«Fuimos demasiado lejos con demasiado pene». Esa fue la conclusión del director y productor Judd Apatow cuando en 2007 más de una veintena de espectadores salió despavorida en un visionado de prueba de su película Walk Hard: The Dewey Cox Story ahuyentados por una verga. No soportaron el larguísimo plano de John C. Reilly rodeado por un —más que modesto— miembro que pendulaba en torno a su cabeza mientras él hablaba por teléfono. Tras la estampida, Apatow transigió y acabó recortando la duración de la escena en la cinta (que para más sorna en español se tradujo como Dewey Cox: una vida larga y dura) pero arrancó su cruzada personal de liberar al vigésimo primer dedo masculino del ostracismo cinematográfico: «Juro que en todas y cada una de mis películas habrá al menos un pene», dijo. Y a fe que en ello sigue.
Más o menos un año antes, el cómico Louis C. K. andaba en negociaciones con la HBO. No era, ni mucho menos, el renovador del humor ni el pelirrojo mimado del cable que es hoy. De hecho, estrenaba su primera serie con la cadena, Lucky Louie, que dirigía y protagonizaba, pero todavía eran los ejecutivos televisivos quienes marcaban el paso. Le demandaron «algo más de carne», sin explicitar —porque no hacía falta— que se referían a Pamela Adler, su esposa en la ficción. Él sonrió y cumplió la solicitud con escrupulosa literalidad, y en el segundo capítulo Louis salió en un ortopédico plano frontal con el badajo al aire. La HBO le exigió que se tapara las vergüenzas y que aquello no se volviera a repetir. La serie (acertadamente) no pasó de una primera temporada. Por si acaso.
Y como estas, cien historias más de quienes ha pretendido darle planos a tan noble parte y se han ido con el ídem entre las piernas. En ocasiones ahuyentados por los mandamases, a veces por el propio espectador. Hablamos de cine y televisión de órbita hollywoodiense, se entiende. Desaparecida la entrañable figura del censor ladino, ahora la mojigatería opera al calor de la amenaza de «clasificación R», de la que todo aquel que quiera pagar las facturas huye como de la peste. Y no, no es que un pene sea sinónimo de destierro fílmico inmediato, porque haberlos haylos. Pero por si acaso algún despistado se lanza a esgrimir que el desnudo masculino y el femenino son la misma cosa y si los realizadores no enseñan más anatomía masculina es sencillamente porque no se les antoja, recordaremos que en 2010, en respuesta a las quejas suscitadas por la película Bruno, la Asociación de Cinematografía de Estados Unidos varió sus términos para que cuando hubiera un «desnudo masculino» quedase claramente tipificado, para evitar sofocos. Un precavido acuse de recibo que ningún pubis ni pecho femenino han necesitado nunca. Rabos sí, pero con preaviso.
El desequilibrio de la desnudez entre sexos es una de esas polémicas–Guadiana de Hollywood, que emerge de tanto en tanto, coincidiendo con la exhibición de algún falo que causa especial revuelo. Ocurrió con Shame y el Fassmember, que a buen seguro fue el causante de que el actor irlandés-alemán se quedara sin nominación al Óscar, precisamente el mismo año que sus colegas Rooney Mara o Salma Hayek también enseñaban sus cositas a la cámara sin que eso obstaculizara la carrera por la estatuilla. Más recientemente, Kevin Bacon (cuya genitalia es revisable desde Juegos salvajes a El hombre sin sombra) encabezó una jacarandosa campaña que delataba la hipocresía de su industria, demandando una libertad para el pene similar a la que tiene la vulva. «En muchas películas y series de televisión hay gran cantidad de desnudos femeninos y eso no mola. Bueno, sí que mola. Pero no es justo para las actrices y no es justo para los actores, porque nosotros queremos desnudarnos», decía. Otros intérpretes se adhirieron a sus reivindicaciones, desde Chris Pratt a Natalie Dormer o Kit Harington, espoleando un poco más la polémica en un año especialmente indicado para echar leña al fuego sobre el boobs mandate y el páramo de rabos de nuestras pantallas. Y es que quien esperara visualizar la herramienta de Christian Grey en la adaptación cinematográfica del best seller de porno para mamás se quedó con un palmo. De narices.
Qué feo es el pene
Fue el propio protagonista de Cincuenta sombras de Grey, Jamie Dornan, quien brindó al pueblo la explicación de su no desnudo en la película, que tan profusamente se había descrito en la novela —al que me soplan que se refería en exclusiva como «miembro», en un ejercicio de pobreza lingüística acorde con la preescolar E. L. James—. Dornan, a quien le dio repeluco pronunciar «paquete» en la entrevista, aseguró que no habría full frontal del príncipe del bondage (mientras que podríamos memorizar las aureolas y la ingle brasileña de su partenaire Dakota Johnson) porque, sencillamente, el pene es una cosa fea que es mejor no mostrar. El de todos, no el suyo, que sepamos. «La intención es llegar al máximo de audiencia posible sin asquearles. No quieres hacer algo gratuito, feo y gráfico», pretextó el zagal.
Ya lo decía Lady Chatterley el siglo pasado en la novela de D. H. Lawrence: «¡Qué cosa frágil y fácilmente herida es un cuerpo de hombre desnudo; de alguna manera inacabado, incompleto!», o Silvia Plath y tantos otros a los que la visión genital masculina les causaba más desagrado que hambre. Y en su derecho están. Pero tal y como recogía inmejorablemente Josep Lapidario en sus «Memorias del falo», el arte no ha escapado al embrujo del pene y las representaciones del mismo —explícitas o figuradas— demuestran que tan fea no será la cosa cuando ni el más telegráfico repaso de cualquier disciplina artística resiste sin referirse a miembros gargantuescos o más amables.
Entonces, ¿qué ocurre con el cine y la televisión? Pues exactamente lo que se figuran, no vamos aquí a revelar ninguna conspiración oculta. Que siglos de mirada masculina —y heterosexual— sobre el erotismo han atrofiado nuestro llamado instinto escoptofílico (el placer de observar al ser humano como objeto erótico) reduciendo el erotismo a las formas femeninas. Lo explicó inmejorablemente Laura Mulvey en Placer visual y cine narrativo, y en términos generales el estado de la cuestión sigue por esos derroteros descritos en los setenta, llegando a modificar la forma en la que nuestro cerebro procesa las imágenes de desnudos femeninos y masculinos. Si muchos consideran que el soperío de tetas y coños imperante es perfectamente asumible para el espectador pero una sola verga «fea, asquerosa y gratuita» dinamitará el disfrute es porque se ha trabajado duro en esa dirección. No es de extrañar que directores como Oliver Stone autocensuren su propio metraje, como el de Alejandro Magno, donde suprimió el plano en el que Colin Farrell exhibía la gloria de su imperio: «Oliver no quería estropear un momento tierno con la visión de un aparato jodidamente enorme con dos bolas inmensas», dijo el actor, que ya sabemos por filmes anteriores que no va precisamente descalzo.
Y no, no es cuestión de tamaño, de erección o del fresquete que hace en los rodajes y la injusta aprensión. Más que nada porque es sobradamente conocida la distinción (y la magia) de los grower y los shower, y ya sabemos que lo que muestra la pantalla no es una réplica exacta de cómo lucirá el asunto cuando reciba la orden de ponerse a trabajar. Recuerden el ejemplo de Tom Hardy en Bronson y el de él mismo en otras circunstancias más hidráulicas.
Lo que va a ser más difícil rememorar son escenas en las que el cuerpo masculino se muestre (íntegramente o no) como una consecuencia de coherencia narrativa o para el disfrute erótico del respetable. En general, cuando los hombres se desnudan es por razones artísticas, no salaces, dentro de un marco de camaradería entre hombres (300) o de humor (American Pie o Resacón en las Vegas). Las excepciones de directoras que dispensan igual trato a ambos desnudos (como Jane Campion o Pascale Ferran) son eso, excepciones; y la mirada masculina prevalece. Lo mismo que el cine comercial lejos de las fronteras estadounidenses, que históricamente no ha tenido los mismos reparos en diseminar trancas aquí y allá sin que nadie se arranque las córneas por ello. Que al celuloide hollywoodiense el pene le da bastante alergia no es ningún secreto, pero el tabú comienza a resquebrajarse, dejando entrever un manojito de esperanza con o sin rasurado.
Televisión: reducto fálico para la esperanza
Si hay motivos para albergar la ilusión de que el full frontal masculino deje de ser cosa de europeos, cine queer o cintas experimentales, están en la pequeña pantalla, regida por sus propias normas. En su versión de pago, claro está. Aproximadamente desde que HBO abrió la veda hace casi una década con la imprescindible serie Oz, los penes han ido emergiendo tímidamente del calzoncillo hasta conquistar posiciones, si bien no en los primeros planos, si en lógicas panorámicas generales en las que si dos hombres se miden el lomo en unas duchas públicas no usan una mano para cubrirse la entrepierna. Y aunque la cadena lleve la delantera en lo que a desestigmatizar el falo se refiere, la balanza está aún desequilibrada, como le recordó una campaña de College Humor hace unos años en la que un grupo de mujeres se arrogó la portavocía de un sentir mayoritario: «Es hora de igualar el marcador. No decimos «no más tetas», tan solo creemos que deberíais mostrar pollas», demandaban, después de recordar —y celebrar— la pléyade de mujeres desnudas de producciones como Deadwood, Boardwalk Empire o Juego de Tronos. En esencia, no hacían más que subrayar la ridícula incongruencia de la cadena, que rubricó una serie sobre un semental con atributos de empotrador (Superdotado) al que nunca, jamás, se le adivinó ni siquiera un pedacito del tegumento escrotal en más de treinta episodios. «¿Quizá os preocupa que una polla erecta sea demasiado explícita?», inquirían. «¿Habéis visto la Boda Roja? ¿Mostráis a una mujer embarazada que es apuñalada justo en el vientre y no enseñáis una inocente polla dura?».
El problema de Juego de Tronos con las pollas es lacerante. Incluso el espectador casual habrá detectado esos bruscos escorzos de cámara cuando la entrepierna de un actor iba a entrar en juego, protegiendo la inocente sensibilidad del público que puede encarar las decapitaciones, las vísceras y desmembraciones pero probablemente acabará respirando en una bolsa de papel si una polla emerge con pujanza y lastima su atildada delicadeza. De hecho, los escasos frontales masculinos que contiene la serie —célebre por sus ninfas desnudas y con el fantasma del sexposition siempre rondando— se producen desprovistos de lujuria, encajándolos directamente en el ridículo o en la tortura más sórdida. Y las muestran flácidas. Como la prótesis que le colocaron al muy entrañable Hodor, la polla decapitada de Theon Greyjoy o el comerciante que es torturado tras traicionar a Daenerys Targaryen. Pero liberar a Willy para el disfrute no, qué ocurrencia. Cambia el plano y enfócale el pubis a esa.
Decíamos que progresivamente se va invirtiendo la tendencia, y es cierto. Los estudiosos del asunto sitúan 2015 como una buena cosecha de nabos: en The Leftovers, Flesh and Bone, Outlander, Sense8, Shameless, Togetherness, The Affair, Black Sails y Penny Dreadful ha habido hombres exhibiendo el soldadito ante la cámara, y eso es algo que festejar.
Pero tanto o más llamativa que los falos resulta la reacción suscitada por la exposición genital. Después de cada episodio, invariablemente se suceden siempre una cascada de artículos, tuits y titulares pretendidamente picarones pero vergonzosamente pacatos: «¡Hay un señor en una serie al que se le ve el pene, paren las rotativas!», arreciaban las risitas hasta convertirse en un grito. La prensa llegó a catalogar una escena de la serie The Affair, en la que los actores Maura Tierney y Josh Stamberg compartían confidencias postfrungimiento, como «el desnudo que conmocionó a América». Y por muy desgraciados que ustedes sean, han visto penes mejores que ese, se lo garantizo.
Al contrario que las gónadas femeninas, el pene al aire sigue cumpliendo los parámetros de lo noticiable: es raro, infrecuente y crea expectación. ¿Qué fue lo más comentado de una película de un director oscarizado, basada en un best seller laureado por crítica y público? Exacto: el pene de Ben Affleck. Al actor se le escapó —bueno, más o menos— antes del estreno que en Perdida tuvo que mostrarse como dios le trajo al mundo y pasó eso que el cliché resume en que «internet ardió». Más de seis millones de entradas en Google, guías prácticas de cómo encontrarlo y posteriores GIF y hasta tertulias imaginarias con penes amigos. Affleck hizo de su órgano sexual el mejor reclamo de marketing de la historia. ¿Funcionaría con Eva Green, por ejemplo? No, y tampoco con Ewan McGregor, a quien le tenemos el bajo vientre más que escrutado.
Ya lo saben, ejecutivos, creativos, showrunners y demás profesionales del asunto. La lectura es bastante sencilla: queremos ver penes, no importa cuán inanes o majestuosos sean. No nos asustan, para elegir ya tenemos conexión a internet. Solo queremos que la credulidad no quede suspendida en el ridículo, y, si ellas se desnudan, ellos correspondan. Pero incluso más allá de eso, querríamos que las pollas dejaran de ser noticia, y si nadie en sus cabales destacaría en un titular que en su última película Paz Vega enseña hasta las corvas, quizá no estemos pasándonos de exigentes demandando que, a fuerza de exponer, todo esto se naturalice y no se nos escape una risita colegial después de cada polla que nos muestren.
Aunque no va a bastar con una buena ración. Habrá que desplazar esa línea que divide el arte y la pornografía, que ahora está demarcada por la exposición de un pene. Es una frontera cultural, pero podremos rebasarla —ya lo hicimos con las pelambreras, ¿no?—. Desoigan a los gazmoños e ignoren a quienes apuntan que la exhibición y celebración del órgano sexual masculino es una metáfora de la rendición de América.
No se rinde, se empina hacia la gloria. Y allí no hay alergias que valgan.
Pingback: Alergia al pene
Quizá también tenga que ver con la visibilidad. Este tema es un comentado, pero nunca se advierte que mostrar un pubis no es mostrar el órgano sexual femenino, y quizá en parte por eso no haya mucho problema…
No, el articulo deja bastante claro para el que quira leerlo con atención que ese no es el problema… el tabú es el pene; no el pene erecto, que podría ser considerado el aspecto sexual.
Además esto ya se ha superado con las tetas, donde antes no se podía ver nada, luego fueron los pezones, y ahora ya un topless no choca a nadie. Como queda bien claro, es un enfoque cultural.
La parte de basarlo en el predominio del hombre heterosexual me hace gracia. Especialmente porque cuanto más pienso en ello más sentido tiene que el desnudo femenino haya sido normalizado tan velozmente mientras que el masculino se resiste.
Estoy más de acuerdo con Pedro: Un factor esencial es la muy diferente visibilidad (erecto o no).
El artículo descarta ese factor muy a la ligera. En el desnudo femenino se muestra el pubis; no la vulva, y mucho menos la vagina, como erróneamente dice el artículo.
Que hay, además, factores culturales y de tabú, sin duda. Pero una sencilla prueba: muestren vulvas bien visibles (no pubis) y verán que las reacciones no serán muy diferentes.
Me acabo de acordar de los pubis falsos que salían en «True Blood» y vaya risión, por Dios.
Los penes son las nuevas tetas. En el sentido que «sirven» (o pueden servir, aunque no deberían) para definir totalmente a la persona. Y eso es lo que nos acojona a los tíos. Ser juzgados por un pedazo de carne que no podemos modificar. Y eso es lo que hemos hecho (históricamente) con las mujeres y sus tetas.
Así que mas penes, por favor.
Empezando por «Guerra de Tronos».
«Los penes son las nuevas tetas. En el sentido que “sirven” (o pueden servir, aunque no deberían) para definir totalmente a la persona. Y eso es lo que nos acojona a los tíos. Ser juzgados por un pedazo de carne que no podemos modificar. Y eso es lo que hemos hecho (históricamente) con las mujeres y sus tetas».
Esto es lo más sensato que he leído en mucho tiempo. Debería ser enmarcado y colocado en todas las aulas de instituto. Es un golpe certero que invita a una reflexión inmediata y pone a cada cual en su sitio. Ser juzgado por uno o dos pedazos de carne que te vinieron dados. En el caso de las mujeres ese juicio es una constante.
QWERTY_BCN: estoy bastante de acuerdo contigo y me gusta lo que dices,
Quien realmente sea tan estúpido como para creerse juzgado por su pene, ignora dos particularidades: la primera, que nadie juzga un pene en estado de reposo a sabiendas de que su verdadera gloria la alcanza en erección. Penes en pantalla, por tanto, en erección. Así podremos comparar con propiedad. Y ya de paso, si la persona de la que tanto necesitas su aprobación llega a ver tu pene erecto, estás en buena posición para demostrar la importancia de saber usarlo. La segunda particularidad reside en aquello que de verdad importa al otro sexo a la hora de juzgar. Y el sexo femenino, me temo, no juzga al masculino por su pene sino por su estatus. Un micropene con estatus siempre será más deseado que un pollón sin él.
y cuando parecia que quedaba alguna comprension hacia los varones se tuvo que torcer por echar la culpa a la victima. Si, el hecho de que las espectadoras no quieran ver penes es de sus maridos… ya ves.
Al final conseguireis que no pueda ver ninguna película con mi madre…
¡Jaja! Con la mía no tengo problema porque practicamos el incesto de forma natural. Paseamos por la casa en pelotas y nos sobamos todo lo que haga falta, así que podemos ver cualquier peli que nos echen.
Peter Greenaway también trata igual tanto a hombres como a mujeres en sus películas. Desnudísticamente hablando. Bien de penes en sus películas.
Imagínate la escena en la que un hombre y su novia están viendo una película cómodamente en el sofá de su salón. En escena aparece un majestuoso pene erecto de unas dimensiones notablemente superiores a las del espectador que, sin poder evitarlo, compara mentalmente el tamaño de su soldadito con el del brillante ariete que ocupa la pantalla. Mientras no puede evitar un sentimiento de envidiosa inferioridad se da cuenta del brillo en la mirada de su pareja, que no ha despegado los ojos de la pantalla.
Inseguridad masculina pura y dura.
Pero esa perorata que sueltas, ¿es debida al conocimiento que tienes sobre el género masculino, a una intuición o a través de un estudio sobre psicología de alguna universidad? Eso que has escrito es un cliché, un estereotipo. Burdo, torpe y que demuestra en su autor una incultura y una ignorancia preocupantes. Que tú midas la seguridad que un hombre puede llegar a tener en sí mismo por la cantidad de centímetros que alberga en la entrepierna, no quiere decir ni de lejos que esto sea así. En esa escena en la que describes a una pareja en su salón, podría el hombre (al ver el brillo de la mirada de su pareja) excitarse y tirár**la encima del sofá, mientras le pregunta cuánto le gusta el miembro del protagonista de la película. Pregunta a la que ella, incluso, podría contestarle con sinceridad… y disfrutar ambos del coito. Vete a twitter a hacer chistes con la actualidad del día y a arreglar el país, cuñao, que eres un cuñao.
En cuanto apure el carajillo me voy corriendo a hacer chistes de Pdr Snchz.
Tómate una tila.
Sugar: me parece que el relato en tercera persona no consigue enmascarar lo autorreferente de tu comentario.
Me has pillado. Lo típico de «mira lo que le pasó a un amigo…»
Como anécdota, viví una situación parecida en un cine con la película de Sacha Baron-Cohen ‘Borat’, cuando un pene haciendo el helicóptero ocupó toda la gran pantalla, provocando que unos cuantos matrimonios huyeran despavoridos en mitad de la sesión.
Corrección, la película era ‘Bruno’. Mis disculpas.
Mucho miedo me daría ver una vagina en una película, tanto como ver un riñón o el intestino. Quizá, cuando habla de «vagina» como opuesto a «pene», el autor quiera decir «vulva». Quizá se haya dejado llevar por la yanquilada de llamar vagina a lo que no lo es, eludiendo así el témino «vulva», al que no le encuentro nada malo, dicho sea de paso.
Autora, no confundas «areola» con «aureola». Son tan diferentes como un «pene» y un «peine». Confía en mí, soy filólogo.
Filólogo, échale un ojo al diccionario antes de sentenciar con petulancia:
aureola.
(Del lat. aureŏla ‘dorada’).
1. f. Resplandor, disco o círculo luminoso que suele figurarse detrás de la cabeza de las imágenes sagradas.
2. f. areola.
http://lema.rae.es/drae/srv/search?id=XWuQsLS7LDXX2CvWDAQD
¿O sea que al final la RAE se ha rendido? No me extraña, sois tantos… Yo prefiero seguir distinguiendo la (cito de la acepción 5) «Aureola de las vírgenes…» de su areola. ¡Va usted a comparar! XD
Pues parece que la RAE se rindió en lo que a eso respecta en el año 1884, cuando ya aparece registrada esa acepción: http://web.frl.es/ntllet/SrvltGUIForAceps?numReg=0&sec=1.0.1.0.&V_PUBLIC=V_PUBLIC
Si prefiere seguir distinguiendo es que como filólogo necesita más cursos de reciclaje y menos dar lecciones. Un cordial saludo.
Muy buen trabajo de documentación, Lemac. Ahora debería Ud. trabajarse un poco más la autoestima y no picarse tanto. ¡Que son cuatro días, mujer! Buen artículo, por cierto.
Venga, pompilo, no haga usted más el ridículo. Aprenda de Lemac e infórmese antes de separar las mandíbulas. Y no se sulfure, que aunque intente mantener la compostura con esas picajosas salidas de tono, se retrata. Un saludo.
Ha sido el faceplam más épico que he leído nunca. Felicitaciones
Para eso … la serie Spartacus, donde se ven casi más penes que espadas. Lo cual ya es mucho decir.
¡Larga vida a los gladiadores! (aunque sea dura).
Zas!!!
Soy chico , y este verano he ido con una amiga en teoría heterosexual a una playa nudista y me reconocio que los tios desnudos ni fu ni fa y que incluso le ponían mas las tias , yo soy hetero e intentando ser objetivo diría que el 99 % de los tios desnudos que vi eran bastante antiestéticos y eso que muchos eran jóvenes y deportistas , de las chicas diríamos que ese porcentaje era mas bajo y que serian antiestéticas desnudas un 35 % mas o menos .
Ningún cuerpo humano desnudo es antiestético. No sé a lo que llamas tú estético a una chica con un vestido de diseñador y subida en un coche de lujo?
Pues yo llamaría antiestetico a un tipo desnudo, barrigudo, culón y piernilargo, circulando por una playa de 1km de un lado al otro y haciendo cabriolas en las que se podía ver perfectamente que su instrumento no era nada del otro mundo. Más bien, todo lo contrario.
Por cierto, la playa NO era para nudistas.
TENGO MAS RABO QUE EL DEMONIO
Me ha sorprendido no ver ninguna referencia al Dr. Manhattan de la película Watchmen.
No recuerdo haber visto más allá del vello púbico de una mujer en alguna película. No he visto sus labios mayores, ni menores, ni su vagina. No recuerdo haber visto un clítoris. Es decir: ninguna de las partes anatómicas de la mujer equivalentes al pene han sido mostradas en la pantalla, salvo en películas pornográficas y en Ninphomaniac. Así que, querida redactora, haga usted el favor de comparar peras con peras.
Un poco de orden, caballeros. Quedamos entonces en que:
pene = 3/2·vulva
2·teta = pene
vulva = 1/4·vagina
¿Les parece justa la relación?
la manguerita de la alegria , eso lo dijo jose luis torrente
*Pamela Adlon, no Adler
Más divertidos los comentarios q el artículo. ..objetivo de la periodista de informar y entretener: conseguido!
Sin quitar importancia al tema de la visibilidad, en el nudismo se le da igual valor al cuerpo desnudo, de hombre o de mujer. Olvidémonos de penes y vulvas y hablemos de tetas si queremos crear debate
Nos incomoda el sexo y la muerte porque son los temas que utilizaron siempre las religiones para dominarnos ( y otras organizaciones, actualmente). Como las religiones las inventaron hombres, tambien estigmatizaron mas el sexo femenino, porque ademas de dominar a los demas en general se podia, de paso, someter a las mujeres en particular. En el cine norteamericano no molesta a nadie un tipo arrancandole las entrañas a, digamos ,otro tipo de otra etnia/pais….pero se ponen locos si sale una polla paseandose por la pantalla.
Al final resulta que podemos exhibir en un desfile una polla de 12 metros con una cabeza nuclear en la punta, mientras todos los prohombres se ponen firmes y saludan al paso, pero si la paseas por la playa las mamás les tapan los ojos a los niños…..a veces los maridos se los tapan a sus mujeres ?
¿Podría usted aportar algun dato que dé validez a esa afirmacion de que «las religiones las inventaron hombres»?
Gracias por anticipado.
Me encanta cómo escribe Barbara Ayuso :-)
Recuerdo perfectamente los 5 primeros minutos de Shame, con ese Fassbender dando vueltas por su apartamento en bolas y mostrando su pene sin complejos. A los pocos minutos de empezar el espectáculo se podía percibir claramente cómo el público masculino de la sala se iba removiendo nervioso en sus asientos mientras las mujeres no quitábamos ojo de la pantalla. Justo antes de cambiar el plano, incluso se escuchó un «vale ya, no!!!!» de uno de esos machos heridos…
Desternillante…
En la serie Oz de la HBO hay un buen surtido de frontales (y desde todos los ángulos) masculinos, penes incluídos.
Gaspar Noé en su película Love, le da igual trato a los penes que a las tetas y eso ya es un gran avance aunque la película se presenta en Cannes en fuera de concurso!!
Juego de Troncos! jajaja
https://acanaya.blogspot.com.es/2013/02/walk-hard-dewey-cox-story.html
Realmente no hay tantos desnudos, ya no sólo de mujeres ni de hombres. Veo mucho falso desnudo, donde se tapan los pezones, con cubrepezones, bragas y calconcillos color carne y mucho efecto digital.
Si bien es cierto, que es verdad lo del tema del pene, en los pocos desnudos reales que hay.
Salu2
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