Viene de Olvida la serie, mira los créditos (I)
La cabecera de Perdidos era una mierda importante se pongan como se pongan sus seguidores. Era como si el creativo de la cadena ABC encargado de diseñar la secuencia de presentación hubiese llegado a su mesa de trabajo de buena mañana, encendido el ordenador, ejecutado el Adobe After Effects y medio segundo después arrojado bolígrafos al suelo mientras miraba al techo y gritaba «Dios mío, estoy en blanco».
Una buena secuencia de créditos tiene que rezumar algo especial incluso si dura un par de segundos, la de Lost si acaso transpira la sensación de que sus responsables andaban tan perdidos durante el proceso como los protagonistas y la audiencia. Pero afortunadamente existen decenas de ejemplos de shows televisivos que han logrado convertir una mera formalidad, la de listar una serie de nombres y un título que ya sabemos de antemano, en una disciplina elevada.
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La maqueta mecánica que se pone en marcha al comienzo de cada capítulo de la überfamosa Juego de tronos no solo es estéticamente estupenda, sino conceptualmente traviesa: la secuencia que muestra las regiones de la historia va sufriendo ligeras variaciones a medida que avanza la serie, reflejando al mismo tiempo lo que acontece en los capítulos, y convirtiéndose en ocasiones en un aperitivo de pequeños spoilers. Teieneuna duración excesiva para su función de introducción, dos minutos, pero es tan bonita de ver que nadie se quejó nunca de ello.
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Otra que al igual que Hannibal se apuntaba a derramar líquidos sobre cuerpos invisibles. El efecto dramático de las imágenes, con esa Justicia ciega y una ciudad cuya presencia fluye mientras se empapa, se descubre soberbio. Y el héroe se anticipa glorioso y trágico al mismo tiempo mientras todo a su alrededor se tiñe de sus colores.
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O simplemente una de las secuencias iniciales más bellas diseñadas para una serie donde cada plano parece una pequeña pieza de museo. La segunda temporada lo intentaba de nuevo con los créditos y tirando del siempre alegre y dicharachero Leonard Cohen, pero se quedaba a kilómetros de la primera.
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En el 84 nuestros ojos no veían una marioneta convulsionarse delante de un croma absurdamente obvio. Sino que veían a Gobo invitándonos a correr hacia las mismísimas entrañas de la tierra donde un ejército de fraggles cantaba a lo bonito de holgazanear con dedicación mientras unos pequeños curris entonaban que eso de bailar era poco productivo y lo verdaderamente divertido era dejarse los huevos construyendo edificaciones transparentes. Edificaciones que luego se comían los cabrones de Gobo y sus amigos.
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Solamente a los japoneses se les podía ocurrir que lo que necesitaba con urgencia la pintura El beso de Klimt eran tetas y por extensión la compañía de su dueña, una mutante pelirroja con cara de sufrir demasiado.
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Esta es buena: lo del tren entrando en el túnel o la botella de champán descorchándose. Ese tipo de metáfora del Rastro, de baratillo, esa sutileza visual de mierda, ese insinuar con el palillo en la boca, el hacer el gesto con el índice de una mano entrando en el aro formado por los dedos de la otra, todo eso pero elevado a once, con imágenes de todo tipo y durante la antesala a una serie. Maravilloso.
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Todas las variantes de Fraiser
Las vistas que tenía la residencia de Frasier eran irreales, ningún edificio de Seattle en aquella época estaba situado a tanta altura como para ofrecer una perspectiva de la icónica Space Needle similar a la que aparecía en la serie. Y de hecho, la foto que utlizaban como escenario había sido tomada desde lo alto de una montaña. Lo delirante es que la propia Frasier parecía ser la culpable de haber disparado una fiebre por la construcción elevada en la ciudad, la gente veía el show y llegaba a la urbe buscando apartamentos similares.
Los créditos de la serie también incluían la silueta de esa Space Needle junto a otros edificios que arañaban cielos. Un logotipo minimalista y preciso, que tenía el siempre agradecido detalle de incluir pequeñas y refinadas variantes según avanzaban las temporadas.
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Miniserie de tres capítulos de la BBC con guionista de lujo —Charles Dickens— y cabecera excepcional: una mariposa sobre los bordados de abuela tiñéndose de estampados de tinta oscura.
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Desiertos esbozando siluetas de conquista en la arena. Unas imágenes que ofrecían un fabuloso contraste final: cuando el título de la serie se presentaba definitivamente en pantalla la propia arena, predominante durante toda la secuencia hasta ese momento, perdía la batalla al ser rodeada por la negrura absoluta y se conformaba con dibujar un trémulo camino hacia el horizonte.
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En los primeros puestos de la lista de Cosas Más Contagiosas de la Historia no se encuentra ninguna colorida ETS ni ninguna variante de la peste negra en edades de la historia poco salubres. En realidad dicha lista está encabezada por «los bostezos» y en un honroso segundo lugar pisando talones los «chasquidos de dedos durante la melodía de La familia Addams».
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Esto es lo que ocurre cuando la palabra «inquietante» se queda demasiado corta para describir algo.
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La serie de J.J. Abrams se presentaba en sociedad con una cabecera que guiñaba el ojo a los tiempos de Expediente X. Una introducción que sería objeto de varias revisiones: algunas de ellas sutiles y limitadas a modificar palabras, otras más llamativas que decidían teñirse de colores según el universo en el que se desarrollara el capítulo y un par que reinventaban totalmente la idea inicial desde otro punto de vista (aquí se pueden ver todas bien juntitas). Entre esas últimas se encontraba aquella que mostraba una versión de los créditos con el estilo que tendrían estos de haber sido paridos en 1985, incluyendo las menciones a avances que en los ochenta eran todavía parte del mundo de ciencia ficción.
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American horror story
American horror story siempre ha sido de buscar un poco las cosquillas del tópico del terror en sus escenarios. Y de eso tampoco se libraban sus entradillas al revisitar el imaginario del horror asentado en la percepción colectiva tras años de autocines y sesiones de medianoche. La primera temporada optaba por la casa encantada con sus fetos y sus cosas en conserva, la segunda se iba al manicomio, la tercera trataba con brujas y agujas clavadas en muñequitos, la cuarta recurría al siempre creepy mundo circense y la quinta tiene a Lady Gaga por ahí metida, algo que en el fondo da más miedo que la ambientación elegida, sea cual sea en ese caso.
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Doctor Who (Series 8)
Doctor Who existe más o menos desde antes de que se inventara la televisión. Quizás desde mucho antes de que existiese la vida en el planeta. La serie de televisión de vida más longeva lleva unas treinta y cinco temporadas en marcha, a pesar de un notable parón entre 1989 y 2005, y más de ochocientos capítulos en el lomo, con lo que se podría comenzar a considerar ya como una religión oficial. La cabecera seleccionada en esta ocasión corresponde a los capítulos emitidos durante el 2014 con Peter Capaldi en el papel del Doctor. Y mola lo suyo.
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Estrellas voladoras de dibujo animado, viñetas de tebeo, música disco y Lynda Carter disfrazada de Wonder Woman. La serie era una colorida boñiga pero muy probablemente también la razón por la que los adolescentes de los setenta pasaban tanto tiempo encerrados en el baño.
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En el primer capítulo de Tan muertos como yo a la protagonista le caía el váter de un avión en el cogote llevándosela a un más allá donde entraría a formar parte del funcionariado. La premisa era divertida y los créditos también: parcas haciendo su vida.
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Hay tres series en las que la combinación de imágenes y banda sonora le llegan a uno tan dentro como para hacerle sentirle parte de la función. Una de ellas es Los Soprano y las ganas que provoca de conducir sin rumbo haciéndose el mafioso con el puro en la boca y la pistola en la mano. Otra es Misión: imposible y su sintonía capaz de convertir abuelas en espías secretos. Y la última es el rap de El príncipe de Bel-air.
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Hora de aventuras con el género girado
Hora de Aventuras tiene una de las mejores introducciones de la historia. Porque presenta todo su mundo en tan solo veinte segundos, va al grano y exhibe una tonadilla tan pegadiza como para conseguir que los fanboys de la serie vayan por ahí diciendo que tiene una de las mejores introducciones de la historia mientras crecen a lo ancho. Eso sí, la variante de la entradilla que invertía el género de todos los personajes de Ooo y presentaba a Fiona y Cake como protagonistas principales fue en su momento una de las sorpresas más agradables de la televisión animada.
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Ni por icono popular, ni por melodía legendaria, ni por la fabulosa silueta de ese logo con el trío en posición mientras mierdas varias explotan de fondo, ni nada de eso. Esta solo entra en la lista porque es imposible lucir un pelazo tan envidiable durante lo que parece ser el entrenamiento de lucha cuerpo a cuerpo en la academia de policía.
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Hay algo mágico, misterioso e hipnotizante en cada secuencia inicial de Mr. Robot y la forma en la que estas exhiben el título. Tras esa elegancia clásica de letras sobreimpresionadas en pantalla con colores enemigos del resto de su entorno, se intuye la insinuación de que hay vida inteligente detrás de decisiones estéticas como estas, que en apariencia son inocuas pero en realidad tienen razón de ser.
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Weeds abría la función denunciando un mundo clónico, absurdo y aburrido de manera elegante: a través de una urbanización donde todo parece clónico, absurdo y aburrido. Con un mensaje y realización muy certeros donde tan solo sobraba la torpe sombra infográfica de una hoja de maría. Y utilizando como banda sonora un tema de Malvina Reynolds titulado «Little boxes» que a partir de la primera temporada sería sustituido por versiones de la misma pieza interpretadas por diferentes artistas, de Elvis Costello a Linkin Park, según el capítulo. El detalle: el lugar real donde estas imágenes fueron filmadas es Stevenson Ranch, un rinconcito de Estados Unidos compuesto por casitas calcadas entre sí que tiene pinta de ser tan ameno en la realidad como en la ficción.
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Dibujos abocetados para el prólogo de las desventuras de un joven Leonardo da Vinci durante el Renacimiento. Una producción que dice ser fiel a la historia real de la figura. Al menos en lo de mencionar la afición de Da Vinci por celebrar la sodomía con otros varones sí que han sido sinceros con la historia.
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Treinta segundos sencillos y elegantes que se deslizan entre papeles y tachones hasta coronarse con una sensacional imagen final.
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Los Simpson
Aunque en España la televisión nos condenó durante unos años a creer que todos los capítulos de Los Simpson arrancaban invariablemente con Bart caligrafiando decenas de veces un «No eructaré el himno nacional» en la pizarra, lo cierto es que las criaturas de Matt Groening han sido las personalidades televisivas que le han puesto más ganas al tema de la variedad en los títulos de crédito. Los Simpson han ido adaptando y puliendo tanto la cabecera a lo largo de los años que resulta muy divertido comparar la original con alguna edición más reciente para comprobar que teníamos un recuerdo demasiado embellecido de sus inicios. Y también han modificado en cada episodio tanto el castigo de Bart como el couch gag que tenía lugar cuando la familia se reencontraba en el sofá ante la tele. Pero no solo eso sino que además en ocasiones han saltado a la acción con personas de carne y hueso (episodio 371), se han transformado en un lipdub de una canción de la pesada de Ke$ha (episodio 461), han resucitado a la cancelada Futurama para un crossover (episodio «Simpsorama», 558), se han convertido al prehistórico formato ASCII (episodio 481), han corrido en San Fermín por las calles de Pamplona (episodio 546) o han saltado de cabeza al videojuego Minecraft (episodio 547).
Y en las ocasiones más especiales han tenido estrellas invitadas a los mandos: el director de cine Guillermo del Toro preparó un opening monstruoso y espectacular (tan cargado de referencias que hace falta una guía para pillarlas todas), el grafitero Banksy hizo de la cabecera una denuncia pasada de vueltas de la explotación de mano de obra extranjera en el mundo de la animación, John Kricfalusi (el creador de Ren & Stimpy) los dibujó a su manera, los chalados de Robot chicken reinterpretaron a los amarillos como figuras de acción, Bil Plympton los arrastró a su mundo contando la historia del sofá, Don Hertzfeldt firmó la versión del couch gag más surrealista de toda la historia de la serie (y probablemente de la propia televisión), y Rick & Morty liaron una buena al convertir la escena del sofá en una microhistoria particular.
(Una lista con ejemplos visuales de los diferentes couch gags que han tenido lugar en Los Simpson se puede consultar aquí).
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La fusión fría sigue siendo cosa del mañana…
Por aportar….
Siempre me gustó la de Cheers
https://youtu.be/rS0VQOHX7lM
También me acuerdo que la de «Caída y auge de Reginald Perrin» luego la copió «Hung» de HBO. Así que por algo sería
Me ha llamado la atención que no está la de the wire y esa cámara de vigilancia rota, además de esa canción de cabecera tan cojonuda con una versión distinta cada año. Siendo este lugar un incondicional de la serie me ha extrañado.
La de Reginald Perrin vs. Hung. Veréis que es la misma idea:
Reginald:
https://youtu.be/6J4PGiJl2dQ
Hung:
https://youtu.be/FSEWYOFu6EQ
Me parece de mal gusto y quizás hasta pecando de poca memoria que no hayáis puesto las 2 intros que deben estar en un Top 3.
– Vacaciones en el Mar. Quién no habrá intentado ser alguna vez el adorable camarero y su gesto con los dedos. Ah, y la canción se supera a medida que se escucha.
– El Coche Fantástico. No sé si en Inglés la cosa sonará igual, pero entre la sintonía y la declaración de intenciones de Michael Knight, eso merece entrar ahí arriba.
Mención especial para la más ñoña de las series, La Casa de La Pradera, y de esa serie de los 70 ambientada en los 50 y que hizo que todos quisiéramos ser como Fonzie: Happy Days.
Este articulo se ha escrito solo.. tan solo mirando los comentarios del primero. Enhorabuena.
La verdad es que ambas entradas eran en principio un artículo único, pero cuando el texto ya estaba removiéndose en el banquillo listo para ser publicado nos molestamos en medirlo y decidimos cortarlo por la mitad. Que algunas, la mitad o incluso todas (la verdad es que no lo he mirado) sean mencionadas en los comentarios del anterior es normal: en las series los créditos destacan más que en el cine y no hay tantas destacables como pudiera parecer.
E incluso así hay muchas secuencias de créditos que seguro que alguien ha mencionado (como The wire o True blood) y por aquí no han asomado la cabeza, bien porque a servidora no le hacen demasiada gracia o simplemente por no extender esto aún más.
Juro que es la primera vez que comento en un artículo de listas con el consabido «¿Pero cómo coño os habéis olvidado de XXXXX?»
Sin embargo, que en dos entregas sobre mejores títulos de créditos de serie, con veinticinco o treinta para elegir, no hayáis metido los de True Blood, me ha dejado totalmente picueto. La serie será lo que sea, pero sus títulos de crédito, aparte de haber inspirado claramente los de True Detective, están entre los mejores que se han hecho nunca.
¡Habéis metido Paranoia Agent! ¡Os adoro!
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Los créditos de True Detective están ‘copiados’ de True Blood.
Discrepo levemente en el tema TRUE DETECTIVE, que la primera temporada sea «distinta» o mejor, puede, pero los títulos de crédito de la segunda temporada no le van a la zaga y la música de Leonard Cohen es perfecta, muchísimo mejor que en la primera.
Yo hubiera introducido alguno más, como el de Sex Feet Under.
Falta una imprescindible, la de «Vikings», impresionantes imágenes de objetos y personas cayendo al fondo de un océano con música de fondo absolutamente espectacular
The twilight zone, no diré más
https://www.youtube.com/watch?v=cxf_Dvy0VLs
Agrego algunas sólo por jugar.
Space 1999 y UFO: las dos inglesas, las dos de los hnos Anderson. Montaje dinámico con música de Gene Barry.
Outer Limits: No toque su televisor.
Thieves Like Us: pop, pop, pop.
The Prisoner. Genialidad cíclica.