Empezaremos a lo bruto, con una hipótesis de trabajo maximalista: la agricultura española no tiene futuro. Es más, en realidad toda la agricultura europea no tiene futuro. No es competitiva. No sobreviviría sin la PAC, la Política Agrícola Común.
Bien, esto puede sonar muy fuerte, pero cualquiera que haya visto más de tres programas seguidos de Agroesfera, el programa dedicado al campo de La 2 de Televisión Española, verá que la palabra clave es «subvención». Subvención, subvención, subvención, y por debajo y por encima otro concepto económico: cuotas. Cuotas para todo, no solo para el campo, también para la pesca y para la ganadería. Cuotas, subvenciones y multas, de eso va la agricultura española, de eso va la agricultura europea.
Vale, vamos al otro extremo, vamos a lo local, lo cercano. Yo tengo un tío que vive del cultivo de la naranja. En realidad la frase es falsa. Debería decir «yo tengo un tío que vive de las subvenciones por el cultivo de la naranja, y de la política proteccionista de la Unión Europea». Y sí, digo política proteccionista y no librecambista, porque, aunque dentro de la Unión en teoría haya «libertad de circulación de bienes, mercancías y personas», eso no quita para que respecto al resto del mundo la política de la Unión sea muy proteccionista. Y eso no solo vale para la agricultura, vale también para la industria. Naturalmente tiene toda la lógica. Todas las metrópolis han sido proteccionistas. No dejaban que nadie metiera mano en sus colonias, pues asegurarse un mercado colonial seguro era básico para su economía nacional. Ahora ya no hay colonias, por tanto ya no hay mercados seguros. Así que algo había que inventar…
Pero por desgracia el proteccionismo tiene muchos inconvenientes. Si tú eres proteccionista, los otros también son proteccionistas. Si tú no dejas que los demás te vendan su arroz, sus naranjas, sus coches, su trigo, entonces los otros tampoco te van a dejar vender tu acero o tus ordenadores. Pero volvamos a mi tío agricultor. Una vez mi padre se lamentaba al ver tantos campos de naranjas abandonados y mi tío le contestó tajante: «¡De pena nada! ¡Más campos tendrían que estar abandonados! ¡La mitad de los campos tendrían que estar abandonados!». Mi tío no estudió economía en la escuela, desde luego, pero sabe una cosa elemental: a más oferta precios más bajos. ¿Que la Unión Europea te pague para no producir? Sí, tiene toda la lógica. Es la ley del mercado.
Pero lo curioso es que al final resulta que la agricultura occidental, la agricultura de los países libres, está tan planificada como lo estaba la agricultura soviética. Y yo me pregunto, ¿pero alguna vez no ha sido así? Pobre Adam Smith si saliera de la tumba. Pobre David Ricardo, pobres economistas de la escuela de Mánchester, pobres fisiócratas franceses. «Dejar hacer, dejar pasar». ¡Ah! ¡Qué metido en el cuerpo tenemos el liberalismo económico! Pero ¿alguna vez los Gobiernos han dejado de intervenir en la economía?
A mí me hace mucha gracia que hasta los mismos ingleses sucumbieran varias veces al proteccionismo, y no solo durante la crisis del 29, cuando todo el mundo se volvió fanáticamente proteccionista, sino mucho antes, en plena primera Revolución Industrial, mientras iban predicando el liberalismo por allí donde pisaban. En 1848 el Gobierno inglés aprueba una ley proteccionista. Ahí no se llega sin un largo y violento debate. De un lado están los agricultores y ganaderos ingleses, incluidos los grandes propietarios, que ven que no pueden competir con el trigo americano y con las carnes argentinas. Del otro lado están los grandes empresarios industriales, que quieren vender sus productos manufacturados por todo el mundo. Y al final ganan los proteccionistas, lo cual va contra toda la lógica porque en este momento el sector primario está en declive y lo que está que se sale es el sector secundario. Pero claro, la gente tiene que comprar productos básicos, y qué producto más básico que el pan.
«Pan y circo», decían los romanos. Con eso basta para gobernar. El trigo y el proteccionismo siempre van unidos. El trigo y el control estatal de la economía también.
¿Alguien se acuerda que pasó con la Ley de Precios Máximos jacobina? Bueno, pasó a mejor vida tan rápido como rodó la cabeza de Robespierre. Vale. En realidad esto no era nada nuevo, nada «radical». A Esquilache no le costó la cabeza, pero sí el destierro. Y eso que estamos en un Gobierno absolutista de rostro humano, podemos decir. Y sí, Esquilache pretendía justo lo contrario, liberalizar los precios, pero el problema de fondo es el mismo: el Estado tiene que intervenir en la economía, tiene que dictar leyes económicas, con la misma finalidad: que no se produzcan crisis de subsistencia, pero, al mismo tiempo, que no haya demasiados excedentes, porque tan malo es lo uno como lo otro, tan malo es que sobre como que falte, ya que ambas cosas provocan los motines, y el rey, por muy absolutista o por muy parlamentario-constitucionalista o liberal que sea, sabe que los motines son una cosa muy peligrosa, que si no se controlan a tiempo pueden devenir en revolución.
Lenin y Stalin se tuvieron que tragar su comunismo de guerra. Los rusos se morían de hambre. Al final, la única solución fue la NEP, Nueva Política Económica, que, como bien reprochó Trotski, era una traición a la idea de base del comunismo. Pero funcionó. Dejar que los agricultores pudieran disponer libremente de sus cosechas hizo aumentar la producción. La iniciativa privada dio más trigo al Estado que todas las requisas obligatorias. Luego, cuando la gente ya no se moría de hambre, Stalin decidió que era momento de cargarse la NEP y de volver a la ortodoxia. Empezó la colectivización y el resultado fue que los rusos volvieron a morirse de hambre. Se cuenta que algunos ganaderos preferían matar sus vacas antes que entregarlas a los koljós, las granjas colectivas. No sé hasta qué punto esto fue la excepción, pero sí que es muy cierto que la colectivización se tuvo que imponer a la fuerza, con muchísimas detenciones y con una represión brutal contra los kuláks, los agricultores que más se habían beneficiado de la NEP.
¿Y Franco? El Gobierno franquista era todo menos comunista, por supuesto. Pero la política autárquica no se diferenciaba mucho en la práctica de los planes quinquenales soviéticos. Pero vamos al trigo, que siempre está en el meollo del asunto. Después de la Guerra Civil los españoles también se morían de hambre. Y el Gobierno, además de las cartillas de racionamiento, tuvo que tomar otras medidas planificadoras. Una de las más importantes fue el «Servicio Nacional de Trigo». La idea era buena, claro está. Se trataba de controlar los precios y la producción para que todo el mundo tuviera un pedazo de pan que llevarse a la boca. Pero ¿cuál fue el resultado? Ese es otro tema…
¿Aumentó la producción? ¿Aumentó la cantidad de pan disponible? No. Lo que aumentó fue el mercado negro, lo que aumentó fue el estraperlo y la corrupción administrativa. En 1943, según fuentes oficiales (es decir, que posiblemente la cifra real sería superior), el treinta por ciento de la cosecha era desviada al mercado negro. ¿Y desviada por quién? Pues por los productores, claro está. Y la coña o la gracia del asunto es que los mayores productores de trigo eran los más franquistas de entre los franquistas, o al menos uno de los núcleos duros del nuevo régimen: el lobby triguero castellano.
Un tal Onésimo Redondo, por ejemplo, un señor muy conocido como fundador de las JONS junto con Ramiro Ledesma, era el secretario y abogado de un sindicato de agricultores propietarios, el Sindicato de Cultivadores de Castilla la Vieja. ¿Y qué habían hecho estos sindicatos en los años inmediatamente anteriores a la Guerra Civil? Pues fastidiar al Gobierno republicano todo lo que habían podido y más. En otro artículo, hace tiempo, hablaba de Gabriel Jackson y de su libro La República española y la Guerra Civil. Es un libro fundamental para entender este periodo. Lo que me interesa ahora es recordar cómo los grandes productores de trigo español mentían en sus datos oficiales, diciendo que la cosecha era más escasa de lo que realmente era, no solo para hacer subir artificialmente los precios, sino para tener argumentos contra las medidas agrícolas del Gobierno republicano de izquierdas. Y lo cierto es que esta política les salía bien, pues las clases medias conservadoras y los grandes caciques se ponían la mar de contentos y se escandalizaban fantásticamente pregonando cómo el país se iba directo al desastre; y mientras el Gobierno tenía que comprar trigo extranjero, los mismos que tenían los almacenes llenos y podían reventar el mercado en cuanto les apeteciera se lo pasaban pipa gritando a los jornaleros: «¿Tenéis hambre?¡Pues comed república!». Y estaban en su derecho, pensaban ellos, porque sus intereses eran «los intereses de la nación», como siempre había sido y como siempre debía ser. ¿O no?
Pero si les iba bien era en gran parte porque no estaban solos. de eso nada. ¿Qué tiene en común un agricultor de Valladolid con un industrial textil catalán y con un empresario minero vasco?
Es fácil. «Es la economía, imbécil», que dijo alguien. ¡La economía! Y aquí, en España, la economía es lo mismo que decir el proteccionismo. Lo dice muy clarito Solomo Ben-Ami en su libro sobre Primo de Rivera, El cirujano de hierro. Pongamos por ejemplo lo que pasó en 1923, con el segundo Gobierno de García Prieto. Este gabinete había optado por revisar a la baja los aranceles proteccionistas de Cambó y negociar un tratado comercial con algunos países europeos y con los Estados Unidos. Eso supuso el rechazo rotundo de la burguesía catalana, que acusó al Gobierno de «abandonar los intereses industriales a favor de la lastimosa agricultura y de los llamados intereses del consumidor». Y esto supuso algo más: que toda la burguesía catalana aplaudiera el golpe de Estado de Primo de Rivera. ¿Y qué hizo Primo de Rivera nada más llegar al poder? Pues revocar la medidas librecambistas de García Prieto.
Pero los empresarios catalanes no estaban solos, ya lo he dicho. Los agricultores trigueros tampoco tenían ningún interés común con los agricultores vinícolas y hortofrutícolas, que eran los de la «lastimosa agricultura». Si el proteccionismo beneficiaba al trigo, perjudicaba gravemente a los exportadores de cítricos valencianos, por ejemplo. Y sí, esos no tenían tanto poder político como sus colegas trigueros, y por eso durante el siglo XIX y durante el siglo XX casi todas las leyes económicas son proteccionistas. Sin contar el intento de Espartero de negociar un tratado con los ingleses, que como es sabido fue una de las principales razones por las que tuvo que dejar el Gobierno (no sin antes no haber lanzado unas cuantas bombas sobre la insumisa Barcelona), tenemos solo un breve momento librecambista: la ley Figuerola de 1869. Y no es casualidad que sea en 1869, es decir, justo cuando acaban de darle la patada a Isabel II, porque en cuanto vuelvan los borbones y se asiente la Restauración volverá el proteccionismo, con el arancel de Cánovas de 1891.
Al final la cosa es muy simple. Hay que acabar con la competencia. Los ingleses y los franceses aprovecharon la guerra napoleónica para destruir «accidentalmente» todos los telares catalanes que pillaron por delante. Y en el caso de los ingleses es más grave, porque supuestamente venían a la península para ayudarnos, como aliados, pero no venían gratis: como contrapartida los españoles tuvieron que dejar que los barcos ingleses pudieran comerciar libremente con las colonias americanas. Por supuesto que en ese momento, con el descontrol político y la invasión napoleónica, tampoco podíamos hacer nada por proteger el mercado colonial. Pero los ingleses ya habían empezado a meter mano antes, bastante antes. Se habla mucho de los Tratados de Utrecht y Rastadt. Pero se habla poco de la letra pequeña de dichos tratados. Y en esa letra pequeña hay dos cosas muy importantes, porque son la grieta por donde va a derrumbarse todo el monopolio colonial: el control del tráfico de esclavos (llamado «asiento de negros»), que pasa a manos inglesas, y el permiso para comerciar directamente con las colonias, mediante el «navío de permiso», o lo que es lo mismo, que los ingleses pueden botar un barco lleno de mercancías y venderlas en las colonias una vez al año y con un tope de quinientas toneladas. Un barco al año puede parecer poco, pero a esto se suma el contrabando y además hace que los criollos empiecen a plantearse si comerciar con otros países puede ser más rentable que comerciar con los españoles.
«El comercio sigue a la bandera», se decía en la época. Los ingleses no perdían el tiempo en conquistar territorios para luego pensar qué hacer con ellos. Lo mismo en Argentina que en China o que en la India. Y si para evitar una crisis de sobreproducción en las fábricas algodoneras de Lancashire había destruir la industria artesanal textil india, pues se arrasa con todo y en paz, que venimos a traer el progreso y lo hacemos por su bien, aunque ellos no tengan la capacidad de entenderlo. Y funciona. La cosa funciona hasta que viene Gandhi y se pone a tejerse su propia ropa, y ahí se acabó el chollo…
¿Quién dijo que la economía es complicada? No. De eso nada. Lo mejor, destruir la competencia. Lo segundo mejor, evitar que los productos de la competencia lleguen a nuestras tiendas. Y lo tercero mejor, si nos tenemos que tragar sus productos, pues que ellos se tengan que tragar los nuestros. ¿Y si hay líos? Pues para eso está el GATT, el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio. ¿Y si viene una crisis, una de las jodidas jodidas de verdad? Bueno, entonces es más fácil aún… Proteccionismo a saco y los demás pues a freír espárragos. Eso se hizo en la del 29. ¿Sirvió de mucho? Pues según parece no sirvió de nada, más bien al contrario, empeoró la situación, y eso que entonces los países occidentales tenían sus colonias y su mercado asegurado. ¿Y ahora, qué hacemos ahora? Pues lo mismo. Más proteccionismo… ¿Qué, que ahora no hay colonias que alivien la situación? Bueno, eso es un detalle sin importancia.
Pingback: No me toques el proteccionismo, que te vas a enterar
No sólo es el campo, es toda la economía. Incluyamos el mercado negro del petróleo. El fenómeno de la inmigración agrava la crisis. Pocos o nadie quieren trabajar el campo. La mayoría quieren vivir el sueño americano, 100 canales de mierda en la TV. El Té a las 6 que no te coja en el subterráneo. En Londres por ejemplo la gente blanca es la que requiere irse a vivir a las provincias, los pakistaníes y los africanos escogen la ciudad. Menuda gracia.
Con lo bien que nos va a los países agrícolas que no somos proteccionistas…
Perdona pero las naranjas en concreto no tienen ningun tipo de ayuda directa de Europa. Las ayudas son para cultivos de otro tipo que » supuestamente» son menos productivos, digamos una agricultura mas de secano ( almendro, cereal, vid para vinificacion etc)
saludos de un agricultor
Tienes razón. En concreto por las naranjas mi tío no cobra ninguna ayuda directa. He hecho unas llamadas para comprobarlo porque a raíz de una conversación con él (en la que se habló de muchas cosas, la competencia de la naranja marroquí, los seguros agrícolas, el funcionamiento de las cooperativas, la Seguridad Social de los agricultores…) yo pensaba que sí, que las naranjas estaban incluidas, pero por lo visto lo entendí mal.
Muchas gracias por la aclaración y un saludo.
Pero dejas la pista falsa en el artículo, no sea que…
Si dependiera sólo de mí posiblemente lo hubiera cambiado. Lo he estado pensando, por supuesto y no descarto hacerlo aún. Pero una vez publicado es más difícil. Por otro lado si lo cambio tampoco se entendería el sentido de algunos comentarios. Y por otra parte mi tío (error mío, tendría que haberlo explicado mejor, desde luego, y vuelvo a pedir disculpas) se dedica fundamentalmente a la naranja, pero también, como muchos agricultores minifundistas valencianos, tiene o ha tenido otras parcelas de hortalizas y de secano, fundamentalmente almendras, de ahí vino mi malentendido. Pero en cualquier caso la afirmación me parece válida (siempre dentro de la hipótesis de trabajo general de: «¿puede un agricultor, en este caso un agricultor valenciano, y aunque tenga algunos cultivos «rentables», sobrevivir sin ninguna intervención a su favor por parte de la UE?». Y ese era el sentido de la frase, resaltar la importancia de las ayudas directas o no (por ejemplo pueden haber subvenciones a cooperativas, a asociaciones de agricultores, o a proyectos concretos) y sobre todo la importancia de los aranceles y la política proteccionista, con sus contradicciones, porque empresarios españoles también tienen plantaciones en Marruecos, por ejemplo.
Bueno, espero haber aclarado un poco la cuestión.
Gracias por leerme, como digo siempre.
Por otro lado, y al hilo de otros comentarios, conviene decir que no hay que entender el proteccionismo económico español sólo desde un punto de vista agrícola y actual. En este artículo he intentado hacer un resumen histórico del proteccionismo español en la época contemporánea, y éste es también comercial (la minería y la siderurgia del Norte, por ejemplo, y la industria textil catalana, empezando por la protoindustria del siglo XVIII –las «indianas»– y el comercio colonial, que no se liberaliza hasta el 1778 con Carlos III y lo hace con cuentagotas). Este es un tema que merece otro artículo aparte y aquí sólo he podido tratarlo por encima, pero no se puede ignorar pese a todo.
Un saludo.
A mí me sorprende cómo a veces se defiende la agricultura en Europa, la sostenibilidad del medio rural, etc (lo que implican las citadas ayudas de la PAC) y al mismo tiempo el comercio justo, la apertura de nuestros mercados a los productos del tercer mundo como vía para su desarrollo, etc… Ambos objetivos muy loables por separado pero muy difíciles de conciliar.
Podríamos decir que cambiamos totalmente de modelo productivo y nos dedicamos a mejorar y diseñar (que no fabricar) smartphones y Apps en vez de cultivar remolacha (que nos la traigan los armenios o quién sea) pero claro, no olvidemos que la comida es un recurso estratégico…
El proteccionismo en el sector agrícola no puede ser solo analizado desde el punto de vista económico. La comida y el agua son recursos estratégicos para los estados igual que la energía: depender de otros te hace vulnerable. Si la ausencia de mecanismos de protección conlleva un abandonamiento de las tierras de cultivo la posición del estado se ve debilitada.
Me parece espeluznante que se publique un artículo tan desinformado como este, que parte de unos supuestos falsos. Es un tema interesante, que da para el debate, y para hacerse muchas preguntas. Pero por favor, con más rigor.
Empieza intentando hacer aterrizar el asunto hablando del cultivo de naranjas que vive de subvenciones. Como bien se apunta en un comentario anterior es falso.
Sin embargo, es cierto que muchas veces no es un cultivo rentable. Como tantos otros. Quizá también quepa preguntarse en los precios que se le pagan al productor y el desequilibrio existente en la cadena alimentaria. La agricultura es una actividad muy mal remunerada, pero esto tiene poco que ver con el proteccionismo.
También se habla de cuotas, como si fuesen algo habitual en la UE. En agricultura y ganadería el único producto que sigue con un régimen de cuotas es el azúcar, y lo hará hasta 2017.La leche también ha tenido régimen de cuotas y acaban de finalizar.
En el caso de la pesca existen cuotas pero no ligadas a ayudas sino más bien asociadas a un fin ambiental. Es decir, a repartir la cuota que se puede pescar para no esquilmar las pesquerías y quedarnos sin peces. Otra vez: nada que ver con el proteccionismo
En cuanto a que la agricultura de la UE respecto a la del resto del mundo es muy proteccionista, nuevamente es falso. Actualmente las ayudas suponen aproximadamente un 18% de los ingresos de un agricultor medio de la UE. Prácticamente el mismo porcentaje que para la media de los países de la OCDE. Además, en el caso de la UE la mayoría de estas ayudas no están ligadas a la producción sino con medidas de Desarrollo Rural, como pueden ser las ambientales. Fuente: Producer Support Estimate de la OCDE http://www.oecd.org/tad/agricultural-policies/producerandconsumersupportestimatesdatabase.htm
Por supuesto. El tema ecológico y ambiental es un tema muy importante. Como por ejemplo el cultivo de arroz en el parque natural de La Albufera de Valencia o la conservación de los bosques y la ganadería extensiva. Pero yo no sólo hablo de agricultura y no sólo hablo de la situación actual. También menciono (sí, cierto, no mucho, porque el artículo se haría demasiado largo, a los industriales catalanes y vascos) y además intento hacer un resumen histórico. Toda la industrialización franquista, por ejemplo, se basó en el proteccionismo. Y hablo de España como podía hablar de Argentina o de Brasil y su industralización en las décadas de los 50, 60 y 70. Además de la vuelta al proteccionismo desde que empezó la crisis actual.
Y la pesca… Bueno… ¿Cuánto tiempo ha estado la flota parada porque no había acuerdo comercial de la UE con países como Marruecos? ¿Y cuántos conflictos diplomáticos hay por el control de los caladeros?
Un saludo.
Muchas gracias por la respuesta.
Yo no digo nada al respecto de si hay conflictos o deja de haberlos, ni defiendo que el modelo de política agraria y pesquera comunitaria sean adecuados.
Solo señalo que en el artículo se parte de ciertos conceptos erróneos, usados de forma bastante simplista. Como cuando se dice «cuotas para todo» , cuando la realidad es que solo queda una cuota, que desaparecerá en un año (la del azúcar).
De nada, gracias a ti por leerme, como digo siempre. Yo he crecido viendo como se destruían excedentes o como se dejan los campos sin recolectar. Pero bueno, también podíamos hablar de las ayudas a la minería, de si es un sector estratégico o no, y todo eso. Y el problema también vendría de lejos, porque ya en los años 60 se planteaba que hacer con la minería española.
Por cierto, ¿el fin de la cuota lechera es el fin de los problemas?… No creo…
Un ejemplo:
http://www.eleconomista.es/empresas-finanzas/agro/noticias/6893705/07/15/El-fin-de-la-cuota-lactea-convulsiona-a-los-ganaderos.html
El proteccionismo. Tras de sí el mantenimiento de industrias ineficientes, que mantenemos el conjunto de los ciudadanos en beneficio de determinados lobbys y/o sindicatos. Este proteccionismo que impide que determinados sectores del tercer mundo pueda competir con los productos que producen sus economías. El mismo que el FMI se niega a conceder a determinados países para proteger a sus industrias locales. Luego se nos llena la boca hablando de neoliberalismo y de capitalismo salvaje. Pues eso.
Más allá de la opinión que cada uno pueda tener sobre el liberalismo y el proteccionismo, el tema de la agricultura supone la gran hipocresía de occidente frente al mundo. Imponemos por todos los medios posibles y sin escrúpulos de casi ningún tipo el libre comercio a todos los países del mundo, pero luego donde mejor pueden competir los países más pobres, tiramos de subvenciones. No es sólo un tema europeo. Son conocidas las subvenciones del gobierno USA a los productores de maíz, que luego fuerzan a vender en México y arruinan a los pequeños productores locales mexicanos. Aunque el libre mercado puede aportar prosperidad, debe tener límites, a mi modo de ver, al menos, en los artículos de primera necesidad. La vivienda ha sido en nuestro país un caso evidente. El dogma liberal de libre competencia, mejores productos y más baratos ha resultado en una «estafa» colectiva que afecta a toda una generacion
Muy bueno. Lástima que se deje en el tintero un tema sangrante: El proteccionismo a las empresas catalanas en Cuba, que incluso hizo que se dictará una Ley de Relaciones comerciales con las Antillas por la que todo el mundo debía comprar. los catalanes y no a sus compatriotas caribeños, fue la causa del comienzo de la insurrección independizara que acabó por ser la Guerra de Cuba, el famoso «desastre» del 98. Algo que, por cierto, no mencionan los catalanes, supongo que para que no se nos ocurra pedirles indemnizaciones por los españoles muertos por sus intereses económicos particulares.
No se trata sólo de rentabilidad económica sino de otros factores, por ejemplo la independencia.
Europa no es independiente desde el punto de vista energético, y potencias extranjeras como Rusia con el gas o los países árabes con el petróleo pueden ponernos de rodillas.
Subvencionar el campo sirve para que seamos independientes desde el punto de vista alimentario.
Para que además de matarnos de frío en invierno no nos maten también de hambre.
¡Muy buen artículo! Claro, los economistas ganan a punta de jerga pero todo es tan sencillo como lo muetsra el autor (Estudié economía)