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Frómista: piedra y agua

Iglesia de San Martín de Frómista.
Iglesia de San Martín de Frómista.

Si no queréis leer esto, no lo leáis. En realidad todos los artículos de viajes solo pretenden una cosa: incitar al viaje. Si no consiguen que tengáis ganas de hacer la maleta y largaros a ese lugar del que os hablan, entonces no sirven para nada. Pero si con las fotos basta, entonces ¿para qué molestarse en leer el texto? Y espero que las fotos basten. Es decir, espero que estas pocas fotos sean suficientes para que más de un lector piense: ¿Y por qué no Frómista? ¿Y por qué no el canal de Castilla? ¿Y por qué no el Camino de Santiago? Con eso ya me doy por satisfecho. Pero, claro, las cosas no son tan simples. Las cosas no son nunca tan simples. Uno no puede ir a una ciudad desconocida, a un país desconocido, a una valle, una cueva, una playa desconocida y no tener la más mínima curiosidad, y esa mínima curiosidad se tiene que contestar con palabras. Por eso las fotos tienen que tener su continuación natural, que es el contar, aunque sea muy por encima, la historia de lo retratado. Y la historia de Frómista se resume en dos palabras: piedra y agua.

Curiosamente estamos en una región sin montañas, y por tanto sin canteras. La Tierra de Campos es una tierra llana, alta y fría, pero llana. Es cierto que hay unos pocos cerros, pero de carácter sedimentario, que no se diferencian mucho de los suelos arcillosos que los rodean. Las piedras, las piedras de las iglesias, las piedras de los palacios, las piedras del canal de Castilla, hubo que traerlas de lejos. Cuando uno entra en Frómista lo primero que ve es las torres de las iglesias que sobresalen de los tejados bajos de las casas. En realidad desde hace ya un rato, por la carretera, lo único que rompe el paisaje son las masas oscuras y borrosas de las choperas y los bosques de ribera y las diáfanas y puntiagudas formas de los campanarios y torres de las iglesias. La principal de todas, la que uno no puede dejar de ver, la que le da fama al lugar y aparece en todos los manuales de arte románico, es la iglesia de San Martín. Cuando el viajero la ve en persona, después de haber leído todo lo que se debe leer sobre ella, comprende el motivo de tanta fama. Entonces uno hasta llega a perdonar al arquitecto que la restauró entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

Canal de Castilla a su paso por Frómista.
Canal de Castilla a su paso por Frómista.

Aníbal Álvarez en el fondo no hacía otra cosa que seguir al francés Viollet-le-Duc, que ya sabemos que era muy dado a fantasías medievales, y desde luego no podemos negar que se encontró con un edificio en muy malas condiciones y que desde su punto de vista su trabajo fue espléndido. Lástima que para salvar la iglesia tuviera que transformarla por completo, tuviera que inventarse una nueva iglesia, con un aspecto exterior totalmente diferente, con una unidad de estilo y una armonía que se consigue a costa de eliminar lo que no encaja o lo que no nos gusta. Si miramos un grabado de la vieja iglesia y la comparamos con la iglesia que creo la restauración, a primera vista juraremos que no se trata del mismo edificio; y no es únicamente que falte una torre y sobre una puerta, incluso elementos bien conservados fueron destruidos por razones morales, como relieves y esculturas consideradas impúdicas.

Y pese a todo la iglesia de San Martín de Frómista es uno de los modelos de iglesia románica española, y una de las principales iglesias del Camino de Santiago y no es para menos. Tiene todo lo que tiene que tener: sus tres naves de manual y sus ábsides sombríos, sus capiteles de la escuela de Jaca, sus muros robustos, desnudos, con pocos vanos. Tiene todo lo que la restauración, el abandono, las guerras no pudieron destruir. Cuando el viajero la ve sabe que está delante de uno de esos lugares que hay que marcar en el mapa con un punto rojo porque resumen un mundo, una manera de pensar, una idea abstracta como el sentimiento de pertenecer a un país, a una comunidad religiosa y a una cultura, uno de esos lugares que nos miran de frente y nos cuentan esas verdades que se encuentran en todos los siglos, a veces a plena luz y a veces entre brumas, las verdades de la belleza, del sentido de la vida, de la naturaleza humana y la búsqueda de Dios, de la culpa y la penitencia, del orgullo y del deber.

El Camino de Santiago y el canal de Castilla se cruzan en Frómista y por eso el canal tiene algo de iglesia en este punto, de iglesia y de palacio y no solo porque para su construcción se utilizaron todas las piedras de las ruinas de palacios e iglesias que se encontraban por la zona (dada la falta de canteras, algo había que hacer para conseguir las piedras) sino porque aquí, y solo aquí, encontramos cuatro esclusas consecutivas, que además son ovaladas y no rectangulares, lo que significa una cosa: se construyeron en la primera época, cuando la obra pertenecía y era sufragada por el Estado y no por una compañía privada; cuando, siguiendo el plan inicial de los ilustrados españoles, del canal se esperaba algo más que beneficios económicos: se esperaba sacar al país del atraso, meterlo en el camino del progreso, hacer que sus gentes abrazaran la razón y dejaran atrás la ignorancia y la superstición.

Canal de Castilla a su paso por Frómista.
Canal de Castilla a su paso por Frómista.

Sí, mucho querían los buenos ilustrados. Mucho pretendían y se toparon con la dura realidad. Pero nos dejaron su espíritu, su idea fundamental de lo que debe ser una obra pública, y que al final se quedara a medio hacer y que llegara demasiado tarde —porque al poco de ponerse en funcionamiento ya aparece el ferrocarril y lo relega a un segundo plano— casi no importa, porque a pesar de todo, a pesar de la dura competencia del ferrocarril, a pesar de los retrasos, de los proyectos desechados por desmesurados, de los molinos y fabricas que no llegaron a beneficiarse de sus aguas, a pesar de su privatización inevitable, a pesar de acabar convertido en un sistema de riego cuando estaba pensado como gran sistema de trasporte y comunicación, a pesar de todo el peso del tiempo y de la decepción que uno puede llegar a sentir cuando lo contempla, lo cierto es que lo tenemos ahí, es nuestro, es hermoso, es útil (aunque sea útil como fuente de placer, el placer que uno experimenta cuando lo recorre con uno de sus barcos turísticos, o andando por sus orillas), es algo que está destinado a perdurar más allá de nuestras vidas y que, como la iglesia de San Martín, hay que marcar con un punto rojo. Prohibido pasar por la autovía y no desviarse. Prohibido tener la oportunidad de visitarlo y no hacerlo. Prohibido no pararse un momento y no pensar en por qué en tan poco espacio y en solo dos elementos se concentran y se resumen mil años de historia. Piedra y agua. Y nada más.

Iglesia de San Martín de Frómista.
Iglesia de San Martín de Frómista.

Fotografía: Alfonso Vila Francés

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12 Comentarios

  1. Sí, las restauraciones son siempre problemáticas. Me pregunto si a un hombre del siglo XI le gustará la iglesia tal como está ahora. Por lo demás buen artículo.

  2. Alvaro Iglesias

    Tienes razón. Se trata, efectivamente, de uno de los principales edificios del Camino de Santiago. Sin embargo, la construcción reciente de ese edificio que se ve en las fotografías tolerada por las Administraciones, ha dañado su entorno de una manera evidente. ¡Qué poco conscientes son nuestras autoridades del valor de lo que tenemos!

  3. navegante

    El Canal de Castilla es una obra descomunal que nunca se ha valorado lo suficiente. Ahora se está empezando a explotar turísticamente (barcos…), pero durante años estuvo muy olvidado.

  4. Una pena las erratas tipográficas. La piedra hubiera merecido un poquito más de historia.

  5. Feli Toral Ramos

    En esta precios.iglesia,pese a la restauracion un poco negativa por su parte.Yo me case con mi marido ESTEBAN(recient fallecido) el 16 DE MAYO DE 1976.En su maravill inter.sus capiteles..sus canecill.exteriores y los chopos con su canal…¡magni.fotos y recuerdos…! FELI TORAL

  6. Es un tema complicado este de las restauraciones/reconstrucciones del patrimonio histórico. ¿Se deben añadir cosas?, ¿lo que se añade debe mimetizarse con lo que hay o bien resaltar para avisar de lo que no es original?, ¿en qué medida las restauraciones hasta hace unas décadas se inventaban la arquitectura del pasado en vez de recuperarla?.

    En un libro reciente sobre Historia del Arte precisamente debido a estas cosas José Ramón Soraluce se mete bastante precisamente con Fromista. Es una cuestión ya de posicionamientos casi ideológicos.

    Para el que esté interesado en estos temas puede interesar:

    http://despuesnohaynada.blogspot.com.es/2014/05/viva-las-vegas.html

  7. Me ha encantado. A mí sí me han entrado ganas de viajar a visitar esa tierra de piedra y agua…Gracias por la invitación

  8. Soy vecina de la zona y me gustarïa que puntualizar dos cosas:
    1) lo que hay cerca de Frómista no son cerros sino páramos en su mayoría.
    2) en algunos de dichos páramos hubo canteras de piedra hasta mediados del siglo XX. Algunas son aún visibles hoy día desde las carreteras de la zona.

    • Alfonso Vila

      Sí ,desde luego, hay alguna cantera, pero no muchas, ni de las piedras adecuadas para los sillares. No he querido entrar en la morfología de la zona porque el artículo no va de eso, pero te informo brevemente:
      La formación más original de la Tierra de Campos, en cuanto a relieve se refiere, son los «oteros», que en realidad son «cerros testigo», esto es resto de una antigua meseta (como las parameras que tú mencionas, pero más pequeños y disgregados en el paisaje). Esta antigua meseta es en realidad una doble meseta. Por un lado está la meseta original, paleozoica, esto es de la era primaria, que en realidad es el resultado de la erosión de unas cordilleras anteriores, del periodo cámbrico, y surgidas con los plegamientos hercinianos. Es la parte más vieja de la península. Esta meseta original está formada por materiales muy duros, piedras silíceas, pizarras y graníticas, no por roca caliza (tanto el Canal de Castilla como la iglesia de Frómista utilizan la caliza), aquí la caliza más cercana está en las estimaciones del sistema Central y del Sistema Ibérico. En las zonas más al oeste, como Zamora, en los Arribes del Duero, esta meseta sale a la superficie, pero en el resto de Castilla-León se encuentra tapada por una capa de sedimentos arcillosos y de rocas blandas, como arenisca. Son materiales sedimentarios que provienen del secundario o mesozoico. Por un lado son materiales erosionados de las cordilleras que rodean la meseta (como la Cantábrica) y por otro lado son el lecho marino de un antiguo mar que hasta el terciario (donde surgen, con los plegamientos alpinos, las cordilleras actuales) ocupaba la zona. En cuanto a los oteros, en la propia ciudad de Palencia tenemos uno muy característico, donde se encuentra el Cristo del mismo nombre.
      Creo que con esto te lo aclaro un poco. Y como digo siempre, gracias por leerme y por tu comentario.

  9. Gracias por el articulo, son muchos gratos recuerdos los que me vienen a la mente.
    No en vano mi padre es de la zona.
    Un saludo.

  10. Pingback: Frómista: piedra y agua – Jot Down Cultural Magazine – Mujerárbol

  11. Muy completo e interesante el artículo comentar tan solo que esa iglesia considerada como «la diosa de las iglesias palentinas», es el único templo románico dónde curiosamente, en su interior, se encuentra esculpida otra diosa, CIBELES: http://saludyromanico.blogspot.com/2018/05/la-cibeles-romanica-y-sus-leones.html

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