Cuesta imaginarlo hoy, pero hubo un tiempo en que incluso Spielberg sintió envidia del talento de George Lucas. ¿En un universo paralelo? ¿En una línea temporal alternativa? ¿En la calenturienta imaginación de un biógrafo subvencionado? No, en nuestra realidad. Fue antes de Star Wars, antes de Darth Vader, antes de que Lucas decidiese que con tanto dinero en la cuenta bancaria ya no le apetecía dirigir más películas. George Lucas es un gran personaje no tanto por lo que ha hecho, sino por lo que podría haber sido. Es triste artísticamente hablando pero resulta fácil imaginar un George Lucas que nunca hubiese hecho La guerra de las galaxias… y sería un George Lucas mejor.
Retrocedamos a 1968, cuando un aprendiz de cineasta llamado George aprendía las tareas básicas del oficio en la Universidad de California del Sur. Era un alumno aplicado e imaginativo, como sabemos por los recuerdos de algunos profesores y compañeros, y como demuestran también sus primeros cortometrajes. Se convirtió en la perla de su promoción, condición que selló presentándose al certamen nacional de cine estudiantil de los Estados Unidos. Era la gran apuesta de su universidad. Presentó un extraño cortometraje de ciencia ficción distópica, llamado Electronic Labyrinth: THX 1138 4EB. Duraba un cuarto de hora, concebido a semejanza del cine abstracto de vanguardia que se hacía en Europa por aquella época, y con un lenguaje simbólico y experimental, narraba cómo un individuo intentaba escapar de una sociedad robótica y totalitaria. Para ser la filmación de un estudiante, y más teniendo en cuenta que hablamos de 1968, era un trabajo bastante sorprendente por el imaginativo uso de los medios disponibles, la superposición de una hipnótica banda sonora en la que se entrecruzaban diálogos y sonido ambiente, y sobre todo por el agudo montaje. Cuando se proyectó en el festival, impresionó a los asistentes. Entre ellos estaba otro estudiante de cine, un tal Steven Spielberg, que tenía dieciocho años. El joven Spielberg se sintió empequeñecido al contemplar lo que otro joven aspirante a director era capaz de hacer: «Estaba celoso hasta la médula. Yo tenía dieciocho años y ya había dirigido unos quince largometrajes, pero aquella pequeña película era mejor que todas las que yo había hecho juntas». Como era de esperar, George Lucas ganó el primer premio sin demasiada discusión. Aquellos dos jóvenes todavía no se conocían, pero estaban destinados a hacerse amigos. Spielberg, como Francis Ford Coppola, otro amigo íntimo de Lucas, nunca han dejado de recordar los años en que el visionario George parecía el elegido de entre toda una hornada de aspirantes a cineasta. En Spielberg y Coppola cuesta distinguir cuándo habla la amistad y cuándo la opinión sincera, pero hay algo que sí sabemos: antes de que los tres se hicieran famosos, en el mundillo de los cineastas juveniles, George Lucas era considerado el diamante en bruto.
Cada cierto tiempo, y sé perfectamente que es una afición extraña, reviso los artículos que se publican sobre George Lucas. ¿Por qué? Buena pregunta. Porque como les digo es un personaje fascinante. No por causa de su personalidad, que no presenta ningún rasgo excéntrico, sino de la posición en que se encuentra, de las reacciones que despierta, de lo que podría haber sido. Yo mismo he ironizado acerca de Lucas y la saga Star Wars con un tono bastante sarcástico en un par de artículos. No lo voy a negar: es divertido repasar sus resbalones. Pero aunque no se lo crean, hay momentos en los que Lucas me provoca cierta conmiseración. Recuerdo la sensación que me produjo el documental El pueblo contra George Lucas. Tenía su lado divertido, pero también aparecían fans enfermizos de Star Wars como aquel que no sabría si, caso de toparse con Lucas, le daría un abrazo o «un puñetazo en el estómago». Sentí vergüenza ajena viendo eso, incluso sabiendo que el tipo estaba exagerando. Lucas no ha recibidio ningún puñetazo (por fortuna) y además es multimillonario, así que lo más indicado sería que él se apiade de mí, porque ha vivido una buena vida con sus cinco mil millones de dólares, no cabe duda. Vive en el rancho Skywalker, una ubicación de ensueño que demuestra que el tipo sabe dónde retirarse. Pero es un ser humano. Ya ha pasado de los setenta años y sabe que su dinero no lo acompañará al otro mundo, así que está en edad de preocuparse por el legado que dejará tras de sí. Ninguna cantidad de millones hace que las personas dejen de poseer un ego que puede ser herido. Además él es un artista, mejor o peor, pero lo es. Los artistas aprenden a crecer siempre preocupados por la opinión ajena, porque solo hay dos maneras en que pueden saber si van por el buen camino: una es comparando su trabajo con el de otros artistas. La otra es observando la reacción del público ante su arte. Los artistas viven consumidos por lo que pensarán los demás, salvo que creen su arte para guardarlo en un armario. Pues bien, Lucas sabe que su legado cinematográfico ha sido superado (¡y mucho!) por el de aquellos amigos o rivales que lo envidiaban cuando era un estudiante. Es muy consciente, por ejemplo, de que Steven Spielberg o Coppola pasarán a la historia inscritos en la lista de los mejores cineastas que el mundo ha visto, mientras que él no. Además piensa que una buena parte del público le odia o cree que no tiene ningún talento. Él mismo ha terminado afirmando que quizá no tenía tanto talento. Como digo, incluso quienes no le odiamos hemos censurado, aunque sea en tono de humor, sus incontables meteduras de pata. Así que es un hombre con el orgullo herido, y si no lo es, se ha preocupado mucho en demostrar lo contrario.
Tras el estreno de El despertar de la Fuerza leí el artículo de un crítico estadounidense que llevaba años dándole estopa a George Lucas, que sin embargo hizo notar lo que otros muchos, que J. J. Abrams se había dedicado a fotocopiar La guerra de las galaxias para escribir El despertar de la Fuerza. De repente, este crítico pareció ver a Lucas con distintos ojos y recordó que en las precuelas Lucas se había esforzado en ser original para no volver a contar la misma historia otra vez. El resto del artículo era una especie de reconciliación con el denostado director, en plan «vale, todos lo hemos pasado bien riéndonos de George Lucas, pero el tipo quizá no era tan nefasto después de todo». Yo no necesito reconciliarme con George Lucas, porque incluso después de haber revisado lo mejor de su obra sigo teniendo una opinión bastante tibia del lugar que ocupa en la historia del cine. Y añadiría que tengo una opinión todavía más tibia de su actitud ante el mundo, que resumiría con la expresión «pataleta constante». Tampoco voy a hablar mucho de Star Wars, porque ya traté el asunto en su día. Pero tengo memoria y unos cuantos años, así que recuerdo los tiempos en que Lucas era una figura universalmente respetada entre los críticos pese a haber rodado solamente esas tres películas. Hasta cierto punto entiendo el lamento de Coppola, quien piensa que Star Wars (lo diré en inglés cuando me refiera a la saga completa, por distinguir) terminó fagocitando a Lucas hasta impedir que rodase unas cuantas películas más, entre las que sin duda podría haber habido alguna que otra muy interesante. En los años ochenta la situación era muy distinta a la de hoy. A nadie se le pasaba por la cabeza poner en duda que George Lucas tenía mucho talento. Sí, ya tenía fama de codicioso, de tener poca ambición artística y de haber abandonado la dirección para convertirse en un vendedor de juguetes. También se sabía que había estropeado El retorno del jedi con sus caprichosas injerencias, insistiendo en infantilizar lo que podría haber sido una gran película. A nadie se le escapaba que la mejor de la trilogía galáctica, El imperio contraataca, era precisamente en la que él menos había participado. Pero Lucas todavía conservaba la aureola de aquel estudiante de cine que arrasaba sin demasiados problemas en los certámenes; era un gran artista echado a perder.
Para explicar la figura de Lucas, esto es casi inevitable, no hay nada mejor que compararlo con su amigo Spielberg. Ambos empezaron a la vez, ambos deslumbraron con un cortometraje que les valió ser fichados por Hollywood aunque fuesen muy jóvenes, y ambos empezaron dirigiendo largometrajes que hablaban de dos genios en ciernes. Pues bien, a principios de los ochenta Spielberg había conseguido dos taquillazos enormes (Tiburón y Encuentros en la tercera fase), pero se había pegado el batacazo de su carrera con la comedia 1941, por lo que se encontraba en una situación delicada. Los estudios pensaban que los éxitos de Spielberg podrían haberse debido a una racha pasajera y no hubiese sido la primera vez en que un director joven, aun siendo genial, se estancase en la falta de apoyos (¿les suena un tal Orson Welles?). Los estudios sabían que Spielberg tenía una preocupante tendencia a exceder el presupuesto fijado. Para colmo tampoco gozaba del respeto general de la crítica, porque como le había pasado a Alfred Hitchcock, se lo veía como un cineasta populachero, un buen artesano, pero no un artista. Fue George Lucas quien acudió en su rescate, casi como un hermano mayor. Lucas le cedió un personaje que él mismo había creado, Indiana Jones, y convenció a los estudios de que Spielberg merecía otra oportunidad y era el hombre indicado para dirigir lo que después sería En busca del arca perdida. Spielberg modificó el personaje de Indiana Jones y sus ideas eran mejores, pero fue Lucas quien le mentalizó para rodar ajustándose al presupuesto, rodando menos tomas, haciéndolo todo de manera más sencilla. Spielberg podía discutir con él detalles de guion, pero a la hora de seguir una filosofía de rodaje, siguió escrupulosamente sus consejos.
La influencia de Lucas sobre Hollywood se debía, obviamente, a que con Star Wars había creado una institución en la que las películas eran casi lo de menos; estaban los juguetes, el merchandising, los efectos especiales. Lucas tenía la rara habilidad de convertir todo lo relacionado con Star Wars en una máquina de hacer dinero. Y a Hollywood nada le gusta más que el dinero, así que cuando él hablaba, Hollywood escuchaba. Pero además estaba el prestigio artístico del que hablamos, y que se había ganado, esto es un hecho, antes de que el mundo descubriese a Darth Vader y compañía.
El primer largometraje de George Lucas, estrenado en 1971, era una revisión de aquel corto que le permitió ganar concursos nacionales. Titulada THX 1138, la película desarrollaba aún más el concepto de aquel: mostraba un mundo futurista en donde está prohibido el amor y todo el mundo consume barbitúricos para no sentir nada; el protagonista, después de empezar a sentir emociones humanas, decide que quiere escapar. El film causó admiración entre los críticos, aunque pasó desapercibida para el público. Era experimental, lento y para muchos aburrido, pero nos muestra varios de los puntos fuertes del joven George Lucas: una enorme habilidad para componer imágenes fascinantes en el aspecto visual, un uso muy hábil de los efectos especiales de la época y de un presupuesto limitado, un agudo sentido del simbolismo abstracto y, por encima de todo, un enorme talento para el montaje. Lucas tendía a filmar con una cámara inmóvil, pero como dijo Spielberg: «lo que los demás conseguimos mediante la composición y el movimiento de cámara, George lo consigue en la sala de montaje». En fin, hablamos de una película especial, especialmente para ser un debut. No es 2001: una odisea del espacio, desde luego, pero es que esta no era la primera película de Stanley Kubrick, así que la comparación no es justa.
Por lo demás, era una opera prima muy conseguida. Hoy sabemos que Lucas no es un buen director de actores, pero en aquellos tiempos no necesitaba serlo porque contaba con intérpretes de primer nivel que estaban en su mejor momento: Robert Duvall y el siempre brillante Donald Pleasance se encargaron de conferirle vida a sus respectivos personajes incluso en mitad de una historia fría y mecánica. Más allá de los blancos decorados o de la presencia de guardias robot, el montaje de THX 1138 anticipaba buena parte del lenguaje cinematográfico que Lucas (y su esposa) iban a emplear en la La guerra de las galaxias. Esto no significa que ambas películas se parezcan (¡son prácticamente opuestas!) pero la manera en que son montadas las escenas es perfectamente reconocible en las dos. En fin, era una película muy arriesgada para la época —piensen que se estrenó antes que Solaris—, muy influida por la nouvelle vague y una auténtica rareza en el cine estadounidense. Aunque espante a muchos espectadores, THX 1138 es, si no la mejor, por lo menos la más interesante obra de George Lucas. Ya solo la secuencia final, con esa estremecedora música de Bach, merece el visionado de la película, porque creo que vista en su contexto es la secuencia más poderosa que George Lucas ha filmado en toda su carrera.
Con igual justificación se puede discutir si su mejor obra no fue la siguiente, American Graffiti, una película nostálgica centrada en un grupo de adolescentes que se despiden de los años más dulces de la vida cuando terminan el último año del instituto. Menos compleja que THX 1138, se parece a La guerra de las galaxias en una cosa: no importa tanto la calidad de la película en sí como el hecho de que, dentro de ella, sus diferentes elementos funcionan aisladamente a la hora de crear un mundo mágico. Es una buena película, sí, pero son los coches, la música y sobre todo una buena colección de actores jóvenes en estado de gracia los que ayudan a que American Graffiti cobre vida propia. Era mucho menos experimental que su predecesora y de hecho se convirtió en un éxito. Además nos muestra que George Lucas fue un director con más pulso del que llegamos a recordar. Una vez más, Lucas crea una imaginería visual repleta de magia. Esta vez la narración es más directa, pero también en ese registro se le nota un cineasta con personalidad. He oído todo tipo de opiniones sobre ella; para algunos es el momento cumbre de Lucas. Para otros, en cambio, muestra a un director demasiado convencional sin los atrevimientos de su debut y con más finura para elegir decorados que para componer encuadres. En cualquier caso, todo lo que su predecesora tenía de aburrida (a mí no me aburre, pero para entendernos) esta lo tiene de entretenida. Vemos a actores como Richard Dreyfuss o Ron Howard en un gran momento de inspiración. En fin, resulta difícil no sentir ternura hacia esta película.
Después llegó La guerra de las galaxias, y es difícil hablar de esta película sin dejarse llevar por la nostalgia o sin esperar que los más nostálgicos censuren cualquier crítica. Es una buena película, buena pero bastante mejorable, como demuestra el hecho de que El imperio contraataca la mejoró de manera considerable. Tampoco es excesivamente original, y no hace falta que yo enumere aquí los detalles; cualquiera puede consultar las muchas webs donde se enumera todos los elementos que George Lucas copió, adaptó, robó o como lo quieran llamar. Desde un punto de vista cinematográfico diría que es inferior a THX 1138 y American Graffiti, más contenido que continente, pero está claro que tiene algo que las otras no tenían. Dentro de ella todo funciona: los actores, los efectos especiales, la escenografía… Mucha gente, en muchos departamentos, se dejó la piel en aquel rodaje y el resultado así lo manifiesta. Aunque Lucas lo pasó tan mal y tuvo que hacer frente a tantas dificultades que no logró imprimir del todo su sello como había hecho en sus trabajos previos, si hacemos caso a los implicados, que siempre contaron como buena parte del hecho de que la película funcione se consiguió en la sala de montaje, salvando un producto que parecía condenado al caos. En cualquier caso, el mérito de Lucas fue atreverse a revivir un género tan desprestigiado como el de la space opera, de consumo principalmente infantil y juvenil, en un momento en el que la ciencia ficción estaba buscando precisamente la respetabilidad adulta. Se esforzó por que La guerra de las galaxias tuviese el más digno despliegue de medios a su alcance, pese a que antes de terminarla no eran pocos los que pensaban que el argumento era estúpido, pueril o directamente no tenía sentido. El premio a la osadía de Lucas fue un éxito descomunal que no hace falta describir.
Y después, nada. Uno de los hechos más significativos y sorprendentes en la carrera de George Lucas es que no volviese a dirigir una película en veintidós años. Para alguien que se había mostrado tan apasionado por filmar, parece una aberración. Pero de repente se sintió más cómodo en la piel del empresario. En realidad no fueron años estériles; su empresa Industrial Light & Magic marcó el devenir de los efectos especiales y con ella, básicamente, cambió las técnicas visuales del cine para siempre, si bien a través de películas dirigidas por otros, especialmente por Steven Spielberg. Lucas, a través de sus empresas, tuvo también tuvo un papel importante en el desarrollo de los videojuegos y la animación, no en vano nacieron bajo su sombra cosas como Pixar. Aun así, los críticos lamentaban que el director de THX 1138 y American Graffiti se hubiese acomodado por culpa de Star Wars. Su prestigio continuaba intacto y además tenía el amor incondicional de toda una generación de fans de la saga. Se lo seguía considerando un artista visionario, reconocimiento que a otros les costó mucho más ganar. Aunque Lucas ganaba mucho dinero, de cara a taquilla el auténtico «rey Midas de Hollywood» era Spielberg, quien superados los problemas de 1941 pegaba un taquillazo detrás de otro, pero sin obtener un prestigio parecido como artista, al menos entre la crítica o la Academia. La bofetada más sonada se la llevó en 1986 cuando su película más «seria» hasta la fecha, El color púrpura, estuvo nominada para once Óscar y no se llevó ninguno. En su día, aquello fue interpretado como un abierto desprecio hacia Spielberg. Después de aquello, sus películas se volvieron más irregulares, como si hubiese perdido el interés por impresionar al mundo. Al menos hasta que obtuvo el reconocimiento general que merecía cuando La lista de Schindler se llevó siete Óscar en 1994. Pues bien, mientras Spielberg se peleaba por ser tomado en serio, George Lucas era una voz a la que se seguía escuchando, por ejemplo cuando protestó por la nefasta idea de colorear antiguas películas en blanco y negro. Hoy parece casi irreal, pero antes de las precuelas todo el mundo respetaba a George Lucas.
¿Qué le sucedió? Está claro que su problema era, y sigue siendo, la desconexión con la realidad. George Lucas tenía tanto poder que siempre estaba rodeado de gente que le decía sí a todo. Y que había perdido la pasión por dirigir es algo que se percibe en cualquier documental sobre el rodaje de las precuelas: hasta el anciano Kurosawa era más activo que Lucas en aquellos rodajes. Casi parecía estar allí de visita. Él mismo admitió que su motivación para volver a ponerse tras las cámaras no era puramente artística, sino más bien técnica. La culpa la tuvo, cómo no, Parque Jurásico, el largometraje que a efectos de CGI lo cambió todo. Como siempre, Spielberg usaba efectos de IL&M, y Lucas admitió haber soltado alguna lágrima cuando, al contemplar los dinosaurios de su amigo Steven, entendió que gracias a su propia empresa los ordenadores habían llevado el aspecto visual del cine a otro nivel. Para rodar ya no tendría que pasar por los apuros de La guerra de las galaxias. Ahora podría rodar películas situadas en cualquier punto de la galaxia sin apenas necesidad de abandonar el estudio donde tuviese montada una pantalla verde para las transparencias. Unos actores, y todo un entorno creado por ordenador. No resulta extraño que las precuelas fuesen tan malas. George Lucas ni siquiera quería hacer cine. Lo suyo se parecía más a querer elaborar un videojuego. Aquello arruinó por completo su prestigio artístico y, con el tiempo, también su relación con los fans.
Tras las precuelas, las tornas habían cambiado. Spielberg tendrá sus películas mejores y peores, pero es evidente que ama su oficio y que, más allá de algunas concesiones a lo comercial, siempre ha intentado hacer algo válido como artista. Ha continuado tomando riesgos como director, y por ello su legado artístico le sitúa como uno de los más grandes grandes cineastas de todos los tiempo. Entretanto, las tres únicas películas de prestigio de George Lucas tenían ya décadas de antigüedad, tanta que casi nadie las recordaba. Sí, la gente ve La guerra de las galaxias, pero THX 1138 y American Graffiti apenas interesan al público más joven. Para colmo, Lucas se ha obsesionado con retocar constantemente sus viejos films, y no solamente la saga Star Wars ha sufrido esos retoques que tanto han enfadado a sus seguidores. También añadió o modificó escenas en THX 1138, y esos añadidos fueron tan innecesarios e infantiles como los de la trilogía espacial, si bien menos molestos en el conjunto de la película, exceptuando la modificación del color en todo el metraje. No lo censuro: muchos directores retocan sus antiguas películas. El problema es que Lucas no facilita que también se pueda acceder a las versiones originales; en el mejor estilo del Gran Hermano, quiere que solamente las versiones retocadas se conserven para la posteridad. Y esto sí es un problema. Cuando la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos quiso añadir La guerra de las galaxias a sus archivos y pidió a Lucas una copia de la película tal y como había sido estrenada en 1977, este se negó. Culturalmente, semejante actitud es una barbaridad impropia del artista que Lucas fue un lejano día. Imaginen que alguien quisiera escribir un artículo sobre la evolución de los efectos especiales en el cine y no pueda acceder a THX 1138 o La guerra de las galaxias en sus versiones originales, sin los añadidos posteriores. No hay forma de comprobar qué efectos usó en su día y cómo, sin dudar sobre que hayan sido retocados. Lucas dice que son sus películas y que por eso hace lo que quiere con ellas. Pero piensen también que imposibilitar el acceso a los originales se carga el trabajo de técnicos que en su día hicieron todo lo posible por conseguir los mejores resultados con la tecnología de entonces; sin aquellos técnicos, George Lucas no sería nadie. ¿Cómo lo agradece él? Borrando o modificando el trabajo de aquellos técnicos e impidiendo que el público pueda admirar la labor que hicieron tal y como la hicieron.
Malas películas, retoques innecesarios en las que no eran malas (hasta las no dirigidas por él) y comentarios avinagrados sobre las críticas de prensa y público llevaron a Lucas a las cotas más bajas de respetabilidad artística que haya conocido un cineasta de renombre. Muy significativo fue que ahora fuese Spielberg quien empezó a actuar como hermano mayor, defendiendo a Lucas incluso más allá de lo razonable. Porque dudo mucho que Spielberg se crea de verdad los elogios que dedicó a La venganza de los Sith. Esto, claro, sonaba casi a caridad. Pero por muy dañada que estuviese su reputación, sus amigos directores insistían en que tenía talento. Lo que no podían pretender es que la gente no sintiese un cruce de cables. Grandes directores han vivido horas bajas en cuanto a inspiración, pero la apabullante mediocridad de las precuelas solamente tenía tres posibles explicaciones. Una, que Lucas no tenía talento. Dos, que le importaba un carajo todo excepto ganar dinero. Tres, que intentó hacerlo bien, pero que ya no estaba en contacto con la realidad. Personalmente, me inclino por la tercera opción. Aunque después recuerdo que Lucas estaba ya supervisando efectos especiales antes de tener terminados los guiones,y dudo de si en realidad no es el caradura más grande de la historia del cine. Pero no; me resisto. Creo que todavía había un artista dentro de él. Lo demuestra la manera terminante en que le negó a su amigo Spielberg la posibilidad de rodar por lo menos una película de Star Wars. ¿Se imaginan eso? ¡Star Wars rodada por Spielberg! Y no será por lo mucho que el pobre Steven rogó y suplicó, algo que ha reconocido él mismo, además de decir, y esto es muy significativo, que cree que Lucas no le dejó porque no quería compartir el patriarcado de la saga.
Así que cuando Lucas se embarcó en el infortunado proyecto Red Tails, aquella superproducción basada en la historia real de un escuadrón de aviadores negros en la Segunda Guerra Mundial, era patente que intentaba recuperar su prestigio con un largometraje de épica heroica y moralizante. Lo hacía, sí, desde el papel de productor… entre comillas, porque se involucró tanto que llegó a rehacer escenas para dirigirlas él mismo, entrometiéndose en la labor del verdadero director, Anthony Hemingway. Este iba a debutar en cine después de una prolífica carrera televisiva que incluía algunos episodios de The Wire, Fringe, CSI o Heroes. La jugada parecía estudiada de antemano: un director televisivo de prestigio para el que Red Tails era su primer largometraje en celuloide, algo que permitiría a Lucas tener un control total sobre la producción. Algunos observadores, de hecho, se preguntaban si aquello no demostraba que en realidad Lucas quería dirigir pero no se atrevía a recibir otra avalancha de menosprecios. Yo creo que Red Tails era una especie de apuesta para, si todo salía bien, volver a dirigir escudándose en un film prestigioso que no habría dirigido él, pero casi. En cualquier caso, su proyecto no interesaba a los estudios y Lucas empezó a ir de entrevista en entrevista acusando a esos mismos estudios de «racistas» por no querer financiar una película con reparto totalmente negro. Tras mucho lloriquear y viendo que ni con aquellas acusaciones aparecían capitalistas, terminó pagando la película de su bolsillo. Pero no sufran, porque dado el tamaño de su fortuna esto apenas lo iban a notar sus contables. Eso sí, lo hizo desplegando lo peor de su fallido sentido de las relaciones públicas en una embarazosa campaña para que el público afroamericano acudiese a ver Red Tails casi por obligación moral. La idea era que si la película fracasaba, el cine de temática afroamericana estaría en peligro. La gente no respondió a su llamada. Es decir, al principio la gente fue a verla, pero como era tan mala se corrió la voz y resultó que el orgullo racial no basta para que un espectador negro pague su entrada. Lucas descubrió que, ¡oh!, los actores negros, como todos los demás, van al cine para pasarlo bien, no para hacer campaña en pro de las veleidades moralizantes de un productor blanco que además es multimillonario. La película era plana, superficial, estaba mal escrita, repleta de diálogos acartonados y clichés. Recuerdo el artículo de un crítico (estadounidense y negro, por más señas) que con finísima ironía desmontaba los ridículos argumentos raciales de Lucas, recordándole que existía un cine afroamericano rentable para un circuito que Lucas no había mencionado (ni apoyado) jamás, o recordándole que Spike Lee había conseguido el éxito internacional con películas de reparto casi totalmente negro. La cosa era obvia: no es que los estudios y distribuidores hubiesen rechazado su película por tener un reparto negro, sino por tener un reparto de segunda. Con gente como Denzel Washington y Will Smith en los papeles principales, ¿la hubiesen rechazado tan fácilmente?
Red Tails perdió mucho dinero, unos setenta millones de dólares, algo que la convertía, con perdón, en uno de los grandes hostiones financieros de la década. Insisto, el bolsillo de Lucas apenas lo ha notado, pero no deja de ser una fortuna que hubiese podido hundir a productores más pequeños. Aun así, George Lucas, que tanto había acusado de quejicas a los fans de Star Wars, no dejaba de acusar a todo el mundo cada vez que algo le salía mal. Cualquier cosa menos admitir que su película era muy mala. Mientras, Spielberg continuaba defendiéndole con admirable fidelidad, pero no sin añadir un toque sibilino a su actitud protectora, como cuando le recordaba —delicioso toque de sarcasmo— que también él había tenido que pagar Lincoln de su bolsillo. Lo que Spielberg no dijo en público, y no sé si lo dijo en privado, pero ya se lo digo yo, es que Lincoln era una gran película, mientras que uno no podía terminar de ver Red Tails sin sonrojarse varias docenas de veces. Pero bueno, Lucas no puede hacer algo sin meter la pata. Hasta cuando vendió la saga Star Wars a Disney dijo algo tan cómicamente inapropiado como que la había vendido «a los esclavistas blancos». Este tipo necesita un asesor de imagen con urgencia. Entretanto, El despertar de la Fuerza ha conseguido un enorme éxito. Herido una vez más en su orgullo, Lucas ha repetido lo de costumbre: que quiere volver al cine experimental de sus inicios. Lo dice sabiendo que ya es lo único de su legado que la crítica respeta. Por supuesto, no lo ha hecho. Ya no es un hombre joven y hace cuatro décadas desde que dirigió algo decente. Ha llevado la vida de un millonario, no la de un artista, así que dudo que tenga un ápice de la chispa creativa necesaria. Con aire de resignación ha terminado admitiendo que quizá no es buen director y que también tiene serios defectos como guionista, aunque aún sostiene que es un gran montador, algo completamente cierto en lo que insisten desde siempre Spielberg y Coppola. Soy el primero que admite divertirse cada vez que Lucas mete la pata, pero es triste ver a alguien como él convertido en una parodia de lo que pudo ser.
Nunca sabremos qué pudo haber sido. Me cuesta pensar que alguien tan propenso a abandonar la dirección en su momento tuviese un impulso creativo verdadero, aunque después veo sus primeros trabajos y me doy cuenta de que había puesto mucha pasión en ellos. Puedo entender que no quiera involucrarse en grandes rodajes, pero nada, absolutamente nada, ni la salud, le ha impedido ponerse a rodar esas películas experimentales de las que tanto habla. Tiene los medios, e incluso hoy cualquiera acudiría al instante para trabajar con él, si él lo pide (bueno, menos el pobre Jake Lloyd, supongo). Bueno, está en su derecho de que el dinero le guste más que el sillón de director, y desde luego lleva mucho tiempo demostrando que ha perdido toda clase de visión artística. Tal vez, como decía Coppola, debería rodar documentales. Pero realmente creo que de no haber existido La guerra de las galaxias Lucas hubiese sido capaz de crear algunos títulos interesantes más. Hay tanta gente obsesionada con el mundo de Star Wars que supongo que no ven esto como una pérdida cultural, y todo les parecerá bien mientras tengan su camiseta de Darth Vader, pero para mí toda la historia de George Lucas tiene un inquietante tono fáustico. Miro al cine y veo algunas películas que deberían estar ahí, pero ni están, ni sé cuáles son. A estas alturas de la vida, creo que cambiaría la existencia de Star Wars por conocerlas. Veo a Robert Duvall con la cabeza rapada siendo detenido por dos policías mecánicos de siniestra amabilidad, o veo el Mels Drive In, el restaurante más parecido a una nave espacial que el mundo ha conocido, y me pregunto qué otras imágenes, cuántas otras imágenes, podría habernos obsequiado este tipo. En algún lugar, en algún universo paralelo, George Lucas ha dirigido diez, quince películas, de las cuales por lo menos seis o siete son muy buenas. Tendríamos una colección de planos memorables, y no los mismos de Luke Skywalker en el desierto, una y otra vez. Yo cambiaría ya mismo. No veo motivo por el que un cine con el George Lucas que nunca llegó a existir fuese un cine mejor. Dicen los músicos que las notas más importantes son las que no tocan. Pues, por qué no, las películas más importantes de George Lucas quizá son las que nunca ha dirigido.
A ver.
Sin duda, soy el primero en echar de menos a aquel George Lucas que pudo haber sido, pero me parece un poco exagerado preferir la no existencia de la primera trilogía Galáctica a esos futuribles filmes. Star Wars es un hito cultural y estético de primera magnitud; los sucesivas tuneos de su creador y la actitud molesta y redundante de los fans no quitan en este hecho. Da la impresión que el redactor de este artículo quiere quitarles importancia.
Por otro lado recordemos también que Coppola al igual que Spielberg fue rescatado por Lucas. A este segundo le produjo la película Tucker un hombre y su sueño tras una serie de calamitosos fracasos.
Que por cierto:
«Más allá de los blancos decorados o de la presencia de guardias robot, el montaje de THX 1138 anticipaba buena parte del lenguaje cinematográfico que Lucas (y su esposa) iban a emplear en la La guerra de las galaxias. Esto no significa que ambas películas se parezcan (¡son prácticamente opuestas!) pero la manera en que son montadas las escenas es perfectamente reconocible en las dos.»
Me gustaría saber algunos ejemplos de lo que se dice de ese montaje.
Pedazo de artículo, aunque no comparto la conclusión: yo prefiero haber tenido Star Wars.
Por otro lado, 1941 me gustó mucho más que Tiburón y Encuentros en la 3º fase, así que debo ser un poco friki.
¿Otra vez a vueltas con George Lucas y Spielberg? ¡Déjalo ya, cansino!
Quizá las cosas están mejor así. George Lucas nunca debió dejar de hacer Star Wars porque su historia (Darth Vader) en el fondo es la suya propia.
A saber, un diamante en bruto con tremendo potencial (Anakin) que acaba sucumbiendo al lado oscuro. Será el mismo el que busque su redención entonando el «Tenías razón, dile a tu hermana que tenías razón». Vamos una tragedia griega en toda regla.
Gran artículo :-)
El escritor del articulo, al parecer detesta las precuelas, cosa que respeto pero no comparto. Creo que en su conjunto y en especial episodio III fueron un digno nacimiento de Darth Vader y sobre todo del Emperador como absoluto villano. Para hacer un articulo hablando pestes de Lucas mejor hacer uno J.J Abrams y de como se cargó 6 películas para empezar de nuevo cual telenovela, con un villano patético y una secta neoimperial.
PD: Espero el articulo sobre Abrams.
Gran artículo.
Soñaré con como habría sido una de Star Wars dirigida por Spielberg.
Nunca he visto ninguna de Star Wars y nunca me había interesado lo más mínimo en saber quién es G. Lucas y menos en quién podía haber sido. pero gran artículo.
¡Usted sí que sabe! Veo esperanzado que un mundo mejor es posible…
¿Tiene sentido seguir creando cuando dentro de tu oficio artístico has alcanzado el reconocimiento masivo, no sólo una película, sino todo un universo a su alrededor?
Uno de los alimentos básicos para cualquier creador es irremediablemente el favor del público, entonces se podría pensar ¿por qué continuar si crees que lo posterior siempre será peor recibido?
Invito a mi querido Emilio de Gorgot a un artículo sobre la otra cara, los realizadores cuyo mayor impulso vital haya sido el de rodar, más allá de reconocimientos masivos, crisis personales, etc… caso de Cassavetes, Oliveira o el propio Orson Welles.
En lo musical sería bastante chulo un artículo sobre la Velvet en algún momento.
La sociedad se sostiene de clichés. Es lo único que explica el éxito de la saga. Clichés, que también se llamaban mitos, pero un en un mundo de ciencia ya no se puede decir eso.
Sobre el comentario de Jinete, existe una leyenda urbana que dice que «El retorno del Jedi» fué realmente dirigida por Spielberg, pero no se por qué motivo no se podía acreditar.
Y para Durruti77, me alegra saber que un par de amiguetes y yo no estamos solos en el mundo. ¡Adoro 1941! Esos amiguestes y yo la vimos de estreno, con 15 años, y disfrtamos como gorrinos en una charca. La he visto docenas de veces, y no me canso de ella. Spielberg la definió una vez como «visitar la Oktoberfest, como una ruidosa pelea entre borrachos».
La verdad es que lo único que me ha llamado la atención del artículo es que Lucas deba ceder sus películas en la versión de 1977. Es como pedirle a Velázquez que borre las últimas pinceladas de Las Meninas, que el cuadro te gustaba más sin ellas.
Yo siempre he tenido la sensación de que la trilogía original (lo que después de hacer la primera peli denominaron Episodios de IV al VI y que Lucas nos vendió como una serie que ya tenía en su cabeza antes de hacer la primera) le salió de casualidad. Vuelto a ver el Episodio IV, no veo que hubiera una saga familiar en esa película; Mark Hamill era el galán y su objetivo era ligarse a la chica guapa; por supuesto no eran hermanos ni hijos de Vader, que nunca fue un Jedi, y el papel de Han Solo es añadir tensión sexual al romance de Leia y Luke. No es que estuvieran ocultando hábilmente el desarrollo, es que no había desarrollo como no tenían pensado realizar continuación alguna, cosa que por entonces no se estilaba y que es la razón de que le dejaran a Lucas quedarse con los derechos (lo mismo que el merchandising). Reaccionaron sobre la marcha y la cosa salió bien, y eso es mérito de Lucas, pero no era ni mucho menos un plan preconcebido. Por eso, cuando tuvo todo el poder y el dinero para hacer lo que quería y lo pudo planificar tranquilamente, los resultados no fueron los esperados. No se puede repetir algo que te sale de casualidad.
Sinceramente, Star Wars fue una casualidad. Lucas tiene un talento enorme para algunas cosas … pero no es ni mucho menos el genio total del cine que piensa de sí mismo que es.
Totalmente de acuerdo. Siempre he pensado que Lucas fue inventando sobre la marcha la historia, dando toques de efecto en cada nueva entrega. Me parece que todo lo desarrolló de forma muy oportunista y en las 3 primeras entregas le salió todo rodado, pero en las precuelas ya no coló.
Concuerdo totalmente con la apreciación. La saga no creo que fuese tal. Ni siquiera las tres primeras. Un gran invento de marketing.
Otra más que está de acuerdo. En las dos primeras se intuye un posible romance entre Leia y Luke (beso en El Imperio contraataca, ¿hola?) y en la tercera resulta que son hermanos. Claro está que siendo Han Solo el tercero en discordia Luke no tenía nada que hacer. ¿Es Lucas un genio del cine? Pues no lo sé. Le reconozco el mérito de habernos regalado algo maravilloso como es Star Wars y creo que ha demostrado buen instinto con otras películas y creaciones. Y de joven era guapísimo. A ver si le viene de ahí el ego subido.
Pues sí, porque el que cumplía con el perfil de galán de finales de los 70 era Hamill y no Harrison Ford, que era un actor ya mayorcito que no había tenido éxito y que compatibilizaba su trabajo de carpintero con los pequeños papeles que le conseguían. Su papel era secundario, pero de todos los integrantes del casting, sólo él era realmente una estrella de cine, aunque nadie lo supiera, y se los merendó a todos. Misterios de cine.
En todo caso, Lucas fue un maestro de la improvisación y tiene el mérito de haber aprovechado lo que la suerte le ofreció: un actor-carpintero que en realidad ha sido una de las mayores estrellas de cine de los últimos años.
No veo nada para el «lamento» en eso de que Lucas dejase la dirección. No dudo que fuese visionario y todo eso, pero buen director nunca lo fue. En cambio como productor y precursor de técnicas e innovaciones cinematográficas ha hecho una labor mucho más destacable.
Quizá no tenga esto mucho que ver, pero ¿no os parece que el fenómeno fan destruye la libertad creativa de las obras originales?. Todo este fervor por Star Wars (al que te sumas o parece que no te corre la sangre) da productos tan flojitos como «El despertar de la fuerza» bajo el amparo de «es para fans», que en realidad quiere decir «no nos vamos a enfangar no sea que alguien se rebote». El fenómeno fan, tal como creo que lo entendemos todos aquí, es siempre perjudicial.
Alguien me comentaba la bajada de nivel de «El ministerio del tiempo» (por poner ejemplos cercanos) que ha venido precedido de una pequeña gran masa de gente que se declara fan de la serie. El querer contentar a tus seguidores parece que es sinónimo de tener que unificar a todos a la baja no vaya a ser que alguien se pierda, y creo que por ahí perdemos mucho talento constreñido.
No quiero (en este caso) ver películas o series que piensen en mi, quiero que los autores vayan exclusivamente por donde su capacidad creativa les lleve.
PD: Entiendo que hay que vender tu producto (yo me dedico justamente a eso) pero no hagamos tanto caso a esa supuesta «opinión pública» de las redes sociales, porque eso es un pifostio en el que ni dios sabe muy bien que criterios destacar.
Pingback: Interessante Links und Nachrichten 14.03.2016ff - Aleks Weltweit
Necesitamos otro artículo que relate el descenso a los infiernos de Francis Ford Coppola, otro que no levanta cabeza desde que se dedicó a cuidar sus viñedos en su palacete del Valle de Napa…
(Lo de su hija, Sofía, ya es directamente un caso perdido)…
Penoso articulo , su autor parece el chico del abrazo o puñetazo que tanto critica y como no un gran desconocedor de la figura de George Lucas. La visión de Emilio si está anclada en una realidad que nunca existió.
Para empezar, su figura ya ha pasado a la historia, su legado es imborrable. De hecho fue el primero en alcanzar tal nivel, tan alto que jamás necesitó hacer nada más.
Cuando todos estemos muertos, incluso seguramente las películas de sus «rivales» olvidadas, seguirán vendiéndose su universo, desde películas a juguetes.
El Instituto de cine americano, cuya finalidad es preservar el cine y rendir homenaje a las figuras más relevantes, únicamente ha premiado honoríficamente a 12 directores , son:
John Ford , Orson Welles , William Wyler, Alfred Hitchcock , Frank Capra , John Huston , Billy Wilder , David Lean ,Steven Spielberg ,Martin Scorsese , Robert Wise y GEORGE LUCAS.
Me enfada profundamente la ignorancia de muchos, ahí está un señor que ha dirigido un par de películas, un mal director según muchos. El motivo?.
Muy sencillo con una única película cambio la historia del cine para siempre, fijo todos los parámetros del cine moderno. Hablan de Spielberg, ejemplo perfecto, fiel usuario de la fórmula que fijó Star Wars. Todo Hollywood lleva replicándola desde su estreno.
Y no sólo eso, es el autentico impulsor del cambio tecnológico del cine, el individuo que creo todas las herramientas actuales , el cine del celuloide pasó a la revolución digital. En lugar de crear esas 10 o 15 películas , puso todo su empeño en cambiar todo el proceso técnico, desde la grabación, el montaje, edición, proyección , al desarrollo del cgi.
Cada vez que un aficionado edita un video en un pc, se lo debemos a George Lucas. O la posibilidad de ver una película de Pixar, o las bondades de una proyección digital. Todo es gracias a Lucas.
Ese hecho diferenciador, lo distingue sobre el resto.
Es un merito que muy pocos conocen, Peter Jackson lo dijo muy claro, George Lucas es el Thomas Edison del cine moderno.