Está ampliamente aceptado que los medios de comunicación son un elemento vital para la (buena) salud de las democracias modernas. Pero la capacidad de crear opinión conlleva también algunos riesgos. Ya lo decía Alexis de Tocqueville en La democracia en América (1835): «Solo un periódico puede llegar a depositar al mismo tiempo el mismo pensamiento en mil mentes». ¿Y qué mayor responsabilidad que la de poder cambiar el pensamiento de mil ciudadanos —o electores—? Sin embargo, ¿consigue realmente el mensaje dado por los medios modificar nuestra opinión? Planteado de otra forma, ¿determina lo que leemos en los medios lo que finalmente votamos?
Nos gusta pensar que, entre sus distintas funciones, los medios de comunicación actúan como cuarto poder o perros guardianes —watchdog— que investigan con el objetivo de revelarnos aquella información que necesitamos poder evitar un abuso de poder por parte de nuestro gobernantes. Confiamos en que, al acercarnos a un quiosco o abrir Twitter, no estamos consumiendo propaganda de los distintos partidos. Sin embargo, esta neutralidad de los medios de comunicación requiere que no existan relaciones de interés o dependencia entre la cobertura de las noticias y los políticos.
El concepto de «interés» no es sencillo de encuadrar. Si bien es cierto que tradicionalmente los medios han jugado un rol de cuarto poder, y que elementos como la libertad de prensa permiten a los sistemas democráticos presentar menores niveles de corrupción, no podemos olvidar que, al fin y al cabo, en la mayoría de casos, estamos hablando de empresas privadas. Empresas que, para subsistir, deben ser rentables. Una rentabilidad que vendrá de la venta de ejemplares, los ingresos por publicidad, o las ayudas públicas.
Pero, en general, más allá de este interés material o pecuniario, los medios persiguen otros intereses, como pueden ser la defensa de unas ideas concretas sobre el orden social, político y económico determinado, la promoción de unas políticas públicas concretas o marcar la agenda política. Respondiendo a este interés de naturaleza política, los medios podrían desviarse de una información neutral de los sucesos políticos, sesgando la cobertura de las noticias por razones ideológicas.
Si este fuese el caso, estaríamos hablando de un «sesgo de oferta» en la cobertura mediática, en la medida en que actuarían como proveedores de información en el «mercado de las noticias». Aquellos que se beneficiarían de esta cobertura no neutral serían unos políticos determinado cuando se publica noticias que les benefician, o se omite información que le afecta, como podría ser un escándalo de corrupción. Podrían ser también lobbies privados, o empresas que decidan invertir más en la publicidad de un medio a cambio de un trato preferente. O, incluso, el beneficiario puede ser el propio medio —ya sea el propietario, el editor, o los periodistas—, si consigue favorecer a un partido por el que tiene una cierta preferencia, o situar en el debate público un tema concreto.
Sin embargo, en aquellos contextos en los que además de una libertad de prensa efectiva existe un verdadero mercado competitivo periodístico, la existencia de este sesgo de oferta por parte de un medio puede encontrar serios correctivos y tener un coste reputacional importante para el medio que practica ese sesgo. La competencia entre los medios de comunicación debería llevarnos a una situación en la que desviarse de una cobertura neutral fuese una señal demasiado evidente de sesgo ideológico. Un buen ejemplo de ello son los documentos de Killian —o Rathergate—. Dos meses antes de las elecciones presidenciales americanas de 2004 la cadena de televisión CBS emitió en el programa 60 Minutes unos documentos que pretendían demostrar que el presidente George W. Bush había recibido un trato preferente durante su servicio militar para no tener que ir a la guerra de Vietnam. Posteriores análisis demostraron que estos documentos estaban realizados por máquinas muy posteriores a las de 1970. El Rathergate arruinó la carrera profesional de varios productores y directivos de la CBS y también la de su conocido presentador Dan Rather.
Aunque la teoría nos dice que el sesgo mediático lo deberíamos encontrar únicamente en contextos donde no existe una verdadera competencia entre los medios, la realidad demuestra que nos siguen faltando piezas en nuestro análisis. No hace demasiados años que se realizan estudios académicos sobre la posible existencia de sesgos mediáticos en la cobertura de noticias políticas. Sin embargo, la mayoría apuntan en la misma dirección. Contando el número de veces que los medios americanos citan a varios grupos políticos y thinks tanks, se observa una clara relación entre la frecuencia de estas citas y la ideología de cada medio. Incluso si lo que consideramos son las expresiones específicas utilizadas por cada medio vemos que frases del tipo «guerra contra el terrorismo» eran utilizadas por medios republicanos mientras los demócratas hablaban de la «guerra de Iraq».
Si a los lectores y espectadores solo nos importase la precisión con la que los medios nos informan de los acontecimientos políticos no deberíamos encontrar ningún sesgo ideológico en contextos donde los medios compiten entre ellos. Sin embargo, si en Estados Unidos, un país en el que esa competencia es feroz, existe este sesgo mediático, ¿qué mecanismos están fallando?
Más allá de las razones que nos explican el sesgo ideológico por el lado de la oferta —la que viene de los propios medios—, debemos considerar también lo que ocurre con la demanda de noticias. Es decir, nosotros como audiencia. Si el objetivo de los medios es el de vender más ejemplares, ¿por qué no darle a su lectores aquello que realmente quieren? Si lo que buscamos al abrir un periódico no es tanto informarnos como entretenernos es probable que no queramos encontrarnos noticias que nos informen de que nuestro candidato, aquel que votamos y defendemos, se ha visto involucrado en algún escándalo político. Los psicólogos denominan a esta conducta «disonancia cognitiva». Por otro lado, si la información hace referencia a algún político de una ideología contraria a la nuestra, el conocimiento de ese escándalo nos reafirmará en la convicción de que nuestra opción es la buena. Se trata de ver nuestras creencias confirmadas en aquello que leemos o escuchamos.
La existencia de este sesgo cognitivo nos llevará a elegir un medio de comunicación que tenga una línea ideológica similar a la nuestra; a comprar aquel periódico que sabemos nos va a ratificar en la convicción de que nuestras ideas son las buenas. Sería, por tanto, este sesgo ideológico desde el lado de la demanda el que llevaría a los medios a publicar más noticias positivas sobre aquellos partidos que interesen más a sus lectores, y menos sobre los temas que puedan incomodarlos.
Esta disonancia, a la que tantas referencias encontramos en la obra del psicólogo y premio nobel de economía Daniel Kahneman, es la que podría explicar la falta de precisión u objetividad de los medios al informar sobre acontecimientos políticos. Si deben ganarse el sueldo vendiendo ejemplares, no deberíamos sorprendernos de encontrar coberturas sesgadas por parte de los medios de comunicación. Los periodistas, más que mentir —algo que hemos visto puede acarrear serios costes personales y reputacionales— buscarán enmarcar la información de tal manera que potencie nuestras creencias y eviten las disonancias cognitivas que no estamos dispuesto a aceptar. En realidad, si esto es lo que realmente ocurre, la competencia, más allá de evitar los sesgos ideológicos, potenciaría la especialización de los medios en aquellos lectores con ideologías más definidas.
Volviendo al caso americano, que es donde más y mejor se han estudiado estos comportamientos, vemos que este sesgo cognitivo de los lectores es el que mejor explica la existencia de una cobertura mediática no neutral. Si analizamos los casos de corrupción, vemos que los periódicos leídos por un público conservador publican menos información de escándalos republicanos, y a la inversa en el caso de los demócratas. En España parece intuirse una tendencia similar. Esto permitiría corroborar la percepción de que medios como El País, en respuesta a la ideología mayoritaria de sus lectores, estaría publicando más noticias sobre escándalos del PP que otros periódicos conservadores como El Mundo o el ABC. De la misma forma que estos últimos, asimismo en respuesta a las preferencias político-ideológicas de sus lectores, publican más noticias sobre escándalos del PSOE y otros partidos progresistas de izquierda.
Si esta explicación desde el lado de la demanda a la falta de neutralidad política de los medios fuese acertada, podríamos decir entonces: dime a quién votas y te diré a quién lees.
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Buen artículo, aunque no diga mucho nuevo.
En España, ejemplos de los sesgos que se mencionan, y de otros tantos aún por descubrir, serían La Razón, por ej. con sus portadas manipuladas ( caso M. Carmena ), o sus graficos donde 26 % de votos al PP son el doble de 24 % votos al Psoe ( en encuestas preelectorales ).
O por ej. el hecho de que sea uno de los diarios mas subvencionados por el Gobierno actual, cuando es uno de los menos leídos.
Estando de acuerdo con la mayor parte de lo escrito, considero que El Mundo ha publicado muchas portadas desvelando la corrupción del Partido Popular.
Estoy de acuerdo, y se lo agradecemos.
Pero lo de la teoría de la conspiración del 11-M, que aún no han rectificado, es de juzgado de guardia. Solo por eso se merecen un serio correctivo. El mejor sería no comprar el periodico.
Meter en el mismo saco El Mundo y el ABC viene por la pestaña que se encuentra arriba a la izquierda. Otra explicacion no tiene.
Pues yo no veo tantas diferencias entre El mundo y el ABC, los dos son periódicos de derechas, el segundo además rancio y monárquico, como guinda del pastel.
Jajajaja, y como son de derechas, entonces hay que meterlos en el mismo saco: sesgados/manipuladores/malos… Y no como los periódicos de izquierdas, ésos sí que no son sesgados/manipuladores/malos. Jajajajjaja.
Lo peor es que uno se lo acaba creyendo…
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Si no fuera por el hecho de que El País, quizá a imagen y semejanza del partido político con el que históricamente ha tenido más afinidad, se sitúa en una línea editorial escorada hacia el liberalismo neoconservador, no sólo en asuntos económicos, sino en política exterior. Creo que el analizar (no solo en España, sino en general) la premisa de que todas las cabeceras de relevancia presentan, en mayor o menor medida, un sesgo conservador respecto a la afinidad ideológica de los votantes de cada país podría dar pie a una continuación de este artículo.
Supongo que el artículo, a pesar de sus obviedades (y de que creo que simplifica en exceso algunas cuestiones al respecto), viene bien para enmarcar el asunto de si la prensa manipula o son sus lectores los que marcan su tempo. No olvidemos que existen grupos de comunicación que han dado muestras de bascular históricamente hacia determinado espectro ideológico que luego, por cuestiones de mercado, han dado cobertura a espacios en sus antípodas. Una vez asentado este punto, la pregunta que cabría hacerse es de si existe una demanda real en este país de información sin «sesgo cognitivo». Hasta hace muy poco creía saber la respuesta pero el hecho de que, viviendo en la era de la información, y atendiendo de que es imposible eludir los puntos con los que discrepamos e incluso incomodan en nuestra opción política (inamovible a pesar de ellos) me ha surgido la duda de que el uso o no de dicho «sesgo cognitivo» sea influyente en nuestra opción electoral.
Y ¿quien nos dice que este artículo no podría ser parte del sesgo cognitivo, intentando, tal vez, limpiar la imagen de El Pais?
Imagen por cierto, tan denostada en los últimos tiempos, así como en sus principios.
No se si es un problema de disonancia cognitiva, de falta de actualización en las lecturas de la autora o de cierta relación comercial reciente, pero identificar al ‘riverista’ El País como un medio ‘progresista’ no me cuadra. Tal vez sea mía la disonancia, quién sabe.
¿El País progresista? Antes de salir a bolsa lo era, a veces, pero de eso hace ya años… Hoy es un chusco panfleto al mero servicio de su máximo accionista, el Santander, y ni se molestan en disimularlo, así va como va. Buena suerte con vuestra travesía en semejante barca, por cierto.
«El País» se ha vuelto bastante más conservador que el «El Mundo». Tampoco es que sea riverista, si acaso de ciertas empresas del Ibex 35. Al igual que el resto de España, «El País» no prestó la más mínima atención a Ciudadanos hasta que la patronal española empezó a ponerse nerviosa con el avance de Podemos y hubo que buscar una solución rápida. Del conservadurismo actual de este diario no hay nada que ya sorprenda, lo que me resulta increíble es que David Jiménez (actual director de «El Mundo») pueda pensar seriamente que Ciudadanos («El Mundo» también es «riverista») viene a regenerar algo. El «cuarto poder» son las empresas a las que pertenecen dichos medios, y hace ya bastante tiempo que se convirtieron en el primero.
El PSOE en su inacabable guerra de liderazgo.
El PP en su inacabable guerra mediática.
La casa con más de un 20% de paro y abierta a los ocupas.
Partidos, Medios de comunicación ¡un poco de responsabilidad!
Blog Pajas y obviedades – «Una España cainita hasta el absurdo»
http://pajobvios.blogspot.com.es/2015/12/una-espana-cainita-hasta-el-absurdo.html
. . . la gente no vota por lo que lee, porque en este país la prensa la leen media docena, si no por lo que ve y le cuentan en televisión y en las adivinanzas del C.I.S.y en esas empresas que se dedican ha hacer encuestas de opinión que día tras día van canalizando el voto de los ignorantes.
@la autora: es cierto lo que Ud. indica y que en casos extremos se conoce como «informar desde la trinchera» e «informarse desde la trinchera». Pero no se puede tratar a periodistas y lectores por igual. Los periodistas tienen responsabilidades en su trabajo: información veraz, contrastada, indicar claramente qué son hechos y qué es opinión…porque la libertad implica responsabilidad.
Dicho ésto, ¿qué menos extraño que cuando los Medios profundizan en su sesgo, la reacción de los lectores no sea escoger los Medios a partir de los que se informan?
Y lo digo con conocimiento de causa: hace 2 años que decidí, ofendido y asqueado, y tras un período de reflexión, dejar de leer El País. ¿ Injusto? Probablemente, e inadecuado también. Pero recordar que las 2 opciones del lector ante su desagrado sólo son escribir cartas al Director y dejar de consumir el Medio. Opté por la segunda tras concluir que la 1a sería inútil.
Sin quitarle un ápice de razón a la descripción de la autora, no deberíamos tirar la toalla y entregar ya por completo las llaves de la información a las empresas informativas y al mercado que trata la información como un producto. Quiero decir, ¿está dando la autor por hecho que ya no hay periodistas y medios independientes?
Por otro lado, bajo el paraguas de la descripción de la autora, las redes sociales con sus algoritmos y fórmulas no hacen más que aupar esta disonancia cognitiva para que solo consumamos lo que nos gusta.
Si viven de sus suscriptores y mantienen una clara línea roja con la publicidad que anuncian ya son bastante más independientes de lo que serán jamás medios que pertenezcan a grandes empresas como bancos, grupos editoriales o empresas telefónicas. También hay periodistas honestos dentro de los medios tradicionales. Visto lo que tardó David Jiménez en escribir una columna en «El Mundo apoyando a Rivera y Ciudadanos como si fueran el maná del regeneracionismo, lo mejor es seguir a los más modestos porque, en cuanto toman grandes decisiones, entran en la dinámica de pensar el lector va justito de cerebro. Una pena.
Obviedades. Podría haberse desarrollado más el tema de cómo la función de los medios de comunicación se acerca cada vez más a la autocomplacencia ideológica de la(s) audiencia(s).
No estoy de acuerdo, cuanto mas lees menos votas. No me refiero a leer periodicos claro
¿Mentir ocasiona perjuicios profesionales? Pues ahí tienen a Urdaci, alejado del ente público y del paraguas del partido, sí, pero ejerciendo de vocero para la extrema derecha patria. Y todo tras inventarse citas en una obra y acusando a dirigentes socialistas de graves comentarios frente a sus camaradas de la trinchera episcopal.
Es curioso como los progres que comentan o ya directamente COMUNISTAS no citan medios TENDENCIOSOS Y SECTARIOS de Izquierdas, ahora se conocen todos los medios de derechas… Es lo que se llama ¿Autocrítica?
Los progres y los Izquierdiosos «puros» son conscientes que sus medios de «referencia» de IZQUIERDAS son tan SECTARIOS??
Se puede ser tonto o se puede ser más tonto. Tonto es el que lo es, más tonto es el que lo es y se cree listo…
Pero bueno, ya conocemos eso de la «Superioridad moral y ética de la Izquierda…» Si son de izquierdas, no son sectarios, son VERDAD REVELADA DE MARX.
El artículo sin descubrir la pólvora, hace que analicemos el SECTARISMO de los medios de comunicación, no sólo desde el punto de vista de los intereses del EMISOR, sino que es más interesante, DEL RECEPTOR.
Cuando elegimos qué EMISOR(medio) recibir, justamente lo hacemos por que nos gusta su… SECTARISMO. Y en la mayoría de casos el EMISOR (medio) es SECTARIO por que… es lo que DEMANDAN sus RECEPTORES…
El ejemplo sencillo son los medios deportivos
Marca, As… Madridistas
Sport, Mundo deportivo… Culés
Lo hacen por que sus directores, los dueños son madridistas o culés?
O lo hacen por que así venden más periódicos??
Un caso paradigmático, hubo un tiempo que LA RAZÓN y AVUI, un periódico de derechas y españolista y un medio catalanista tenían EL MISMO DUEÑO..
Y mantuvo la misma línea editorial cada cual
Por??
Tal vez, al dueño le interesaba SÓLO vender periódicos, y sabía que si le daba al lector de la Razón lo que quería y al del Avui el que quería… VENDERÍA MÁS. Tan sencillo como esto…
Pensamos por lo que nos hemos informado?
O
Nos informamos a partir de lo que pensamos?
Es evidente que somos subjetivos, por que si fuéramos objetivos, seríamos una DIANA. Y partimos con nuestras subjetividades que vamos adquiriendo por nuestra genética y por nuestras experiencias hasta que llegamos a la conciencia de que existen medios con distintas líneas, y que a ti te gusta más una…
Seguramente hay una razón evolutiva para que al ser humano le cueste tanto aceptar fácilmente la posibilidad de que un pensamiento contrapuesto al suyo puede ser correcto…
Lo vemos en la historia, se parte de un pensamiento, y poco a poco en pequeños grupos va surgiendo otras ideas contrarias (feminismo, democracia, igualdad, derechos humanos, laicismo…). Al principio estas ideas son rechazadas y menospreciadas con dureza…
Sería mejor que fuéramos más ABIERTOS, menos SECTARIOS?
Que estuviéramos dispuestos a cambiar de ideas, incluso de ideología ante argumentos convincentes sin problemas?
Pienso que ser tan «volátiles», tan «cambiantes» afectaría a nuestra IDENTIDAD de qué somos. SI en parte somos lo que PENSAMOS, si lo que pensamos lo pudiéramos cambiar tan fácilmente, sin resistencias, nuestra identidad se vería perjudicada. Así que somos SECTARIOS por que necesitamos SER ALGO (aunque estemos equivocados) durante un tiempo. Evidentemente podemos ir cambiando, pero POCO A POCO, pero tiene que haber cierta PERMANENCIA para poder ir construyendo esa IDENTIDAD.
Es evidente que cada persona es un mundo y hay gradaciones. Hay gente más nómada en las ideas y le cuesta menos cambiar de unas ideas a otras, y otro es más sedentario y está más apegado al terruño ideológico.
Somos SECTARIOS por que necesitamos una IDENTIDAD.
Ahora podéis seguir presumiendo de que sois OBJETIVOS, AMIGOS DE LA VERDAD, y que vosotros detectáis el SECTARISMO, por que sois muy listos!! Ya sabéis, estamos los tontos y los…
Adeuu
Dime a quién votas y te diré a quién lees…
y si no acierto, la culpa es tuya por no leer a quien debes.
Abundando en algo de lo que se ha dicho antes, probablemente un medio completamente objetivo no convencería más que a la gente con pensamiento objetivo, que son minoría. De la misma forma que un medio extremista haría lo mismo con los extremistas.
Por tanto, un medio que desee perdurar debe situarse en la zona central de la campana de Gauss, que es donde la mayoría están de acuerdo, y tratar de encontrar su nicho para perdurar, escorándose a uno u otro lado en función de su nivel de ventas en cada momento.
Una opción interesante, y que he encontrado en alguno de los diarios mencionados, es la de dar voz a articulistas de varios signos: tendrás tu favorito en función de tu ideología, pero te estarán ofreciendo la posibilidad de conocer los argumentos de los que piensan diferente. Y si mereces el verdadero saber, te los leerás a los dos. Si no, seguirás contribuyendo al «pan y fútbol», que de todo hace falta en este mundo.
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