Como consecuencia de la publicación de unos mensajes privados intercambiados, al parecer, entre los reyes de España y Javier López Madrid, investigado por el uso de tarjetas black de Cajamadrid y relacionado con presuntas donaciones ilícitas al PP, se ha vuelto a plantear la eterna discusión sobre la privacidad y la publicación de ciertas informaciones y documentos en prensa. Para que no se me acuse de no dar mi opinión sobre el caso concreto, sostengo que esa publicación, al margen del posible origen delictivo de los datos, carece de relevancia pública: lo que opine la reina en una conversación privada sobre un medio no es relevante y el apoyo, también privado, a un amigo en problemas (con independencia de que se tenga o no merecidos esos problemas), es una reacción absolutamente humana. Tan humana que es la más habitual, incluso cuando se trata de delitos especialmente repulsivos. La mayoría de las personas, cuando se enteran de que un hijo, un cónyuge, un hermano o un amigo ha sido detenido por asesinato o violación, por ejemplo, suelen reaccionar dando su apoyo a aquel con el que tienen un vínculo. Esto no les convierte en cómplices, ni implica que justifiquen o secunden el crimen.
¿Queremos que los cargos públicos sean ocupados por robots, por tarados emocionales? ¿Queremos que sus emociones difieran tanto de las nuestras que construyan desde la adolescencia una biografía diseñada para recibir un escrutinio público completo? No estoy hablando de «perdonar» cualquier cosa o de justificar cualquier transformación. Estoy hablando de distinguir entre lo que hacemos y escribimos para el «público» y nuestro comportamiento informal, en un ámbito privado, siempre cargado de una información intransmitible, repleta de contexto y de signos que los demás son incapaces de comprender.
En resumen, de haber un error en esos mensajes, se limitaría a una cierta falta de prudencia. Ahora bien, un mensaje privado no es un mensaje en Twitter o un texto que publico en Facebook. No va destinado a todos.
Como de costumbre he terminado explayándome demasiado sobre una cuestión previa, cuando el tema que debería ocuparme en este artículo no es el de esa noticia concreta, que simplemente reproduce un mal absolutamente generalizado. Lo que quiero defender y explicar es que la prensa española (hablo de la española porque es la que conozco) está corrompida y deberíamos empezar a pensar en cómo resolverlo, ya que sin una prensa fuerte y libre es imposible la democracia. Este es un buen momento, ahora que la regeneración de la vida pública aparece, al menos formalmente, en la agenda.
Sé que alguien, relacionado con algún medio digital o un periódico local dirá, tras leer este artículo, «eh, no generalice, nosotros no estamos corrompidos». Asumo que puede haber contraejemplos, pero la tesis que defiendo es que las prácticas a las que me referiré están generalizadas en la mayoría de los medios y especialmente incluyo a los más importantes. Si no es su caso, estimado director de diarios, no se dé por aludido.
Desde hace décadas asistimos al espectáculo de que expedientes secretos aparezcan en los medios. En principio, secretos lo son todos (al menos hasta un determinado momento). Algunos no solo son secretos para el público en general, sino que incluso lo son para las partes. Esos sumarios declarados secretos aparecen, sin embargo, en los periódicos y se llega a la aberrante situación de que se pregunte a un investigado —o se le reclamen responsabilidades— sobre algo a lo que no tiene acceso su propio abogado. La prensa se convierte en una especie de juez omnímodo, que decide qué parte de ese sumario secreto publica, sin garantía de integridad, troceando la información y castigando a la persona afectada a responder a acusaciones que no conoce. No es El proceso de Kafka, es una práctica habitual en este enajenado país nuestro.
También asistimos a filtraciones de supuestas investigaciones policiales. Hemos visto en periódicos de todo signo extractos de «informes» de unidades policiales sobre supuestas investigaciones a personas relevantes por la comisión de gravísimos delitos. Luego nos enteramos de que esos informes —que nunca deberían ser públicos, aunque fuesen ciertos, pues una investigación tiene que terminar o archivada o en manos de un juez— son auténticos fantasmas administrativos. Las informaciones se llenan de insinuaciones, de medias verdades, en el mejor de los casos, a menudo de interpretaciones jurídicamente espurias. Los medios que las publican se remiten a sus «fuentes», que frecuentemente carecen de nombre y apellidos. Son «fuentes conocedoras del caso», «fuentes cercanas a la investigación» o «personas del entorno». No hay forma de controlar no la veracidad de las informaciones, sino —y esto es esencial— su integridad.
Si la información que adopta esos moldes es relevante, al menos nos consolamos. A menudo, sin embargo, es absolutamente irrelevante. Recuerden esos correos electrónicos de Iñaki Urdangarin en los que hacía bromas sexuales, por ejemplo. Es lógico que los medios sucumban al amarillismo: la impunidad es tan grande que la falta de relevancia pública, en el sentido noble de la palabra, ha dejado de ser un freno. Lo que vende, lo que te da influencia, lo que daña al enemigo político, se utilizará. Da igual que se saque de contexto o que se extraiga de un ámbito privado.
Tradicionalmente se decía que, en España, la mentira de los políticos no estaba castigada electoralmente, y era —vean que naíf soy que uso el pasado— verdad. En España, la manipulación de la prensa tampoco está castigada socialmente.
Todo esto, que es malo, no es lo peor. La verdadera corrupción de la prensa se produce en otro lugar tan negro como las tarjetas black, en el que nunca ponen su foco y su lupa. En España, la auténtica investigación periodística es irrelevante. Algo como lo que muestra la película Spotlight es impensable en nuestro país. No solo por los medios utilizados, y el tiempo y la intensidad invertidos, sino también por las consecuencias para el propio medio, en una ciudad, Boston, mayoritariamente católica.
La mayoría de las exclusivas, en España, son producto de una filtración interesada. Los medios y los periodistas siempre se justifican diciendo que, no por el hecho de que alguien filtre algo con la intención de sacar un beneficio, van a dejar de publicarlo si es importante y si es cierto. Yo les daría la razón si no fuera porque esa práctica casi siempre corrupta —la del que filtra información reservada, protegida legalmente— fuese también objeto de sus informaciones. Sin embargo, eso casi nunca sucede. Yo, como abogado, no puedo contar lo que me confiesa un criminal para el que trabajo. Eso no me convierte en criminal. Sin embargo, si soy testigo de un crimen, mi obligación es denunciarlo y testificar. En el caso de la prensa, esto se agrava por una razón muy sencilla: la prensa se dedica precisamente a esto, a publicar información cierta y relevante que tenga interés público. ¿No lo es la corrupción de los que hacen mal uso de la información, que deberían proteger, con la intención de dañar a alguien o sacar un provecho, del tipo que sea? Comprendo que el medio que publica la información proteja su fuente, pero ¿y los demás?
Si la policía, para obtener alijos de droga, pacta la impunidad con una organización mafiosa a cambio de información sobre otras organizaciones mafiosas, decimos que esa policía es una policía corrupta. Si los dirigentes y afiliados de un partido político pactan tratos de favor con empresarios a cambio de dinero para su partido, por mucho que ese dinero, en la mente del militante sirva para un bien superior —él cree que el ideario de su partido lo representa—, los demás decimos que eso es corrupción. En uno y otro caso hablamos de corrupción porque la impunidad, aunque se localice, no solo es mala por sí misma, sino que lo es porque la impunidad genera más crimen. El policía que empezó haciendo la vista gorda —y esto está mal— termina sacando tajada de la droga, y el político que se corrompía para su partido —y esto está mal— termina llevándose una parte a Suiza, a una cuenta personal. Esa derivación no solo está mal: está peor.
Los medios se nutren de informaciones interesadas, muchas veces obtenidas por sus fuentes mediante la comisión de delitos. Esas informaciones, lastradas por su origen, suelen estar amputadas. Y no solo es que el trato de favor sea no perjudicar al que filtra la noticia —el corrupto es «nuestro hijoputa»— sino que, como ese procedimiento favorece a todos los medios y todos tienen su particulares «hijoputas», no se pisan la manguera entre ellos. Se hacen protestas de indignación, todo lo más. Se dice «hay que hacer algo». Sin embargo, esta corrupción que beneficia a la prensa nunca es investigada por la prensa. Y esto puede terminar dando lugar a que el periodista o el medio terminen sacando tajada, sobornando al que puede resultar perjudicado con una publicación o incluso convirtiéndolos en actores en la sombra en la lucha por el poder. El hecho de que sean correas de transmisión de intereses inconfesables no es neutro. Puede que el medio pase de no preguntar por las fuentes corruptas de los demás a escoger entre lo que publica o no, según reciba favores del poder político o a cambio de simple influencia pervirtiendo, aún más, el proceso democrático.
El peligro de visitar tanto esa charca es que termines mudándote allí. Yo creo que la prensa española vive en la charca tan feliz.
Los partidos políticos nunca quisieron regenerarse. Cada vez que se aprobaba una ley de financiación de los partidos políticos, se aprobaba por unanimidad. Este escándalo, que no ha evitado la escalada de corrupción, se explica precisamente por el interés de los partidos en mantener habitaciones oscuras.
Lo mismo sucede con la prensa. La prensa española está corrompida por estas prácticas que describo, pero no tiene ningún interés en cambiar las cosas. Su propia crisis, y la carencia de medios para hacer su trabajo bien, les impide optar por una alternativa decente. Viven de vender información y al depender de tal manera de sus fuentes interesadas terminan pervirtiendo su finalidad original.
La particularidad de la prensa es que se presenta, en su condición de vocera de los programas de regeneración, como adalid y punta de lanza de la ética pública. Por eso es tan habitual leer en los medios enfáticos mensajes morales sobre lo malos y corruptos que son los demás.
Quizás haya que empezar a poner en primera línea de preocupaciones la preocupación por la corrupción del mensajero.
Pingback: El mensajero
Amén.
El articulo me parece puro blablabla. Lo importante son los correos y como desnudan la empresa delictiva que rodea a la casa real, a los banqueros y a los grandes empresarios.
ARRIBA PODEMOS!
Ajá… ¿Y ahora os dais cuenta de que el periodismo en nuestro país es una urdida pantomima empresarial?
La noticia del abuso de menores por la Iglesia en Spotlight llega al periódico a partir de la información de uno de los implicados, es decir, que detrás de esa denuncia hay un interés.
Uno de los momentos cruciales de la investigación es cuando se enteran que el sumario de los juicios son públicos y que pueden obtener mucha información de ellos. Eso es lo que, precisamente, hizo Pedro Águeda (eldiario.es). Esperar a que un sumario fuese público para investigar sobre la información del mismo. Por lo menos, eso es lo que explica tanto él como Ignacio Escolar.
A mí, los mensajes sí que me parecen relevantes por:
1. El desprecio con el que se trata un tema importante de corrupción. No es que se solidaricen con el culpable, sino que creen que se está echando mierda sobre él, que hay una especia de conspiración en su contra.
2. Un amigo íntimo del Rey lo llama señor en un mensaje. En un mensaje, el colmo de la informalidad. El Rey está mucho más lejos de la sociedad de lo que yo pensaba.
Pues a mí sí que me parece bien que se utilicen esos métodos para conseguir información. He dicho información, no cotilleos como los mensajes de Letizia que, en realidad, no aportan nada. Ninguna prueba. Nada.
Tengo entendido que, en España, el secreto profesional para proteger a las fuentes es casi absoluto. En ese sentido no creo que haya tanta diferencia con el secreto profesional de un abogado con su cliente. Otra cosa es que bajo esa bandera de la libertad de expresión y el derecho de proteger a tus fuentes se cuelen mierdas como esta de López Madrid o, directamente, informaciones falsas o sin contrastar. Eso sí que debería perseguirse, y es verdad que forma parte de la mayor parte de las portadas que los periódicos y televisiones dan a modo de exclusiva día sí y día también.
Podría entender la argumentación del artículo si la información que publica eldiario.es fuera irrelevante. Pero no lo es, sino más bien al contrario, y más aún después de lo que se publica hoy. ¿Acaso no es relevante la amistad de los monarcas con alguien como López Madrid, uno más de los representantes de esta élite extractiva que se dedica a esquilmar lo que es de todos ante la inacción de los poderes (incluídos casi todos los mediáticos) y la idiocia de la ciudadanía? ¿Y no resulta más relevante aún el hecho de que este compadreo se mantuviera aun después de que, una vez descubierto el pastel de las tarjetas ‘black’, López Madrid viera como el nivel de la basura a su alrededor no dejaba de subir? Que los reyes siguieran su colegueo con el corrupto, demostrada ya su condición, dice muy poco de los reyes, y este es el hecho relevante, más aún cuando quien está en el centro del asunto es la monarquía, supuesto crisol de virtudes, modelo de imparcialidad y espejo de rectitud moral (¿¿¿no???). ¿O es que (me pregunto inocentemente) lo que está feo es que se pretenda desprestigiar a los reyes?
Lo realmente triste de todo esto es el hecho de que El Mundo recibió la exclusiva antes que eldiario.es, y su director, quién sabe por qué razones (me pregunto, otra vez inocentemente), se negó a publicarla. Eso es lo que habla a las claras del estado putrefacto de la mayor parte de la prensa de este país, sumisa a intereses empresariales y políticos en vez de periodísticos.
Es curioso que el debate sobre el derecho a la privacidad y los límites de la información siempre reaparece cuando los implicados en el asunto son peces gordos: familia real, políticos, grandes empresarios, etc. Me encantaría ver la misma preocupación cuando los afectados pertenecen al pueblo llano, pues en ese tipo de situaciones las limitaciones éticas suelen brillar por su ausencia y raramente se genera un debate social. Por poner un ejemplo, viene a mi memoria el caso del conductor del Alvia que tuvo el accidente antes de llegar a Santiago. A la prensa le faltó hacer un informe sobre el color de la ropa interior del hombre. Hasta su madre (una mujer muy mayor) estuvo acosada por los periodistas.
Me parece estupendo que existan ciertos límites siempre que el filtro sea igual para todos. En cambio vivimos en un país en que ciertas personas sí pueden permitirse el lujo de tapar un escándalo (o por lo menos de generar un debate social a partir de su publicación) mientras que otras no disponen de ningún recurso para evitar ser pasto del morbo.
Ana, Tsevan Rabtan fue extremadamente crítico con el trato informativo que se dio al conductor del Alvia.
Un grano (el artículo de defensa del maquinista del Alvia) no hace granero, ni ciencia. Además, recuerde, que no es suficiente y que, para completar el granero de esa sociedad con verdadero derecho de todos a la privacidad, derribando al pretor y al cónsul, necesitaremos: Fuerte apoyo social//Bastión seguro donde refugiarnos del aparato represivo del estado.//Crueldad y dedicación (¡¡me quito el sombrero¡¡)/Fuentes de recaudación. No olvide tampoco que ‘cuatro ciudadanos pueden reducir a un pretoriano. Y de ahí, hacia arriba, arriba, arriba…
¡Eh, antonio, deja de copiarnos los textos a «Isismoking» y a mí misma.
Buscar en el artículo de Jot Down de Santiago Auserón, «Chavales,¿queréis crecer en un país desalmado?»
Sí, ya sé que somos buenos pero antonio, no seas tan copión…
El lema de ‘cuatro ciudadanos reducen a un pretoriano, y de ahí hacia arriba, arriba,..’ debería estar grabado en oro en las escalinatas del Congreso de los Diputados. Para que nos se les olvide a los diputados-chorizos… ni a nosotros. Pero ellos no lo harán, nos seguirán saqueando, y me temo que vamos tener que reducirlos en no mucho más tiempo. Saludos
Vale, lo tomo como un cumplido. Me refiero a que uno de mis pensamientos lo hayas incorporado a tu discurso. ¡Saludos!
Si, era un cumplido. Y si, van a hacer falta muchos ciudadano/as como tú (progresistas, democráticos e igualitarios) para derribar y reducir al pretoriano. Un saludo,
Creo que uno de los problemas es la conducta del consumidor, que asume que tiene que poder creer en algo absolutamente, ya sea prensa, políticos, religión. El deber del individuo es estar alerta y cuestionar, si usted es un sujeto pasivo intelectualmente no puede vivir sin las consecuencias de eso
http://fullde95.blogspot.com/2016/03/el-resultadismo-cronico.html
Aquí les dejo un link en el que queda claro que la gente no ve que las cosas estén mal por el hecho en sí, sino por el resultado. Si se hacen las cosas mal pero nos va bien, no hay problema
Buenas,
Los comentarios a la carta de El Mundo son todos a favor del director de LOC.
LOC es básicamente basura. Si la Reina dijo que es basura y convendremos todos –creo– que es así ¿dónde esta el problema?
La naturaleza del periodismo es la credibilidad que, como bien dice el autor, no existe de ahí que mal pueda calificarse como tal en el sentido de cuarto poder a una bazofia como LOC –y por extensión El Mundo, claro–.
Lo demás son fuegos artificiales me temo.
Leer este artículo en Jot Down me ha recordado al monólogo de Lucky, no porque el autor se indigne por el absurdo de las piezas azules tan tranquilas o repita tenis, tenis, tenis con extraña frecuencia, sino por el contexto, el que dan Vladimiro con su pregunta (‘Y, según tú, ¿dónde estábamos anoche?’) y Estragón con su réplica (‘No lo sé. En otra parte. En otro compartimento. No es el vacío lo que falta’).
Que sea aquí, vanguardia del avance del periodismo de empresa y autores anónimos, la narración erudita en la búsqueda del Google en inglés y que no reconoce autorías originales, el manierismo de pluma, epatar y pose o la entrevista pactada, desde donde se incite ahora a la regeneración de la prensa, para que sea fuerte y libre en nombre de la democracia, nos confirma a Beckett. No, el vacío no nos falta.
Que los desmanes y virtudes de Jot Down son menores que los de otros se debe a que lo suyo es una idea editorial sobre qué es cultura. Cuando ha entrado en harinas jugueteó a ser rebelde con El Corte Inglés y se fue de gira por injusticias mundiales de la mano de una ong. En este tan bien ornamentado vacío, vacíos hablemos entonces de la otra prensa. La mayor corrupción, según Rabtan, es que en esa prensa la investigación auténtica es irrelevante. Hay verdad y exageración en esa idea. Fue la prensa la que arrojó luz sobre los GAL y esas informaciones derivaron en juicios y condenas. Y fue la prensa la que en tal día como hoy no se sometió enteramente a la ley del embudo pretendida por el gobierno de entonces para manipular a la opinión pública sobre el atentado mortal en Madrid.
¿Pero es la investigación de delitos por la prensa esencial para su fortaleza y libertad, para la democracia? The Economist, que publica sus artículos como aquí sin firma identificable aunque siguiendo normas deontológicas que excluyen muchas cosas que aquí se hacen, o The Wall Street Journal no se distinguen por sus investigaciones. Sus lectores confían en la veracidad de lo que leen y compran esos medios porque ofrecen un entendimiento inteligente de la sociedad en la que viven sus lectores. La divulgación, el análisis, el entretenimiento, la información con ánimo riguroso han sido la parte más sustancial de la prensa que lee el público de las élites bien informadas desde su nacimiento. En esas facetas surgen cuestiones editoriales complejas y el modo en el que se resuelven esos dilemas aparentemente menores determina en gran medida cómo se tratan asuntos más graves. Si la televisión pública persigue por la calle a famosos para preguntarles si han roto con su novia o no repara, con ánimo ‘investigador’, en asaltar con preguntas a la madre de una niña que habría sido víctima de abusos sexuales y por eso será identificada en su entorno, cómo vamos a preguntarnos si es lícita la publicación de fotografías en hospitales o en situaciones de duelo, o de víctimas mortales de atentados, para que sea esa, contra su presumible voluntad, la imagen que de ellas quede en nuestras retinas, también en las de sus seres queridos.
El abogado Rabtan inicia su acusación- tras el prólogo, tan necesario como el mío- con un asunto procesal, la publicación de documentos de sumarios secretos. Sorprende que, además de subrayar con justicia la indefensión de los aún no imputados, no recurra al argumento de que es imposible sostener un sistema penal con jurados si los medios de comunicación pueden publicar con impunidad informaciones de la investigación que crean un sesgo ambiental que puede afectar a quienes impartirán justicia en nombre de todos nosotros, basándose exclusivamente en las pruebas y testimonios presentados ante el tribunal.
Tiene de nuevo razón cuando se queja de la publicación de investigaciones policiales espurias, aunque tanto este argumento como el anterior tendrían mayor resonancia si, como ha hecho en otras ocasiones en su blog, el autor denunciase casos de digestión más difícil para las mayorías del orden en España. Pero me parece cierto, como el autor afirma, que los mensajes publicados por eldiario.es no tienen interés público. En posesión de esos mensajes, el diario podría haber afirmado lo que hoy publica, que un sospechoso de cometer un delito retuvo la amistad del rey hasta al menos tres meses después de que se conocieran los indicios del delito y que así se confirmaba en el teléfono intervenido. Como ese hecho no es suficiente para probar otra cosa más que las élites de este país viven en un mundo de relaciones económicas y sociales que se asemejan a las de una oligarquía, sólo el oportunismo sensacionalista justifica publicar el texto de los mensajes. Si hay algún beneficio en este episodio para esta España cuya moralidad pública debe tanto a Pedro J. habrá sido el de ver al hombre de los ya trasegados tirantes postularse como abadesa de las neoclarisas y demandar que alguien, si no él que al menos sea ella, pida disculpas. Vacíos, desbordados por tal abundancia de vacíos.
Hubiese resonado con más fuerza el artículo de Rabtan publicado cuando la prensa informa, cabe pensar que tras confirmarlo al menos con dos fuentes como dictan sus libros de estilo, lo que un presunto terrorista o un delincuente sexual han confesado en los interrogatorios, pero las cartas le daban esta vez reyes. Y con esa mano nos emplaza a regenerar la prensa como parte de la regeneración de España y acabar con la más grave corrupción, la que todo lo engloba: la filtración interesada a un periodista de información confidencial por alguien que, por el mismo acto de la filtración, está cometiendo un delito.
Rabtan no puede divulgar lo que le dice un cliente que ha cometido un delito pero, si es testigo de otro, debe denunciarlo. ¿Por qué un periodista no hace lo mismo? Porque sus oficios son diferentes. Rabtan no divulga los delitos que le reconocen sus clientes porque quiere seguir trabajando como abogado, defender a ese cliente. El periodista también quiere vivir de su trabajo y lo cree, como un abogado, beneficioso para la sociedad cuando hace bien su oficio, y para ello preserva la relación con una fuente que le ofrece información confidencial. Ni Watergate, ni Wikileaks, ni Snowden. Esas revelaciones no hubiesen sido conocidas si los periodistas denunciasen en la comisaría más próxima que alguien está ofreciéndoles información confidencial. En los tres casos citados, las fuentes eran personas a las que les movió el interés público. Y las informaciones eran de interés público.
Rabtan ofrece como una ilustración de esa corrupción, para equipararla con lo que ocurre en el periodismo español, la actuación de una policía que consiente que una mafia venda drogas con el ánimo de obtener información sobre un grupo rival. Es un delito, nos dice. Simplifiquemos el ejemplo con el afán de reducirlo al absurdo. Un policía y un camello. ¿Nos dice Rabtan que un policía no debe tolerar las actividades de un camello a cambio de sus confidencias? Es testigo de un delito, ¿debe detener al camello? Las técnicas de investigación de grupos dedicados a la venta de drogas han sido debatidas en policías de países desarrollados desde hace décadas y han derivado en jurisprudencia y actualización periódica de regulaciones, porque arroja ese tipo de problemas. Las soluciones no han sido nunca perfectas.
La realidad y los reglamentos chocan con frecuencia y, como en el periodismo, se plantean dilemas sobre medios y fines. Denunciando justificadamente las innumerables filtraciones que inmediatamente publicadas sin contraste alguno hacen que buena parte de las ‘exclusivas’ que se publican en nuestro periodismo sean en realidad, para utilizar una palabra que está últimamente de moda, una noticias de mierda que forman parte de la marea de la corrupción, la solución que propone Rabtan en la conclusión de su artículo sería según mi juicio el fin de lo que propone como remedio, la investigación genuina de asuntos realmente secretos y que por su gravedad deberían ser conocidos por el público. Y es en esa conclusión donde se oye de nuevo el eco de Lucky: ‘… las piedras tan azules tan tranquilas ay la cabeza la cabeza la cabeza la cabeza en Galicia a pesar del tenis los trabajos abandonados inacabados más grave las piedras en una palabra repito ay ay abandonados inacabados la cabeza la cabeza en Galicia a pesar del tenis la cabeza ay las piedras Conard Conard… ¡Tenis!… ¡Las piedras!… ¡Tan tranquilas!… ¡Conard!… ¡Inacabados!… ‘
Puffffff, tremendo ladrillo… creo que sólo lo has leído tú.
Oiga…, pero si hasta le ha contestado el autor del artículo…
Estimado Exconcubino. Seré muy breve.
Dos cosas. La primera: dice usted, «Rabtan no divulga los delitos que le reconocen sus clientes porque quiere seguir trabajando como abogado, defender a ese cliente». No, no lo hago porque sería un delito.
La segunda: ha escrito usted muchas palabras, pero no ha dicho nada de lo que para mí es la mayor corrupción, tal y como lo expreso en el artículo: que los medios nunca investiguen a los que filtran noticias a otros medios. En el texto está dicho, de forma muy clara, que admito (con cautelas, naturalmente) el uso, por un medio, de la información obtenida de fuentes reservadas. Pero esas fuentes (que a menudo cometen delitos) sí deberían ser objetivo de los otros medios. Ese «conglomerado de filtradores» nunca es objetivo de los medios.
Por tanto, me temo que responde usted a otro artículo.
Eso de que no se investiguen las filtraciones es porque nadie quiera entrar en una guerra de ese tipo. Que un medio denuncie a la fuente de otro medio es quitarle el plato de comida (exclusivas) a ese medio. Y si lo haces tú, prepárate a que los demás caigan sobre ti con toda la metralla. No habría forma de proteger a las fuentes.
A no ser que haya un medio especializado únicamente en destapar esas fuentes y a dar exclusivas sobre la corrupción de la prensa. Los hay pero, mecachis, resulta que no los lee ni dios (excepto los propios periodistas).
Estimado Tsevan. Gracias por la contestación. Sí, un exceso de palabras en mi comentario. Las prisas y el desorden de la vida. Tendría que haber sido más ceñido.
Entiendo ahora tras sus explicaciones en Twitter que no se opone a todas las filtraciones de información confidencial.
He leído el artículo varias veces y con interés antes de escribir mi comentario, compartiendo su ánimo general y buena parte del contenido. Y el pasaje que me llevó a mi conclusión sobre cuál era su argumento final sobre la corrupción más grave es este:
“¿No lo es (de interés público) la corrupción de los que hacen mal uso de la información, que deberían proteger, con la intención de dañar a alguien o sacar un provecho, del tipo que sea? Comprendo que el medio que publica la información proteja su fuente, pero ¿y los demás?”
Quienes deberían proteger información la filtran “con la intención de dañar a alguien o sacar un provecho, del tipo que sea”. Las dos intenciones pueden ir unidas, casi siempre van unidas. Dañar a alguien que abusa de su posición para obtener el provecho de sentirse orgulloso de ello, o por dinero, entrarían en una casuística ‘del tipo que sea’. Porque ahí entra todo. Evidentemente, no me parece ciego deducir lo que yo deduje.
Otra cosa es lo que puede hacer el medio con esa información y la renuencia de otros a pisar la manguera. En eso, el corporativismo de los periodistas es tan excesivo como el de abogados y jueces. Es lamentable, aunque hay episodios singulares de disputas entre medios sobre fuentes e intenciones, y muy relevantes en la vida española, como el que se ha vivido durante años sobre el 11-M.
Es curioso que el debate sobre el derecho a la privacidad y los límites de la información siempre reaparece cuando los implicados en el asunto son peces gordos: familia real, políticos, grandes empresarios, etc.[Ana dixit]
¡Equilicuá!
Mientras que «El Mundo» y «El País» siguen con su omnipresente foco y disección de Podemos, en «The Guardian» el asunto de los mensajes les pareció reseñable (http://www.theguardian.com/world/2016/mar/09/spains-monarchy-banking-scandal-queen-letizia). Hay muy buenas razones para que en España llevemos tanto retraso mal disimulado y cueste tantísimo hacer cualquier cambio mínimamente significativo del statu quo. «Atado y bien atado», nunca se describió mejor.
‘’Es curioso que el debate sobre el derecho a la privacidad y los límites de la información siempre reaparece cuando los implicados en el asunto son peces gordos: familia real, políticos, grandes empresarios, etc.[Ana dixit]
Otro ¡¡equilicua¡¡. Ana lo ha clavado y el resto es silencio, en mi criterio. Silencio incluido el del articulista Tsevan (¿y Jot Down?) que, por un lado, se olvida de analizar las acciones de los números actores de la filtración informativa, entre las que destaca las de alguien con 3 imputaciones tales como, 1ª.- Tarjetas Black de Bankia. 2ª Financiación ilegal del P.P. 3ª Acoso sexual- navajazos en el abdomen – archivo judicial de la causa, y, por otro, nos regala un entretenimento (cortina de humo) para la plebe en contra de la corrupción de los medios y los sagrados valores del derecho de la privacidad de algunos.
Ya ves tsevan, no hay nada que hacer. La peña quiere sangre en vivo, como en el coliseo hace 19 siglos. Pero, por favor, tú sigue así, pocos se atreven a tocar así los temas que analizas.
El de podemos que ha escrito antes refleja el nivelón español. Luego se quejan de mileurismo…
Yo no quiero ni sangre ni exhibición gratuita de trapos sucios, pero tampoco quiero seguir instalada en aquello de «quien tiene plata…» Me parece que es el momento de construir un periodismo serio que se atreva a ser crítico con todos los estamentos y que no se limite a pasar de puntillas ante determinadas informaciones (cuando no a ocultarlas descaradamente) y a exprimir al máximo otras. Las diferencias que se perciben claman al cielo, y lo preocupante es que ponen de manifiesto la buena salud de esas puertas giratorias de silencios y favores que supuestamente eran cosa del pasado. O ponemos límites para todo, o asumimos que las reglas del juego valen para todos los participantes. Lo que no puede ser es que algunos piensen que pueden jugar con las cartas marcadas debido a su posición.
¿Cómo refleja exactamente el «nivelón» español? ¿Y cuál es la relación de todo esto con el mileurismo? Que, por cierto, hace tiempo que dejó de usarse como algo despectivo porque, hoy, llegar a los 1000€ ya es bastante complicado. Esto, los que llevan años padeciendo la precariedad del mercado laboral español lo saben perfectamente.
Pues ojalá se investigue y el filtrador haya sido Montoro.
Toas estas anoamalias no pasaban con Franco.
Me parece que la realidad es bastante más sencilla. Si en vez de provenir de Letizia, ese mensaje hubiese provenido de cualquier otra amistad desconocida para el gran público, jamás se hubiese divulgado. Si se ha conocido y si se habla de ello, a pesar de su (supuesta) irrelevancia, es porque una gran parte del público demanda conocer esos contenidos precisamente por provenir de quien provienen, y está dispuesto a pagar por ellos. Los medios de comunicación son sociedades mercantiles cuya finalidad es el ánimo de lucro, y si para obtenerlo tienen que vender la intimidad de cualquier personaje público, lo harán alegando que lo hacen en nombre de del derecho fundamental a la libertad de información y comunicación. No es ilegal. Incluso añadirán que están prestando un «servicio público», tratando de crear la impresión de que realmente están sirviendo a la sociedad. La realidad es mucho más cutre. Esa clase de bazofia se publica porque hay mucha gente que quiere consumirla.
Que la reacción de la Reina sea humanamente normal es cierto, pero que sea noticia y por lo tanto de interés público, su estrecha amistad, y la del Rey, con un implicado en varias tramas turbias de corrupción sistémica, también lo es, y eso es lo que aquí se dirime.
Solo dos apuntes: el primero es que los datos vienen de un sumario sobre el que no pesa secreto judicial. Es, por lo tanto, público y accesible a toda la ciudadanía, por lo que se puede descartar totalmente un posible origen «delictivo» del contenido.
El segundo trata sobre algo más resbaladizo: ¿es noticia que el jefe del estado y su esposa -que tiene un rol institucional considerable- mantengan una relación de estrecha amistad con una persona determinada?. La respuesta sería «no» si López-Madrid fuera vd. o yo. Pero teniendo en cuenta el ámbito laboral en el que desarrolla su actividad y su peso específico dentro de dicho ámbito, que se traduce en una relación constante con la Administración en forma de capacidad de servir contrataciones, en mi opinión la cuestión cambia.
Por último, siguiendo su línea de razonamiento (y como apuntaba alguien más arriba), no existiría el periodismo de investigación ni el control de personajes públicos por parte de la prensa. Es una línea fina la que separa esto del mero cotilleo, pero para eso estamos los lectores y, en última instancia, los mecanismos judiciales provistos para defender el honor de quien se sienta agredido.
Me temo que el remedio sería peor que la enfermedad…
Estando de acuerdo con el fondo del artículo, si me lo permite el autor, la utilización del ejemplo introductorio fuerza el desarrollo del mismo y le dota de un cierto amarillismo con el objeto de generar comentarios de Podemitas-mata-reyes «apuñaos».
Es relevante que el Jefe del Estado y su cónyuge tengan relaciones cercanas con compi-yogui ( y que opinará Bubu de todo esto???).
Es irrelevante el contenido de los mensajes ( al igual que los del cobrador del frac, vulgo talonmanista).
Es el medio el que decide que publica ( y que paga) no la fuente.
Y esto no se soluciona con más medios ( quicir, recursos). Están en crisis económica, sí, pero es más fuerte la crisis moral: ninguno de ellos gasta un artículo en criticar la irrelevancia de lo publicado ( y eso no cuesta tanto como investigar a las fuentes).
Y de quien es la culpa????
Para muestra un «montón»:
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El País
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Por suerte yo uso android… y me ahorré preguntar a Siri…
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