Descubrí la belleza cuando descubrí a David Bowie. Una perfección intrigante que no conocía de género ni de edad. Bowie tenía la permanencia del mármol de los museos. Como si sus facciones hubieran sido diseñadas para demostrar que las cosas se puede hacer bien.
Llegó a nuestras vidas jugando a ser extraterrestre. Y, en efecto, eso debía de ser. No parecía de este mundo nuestro tan anodino. Si no venía del espacio tendría que llegar de ese futuro que los setenta presuponían mejor. Solo así se explicaba que siempre se adelantara a su tiempo. Que supiera lo que era moderno antes de que lo descubriera la modernidad. Que fuera el héroe de las mil caras y de la sonrisa única. Porque la sonrisa no cambiaba aunque se transformara el maquillaje. Ni había metamorfosis para unos ojos que le delataban. Esas pupilas asimétricas que parecía confirmar que Bowie era un ser de algún incierto más allá.
Pasaría el tiempo y comprenderíamos que Bowie era realmente una supernova. Una singularidad astronómica estallando ante nuestros ojos. Un arrebato de luz que cambiaría el universo musical. Fuimos polillas atrapadas ante el brillo de su espectáculo. No podíamos dejar de revolotear a su alrededor. No podíamos evitar mirarle fascinados, esperando su siguiente apuesta, la próxima elipsis formal.
Marciano o viajero del tiempo o sumiller del elixir de la eterna juventud, parecía claro que había venido a la tierra para demostrarnos que existía la piedra filosofal. No tanto porque convirtiera en éxito lo que tocara, sino porque todo lo que hacía lo hacía bien. Tal era su poder de persuasión que consiguió que olvidáramos su evidente belleza convirtiéndose en monstruoso para un teatral Hombre Elefante. Ya nadie podía ponerle un pero al Bowie actor. Supo elegir sus papeles con la misma intuición con la que construyó su carrera musical. Del uniforme de Feliz Navidad, míster Lawrence al Poncio Pilatos de Scorsese en la última tentación. Le prestó su presencia misteriosa a Nikola Tesla. Porque como Tesla, Bowie pertenecía a otro lugar.
Dice su productor que su muerte es su última obra de arte. Que ha hecho, como siempre, lo que quería. Que ha marcado el camino hasta el último paso. Que el telón solo ha caído cuando lo ha decidido él. Se refiere al secreto y la sorpresa. Y a esa canción que ha titulado Lázaro, como si nos advirtiera de que los héroes lo son porque pueden resucitar. O al menos, porque mueren de verdad sin morir del todo. Porque su voz sigue sonando más allá del silencio final.
Cuando una estrella supermasiva se apaga lo hace con una gran explosión. Durante años queda en el cielo el rastro inequívoco de su luz. Iluminándonos a pesar de que haya dejado de existir. Así queda la música de Bowie. Así permanece el rayo que cruzó la que entonces era su cara. Y los dos colores de sus ojos. Y esa sonrisa que podría aparecer en cualquier momento sobre nuestras cabezas como si fuera la del gato de Cheshire.
Aunque quizá después de esa sonrisa ya solo cabe la oscuridad. El ojo de una cerradura en el espacio-tiempo por el que se ve el futuro desde el que llegó. El mismo agujero negro donde acabó sus días el Mayor Tom.
RIP David Bowie, un genio sinigual, incomparable. El mundo es hoy un lugar más triste. Gracias por esa despedida en forma de obra maestra que es Blackstar. Shine on.
¡Bowie está vivo!
Y no, no me estoy refiriendo al pedante sentido artístico que proclama el estúpido significado de que cada autor vivirá mientras lo haga su obra. Me refiero a que Bowie no está muerto, que sigue vivo, coleando y culeando…
…Quiero decir, joder, su último single que sacó hace tres días -sí, tres días-, se llama Lazarus (Lázaro para los menos avispados), el hermano de María y Marta, el que vivía en Betania, el amigo de Jesús, ¡el que retornó de los muertos!
http://porlasbarbasdelvelloso.blogspot.com.es/2016/01/david-bowie-is-not-death.html
La mejor reseña de su muerte!
Me encantó cómo está escrita.
Marta Fernández, termino de leerla llorando
Gracias
Gracias
Gracias
Adiós Major Tom, disfruta de tu camino a las estrellas…
PD: Marta Fernández es lo mejor de la Jot Down. Me encanta cómo escribe esta mujer.
Enhorabuena Marta, es el artículo más bonito que he leído sobre David. Yo también me enamoré de él.
Mi homenaje personal a David Bowie en:
http://iscanosa.blogspot.com
genial marta.. os dejo también mi homenaje personal al duque blanco http://uncontigoalreves.com/starman
Grown control to Major David… Responde, por favor!!!!!!!
…Todo esto viene a cuento por que hoy, 11/01/2016 ha muerto un hombre llamado David Robert Jones, físicamente parecido a ese animal hermoso que convivió los últimos años con una gacela elegante llamada Imán. Pero al igual que Elvis, Bowie está vivo y en Memphis todos los saben. Vivo en sus canciones, en su extraordinario talento, en su inagotable capacidad para crear y, aun más y aun mayor, para recrearse, re-crearse. Y es que no hay pena que nos pueda vencer. Así que tragamos saliva y ponemos “Let’s dance” en el plato una vez más.
Es curioso. Cuantos han querido, han intentado (y generalmente no han podido) ser el nuevo Springsteen, el nuevo Lou Reed, el nuevo Bob Dylan. Pero que pocos, que poquitos, han tenido la tentación por un segundo de intentar ser el nuevo David Bowie. Justo el tiempo que emplearon en darse un barniz de rimmel, ponerse unas mallas de rallas a colores ajustadas a todo el cuerpo y con el hombro desnudo y unas lentillas bicolores. Justo el tiempo que necesitaron para comprobar lo difícil que es ser “él”. Por que incluso Bowie se pasó la vida intentando ser “él” y aunque fue el mejor de sus plagiadores, jamás dejó de evolucionar buscando la perfección.
Con David Bowie se va uno de los últimos rastros de carmín con el que aquellos chicos confusos de una generación creimos conquistar el cielo. Es el fin de la inocencia y también, quizá, el fin de una época insobornable. Como decía Jaime Gil de Biedma, paradigma adelantado de los chicos del Carmín, “dejar huella quería y marcharme entre aplausos”. Hoy, alrededor del globo terráqueo, chicos eléctricos, rudos ositos arrasados en rimmel, reyes del Glam, hermosos travestidos de ojos claros, roqueros de cuero y vaqueros ajustados, cielos de Berlín, bailarines de funk neoyorquino y amantes severos de esa locura imposible llamada música nos dejaremos las lágrimas sobre los vinilos de un genio cuerdo y maravilloso… David Bowie.
Y mañana nos levantaremos con la seguridad de que pronto, quizá primero de lo que esperamos, nos llegará una rodaja vinílica magistral entre Judy Garland y T-Rex del gran Duque blanco. Quizá no sea así, pero entonces la vida será, desde ya, mucho peor.
Clap, clap, clap!
Nadie nos apabulló tanto como tú, David.
Gracias.
Ashes to ashes.
y tanto..
Tell my wife I love her very much
She knows…
Pues a mí nunca me terminó de convencer Bowie excepto por contadas canciones… y mira que lo he intentado. Siempre me pareció un producto típico de su época, los 70, al que el paso del tiempo le dejó anclado en el pasado.
Y sí, de poder haberle visto en directo, hubiera ido 100 de 100 veces.
¿Típico de su época? Y tanto. Él creó los setenta.
Pingback: Recomanacions | WoolfWildeWeb
Milwakee, de qué año es » Ashes to ashes»?
A ver… que no quiero entrar en polémicas absurdas…
1- Bowie fue un grande, innovador en su momento.
2- Me hubiera gustado verle en directo, pero dejó de dar conciertos y se dedicó a vivir de sus rentas (cosa que sí he podido hacer con otros similares de esa época y que siguen activos: springsteen, dylan, rollings, etc.).
3- A mí no me gusta su estilo aparte de contadas canciones como el Space oddity, Heroes y poco más.
4- Sus principales aportaciones al mundo de la música fueron en los 70, principalmente, aunque su condición de «superestrella» se consolidara en la siguiente década.
No sé, un poco al estilo de U2 en los 90, que tras el éxito enorme que tuvieron al final de los 80, los 90 fueron más de dar conciertos y vivir de lo que habían hecho ya que de seguir haciendo canciones nuevas decentes… Siempre he creído que el disco de Zooropa debía ser enterrado en el desierto junto al «gran» juego de la Atari 2600 – E.T.
Estoy de acuerdo.
Dejó de actuar en directo porque le dió una angina de pecho (precisamente, en una gira).
Tiene tantas canciones hermosas, un sentido tan brutal del ritmo, una sensibilidad tan grande para no aburrir a nadie (supongo que ni a él mismo, primero).
The Next Day es un disco brillante y completamente nuevo, a dos años de su muerte. A mi me recuerda un poco el estilo de los 70, la vuelta al R&R. Hizo pop, pero era mejor haciendo rock. El pop lo cantaba como si cantara rock and roll. Una amiga me pasó una versión de una versión de otra artista y no me gustó. A mi me gusta Bowie cuando suena a Bowie, con esa voz y ese estilo tan elegante, tan sensual.
Fue también un gran letrista. Un letrista del rock surreal, podríamos decir. Tenía una gran habilidad para contar cuentos a través de frases aparentemente erráticas, inconexas. Space Oddity en nuestro recuerdo y Absolute Beginners en nuestra memoria sentimental.
Fue también una criatura bellísima, en toda su extensión.
Hay que volver a veces a esta versión que hizo de La Mort, de Jacques Brel. Corría el año 72. Era un directo.
http://youtu.be/rO5By955uYM
Pingback: #164 Marta Fernández: mentiras, Rothkos y un soneto erótico casi mortal - Jaime Rodríguez de Santiago
Pingback: Lypton Village: Black and White in Colour - Jot Down Cultural Magazine