El cabello es una diferenciación de la piel formada por una fibra de queratina y constituida por una raíz, hundida en la dermis, y un tallo. El análisis científico de un cabello o un pelo permite saber a qué especie pertenece y de qué región corporal se ha desprendido. Los cabellos tienen una fase de crecimiento (anágena) y una fase quiescente (telógena), dos etapas que se pueden distinguir al microscopio y que se separan por una fase intermedia llamada catágena. Durante la fase anágena, el cabello crece activamente y las células del folículo piloso depositan nuevos materiales, queratina fundamentalmente, que van formando un tallo cada vez más largo. En la fase telógena, los cabellos solo están anclados por la raíz y las células germinales que están por debajo de ella darán lugar a la próxima generación de un cabello anágeno. En esta fase de reposo, los cabellos se caen de forma habitual y son los que forman la mayor parte de las evidencias cuando un cabello llega a un tribunal de justicia. El recambio del cabello ocurre con un patrón en mosaico, una distribución al azar sin que se produzca un patrón estacional o la formación de una onda de sustitución. La vida media de un cabello o, mejor, el periodo medio de crecimiento es de unos mil días y la fase de estado quiescente de unos cien días. Por lo tanto, en un momento determinado, de los entre cien mil y ciento cincuenta mil cabellos que hay en el cuero cabelludo aproximadamente un 10% estarán en la fase telógena y bastará una mínima tracción, por ejemplo al peinarnos, para que bastantes se desprendan del folículo durmiente y se produzca la caída del cabello.
El análisis forense del cabello se utiliza porque debido a esa fácil separación pueden transferirse de una persona a otra durante un contacto violento tal como una pelea, un homicidio o una violación y, también, porque a menudo permiten asociar un sospechoso a la escena del crimen por ese rastro capilar que vamos dejando por todas partes. Las identificaciones de personas se hacen normalmente basándose en el color, el grosor y la curvatura del cabello pues contienen normalmente muy poco ADN, e incluso eso ha sido suficiente para relacionar a numerosos sospechosos con el lugar de un delito. Sin embargo, esas evidencias no siempre son sólidas y una reevaluación de casos archivados ha permitido comprobar que los peritos dieron un respaldo supuestamente científico a algunas evidencias en los tribunales que no deberían haberse producido: distintas personas fueron condenadas basándose en una muestra de cabello y luego se comprobó que eran inocentes.
En octubre de 2000, dos cazadores de patos encontraron una bolsa de plástico cerca del Gran Lago Salado, el enorme lago salino situado cerca de Salt Lake City (Utah). Dentro de la bolsa había un calcetín blanco, una camiseta extragrande, unos pocos huesos y una calavera humana con unos cabellos rubios todavía pegados. Esos cabellos, tan largos que le tenían que llegar cerca de la cintura, son los protagonistas de esta historia. La policía no pudo identificar a la víctima, no había ninguna denuncia de persona desaparecida que encajara en su descripción y le apodaron «Saltair Sally», por el nombre de un establecimiento cercano a donde aparecieron los restos. Sin más evidencias que esos pocos huesos, los forenses determinaron que medía entre 1,52 y 1,60 metros y que pesaba entre 36 y 45 kilos. Buscaron en las bases de datos de personas desaparecidas, revisaron los registros dentales, pues los odontólogos guardan copias de las intervenciones realizadas y las radiografías e hicieron retratos robot reconstruidos a partir del cráneo, pero nada dio resultado. La mujer siguió siendo identificada como Saltair Sally o Jane Doe, la nomenclatura habitual de una mujer desconocida, y el caso fue finalmente archivado.
En 2007, la policía recibió información de una nueva técnica forense, la espectrometría de masas para la proporción de isótopos estables o SIRMS, revisaron los casos en que podría ser útil, dieron una oportunidad a los restos de Sally y realizaron un análisis de aquellos cabellos encontrados en la bolsa. El objetivo ya no era unir como vemos a menudo en la televisión a un sospechoso al lugar del crimen, sino saber más sobre la víctima. La queratina, el principal componente del cabello humano, es una proteína que contiene los veintiún aminoácidos existentes pero sus proporciones exactas dependen de la bioquímica del organismo y varían de persona a persona. Hidrolizando la queratina y analizando las cantidades de cada aminoácido se consiguen unas medidas que comparadas con una base de datos dan pistas sobre el sexo, la edad, el índice de masa corporal y la región de origen de la persona propietaria de esos cabellos. No es una descripción exacta sino un conjunto de probabilidades que permiten, con prudencia, restringir y afinar la búsqueda.
A su vez, y esta era la gran novedad científica, cada molécula del cuerpo está hecha de diferentes elementos químicos y, por poner un ejemplo, todos sabemos que una molécula de agua es H2O porque contiene dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Unos cuantos de esos elementos químicos son en realidad una mezcla de isótopos estables (los isótopos son átomos del mismo elemento que difieren en el número de neutrones). Por ejemplo, el oxígeno, uno de los constituyentes más abundantes de los seres vivos, es en un 99,8 % isótopo-16, 16O, cuyo núcleo contiene 8 protones y 8 neutrones. El 0,2 % restante es casi todo oxígeno-18, 18O, que tiene 8 protones y 10 neutrones en su núcleo, y hay también unas mínimas trazas de oxígeno-17, 17O, con los 8 protones y 9 neutrones. En la costa oeste de los Estados Unidos, como en la costa oeste de la península ibérica, las nubes cargadas de agua se desplazan desde el océano hacia el interior del continente. Las gotas de agua con la mayor concentración de oxígeno-18 pesan más y por lo tanto son las primeras en caer mientras que las nubes que avanzan hacia el interior tienen agua más ligera, donde la proporción 18O/16O es menor. Puesto que la mayoría de la gente bebe agua del grifo, que a su vez proviene del agua de lluvia, estudiando el oxígeno de sus moléculas podemos saber más o menos dónde vivía esa persona, dependiendo de si bebía agua más ligera o más pesada. Como cada cabello es un registro cronológico, va creciendo un poco cada día, estudiando cada milímetro por separado podemos ver si esa persona vivía en el mismo sitio o se había mudado en distintas ocasiones de la costa al interior lo que podría ayudar a su identificación. Así fue en el caso de Saltair Sally. El análisis de sus cabellos por una compañía llamada Isoforensics mostró una proporción de isótopos que en unas partes encajaban con donde se había encontrado sus restos, la zona de Salt Lake City, pero otros segmentos del cabello indicaban que había bebido agua de la región del noroeste de la costa del Pacífico, en concreto Idaho, Oregón o Washington, tres estados que están a varias horas de avión de donde se encontraron sus restos. Los investigadores pensaron que en los últimos años de su vida, los que correspondían a la longitud de sus cabellos, Sally había viajado varias veces entre Utah y la costa, por lo que pensaron que podría proceder de allí y que aquella joven habría ido a Salt Lake City a trabajar o a estudiar y allí fue donde su destino se cruzó con el de su asesino. La policía exploró entonces los casos de personas desaparecidas en esos otros estados y finalmente tuvo éxito.
El 7 de agosto de 2012 la policía anunció que había identificado a Saltair Sally. Su aspecto real no se parecía en nada al retrato robot y su altura y peso tampoco se correspondían con las estimaciones hechas por los peritos forenses. La antropología forense no es una ciencia exacta. Su nombre era Nikole Bakoles, era del estado de Washington, precisamente en el noroeste del Pacífico y se había trasladado a Utah en 1998, dos años antes de su asesinato. Como sugería el análisis espectroscópico en los años antes de su fallecimiento había viajado repetidas veces a su casa a visitar a su familia, volviendo después a Salt Lake City. Había tenido una niña y había perdido poco después su custodia, alejándose también de su familia, con los que perdió el contacto. Los padres, tras pasar años y años sin saber de ella, habían puesto una denuncia por desaparición tres años después de que aparecieran sus restos pero la policía de Washington no había pasado esa información a la policía de Utah. Finalmente, al pedir los datos de los estados costeros y encajar el período de la desaparición y la descripción de la persona desaparecida, los investigadores hicieron una comparación entre el ADN de los restos y el de su madre, confirmando la identificación. Ahora solo falta que se encuentre a su asesino, algo que aún no se ha producido, pero es sugerente pensar que nuestros cabellos, y también otras partes de nuestro cuerpo que se renuevan constantemente, guardan un diario de nuestra vida, un recuerdo de quien un día fuimos.
Para leer más:
Armitage H, Rogers N (2016) «Hair forensics could soon reveal what you look like, where you’ve been». Enlace.
Fenster A (2013) «The case of “Saltair Sally”». Enlace.
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Interesantísimo y entretenido artículo. La ruta del agua (bebida). Gracias.
Mil gracias, Hjorge. Me alegro de que te haya gustado.
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Me ha parecido muy interesante, mucho. Enhorabuena José Ramón!
Saludos
Muchas gracias, Laura. Me da alegría que te haya resultado interesante. Un saludo cordial
Estoy con Laura, sin duda un artícuo interesante.
¡Gracias!
Una obra maestra.