Ojos de mosca, gesto de calavera. En el cráneo un casco alemán de la Segunda Guerra Mundial, esos metálicos que distinguían a los soldados nazis por el vuelo del ala sobre la nuca. Sobre el busto una pechera y en los hombros hombreras como las alas extendidas, brillantes y pulidas, de un dios escarabajo. En la diestra una guadaña hecha con la luz de los soles al ponerse y en la siniestra un garrote vil invisible. Zarpazos de rojo en la noche y los vuelos de una capa que evoluciona a borbotones, como el humo de un volcán. Plomo, años luz, retumbar de tambores. Era un terror perfecto. Un terror como el terror llega en nuestra era, no en la forma de un jinete encapuchado sino de soldados pertrechados con máscaras de gas. Era un cadáver de gelatina con exoesqueleto y la apnea fúnebre de un pulmón artificial. Era el insecto que anuncia la fatalidad, la parca robotizada, un espanto en armadura. Era la muerte con cara de tren a vapor.
Era, porque esta muerte murió. Y no de muerte natural, algo de lo que la muerte no muere. Murió de muerte lírica, que es peor porque es más definitiva. Y a manos de su padre, a quien nadie presentó en su lugar una piedra envuelta en pañales. Dos veces mató George Lucas a la mejor de sus criaturas pero solo debió hacerlo una, la primera. Fue en 1983 y como Dios manda, con un sable láser, redención final mediante y solemne quitada del casco, para aplauso del respetable y entronización triunfal de Darth Vader entre los dioses mayores del cine. Fue la muerte que mata a una muerte, la que somete un valor negativo a un signo negativo y lo convierte, matemáticas elementales, en positivo. Vader había muerto, larga vida a Vader.
No era para menos. Tenía el cuerpo marmóreo de David Prowse, la esgrima de Bob Anderson, la voz cavernosa de James Earl Jones y la cara de Sebastian Shaw. Cuatro actores —un culturista, un especialista, un doblador y un actor ordinario— compusieron el primer Darth Vader. Antes dos personas más, un ilustrador y un escultor, concibieron su figura. Ralph McQuarrie dibujó a Vader y Brian Muir esculpió su máscara, originalmente ideada solo como un casco espacial remotamente samurái. La decisión de que la llevara siempre puesta fue la última y correspondió a George Lucas. Así, y solo así, fue como parió realmente a Vader después de haberlo reescrito durante años. Con un toque de intuición, una guinda final que aportaba absurdo, rito y deificación. Vader ya no era un general del Imperio, sino su gran faraón.
Pocas lecciones mejores se han impartido a los entusiastas del concepto, pues la criatura visual resultó en la literaria y fue a mayor gloria de la segunda, que tuvo que cambiar para acomodar la primera. La necesidad constante de una armadura requirió una explicación y el director optó por la más evidente: se trataba de una carcasa biónica sin la cual Vader no podría sobrevivir. El personaje ya no sería más un antiguo jedi que se había pasado al Lado Oscuro: ahora lo había hecho después de sobrevivir a unos tormentos físicos que lisiaron su cuerpo hasta abocarlo a la monstruosidad y la robotización.
En cine, sin embargo, decir «después» es decir «porque». Y la primera pregunta de cualquiera ante la cicatriz ajena es preguntarse cómo, cuándo y quién. Lucas nunca se dio cuenta de ello o, si lo hizo, no le prestó la atención que debió. No nos dijo ni cómo, ni cuándo ni quién ni estableció ningún porqué, porque él mismo no se lo preguntaba. Su Vader original no los tenía y de este solo le interesaba que llevara el traje, nada más. El cambio en su pasado no imponía transformaciones sustanciales en su texto más allá de las deseadas, que era naturalizar su aspecto físico en las películas que se disponía a rodar. Estamos en 1977 y a George Lucas le salió un Darth Vader redondo, brillante en el presente y procedente, como corresponde, de un pasado mejor. La épica tiene reglas y Lucas cumplió con todas, incluyendo el sacrificio de semidiós y su ascenso final al cielo. Si se pregunta por qué Star Wars se convirtió pronto en la saga de películas más rentable de todos los tiempos, sepa que fue sencillamente por esto. Ni más, ni menos.
El problema se le presentó a Lucas cuando se dispuso a violar por primera vez las normas. Empezando por la más grave de todas, que es que nunca se debe regresar a la Arcadia. Desafiando aquella paradoja clásica de la ciencia en la que un sujeto retrocede en el tiempo y liquida a su padre cuando todavía es un niño, en 1999 este viajó al pasado para conocer a su hijo cuando aún era Anakin Skywalker, pero acabó con él por el camino. Tanto así que Vader, de hecho, no murió a sus manos, sino que sufrió un destino peor que morir: dejar de ser. Una muerte lírica, como decíamos. Menos literal que la otra, infinitamente más definitiva. Ocurrió cuando Lucas dio por cerrada su trilogía de precuelas, en 2005, con el momento en el que Anakin debía transformarse en Vader. En lugar de eso lo hizo en un esperpento que le gritaba «¡Nooooo!» al universo y movía, las cosas como son, al descojone. Fue la última palada de tierra sobre su tumba. La paradoja cuántica se activó y obró sus efectos retroactivos. Hasta entonces George Lucas era George Lucas solo gracias a él, pero cuando Vader dejó de ser Vader no es que Lucas dejase de ser Lucas; es que, resultó, nunca lo había sido.
La pregunta, porque muchos se lo preguntan, sigue sin respuesta desde aquel momento. ¿Es Lucas otro genio del cine prematuramente arrullado por los brazos amorosos del chocheo o el enésimo impostor con perfil de pelícano, mansión en Beverly Hills y una posición envidiable en la lista Forbes? Ni lo uno ni lo otro, en realidad. La Tierra no comparte las reglas cosmogónicas de aquella galaxia lejana, por fortuna, y ni George Lucas ni nadie que no sea uno de sus personajes acaba siendo excluyentemente bueno o malo. Y cabe reconocer, puestos a conceder, que no se puso jamás su propia galaxia por montera. Los vestuarios de las precuelas eran infinitamente mejores, la dirección de arte le dio mil vueltas y algo tan fundamental como la esgrima simplemente dejó la que habíamos visto antes, en las películas originales, a la altura del betún. Y a un director que dedica secuencias enteras de su space opera a tratar la política y sus intríngulis se le puede acusar de aburrir a las ovejas, pero no de buscar el espectáculo a cualquier precio, como suele hacerse a colación de sus efectos especiales. Una cosa es la decepción y otra negarle al césar lo que es del césar.
Pero son treinta años, claro. Tres o cuatro generaciones implicadas. Y seis películas. Y varias series de televisión. Beneficios que superan ya los treinta mil millones de dólares, derechos que valen lo mismo que el PIB de países enteros y merchandising para parar literalmente a un tren. O dos, o tres, o quince. Star Wars dejó hace tiempo de ser una película, o acaso una saga a secas. Es una zanja, una obra a cielo abierto. Una en torno a la que arremolinarse como jubilados ociosos para gritar a los albañiles que niño, eso no lo tienes que hacer así, que no tienes ni puta idea. O para asaetarlos con dardos, como hemos hecho nosotros hace un momento. El lector atento lo habrá advertido pero, por si acaso, aquí va la repetición: «Ni George Lucas ni nadie que no sea uno de sus personajes acaba siendo excluyentemente bueno o malo».
Porque así son sus personajes, o buenos o malos. Planos, como reza un adjetivo muy cacareado. Huecos, sin gracia, incapaces de contradicción. Como gente tonta, pero encarnados en ciencia ficción. En la primera ocasión no lo notamos, porque el reparto de las películas originales se encargó de enmendarlo y también con ellos, como con Darth Vader, Lucas sufrió un golpe de suerte. Cualquiera que haya visto a Carrie Fisher hablar en público sabe que la Leia lenguaraz e irreverente es ella, no una que Lucas crease. Y cualquiera que siga la rumorología de Star Wars sabe que la que seguramente es la mejor frase de toda la saga —cuando Han Solo replica el «Te quiero» de Leia con un «Lo sé» gloriosamente lacónico— no fue una idea del cineasta, sino una improvisación de Harrison Ford. El mismo actor, por cierto, llegó a confirmarlo por primera vez hace unos meses en una entrevista en el talk show británico The Graham Norton Show.
Pero el azar no siempre sonríe, porque en eso consiste su trabajo. Y a los protagonistas menos que a nadie. Igual que diversos factores se concatenaron para eclosionar en Darth Vader, como reseñábamos al arrancar, y que muchos escaparon al presunto genio de Lucas, otros tantos lo hicieron contra Anakin Skywalker veinte años después sin que su creador pudiera remediarlo. El primero de todos, por ejemplo, que Leonardo DiCaprio se negase a interpretarlo cuando correspondía su aparición, en El ataque de los clones, después de haberlo apalabrado y de que en La amenaza fantasma se hubiera elegido a un niño actor, Jake Lloyd, que se le parecía físicamente. Y que el segundo candidato al que obligó esta continuidad física, Ryan Phillippe, rozara los treinta años y fuera seis mayor que Natalie Portman —cuando su personaje es, se supone, bastante más joven que el de ella—. En 1977, plegarse a las exigencias que presentaba el aspecto visual de su personaje hizo que Lucas pariera un Darth Vader vigoroso y superior, pero hoy sabemos que fue porque tiró una moneda al aire y le salió cara. En 2002, la misma moneda cayó en cruz y hacer lo mismo con el de Anakin obró el efecto contrario. Lucas designó a Hayden Christensen para encarnarlo, el cuarto o quinto actor en su lista de prioridades y uno de las varias decenas que llegaron al corte final, a su vez seleccionados entre más de trescientos. Y seguramente no pudo hacer una elección peor.
El texto no ayudaba, por supuesto. Con diálogos así, actores tan acreditados como Ewan McGregor, Natalie Portman, Christopher Lee o Samuel L. Jackson aspiraban solo a la decencia y fue lo que consiguieron, porque poco más se puede hacer cuando tienes que anunciar en pleno clímax que tu plan de acción para conquistar un planeta entero es, atención, que «el capitán Panaka urdirá una estratagema». Christensen no pudo hacer lo mismo, pero también tenía más texto y no precisamente mejor. Puede que sea la clase de actor convencido de que para interpretar a un villano hay que bajar mucho las cejas, pero se tuvo que enfrentar a afirmaciones como la de que no le gustaba la arena porque «es tosca, áspera e irritante y se te mete por doquier». Que agüita, amiga.
No. La gran tragedia de Anakin fue habitar en una galaxia de maravillas incontables y gestas gloriosas, pero la misma densidad moral que un capítulo de Peppa Pig. O que la Odisea, por ejemplo. O que el Poema de Gilgamesh. Las epopeyas son así. Hay buenos y hay malos, y mientras eso sea así, seguirán siendo epopeyas. Que un personaje bueno se convierta en malo es algo fundamentalmente distinto, y es eso lo que Lucas no comprendió o —más probable— se negó a comprender. Pensó que seguía en el terreno de la épica y preñó la biografía de Anakin con todas las tragedias del mundo, confiando en que si sumaba el celibato, la orfandad, la marginación y el miedo a la muerte podría convencernos de que un monstruo es la suma de sus traumas. Pero no. El primer Darth Vader, el verdadero, no es, y nunca fue, una bola de traumas. Era un tullido, una amalgama de cicatrices. Alguien que ha vuelto de entre los muertos. El producto de una catástrofe física, no una psíquica. La víctima de quien se la infligió, que fueron los jedi. Por eso los jedi debieron traicionarle, aunque no lo hicieron. Y Anakin debía llevar la razón, aunque no la llevó. No debió merecerse sus heridas, como sí se mereció. Los buenos debieron no ser tan buenos para que el malo, a fin de cuentas, no fuera tan malo. Es lo que ya ponía en su pasado, pero Lucas nunca se dio cuenta de que Vader ya contaba con uno. En cine, decíamos hace un rato, decir «después» es decir «porque», pero esta es precisamente otra de las normas básicas que violó. Para él, Vader no tenía un pasado. Para él, era solo un pretexto para que llevara la jodida escafandra.
Así de tonta es la vida y así de tonta es la explicación, porque si le buscásemos otra más espectacular en lugar de la legítima estaríamos cometiendo el mismo error que Lucas. Darth Vader, 1977-1999. O 1999-1977, dependiendo de cómo se mire. No es fácil, porque nació siendo adulto, murió, renació como niño y se convirtió en adulto. Los negacionistas niegan, porque en eso consiste su condición, y aseguran que solo hubo un Vader, el primero. O el segundo, dependiendo de cómo se mire. El que usted y yo sabemos, para entendernos. El otro, que respondía al nombre de Anakin Skywalker, no era Darth Vader sino un intento de sí mismo. Y todos sabemos que no hay fracaso mayor en la vida que intentar y no conseguir parecerse a lo que uno mismo fue. O será.
Artículo extraído de Jot Down número 8, especial Fundido a negro, disponible en nuestra store y en nuestra red de librerías.
No entiendo ni remotamente que estás tratando de decir, si es que quieres decir algo, claro.
Ni usted ni yo lo sabe, para entendernos…
Muchas verdades y estupendas reflexiones. Cuentan en el libro ‘Moteros tranquilos, toros salvajes’ que Lucas quería hacer con ‘Star Wars’ una película para niños, donde los malos fueran malos y los buenos, buenos. Así de simple y de bonito. Lo consiguió. Lamentablemente, si la saga original se movía entre el blanco y el negro, la precuela tenía que ser una escala de grises hacia el Lado Oscuro de Anakin y ahí Lucas fracasó.
La saga perdió la oportunidad d convertirse en obra d arte cuando Lucas dejó de dirigir. Por lo demás ek artículo no es tan bueno, ni tan malo ;)
estupendo artículo. Un detalle: el casco y la máscara no se inspiran en los alemanes si no en los samurais. De igual modo se suele cometer el error de equiparar los uniformes del ejército imperial con los del alemán de la segunda guerra mundial, cuando es más parecido al japonés.
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develar misterios nunca es facil, mejor a veces dejarlos asi y que la gente se haga su propia opinion, por ejemplo en la serie Lost cuando quisieron explicar el origen.
Creo que este tipo de cosas pasan cuando por casualidad sale algo bueno y tienes que crearle un origen y suele pasar que los «malos» gustan mas que los buenos: ejemplo Lestat el Vampiro o, en mi caso personal, Gualterio Malatesta
«(…) y tienes que crearle un origen (…)».
Bueno, la perspectiva de hacer pasta suele ayudar a tener que tomar esas decisiones.
La trilogia «nueva» tiene muchas cosas (sobretodo a nivel estético).
Pero también es una pérdida de tiempo (como mínimo la mitad de ellas). Y cuando Lucas quiere contar cosas (mas allá de esa «sabia decisión» de «Las guerras clon» me las guardo y te vuelvo a cobrar por verlas) no tiene tiempo, ni espació ni sabe hacer hablar a sus personajes y nos «regala» el Episodio III. Con todo lo malo (poco) y todo la bueno (bastante).
p.d: La serie de «Las Guerras Clon», quizás irónicamente, se convirtió en lo mas interesante de todo. Especialmente (no sólo) los episodios finales de Yoda y su relación con la fuerza.
p.d2: Como toda buena saga mitológica hay buenos y malos. Y luego jotajota que nos va a contar la misma película plano por plano. Eh, como Jurassic World que era un mod de Jurassic Park…
Creo que el error fue hacer un Anakin for dummies. Se veía venir que ese niñato quejica y llorón de Christensen se iba a pasar al lado oscuro desde el fotograma 1.
Hubiera sido más interesante que en el episodio II Anakin hubiera sido un buenazo que niega sus sentimientos porque es lo que le enseñaron. Está loco por Amidala desde niño y tiene miedo a perder a su madre pero como no lo admite tiene pesadillas y ni un millón de horas de meditación zen pueden curar eso. Cuando matan a su madre y se entera (no muere en sus brazos sino que ni siquiera ha ido a hacer nada) está fortuitamente en su planeta natal y ve a los moradores de las arenas. En ese momento siente un arrebato de furia al ver que están desvalijando a alguien (con flashbacks intercalados de sus pesadillas) y se carga a un grupo entero porque sí. Y eso le hace sentirse bien, muy bien. Asustado se lo confiesa a Amidala, eso y que está enamorado de ella desde niño y que sueña con ella todas las noches y que le importa un carajo la Fuerza o que todas las estrellas del cielo se apaguen si ella está a su lado. Y que ese dolor, esa ira y esa pasión que le consumen por dentro le hacen ser un mal jedi, pero que ya en ese momento le da lo mismo porque qué religión es esa que te hace negar lo que eres. Coge a Amidala, le mete un morreo de impresión que desemboca en que se acaban acostando.
Fin de episodio II.
Ya sé que es un poco culebrón venezolano, pero aún así es más sutil que el nene llorica de Lucas. De hecho, deberían haber dejado que Delia Fiallo o alguien similar le enmendara la plana a Lucas que tiene la misma empatía que mi mesa de escritorio.
Señor Díaz me ha dejado ojiplática. Bravo por este articulo. Le aplaudo desde lo más profundo de mi ser jedi y desde la niña ultrafan de la trilogía de Star Wars. La primera, la única, la que usted y yo sabemos.
Me ha abierto los ojos lo de que el Darth Vader original era un macarra tullido. Es verdad, la precuela no se ajusta demasiado. También es verdad que entre el final del episodio III y el inicio del IV hay bastante tiempo para que Anakin evolucione, pero difícil que se libre de sus fantasmas en tan poco tiempo. Salvo que el lado oscuro realmente tenga sus ventajas.
Sobre los episodios I, II y III. Coincido con la mayoría que tiene muchas desgracias en cuanto a guión. EL mero hecho de explicar la fuerza con un componente biológico (midicronianos) cuando en las películas del 76 se explicaba desde la mística, creo que es un error garrafal.
Por otro lado, corríjanme si me equivoco, tengo entendido que había un guión de estos tres episodios que al final fue desechado. En el que la explicación del paso de Anakin al lado obscuro, se sucede como un ataque de celos, al enterarse de que Padme se enamora de Obi…su maestro. Esta explicación me parecía más creíble, que explica mejor el cambio de rumbo y que se podría parecer a una tragedia griega más acorde con los grises y la complejidad humana. No sé que opina el resto.
Estupenda idea! Mucho mejor los celos y la traición para explicar la rabia, quién hizo ese primer guión?
Para empezar la aberrante segunda trilogía es incoherente, en el episodio 4 una nueva Esperanza, Obi Wan le dice a Luke que cuando conoció a su padre ya era el mejor piloto de la galaxia, por lo tanto sacar a un mocoso de 9 años es un error de base, en la misma peli cuando Vader y Kenobi se enfrentan en la estrella de la muerte, Vader le espeta ; “cuando me separe de ti no era más que el discípulo, ahora yo soy el maestro”, por lo tanto Anakin nunca alcanzo el rango de Caballero Jedi o como mínimo aún seguía bajo la tutela de Kenobi, tanto Yoda como Kenobi dejan claro que la perdición de Anakin fue la ambición y su impaciencia, también es inchorente en la guerras clon donde Bail Organa padre adoptivo de Leia, prácticamente ni parece, cuando se supone que combatió junto a Kenobi, y así un sinfín de pifias e incoherencias
como me aburren las personas que buscan en las hincoherencias entre las trilogías el objeto de su odio.
a ver: es que la primera es buena porque sí, porque salió de chiripa y YorchLacas solo dirigió la primera ya que el resto son de otros directores y otros guionistas bastante mejores.
y la segunda trilogía es mala porque sí, porque es un pestiño infumable y ajolá no la hubiera visto ever forever ya que es una obra exclusiva de Yorch y ya cualquiera que soportase el bodrio de TXH se debió de percatar que LO QUE NATURA NO DA, SALAMANCA NO PRESTA.
he dicho. (errata incluida).
Demasiadas palabras para no decir nada y cuando lo dice, comete un error. Un solo ejemplo. Afirma usted que «…Anakin debía llevar la razón, aunque no la llevó. No debió merecerse sus heridas, como sí se mereció. Los buenos debieron no ser tan buenos para que el malo, a fin de cuentas, no fuera tan malo». Olvida que en la patetica escena de «Anakin, la altura me da ventaja», Obi Wan le deja literalmente quemarse vivo despues de haberle cortado ambas piernas y le abandona en ese terrible estado, incapaz de huir, incapaz de moverse. Si eso no es ser «no tan bueno», entonces ya no se que pensar. La trilogia original funciona porque es una conjunto de «cliches»: el chico humilde que consigue alcanar la gloria epica, el bandido honrado, la princesa guerrera, y Vades encarna el mal. Esos cliches son muy manidos y los hemos visto miles de veces, pero juntos funciomarpme algun modo (ojo, solo en la primera entrega, ya en el «Imperio Contraataca», Lucas se puso en plan «Falcon Crest» y se cargo la serie», pero los cliches no necesitan ni pasado ni futuro ni justificacion. Vader era malo, punto, no necesitaba explicacioens, cierto, pero tampoco las necesitaban el chico humilde, el bandido honrado, o la princesa guerrera, no necesitaban pasado como no necesitaban futuro. Conclusion, despues del «Episodio IV: Una Nueva Esperanza», todo lo demas sobraba.
Artículo glorioso.
Peppa Pig no es maniqueista, todos son buenos (o malos, según la sensibilidad de cada uno)
Debo tener el cerebro de Jar Jar Binks porque no he entendido una mierda…
De acuerdo con mucho de lo que se dice el artículo. Los episodios I a III eran un prodigio de imaginación visual y de técnica con un guión de estudiante de la ESO. Por cierto, ¿nadie comenta nada de la muerte de Padme Amidala? ¿Puede haber un desenlace peor traído? Sencillamente tenía que morir y murió … de pena. Pues eso, de pena.
Totalmente de acuerdo. El gran fallo de las precuelas es que la transformación de Anakin en Vader, como bien dices, no es creíble. La escena en que Anakin se se postra, ya como Vader, a los pies de Palpatine es sencillente ridícula.
Así es, siempre me lo pareció, muy forzado y precipitado esa postración. Lo mismo que la muerte de Padmé.
Tan sencillo como lo que dices del bueno y el malo sin matices: La historia que cuenta la saga es entretenimiento sin más. No tiene por qué ser una obra de arte o una nueva religión.
¿Te gusta toda la historia? Ves todas las películas. ¿No te gusta? No las veas. ¿Te gusta una parte y otra no? Ves las que sí, ignoras las otras y te imaginas el resto de la historia como más te guste.
Se me ponen los pelos de puntos de pensar en lo que hubiera sido esperar a estos tiempos para hacer las precuelas. Bien actuadas y bien escritas, y sin esos pésimos efectos de cambio de milenio (el jar jar bins y la escena de Matrix 2 donde Neo pelea contra 100 es para pincharse la cornea). Qué oportunidad tan buena que perdieron. Escribir un villano es siempre más divertido. Tenían para hacer maravillas.
Muy malas las 2 primeras precuelas. La tercera solo mala, por el morbo, si se quiere. Ojalá que el guión esté a la altura de las expectativas.
«y los vuelos de una capa que evoluciona a borbotones» … fuera de este episodio rimbaudiano. Impecable todo. Lo impecable que puede llegar a ser la lectura de uno que no ha mirado una sola de las películas de que versa el artículo.
Seguro que todos estos genios que critican la nueva trilogía la vieron en el cine y luego en sus casas. En fin, cansa que pasen años y la mismas ansias d dárselas de inteligentes (patéticamente ejecutadas): que si Lucas es cortísimo, que el genio fue harrison ford pq se le ocurrió el «lo sé» y todos excepto él q solo hizo estorbar y tener suerte, te lo digo yo q soy un sabio, error garrafal blablablzzz
como siempre (o casi siempre) que el cine ha intentado «explicar» un mito que precisamente ha llegado a ser eso por su aura de misterio, la ha cagado.
Para mi el punto mas bajo es el de «de repente me maquillo de negro bajo los ojos, pongo cara mas mustia que la habitual, y me cargo una guarderia de niños jedi, asi porque si». Malo maloso de opereta, con un viaje a la oscuridad que da mas risa que otra cosa
Hubiera sido mejor que la desgracia física hubiera sido antes de caer al lado oscuro. Postrado en la cama sin poder moverse por haber salvado a su maestro se siente ignorado pues tanto Obi como la Amigdalas están fuera ocupados con otros asuntos, momento que aprovecha el futuro emperador para llevarlo al lado oscuro (y enseñarle su sable luz)…
Entonces la tercera entrega la tendrían que haber titulado algo así como «Episodio III. Galaxia Adentro» dirigida por Amenabar y con Javier Bardem en el papel de un Anakin postrado en cama ;)
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No le deis mas vueltas: Los guionistas de los Episodios I, II y III eran malos y ya está. Porque los buenos, si bien creo recordar, en esa época cuando no estaban de huelga, estaban trabajando para series de tv de éxito. Y claro, salió lo que salió: un galimatías lleno de contradicciones aderezado con diálogos de parvulario. Ni más más, ni más menos. Cuando tienes un guión de «todo a 100», ni los mejores técnicos de efectos, ni los mejores actores, ni el mejor director, son capaces de construir una buena película (como mucho son capaces de hacerla pasable).
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¿Quiénes son los buenos, y quiénes son los malos en el poema de Gilgamesh?
Me ha maravillado todo.
Pero solo una minicorrección: lo que lleva no es un casco alemán.
Imita un kabuto, el casco de la armadura samurái. El modulador de la cada imita también un diseño habitual, en concreto de la armadura de Oda Nobunaga, un general importante en la historia militar japonesa.
– Le pese a quien le pese, los diálogos del Episodio III son los mejores de toda la saga.
– Todo el que critica a Hayden Christensen debería saber que Mark Hamill es lo peor que ha pisado un rodaje de ciencia ficción. El tío no vale ni para doblar dibujos animados.
-Lo de los midiclorianos y los experimentos con ellos de Darth Plagueis y Sidious en la ‘creación’ de Anakin, hicieron aparición en la trilogía para explicar el porqué los Skywalkers y herederos son más poderosos que el resto.
Podemos seguir rompiéndonos los sesos y poniéndola a parir pero …. ¿ Os dais cuenta que Star Wars es una saga de 7 episodios en los que sólo 2 valen la pena ?
Los actores del episodio iv son buenos: luke es bondadoso por naturaleza (toda su vida a vivido en un desierto), pero aventurero como todo buen adolescente. Leia, irreverente, una mujer capaz de enfrentarse al imperio. Vader, absoluto, frío , máquinal, es mas «máquina que hombre», pero sin duda soberbio. Han Solo, vaya en Han solo.
Crear a Vader es difícil. El camino que eligió Lucas: el orgullo, la soberbia. Anakyn era el elegido. Se lo repetían tanto. Pero a pesar de ser el elegido, no puede salvar a su madre o su esposa. Esa frustración lo lleva a creer que el problema no es el, es su enseñanza, sus mentores, el sistema. El lado oscuro es mejor, y ese orgullo omnipresente que explota el emperador es su perdición. Si la actuación no es soberbia, la construcción del personaje, si lo es.
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