Óscar Díaz García (Madrid, 1971) con sus doscientos programas en antena acaba de batir todos los récords posibles en Saber y ganar, el programa cultural televisivo por excelencia, a punto de cumplir veinte años.
Sus conocimientos tanto en las artes como en las ciencias nos muestran a un clásico hombre del Renacimiento; o, como les llamamos en el siglo XXI, un auténtico friki. Al margen de concursante profesional, Óscar Díaz es traductor de ciencia ficción y videojuegos, editor de juegos de rol, apasionado del rock duro y ¡experto en golf!
Nos encontramos con un sabelotodo encantador, un catacaldillos —como él mismo se define— feliz y visceral en su dispersión, al que paran constantemente por la calle para agradecerle tantos buenos momentos vividos en la pequeña pantalla.
Imagina que acaba de sonar la sintonía de Saber y ganar. Atención, pregunta: ¿a quién nos referimos cuando hablamos de El hombre bicentenario?
Hombre, a Bradbury.
¿A Bradbury?
Es quien se lo merece. Los demás hemos ido heredando ese título.
Tú también eres bicentenario, ¿no? Cuéntanos en qué.
Pues en Saber y ganar, claro, donde he estado dando el coñazo durante doscientos programitas.
Seguimos: ¿en qué pueblo de la Comunidad de Madrid los trogloditas plantaron cara a los romanos?
[Risas] Supongo que te referirás a las cuevas de Perales de Tajuña, ¿no?
Esta pregunta era fácil.
Es que si esa no te la respondo bien, mi abuelo me deshereda.
El 6 de octubre de 2015 vuelves a las emisiones diarias de Saber y ganar, ya como emérito, y lo primero de lo que te acuerdas es de la gente de tu pueblo.
Sí, porque era algo que tenía pendiente. Cuando te pones a concursar, te metes en una burbuja y tampoco es que haya luego mucho margen de maniobra para salirnos de la rutina establecida en el concurso, y, haciendo recapitulación de los primeros cien programas, me di cuenta de que no había mencionado ni una sola vez a mi pueblo, al pueblo de mis abuelos, al pueblo de mis padres.
Un pueblo que tiene para ti un valor simbólico.
Claro. Es el pueblo de donde ha salido mi familia. Mis padres me tuvieron siendo ellos muy jóvenes, y mis abuelos, los cuatro, porque todos eran de allí, lucharon mucho para sacar adelante a sus hijos en dos familias muy humildes de agricultores. También veo el efecto que ha causado la tierra en mi abuelo. Y me emociona. Que haya gente que se haya dejado litros y litros de sudor, y alguna ración generosa de sangre, en un terruño, y que le brille la mirada cuando habla de su tierra… Yo no puedo remedar ese sentimiento, y me parecía justo acordarme de mi pueblo, y sobre todo de mi abuelo materno, que es el único que vive ahora mismo y quien quizás esperaba esa mención en los cien programas anteriores.
De hecho, el pasado 27 de febrero, tu abuelo cumplió nada más y nada menos que noventa y tres años. ¿De qué manera te ha influido su figura?
Ha sido decisiva. Mi abuelo es un hombre que, a pesar de haber salido más o menos indemne de la Guerra Civil, ha sufrido mucho. Y su figura, por circunstancias familiares, ha sido más que una figura paterna. Mi padre falleció cuando yo era muy pequeño, luego mi madre se casó en segundas nupcias y su segundo marido, mi segundo padre, también falleció, y quien ha estado ahí toda mi vida, a mayor o menor distancia, siempre ha sido mi abuelo.
¿Y dirías que tu abuelo es el origen de tus ansias por saber?
Sí. Además tiene un saber muy aferrado a la tierra. Mi abuelo tiene la cultura que pudo tener, no otra. La que le dieron las circunstancias, porque muy pronto tuvo que dedicarse al campo. Tiene una formación básica. Escribe muy bien, por cierto. Y tiene una cabeza impresionante. Uno de los recuerdos más bonitos que tengo de mi niñez es estar sentado con mi abuelo, pidiéndole que me contara cosas. Me hablaba de pájaros, de cantos de pájaros, me contaba cosas de la región, de su entorno, cosas interesantes, y nos íbamos de un tema a otro, sin orden ni concierto, y probablemente de ahí haya surgido mi curiosidad. Ese vínculo, esa generosidad… eso era el grado máximo de felicidad. Me hubiera gustado tener una grabadora entonces.
Tu abuelo era una persona culta de verdad.
Quien me conozca me lo habrá escuchado más de una vez. Sin quitarnos mérito a lo que hacemos en el programa, que tiene cierto mérito, evidentemente, lo que nosotros estamos demostrando es un saber puntual y superficial, pero hay cosas mucho más importantes, no solo en cuanto a fondo sino en cuanto a forma. Y a mí me maravilla el conocimiento que tiene mi abuelo de muchas cosas, cosas que además él no valora porque las da por sentadas: que pueda identificar el canto de cincuenta pájaros, o que sea capaz de darte nombres comunes de un montón de plantas… y luego esa habilidad manual, que por desgracia no he heredado. Me encantaba mirarle cómo trabajaba la tierra; o incluso cómo se afeitaba, el ritual de la antigua maquinilla, cómo metía la cuchilla.
El escritor Montero Glez suele decir que una cosa es la cultura y otra muy distinta la ilustración.
Estoy totalmente de acuerdo. Además, la cultura de mi abuelo es una cultura a la que no se le da el valor que merece. Su cultura parte de la vivencia, de una necesidad vital, y lo mío, por ejemplo, surge del roce con ciertos saberes. Sí es cierto que si tienes inquietudes las terminas integrando en tu vida. Para mí ahora mismo leer es una cuestión vital, pero claramente no es lo mismo.
¿Para qué sirve la cultura?
La respuesta fácil es para ganar al Trivial [risas]. O para ganar en Saber y ganar.
¿Crees que existe una relación directa entre cultura e inteligencia?
No. No, necesariamente. No conozco en profundidad el tema, pero es como cuando empezaron a dividir la inteligencia en diferentes facetas: la intelectual, la emocional… Y desde esa perspectiva, la cultura son muchas cosas: la relación con lo que tienes alrededor, con el medio, como esa cultura que puede tener mi abuelo, o lo que se te va pegando por el mero hecho de vivir. Y luego la inteligencia, ¿qué es? ¿Es saber aprovechar la cultura? ¿Demostrar ciertos recursos? Creo que la inteligencia es ese potencial que todos tenemos, para bien o para mal, y la cultura sería la manera de enfocarlo, de llevarlo a otros terrenos. En fin, no me quiero poner muy metafísico, que luego leídas estas cosas seguro que no tienen mucho sentido.
¿Y entre cultura y felicidad?
Sí, ahí sí puede haberla. Tampoco quiero ponerme en plan condescendiente pero sí creo que hay mucha gente que se pierde muchas cosas. Algunos, a pesar de tener ciertas inquietudes, puede que no tengan siquiera la oportunidad, pues su principal obligación en la vida es salir adelante. Por desgracia, la cultura está condicionada por las circunstancias vitales. Y se puede ser feliz sin tener una amplia cultura, claro, pero creo que la cultura es el complemento ideal de la felicidad: aporta mucho eso de poder disfrutar de un libro, de una película…
Transmites una imagen muy serena, de ser alguien muy equilibrado, con sentido del humor. Feliz, vamos.
La duda es si la cultura es causa o efecto. Retomando la pregunta anterior, si partes de una situación tranquila, si tu estado mental es el adecuado, te podrás dedicar a desarrollar tus inquietudes culturales. Si estás agobiado por las preocupaciones, sean más o menos mundanas, te dedicarás a lo importante, y luego ya llegará esa «ilustración» de la que hablabas antes.
¿Cómo era Óscar Díaz de pequeño, en el colegio? Todo apunta a que fuiste el empollón de la clase.
No, no lo era. Era de los que sacaba buenas notas: notables y sobresalientes. Pero era bastante payasete. Me gustaba montar cierto cachondeíllo en clase. Tampoco me tenía que esforzar mucho, sobre todo en la época de EGB. El caso es que era un chico que iba sacando los cursos sin muchos problemas pero al que sus padres le insistían en que tenía que esforzarse más, porque era algo vaguete. Y seguramente tenían razón.
En ocasiones, al fallar alguna respuesta, has llegado a pedir perdón. ¿Te avergüenza equivocarte? ¿Tan férrea y disciplinada fue tu educación?
No, no, para nada. Es un acto reflejo. Sobre todo con la calculadora. Además, viéndolo luego en la televisión, queda raro de narices.
El propio Jordi Hurtado te reñía, porque perdías tiempo.
A lo mejor es que tengo un mecanismo cerebral extraño y en las cosas que se supone que hago bien… Porque luego he fallado muchas preguntas, algunas de ellas de lo más asequibles, y ahí no he pedido perdón, pero en la calculadora, claro, como que esa prueba la tenía que pasar, sí o sí. Tampoco es que tenga la sensación de estar «defraudando a mi público», ni mucho menos.
Vale, no te avergüenza fallar, pero ¿alguna vez has sentido vergüenza por saber mucho?
El conocimiento es un aspecto íntimo, de disfrute interno, de disfrute personal, no hay que ir por ahí contando batallas, y eso que yo soy más o menos parlanchín, pero lo de hacer gala de… Pero no me avergüenzo en absoluto de lo que sé. Voy a decir una barbaridad, pero ¿acaso me tendría que avergonzar por ser calvo o más o menos gordo? Por suerte o por desgracia, todo lo que llevo dentro, sea físico o intelectual, forma parte de mí y tengo que aceptarlo. De todos modos, sí que es cierto que en ocasiones hay que racionar la información: de aportar un dato puntual dentro de una conversación normal a ser el típico pedante que apostilla todo lo que se habla hay un trecho.
Te preguntaba lo anterior porque algunos de los programas televisivos más populares del momento han sido recientemente criticados por hacer «apología de la ignorancia». ¿Crees que está mal visto en España demostrar conocimientos?
No. Habrá gente a la que no le lleve el Demiurgo por ese camino, pero no creo que sea una actitud general. Evidentemente, el escaparate que tiene ese tipo de programas, por pura audiencia, es mucho más potente que el que tiene Saber y ganar y por tanto su influencia en el gran público es mayor. Por un lado está el negocio y por otro los mensajes que se pretenden transmitir, y no creo que la intención de los programadores sea hacer apología de la ignorancia. ¿Que es triste que esos programas se vean mas que otros? Pues posiblemente. También se puede recurrir a eso de «El pueblo es soberano», aunque ya nos metemos aquí en una dinámica peligrosa y acabamos incumpliendo la Ley de Godwin [risas], así que no vamos a ir por ahí.
Por otro lado, dándole la vuelta al planteamiento, no creo que nadie denueste la cultura, o a un concursante de Saber y ganar, o al propio programa. Más de uno y más de mil pensarán que somos unos frikis. Como esos comentarios cachondos que te encuentras en Twitter: «¿Estos habrán follado algún día?», «¿Dónde se compran la ropa?». El estereotipo de ratón de biblioteca que va a Saber y ganar como si eso fuera su máxima aspiración en la vida: pues no.
¿Te interesa la política? ¿Crees que las políticas culturales o educativas de un país sirven realmente para cambiar las cosas?
Sí. Y la inexistencia de ellas también. Y lo estamos viendo. Lo de deshacer lo hecho por haber cambiado de camiseta o de color no lleva a ninguna parte. Es fundamental el respeto al conocimiento, a los que imparten el conocimiento. Es la base de una sociedad. No quiero recurrir al tópico típico de Finlandia y su estructura educativa, pero lo demás son atajos. Y en España hemos cogido muchos atajos.
Durante mucho tiempo hemos pensado que la felicidad venía de una cosa cuadrada y naranja llamada ladrillo, y decidimos en ese momento que nuestro modelo productivo, aparte de ser un país de servicios, orientado al turismo y a cuatro cosas más, pasaba por ahí. Y ya hemos visto qué ha pasado. El problema es que cambiar de paradigma y reorientar el modelo de país y basarlo en la cultura no se consigue cambiando de Gobierno. Es una cuestión de decenios, casi siglos. En España ha habido pinceladas, atisbos, momentos coyunturales, pero nunca se ha realizado un esfuerzo sostenido en el tiempo. Cuando se ha intentado hacer alguna cosa, ¡pum!, llega la Guerra Civil, a tomar por saco. No quiero ponerme tampoco muy catastrofista, pero creo que en ese aspecto España es un país equivocado, porque no le damos importancia a lo que deberíamos.
¿Y qué opinas del sistema educativo español?
El actual no lo conozco, sinceramente, pues ya hace mucho que salí de él. Pero bueno, en mi entorno siempre ha habido gente más joven que ha estudiado bajo diferentes siglas, LOE, LOGSE, LOMCE, y sí sé cómo han acabado. Y han acabado en el paro. O fuera de España. Y son personas que tienen una formación muy superior a la que yo tuve. Quizás es que en mi época la formación era un poco más estable, porque los políticos se dedicaban a incordiarse de otra manera, pero tampoco lo puedo valorar con objetividad. El caso es que sí que veo una generación muy preparada sin apenas oportunidades.
Me da mucha pena tener una prima doctora en Bioquímica, con trabajos publicados brillantísimos, que ha tenido que irse a Bélgica. Y otro primo mío, que es arquitecto, está en una ONG, lo cual es maravilloso, pero ha optado por ese camino porque no ha encontrado una salida estable en lo suyo. O mis hermanas, las dos tituladas, y una en paro y la otra, a la que envidio mucho, trabajando en una librería, que es un trabajo dignísimo, pero, claro, sometido a los vaivenes del mercado editorial. En fin, que no puede ser que gente tan preparada tenga tantos problemas para encontrar trabajo.
¿Cuál crees que es la clave para que un alumno o una alumna se interese por la cultura?
Integrarla en su vida. Tuve un profesor en 5.º de EGB, don Albino, que daba clase de una manera completamente diferente: los viernes, en lugar de hacernos controles, nos hacía jugar con las asignaturas. Nos hacía una especie de remedo del Cesta y puntos de Daniel Vindel, y así aprendíamos la lección. También jugábamos al ajedrez, y teníamos un periódico. Este profesor me enseñó que era posible transmitir conocimientos de otra manera. No todas sus propuestas tenían éxito, porque teníamos diez años y dábamos por culo como niños de diez años. Por ejemplo, el periódico del cole me lo cargué: como era muy vago, dejé de hacerlo.
Luego no ha habido muchos más don Albinos en mi vida, aunque sí que me he topado con otros profesores que me han llevado a interesarme de forma especial por sus materias, a leer más allá de lo que te tenías que estudiar. Seguro que todos hemos tenido una figura que ha cambiando nuestra manera de afrontar la cultura o el aprendizaje.
Nos decía hace poco Fernando Iwasaki que «quienes deseamos que los jóvenes lean, tenemos que adaptarnos a la realidad audiovisual». ¿Cómo piensas que debería enfocarse el conocimiento para que resulte atractivo a los jóvenes?
Ahora están de moda los asuntos «transmedia». Esto de que la avalancha de información te llegue por muchos frentes tiene sus ventajas porque, evidentemente, si lanzas un mensaje a través de diferentes canales, ya sea YouTube, redes sociales o la mera lectura, es más fácil encontrar un destinatario. Pero también se fomenta así la cultura del zapping.
No me quiero poner a pontificar al respecto, pero uno de los peligros que tiene la situación actual es que cada vez cuesta más pararse a pensar y hacer una lectura profunda y pausada, porque recibimos millones de estímulos: cuando no es el WhatsApp es el Twitter, cuando no es el Twitter es Facebook. Y luego, la propia naturaleza de la lectura digital, ya sea en ordenador o en tablet o en móvil, hace que nos estén llegando estímulos cada dos por tres. Estamos leyendo un texto y de repente vemos un enlace con pinta de ser interesante… Tienes así las dos vertientes: es más probable que le hagas llegar el mensaje a alguien, pero corres el peligro de que ese mensaje se disperse o difumine por la mera naturaleza del canal que has utilizado.
Culturalmente hablando, tienes gustos y conocimientos asociados tanto con la alta cultura como con la cultura popular. ¿Qué opinas de esta eterna dicotomía?
Yo llevo esa dicotomía con paciencia, naturalidad y tranquilidad. Y estoy encantado. No me voy a poner a hacer rankings de qué es más importante, si conocer la filmografía de Roger Corman o la de John Ford. La de John Ford, seguramente. Pero hay cosas de culturas más a ras de suelo igualmente disfrutables. Habrá a quien no le interesen, pero creo que se puede llevar con naturalidad eso de tener gustos amplios y complementarios.
Luego, evidentemente, hay ciertas cosas de las que solo puedes hablar con un grupo muy concreto de gente. Pero los cánones me suelen horrorizar, y eso que a veces es necesaria una referencia, gente con una voz ilustrada, no porque impartan magisterio sino porque te enseñen cosas. También puede responder a mi propia naturaleza ecléctica/epiléptica [risas]. Siempre me ha gustado estar a mil cosas.
¿Crees que existe una diferencia artística sustancial entre una composición de Mozart y una de Whitesnake?
Sí la hay a nivel formal. Otra cosa es que yo pueda disfrutar más a Whitesnake que a Mozart. No quiero soltar ninguna herejía, pero no soy musicólogo. No puedo ir más allá de lo que me ofrecen mis sensaciones, mis sentidos. No tengo un conocimiento tan profundo de la música como para denostar una música o alabar otra. Todo se reduce al disfrute, ya sea de una obra musical, de un libro o lo que sea. Doctores tiene la Iglesia para que se encarguen de poner cada cosa en su sitio. No te lo sé explicar, pero no por ello es menos disfrutable Whitesnake o los Hermanos Calatrava haciendo esa versión del «Space Oddity».
Lo que sí nos podrás explicar es que por qué Whitesnake es tu grupo favorito.
Es un poco extraño, lo sé. Llama un poco la atención, pero es una elección que viene de chaval, de esas etapas formativas en las que uno está buscando cosas que le gusten. Con ocho o nueve años cogí una hepatitis y estuve en cama tres meses, y lo único que hacía era leer tebeos y escuchar la radio. En aquella época salían The Knack, en Los 40, con el «My Sharona», y decía «Ostras, cómo mola». Pero también me tragaba a Lorenzo Santamaría. Pasan los años y empiezas a pensar que lo que de verdad te gusta es el rock, aunque a la vez tus héroes son Parchís, porque es lo que ves, lo que más escuchas.
Y a los doce años, mi tío Manolo, que era un aficionado a la música de esos heroicos, de los melenudos de tiempos de Franco, que se buscaba la vida para salir del pueblo e ir a Madrid a ver un concierto a un garito infecto, me enseñó su colección de discos de vinilo. Al principio lo que me gustaba eran las portadas, y yo le decía «pon ese», porque en la portada salía un bicho monstruoso y yo pensaba que el disco musicalmente tenía que ser como lo que se veía en la portada. El caso es que mi tío trabajaba en Amper y tenía un montón de cintas de contestador automático en casa, y un día me dio una caja con un montón de esas cintas grabadas. Y allí estaban Emerson, Lake and Palmer, estaba Jethro Tull, estaba Patti Smith, estaba Deep Purple. Yo, como sobrino obediente, me puse a escuchar. Y me explotó la cabeza.
El cambio fue muy radical: pasé de las canciones infantiles a escuchar cosas muy difíciles para un niño. Y de ahí ya empecé yo a hurgar en el glam o en el hard rock, aunque entonces no tenía dinero para comprar casi nada. Un día, en el instituto, me prestaron el disco Slide It In de Whitesnake, que fue el último que suena más a rock clásico, a hard rock, antes de volverse más metaleros. A mí David Coverdale siempre me ha parecido que tiene una voz muy potente y muy cálida a la vez, es una combinación muy curiosa. Y me enamoró. Y luego descubrí que la foto de David Coverdale en una carpeta hacía que ciertas chavalas miraran la carpeta. Así que era el pack completo, y decidí que iba a ser mi grupo favorito. Hasta ahora.
Siendo un reconocido fanático del rock duro y el heavy metal, ¿crees que tu ejemplo podría servir para desmontar, de una vez por todas, algunos clichés que hoy día siguen asociados a ese tipo de música?
Es que creo que hay ciertas cosas que te apelan a la víscera: te generan una reacción o no te generan ninguna reacción. Así que tampoco le voy a decir a la gente lo que tiene que sentir. También me gustan otros tipos de música. Me gusta el jazz, no siendo un experto en el tema. Por lo general lo que más me tira es el rock, en todas sus manifestaciones. Durante un tiempo estuve enamorado de System Of A Down, que me pareció que hacían cosas muy peculiares, muy raras. Ahora he descubierto a los Slaves, que es un grupo de punk, un dúo, que hace canciones de dos minutos y medio, y su música se siente, te genera una reacción. Con este grupo me entran ganas de bailar fuerte. En el terreno emocional es muy complicado llevar a la gente hacia algo que no van a sentir, que no van a compartir. Yo disfruto de la música en general, me gusta la música clásica, la instrumental, me gusta Kraftwerk, o me pongo un día a Sakamoto de ruido de fondo. La música ha sido una parte fundamental en mi vida.
De hecho, en tu programa doscientos pediste que te preguntaran sobre la historia del rock.
Sí, pero tampoco es que fuera un rollo reivindicativo. Dado que tenía la oportunidad de elegir tema en esa prueba del programa, pensé que sería bonito. Por suerte o por desgracia, tampoco hurgaron mucho, las preguntas eran accesibles, y pasamos un buen rato. Por ejemplo, cuando llegué al programa cien, el tema que elegí fue el cómic. A alguno le horripilaría que en un programa como Saber y ganar se hablara de cómics, pero no deja de ser un método de transmisión cultural perfectamente válido. La historia del rock, ¿por qué no?
En 1992 fuiste uno de los fundadores de la editorial M+D, responsable de publicar en España los juegos de rol Far West (1993), Cyberpunk 2020 (1993), Mutant Chronicles (1994) o Kult (1994). ¿Cómo empezaste a interesarte por los juegos de rol?
En el instituto, durante una huelga de estudiantes. Un día que hacía frío y que no teníamos los ánimos tan reivindicativos nos quedamos en el bar, y allí nos pusimos a jugar con unos papelitos a una cosa rara que nos explicó un tipo que había allí. Era en la época mítica en la que en España solo había un juego de rol: el Dungeons & Dragons, publicado por Dalmau Carles Pla, que venía en una caja roja. Y aquello me maravilló. No sabía a qué me enfrentaba, pero me pareció una manera de contar una historia de forma colaborativa maravillosa.
Darío Pérez, un amigo del instituto, decidió ir más allá y se propuso hacer él mismo un juego de rol, el que luego fue Far West, y yo me comprometí a hacer el capítulo dedicado a los indios, porque me gustaba mucho la historia estadounidense, la conquista del Oeste. Pero el proyecto me encantó y me metí al final de lleno. Montamos la empresa entre cuatro: Darío, Gonzalo, Javier y yo. Pedimos un crédito a Banesto de un millón de pesetas ¡con un interés del dieciocho por ciento! [risas].
El caso es que el juego fue muy bien. Era muy marciano para la época, pues entonces casi todo era del género fantástico, y nosotros encontramos ahí un huequito muy extraño. Así que nos vinimos arriba: contactamos con algunas editoriales extranjeras para tratar de sacar aquí aquellos juegos que comprábamos en inglés, y conseguimos editar Cyberpunk, que se vendió de miedo, espectacular. Y claro, se nos empezó la cosa a ir de las manos, porque no éramos empresarios, no sabíamos nada de cuentas, ni de cálculos de costes…
¿Sigues jugando?
No. Llevo muchos años sin jugar, y es algo que echo de menos. Las vidas se complican, se separan los grupos de juego: uno tiene un hijo, el otro está en paro, el otro está trabajando fuera. Sí que sigo engañando a Gonzalo, que es mi mejor amigo y lo tengo bastante cerca, con juegos de tablero o de mesa. Gonzalo sigue siendo mi compinche en esos escarceos lúdicos.
Has traducido a autores de culto de la ciencia ficción y la fantasía como Ramsey Campbell, Ellis Peters, Robert C. Wilson o Clemence Housman, así como los videojuegos Far Cry (2004), The Witcher (2007), Watch Dogs (2014) o Fallout 4 (2015). ¿Cuál es tu videojuego favorito?
Soy muy básico, y ahora mismo, con la avalancha de estímulos de la que hablábamos antes, juego muy poco. Trabajo más en ellos que juego. Como jugador soy un poco cutre: me gustan los de acción sencillitos, matar nazis en el Call Of Duty; los de coches de rally, tipo Colin McRae. Trabajo en la industria pero no soy un gamer. Esto alguno lo leerá y dirá: «Ostras, un tío que está traduciendo el Mass Effect y tal, que dice que no sabe…». Cierto es que no soy un jugador hardcore, pero eso no quiere decir que no me documente a la hora de traducir. Y sí que me interesan los mundos de los juegos.
En un juego tipo Mass Effect o Fallout hay millones de palabras detrás. Desde el momento en que creas el personaje, el jugador es soberano. Puede decidir ir por aquí o por allí, hacerse de esta facción o de otra, y todas esas opciones han de estar contempladas, con lo cual son muchas películas metidas en una película. Muchas potenciales películas. Es muy bonito, y muy divertido, pero también es un desafío a nivel técnico. Por ejemplo, en tal juego, aunque te puedas crear un personaje hombre o mujer, el texto tiene que ser neutro. No puedes meter carga de género en los sustantivos, tienes que rechazar fórmulas… En fin, no os voy a aburrir con dificultades propias del traductor. Ahora mismo la traducción de videojuegos es lo que más me da de comer. Echo de menos la traducción literaria, pero por desgracia está peor pagada. Y si metemos en la ecuación el esfuerzo que hay que dedicar a una novela, la balanza se descompensa bastante.
¿Y un libro de ciencia ficción favorito?
Pues es una gran pregunta a la que tengo que darle vueltas. Es el problema de tener gustos tan distraídos. Yo creo que el autor que más me llama la atención, por lo marciano, por tener un mundo muy suyo, es Philip K. Dick. Entonces, su libro señero es Ubik. Con Ubik me pasó lo que me pasa cuando descubres historias que nunca te las han contado así. Me pasó con Twin Peaks…
[De repente, una pareja de mediana edad interrumpe la entrevista] Perdón, enhorabuena. ¿Vas a estar mucho rato por aquí? Es que queremos saludarte luego. Te sigo en el golf y en Saber y ganar…
[Risas] ¡El pack completo! Sí, ahora nos vemos. ¡Gracias!
Ya tenemos dos lectores de la entrevista.
[Risas] ¿Por dónde iba? Ah, sí, que hay ciertas obras en las que descubres que eso no te lo han contado nunca así. Me pasó con Ubik, me pasó en su momento con Twin Peaks. Y me pasó también con Watchmen. En cuanto a forma, parece que utiliza los mismos elementos, pero te está contando otra cosa. Y eso te lleva a curiosear quién es ese señor que de repente te cuenta las historias de otra manera utilizando otros recursos, aunque con Philip K. Dick ya se sabe, todo es fruto de esa cabeza, que era tan rara y tan complicada, y así acabó el pobre, siendo además padre de muchas cosas que luego hemos visto en otros sitios, de forma más o menos reconocida u homenajeada.
Mójate y danos tu opinión sincera del Episodio VII.
Pues me ha gustado mucho, pero me he llevado hostias por decir esto. ¿Que es formulaica? Sin duda. No puede serlo más. Pero también es formulaica Jurassic World, y no por eso deja de ser disfrutable. Volviendo a Star Wars, no nos cuenta nada de particular, y efectivamente tiene una estructura calcada, donde este sustituye a este, y el otro al otro, y luego está el elemento nostálgico de volver a ver a Harrison Ford, y Chewbacca no tiene canas…
Bueno, pero salvando las distancias, Star Wars yo la vi de estreno, en el 77, con siete años, y es otra de esas cosas que te vuelan la cabeza. La sensación que me dejó entonces Star Wars de niño es irreproducible, y partiendo de la base de que jamás volveré a vivir lo mismo que aquella vez, con esta sí que creo haber avanzado bastante por ese camino. Me he descubierto otra vez ilusionado. Cosa que no me había ocurrido con la anterior trilogía, con la que me emocioné al principio, con la fanfarria de John Williams, y la cosa duró los dos primeros minutos… aunque defiendo las dos últimas películas. Pero el Episodio VII me ha gustado bastante, a pesar de haber leído críticas y reseñas más o menos sesudas, o al menos con mucha gracia, dándole mucha caña, y tienen razón.
¿E Interstellar? ¿También eres de los que piensan que es la película revelación de la ciencia ficción?
Yo es que con Nolan tengo una relación difícil. Porque hay cosas que me gustan, me entretienen y me divierten, y otras en las que me tira para atrás lo intenso que es el colega. Me pasa con cosas ligeras, como la última suya de Batman. Por ejemplo, prefiero Batman Begins a las dos siguientes. Origen sí me gustó.
Es muy Philip K. Dick.
Efectivamente. Mundos metidos en mundos. Quizás por eso me gustó. Pero con otras suyas, no he sido capaz.
¿Cómo se conjuga todo este interés por el mundo friki con ser un ¡especialista en golf!?
Eso es muy raro, sí. Toda mi vida ha habido mezclas muy extrañas, y no en plan «gin-tonic con brócoli». También estuve, como el señor Almodóvar, trabajando diez años en Telefónica, mientras estaba metido en líos editoriales.
Lo del golf no tiene ninguna explicación lógica. No había nadie de mi entorno, ni del entorno de mi entorno que jugara al golf, ni sabía jugarlo, ni había tocado un palo de golf en mi vida. Sin embargo, lo veía en la tele y me quedaba hipnotizado. Con el tiempo me compré algún que otro libro, y descubrí que el golf tiene mucha historia. Es de los deportes con más historia. Tiene cinco siglos. Que si María Estuardo hizo esto, que si los Jacobos… y ya te lo llevas a otro terreno. Y con treinta años, a mi cuñado le regalaron un curso de iniciación, y un buen día nos apuntamos unos cuantos a ver qué era aquello, y así pasé de la parte teórica a la parte práctica.
Soy muy mal jugador, soy un paquete, pero sí descubrí que la coyuntura ha cambiado, que ya no es tan prohibitivo, por más que sigan existiendo clubes a los que resulta imposible acceder. Y con el paso del tiempo se me ocurrió juntarlo todo. Abrí un blog sobre golf pero para hablar de mil cosas: de cine, de cómics, de música… Teníamos al principio un resumen de prensa, mis artículos, y como siempre, se me volvió a ir de las manos, y terminó convirtiéndose, dentro del mundo pequeñito y endogámico del golf, en una referencia. Y a raíz de ahí surgió la colaboración con Canal + hasta el día de hoy, que tenemos un programa propio, un programa amable, cortito. Mi compañero Carlos Palomo además es una maravilla, hay mucha complicidad, así que nos lo pasamos muy bien haciéndolo.
Tu vida laboral resulta de lo más dispersa. ¿Es este hecho también un reflejo de tus inquietudes vitales o es que no terminas de encontrar tu ocupación ideal?
Yo creo que es un reflejo de cómo soy, para bien o para mal. Antes me dedicaba casi exclusivamente a traducir, y ganaba el mismo dinero que ahora, que tengo tres trabajos. Quizás sea también un reflejo del éxito que tenemos en Saber y ganar: hay gente que es superespecialista en un tema, que ha hecho un máster, que ha hecho una tesina sobre Andrea Camilleri, pero luego a lo mejor la tontería de la cultura pop no la manejan. Hay una frase que define muy bien a los concursantes de Saber y ganar, que me dijo Javi, un compañero del programa: «Somos un mar de conocimientos de dos milímetros de profundidad». Y es así.
Has demostrado ser un concursante de lo más versátil, mostrándote igual de solvente en cuestiones históricas y científicas, artísticas y deportivas. ¿Cuál dirías que es la materia o disciplina que más se te resistía en los programas?
Una de las bellezas de Saber y ganar es su carácter enciclopédico: un día te están preguntando sobre un saltador con pértiga y al día siguiente sobre Philip Roth. Es inabarcable. Cuando me preguntan si me preparo los programas, es que es imposible. ¿Por dónde empiezo? Entonces, ¿lagunas? Muchísimas. De música clásica, por ejemplo, me gustaría saber más. O a lo mejor de etapas concretas del cine, de ciertas tendencias en las que no he profundizado tanto.
En Saber y ganar priman las humanidades, con lo cual, si vas bien de historia, cine y literatura ya tienes mucho andado. Pero como mi formación ha sido muy caótica, porque me gustaban las letras pero terminé haciendo ciencias puras, y luego empecé estudiando Informática, pues en física, química y matemáticas también me manejo. De todas formas, yo creo que en Saber y ganar lo que se nos da muy bien es disimular que no sabemos mucho de ciertas cosas [risas].
Ahora que lo mencionas, ¿qué opinas de esa otra gran dicotomía de la educación: ciencias o letras?
No tiene mucho sentido. Hay materias más áridas que otras, y también puede ser una cuestión visceral, pero a mí me resulta igual de disfrutable un libro de mecánica cuántica que un libro de Montaigne. Pero reconozco que no es apto para todos los paladares, incluso por complejidades.
Cada uno ha ido por un camino y a lo mejor la base mínima de matemáticas o de física que se necesita no está al alcance de todo el mundo, y no digo que es por falta de capacidad sino simplemente porque no han ido por ese camino. La dicotomía es además injusta porque en Saber y ganar se priman las humanidades, lo cual es lógico, porque el espectador tiene también que participar en el programa, pero las ciencias en ocasiones quedan mal tratadas, ya que no siempre las preguntas que se formulan son precisas.
¿Y esa capacidad asombrosa que tienes para el cálculo mental es natural o es fruto de un concienzudo entrenamiento?
No hay preparación. Y supongo que la culpa la tienen nuestros profes en EGB, que no nos dejaban usar la calculadora. Es una habilidad además que yo he descubierto concursando, cuando empecé, en 2006. En casa estás acostumbrado a funcionar de otra manera, tomando la sopa y viendo Saber y ganar, y vas al ritmo del concursante. Así que hasta que no fui al programa no descubrí que se me daba tan bien, que era rápido con ello.
¿Utilizas reglas nemotécnicas, espacios visuales?
Es más eso último. Los números van apareciendo. También influye la memoria. Hay operaciones que si eres espectador habitual ves que se repiten. No es que sean muchas, pero el 196 entre 4 gusta. El 51 es entre 3. Ahora son más complicadas que al principio. Antes las operaciones eran más amables. Pero sí es cierto que se pueden detectar ciertas tendencias, y si las recuerdas, es como cualquier otra cosa, como recordar de quién es el disco Kind Of Blue.
¿Se puede vivir de los concursos en televisión?
No. Salvo que pegues un pelotazo en Pasapalabra.
¿Te veremos entonces en Pasapalabra?
Sí, si me vuelven a llamar, iré encantado. En Pasapalabra estuve hace no mucho con escasa fortuna. Y antes con Silvia Jato en el año 2000, que fue casi mi estreno en esto de los concursos. Digo casi porque la primera vez que aparecí en la televisión fue en un concurso llamado Toma nota, que presentaban Paloma Marín y Paco Arrojo en Telecinco, y en el que había que responder preguntas y cantar. Ni playback ni nada. Y palmé en la prueba musical, y eso que entonces era cantante de un grupo. Ese fue mi estreno.
Has batido el récord de puntos acumulados obtenidos por un concursante en Saber y ganar. Eso te convierte, de forma objetiva, en el mejor concursante de la historia del programa, que ya va camino de cumplir veinte años en antena. ¿Qué ha supuesto para ti participar en él?
El programa lo veía desde siempre, así que fui por curiosidad, para ver qué tal se me daba. Todos los que vamos allí somos espectadores. No voy a hablar de sublimaciones, pero el mero hecho de concursar fue un sueño cumplido. Y luego el conocer a Jordi Hurtado, el ver cómo se graba…
Aunque suena a tópico, el ambiente allí es fantástico, nos tratan muy bien. A lo mejor no es el programa más espléndido en cuanto a presupuesto, pero eso lo compensan con un trato, con un cariño, que no encuentras en programas más industriales. Recuerdo que cuando me eliminaron en 2006 fue como si me quitaran un juguete. Fue una reacción casi infantil, porque me lo estaba pasando de maravilla.
Hoy día Saber y ganar es casi un oasis dentro de la parrilla televisiva. ¿Cuál crees que es el secreto de su éxito? ¿España sería un país peor si no existiera Saber y ganar?
Sí, sin duda. Tampoco hay que ponerse muy místicos, porque la gente que hace cosas importantes de verdad no sale en Saber y ganar, pero como reflejo imperfecto de la sociedad, está muy bien que tenga ese éxito. Y creo que la clave del mismo es que todos los días se cuenta algo interesante. Y luego está la capacidad que tiene el programa de empatizar con los espectadores. A lo mejor un día están haciendo unas preguntas que no interesan nada a un determinado espectador, pero si el chaval que está concursando le cae bien, seguirá viéndolo. No siempre hay eliminados, lo cual favorece que la gente empatice con los que aguantan, y de esa forma nos colamos en la rutina diaria de mucha gente.
Para finalizar, no me resisto a preguntarte sobre Jordi Hurtado: ¿cuál es el secreto de su eterna juventud?
Pues no lo sé. Es un apasionado del chocolate, eso sí. Está muy sano, muy delgado. Tiene cincuenta y nueve tacos. ¿Dónde hay que firmar, por favor? Hay gente que piensa que su papel como presentador está algo estereotipado, que es una sonrisa, una serie de fórmulas, de muletillas. Pero al margen de eso, hay algo detrás. Hay mucho fondo. Y luego, lo gracioso es que él mismo se ríe del personaje que se ha creado, con el rollo de la inmortalidad y tal. Y se ha metido él en la dinámica: los memes suyos los guarda, y se los enseña luego a los amigos. Es un profesional como la copa de un pino.
Por cierto, que me acabo de acordar: antes te he dicho que El hombre bicentenario es de Bradbury, cuando es de Asimov. ¡Vaya forma de empezar la entrevista! ¡Eso son quinientos puntos menos!
Creo que El Hombre Bicentenario es un relato de Asimov, no de Bradbury…
No leí hasta el final jajajja
No he podido leer la entrevista completa, lo siento, pero después de leer la introducción en la que se cataloga a Óscar Díaz de «friki», y explicar que una de sus profesiones es traductor de ciencia ficción. Llegando a la primera pregunta, donde se hace mención a «El hombre bicentenario», y que suelte un categórico «Bradbury». Se me ha caído el mito. Lo siento pero «El hombre bicentenario» está escrito por el gran (y a veces olvidado) Issac Asimov. Vale que Bradbury es más conocido, y sus adaptaciones a películas han dado lugar a momentos increíbles en la pantalla. Nada que ver con las pobres adaptaciones que se han llevado al cine de Asimov. Pero por favor, que de «El hombre bicentenario» hay hasta una película, ok, no muy buena y como siempre con Asimov sin llegar a la seriedad y profundidad de sus escritos. Y es posible que el gran público desconozca ese dato, pero un traductor de ciencia ficción y «friki». Lo dicho, no he podido seguir.
Y puestos a reivindicar a Isaac Asimov, os recomiendo (encarecidamente) la lectura de uno de sus magníficos relatos (puede que precursor de Google/Internet), que se encuentra entre mis favoritos: La última pregunta
Puede que Óscar Díaz lo haya leído, espero que si, porque al menos en esta entrevista, la primera pregunta, ha sido para mí la última ;)
Pues si te gusta tanto «La última pregunta» léete la de esta entrevista, anda.
Pues deberías haber llegado a la última, porque se corrige a sí mismo.
Me ha encantado la entrevista. PERO aún me ha gustado más que con tu comentario no hayas hecho más que reafirmar dos cosas en las que hace hincapié el protagonista:
1) cómo la ‘lectura digital’ ha significado un decremento de la calidad de comprensión lectora debido al exceso de estímulos (en referencia al prematuro abandono de tu lectura)
2) El ‘por qué’ de la cultura viene del enriquecimiento interior, no de la mundana bravuconería. (Por tu análisis de la obra de Asimov)
«uno de los peligros que tiene la situación actual es que cada vez cuesta más pararse a pensar y hacer una lectura profunda y pausada»
Nada mejor que el libro impreso.y la tranquilidad interior. La entrevista me parece interesante. EL señor Oscar me parece que es muy inteligente entre 140 /160 que suerte esa capacidad y haberla sabido dirigir un saludo susy
Yo he venido aquí a hablar de mi libro…
Yo en cambio llegué hasta Whitesnake y Patti Smith…
Pero bueno, al fin y al cabo nadie es perfecto.
Además de leer la primera línea, puedes leer también la última y ya si eso te saltas lo del medio. Total, para qué perder el tiempo pudiendo criticar sin mucho esfuerzo.
La pedantería no ocupa lugar.
Madre mía Gercanno, qué vergüenza ser tú ahora mismo. Ánimo.
Creo que necesitabas que se te cayese el mito…
Por cierto,al final de la entrevista rectificó respecto al autor, pero claro si no lo leiste…
Vaya hombre, tu eres de los que, como mi abuela, analfabeta ella la pobre, hojeas el periódico viendo sólo las fotos, pero a diferencia de mi abuela que reconocía que no sabía leer, tú te las das de listillo y, claro, así haces el ridículo.
Has hecho el ridículo. El ridículo más espantoso.
El ridículo no es malo si se lleva con elegancia.
Cómo se puede ser tan pedante de verdad… Eso es de las cosas que más me han gustado de la entrevista: la distinción de Óscar entre aportar algo puntual a acribillar de esa manera y en este caso sin ningún sentido. En resumen:has quedado como el puto culo,chico
Gran gusto, sí señor. Ilustremos con Slaves: https://www.youtube.com/watch?v=sCU9ZKgfwlc
Criticar sin ni siquiera leerse el articulo entero. Esa gente…
Buena entrevista
Hacen falta más Óscar en el mundo, para poder charlar de cosas interesantes cuando vas en el ascensor y situaciones similares. Yo intento ser como él, pero reconozco que el golf no me apasiona.
Qué tío más majo.
Este Óscar es un tío cojonudo…
enhorabuena para este concursante ejemplar. parece un tio muy majete con una cabeza bien amueblada, muy educado y con mucho sentido comun. me lo he pasado muy bien, viendole en el programa. ahora parece que falta algo en ese programa. seguro que ha dejado huella.
La verdad que es una entrevista de lo mas simpática. Un tio guay¡ ;)
Buen tipo. Salta a la vista.
Bueno, no nos pongamos tan estupendos con lo del patinazo de Asimov/Bradbury. Es más que evidente que el chico entendió que le preguntaban por «El hombre ilustrado», que sí que es del segundo.
Además se ha rectificado a sí mismo al final. ¡Es muy ESPAÑOL eso de empezar a criticar un texto leyendo sólo las dos primeras líneas, hombre!
Por último, felicitarme de no ser el único que, de los Batmans de Nolan, prefiere el primero. ¡A mis brazos!
Un saludo.
Si me viera obligado a juzgar a Oscar Díaz por esta entrevista, diría que me ha parecido una gran persona además de un señor que sabe de muchísimas cosas aunque algunas, como él mismo dice, lleguen a la profundidad de dos milímetros. ¿Pero es que acaso hay alguien en el mundo que lo sepa todo, sobre todo,..?
No, ¿verdad…? Pues nada, que me ha encantado leer esta entrevista y eso que nunca veo «Saber y ganar» ni «lo otro» tampoco.
¿Y dónde hay que firmar para que los políticos que nos gobiernen tengan este nivel mental? Ya no solo porque conozca muchísimos temas, relacionados o no con una cultura, digamos, «formal»; sino por su fluida conversación, ¡¡qué manera de expresarse!! ¿qué hemos hecho tan mal aquí que una persona como esta se la conozca por concursar en televisión en lugar de estar llevando las riendas del país? Y no estoy con ello diciendo que le tengamos que hacer presidente del gobierno, sino que el presidente del gobierno debería de tener este tipo de imagen de persona culta. Por otra parte, Óscar, chapeau; a por otros doscientos programas. P.D.: ya sé que presidente del gobierno debería escribirse en mayúsculas, pero dada la catadura del/los que tenemos, es que no me sale ni queriendo.
Ha sido un placer seguir a Óscar en estos cien últimos programas.
Te echaremos de menos.
… Y enhorabuena!!!
Pingback: Óscar Díaz: «La gente que hace cosas importantes de verdad no sale en Saber y ganar»
En un momento de la entrevista, se hace referencia a la audiencia de «Saber y ganar», comparándola con la de otro tipo de programas menos cultos. Solamente destacar que la audiencia media de «Saber y ganar» está entorno a 1200000 espectadores con cuotas de un 10% de share.
Los Sálvame de tarde, se encuentran en unos 1700000 espectadores con shares del 15%
No están tan alejados y, personalmente, seré un poco más feliz el día en el que los datos se inviertan.
Oscar me ha gustado mucho ahondar en tu faceta más humana, la de las influencias familiares en tu vida. Se te veía con mucha calidad.Enhorabuena
Valdría la pena ya sea solo 10 espectadores antes que 1700000 de retrasados.
Buena entrevista, no me queda claro si se ha equivocado de verdad con lo de Bradbury-Asimov o se trata de un guiño a P. K. Dick terminando la entrevista por el mismo punto por el que la comenzó y cerrando el círculo que él mismo a abierto con el error. En todo caso, interesantísimo leer a Oscar. PD. Sí, yo jugué al Far West en la Universidad, lo confieso.
Sí, los que creéis que Óscar es un gran tipo, tenéis razón. Lo es. Y no lo digo porque sea amigo mío, porque no pasamos de conocidos que se llevaron bien cuando trabajaron juntos (hace años que no hablo con él y la palabra amigo me da mucho respeto), pero es un tipo admirable en el sentido literal: yo lo admiro.
En la cuestión de conocimientos una vez se autodefinió como una especie de urraca que va coleccionando cosas que le llaman la atención (conocimientos en su caso).
Ah, y para mi gusto es el mejor traductor de videojuegos que conozco. No solo sabe de todo (obvio), lo que ayuda un montón, es que tiene muy buen estilo escribiendo y una inteligencia descomunal a la hora de elegir el mal menor. Con el cambio de traductor de Mass Effect nunca me animé a jugar los siguientes, pero sabiendo que son de él, me quedo más tranquilo. El «niño» está en buenas manos.
Aunque sí, su defensa del Episodio VII le ha hecho perder más puntos que lo del Hombre Bicentenario. Óscar, tío, ¿cómo puedes defender semejante engendro donde el nuevo Jar Jar tiene el papel de Vader?
Como cosa graciosa me he pasado toda la entrevista pensado qué oscura razón tendría para meter ahí a Bradbury, convencido de que habría sido alguna de esas asociaciones de ideas raras que a veces tiene, y al final resulta que fue un resbalón.
Óscar, si lees esto, enhorabuena por seguir siendo un crack y un abrazo.
Seguidora del programa Saber y Ganar, ha sido un placer disfrutar de los primeros 100 programas de Oscar, y estos últimos 100. Ha sido uno de los que más me ha gustado por su sencillez, sabiduría y sentido del humor. Enhorabuena!!! me ha encantado la entrevista, muy interesante, completa y con más detalles de los gustos, aficiones y vida de Oscar. Sí que se echa de menos en el programa…
Inteligente, humilde, buena persona, ¡grande Oscar!, magnifica entrevista. Salud!!.
Un tipo genial. Y coincido con él en lo de integrar la cultura en la vida de cada uno. Yo también tuve buenos profesores como «Don Albino», que daban clase de manera amena para que no perdiéramos interés. Sobre todo de Literatura, Historia y Filosofía.
En el comentario sobre la cultura estoy totalmente de acuerdo y además es algo que he pensado muchas veces. … la cultura está condicionada por las circunstancias vitales… Si la preocupación es como tirar adelante en el día a día, las cuestiones culturales pasan a un segundo o tercer plano.
Felicidades por la entrevista
Gran persona. Que viva el RocknRoll clásico, aunque escojo a Black Sabbath. Saludos Oscar desde Medellín, Colombia
«La gente que hace cosas importantes de verdad no sale en Saber y ganar» … Bueno, quizá alguno de ellos sí, quien sabe. ;)
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