Laura Cazalilla jugaba a fútbol mucho mejor que la mayoría de los niños de mi clase. Teníamos nueve años y la flaca regateaba que era un primor. El agrietado cemento del patio de la vieja Ikastola Begoñazpi era testigo de cómo aquella apasionada niña bilbaína se magullaba las rodillas en valiente pugna con nosotros, los chicos. Laura era ambidiestra. Recuerdo con nitidez cómo en los dictados de clase se pasaba el boli Bic de la derecha a la izquierda con una asombrosa naturalidad para envidia de sus compañeros. James Garfield, presidente estadounidense de finales del XIX, escribía en griego con la izquierda mientras su mano derecha lo hacía en latín al alimón, pero Garfield había muerto hacía décadas y ninguno sabíamos de su existencia ni de su especial destreza. En septiembre de 1981 supimos que no habría más Laura. Eduardo, su hermano mayor, y ella se fueron a Urretxindorra —un centro sito en su barrio, San Adrián— y nos quedamos huérfanos de aquellos habilidosos alambres tan femeninos como tintados de cardenales y heridas que peleaban por cada balón.
Hablar de Marcial Pina es referirse a uno de los grandes nombres que ha dado el fútbol español. Diría que se trata de uno de los más olvidados, o menos reconocidos, más de tres décadas después de haber puesto fin a su carrera. Marcial, rubio y dueño de una técnica envidiable, tenía mucho gol. Centrocampista ofensivo, nació diestro y su empeño cuando era chaval le llevó a ser tan zocato como derecho… o más. Debutó con el Elche, pasó al Espanyol, ganó la liga del 74 junto a Cruyff y disfrutó de sus últimas campañas en el Atlético de Madrid. Una tarde, vistiendo de colchonero en el Camp Nou, coló un libre directo en el arco azulgrana. Ya en la segunda parte, volvió a hacer inútil la estirada del bueno de Peio Artola, también de golpe franco. La primera falta, con la izquierda de fuerte remate. La segunda, colocada y con la derecha. Nadie en la historia de la competición había marcado —ni lo ha vuelto a hacer— un gol con cada pierna en el mismo partido a balón parado. Marcial, el blondo asturiano, colgó las botas desgastadas por igual décadas después de domar su pierna izquierda a base de disparar balonazos con ella contra una pared.
Larry Bird se valía de ambas manos para tener mayor ventaja sobre sus rivales en la competitiva NBA de los ochenta. Cuando su superioridad le provocaba aburrimiento durante el transcurso de un partido, buscaba alternativas que le motivaran. Llegaba incluso a apostar con algún conocido del banquillo rival a que era capaz de encestar un par de triples consecutivos con la mano izquierda. Al terminar el choque, el alero de los Celtics se pasaba por el vestuario rival a recoger los billetes retados. Lo hizo, verbigracia, con Bill Fitch cuando este dirigía a los Nets de Nueva Jersey tras haber pasado por Boston. Jugando en Portland el día de san Valentín de 1986, decidió que iba a mirar a canasta con las dos manos. La noche anterior venía de firmar un triple doble de treinta y cinco puntos, quince rechaces y once asistencias en la vecina Seattle. Los aficionados del anciano Veterans Memorial Coliseum de Portland fueron testigos de cómo el número 33 regaló una actuación inédita hasta entonces. No solamente repitió triple doble veinticuatro horas después del anterior (cuarenta y siete puntos, catorce rebotes y once pases de canasta), sino que veintidós de sus cuarenta y siete tantos fueron obra de su mano izquierda. Tras el que ha pasado a la historia como «The Left Handed Game», el rubio de Indiana declaró que únicamente había tratado de prepararse mejor para jugar cuarenta y ocho horas después en Los Ángeles ante los magníficos Lakers de Magic Johnson, a los que asimismo vencieron con un 22/18/7 personal.
Resumen de la exhibición con ambas manos de Bird.
Suele ser habitual que cuando alguien descubre mi pasión por el béisbol tuerza el gesto acompañando el mohín con alguna de las siguientes expresiones: «Tiene una reglas muy complicadas y no me entero de nada», «Es un juego muy aburrido, supongo que en vivo será otra cosa» o «No sé cómo a los americanos les puede gustar un deporte tan estático». Sea como fuere, los amantes del bate, el guante y la pelota blanca de costuras rojas sabemos que no existe otro juego con más matices, hitos, posibilidades y registros estadísticos. La Major League Baseball (MLB) es la liga profesional norteamericana en la que a día de hoy quince franquicias de la American League (AL) y otras tantas de la National League (NL) disputan ciento sesenta y dos encuentros de liga regular en ciento ochenta días, desde abril hasta septiembre. Cada equipo compite en seis o siete partidos a la semana durante ese medio año que sirve de antesala a unos playoffs que van a desembocar en las World Series o Series Mundiales, las finales al mejor de siete encuentros.
Pese a que pudiera parecer una rareza, las plantillas de equipos como los New York Yankees, los Boston Red Sox, los Chicago Cubs o los San Francisco Giants cuentan con uno o más bateadores ambidiestros. Se les conoce como switch hitters y se dan maña para batear la pelota desde ambos lados. Los switch hitters prefieren una de las dos posturas sobre la otra pero, habitualmente, escogen la que más les conviene en función de la naturaleza del pitcher o lanzador al que se enfrentan. La efectividad de un pitcher diestro es mayor cuando se enfrenta a un bateador derecho y le ocurre lo mismo al lanzador zurdo si el que batea también lo es. Por ello, si quien lanza desde el montículo es diestro, el switch hitter escogerá normalmente la postura de zurdo para batear; si el pitcher es zocato, empuñará el bate a derechas. Circunstancias como estas ocurren en casi todos los partidos y forman parte del paisaje más habitual de este deporte pese a que el porcentaje de bateadores ambidiestros en la MLB represente solo alrededor del 18% de los atacantes. La historia del béisbol profesional comenzó a forjarse en la década de los setenta del siglo XIX y desde entonces un exiguo 6% de los bateadores ha sido switch hitter. El incremento del porcentaje de los mismos en los últimos años se debe a dos razones. Principalmente a la llegada de un césped sintético llamado AstroTurf —ya prácticamente en extinción— que permitió llevar más la pelota al suelo y correr más rápido las bases, trayendo con ello una mayor especialización entre los bateadores. El otro porqué, Mickey Mantle y su legado.
Mantle vistió la camiseta a rayas de los Yankees en dieciocho campañas durante las décadas de los cincuenta y sesenta. Ganó en siete ocasiones las World Series y fue elegido MVP de la American League tres veces. Jugador de gran poder de bateo, golpeaba desde ambos lados gracias a sus mayores. Siendo Mickey un niño, bateaba desde la izquierda siempre que era su padre —diestro— quien ejercía de lanzador. Si hacía de pitcher su abuelo, que era zurdo, Mantle sacudía el leño solo desde el lado derecho. Así derivó en un switch hitter extraordinario.
Él se consideraba un bateador diestro pese a su doble habilidad pero el caso es que durante su larga carrera golpeó la bola muchas más veces desde el costado izquierdo debido a que la mayoría de los pitchers son diestros, hecho que hizo que Mantle consiguiera más home runs como zurdo que desde su perfil preferido (372 contra 164). Pese a todo, conectaba la bola en juego con mayor efectividad desde la derecha (con una excelente media de .330 o 33%) que desde el lugar desde el que aprendió a batear con su padre (.281).
Tal fue la huella que dejó Mantle entre los aficionados de aquellos años que los padres de algunos de los jugadores del último cuarto de siglo se empeñaron en someter a sus hijos a los entrenamientos del estilo padre/abuelo que recibió el poderoso yankee nacido en Oklahoma. Carlos Baerga, portorriqueño con una carrera de catorce años en la MBL, lo confirma: «Mi padre me hizo switch hitter cuando yo tenía once años (1979) porque amaba a Mickey. Muchos padres han hecho eso».
La figura del pitcher es la más particular en el béisbol, la más distinta a las demás, incluida la del catcher o receptor. En el lanzador descansa una parte muy importante del desarrollo del partido desde la defensa. En la AL el pitcher nunca batea, haciéndolo en su lugar y en cada ocasión ofensiva el designated hitter (DH) o bateador designado. En la NL, sin embargo, el lanzador entra en el turno de bateo como un jugador más hasta el momento en el que sea relevado por otro pitcher. En cualquier caso, nadie espera que un pitcher resulte relevante con el bate ni mucho menos. Los hay que tienen cierta habilidad aunque son la inmensa minoría y su aporte ofensivo jamás pasa de ser residual a la larga.
El pitcher desafía al bateador desde una distancia de 18,44 metros subido a un montículo de arena de de 25,4 centímetros de altura. El objetivo del lanzador es el de eliminar a su oponente con el respaldo del catcher situado en cuclillas detrás del bateador. Para ello pitcher y catcher convienen el tipo de lanzamiento que realizará el primero mediante las señas que el receptor le vaya proponiendo. Cada pitcher tiene un repertorio determinado de lanzamientos que normalmente varían entre tres y cinco tipos dependiendo de la habilidad y preparación de este. Los tipos de lanzamientos se pueden agrupar en tres grandes clases: fastballs, breaking balls y changeups, que a su vez se subdividen en múltiples tipos tales como four-seamer fastball, sinker, slider, curveball… Todos ellos dependen de la manera en la que el pitcher agarre la pelota y en la mecánica que realice a la hora de lanzar. Ambos aspectos resultan clave para que una bola pertenezca a una determinada tipología y, por supuesto, para que llegue a su destino en la mejor disposición de resultar efectiva.
Pat Venditte es un pitcher de treinta años que juega como reliever o relevista. El reliever es el pitcher que ha de cubrir alguna parte de los nueve innings o entradas que no es capaz de completar el pitcher titular, bien por una mala actuación o por el cansancio resultante de haberse empleado a fondo en la horquilla de los 90-110 lanzamientos. Venditte es una rara avis que a simple vista no llama la atención si conoces que se gana la vida como lanzador de las Grandes Ligas. Si acaso, resulta un tanto pequeño en comparación con el común de sus colegas de montículo, pues mide 1,85 y pesa 81 kilos. Pero Pat sí destaca por su inusual destreza.
Pat Venditte nació en Omaha (Nebraska) y es hijo de Pat Venditte Sr., que jugó al béisbol en la universidad como catcher. No fue la carrera del padre en absoluto destacable, pero sí extrajo una conclusión de su experiencia como complemento del pitcher en sus años colegiales: si alguno de sus hijos llegaba a demostrar alguna inclinación por el béisbol y, en concreto, por ocupar la posición de lanzador, sería él quien construiría deportivamente a alguien prácticamente único. De los cuatro hijos de Pat Sr. y Janet, Pat Jr. fue quien acabó siendo objeto del experimento paterno.
Pat mostró muy pronto ser diestro y su padre supo que se tendría que encargar de su brazo natural pero, sobre todo, del izquierdo. El progenitor se hizo con el pack completo para dotar a su hijo de tres años de las herramientas necesarias para convertirse en ambidiestro. Para ello, instaló en el jardín de su casa césped artificial AstroTurf, una jaula de bateo, un radar para medir la velocidad de lanzamiento y una máquina para lanzar bolas de manera automática. Pat Sr. le educó también en el chut del balón de fútbol americano con ambos pies para que dominara de paso el recorrido que las piernas realizan durante la mecánica del lanzamiento en el béisbol. La idea de Pat Sr. comenzó a proporcionarle al niño sus primeros resultados compitiendo en la Little League, la prestigiosa liga de béisbol organizada en los EE. UU. desde 1939 para chavales de cuatro años en adelante. La práctica del proyecto de doble habilidad no redundó en que el joven Pat se convirtiera en un lanzador verdaderamente dominante, pero sí conseguía aturdir a los rivales y, sobre todo, le abría un hueco en las cada vez más competitivas plantillas gracias a su especial dotación. Así fue al menos hasta que, tras dejar atrás el equipo del high school de Omaha Central, dio con sus huesos en la Creighton University de su localidad natal.
Su primer año con los Bluejays no resultó sencillo. Su coach le prohibió expresamente hacer uso de ambos brazos porque no quería que aquello pareciera «un circo». El hecho de ser un freshman unido al veto que le impusieron de no poder disparar desde ambos costados llevaron a Venditte a disputar solo cinco partidos, aunque él no se dio por vencido. Ya como sophomore se las ingenió para poder lanzar con los dos brazos con interesantes resultados: Pat fue capaz de encajar solamente 3,02 carreras por cada nueve entradas disputadas. Aun así, lo mejor estaba por llegar.
El tercer año, el de junior, los jesuitas de Creighton ya presumían de un reliever que destacaba por su efectividad sobre el montículo, por su durabilidad como relevista y por haber sido nombrado jugador de la semana del béisbol universitario nacional durante la última semana de mayo de 2007. Esa temporada, Venditte fue capaz de dejar a sus oponentes en un .185 de bateo (18,5 éxitos de cada 100 intentos), encajó tan solo 1,85 carreras por cada nueve entradas y participó como apagafuegos en treinta y seis de los cincuenta y ocho choques de los Bluejays. Unos números que le llevaron a ser elegido para el equipo ideal de la Missouri Valley Conference, como MVP del Torneo de Conferencia —que ganó su universidad por primera vez en la historia— y, a modo de broche final, fue escogido All-American en el tercer equipo del país.
A las puertas del verano, los New York Yankees eligieron a Venditte en la 30.ª ronda. El jugador había advertido a todos los equipos profesionales que se habían interesado en él de que iba a retornar a las aulas para completar su ciclo universitario. Pese a ello, los neoyorquinos dieron su nombre el día del draft pensando que su extraordinaria reputación como franquicia haría que el chico les diera el sí. El 15 de agosto era el día límite para firmar el contrato pero Pat no cedió. Volvió con los jesuitas con el fin de conseguir un par de logros que consideraba necesarios para convertirse en pitcher profesional: añadir un lanzamiento extra al repertorio de su brazo derecho y conseguir una mayor velocidad con el izquierdo.
Con el chico de Omaha licenciado y los dos objetivos logrados, los insistentes Yankees volvieron a escogerle en el draft siguiente. Esta vez en la 20.ª ronda. Un sorprendido Venditte estampó su autógrafo en cuanto le pusieron el contrato delante.
Si el salto de la universidad al deporte profesional no resulta nada sencillo, y más aún si no eres una estrella con un potencial sin discusión, el camino que han de recorrer los jóvenes para llegar a la MLB puede ser largo y tortuoso. Tan complicado, que son legión aquellos que no llegan a debutar jamás en las Grandes Ligas. Las franquicias de la MLB disponen de una serie de equipos afiliados en las Ligas Menores a los que se les identifica con las letras de A, AA y AAA, en función del nivel de la liga en la que juegan. La clase AAA es el escalón previo a la MLB, el último salto a realizar antes de, quién sabe, poder convertirte en uno de los setecientos cincuenta privilegiados repartidos entre las plantillas de los treinta equipos pata negra.
Escasos días después de firmar por los de Nueva York, Pat debutaba con sus afiliados de la Clase A, los Staten Island Yankees. Y lo que allí ocurrió iba a hacer pasar al chico directamente a la historia del béisbol profesional el mismo día de su estreno en las Ligas Menores.
El 19 de junio de 2008, Venditte se disponía a lanzar la pelota a Ralph Henríquez de los Cyclones de Brooklyn con el brazo izquierdo. Henríquez, uno de tantos bateadores ambidiestros que uno se puede encontrar a lo largo y ancho del país, se dispuso como diestro. Pat, entonces, cambió de postura para hacerle llegar la bola con la derecha y Ralph mudó a zurdo. Estuvieron variando sus disposiciones posturales ante las sucesivas reacciones del rival durante casi un minuto para asombro y algarabía de los allí asistentes. Las imágenes —pese a tratarse de un encuentro muy menor— dieron la vuelta al país, como es natural por aquellos lares. Los responsables de los equipos acudieron a los jueces para acabar con el sinsentido de los constantes cambios y estos decidieron improvisar para no alargar más el inesperado juego del gato y el ratón. Acordaron que el pitcher tendría que anunciar con qué brazo iba a mandar la pelota al atacante y que, tras hacerlo, este último podría elegir desde qué lado batearía. Asimismo, el pitcher no podría lanzar con otro brazo que no fuera el previamente escogido hasta enfrentarse a un nuevo rival. Aquel episodio llevaría a la misma MLB semanas después a incorporar como norma a su complejo reglamento la solución que improvisadamente dieron los jueces del Staten Island-Brooklyn y que ha trascendido en el uso de profesionales, aficionados y periodistas como «The Pat Venditte rule».
Vídeo de la extraña escena completa que daría lugar a la regla Pat Venditte.
Henríquez, como se puede observar en las imágenes del vídeo, fue eliminado por strikeout (tres strikes o fallos del bateador) en aquel turno de bateo y su desmedida reacción desnudó su enorme enfado.
Mandar la pelota desde el montículo y que pase a través de la caja imaginaria conocida como strike zone situada a la altura del bateador no es tarea sencilla. O al menos, no es algo fácil de realizar si por el camino la obligación del lanzador es la de engañar a su oponente. Dependiendo del tipo de lanzamiento que escoja el pitcher, la bola viajará hacia el atacante —salvo excepciones— a una velocidad entre los 130 y 160 kilómetros por hora buscando traspasar esa caja. Fuerza y precisión bola tras bola. La strike zone es un prisma de orientación vertical y planta pentagonal que se sitúa junto al bateador y que va desde sus rodillas hasta la mitad de su torso. Al ser un prisma imaginario, es decisión del umpire o juez de home, que trabaja detrás del catcher, validar el lanzamiento como strike (exitoso para el pitcher por haber atravesado la strike zone) o como ball (fracaso para el lanzador por hacer arribar el esférico fuera del prisma).
Convertirte en un lanzador lo suficientemente bueno como para llegar a la MLB y lograr establecerte es una tarea titánica. Poder alcanzar esa cota siendo fiable con ambos brazos, parece poco menos que imposible.
Durante el pleistoceno beisbolero, en el último cuarto del siglo XIX, se dieron unos pocos casos de pitchers capaces de mostrar cierta habilidad con los dos brazos. Aquellos pioneros que osaron retar a la naturaleza en alguna jornada fueron Tony Mullane, Larry Corcoran, George Wheeler y Elton Chamberlain. Tras ellos, hubo que esperar poco más de cien años para que el béisbol profesional contemplara con asombro las acciones ambidiestras de un lanzador. Era el 28 de septiembre de 1995 y la temporada regular estaba a punto de echar el telón. Greg Harris, pitcher diestro de los Montreal Expos —franquicia que hoy es la de los Washington Nationals— estaba subido en el montículo por penúltima vez en su carrera. Harris se iba a retirar del béisbol cinco días después y se dio el capricho de lanzar algunas bolas como zurdo. En la última entrada del choque frente a los Reds de Cincinnati, eliminó como diestro al poderoso Reggie Sanders y se pasó a zurdo. Desde su improvisado perfil zocato no pudo evitar concederle una base por bolas al zurdo Hal Morris y se las ingenió para que Ed Taubensee bateara defectuosamente mandando la pelota al suelo pero cerca de uno de los defensores. Eliminados Sanders y Taubansee, Harris cerró ya el partido disparando con su brazo bueno para eliminar a Bret Boone.
Durante la centuria del XX, Morris y Taubansee fueron los únicos bateadores que se enfrentaron a un lanzador que, pese a no serlo, hizo de ambidiestro por una vez en la previa a su adiós definitivo. De ahí la superlativa rareza que supone el caso de Pat Venditte. Quién iba a sospechar a comienzos de los ochenta que aquel niño, que comenzó a arrojar la pelota indistintamente con las dos manos a la temprana edad de tres años, acabaría pudiéndolo hacer profesionalmente. Venditte, tras su paso por los Staten Island Yankees, se fue ganando modestamente el jornal en las Ligas Menores —siempre bajo el paraguas de la franquicia de los Yankees— y en ligas de invierno como la mexicana desde los veintitrés años a los veintinueve, cuando tras convertirse en agente libre firmó el invierno de 2015 por los Athletics de Oakland para jugar en su afiliado Nashville Sounds de la Clase AAA.
Los Oakland A’s son una modesta franquicia de la AL, de gran éxito en la MLB a comienzos de los setenta y finales de los ochenta, que está patroneada por el conocido Billy Beane, protagonista del best seller Moneyball y cuya historia fue llevada al cine con Brad Pitt en el papel de Beane. El pasado junio, los A’s decidieron llamar a Pat para que formara parte de la plantilla de su equipo de la MLB con el fin de que aportara valor a la débil rotación de lanzadores relevistas de una franquicia californiana que había comenzado mal la temporada.
El día 5 de junio —llegada la séptima entrada de un Boston Red Sox–Oakland A’s— debutaba el hijo del empecinado Pat Sr. El marco de su estreno difícilmente podía ser mejor: el más que centenario Fenway Park de la capital de Massachusetts. El lugar donde comenzara su espectacular carrera el mítico Babe Ruth o el que fuera el único hogar del incomparable Ted Williams, el último bateador en conseguir una media de bateo por encima del .400.
Con el marcador señalando un 4-2 a favor de los Red Sox, Venditte recibió la señal de su entrenador y se hizo con su particular guante de pitcher ambidiestro. El guante, en lugar de tener cinco agujeros para los mismos dedos de una mano, tiene seis, estando el primero y el sexto destinados a los pulgares según lo utilice con la mano izquierda o con la derecha. Cabe destacar que el padre de Venditte comenzó a encargar el guante para seis dedos a una compañía japonesa cuando Pat Jr. tenía siete años. Esos japoneses, Mizuno, son de un tiempo a esta parte, amén de proveedores, patrocinadores de Venditte tras una relación comercial de más de veinte años.
El debutante de veintinueve años fue capaz, de una u otra manera, de eliminar como zurdo a Brock Holt y lanzando desde la derecha a Hanley Ramírez y Mike Napoli en esa séptima entrada. Bob Melvin confió también en Pat para la octava y penúltima entrada y este no le defraudó, eliminando a Xander Bogaerts, Mookie Betts y Blake Swihart con el brazo derecho. Su mujer y sus suegros pudieron asistir al feliz acontecimiento desde las viejas gradas verdes del estadio de los Red Sox.
El debut en la MLB del único switch pitcher en activo.
Desde entonces, y con una lesión de por medio, Pat Venditte ha participado en veinte partidos para un total de más de veintiuna entradas. Y pese a que la media de carreras por cada nueve entradas que ha permitido producir a los rivales es considerablemente alta (5,48 frente a las 4,02 de media en la American League), de lo que no cabe ninguna duda es de que Venditte es alguien tan único que llama la atención a quienes como John Farrell, técnico de la escuadra rival el día de su debut, llevan varias décadas en la liga: «Lo de esta noche ha sido verdaderamente asombroso. Ver lanzar a Venditte es… es algo notable ver de lo que puede ser capaz el cuerpo de una persona. Incluso nuestros pitchers estaban como maravillados viéndolo desde el banquillo. Está claro que puede enfrentarse a bateadores zurdos o diestros con el brazo que él elija. Tiene un arsenal de lanzamientos de la calidad que se requiere para poder hacerlo».
El mismo Venditte habla de qué tipo de bolas manda al bateador: «Como zurdo, mi repertorio se basa en fastballs, sliders y changeups, sobre todo desde el costado. Cuando lanzo como diestro, mezclo más. Mi repertorio desde la derecha consiste en los tres lanzamientos antes citados y suelo incluir también fastballs que salen desde arriba y una curveball. Así es como he llegado a tener éxito». Pat no es un lanzador poderoso, sin que ese detalle desmerezca su labor como pitcher. La fastball o bola rápida que lanza con el brazo derecho apenas roza los 140 km/h y es unos 8 km/h más lenta si la lanza con la izquierda.
Es posible que la carrera de Venditte no llegue demasiado lejos pero de lo que no cabe ninguna duda es de que quienes le vimos debutar en directo a través de la pequeña pantalla, asistimos a uno de los espectáculos menos habituales y más electrizantes de entre los que se pueden disfrutar en el deporte hoy en día.
La porfía de su padre, su propio esfuerzo, su paciencia de todos estos años recorriendo centenares de pequeños campos en busca de una oportunidad entre los grandes y esa aptitud tan única han llevado a Pat Venditte a formar parte de la gran historia del deporte profesional, incluso si nunca más se volviera a vestir como deportista.
Venditte calienta antes de entrar en acción con los dos brazos.
Pingback: La asombrosa pericia ambidiestra de Pat Venditte
Me gusta aprender cosas nuevas con JotDown. Me gustaría poder ir a un partido en directo de béisbol y creo que en España se juega algo. Tendré que mirarlo. La habilidad de este chico tiene mucho mérito.
Extraordinario artículo que tiene el inmenso mérito de poder ser disfrutado aunque el deporte en cuestión sea un completo desconocido, como es mi caso.
No he leído todavía el artículo, pero escribo aquí para decirle al autor que es una lástima su marcha de la madrugada en Cope, pese al horario intempestivo se hacía ameno para quien sufre de insomnio. Espero que encuentro acomodo pronto en las ondas y que se prodigue con la pluma en esta página…
A nivel aficionado se pueden ver partidos de béisbol en el Polideportivo del barrio madrileño de la Elipa. Por desgracia este un deporte que en este país no se puede ver.
Me ha encantado el artículo. Mi padre jugó al béisbol en el Viladecans y me llevaba a los partidos de casa cuando era pequeña. Él también fue pitcher aunque aficionado. Por cierto, la web es muy buena seguir así. Un saludo.
Precioso articulo y muy bien explicado. Hace años anotaba partidos de la liga nacional de béisbol española en La Elipa. Ahora por desgracia ya no mantengo contacto con este apasionante y complejo deporte. Lástima que en España apenas tenga difusión. Es un deporte inteligente que se debería divulgar más.
Hecho mucho de menos aquella época.
Bueno, la verdad es que cuando lo he visto en televisión el béisbol me ha parecido siempre un soberano peñazo. Pero he leído este artículo y me han dado ganas de ver un partido.
El beisbol es un deporte increíble. Esta página ya se acercó a él con el fantástico artículo de Dickey y la knuckleball.
Aunque de este articulo yo me quedo con el origen del talento de Venditte. No he podido evitar recordar a las hermanas Polgar.
Peazo de artículo, el béisbol o pelota (como se le llama en mi tierra, Cuba) es una pasión y si te gustan las estadísticas te lo pasarás pipa pues tiene para aburrir, en youtube podéis encontrar partidos enteros de los buenos, lo ideal sería que lo veáis acompañado de alguien que te vaya explicando las reglas básicas para que poco a poco os entre el gusanillo, y si alguien va a USA en verano no dejéis, si os lo podéis permitir, de ir a ver un partido de la MLB vais a flipar, es impresionante
Publica algo sobre Jim Abbot, quien con solo su mano izquierda llego a ser campeón olímpico y estuvo a punto de derrotar a la todopoderosa y multiples veces escuadra cubana campeona en el Campeonato Mundial Amateur de Italia
Entretenidísimo y documentado artículo, ¡un gusto!
Para completar la introducción, aporto uno de mis ambidiestros favoritos, también en un deporte relativamente poco conocido en España como es el snooker, una variante del billar muy popular en los paises anglosajones y cada vez más en China. El inglés Ronnie «The Rocket» O’Sullivan, probablemente el mayor talento natural que ha conocido este deporte, es diestro natural, pero también es capaz de jugar (¡y ganar!) partidas enteras jugando con la izquierda, e incluso de alcanzar la máxima puntuación posible en un partida (147 puntos de una tacada) embocando bolas difíciles con la mano izquierda.
A ver cuándo JotDown dedica un artículo a la pelota vasca, que ahí también hay mucho diestro, ambidextro y zurdo.
Extraordinario artículo que tiene el inmenso mérito de poder ser disfrutado aunque el deporte en cuestión sea un completo desconocido, como es mi caso.
Felicidades por este magnífico artículo sobre este precioso deporte.
Excelente artículo, muy completo, detallado y acucioso. Escribo y soy de Venezuela, donde el Béisbol es una verdadera religión y deporte principal de nuestros futuros atletas. Por eso, y ademas de ser aficionado al deporte, opino con propiedad que el artículo es muy bueno, y que el béisbol da para muchos más en términos de investigación, saludos.
El beisbol no es más que la excusa para contar una buena historia que nos lleva a comprobar, una vez más, de qué somos capaces los seres humanos. Felicidades.