¿Oyen eso? La resurrección existe porque eso, sin duda, son tiros. Y explosiones furiosas. Flota en la nariz el olor del neumático calcinado en una persecución. Se adivinan incluso los acordes épicos del «O Fortuna». Hay acrobáticas luchas cuerpo a cuerpo, complexiones coronadas por cabezas cubiertas ya por una suave pelusa senil —o injertos exitosos— propios de lo que comúnmente llamamos veteranía. La resurrección existe, ave que sí, porque esos que están repartiendo estopa, crujiendo vértebras y haciendo saltos de longitud por azoteas, si no nos falla la memoria, habían muerto. De ese lado de la pantalla, se entiende. Bruce Willis, Liam Neeson, Steven Seagal o Schwarzenegger tienen suficientes años como para que el único baile que les reservase la vida fuera el de levantar los dedos índices alternativamente en dirección al techo en cualquier boda, bautizo o comunión. Pero ahí están luxando cuellos, desafiando no solo las leyes de la física con pechospalomos repelentes de balas, sino las de la vida misma que establece que un sexagenario tiene que afanarse en regar geranios y no en lanzarle motos a helicópteros.
Pero ya sabemos que el tiempo y el espacio manejan sus propias variables cuando se trata de ficción. Si para las mujeres la muerte es improrrogable y se presenta un día exacto (el Last Fuckable day) a partir del cual si persisten solo podrán cruzarse la rebeca sobre las ubres interpretando a la madre de alguien, a ellos el celuloide les ha concedido una prórroga a la obsolescencia. Especialmente si la cosa va de tiros y hostias como panes. Habrán advertido que se ha abierto un agujero de gusano en el tejido espacio-tiempo hollywoodiense, por donde se ha colado toda una generación de veteranos para volver a protagonizar lo que ya protagonizaron hace más décadas de las que quieren recordar. Y ahí está la muy rentable saga de Los Mercenarios como una celebración desacomplejada del Just for men y la pastillita azul, con sus Stallones, sus exgoberandores y sus frases que piden mármol… o bien como un ataque de histrionismo insoportable, según gustos. No está claro si la senectud está de moda, que diría algún amante de clichés necesitado de socorrer su simpatía por Donald Trump; o más bien se trata de un ataque colectivo de nostalgia.
El caso es que como confirmó un estudio llevado a cabo por el guionista y productor Stephen Follows, la emergencia de cintas de acción con protagonistas que peinan canas o lustran cráneo ha impactado en la edad media de estas estrellas, que en este 2015 se sitúa en los 48,8 años. El fenómeno tiene nombre propio: geriaction —contracción de geriatric + action—, que viene a constatar cómo en este género eminentemente físico los físicamente más lozanos no tienen la sartén por el mango, sino al contrario. No es la primera vez que ocurre (el elenco de The Wild Bunch no estaba precisamente en sus años mozos) pero ahora los veteranos dominan la cartelera mucho más significativamente que entonces, convirtiéndolo en una tendencia asentada. Aunque se advierte una gran diferencia entre ellos.
Por un lado están los iconos que no renuncian a lustrar su rifle de asalto, aunque en ello les vaya la dignidad. Amanecen con la voz de Riggs retumbando en la cabeza y desayunan ya convertidos en el sargento Murtaugh autoconvencidos de que «aún no estoy viejo para esta mierda». Henchidos, desoyen las bromas de la artritis y las cámaras presurizadas y se limitan a continuar haciendo lo que han hecho siempre, ampliando su durabilidad en el mercado a base de precuelas, secuelas y sopapos: Tom Cruise, Bruce Willis, Sylvester Stallone, Jean-Claude Van Damme y Arnold Schwarzenegger. Da igual si vamos por la cuarta entrega de Arma Letal, la sexta de Rambo o la trigesimonovena de Misión: Imposible, lo relevante es que ninguno hace nada distinto a lo que ya hizo Clint Eastwood poniéndose En la línea de fuego, con nada menos que sesenta y tres castañas.
Y por otro, están las crisálidas. Los que epifánica o azarosamente han acudido a la llamada de la acción ya longevos, transmutando en héroes cuando el número de nietos superaba al de amantes. Un fenómeno iniciado por un oficial de la Orden del Imperio Británico de casi dos metros: Liam Neeson.
La neesificación de la acción
A vista de pájaro, uno podría sostener que Neeson ha pasado de torturarse por no salvar una vida más en La lista de Schindler a convertirse en la máquina de matar actual. Afinando más, ahora descubrimos que el norirlandés fue siempre una crisálida, preparándose para su metamorfosis definitiva con pequeñas píldoras: agitó el sable en La amenaza fantasma, incursionó en el asunto de las peleas en Gangs of New York e incluso se hizo ninja en Batman Begins. Y justo cuando su rostro empezaba a dar síntomas de ser cruelmente poseído por una abuela, bajó al patio de butacas con una voltereta y le torció las posaderas hasta al acomodador, protagonizando la película que ostenta uno de los mayores kill count de la historia del cine: Venganza. Se las echó todas a sus espaldas porque es un rayo de sol, el amigo, con esa presencia sombría que le persigue hasta en sus papeles más alegres.
No en vano, la película de Luc Besson y Pierre Morel llegó como un bálsamo a la vida de Neeson. La que había sido su esposa durante quince años, Natasha Richardson, falleció de forma trágica dos meses antes del estreno de Venganza en 2009 y en cierto modo se olvidó de la cinta. Pensaba que ni siquiera pasaría por la pantalla grande e iría desterrada al vídeo doméstico, pero difícilmente el actor volverá a estar tan equivocado. Recaudó 226,8 millones de dólares en todo el mundo, nada desdeñable para una producción que no sobrepasó los 25 y que además levantó la ceja de un gran número de críticos cinematográficos, la clase de resabiado que estima que todo lo que rodea al cine de acción implica una insuficiente irrigación del córtex. Pero volviendo al tema: Neeson volvió al trabajo días después de su pérdida —las reflexiones que deja en esta entrevista estrangulan hasta los corazones más corajudos— y según dice, se salvó a sí mismo y a su carrera de sexagenario, que en adelante fue otra. Nada de comedias autoparódicas a lo Robert De Niro, de retiradas prudenciales ni de cameos con amiguetes. Nesson se erigió como el primer geriaction que empezó a repartir hostias tarde pero inmejorablemente, inaugurando otro término nuevo: la Neesploitation. Desde entonces, los directores se rifan quién será el siguiente en ponerle un arma en la mano y es de suponer que su entrenador personal es una de las personas más satisfechas de Occidente: Neeson volvió a encarnar al exagente de la CIA Bryan Mills en una segunda entrega de Venganza y culminó con una descarriada tercera parte; y entre medias continuó con los mamporros en Run All Night, Caminando entre las tumbas, Non-Stop, Desconocido, Furia de Titanes… y así hasta más de una docena.
«Tengo una serie de habilidades concretas, habilidades que he adquirido en mi vida profesional, habilidades que pueden ser una pesadilla para gente como usted», gruñía Neeson en la célebre llamada telefónica de Venganza. El tiempo ha puesto la amenaza en perspectiva, prolongándola en el tiempo y sacudiendo los cimientos de su carrera.
Como todo terremoto, la neesificación tiene sus réplicas. Después de él, otros actores con el envejecimiento aporreando la puerta han tratado de emular al norirlandés reinventándose como héroes de acción, con desiguales resultados. Está el Sean Penn de El pistolero, el aprendiz de kung-fu Denzel Washington en el de El libro de Eli, Imparable y Safe House, por citar algunos —¿aquello que asoma es el peluquín de Nicolas Cage?—. Es sabido que cuando Hollywood encuentra una fórmula que funciona la utiliza un millón de veces hasta que deja de hacerlo, en una espiral sinfín. Lo reconoce uno de los responsables de la reemergencia de estos geriactions, el productor Joel Silver, que está detrás de buena parte de los títulos mencionados y de otros de relumbrón como Arma Letal. Silver despeja bastantes dudas respecto a las claves del éxito de este nuevo fenómeno, negando dos de las teorías que se manejan cuando alguien hace notar que el mercado de acción se está llenando de pollasviejas: no se trata de que no tengan relevo (que lo tienen) ni de que Estados Unidos se haya olvidado de hacer películas de acción —como muchos creen— y por eso tira de nostalgia para prolongar el estertor. Es una cuestión de fragmentación del género.
Existe una vieja expresión en los confines de la ladera sur del monte Lee que divide a los actores entre los «de polvo» y los de «alfombra». «Cary Grant era el mejor actor-alfombra de todos los tiempos, lo cual significa que hacía las mejores escenas de interior. Otros actores como John Wayne o Gary Cooper, eran actores-polvo, que desempeñarían papeles afuera en el polvo, sobre los caballos, con una pistola», explica Silver. Los geriactions, como Liam Neeson o Robert Downey Jr. pueden hacer ambas cosas, y hacerlas bien. Dinamitan la división. Ellos no pescan en la misma charca que los descamisados héroes de acción jóvenes, que lucen torso y forran carpeta, como Taylor Kitsch, Henry Cavill, Chris Pine, Chris Hemsworth, o Chris Evans. Los jóvenes solo saben ser perfectos, marmóreos e incólumes; pero cuando el héroe de acción coge años se permite tener familias que no funcionan, preocupaciones profundas y dramas que se sacuden a balazos cuando la ocasión lo requiere. Lo suyo es otro negocio y el relevo parece asegurado, y si hace falta sacaremos a Tom Hardy a relucir, confiados en que hay quien caminará de espaldas a las llamas, mirando ceñudo al horizonte de los próximos años. Porque cool guys don’t look at explosions, ya saben.
La geriaction es, en efecto, una cuestión generacional. Se dirige a un público diferente, que demanda películas de acción como ha hecho siempre y que compra mucho más el ayer que el mañana, no por nostalgia sino por lógica. En las arrugas y los achaques de esos viejos héroes encuentran una definición más real de la historia de fondo que, si bien no ha de gozar de una complejidad desopilante, siempre ayuda a que las hostias y explosiones alcancen un fluir más placentero. Las cicatrices en la piel curtida forman parte de la apelación de esos actores, en lugar de socavarla. ¿Sería creíble una historia como la de Venganza sin la agónica mirada de Neeson, con un joven sin destetar? No es que esté demasiado viejo para esa mierda de las patadas y los saltos y las explosiones; es que necesita serlo para soportarla. No nos están camuflando a un jovenzuelo en el cuerpo de un anciano y es él quien sofistica la burla de sí mismo. Es lo que los romanos llamaban gravitas y Tom Cruise no tendrá nunca: la estatura moral que puede complementar el poderío físico e incluso hacerlo irrelevante. Como lo define el escritor Adam Mars-Jones: «Se trata de habitar tu historia y no ser disminuido por tus pérdidas. Y si eso no es lo mismo que la madurez en el mundo real, en la pantalla grande es lo mejor que vamos a conseguir».
Treinta años después, Han estará de regreso en pocos días. ¿De verdad hay alguien demasiado viejo para esta mierda?
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Me ha gustado mucho el artículo, solo un pecado le encuentro: Neeson y Downey no pueden ir en la misma frase. Aquel es la cumbre del gongorismo del género de acción, éste, creame, es un recién destetado. Y si me apuran un poco, podría asegurar que «Run all night» pudo rozar cotas del nivel de «Unforgiven» de Eastwood, que ha fallado? Por supuesto una dirección complaciente. Amén de las prisas al rodar las secuencias. Entre cada película de acción Neeson se ha dado tiempo para filmar pequeñas joyas que valen por su intimismo sin pretensiones. Que alguien me corrija si me equivoco, pero las secuencias con replicas infinitas de cool guys don’t look at explosions fue inaugurada por Mel Gibson en Mad Max cierto?
Buenas,
Creó que te has olvidado mencionar a Keanu Reeves que con la película John Wick se ha recuperado a uno de los grandes de la acción, aunque es cierto que por su edad no entra dentro del grupo de los «geriactions»
Buenas, genial el artículo, pero hasta Neeson tiene un maestro, Samuel L. Jackson es el padre de todos ellos. Con 67 y desde Pulp Fiction, no creo que haya nadie que haya repartido más estopa, a nivel galáctico (StarWars), superhéroe (Nick Fury), o incluso siendo el dueño del mundo como presidente de los EEUU (Big Game), por favor, si fue Shaft!!!!
Querida Bárbara Ayuso: La explicación es mucho más fácil. Los viejos que vamos a ver esas tremendas ficciones protagonizadas por abueletes somos los mismos que hemos ido perdiendo nuestra pequeña cuota de poder, y nos sentimos como miserables colillas frente a los mundos laboral, familiar y económico, siendo estas pelis nuestra única compensación para disfrutar temporalmente de una fortaleza que no tenemos, vaya, que jamás tuvimos.
Muy bien escrito el artículo, rezumando traviesa intencionalidad. Sólo espero que en un próximo futuro escribas algo sobre otro tipo de espectáculos fílmicos igualmente absurdos y ridículos sobre las heroínas tipo Lara Croft y similares que también reparten hostias a diestro y siniestro. Sería una buena prueba de que en tí prima la periodista sobre la feminista. ¿De acuerdo?
Oda a la verde senectud, genial.
¿Cómo se os ha ocurrido poner «estatura» y «Tom Cruise» en la misma frase? Genial :_)
Charles Bronson. Ahí lo dejo.
Taken (Venganza) no se entiende, al igual que muchas películas similares, sin tener en cuenta la influencia de la saga Bourne protagonizada por Matt Damon. Películas que remodelaron por completo el cine de acción derivándolo de las escenas tipo «Matrix» con coreografías surrealistas y asiáticas a escenas de combate realista, práctico, de entrenamiento «real».
Quizás Taken lleva el estilo Bourne al terreno «badass motherfucker» necesario para convertirse en un éxito inmediato en la cultura popular, lo concedo. Mientras Bourne era un personaje mucho más complejo que exigía más empatía que admiración envidiosa, el personaje de Neeson nos permite soñar húmedamente con impartir la justicia definitiva que espera a quien osa atacar a nuestros seres queridos. Damon se defendía de ataques exteriores según llegaban, Neeson atacaba, iba a por los malos y les hacía pagar el precio definitivo.
Es el mérito de Taken, pero como películas, la saga Bourne es muy superior y su mérito es precisamente haber marcado el camino.
correcto y exacto tu comentario
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