No es fácil encontrar grupos de rock que tengan más de tres discos seguidos de calidad sobresaliente. Barricada rompieron ese molde, lanzaron ocho; ocho discos muy buenos en una trayectoria ascendente que les llevó a las radiofórmulas y los discos de platino. Todo sin perder la esencia de la calle, un rock urbano con ramalazos punk y muy pocas florituras que conectaba con la gente casi sin proponérselo. Enrique Villarreal «el Drogas» (Pamplona, 1959) fue el artífice de Barricada, grupo del que fue expulsado en la más hilarante tradición del rock. Pero él es mucho más que rock and roll. Presenta libros de poesía y colabora activamente por la recuperación de la memoria histórica. Nos recibe tocando el bajo en su casa de la Txantrea, en Pamplona. Unos cafés y toda una mañana por delante para repasar su trayectoria y recordar una España que ya no existe y que hasta cuesta creer que lo hiciera.
¿Cuándo llegaste a este barrio, a la Txantrea, el «Barrio conflictivo» de vuestra canción?
Llegué cuando tenía dos años. Las calles estaban sin asfaltar, era un barrizal. Todo estaba lleno de críos de mi estatura. Luego sabes que eso se llama familia numerosa. Había tres, cuatro o siete hijos por cada pareja. Todos procedían de otros pueblos o provincias y venían aquí. Eso era la Txantrea, un conjunto de personas de diferentes lugares. Como si nos hubiéramos dado cita todos a la vez. Mi madre a los catorce años fue a Pamplona a trabajar y mi padre estaba allí, él se dedicaba a buscarse la vida; por ejemplo secaba con una esponja el frontón donde jugaban los señoritos, porque a pelota jugaba todo el mundo, pero solo a los señoritos se les secaba el sudor de la pista con una puñetera esponja. Los dos, mi padre y mi madre, eran personajes típicos de la posguerra, hechos a sí mismos.
Tu primer contacto con la música son las coplas que cantaba tu madre en casa.
Digamos que sí, pero porque no había más pelotas. Ella «estremaba» en casa, no sé si esa expresión se entiende, estremar es hacer las camas, barrer, recoger lo que los cuatro dejábamos por ahí tirado. En fin, ama de casa. Mientras hacía eso, con las ventanas abiertas para que se ventilara, la recuerdo cantando coplas. Su voz siempre me ha gustado, pero algunas historias eran inquietantes. Yo era un crío y escuchaba letras como esa mexicana «Ándate con cuidado, Juan, que son muchos hombres, que te van a matar». ¡Me entraba una angustia! Iban a buscar a pobre Juan al bar y me quedaba pensando: a ver qué pasa…
De ahí hasta que los Slade te marcan. ¿Qué pasó en tu biografía musical?
Fórmula V, los Diablos, los Íberos… Veía todos estos grupos en televisión, en programas que había los domingos a mediodía en familia, en blanco y negro. De los primeros que tengo conciencia de haberme fijado fue en Fórmula V. Me gustó la forma de tocar la guitarra, que luego resultó ser una Fender Stratocaster. También había un cura de las HOAC (Hermandad Obrera de Acción Católica), un movimiento cristiano y proletario del que creo que luego surgió gente que formó las CC. OO. (Comisiones Obreras), que organizaba reuniones entre matrimonios y familias los fines de semana. Los hijos estábamos por ahí y el cura me regaló una pila de singles con cosas de los Monkeys, de los Mustangs recuerdo la «Balada de los diez céntimos»… Cosas rarísimas. De adolescente pasé de un colegio del Opus a formación profesional en el barrio y los alumnos de cursos superiores se paseaban con abrigos de cuero y tenían los pasillos llenos de pósteres donde salían grupos maquillados, artistas vestidos raros, con tacones… Eso me chocaba. Me llamaban la atención Suzi Quatro, Slade, T-Rex, Alice Cooper… En fin, todo aquello.
Luego todo empezó en un bar que se llamaba ¿el Váter?
Creo que no se llamaba así, que ese nombre se lo pusimos nosotros. Era enanísimo, estaba todo amontonado, el futbolín y eso. Lo que hacía que el bar funcionara era la maquinica de poner discos. Gracias a ella, le echábamos a los flipper y demás. Ahí empecé a ser consciente del tipo de música que me gustaba y por qué. Por ejemplo, Led Zeppelin y Queen me parecían grupos aburridísimos, que hacían canciones enormemente largas, con punteos que bah. Luego los he redescubierto, pero entonces a mí lo que me gustaban eran canciones como las de Slade. Era fanático de Slade. Sin mucho punteo, tres minutos y medio de canción, macarrada y rock and roll. Sin más. Lo anterior al punk, vaya.
Te expulsaron del colegio por llevar una camiseta del Che.
Me expulsó el profesor de Formación del Espíritu Nacional. Yo no sabía lo que llevaba, con catorce años qué iba a saber. Había camisetas muy guapas. Blancas, en blanco y negro, con la cara de un tío con medio barba y una estrella. Yo qué sé, nos gustó. Dijimos toda la cuadrilla del barrio que esa iba ser nuestra camiseta, siempre buscas algo que represente al grupo, y nos la compramos todos. Los catorce que éramos. De hecho, creo que no había tantas en la tienda y que alguien se quedó sin ella. Yo la llevaba el día de entregar el trabajo de final de curso, que la mayoría de la clase me lo había copiado, porque venía de un colegio del Opus y de otra cosa no, pero del Fuero de los Trabajadores sabía la hostia, más que el propio profesor, que llevaba un yugo y unas flechas en el pecho. Tampoco sabía lo que significaba eso. Algo había escuchado en casa de que habían rapado a alguna mujer, pero no tenía ni idea de que tras ese símbolo estaban los responsables de la catástrofe sufrida y arrastrada tantos años por este país. El profesor me preguntó: ¿Tú sabes quién es ese? Le contesté que era solo una camiseta, pero en lugar de comentar mi trabajo empezó a embroncarse con ese personaje y me echó. Ahora me alegro de haber sido expulsado por un falangista por llevar una camiseta del Che. Ros se apellidaba. Me acuerdo de su cara de asco, se le veía amargado. Seguramente llevara aquella insignia clavada en el pecho de verdad. Espero que le hayan enterrado bocabajo, por si escarba que llegue a Australia.
En aquella época no servías ni para bailar con las chicas ni para pegarte con otras cuadrillas, cuentas en la biografía de Barricada Electricaos [Editorial Pamiela].
A los dieciséis años íbamos siempre a una sala de baile a beber pacharán, una bebida asquerosa, dulce, que te daba llorera y una vomitera que dejaba todo pegajoso… Con ella me pillé mis primeros pedos. Tengo un recuerdo asqueroso, pero es que no había otra cosa que hacer. Beber y al baile. Yo con las chicas mal, para pedirles bailar había que ser resuelto y era muy tímido. Y para pegarte con otras cuadrillas, tampoco. Me daba dentera dar un puñetazo en la cara. Ese sonido rechina. Las escenas de violencia siempre me han dado cosa. Entonces, pedo de pacharán, ¿qué podía hacer? Pues mirar a la orquesta de la sala. Se llamaban los Clan y me quedaba embobado con su bajista. Tocaban canciones tipo sonido Filadelfia y yo, con mi pedo, me dedicaba a verlos.
Tu primer grupo, Punk Sapos Band. Punk antes del punk…
El punk ya empezaba a conocerse, porque si no la palabra punk no se me hubiese ocurrido para el nombre del grupo. Tocaba en fiestas de instituto con ellos, en festivales con cantautores y otros grupos tipo Mocedades, pero de barrio. Aunque mi primer grupo en serio fue Kafarnaún.
Estos eran sinfónicos.
Sí, porque había un grupo en Santander que se llamaba Bloque y era el ejemplo a seguir. No sé por qué a todos nos dio por ese rollo. Muy pocos se libraron. Nosotros no le llegábamos a la suela a Bloque. Ni nosotros ni nadie. Los tenías de referente y hacías lo que podías. Porque mira que he escrito cosas raras en mi vida, pero canciones con títulos como las de Bloque, como «Quimérica Laxitud»… hasta ahí no he llegado nunca [risas]. Mis primera letra en Kafarnaún fue sobre Hiroshima. Había dado el tema en clase y me impactó. Me indignó tanto que hice un escrito. Un colega que estudiaba quinto de bachiller conmigo le puso guitarra y ahí descubrí el punto mágico que sientes al ver que algo que has escrito se convierte en canción con ayuda de unos acordes. Me gustó tanto la sensación que dejé de ir a beber pacharán y ver cómo se pegaban y pasé a ir con este colega y el grupo que había hecho con sus amigos, Kafarnaún. Entré como letrista y desde ese día esperaba ansioso que llegase el fin de semana para ir a los ensayos. Ahí cambió mi vida completamente.
En Pamplona teníais a uno de los primeros grupos punk españoles, Tensión. El grupo de Josetxo Ezponda, luego conocido por Los Bichos.
Eran un grupo muy especial. Ya solo por el nombre, Tensión, cuando aquí todos los grupos se llamaban Jonás, Jeremías, Kafarnaún… ¡El rollo cristiano en Navarra es la hostia! Parecemos todos carlistas, la hostia. Pero de repente aparecieron Tensión, un grupo de chavales de mi edad que se vestían de otra manera, que se peinaban distinto y que tenían un cantante que era otra cosa. Coincidimos en muchos bolos e hice relación con Josetxo. Nos hizo un póster en el que salíamos todos como esqueletos con sus instrumentos. Josetxo le cayó en gracia a la intelectualidad musical navarra. A gente como Tako Pezonaga, que luego terminó trabajando en Madrid en algo de cultura en la época de Felipe González y el PSOE. Josetxo se hizo muy visible para esta intelectualidad, pero para lo que les interesaba. Cuando me fui a la mili y monté Barricada seguimos por caminos distintos, pero luego nos seguimos viendo en un bar de Burlada, su pueblo, con un nombre que le iba al pelo, el Replicante. Me acuerdo de que estábamos a cuatro bajo cero y yo iba con mi jersey de lana y él no; él con su chupa, maqueado. Se reía mucho de mí por mi vestuario y la verdad es que si lo pienso tengo muy poco de glam. Especialmente si me comparo con él. Era un personaje a tener en cuenta no solo por lo que escribía, no solo por sus dibujos, ni por su música: por todo. Al final, ahora que salgo al escenario de traje, esta forma de vestir más glamurosa, creo que se la debo, o yo quiero debérsela, a Josetxo, el Bicho, el verdadero.
Háblame de esa mili en la que decides formar un grupo de nombre Barricada.
No sé qué coño pintaba yo en la mili. He visto fotos y era una cosa antiestética, no me quedaba nada bien el uniforme. Tampoco tenía ningún espíritu militar. Me debería haber librado aunque solo fuera para mejorar la propia imagen del ejército español. Cuando llegué y tuve que rellenar mi ficha pensé que si ponía que había estado con animales, me iban a poner en cuadras. Si ponía que era mecánico, que realmente me gustaba, me iban a poner en los talleres. Si ponía que las flores, iba a cuidar el jardín del general. Así que puse músico, dije que tocaba el contrabajo, porque a ver cómo les explicaba lo que era un bajo eléctrico, y se rieron de mí, con chistes así muy de militares, pero me pusieron en la banda, que era lo que yo quería.
No había redoblado un tambor en mi puta vida y la turuta ya ni te cuento. Le tuve que meter horas al asunto, aunque tampoco hay que ser un genio par redoblar una caja militar. Aprendí tan rápido que me asusté de mí mismo, parecía que tenía una inteligencia suprema para la música militar, algo que me repele. Cuando hacía guardias con el fusco y pensaba que si venía alguien le tenía que dar el alto y que si no me hacía caso tenía que disparar, dudaba en si tirarle a él o pegarme yo el tiro. También en las pruebas de tiro cerraba los ojos, me parecía que el fusco hacía un ruido del copón, tiraba fatal. Y como el turuta en la mili no coge un arma ni para la hostia, decidí coger la corneta. Tampoco di una. Cuando tenía que tocar para que le dieran comida a los animales, era un tono muy alto, no llegaba, y los mulos se descojonaban, se iban para atrás, rompían la formación. Montaba unos revuelos de la hostia. El capitán de cuadras se descojonaba, menos mal, si me toca uno chungo me podría haber dado de hostias ahí mismo. Y ahí fue donde dije: joder, estoy boicoteando al ejército desde dentro. Creo que el hecho de que un desastre como yo pudiera estar ahí con la corneta no dando una ya demostraba que eso era el principio del fin del ejército obligatorio. De hecho, yo estaba en un cuartel en Berga, en la provincia de Barcelona, pero cerca de los Pirineos, que ETA político-militar llegó a asaltarlo. Luego vino la insumisión y después… ¿Quién se apuntó el tanto de acabar con la mili? Aznar, que me tendría que dar gracias a mí, ¡aquello fue por mi puta turuta!
En el cuartel conociste a Sex Pistols y Motörhead.
Fui en el ochenta a la mili y allí vi por primera vez el disco Ace of Spades de Motörhead y escuché por fin el Never Mind the Bollocks de los Pistols, que había salido antes pero no había llegado. Entre turuta y turuta tenía mucho tiempo para pensar y una de las decisiones que tomé fue formar un grupo que se iba a llamar Barricada, un grupo que reflejase qué estaba pasando en la calle en ese momento.
¿Cómo era la calle en el año ochenta?
Tras la muerte de Franco hubo un gran conflicto social y laboral, huelgas enormes, manifestaciones, enfrentamientos con la policía, ETA matando a un montón de gente cada año, como también los cuerpos represivos… El episodio de los abogados laboralistas de Atocha en Madrid. En fin, muchas historias. Las torturas también… Y todo esto se mezclaba con lo que vivíamos nosotros. En la Txantrea cerrábamos las entradas al barrio y la policía no podía entrar. Si querías que entrasen dejabas una calle abierta, luego la cerrabas y no podían salir, porque los polis no eran de la Txantrea. Era como un juego, pero trágico, donde la historia estaba en vencerlos de cualquier manera. La gente escapaba por las casas, que son pisos bajos, y ellos, que iban bien armados, entraban también y las destrozaban, tiraban dentro… Tú te metías en una, y como lo conocías, salías por las huertas cinco calles más allá. Ellos no tenían ni idea de por dónde se había escapado el personal y terminaban destrozando los muebles.
En las primeras actuaciones de Barricada tenías una puesta en escena muy teatral.
El 18 de abril de 1982 hicimos la primera actuación, a las doce del mediodía con un calor impresionante. Fue en el Rastro de aquí, de la Txantrea, donde siempre se programaban actividades culturales, teatro o bertsolaris. Yo salí con una capa negra que me dejó mi prima y una calavera a la que tuve que poner cinta aislante en la mandíbula. Salía y decía: «Dios te salve, María, y el fruto de tu vientre, Jesús», y sacaba la calavera con la quijada colgando con la cinta aislante. Había que echarle morro. Luego fui perfeccionando. Por ejemplo, recogía televisiones vaciadas de por ahí, la gente cogía las piezas y las tiraba. Las ponía, seis o siete, en el escenario y con una maza que saqué del taller de soldadura donde trabajaba las destrozaba. Me comía todo el polvillo que salía, pero creo que después de salir de la mili con tuberculosis era inmune a todo.
En aquella época a los que ibais a la mili os criticaban diciendo que hicierais la mili en ETA, pero tú contestabas que ETA había volado uno de vuestros bares de referencia, el Toki-Leza, en su delirante campaña contra el tráfico de drogas.
Antes de que ETA político-militar rompiera con ETA militar y esta fuera aglutinando a todo el mundo abertzale había muchos grupúsculos con diferencias importantes. Mientras que ETA tenía una estructura militar, los Comandos Autónomos venían del mundo anarquista. Yo era de esos, de los que llevaban el pañuelo negro ácrata. Estaba más en ese mundo de los petas, el amor libre y esas cosas. Algunos de los que íbamos con el pañuelo negro, que no seríamos más de treinta, luego terminaron en los citados Comandos Autónomos, como Rafa Delas, que fue asesinado en la bahía de Pasaia. Por eso, de alguna manera, siempre he pertenecido al rollo pacifista. Cuando escribí «No hay tregua», la gente estaba acostumbrada a grupos como Cicatriz, Eskorbuto o RIP que iban de ¡mata al policía! y tal. Yo no, yo con mi «Estás asustado, tu vida va en ello» [canta con voz aguda, D. de R.]. Lo mío era un rollo más de monja, intentaba reflexionar. No como ahora, que soy partidario de la guillotina. Pero cuando hice esa canción no había espacio para ninguna reflexión, ya había tenido mis conversaciones con gente de ETA político-militar que había dejado las armas y tenía otro punto de vista. Siempre me ha gustado hablar con todos, aunque no esté de acuerdo.
Con Derribos Arias, también testigos de cómo ETA ponía una bomba en su bar de referencia en San Sebastián, tocasteis en alguna ocasión. Es curioso que pudierais compartir cartel dos grupos tan distintos. Rosendo por ejemplo arremetía mucho contra los modernos, no le gustaban nada.
Era diferente el ambiente de Madrid al de aquí. Nosotros aprendimos que la mezcla era positiva en todos los aspectos. Primero para protestar y segundo para aprender. A mí de repente me gustaban los Clash, los Cure y, joder, iba por ahí tocando con Hertzainak, Kortatu o Cicatriz, y también con grupos heavies como Forjas Alavesas. Todo esto en Madrid era impensable. Tocó La Polla Records con Obús en el famoso Rockódromo y hubo una batalla campal. Aquello fue la hostia.
Rosendo dijo hace poco en El País que los grupos modernos de entonces «cantaban gilipolleces».
Yo con Alaska y Nacho Canut me metería, pero por esto que han dicho de los desahucios. Me parece que si tienes ese halo de gilipollez con esa edad, mejor que no se te note tanto. A mí lo de antes no me importa, me fijo más en lo de ahora y lo que acaban de decir es de merecerse un tortazo con la mano abierta. ¿Es violencia? Violencia es lo que acabas de decir. Antes cada uno decía lo que podía, pero al menos había actividad. Ahora hay mucha marca de culo en los sofás. Eso sí que me parece incomprensible. Con los tiempos que corren y que el rock and roll se entienda así… Me parece que está más muerto que otra cosa.
El primer disco se grabó con Ramoncín.
La maqueta, que no sirvió de nada y tuvimos que regrabarla sin él. Yo hacía mis pinitos en la radio y le entrevisté una vez que vino a Pamplona. Nos caímos bien, charlamos y se vino a nuestro local a vernos. Al final la cosa terminó con él grabándonos, pero no valió no sé si por incompatibilidad o rollos de esos a la hora de ir a mezclarlo a Madrid. Nos dijeron que no se podía, que teníamos que volver a grabarlo, que si éramos capaces en dos días, y dijimos: pues venga. Dos días sin dormir, en plan tsunami. Y lo repetimos.
En ese primer disco hay una influencia de UFO, de Iron Maiden…
Iron Maiden siempre me ha dado cosa. Me gustaban con Paul Di’Anno.
¿Cómo os arreglasteis para que la canción «Esperando en un billar» apareciese en Barrio Sésamo?
Había dos hermanas en el programa y una de ellas era la hermana de Fernando Coronado, que acabaría siendo nuestro batería. Esa fue la conexión. Salía Espinete, ponían un casete y todos bailaban con nuestra canción. Estas cosas cuando te pasan qué vergüenza dan. Me pasó lo mismo con 28 horas de Montxo Armendariz, que puso «Esta es una noche de rock and roll», que sonaba en un bar cuando estaban buscando jaco. Estaba en el cine y me moría de vergüenza, aunque nadie sabía quién era, pero me daba cosa.
Tuvisteis una etapa de conciertos con La Polla Records. Un tanto accidentada a veces, pero fue cuando disteis el subidón.
Fue muy rápido. Y muy interesante. Recuerdo que fuimos a Vergara y tocamos para ochenta personas, que sonó de asco. Seis meses después, fuimos y reventamos. Al vivirlo no eres consciente. Con La Polla tocamos mucho, sí. Ellos siempre tenían que tocar los primeros porque decían que éramos el grupo estrella. Era una época durísima, siempre acababan invadiendo los escenarios. Una vez en Lasarte tocaron ellos y recuerdo a Evaristo que solo le colgaban escupitajos del cuerpo. Después salimos, cambió el público, y ni un solo gapo. A nosotros los punkis nos aguantaban, pero La Polla era el grupo, en mi opinión. Tanto para el público como para otros grupos que vinieron después.
Un día viajamos a Lasarte, fuimos a cenar y uno que se había ido a pillar costo volvió con la cara reventada, le habían asaltado. Salimos a la calle a ver qué pasaba y había una bronca por allí, otra por allá… A mí las peleas siempre me han dado dentera, como te he dicho, pero tenía que ir el primero para que dijeran «Hostia, el Drogas». Una cruz. Tenía que ir el primero a las movidas, ser el más borracho, el que más se ponía… Era una especie de teatrillo todo aquello. Levantaba la voz y decían: «Cuidado, que está el Drogas aquí con los suyos». Un rollo muy peliculero. El caballo estaba también muy metido por medio, añadía una carga de violencia mucho mayor al rollo punk, en todos los sentidos. Al ir a tocar aquel día nos dijeron: «No salgáis que le han dado un navajazo a uno de La Polla». Cogimos los hierros de los micros y, venga, para fuera, a por ellos, que no sabías ni quién había sido ni nada, pero salías. Como para no. Muchas de las movidas que pasaron en aquella época las montaba una pareja que iban de punkis, pero eran energúmenos. Tuvieron que irse a vivir fuera de Euskal Herria amenazados por ETA militar. Salieron por patas amenazados de muerte. No sé si es que habían acabado de chivatos o qué. Galindo podría explicar muchas de las cosas que sucedieron en aquellos años.
Luego la primera vez que tocamos en Bilbao, por eso del rollo teatral, me llevé unos singles para tirar al público, no sé de qué serían. Y total, que no sé en qué canción, empiezo a lanzarlos, no llevaba ni tres, y, de repente, llega uno de vuelta y ¡paf! al batería en toda la frente. La primera y la última vez que lo hice, porque también yo podría haberle abierto la cabeza a alguno. Por eso también dejé lo de reventar televisores, porque salían pedazos disparados y le podía dar a alguien. Era pura inconsciencia, no estar preparado para montar ciertos espectáculos, pero es que todo era así.
El grupo iba bien y de repente muere Mikel, el batería.
Comenzamos a ser un grupo requerido por todos los lados. Todos los fines de semana tocábamos viernes y sábado. Era un logro de la hostia. En una de estas fuimos a Iparralde, Euskadi norte, no recuerdo si era San Juan de Luz, en el frontón. Mikel venía de trasnochar con un pedo de la hostia y tocó muy mal. Al día siguiente fuimos a Artajona, Mikel se estaba saliendo, pensábamos que nos quería dar una lección por el desastre del día anterior, y cuando iba a empezar «Esperando en un billar», que al principio tiene esos aéreos, íbamos a entrar todos y de repente la batería se dejó de oír. Miro atrás y veo a Mikel encima de la batería. Hubo indecisión, qué pasa. Porque en el escenario tres segundos son como tres siglos, y nos dimos cuenta de que se había desmayado. Lo llevamos a la casa de socorro y el médico llegó a la conclusión de que era un corte de digestión, porque el día antes nos habíamos puesto hasta arriba de calamares rellenos. A veces pienso que en vez de un grupo debimos formar una sociedad gastronómica, porque aquello era… Tocar parecía la excusa para comer.
La historia se quedó así. Decidimos volver a tocar al día siguiente. Hicimos el bolo entero, salió de puta madre, Mikel se vino a dormir a mi casa con su pareja y a la mañana siguiente dijo que había pasado mala noche, que le dolía la cabeza. Creo que fue mi socia, Mamen, la que dijo de llevarlo a urgencias. Fuimos, entró, esperamos y al rato salió una enfermera diciendo que avisáramos a la familia porque se iba a quedar ingresado. Me bajé hasta Huarte, volví con su familia y ya nos dijeron que parecía que podía ser un derrame. Estuvo ingresado una semana, fuimos todos los días a verle, a darle ánimos. Y recuerdo el día en que le operaron, yo venía en coche con Marino Goñi conduciendo, llegamos al hospital y nos dan la noticia de que estaba en coma, en la UVI y muy mal. Pasó muy rápido. En cinco o siete días se murió.
Para mí fue un golpe muy duro porque estábamos viviendo juntos todo lo de tener un grupo de rock desde el principio. La gente se pensaba que éramos hermanos porque no nos separábamos. Mikel era realmente la esencia de lo que se entendía por miembro de un grupo de rock. Degenerado, muy simpático, era un batería inaudito: zurdo y cojo, porque de pequeño había tenido poliomielitis. Se dejaba querer muy fácil. Era una persona maravillosa. Pero lo que tenía ahí era algo congénito, creo que su madre murió de lo mismo.
Aquello dio lugar a una de las canciones más bonitas de Barricada, «Pon esa música de nuevo».
Era una canción de Pabellón Negro, el grupo anterior de Alfredo Piedrafita, el guitarrista. Me gustaba el título, pero no la letra, que la cambié para recordar esa historia tan intensa vivida con Mikel, con una persona que te ha marcado. A mí, por ejemplo, me ha dejado más huella él que otra gente que ha estado más tiempo a mi lado.
Ahora grabáis con Rosendo el siguiente LP, que se iba a llamar Callejón sin salida, pero resulta que Los Chunguitos ya tenían un disco con ese título.
En las cárceles decían que lo que más se oía eran Los Chunguitos, Los Chichos y Barricada. Del primer disco al segundo hubo una ruptura interesante. Barrio conflictivo ya reflejaba la vida que empezábamos a llevar, de que nos llamaran a tocar, viajar, llegar a los sitios y salir a buscar sustancias, beber y salir a romper. Rosendo fue el productor, que de alguna manera es quien te dirige los pasos, alguien con más experiencia que tú. Yo tenía unas ganas del copón de conocerlo. Para mí Leño era el grupo. Hemos hablado de los Pistols, pero no sé si Leño fue más importante. Fui a ver a Bloque una vez y de repente salieron de teloneros tres tíos, el cantante con aquella voz, y pensé: «Joder, yo quiero ser como estos, esto es lo mío». Fuimos a verle a Madrid, que me parecía enorme, gigante, llegamos al sitio donde habíamos quedado y apareció en un escarabajo verde fosforito [risas].
«Lentejuelas» se cuenta que es una canción dedicada a Ramoncín después de girar con él y que no os pagara.
No, es para todo aquel que en este mundillo termina creyéndose algo. En esa gira él no era el que tenía que pagar, era la oficina o quien lo montase. Y no era la primera vez que nos robaban. Nos han robado las multis, las oficinas de representación… para todos los gustos. Sí es verdad que Ramoncín entonces era una estrella, en los conciertos estaba muy cuidado, rodeado de gente. Luego a nosotros nos pasó igual y a lo del dinero no le doy excesiva importancia, si alguien ha necesitado sacarme algo espero que haya sido por una buena causa. A Ramón posiblemente se le pueda criticar más por otras situaciones de su vida pública, como el caso de la SGAE, aunque ha salido absuelto.
¿Cómo fue el desembarco en Madrid? Parece que a los heavies de la capital no les gustabais. Pensaban que ibais allí a comerles el terreno con la desvergüenza intolerable de no ser músicos virtuosos.
En eso tenían razón, técnicamente nos daban mil vueltas. Ahora todos estos grupos han vuelto. O bueno, volver. Quizá se tomaron un descanso excesivamente largo. Treinta años después… hostia, no sé. En fin, creo que no se dan cuenta de que realmente acaban siendo caricaturas de sí mismos. Igual eso también es algo que se puede explotar, pero bueno, es otro tema… Recuerdo que Bella Bestia tocaban de la hostia, con el batería metido en una jaula. Esa cosa tan inglesa. Luego vino Sangre Azul. Estaban Tritón, Los Tigres, con los que coincidimos mucho. Banzai, Panzer y Obús, que para mí era el grupo de heavy. Su primer disco era… uf. Luego ya no les seguí la pista, pero yo era más de Obús que de Barón Rojo. Pero vamos, que todos tocaban un huevo y nosotros éramos un desastre. Con canciones sin punteos, sin afeitar, sin cardar el pelo. Íbamos a los bares y veíamos que los músicos le daban más importancia a peinarse que a la botella de cerveza. Mientras ellos se arreglaban nosotros nos bebíamos todo lo que había por allí. Pero nos hemos terminado llevando bien con todos.
Cuando llegábamos siempre empezaban a circular historietas en plan «Ha venido el Drogas, recién salido de la cárcel» [risas]. Y encima se dieron coincidencias de flipar que alimentaron más el mito. Tocamos en las veinticuatro horas del estudiante y la radio y, claro, nos pusieron en la peor hora. Dirían: «Estos que son de pueblo, pues a las siete de la mañana». Nos tuvimos que ir antes a un hotel que me gustaría saber cuál es porque me gustó. Te sentías como el conde Drácula. Las paredes desconchadas, te metías en la cama y te absorbía para dentro, te movías un poco y unos crujidos… Para mí que estaba abandonado y lo abrieron para nosotros. A las cinco de la mañana salimos, llegamos a tocar, quedaban cincuenta personas, nos daba igual, vamos a muerte. Además me da igual lo que haya de público, no soy muy de ver, de hecho tengo un ojo que se me pira, es independiente, vamos, y me importa una mierda lo que haya, yo soy de tocar. Así que salimos en ese plan y grito al empezar: «¡Que estalle la bomba bajo mis pies!». Lo damos todo y de repente nos enteramos de que había habido una amenaza de bomba, que habían sacado a todo el mundo de allí. Se quedaron: «Joder con estos».
Haciendo leyenda… de chamba.
Igual que cuando se murió Tierno. Nos llamaron para el homenaje. Me caía bien ese hombre, el rollo del PSP, pero luego cuando se juntó con el PSOE… me cago en la puta, joder. Pero Tierno era Tierno y tenía su rollo. Estábamos tocando, grité «¡Okupación!». Se hizo un revuelo entre el público, miro y había una señora ya mayor que aparece por ahí, todas las cámaras a su alrededor, y era la viuda de Tierno. Vino a vernos mientras tocábamos «Okupación». No estaba preparado. Coincidió. Fue un momento emotivo dentro de un acto emotivo ya de por sí y que, además, se multiplicó por más, porque justo después empezó a llover. Sobre la gente algo de agua y sobre el escenario cientos de botellas y suspendieron el festival. Todo esto nos dio mucho juego, pero no era nada pretendido, ¡ojalá hubiera tenido esa audacia!
El caso es que llegáis a la Sala Canciller de Madrid, donde dominan los heavies con sus pelos cardados, y vosotros con un rock directo, medio punk, de pueblo como tú dices y… el público os coge y os saca a hombros. Se identifican con vosotros.
Digamos que entramos en Madrid como el grupo que iba a sustituir a Leño. Por aquella época había también un grupo de Alicante que se llamaba Badana que también tenía ese aire. Es que Leño influyó en mogollón de grupos. Desde que vi a Rosendo en Estella por primera vez empecé a ponerme el pelo por detrás de las orejas, no te digo más. Lo de sacarnos a hombros se debió a que el público estaría más borracho que nosotros al final de la actuación. Fue todo muy surrealista. Lo que más recuerdo es que me dolían los huevos de la hostia [risas]. Entre los pantalones vaqueros apretados, con las costuras, y la cabeza del susodicho… Pero lo que realmente me impactó aquel fin de semana fue al día siguiente irme al Rastro y ver una cinta nuestra en un puesto pirata. Eso sí que fue la hostia.
¿Lo viste como un logro?
Sí, sí. Es como ahora ver un disco tuyo en el top manta. Eso es un logro, joder. Porque podríamos hablar mucho de eso, de quién hace más top manta, si las multis o la gente que está en la calle vendiendo, que tampoco les veo que vivan en chalés. Bueno, los que muevan toda esa mafia seguramente sí.
Estuvisteis desde el principio en la etiqueta del rock radical vasco.
Fue en un concierto en Tudela, en una manifestación antinuclear o en el acto de aniversario de aquella marcha antinuclear en la que asesinan a Gladys del Estal. No recuerdo, era un rollo pacifista. Se hizo un festival masivo en el que entramos todos los grupos que pululábamos por los alrededores y ahí se puso el sello de rock radical vasco. Nuestro manager Blasco y Marino Goñi fueron los que lo inventaron, queriendo crear un término en contraposición a la Movida madrileña, pero luego nos lo fuimos quitando de encima todos. Entonces era radical como una manera de sacar pecho, y vasco porque todos nos considerábamos vascos, tanto los navarros como los de la comunidad autónoma.
¿Qué recuerdas de grupos que estaban en esa etiqueta que tuvieron una historia trágica, como RIP, Cicatriz o Eskorbuto?
Tuvimos buena relación con todos. Posiblemente éramos de los pocos que nos llevábamos bien con Eskorbuto, porque casi nadie podía verlos. Pienso todavía mucho en estos grupos y en los ochenta. Si me he quedado en algún lado ha sido ahí. Sin la fuerza de toda esta gente que se quedó ahí, todo habría sido como una gaseosa. Como pasó con el Donosti Sound. Con el que más relación tuve fue con Nacho de Cicatriz. A veces hablo con Tati, su madre. Uf, lo de las madres sí que fue complicado, lo que pasaban día y noche. Muy jodido. Pero el movimiento contracultural surgido en Euskadi no hubiese sido lo mismo sin la fuerza de toda esta gente. ¿Ha servido para algo? Yo creo que sí. ¿Es mejor quedarse en el camino con una chuta en el brazo que quedarse en el camino atragantado por una botella de Fanta en la garganta? No lo sé. Yo realmente he sacado mucho, quizá porque le tenía mucho miedo a las chutas. La primera vez que me fui a meter un pico me dio un chungo solo con ver la aguja que me tuvieron que llevar a mí los que se habían metido. Y no me lo metí. Eso de verles sujetarse el brazo, bombear la sangre… joder. Pero fue la ignorancia lo que les mató. El libro de Escohotado tendría que haber estado en los colegios. El ser humano está relacionado con las sustancias desde antes de ser consciente de que es humano. Tienes derecho a saber qué reacciones te va a dar, a partir de qué cantidad va a ser una historia curativa, o exploradora de tu interior, o simplemente lúdica, para pasar a ser un veneno. Porque tanto una cosa como la otra puede ser la misma sustancia.
Sufristeis el acoso de la policía cuando os movíais por el País Vasco y Navarra.
Era casi el pan de cada día. Si no te paraban no era un día completo. Si no era un control era la policía secreta. Nos pasó de pararnos la policía y llamar a sus hijos para que vinieran a vernos porque eran fans. También pararte la guardia civil, el viejillo de la pareja echarte la bronca, «si yo hubiese sido vuestro padre», y después de la retahíla, llegar el joven y pedirte un autógrafo [risas]. Esas situaciones eran muy ochenteras. O ponerte mirando al monte los GEOS escopeta en mano y decirnos: «Ahora sí que vais a componer una buena canción». Ese rollo chulesco, que también entra dentro de su papel, eso siempre lo he entendido. Porque luego, después de todo lo que pasamos con la policía nacional o la guardia civil, nos venía la ertzaintza, o los munipas, en el mismo plan y es que me entraban ganas de engancharme y pelearme. No me importa que me partan la boca por enfrentarme a alguien que abusa de su poder.
Fichasteis por una multinacional, RCA, para No hay tregua y, entre otras cosas, os quisieron censurar las letras.
Sí, ¡joder! Aquello fue la hostia. El tío era un sudamericano que nos quería censurar ocho de diez canciones del disco. ¿Hacemos un single entonces o qué? Por motivos tan peregrinos como que en la canción «A pecho descubierto», que decía «tu chupa y nada más», y el tío: «¿Cómo podés desir que «me la chupa»?». Y cómo explicarle lo que era una chupa… Y la de «No hay tregua», que realmente sí era problemática, era de las que no querían tocar. Eso venía del típico ignorante que no tenía ni puta idea de lo que tenía entre manos, pero estaba ahí en el sello cobrando no se sabe muy bien por qué y de alguna manera tenía que poner el pie sobre algo para que se notase que estaba. Personajes así nos hemos ido encontrando a cada paso, sobre todo en las multinacionales. Rosendo es el que tuvo que ir a hablar con ellos y al final el disco salió como estaba.
«Okupación» se convirtió en un hit rápidamente, pero alguna vez has dicho que acabó siendo una especie de losa y decidisteis hasta dejar de tocarla.
Es una canción con la que estaba a gusto pero acabó superándonos el concepto. Aquí hubo mucha historia okupa, el movimiento Katakrak, pero hay canciones que te van superando, o que te jode que estés tocando, tengas un repertorio de treinta canciones y te estén pidiendo esa todo el puto rato, que encima la has puesto la última porque sabes que es la que más gusta. Así que dices: «Hostia, pues fuera».
¿En «No hay tregua» cómo fueron los malentendidos, o bienentendidos, de que tenía que ver con ETA?
Tiene relación con alguien que se dedica a la lucha armada y, en un momento de reflexión, porque realmente los había, yo sé de gente que se planteaba qué había hecho con su vida ahí metida, se preguntaba «qué estoy haciendo, para qué lo estoy haciendo». Va sobre ese momento.
Lo que querías señalar es la duda.
Aunque ETA tuviese una estructura militar cerrada yo no me podía creer que dentro de esa historia todo el mundo tuviese un pensamiento uniforme. Yo siempre he defendido a los dubitativos. Siempre. Para mí es la gente que hace que el mundo gire. Yo pongo en duda todo lo que digo, no tengo problema. Esa canción refleja eso: «¿Qué he hecho con mi vida? Cuando se aprende a llorar por algo, también se aprende a defenderlo, hay que matar al policía, pues venga, vamos a matar al policía, ¿y…?». Todo el proceso de la propia canción y el propio proceso en que va degenerando la lucha armada en España, en Euskadi, es el mismo. Es preocupante que no haya habido gente en la propia izquierda abertzale que dudase. No podía ser una organización armada la vanguardia de un movimiento político. ETA tenía que haber sido consciente de su papel e irse, quedándose atrás bastante antes de cuando ha sucedido. Yo siempre he apoyado al movimiento Elkarri y creo que toda la tardanza en haber reconocido algo así se está pagando. No digo que sea acertado lo que pienso, pero tengo esa sensación.
Cuando el grupo creció, entre la gente del barrio que os recordaba como algo suyo surge cierto recelo porque de repente Barricada es de todo el mundo.
Es algo muy normal. Ese sentimiento tuyo de repente ya no es tan tuyo, es de mucha gente. También me ha pasado a mí con otras cosas. Lo entiendo. En el momento no, claro, me resultó muy duro. Enfrentarse a ciertas críticas no gusta, pero al final todo eso te va preparando para recibir las hostias enormes que me supuso Barricada. Me refiero a que me expulsaran del grupo. Así que me vino bien endurecerme para cuando llegó algo que jamás hubiese imaginado.
Tuvisteis que coger un mánager, Cristóbal Cintas, que se moviera bien por Madrid, de los que conseguían contratos saliendo de noche, poniéndose hasta el culo con los directivos y los promotores.
Era así. Gente que parecía elegante en la forma de vestir, que no pegaba con nosotros por nuestras barbas de tres días y pelos largos, las chupas rotas, etcétera, pero que eran los que meneaban el negocio discográfico, sobre todo su negocio, tanto el discográfico como el nasal. Al principio tú te metías en el rollo porque te hacía gracia, luego ya ninguna. De ese Madrid de negocios nocturnos la mayoría de las cosas me han pasado muy desapercibidas, porque el grado de inconsciencia al que llegaba era muy preocupante, al menos en mi caso. Tan preocupante que llegó un momento en el que corté y fuera.
En «No hay tregua» hay un chelo y lo toca nada menos que un guardia civil.
Un picoleto, sí. Era de la banda de música que estaba grabando con Concha Velasco las canciones de un especial de Navidad o de Nochevieja. A Rosendo se le ocurrió la idea de que una parte de «No hay tregua» necesitaba un chelo, bajó el tío y se la tocó. Luego nos dijeron que era brigada. Espero que no se enterase de dónde había estado [risas]. Pero fue casualidad, no fuimos a buscarlo al cuartel. Es que esto era muy típico en la SGAE, hasta que no llegaron Víctor Manuel, Teddy Bautista y demás, Autores era una sociedad de gestión llevada por músicos de bandas militares. A las asambleas de la SGAE de aquel entonces la gente iba con pistolas. Eran militares la mayoría. Hasta que entraron estos y se abrió un poco. Digamos que al menos fue un buen inicio.
La primera vez que cobrasteis unos royalties os detuvo la policía pensando que habíais robado un banco.
Fue flipante. Recuerdo que pasaba por poco las cien mil pelas. Para nosotros era una fiesta. Fuimos al banco, lo sacamos, nos repartimos la pasta, íbamos para casa y, de pronto, se cruzó un coche, se bajó el tío con la pistola, yo di una patada en la puerta gritando «¡Me cago en la puta!». Se creó una tensión enorme. Nos registraron y, vaya, encontraron ciento y poco mil pelas, que entonces era la hostia. Llamaron por radio y dijeron: «Ya los tenemos«. Resulta que habían atracado un banco y creían que habíamos sido nosotros.
1987. No sé qué hacer contigo. Ahí os quisisteis quitar la etiqueta de grupo político.
Nos la querían hacer quitar, yo nunca he querido, porque Barricada no es otra cosa, es lo que su propio nombre indica. En ese disco una de las canciones, «Bahía de Pasaia», nos la quitaron de ahí, iba sobre una emboscada que le hizo la policía a los Comandos Autónomos en Pasajes y asesinaron a cuatro. Ahora hay un monolito y su silueta pintada en las rocas. Yo conocía a uno de ellos, Rafa Delas, como he dicho antes, era de los del pañuelo negro. Era una buena persona. Estaba en una coordinadora de presos comunes que tenían su historia fuera de las cárceles, sus apoyos en grupos anarquistas, les ayudaban a sacar fanzines escritos dentro de prisión, etcétera. A mí todo esto me llamaba más la atención que solo el tema político. Siempre he dicho que no he sido independentista, soy internacionalista si tengo que ser algo, o apátrida o como se quiera. Pero vamos, que me da igual eso. Sin embargo, los movimientos que ayudaban a los presos comunes me parecían gente interesante. Estaba por ahí la CNT. No solías verlos en asambleas ni nada de eso, era en bares tomando unas cervezas, generalmente más oscuros, te hacías un peta y ahí a escondidas hablabas de miles de cosas.
Un bar como en el que ETA puso una bomba.
Por ejemplo, sí. ETA entonces tenía mucha obsesión con la historia de las drogas. Podías hacer una reunión vasca y ponerte de alcohol hasta las cartolas, pero joder, a ir más allá le tenían un miedo… Ese miedo también del propio sistema, estaban más asimilados de lo que se veía. Y nosotros no rompíamos con eso ni por un lado ni por el otro, simplemente la ruptura éramos nosotros mismos.
«Bahía de Pasaia» censurada al final triunfó más que el disco, donde igual hubiera pasado desapercibida.
Cogió un empaque que fue la hostia. No sé si lo hizo queriendo el tío de la Polygram. Luego el mismo tío me quitó «En nombre de Dios» por la Iglesia, creo que era el típico directivo del Opus Dei. Ahí, ya desesperado, le dije: «Mira, te reto a navaja y a hostias». Vaya por delante que yo iba hasta las cartolas, por eso dije «¡Un reto a cuchillo!». Pero ¿qué hago si no? A mí las canciones me cuestan mucho curro y que luego venga uno y te la quite… La de «Bahía de Pasaia» lo pude entender, pero es que «En nombre de Dios» era una canción graciosa, coño. He hecho muy pocas canciones graciosas en mi vida y si me quitas una… «Sacramento, sacrosanto, sacristán, sacrificado, sacrilegio consagrado, la señal del Santo Cristo». Joder, es un juego gracioso de palabras. Para una vez que me sale algo así. De todas formas, aunque me quitaran «Bahía de Pasaia», para hacer esa canción me estuve documentando mucho. Me leí todos los periódicos del momento de la emboscada. Fue un trabajo diferente. No quise dar mi punto de vista, sino reflejar lo que ocurrió. Me pareció muy bonito todo el proceso y después lo he empleado para La tierra es sorda.
Ese disco le gustó mucho a Pepe Risi, guitarrista de Burning.
Sobre todo la canción «No sé qué hacer contigo». Para mí fue la hostia. Creo que nos estaba entrevistando Mariano García y me pasó una llamada: «Hola, soy Pepe Risi, esa canción es muy guapa, mola, muy Burning». Y sí, es que es así, es muy Burning. Tenía el punto de «Qué hace una chica como tú en un sitio como este». Para mí sus primeros discos son… ¡buah! Cuando estábamos con Rosendo coincidimos en algún bar con Pepe y Johnny, y qué gozada [imita la voz de Pepe Risi]: «Chico, cómo está el mundo del rock and roll» [risas]. Siempre me ha gustado como guitarrista, ahí con su Les Paul… Y ahí estaba yo, en la cresta de la ola, codeándome con Pepe Risi, cuando mi madre me dijo: «Oye, por qué no echas la solicitud a la Volkswagen, que están cogiendo gente» [risas]. Y yo: «Hostia, mamá, pero que he salido en la tele, que es el cuarto disco». En pleno éxito de Barricada mi madre me pedía que trabajara en una fábrica. Qué cosa lo de las madres…
Los conciertos seguían siendo caóticos pese al éxito.
Había algunos en los que estabas tocando y de repente veías una mano que aparecía y cogía tu pedal de distorsión. Tú, claro, ibas hasta las cartolas y… bueno… era la época… ibas igual que la gente que te iba a ver.
Te refieres a farlopa y speed.
Sí, farlopa y speed generalmente. Y priva. Los conciertos solían acabar con la policía cargando. Hubo uno en Terrassa que acabó con el que montó el bolo en la cárcel, en el calabozo. Fue en un campo de fútbol, con la taquilla reventada, a la quinta o sexta canción tuvimos que salir corriendo con los instrumentos a un coche. No había manera de controlar aquello. No hacían ni puto caso. Además, a mí no me gustaba eso de pedir «Oye, tranquilos». Era una mierda, ibas a pasarlo bien y acababa todo mal. Siempre que volvías en la furgoneta veías pasar en sentido contrario las patrullas de la poli con la sirena, y al día siguiente en todos los periódicos: «Un festival de Barricada acaba en batalla campal».
También tocamos en un Aquapark. Era un sitio alucinante, pero tocábamos en la sala de fiestas dentro del sitio. Era muy flipante ver a la gente con vaqueros y chupas rotas entre los críos y las madres en traje de baño tirándose por los toboganes. Era surrealista todo aquello y acabó de manera surrealista. Entró la guardia civil, pero no recuerdo concretamente por qué. Volaron sillas dentro de la sala, pero no recuerdo el detonante de la suspensión, así como en otros sí. En el de Terrassa por ejemplo fue que la gente entró a saco y arrasó.
Pero bueno, hubo otros en los que ni llegamos a salir. En la Barceloneta una vez acabó el bombo de Rosendo en el mar. O en Santander, donde nos reventaron el bus, en Tanos, en Torrelavega. Nuestro bus se llamaba el Zambombo, que lo habían usado Leño, Obús y luego nosotros. Cuando estábamos haciendo la prueba de sonido empezó a llover. Era en una plaza de toros portátil, de estas de hierro. Estaba el cuadro de electricidad ahí puesto, atornillado, se veían todos los cables. Cayó una tromba de agua de las que caen allí, dejamos la prueba de sonido para esperar a que amainase, pero no paraba. Cayó tal chuza que el suelo se encharcó, fue subiendo el nivel, hasta que uno tocó la pared de la plaza de toros y dijo: «Hostia, esto da calambre». Toda la plaza de toros daba calambre [risas]. Pero no pusieron ni carteles para anunciar que se anulaba, así que llegó la gente, cada vez más. ¿Que no hay festival, que no hay concierto? ¡Me cago en la puta! Y todos borrachos, en fiestas, cogió uno un jeep y, ¡zas!, contra la plaza de toros. Mira, estuve toda la puta noche oyendo sirenas. Nuestros técnicos se refugiaron en el camión, en el Zambombo, que lo reventaron a hostias. No les pasó nada porque no les dio por lincharlos.
¿Qué pasó en la Barceloneta para que acabara el bombo de Rosendo en el mar?
Éramos Tijuana in Blue, Rosendo y nosotros. Salió Tijuana y tocó delante de diez mil personas, por decir. Había seguridad para parar un carro y todavía no les habían quitado las pistolas a los jurados. Si no han pasado cosas peores en estos sitios ha sido de milagro. Con Tijuana, que eran tirando a punk, la gente se puso como loca. Empezaron a tirar la valla. Salió Rosendo y en lugar de tranquilizarse se pusieron peor. De tal manera que yo me estaba cambiando para salir y me dijo Cristóbal Cintas: ¡nos vamos! Me sacaron de la roulotte y vi cómo los seguratas huían en masa y las vallas estaban volando. Había gente subida en el escenario, por debajo. Me metieron en un coche y al puto hotel. Al día siguiente, la batería de Rosendo en el agua, la gente se había llevado los amplificadores…
Rojo se graba en Ibiza con Dennis Herman.
Era un tío de Ohio que había vivido todo el rollo hippie en Estados Unidos, en Los Ángeles, y acabó de técnico en los estudios Mediterráneo, que eran del batería de Judas Priest y Mariscal Romero. Cuando fuimos a Ibiza, ¡cayó una nevada! No había caído una en treinta años. Estar currando ahí fue muy tranquilo. Si querías airearte tenías que irte a Sant Antoni, que en esa época no tenía nada de marcha. Me gustaba mucho porque te metías en los bares y era un rollo muy familiar. Siempre me ha gustado más eso que la isla multitudinaria de neones y demás que vino después.
La canción «Rojo», con letra de Fernando, ¿es taurina o antitaurina?
Él la hizo taurina y yo la canto antitaurina. Y ese pulso acaba con la canción siendo antitaurina. El secreto está ahí, en la lectura que tú hagas. No me importa la lectura que dé el autor de la letra, Barricada se tenía que definir como grupo antitaurino. Para taurinos ya tenemos a Sabina y Calamaro.
En la multinacional veías que cobraba todo el mundo por vuestras canciones, pero de merchandising, por ejemplo, no veías un duro.
El porcentaje que nos llevábamos en general era una porquería. Para lo que se generaba, muy poco, pero para lo que era un grupo de rock, era más que suficiente para vivir. Con lo que nos daban nos pagábamos la casa y los vicios. Ojalá me lo hubiera gastado en jamones, pero lo vivido, vivido está, tampoco le voy a dar vueltas. No he tenido mucho problema con lo que se quedaba el sello. No me duele el dinero de Barricada que nos robaron, sino que nos tomaran por tontos, porque posiblemente lo seríamos, pero no había otra manera de funcionar. Eras feliz viendo a una persona con una camiseta que pusiera Barricada y de lo que había por detrás no eras consciente. Creo que al final es más fácil que te dé un infarto tratando de engañar a los demás, intentando que no se entere nadie, que siendo un gilipollas como yo, que me vendrá el infarto por otro lado, no por ese.
Has dicho que Doble directo, uno de los discos más relevantes de la historia del rock español, te dejó mal sabor de boca, que lo grabasteis demasiado agarrotados porque había demasiada cocaína alrededor.
Es por la propia época. Ya no le doy vueltas. Me jode no haber sido más consciente de lo que estábamos viviendo por haber disfrutado esas sensaciones que se han perdido. Hicimos dos conciertos en Madrid y uno en Barcelona, era una grabación de tres días, en total noventa canciones. Ponte luego a escuchar eso. Era un puto aburrimiento. Y los conciertos, un puto circo. Mover al equipo de grabación, a los fotógrafos. Una locura. Y todo venía acompañado de la histeria que trae con sí la farlopa. Vamos, que todo era caótico. El día de Barcelona, hora y media antes de salir, a mí se me taponó un oído y me dio una paranoia… Creía que el cerebro se me había caído para un lado y me había tapado la oreja [risas]. ¡A urgencias! En el hospital me mira el tío y me dice: «Es un tapón». Y yo: «¿Seguro? A ver si no es el cerebro». Me llegó el tío con una jeringa de la hostia y me acojonó: «¡No me irás a meter eso por la oreja! ¡Voy de farlopa hasta las cartolas, a ver si me vas a meter algo que sea incompatible!». Yo emparanoiado perdido, histérico. El tío se descojonó. Me metieron el agua para destaponar, salió el tapón y de repente empecé a escuchar… joder… de la hostia [risas]. Estábamos a media de hora de salir para el tercer día de grabación en directo. Llegué justo. Mira, ahora escucho las canciones del directo y sé cuáles son las grabadas en Barcelona por la hostia que llevamos, por la velocidad. Esa histeria está en el disco. Ojalá hubiese sido más consciente de haber disfrutado más la música, que es lo que hago ahora. Y hay una gran diferencia. Me alegro de haber vivido lo que he vivido, pero haber salido antes de ese mundo me hubiese permitido tener otro tipo de sensaciones, que es lo que me habría gustado.
Por instinto entró en la radiofórmula. Eso fue un hito.
Eso dijeron, pero no lo vivimos así. Solo nos pareció algo peculiar. Para nosotros fue todo lo contrario: ¡más farlopa! Solo eres consciente porque de repente sigue subiendo el nivel, empiezas a llenar pabellones, haces unas giras que son la hostia, te llaman para ir a programas de televisión sin sentido, como uno que hicimos en Ibiza, que estuvimos tres días de viaje, hicimos un playback, estaba el hijo de Bob Marley, grupos ingleses, no sabíamos qué coño hacíamos allí, debió de costar un pastón todo aquello… Eran situaciones muy ridículas, que no te quedaba otra que tomarte como unas vacaciones.
«Blanco y negro» fue vuestra canción más conocida.
Habla de lo que había vivido en el casco viejo de Pamplona, de sus calles en los ochenta. El riff salió de la línea de bajo. Esto era muy habitual en Barricada, y me jode que parezca que pasé como una sombra por el grupo, porque aparte de haber hecho las letras, la gran mayoría de las canciones surgieron de empezar una melodía con mi bajo.
En el siguiente disco, de la canción «Oveja negra» mucha gente pensó que era una canción racista.
Evaristo, de La Polla, escribe así, en primera persona. Para mí fue la primera canción que hice con esa técnica y dijeron que era racista, si lo hubiese hecho Evaristo a nadie se le hubiera pasado por la cabeza. Para grabar el vídeo el equipo se fue a Tarifa a rodar la llegada de una patera, y como los extras realmente eran gente que había llegado en patera en algún momento, cuando la guardia civil vio todo aquello actuó [risas]. También Polygram nos hizo quitar del vídeo imágenes de Felipe González, Aznar y Pedro Piqueras y así se hizo. En fin.
¿El grupo digirió mal el éxito?
Empezamos a vivir momentos como era tocar en una sala, pabellón o plaza de toros, y estar la furgoneta en marcha para, en cuanto acabáramos, salir de ahí. Nunca habíamos funcionado así. Yo no me encontraba cómodo con esa actitud. Y a mí las «lentejuelas» me gustan. Yo me pongo la luz para afeitarme y me pongo a cantar automáticamente, pero eso de sentirse el rey del mambo siendo republicano no puede ser. No tiene razón de ser. Viví muchas situaciones que no iban conmigo. Ese ambiente de Madrid, por ejemplo, eso de: venga, a cerrar el bar y poner unas rayas de la hostia, kilométricas, yo no…. joder, soy el Drogas, pero por otra cosa. Estoy por la legalización, no por eso. No me encontraba cómodo conmigo mismo.
¿Por eso montaste Txarrena como proyecto propio?
Me apetecía salir de esa estructura que teníamos como grupo. Siempre las mismas cuatro personas. Conocía a más gente, tenía gustos musicales personales, concretos. La pena es que no calculé bien lo de Txarrena y solo tocamos ocho veces, muy poco, porque no habíamos parado Barricada. Fue una putada.
El LP La araña tuvo muchísima promoción, pero Barricada inició ahí la cuesta abajo.
Veníamos de Por instinto y Balas blancas, que son discos de platino. Pasamos de ciento veinte copias a vender setenta mil, que sigue siendo muchísimo.
Pero llevabais otra ropa muy distinta, ahí dijimos todos: aquí se han acabado los ochenta ya en serio.
El pelo seguía siendo largo. Y me aburría de un disco a otro si la cosa se repetía. Balas blancas es una repetición de Por instinto musicalmente hablando. Seguimos teniendo una gran carga política y social. «La araña» era contra la patada en la puerta de Corcuera. «El pan de los ángeles» es sobre los meninos da rúa, sobre los comandos de comerciantes que salían a matarlos por la noche. Pero ya eran otros tiempos, el grunge había entrado a saco y tratamos de entender esa nueva corriente a nuestra manera. Yo pensaba que no iba a descubrir ya ningún grupo nuevo y de repente aparecieron Rage Against the Machine y tomé nota. Y aunque La araña es el disco que marca el declive de Barricada, es el tercero más vendido. Se grabó en Inglaterra en el estudio de Phil Manzanera, el de Roxy Music, y, joder, qué hambre pasamos. Nos encontramos con un gitano, Queco, que luego fue el autor del «Aserejé» y nos alegramos mutuamente la vida. Él porque por fin pudo hablar en su idioma y nosotros porque su mujer, una mocetica de unos dieciséis o diecisiete años, hacía tortillas de patatas. ¡Por fin algo que se podía comer!
Allí también la tuvisteis con la policía.
Una tarde de domingo nos dijimos: ¡Vamos a quemar Londres! Y nos fuimos donde grabó Motörhead, al Hammersmith. Llegamos y en la sala éramos nosotros, nuestro chófer y un montón de japoneses echándole fotos a todo. Tocaba un grupo de puta madre, eso sí, pero a las siete y media echaron una reja en la barra y a tomar por culo, aquello se había acabado, ya no se podía beber. ¡Pues a buscar costo! Conseguimos por ahí, yo tenía una piedra, Alfredo otra. Nos fuimos al coche y en esto que llega la policía. Eran cuatro, dos delante y dos detrás. Nos pillaron la china y nos llevaron a comisaría. Nos hicieron bajar unas escaleras, nos pusieron en pelotas y a hacer flexiones para ver si teníamos más costo. Me hablaban en inglés y yo contestaba: «I’m The Drugs, Slash, Guns N’Roses, The Clash». A ver si me entendían [risas]. Me dijeron que si me volvían a detener no podría volver a Gran Bretaña, cosa que de alguna manera me daba igual, porque tampoco es que me entusiasme. Cuando volvimos a nuestro coche miramos por el suelo y encontramos la china que habían tirado. Así que al menos pudimos celebrar algo.
En las Ventas, en el Monstruos del Rock, tocáis La araña entera del tirón y el público se queda frío.
Siempre estábamos los mismos grupos en todos los festivales. Yo estaba hasta los cojones. A los demás no les iba a cambiar el repertorio, pero al menos hice que nosotros tiráramos por La araña y… fue nuestra crucifixión. No nos volvieron a llamar, pero me alegro. Siguen llamando a los mismos para que hagan lo mismo. ¡Que han pasado años, tú!
Cómo vives la etapa, digamos, de aterrizaje, de Insolencia y Salud y rocanrol hasta La venganza de la abuela.
Fueron diferentes tipos de bajones. Insolencia lo viví muy bien, por ejemplo. Grabamos todos a la vez, otra vez con Dennis Herman, en Las Landas, que encima hubo un huracán, se cayeron árboles, se cortó la carretera, pero fue una forma muy bonita de trabajar. Es el disco menos vendido, una hostia comercial del copón, pero a mí me gustó, fue muy bonito. Salud y rocanrol, otro directo, creo que es un disco que sobra, pero teníamos que terminar el contrato con Polygram y un disco en estudio cuesta la hostia y para mí era un curro del copón. Yo no podía tampoco ponerme a hacer un rollo de relleno, así que llegamos a este acuerdo.
En tu siguiente proyecto en solitario, La Venganza de la Abuela, te metiste de lleno en las nuevas tendencias de entonces, Marilyn Manson, etc.
Estuve siete años preparándolo. Como aprendí de Txarrena, paré Barricada para dedicarme exclusivamente a esto, pero mientras que Txarrena vendió cuarenta mil copias y pico, este no lo compró ni mi familia. Incluso mi pareja me preguntaba qué hostias había grabado, si es que estaba majara. Íbamos a los pueblos a tocar y había más gente en la prueba de sonido que en el bolo, pero sigo pensando que fue una experiencia bonita.
Creo que es muy difícil que un grupo tenga más de tres discos seguidos buenos, pero Barricada tiene ocho. Hablar de declive después de La araña igual es un tanto relativo…
Nos sobraron trabajos, como el disco en directo, como la banda sonora de la película Suerte, el recopilatorio de singles, el del veinticinco aniversario y, personalmente, creo que desde La tierra está sorda hasta que ellos dejan el grupo sobra todo también. Sin todo eso sería más comprensible cada paso que se ha dado y el porqué. Es más fácil seguir a Los Suaves, Rosendo, a Fito, a Extremoduro que a Barricada. Con Acción directa comenzó otra época para el grupo, pero más en el plano comercial que personal. Las relaciones entre nosotros estaban muy tocadas por todo el rollo de la perica. Unos pensábamos que había que ir frenando y otros no… A mí me empezó a cansar tener que estar empujando. No le iba a pedir a nadie que escribiera las letras de las canciones, pero ¡aporta algo con la batería o con la guitarra! Luego enlazábamos un trabajo con otro y yo también quería disfrutar de mi familia, como todos. Llegó el Bésame, que nos lo curramos entre Alfredo y yo, y ahí dije se acabó. Vi que los discos sonaban bien pero habíamos perdido el poder de sorpresa, que para mí es fundamental. En la gira de Bésame les dije que lo iba a dejar. Fernando, el batera, no aportaba absolutamente nada más que mal rollo cuando íbamos a tocar. Boni llevaba sin hacer una canción desde Por instinto. Estaba agotado y las relaciones eran catastróficas, pero me convencieron para seguir. Entró Ibi, nuevo batería, y desde el primer día le pusimos al 25%. Tanto Alfredo como Fernando no estaban en el primer disco y también les puse al 25% a cada uno en todo. Esa fue una decisión mía. Pero en cuanto nos metimos a grabar vi que Ibi no había entrado en Barricada, sino en la banda de Alfredo. «Este no ha entendido nada», me dije.
Pero llegáis a la La tierra está sorda, el disco conceptual sobre la Guerra Civil. Un curro de documentación enorme, el libreto tenía ciento ochenta páginas.
Me leí La voz dormida de Dulce Chacón y me di cuenta de que no tenía ni idea de la Guerra Civil. Yo creía que los de los ochenta éramos la rehostia, que habíamos cambiado el sistema político, y lo que hicimos fue bailar sobre la tumba de los nuestros. Me pasé entonces cuatro años rulando por el país investigando el tema, escuchando a la gente y leyendo libros. Y me fui con mi socia, no me acompañó nadie del grupo. Para que luego digan que me han hecho un favor dejando que esto salga con Barricada. El trabajo me lo eché yo a la espalda y salió por pelotas, porque de hecho es que fue así como habíamos sacado los anteriores discos. Pero ellos se lo perdieron. Fue muy enriquecedor y hubiese estado bien que se hubiesen enriquecido todos, tanto por la aportación musical como por la temática. Me he leído unos cuatrocientos libros sobre la represión en España. Es ya una obsesión. Y por eso fue la primera vez que les dije, ya cansado, que en ese disco no íbamos a repartir todo en autores al mismo porcentaje como hasta el momento. Aunque, ojo, solo cambié el porcentaje, les seguí poniendo de autores y había canciones escritas y compuestas íntegramente por mí. Podría haber sido una hostia comercial, pero resulta que sí que dio. Volvimos a un lugar en el que hacía tiempo que no estábamos.
En la gira decidí que el disco se tocase íntegro, yo no hago canciones de relleno, todo tiene un sentido. También me puse en contacto con gente de la CGT de enseñanza en Aragón y buscamos cómo entrar a los institutos a tocar. Un maestro me dijo que era muy interesante para los de bachiller, que estaban dando la Guerra Civil. Hasta ese momento no sé cuántos grupos habrán entrado en un instituto a tocar. Para mí fue un logro; un logro precioso, entrar en el instituto un día de diario por la mañana, tocar, explicar cada canción, que los alumnos preguntasen.
En el libreto me esforcé para que no estuviera distorsionado por mi punto de vista. Soy anticlerical, antimonárquico, pero lo que quise plasmar fue el hecho histórico. En un principio, con que se hubiese interesado una sola persona por la guerra, me habría dado por satisfecho, pero es que fueron más de uno. Todo esto me ha servido para ahora girar con la gente con la que estoy por salas de cultura y teatros y tengo pensado hacer una toma de lugares relacionados con la memoria, como los Pozos de Caudé, el campo de concentración de Castuera, el monumento de Santacruz de Moia en Cuenca a los guerrilleros. Ir con un generador y una furgoneta a tomar esos lugares y hacer un acto de apoyo, porque son monumentos levantados gracias al tiempo y a la constancia de mucha gente que está en las asociaciones de memoria histórica.
Y en los camerinos, Aquarius.
Sí [risas], hace casi diez años que dejé el alcohol y todo tipo de sustancias. Ahora disfruto mucho más todo lo que hago. Y ahora precisamente es cuando soy menos políticamente correcto. Me llevo muy mal con los periodistas en general. Yo no voy a pagar trescientos euros por poner una faja en una revista, ni voy a poner un banner en tu puta web ni pollas. Si quieres hablar del Drogas, habla. Si no hablas de mi disco, tú eres el que está eclipsando al público. A mí… qué cojones, yo ya sé quién soy.
Rescataste Txarrena y te expulsaron de Barricada.
Decidí parar Barricada después de La tierra está sorda porque fue un trabajo denso de cojones. Me junté con Brigi Duque, de Koma, y unos amigos a hacer algo más liviano. Al repertorio que hicimos lo llamamos Azulejo frío y le pusimos el nombre de Txarrena, porque no lo había disfrutado en su momento. Grabamos, echamos a andar un año y tan a gusto. De Barricada no tenía ni idea de qué pasaba. Andaban toreando y de repente me enteré de que habían pillado bajista. Aquello fue el no va más. Decían que yo quería seguir con Txarrena. Realmente, si hubiese querido dejar Barricada me habría llamado el Drogas desde el primer momento. Ahí hubo un momento muy jodido en el que empecé a recibir hostias por todos los lados. La gente empezó a decir que me he ido de Barricada, ¡que me he portado mal con el grupo! Todo muy cultivado por el Boni y por Alfredo. Pero ahí se quedó la historia, porque justo en esas fechas es cuando diagnosticaron alzhéimer a mi madre y ya pasé a vivir las veinticuatro horas con eso.
Con Barricada quería hacer parones largos, como los de cuatro años que hacen Extremoduro o Marea, pero al expulsarme cogí y, con la misma gente con la que estaba en Txarrena, pasé a llamarme El Drogas y saqué ese disco, Demasiado tonto en la corteza, dedicado tanto a lo vivido con mi madre por la enfermedad, lo de Barricada y la historia política. Sacamos el disco un 28 de diciembre e hicimos la presentación por las calles de Pamplona en tres sitios diferentes sin pedir permiso ni hostias. Lo gracioso es que estos bolos improvisados me coincidieron con la despedida de Barricada, que iban a tocar aquí. Hasta los cojones acabé. Saco un disco con un curro del copón y toda la prensa preguntándome si iba a ir al concierto. Pero ¿para qué iba a ir a tocar a la despedida si me habían dado la puta patada? Así que contesté que sí, que un día estaría en las puertas pares y otro en las impares. Y nada, el periodista lo puso en primera página del periódico de aquí. Se montó la de dios. ¡El Drogas! ¡Qué hijo de puta! [risas]. ¡Vamos a tener que apedrearlo! Luego ya venía explicado en la noticia que era una broma y claramente no iría, pero al redactor le dio por meterlo y fue un gol por toda la escuadra. Eso sí, a partir de ahí me empecé a llevar mal con todo dios.
Ahora te estás marcando conciertos de tres horas.
Solo hay dos artistas que hagan conciertos tan largos: Bruce Springsteen y Raphael. Son cuarenta canciones, pero antes nos telonea un grupo de música melódica cristiana, Ángel Casto y los Honestos, que somos nosotros disfrazados como los de «Amo a Laura». En la batería llevamos el smiley que dice: «Sonríe, Dios te ama». Lo gracioso es que me invento chorradas, como que el Drogas obliga a Ángel Casto a pagarle por actuar y la gente, con el rollo del Facebook y tal, se lo cree [risas]. Me acusan por ahí de pesetero por lo que le he hecho a Ángel Casto [risas].
También has escrito un libro de poesía , Tres puntadas [Desacorde Ed.].
Fue por Nine Inch Nails. Después de escuchar eso vi que lo único que podía hacer era leer poesía y dejarme de música.
Dices en una que la lluvia es tu patria.
Sí, porque llueve donde quiere y cuando quiere. Las gotas no tienen banderas. Quiero que mi patria sea tu piel y tu sombra, mi bandera. La lluvia y el gitano es lo mismo. El apátrida. Soy parte de donde piso y tú eres parte de donde pisas…
Luego hay otra sobre la eutanasia.
Creo que es tan importante vivir con calidad de vida como morir con calidad de muerte. Si la vida es un aprendizaje desde que naces hasta que mueres, por favor, que lo último no sea la nota que te pone el maestro, porque ahí suspendemos todos. Es decir, quiero ser yo quien decida el cuándo y el cómo. Y sobre todo le tengo mucho miedo al dolor. He visto morir a mi padre de cáncer y son dos años muy jodidos. Tengo a mi madre con alzhéimer y lleva un degenere del copón. Es una enfermedad muy cruel.
Y ahora has sacado uno de poesías para niños, Las zapatillas de volar [Desacorde Ed.].
Era un reto más. Lo de los críos siempre me ha llamado la atención, sobre todo quería que fuese una historia ilustrada. Fueron un conjunto de cosas que se dieron en mi cabeza y lo tenía que sacar adelante. Lo he hecho en formato de haikus porque me gusta la escritura breve. Bueno, yo lo llamo así pero no son exactamente haikus. Mi intención es que vaya dirigido al niño que todos llevamos dentro. No tanto el público infantil entendido como edad, sino el espíritu.
Me ha llamado la atención el verso «rápido mosquito como un navajazo». Aunque sea un libro para niños, ¡tiene que haber un navajazo!
Joder, cuando les pique un mosquito lo van a saber. Sobre todo cuando se rasquen el picotazo, que es la sensación del navajazo. Los críos entienden todo eso. Yo de hecho he llevado más veces navaja cuando era crío que luego, para coger una rama y pulirla para hacer un tirachinas, cosas de esas. De niños todos llevábamos navaja para hacer nuestras cosillas y a nadie se le ocurría ni por lo más remoto pinchar a otro con ella.
Fotografía: Humberto Bilbao
Burlados? No será Burlada?
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Lloré de felicidad la primera vez que charlé con el, de emoción en la presentación de «La Tierra Está Sorda» en el fnac de Barcelona y de rabia el día que lo largaron de Barricada. Gracias Enrique por todo. Quien no quiere al Drogas, no quiere a sus padres.
Yo soy de llorar menos
Bueno Ibn, cada uno expresa sus emociones como puede / quiere. No es malo.
Gracias Álvaro por esta gran entrevista, a Jotdown por publicarla y desde luego millones de gracias Enrique por todos los momentos vividos, que estarán para siempre unidos a tu música en mi memoria.
Este Hombre Me sigue sorprendiendo por su clarividencia y agudeza. Lo cierto es qué sin el y su grupo mi vida habría tenido muchas menos emociones , habría sido menos placentera y, sobre todo , seria más manso, más inocente y todavía más tonto. Qué el dios de los Acratas, quien quiera que sea, le guarde por muchos años.
Tiene un cacao menatal importante el tipo.
Si ddespués de 400 libros sobre la represión en España,insiste en comparar los 800 asesinatos de eta con represión policial en el norte….lo lleva claro.
De la guerra civil le faltan otros 400, para saber,que solo en Madrid, la II República mató más gente que el cancer.
Si lo considerara músico y compositor,hablaría de sus discos.
El que tiene un importante cacao eres tu. Léete «El Holocausto Español» de Paul Preston, en el se detalla la violencia ejercida en uno y otro bando. No hay comparación!
La guerra civil queda tan lejos….es mejor no despertar el dolor de nadie. Estoy de acuerdo con rescatar el respeto, pero es cierto que hubo dos Españas.
En cuanto al entrevistado, sin ser fan, me ha resultado íntegro, fiel a su concepción del mundo.
Para nada compro su relación con las drogas ni su cercanía con la violencia, aunque el directamente no la ejerciese.
No puedo aceptar la violencia de ETA, no existe una justificación de ejercito del pueblo cuando una parte mata y otra se ajusta a un estado de derecho. Son asesinos.
Déjalo, no ves que es de los que en algún momento de la discusión soltará la palabrita que todo lo justifica… «Paracuellos»
«El terrorismo de ETA está tan lejos…es mejor no despertar el dolor de nadie» y otras gilipolleces que podemos seguir diciendo aplicando vuestra misma y cínica y mediocre vara de medir, querido Alfredo.
Las heridas sólo se cierran con la verdad, y la verdad siempre debe ser recuperada. No lo digo yo, lo dijo Pessoa.
Silencio e indiferencia, las mejores armas contra los trols.
Por otro lado, acojonante entrevita que me ha llenado de felicidad.
Trols son los que no están de acuerdo con su verdad? En mi opinión El Drogas se acabó en La tierra está sorda, parece que aquí se le fue la pinza y se volvió un tipo rencoroso con todo, no hay más que verle desde entonces sus declaraciones, ahora sale diciendo que Barricada tenía otro bajista y que el no se había enterado ¿y lo dices ahora? no voy a valorar lo que pasó porque solo lo saben ellos pero lo dicho se le ve una persona llena d odio desde entonces
Ja ja ja pero que tooooooonto eres, Miserable
Siempre en la barricada del Drogas!!
La mejor entrevista que he leído en Jotdown.
Sólo por salir a defender a Alaska y Canut. Hay que gente que tras una vida perra, de sacrificios y esfuerzo continuo se quedan en las calle. Hay otros que se quedan en las calle esperando que papá estado (Alaska dixit) les rescate después de no tener esfuerzo ni responsabilidad sobre su vida. A estos últimos se referían evidentemente, no hay que ser muy listo para darse cuenta. Quizás Enrique ahora entienda mejor esto, después de que él pusiera en el grupo su esfuerzo y su trabajo mientras los otros las vieran venir.
Man, where you’re gonna stop!!!
Fucking shit!!!! Never!!!!
Tiene toda la razón en lo de que algunos componentes de Barricada llevaban años sin aportar nada. De hecho sin el Drogas vimos que eran inviables.
El Drogas te puede gustar o no, pero intelectual y musicalmente es mucho más que todos sus antiguos compañeros juntos. Y eso a pesar de la farlopa.
Nos guste o no, todas la drogas tienen su valor positivo si se saben usar.
Pero el equilibrio es algo a lo que pocos aspiran cuando se drogan.
La legalización llegará cuando doblar la dosis para doblar los efectos positivos nos parezca a todos una estupidez.
Porque no todos saben cuando menos es más.
excelente entrevista, no soy fan de Barricada, pero me parece un tipo sensato, divertido, un ejemplo, se lee desde la primera pregunta hasta la última; lúcido, mordaz, respetuoso, sin pelos en la lengua, pero nada grosero ó rencoroso
Fantástica entrevista y muy bueno el entrevistado. Lo único que tengo que reprocharle a la hora de acercarse a la verdad y a los hechos es su inetegrismo, que demuestra con afirmaciones tales como que leyó 400 libros sobre la represión. La realidad tiene siempre, cuando menos, dos caras, y él insiste siempre en la misma. Lamentable.
Lamentable es un país sin memoria. Genocidio!! Lamentable que no se predique la maldita verdad. No fue una guerra, fue una masacre programada.
Joder, cómo he disfrutado la entrevista… Para mí, sin entrar a valorar su magnitud como músico y creador, este tipo de gente sí que son ilustres y auténticos… Gente que asume sus miserias sin ningún tipo de complejos y a la vez es capaz de reconocer que desandaría alguno de los pasos ya recorridos…
Para los q somos de Pamplona, un orgullo. Crecimos con su musica y como disfrutamos…. Gran persona, gran musico y letrista. Destacar su apoyo incondicional a Motxila 21, grupo musical de jovenes con sindrome de down. Siempre dispuesto a una foto o un autografo. Pasea por las calles de Iruñea como uno mas pero todos sabemos q es «El Drogas». Aupa Enrique!
Qué recuerdos
En los años 80, creo que sobre el 84, coincidió en una entrevista en TVE Navarra con D. José María Cirarda arzobispo de Pamplona que le daba palmaditas en la espalda. Lo llevó a su casa de la Chantrea en el coche oficial. Menuda estampa la del Monseñor y Enrique de animada charleta. Ambos seres muy especiales.
Muy buena persona.
A mi El Drogas me parece uno de esos seres sensibles que han tenido que hacerse a un entorno duro. No un entorno duro de picar piedra, sino un entorno social oscuro, una época de falta de esperanza. Es normal que se llevase bien con Eskorbuto, porque en el fondo, y dejando el jaco a parte, andaban en lo mismo. Me provoca rechazo y cariño a la vez, porque como nacido a finales de los 70, crecí odiando ese mundillo: Eskorbuto para mi estaba asocido a los punkis bebiendo a horas intempestivas en un banco de mi barrio, o al yonki del portal de al lado que se pinchaba en la campa de debajo de mi casa. Gente en la que se intuía una podredumbre que daba miedo. Luego, con el tiempo y la perspectiva, he aprendido a apreciar a los que les tocaron vivir en aquellos tiempos, lugares, y condiciones tan aciagos. Tengo simpatía sobretodo por los que sobrevivieron con mucho esfuerzo y sentido común, y los que además han conseguido dar sentido a todo aquello, incluso desarrollando puntos de vista interesantes.
GRANDE EL ENTREVISTADOR Y GRANDE EL ENTREVISTADO…ENHORABUENA!!!!!!!
Solo falta que hable sobre las broncas entre los Bragas Rojas de la Txantrea y los macarras de Burlada. No sé a dejado nada el tío.
Una gran entrevista, hacia mucho que leia una de esta calidad. Xapo.
Y siempre con los barri…!!!
Cada día admiro más a este hombre. Me parece que si todos viesemos la vida como él, otro gallo nos cantaría. Grande en Barricada, grande en Txarrena, grande en El Drogas y ENORME en la vida. GRACIAS ENRIQUE! Salud y rocanrol!
La entrevista es genial, por el tono y el personaje. Pero el cacao que tiene Enrique, el Drogas, es importante: habla de Euskalherria y de Iparralde y de que Navarra es vasca, pero no es independentista; lee 400 libros sobre la represión nacionalista, pero ninguno sobre los paseos republicanos; estoy contra el ejército español, pero hice la mili y entiendo a ETA… Vamos, el típico postureo progre.
Ser punki y estar a la contra en la Txantrea (y en Pamplona) de los 80 era declararse español públicamente, cagarte en el mito de una supuesta nación étnica (Euskalherria) y no beber alcohol, sobre todo esto último. Enrique es un buen especimen de su época.
A pesar de todo, menos de tres contradicciones nos convierte en ortodoxos. Viva Barricada.
Personalidad amigo e ideas propias
Hacia tiempo que no disfrutaba tanto leyendo una entrevista. Genial del principio a fin. Gracias al autor y al Drogas, al que es imposible no admirarlo. Gracias, también, a mi hija, que me ha pasado el link.
Hombre, a mí tanto Barricada como La Polla los tendré como clásicos cuyos discos marcaron mi juventud. Pero más por la música que por el mensaje.
Pero básicamente porque no soporto la hipocresía voluntaria. Yo entiendo que estés contra el capitalismo, pero que tengas que convivir con él aunque sea lo mínimo porque no hay alternativa. Nunca criticaré a alguien, por muy comunista que sea, por comprarse un móvil o pagar la luz de tu casa al oligopolio eléctrico. Es eso o la muerte social y las velas.
¿pero las drogas? ¿hacer uso voluntario de algo perfectamente evitable en tu día a día? Gracias a tus risas y tus juergas de costoby farlopa, muchos campesinos y gente humilde del tercer mundo se ven obligados, bajo amenaza de muerte, a plantar, distribuir, y traficar esas porquerías.
Siempre que haya demanda, habrá oferta. De drogas, pederastia, prostitución…
Tristísimo que un tipo como éste sea el héroe de muchos por aquí. Al menos los Eskorbuto no daban sermones de moralina…
@Chantreista: Poniendo distancia de por medio, porque a mi el macarrismo de Barricada y de otros contemporaneos nunca me gustó, creo que El Drogas sabe perfectamente de lo que habla y es bastante coherente dentro de su subjetividad. Respecto a Euskal Herria, me parece muy interesante el analisis que hace de esa época donde ETA estaba escindida, y había facciones como los p-m, Comandos Autonomos y gente que estaba en ETA más por anti-fascismo que por indenpendentismo. La empatía de Drogas con esa gente, supongo que viene más de haber credido juntos, salido del mismo sitio, y haber vivido los años oscuros del franquismo encima en un barrio obrero. El deja claro que no es independentista, y que no está a favor de la violencia. Lo que si creo es que hay que ser mas claro en los mensajes, porque hay una cierta legitimación de la «lucha armada», y eso es innegable. Muchos chavales escuchaban barricada en el País Vasco a principios de los 90 -mucho más en zonas obreras que en zonas indepes pata negra-, y si que mucha gente hizo suya esa legitimación, cuando ellos ya habían crecido en un ambiente de mucha más libertad. Y eso me jode, porque gente como el Drogas que viene de donde viene, pues puedo aceptar esa legitimación o empatía, o como se quiera llamar. Pero de otras generaciones más jovenes, esa misma actitud siempre me ha parecido más de postureo, de ir de guay.
He terminado la lectura queriendo ser su amigo y aprender de todo ese conomiento personal que mana.
Muchas gracias, he compartido mucho con su música y su reflejo.
Grande Drogas! Grande Barricada. Pero….porque barrio conflictivo (el Lp) no está en Spotify? Esto sí que debería ser la primera pregunta ;)
Gracias, Enrique, por tus canciones, que forman parte de mi vida. Gracias, Alvaro, por esta pedazo de entrevista.
Álvaro Corazón Rural odia a la izquierda abertzale. Quiere demostrar una y otra vez que El Drogas mola y que no es de «esos», y como se ve en otros reportajes (como el de Eskorbuto, por ejemplo), los «auténticos», los mas interesantes, los buenos músicos…no era de «ese mundo». Tiene una obsesión y no deja de demostrarlo.
Grande grande
Grande
«Bahía de Pasaia» era ,y supongo que sigue siendo, el himno oficioso de los GEO.
…Enrique es como nuestro «Lemmy» (D.E.P)….en tipo de barrio que le daba/da duro al R’n’R.
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TE QUIERO DROGAS!!!!GUAPOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Aúpa Drogas!!!
Siempre grande drogas
Impresionante entrevista…El Drogas es un tipo especial.
Sólo hecho en falta una cosa, porqué no se habla de Sergio Osés???
El guitarrista que estaba ahí en la primera etapa de Barricada y que seguro co-escribió temas clásicos como ‘Noches de Rock & Roll’ merecía ser nombrado en alguna parte..
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Hay una veta de canción que habla del dolor interno o de la alegria que emociona y que aprendí a reconocer en el primer disco de Txarrena («nada sin ti», «Frio») y en «no se bien porque» (el disco de barricada que empieza con Balas blancas). «Lentejuelas me dejó pasmado, claro!, también la de «Que sola estás». Luego mucho más adelante he conseseguido renovar esa estela como oyente en «Cordones de mimbre» y «Collar abandonado» «Azulejo frio» (esta más cañera desde luego. La combinación de la voz con su tono y espesura y la melodia sobre la que navega tan autorialmente Drogas hace que sea un incondicional suyo y no sus opiniones que escucho o leo con interés.Que podemos decir….mientras siga creando.
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Hombre, The Cure tampoco suelen bajar de las tres horas.
Enrique, Alfredo, Boni y Fernando, que historias carajo, una de mis bandas favoritas desde principios de los 90’s. En México muy difícil encontrar material de Barricada fuera de los mercados «undergorund» de la música. Un abrazo
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