prisión fue llevado a urgencias pues se quejaba de fuertes dolores de cabeza, de pensamientos suicidas, y decía que temía violar a su casera. En la consulta de psiquiatría, donde se le hizo un diagnóstico de pedofilia, se quejó también de problemas para mantener el equilibrio. La historia clínica recogía un traumatismo craneal sufrido dieciséis años atrás asociado a una pérdida de consciencia durante dos minutos sin secuelas neurológicas aparentes, dos años sufriendo migrañas e hipertensión. Durante el análisis neurológico pidió a mujeres del equipo médico favores sexuales y no fue consciente de que se había orinado encima. El análisis mostró algunas respuestas neurológicas anómalas, problemas en la escritura y al caminar; cuando andaba daba pasos cada vez más cortos y titubeantes. Otras pruebas de memoria, estado mental, sensibilidad olfatoria y habla, entre otras, dieron resultados normales. El médico ordenó que se le hiciera un escáner.
La resonancia magnética encontró que tenía un tumor cerebral, un hemangiopericitoma del tamaño de un huevo en la corteza orbitofrontal derecha, la zona situada en la región más anterior e inferior del hemisferio cerebral derecho, por detrás de la cuenca del ojo derecho.
La corteza orbitofrontal es una de las regiones cerebrales donde puede producirse bastante daño sin que apenas se note, sin que el paciente piense que debe ir al médico o incluso yendo, sin que el médico sospeche que algo anda mal. Esta región cerebral está relacionada con el juicio crítico, el control de los impulsos, la toma de decisiones y el comportamiento social. La corteza orbitofrontal se encarga de inhibir las acciones inapropiadas, vetando el impulso emocional inmediato que supone la obtención de placer y sustituyéndolo por una respuesta acorde a nuestra educación, a nuestras convenciones sociales, integrada con aquello que consideramos moralmente admisible y que nos permite seguir siendo un miembro aceptado en la sociedad.
Las personas con una lesión en la corteza orbitofrontal en la infancia tienen problemas para la adquisición de los principios morales y sociales y normalmente muestran un juicio pobre, poco control de los impulsos y sociopatía. Esta sociopatía normalmente se refleja en una tendencia a los comportamientos violentos, la ausencia de remordimientos o culpa, dar poco valor a las leyes, a las normas sociales y a los derechos de los demás y dificultades para mantener un trabajo. Son personas que a menudo viven en los márgenes de la sociedad. Si cometen algún crimen suele ser al azar y de forma espontánea y no planificada. Cuando la lesión ocurre en la vida adulta, sin embargo, se ve también sociopatía, pero el desarrollo moral establecido previamente se mantiene.
Podemos pensar que el protagonista del caso clínico fuera un mentiroso, que estuviera fingiendo para escapar del castigo de la justicia. Por otro lado nos puede preocupar que todos los pedófilos pidan ahora que se les haga un escáner, sugiriendo que no son ellos los responsables de sus actos sino un cáncer creciendo en su cabeza. La diferencia, el dato clave, es que el paciente tenía un historial normal, sin ningún comportamiento anómalo previo mientras que la mayoría de los pedófilos tienen normalmente problemas de comportamiento y una sexualidad aberrante desde la adolescencia.
Finalmente el tumor fue extirpado y tras completar con éxito el programa de rehabilitación contra la adicción al sexo de Sexólicos Anónimos el hombre pudo volver a su hogar. Sin embargo, en octubre de 2001, volvió a quejarse de dolores de cabeza y comenzó de nuevo a recopilar pornografía a escondidas. Un nuevo escáner reveló que el tumor había vuelto a crecer y tras su segunda eliminación quirúrgica, el comportamiento ilegal e inmoral desapareció por segunda vez, reforzando esa relación causal entre el tumor y la pederastia.
No sabemos cuál era el efecto de la presencia del tumor, por qué causaba esa alteración en el comportamiento. ¿Alteración de los circuitos neuronales? ¿Producción de una cantidad anómala de neurotransmisores excitatorios o inhibitorios que alterasen la química de la corteza orbitofrontal? ¿Cambios hormonales? Lo que está claro es que quienes somos es algo que está en nuestro cerebro.
Para leer más:
Burns JM, Swerdlow RH (2003) «Right orbitofrontal tumor with pedophilia symptom and constructional apraxia sign». Arch Neurol 60(3): 437-440.
Choi C (2002) «Brain tumour causes uncontrollable paedophilia». New Scientist. Enlace.
«Lo que está claro es que quienes somos es algo que está en nuestro cerebro».
Es lo que he pensado siempre y sigo pensándolo. Mientras, otros le echan la culpa a la «voluntad» de hacer mal de esos «monstruos» -puesto que tenían la opción de no hacerlo- y se quedan tan panchos.
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De verdad, antes de sentar cátedra en temas científicos deberías pedir una opinión informada. No se puede hacer un ensayo sobre la hepatitis hablando de los humores biliares y la frenología sexual. Así, para ir abriendo boca a las castañas orbitofrontales y «parafínicas» que habéis colado. Ni tiene pies, ni la cabeza funciona así, desde la neuropsiquiatría, al menos.
La pedofilia o la necrofilia son un trastorno severo, no una parafilia. Aunque la palabra lleve el mismo sufijo y tenga cierta similitud canónica. No tienen la misma consideración que la ‘erotización’, que es la otra acepción común de la palabra parafilia.
«De verdad, antes de sentar cátedra en temas científicos deberías pedir una opinión informada».
Pues resulta que es, copio y pego de su blog, «Doctor en Neurobiología por la Universidad de Salamanca, donde es ahora Catedrático de Biología celular. Ha sido Rector de esta Universidad e investigador postdoctoral y profesor visitante en Alemania y Estados Unidos». Pero eh, seguro que tú tienes una opinión mucho más formada. Este cuñadismo sin asomo de rubor que uno se encuentra en internet es sorprendente.
Sé lo suficiente para distinguir entre neurobiología, que incluye el estudio del sistema nervioso de los anélidos – lombrices – entre las asignaturas de ciencias biológicas y un profesional de la medicina, como puede ser un neuropsiquiatra.
Créeme, hay todo un mundo entre la titulación necesaria para hablar con solvencia del cerebro humano y la neurobiología. Aunque lleve el prefijo «neuro».
No se puede pontificar sobre temas de conducta humana y salud jugando a los equívocos con la calificación académica de una titulación.
No vayamos a caer en que un doctorado en biológicas es equivalente a un doctor en medicina, como en el siglo de oro un licenciado o un bachiller ya eran considerados hombre versados en humanidades para el vulgo.
La ignorancia del profano no abunda en la cualificación académica. Ni hay que prestarse a esa falsa interpretación de la especialidad académica.
Existe una neurobiología del cerebro humano, sí. Pero la neurobiología «Per se» no es parte directa del ámbito de estudio de la conducta, ni de la neurología o su neuroanatomía. Y mucho menos de su patología.
A no ser que seas el anca de una rana, una Tenca o una Trucha arco iris, claro, en cuyo caso podrías ser objeto de estudio para el autor y merecerías mi sincera disculpa…
La neuropatología y la conducta humana son disciplinas complejas. Y alejadas del ensayo literario o el «psicoanálisis biológico».
Dirijo el laboratorio de Plasticidad Neuronal y Neurorreparación en el Instituto de Neurociencias de Castilla y León. Mi lista de publicaciones está en mi blog, ninguna es en anélidos, en las últimas dos décadas he trabajado exclusivamente en mamíferos pero se aprende mucho en otras especies. Si lo que sabemos sobre el cerebro humano se basase en lo que hemos aprendido en seres humanos, retrocederíamos un siglo.
También su concepto sobre la educación superior está anticuado, ya no hay doctorado en biológicas y doctorado en medicina, eres doctor por una universidad y la calidad de la tesis depende de las publicaciones que derivan de ella. En el mundo actual es muy fácil de comprobar eso en PubMed entre los que no firmamos con seudónimo. En cualquier caso, son descalificaciones ad hominem, que no es algo que demuestre mucho rigor. El artículo está basado en una publicación en Archives of Neurology cuya referencia está adjunta. ¿Cuáles son los errores que ha encontrado? Nadie en el mundo de la investigación distingue entre titulaciones de licenciatura, tampoco el comité que adjudica el Nobel. Muchos de los últimos premios en Medicina y Fisiología se han dado a físicos, bioquímicos y también biólogos. Un saludo cordial
Un comentario simple. NO hay un trastorno severo, será un trastorno grave. «Severe» es un falso amigo.
José Ramón, discúlpame no seguía los comentarios y acabo de leer tus respuestas. Por supuesto no es un es «ad hominem» y la prueba es que en ningún momento hago una alusión personal. No es necesario desviar el objeto de mi crítica.
En tu comentario, argumentas que la titulación es indiferente para efectuar un juicio clínico, y yo no estoy de acuerdo en ello, por razones bastantes obvias. Que puedan conceder un galardón por una aportación de una especialidad u otra, sigue sin ser una razón para pensar que un Doctor en Físicas esté acreditado para efectuar un juicio sobre temas de patología forense o neurología. Sigo sin ver los argumentos que pones sobre el tapete.
No tengo duda de que puedes efectuar un ensayo, como cualquiera, ya sea físico, biólogo, periodista u otra especialidad, de lo que en tu opinión arrojan los estudios, sobre el papel de un área del cerebro en la regulación de la conducta, pero no hay ningún estudio que establezca la relación entre parafilias y esa área del cerebro. Sigue siendo una especulación, sin ningún estudio que la refrende.
He utilizado «severo» sin darle ninguna connotación médica, sino en la forma en que se habla del clima; algo que muestra una condición rigurosa y continuada. No me parece un trastorno con el que se deba frivolizar.
Respecto a si utilizar un pseudónimo, le resta alguna validez a mi comentario, es evidente que no, ni creo que el principio de autoridad, presentando credenciales académicas para apoyar tu tesis, tampoco establezca una razón inapelable.
Si verdaderamente quieres un juicio académico de tu artículo, deberías publicarlo en una revista en la que pueda ser sometido a una revisión por pares. No en una publicación para legos.
Como ensayo, te aseguro que deja bastantes conjeturas en el aire como para dejarlo a juicio del lector. Y no soy yo quien debe justificar sus conclusiones. Ni es necesario entrar en un debate académico en esta publicación.
Sencillamente, te pido un poco más de rigor. Sobre todo en ciertos temas que afectan a la salud y conducta de las personas. Como ves, aunque pueda cuestionar la argumentación de tu escrito, me limito a llamar la atención sobre el riesgo de especular más allá del terreno académico sobre temas tan serios. Sobre todo, si no vas a mantener cierta cautela y cuestionamiento del postulado en un ensayo y vas a apelar a cargos y titulaciones para concederle una certeza académica.
Espero que este, no te resulte un comentario particularmente hiriente. Sobre todo, porque no quiero cuestionar la profesionalidad, que estás exponiendo con tu nombre y posición, sino la fundamentación de las conjeturas que viertes a raíz del estudio que mencionas en tu ensayo.
Pero tengo la seguridad, de que podrás afianzar cualquier tesis que desees exponer con algo más que un estudio sobre un “único” caso clínico, y que puedes establecer una base biológica de carácter médico para la pedofilia. Of Course.
Imagínatelo.
Puede que, hasta incluso saquemos un premio Nobel de todo esto.
En el libro Somos nuestro cerebro del eminente neurocientífico Dick Swaab hay dos capítulos hablando de este tema y las cuestiones que plantea no son de índole biológica,ya que lo expuesto en este artículo se da por sentado en la comunidad científica, si no de índole jurídica ya que en opinión de Swaab la pedofilia no es una elección libre en casos en que depende de la herencia genética y/o un desarrollo cerebral atípico (en este caso era un tumor) y por tanto no hay libre albedrío. Pone muchos más ejemplos de otros síndromes o enfermedades. También Oliver Sacks tiene varios capítulos en sus libros hablando de esto.
No. No se da por sentado en absoluto. Más bien todo lo contrario. No confundas un libro de ensayo y divulgación con las publicaciones académicas.
Y el artículo tiene confusiones y lugares comunes igualmente errados.
Pero le corresponde al autor aclarar, si esa es la tesis que quiere hacer suya.
No añadas aún más «quizás funciona así», porque no.
He de decir que la calidad periodística de estos artículos es bastante más alta que aquella de «El País». La redacción es, en general, mucho más cuidada y amena y los temas aquí tratados suscitan interés, algo difícl de encontrar en los tiempos del periodismo moderno. Me parece interesante desde un punto de vista filosófico y sociológico el tema central del artículo.
Solo un apunte; la barrera hematoencefálica puede quizá dificultar el acceso al cerebro de un fármaco, pero no de un cirujano, pues es resultado de una especialización de las células endoteliales de los capilares cerebrales y su íntima unión con las prolongaciones astrocitarias. Vamos, una estructura no demasiado resistente a un escalpelo. Compruebo que el autor es un distinguido hombre de ciencia y apesadumbrado me hallo; pues si bien es cierto, reitero, que el dilema moral que el artículo plantea es interesantísimo, lo de concebir la barrera hemato encefálica como un auténtico impedimento físico es un gazapo de estudiante de, siendo generosos, 3º de Biológicas.
Salud
A ver cuñados… el autor dice » el acceso de los cirujanos al sistema nervioso central está dificultado no tanto por sus distintas protecciones (cráneo, meninges, barrera hematoencefálica, líquido cefalorraquídeo) que también, sino por la propia fragilidad e importancia del cerebro.». Es decir, lo que indica es que la barrera hematoencefálica NO es una gran dificultad… No os enteráis, y encima vais de listos…
A pesar de su carencia absoluta de modales y su prepotencia, le voy a contestar. Y le contesto que se ha pillado los dedos. ¿Ha leído Ud. lo que ha pegado?
I) «No tanto por X sino por Y» significa que «X» sí supone un impedimento (aunque «Y» suponga un impedimento mayor). Tanto es un comparativo.
II) Al cerrar el paréntesis se lee claramente «que también» indicando que sí son un impedimento per se.
Me entero bastante bien de las cuestiones de ciencia (en particular de las de las llamadas neurociencias) y también de la enfermedad de la que adolece la academia española; y de las miles de plazas detentadas por docentes y catedráticos mediocres; y de la estulticia de la sociedad que se deja impresionar por títulos y defiende a capa y espada cualquier cosa que le echen al más puro estilo del «a mi la legión»… Tenga Ud. un buen día.
Salud
Leí ya no sé dónde, ¿en Jot Down?, de un muchacho pedófilo que fue capaz de resistir a sus inclinaciones y buscó a otros pedófilos para formar un grupo de apoyo de jóvenes «pedófilos abstemios» y además buscó ayuda y participó de un estudio, porque al parecer rara vez los sicólogos y siquiatras pueden tratar con pedófilos antes de que abusen de niños. Me pareció una lectura muy interesante y un tema que da para bastante reflexión.
El pie de la primera foto es incorrecto: no corresponde a la evolucion de un tumor cerebral. Se trata de sucesivas secciones horizontales de un mismo cerebro.
Totalmente de acuerdo.
Totalmente de acuerdo. La imagen no ha sido elegida por el autor ni es responsable del pie de foto.
Un caso ya clásico. Reciente, reciente…. No tanto. Lo más interesante es que nos plantea si uno es responsable de ser mala persona o no. Dónde comienza la responsabilidad de nuestros actos?
El autor afirma que el sistema nervioso tiene «nula capacidad de regeneración» , cuando está más que demostrada la neurogénesis en el cerebro adulto, además de los procesos de plasticidad cerebral.
La neurogénesis está localizada en dos zonas, el sistema olfatorio y el giro dentado de la formación hipocampal. No hay neurogénesis en otras zonas. La plasticidad neuronal sí y es la base del fundamento del sistema nervioso pero no es regeneración.
También es posible que él ya fuera pederasta en primera instancia antes de que se originara el tumor, y las continuas operaciones removieran o cambiaran su circunstancia. Una operación cerebral y un tumor no te dejan igual, como reza el inicio del artículo.
«No todos los pedófilos son pederastas y viceversa». Tal y como se ha definido pederastia y pedofilia en el artículo -a grandes rasgos sin duda- creo que no es posible que un pederasta no sea también un pedófilo.
Entiendo que el caso sería si el abuso sexual no parte de una motivación sexual, sino de dominación o castigo, por ejemplo.
Por lo general no, pero se han dado casos de hombres que han violado niñas de ocho o nueve años (en conflictos bélicos, por ejemplo, es muy habitual) y sin embargo de normal no sentían ninguna inclinación por los prepúberes, ni antes ni después del suceso.
Carezco del conocimiento del tema de los comentaristas de arriba, por lo que no soy capaz de juzgar si el artículo es riguroso o no. Pero hacía mucho que una lectura no me dejaba con tan mal rollo, si esto es cierto cualquiera nos podemos convertir en un monstruo. Perra vida.
Sí, a mí al escribirlo me pasó algo parecido. Creemos que nuestra personalidad es fija pero evidentemente cambia con el tiempo y algo grave, una lesión cerebral como en el caso de Phineas Gage, o un tumor como en este caso, puede causar cambios dramáticos. Gracias a todos los que comentáis y enriquecéis el artículo con críticas, opiniones, etc.
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Buen artículo. Las alteraciones del lóbulo frontal, no solo tumorales, son causa de alteraciones del comportamiento, frecuentemente desinhibición sexual.