Del guionista de Perdidos y Prometheus nos llega la serie The Leftovers, una nueva obra maestra que… no, creo que no he empezado bien. Sospecho que sería más sencillo convencerlos de que sujeten ese clavo por tercera vez que ahora sí que lograré darle con el martillo, pero a continuación trataré de explicar —sin spoilers de por medio— por qué estamos ante una serie de la que merece la pena ver su aceptable primera temporada para acceder así a una segunda sencillamente magnífica. Allá vamos.
De la precuela de Alien cabe decir que para hacer algo grandioso se necesita ambición y talento y Damon Lindelof de la primera al menos sí que estaba bien servido: entre una considerable cantidad de referencias religiosas más o menos sutiles explicaba el esquema completo del ciclo reproductivo alienígena e incluso el origen mismo del ser humano. Bien es cierto que en ese mecanismo narrativo una vez armado sobraban tornillos y cables sueltos, pero no es descabellado pensar que Ridley Scott no se enterase bien de qué estaba contando. Al fin y al cabo ya le ocurrió en Blade Runner, cuando interpretó una hermandad metafórica descrita en el guion entre el detective Deckard y el replicante al que perseguía como que realmente eran hermanos. Curiosamente la cosa funcionó y la insinuación de la naturaleza artificial del personaje de Harrison Ford es otro atractivo de este clásico de la ciencia ficción. Pero de la confusión rara vez brota el arte y ahí está la posterior filmografía de Scott para demostrarlo.
Respecto a Perdidos, qué decir a estas alturas. Hay que reconocerle un uso habilidoso —aunque sea una habilidad de trilero— de los cliffhangers, que al final de cada episodio te llevaban a anhelar con ansia de adicto el siguiente, haciendo crecer una bola de preguntas irresueltas que en un controvertido desenlace terminó estrellándose ruidosamente. El eco de ese impacto continuó, y si en una televisión sin sintonizar se percibe el del Big Bang, una vez sintonizada lo que Lindelof veía en cualquier canal, en cualquier serie, era el de su dichoso final. Hasta el extremo de aprovechar un artículo en Hollywood Reporter sobre el desenlace de Breaking Bad para hablar del suyo: «Estoy profunda e insanamente obsesionado con encontrar maneras de revisitar el final de Perdidos y el enloquecedor huracán de mierda que le siguió». Lindelof se rendía, pedía perdón públicamente y juraba solemnemente que nunca más volvería a intentar justificarlo. Los amargos reproches de los espectadores le habían llevado a aprender la lección. No se deben crear expectativas indefinidamente, fiándolo todo a un desenlace en el que uno no será capaz de estar a la altura. El viaje es lo importante, no la meta, y para ello es conveniente que esté jalonado por pequeños hitos que hacen más grato el trayecto a costa, eso sí, de dejar más expuesto el talento (y las limitaciones) del narrador. Se trata de ir resolviendo unos puzles para poder plantear otros, como en una aventura gráfica, confiando en que la trama enganchará sin tener que recurrir a promesas inalcanzables.
Esa fue la idea que tuvo en mente en su siguiente serie, para la que adaptaría la novela de Tom Perrotta sobre un misterioso evento que hace desaparecer repentinamente al 2% de la población mundial. En su presentación ante la prensa del proyecto no pudo ser más claro: «Os aseguro que nunca sabréis dónde ha ido la gente y por qué. Y no vamos a tener remordimientos por ello. Pero seguiréis viendo la serie porque no creeréis del todo lo que digo». Ahora, una vez concluida hace unos días la segunda temporada, y a falta de una tercera que le dará cierre, podemos afirmar que así ha sido.
Sobre la serie sobrevuela implicitamente el 11-S: está definida por el espíritu de unos tiempos marcados por grandes atentados terroristas. Esos acontecimientos brutales, inesperados, que sacuden nuestra apacible rutina como sucesos inexplicables y cuyo recuerdo ya no puede borrarse. Una parte de la población desaparece de un día para otro y durante las semanas y los meses posteriores oímos hablar incesantemente sobre esas vidas sesgadas, sobre cómo recordarlos, hacerles justicia y de qué manera podemos impedir que algo semejante vuelva a ocurrir. En este caso es un 14 de octubre y el evento no es un atentado, en realidad nadie sabe lo que es. Ciento cuarenta millones de personas se volatilizaron en una fracción de segundo y se desconoce el motivo y el lugar a donde fueron a parar.
Pero nuestras mentes son máquinas de establecer relaciones causales, sentimos horror al vacío de una explicación y preferimos una respuesta errónea a ninguna. De manera que los supervivientes buscan obsesivamente un significado y algunos recurren a la ciencia, intentando hallar algún patrón estadístico, alguna afinidad entre los desaparecidos que aporte algo de luz. Otros se agarran a supersticiones improvisadas, como vestir desde ese momento el mismo traje que supuestamente les habría salvado. Pero la gran mayoría lo que hace es aferrarse a la religión. Bien a alguna de las ya existentes o a los desconcertantes cultos que surgen desde ese momento, que pasan a adoptar ritos tradicionales como el voto de silencio y la vida austera en comunidad vistiendo siempre de blanco, junto a otros más innovadores como fumar constantemente. Diferentes estrategias con las que cada uno afronta su particular búsqueda de sentido, el miedo a la muerte y, sobre todo, el sentimiento de pérdida. Si tuviéramos que definir The Leftovers de forma escueta diríamos que es una serie sobre la pérdida, sobre la incapacidad de aceptar que los seres queridos que murieron ya no volverán. Fantaseamos con la posibilidad de reencontrarlos de alguna manera, de retroceder en el tiempo y cambiar las cosas, tal vez nos quema interiormente el arrepentimiento por esos últimos momentos juntos en los que no éramos conscientes de lo que iba a pasar y fuimos frívolos, estúpidos o egoístas. Entonces uno se da cuenta de que las explicaciones mágicas sobre la realidad son formidables a la hora de ofrecernos consuelo y esperanza, aunque tengan el pequeño inconveniente de ser mentira.
Así que esta serie como quizá ya hayan intuido es notablemente dramática, profunda y permite proyectar de cierta forma la experiencia vital particular —es arte en definitiva, otra ficción que nos aporta sentido—, pero también cuenta con cierta dosis de humor que es muy de agradecer, que no todo va a ser llorar a moco tendido por lo triste que es la vida. Tiene algunos detalles surrealistas que recuerdan a Twin Peaks y, cómo no, a Perdidos (aunque esta vez ciertos misterios sí se van resolviendo) y unos personajes complejos y poliédricos muy bien retratados. Yo particularmente destacaría al reverendo interpretado por Christopher Eccleston, el protagonista absoluto del quinto episodio de la segunda temporada, que es de lo mejor que he visto en televisión en mucho tiempo. Así que independientemente de lo que les pareciera Perdidos o Prometheus, denle ahora una oportunidad y como decía previamente tengan paciencia con los episodios de la primera temporada, que lo bueno sabe hacerse esperar.
Pingback: The Leftovers: un buen final es una cuestión de principios
Creo que en cierta medida, The Leftovers es la crónica de la no-aceptación del final de Perdidos. Hay algo de eso, de gente, personajes, incapaces de aceptar lo que les pasa. Porqué ESO que ocurre es increíble, aunque ocurra una segunda vez.
Mas que a Twin Peaks, creo que la serie (la segunda temporada) tiende puentes al imaginario lynchiano musical. Esa capacidad para juntar emoción, música y personajes.
p.d: Creo recordar que el lío de Prometeus estaba bastante bien contado por interné. Básicamente un guión que ya tenía algunas taras, Lindelof fichado para rematar el asunto y Scott que decide cambiarlo TODO por sus santos cojones. Cambiar los monstruos por las risas. Prometeus, la peli de Alien sin Aliens, because….
Vean la segunda temporada de Leftovers, que es totalmente circular y queda bien cerrada (aunque una tercera temporada parece totalmente probable).
De verdad se elogia la bazofia de Prometheus? A partir de ahí, todo lo que sigue pierde toda la credibilidad que podría haber tenido. No me explayaré en por qué llamo «bazofia» a esa película, hay material abundante sobre ello si se quiere buscar.
Prometheus es una peli fallida, sí.
#No_deja_de_ser_una_locura_mas_de_Scott (que lleva unas cuantas, últimamente. Como ese desembarco de Normandia en la peli de Robin Hood. O eso de querer contar la historia jamás contada del mito del arquero y a la vez, contar lo de siempre, etc…).
Aún así, creo que es una peli estimable porqué permite entender el proceso de creación de una película. Lo fácil que es que falle todo, por ejemplo. También, quizás, sea un ejemplo de como «la nostalgia» esta matando la narración actual. De como es de imposible intentar hacer algo nuevo cuando sólo se te permite repetir, una vez mas, lo que ya has hecho. Que sin Alien, la peli no puede ser de la saga Alien, etc…
p.d: Y Lindelof no tiene TODA la culpa del desastre. El guión original ya tenía cosas absurdas.
http://movieviral.com/viralcast/Alien-Engineers.pdf
http://www.denofgeek.com/movies/23428/how-alien-engineers-differs-from-prometheus
Totalmente de acuerdo. El quinto episodio de la 2ª temporada es una maravilla, y a partir de ahí va in crescendo hasta un final estupendo. La primera temporada es regulera.
¿Y la música? ¿y los dos bellezones adolescentes que salen, Jasmin Savoy y Margaret Qualley, por no citar a Liv Tyler y Carrie Conn?, ¿y la fantástica Ann Dowd?, ¿y la angustia, la impotencia y el desamor?
Si, amigos vale la pena perdonar la primera temporada por ver esta segunda que es como para quedarse vivir en Jarden para siempre.
Para mi eso es válido también para True Detectives y para Fargo.
True Detective 1 tiene un final muy débil. True Detective 2 es directamente excrementicia. Fargo 1 es soberbia, mejor que TD 1, y Fargo 2 llevaba camino de superar a F1 hasta el raro penúltimo, y sobre todo decepcionante último capítulo. Para mí la mejor serie del año es The Leftovers, temporada 2.
De acuerdo con Ramón. Casi más que la pérdida, es la impotencia, el no poder hacer nada, el no comprender, y el desamor, el intentar volver a un camino del que ya te han echado una vez, lo que enamora de la serie.
Más que volver atrás, el problema es si se puede volver a empezar algo de alguna manera como sea….
Qué fácil es unirse a la opinión «del que sabe» y desprestigiar a la primera temporada de Leftovers para ensalzar la segunda. Pues lo siento señores, pero para mi la primera fué tan buena como la segunda.
No voy a decir cuál es mejor. Básicamente porqué me parece que cada uno puede escoger personalmente cuál le gusta (o llegar a la conclusión que están a la par). Si que diré, en cambio, que la primera temporada es, quizás, demasiado arisca. Parece importarle poco que el espectador la siga o crear lazos con él. Y el «problema» es que tiene momentos de «subidón» increíbles (esa primera vez que Kevin Garvey ve el fantasma de Patti Levin) y a la vez parece no querer jugar con «esas» propuestas. «Los fantasmas», las apariciones, la locura esta ahí, pero la serie (parece) preferir no ver ese «terror». Evidentemente, el tema emocional sí está presente. Pero quizás la segunda temporada sea capaz de aunar las dos cosas. El mito y el sentimiento, de forma magistral.
Ojalá en el futuro tengamos la misma discusión porqué la tercera temporada sea mucho mejor.
De acuerdo con vos, e incluso, me animo a decir que la primera temporada me pareció mejor.
No puedo quitarme la sensación de que la segunda temporada cedió a las críticas y debió adaptarse (aunque afortunadamente en la más mínima medida posible) a las exigencias de un público que quiere todo servido en bandeja, y ya.
Los conflictos fueron mucho más evidentes, directos… creo que la diferencia principal reside en que esta temporada ofreció algunas certezas, cosa que en la primera nunca sucedió…
No sé, todavía estoy procesando todo… pero en definitiva, tremenda serie.
Sí, una serie brutalísima que te desgarra de dentro hacia fuera. Una banda sonora exquisita, melancólica, sutil, envolvente. Y unas actuaciones viscerales. Para mí la series que más sentimientos me ha provocado, sin duda.
Un apunte al autor del texto: The Living Reminders van de blanco y fuman, para no olvidar. No es que unos hagan una cosa y los otros «innovadores» fumen. No, no. Hacen las dos cosas.
Bastante de acuerdo con Capi. La primera temporada, sobre todo la segunda parte, contiene ya lo mejor que la serie ha ido afianzando después.
Aunque no es el tema que hoy nos ocupa, creo que sería una muy buena idea que hicierais una entrada hablando de la serie Big Love.
No es una serie muy conocida, pero a mi personalmente me parece otra joyita de HBO.
El articulo daría para mucho: teologia, historía de las religiones, fanatismo, relaciones interpersonales…