Nada se parece al miedo de un escritor a no ser el mejor. En la noche de todo autor existe un sueño temido en el que atisba que es flojucho, de segunda división. De pronto, presiente que nadie se acordará de él pasado mañana. Se trata de un miedo evanescente, como de humo de cigarro, que dura unos apáticos segundos, que son como los días rojos a los que se refiere Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes. En un día negro se está triste «porque se ha engordado o porque llueve. Pero los días rojos son terribles. De repente, uno tiene miedo y no sabe por qué». Cuando despierta de ese temor borroso, el autor sigue escribiendo, por si acaso al final fuese el mejor escritor del mundo. Es sabido que a veces los sueños no se cumplen.
El escritor de verdad, atrapado en su vocación de infelicidad, sabe que lo más importante es escribir, aunque se autodestruya. Desea seguir escribiendo aun cuando la derrota esté cantada. Tal vez nunca sea el mejor, pero querrá escribir como si ya lo fuese. En su cabeza lo es. No sería escritor en caso contrario. Ferrater Mora afirmaba que un escritor «está condenado, lo sabemos todos, a caer un poco por debajo de su meta. Por ejemplo, si yo pretendo ser Musil y caigo un poco más abajo, pues ya es bastante más arriba. Pero si pretende ser como un autor de cuarta fila…».
El sueño del escritor fracasado regresa cada cierto tiempo, y sin pretextos. No hace falta que estés triste o resacoso. Sin más, pasa. Nunca serás nadie, te confiesas en mitad de un cigarro, inopinadamente. ¿Cómo estar seguro del todo de que tu obra no es una basura? Hablamos de un miedo ya escrito. En Enoch Soames, el relato de Max Beerbohm, Soames es un poeta de medio pelo. Algunos días, cuando no esquiva la verdad, intuye su mediocridad y piensa en el suicidio. Sus amigos lo disuaden. Entonces aparece el diablo. Si Soames le vende su alma, le concederá la oportunidad de viajar cien años hacia delante, hasta la sala del Museo Británico donde acostumbra a trabajar, para que confirme si su nombre ha superado la prueba del tiempo. Acepta. Lamentablemente Soames no halla su nombre en ninguna enciclopedia. Su obra no ha trascendido. Nunca fue el mejor, ni casi el mejor.
Pero los escritores se reponen a su sueño tan temido e ignoran las enciclopedias y a los sabios. Pensar que esos señores siempre llevan razón por ser ilustrados denota un exceso de buenos modales. Exacerbados, los buenos modales te empujan a cometer aciertos imperdonables, que no sirven para hacer literatura. Eres tan idiota e ingenuo, que alimentas propósitos absurdos, como superar a tus maestros. Rara vez lo consigues, pero eso tú aún no lo has descubierto. Mejor. Todo procede de la ignorancia.
La literatura, el arte, todo lo grande, inteligente y bello parte del cero profundo. En la vida, cualquier posibilidad de alcanzar la solución a un problema complejo pasa a menudo por seguir al pie de la letra unas instrucciones que ni siquiera existen. En este sentido, un escritor debiera acometer libros, en la frontera del fracaso, que no sepa escribir. En algunos oficios hay que desarrollar la locura necesaria para tomar siempre caminos que lleven a la perdición. Tal vez conduzcan a un lugar hermoso y nuevo. Muchos autores querrían escribir como Bellow, Onetti, Proust, Borges… pero solo les sale como Rodríguez, o Gutiérrez, o Ruiz, o como demonios se llamen. Es grato pensar, sin embargo, que si lo arrojas todo por la borda, y escribes como si paseases por la cornisa de un noveno piso, un día ventoso, al final tendrás un libro único, y durante un segundo, aunque solo sea en tu cabeza, serás el mejor escritor del mundo.
hermoso e inspirador.
Indudable, el escribir creo significa arriesgar, darse por entero, echarse al vacío, dar todo de si y no un día , mientras dure su creación, puede ser un día o cien… Ese es su reto, leer siempre y una vez madurado el argumento de su novela, cuento, ensayo, etc, brindar a los demás su mensaje.
Totalmente de acuerdo con POLLO que me ha quitado los adjetivos de la boca:
«Hermoso e inspirador». Esta angustia del escritor creo que se puede extrapolar a otras ocupaciones e incluso llegar más allá y hacerla extensiva a todo el género humano. En realidad es la angustia y el pesar de no trascender, darse cuenta de que cuando uno lleve mucho tiempo muerto ya, y muera a su vez la última persona que un día nos conoció, no quedará ni rastro de nosotros. Será como si nunca hubiéramos existido. Por eso algunos se afanan (unos más que otros) en construír una obra que les sobreviva para eludir esa aterradora realidad. Pero la cuestión es, ¿sobrevivir hasta cuándo…? ¿Alguien se jugaría aquí y ahora el cuello, apostando a que dentro de 20 siglos la gente sabrá quién fue Saul Bellow? ¿Sinatra o Jack Kennedy dentro de 30…?
Más bien tiendo a creer que en 100 siglos o mucho antes quizá, nadie o casi nadie, nos dedique ni un solo pensamiento.
Y no sé si esto, el hecho de que en cien siglos estemos todos nosotros igualados en el olvido, tanto Saul Bellow como servidor que habrá pasado por aquí sin dejar el menor rastro, repito, hace que me sienta reconfortado o con la sangre helada en mis venas.
Yo escribo y siempre estoy inconforme y por eso me resulta complicado terminar una obra. A veces me gusta lo que escribo y a veces no me gusta.
Pero el mejor escritor del mundo, es aquel que le gusta al lector, esa persona que le halla el bueno y bonito de la obra que no le gusta a los demás.
¿Y por qué no el mejor músico, el mejor ebanista, el mejor médico, el mejor futbolista, etc.? Quizá la diferencia está en que el escritor, como todo artista, piensa que lo que está en juego es su alma.
Para ser exactos, Somaes sí encuentra su nombre en una enciclopedia… como personaje del relato en que el narrador cuenta su historia.
Soames, quise decir.
Pero, ¿cuál sería la definición de «un escritor de verdad»?
Y, ¿qué es un escritor «fracasado» hoy en día? ¿Quizás aquel que no va a aparecer dentro de dos siglos en un manual de Historia de la Literatura? ¿O acaso nos referimos al que no pueda pagar facturas con su trabajo?
Creo que hay que intentar superar esas dudas creadas por el ego. Paralizan irremediablemente y el proceso de creación se ralentiza sin remedio.
Cuánta razón tienes. Yo añadiría que este país tiene demasiados escritores para tan pocos lectores. Y si no se hace nada para estimular la lectura en las próximas generaciones, los escritores de novelas tendrán que reconvertirse en narradorres del zoco, volver a la literatura oral. Lo mismo les ha pasado a los músicos, que solo ganan algo tocando más que grabando. C’est la vie!
No me siento demasiado identificado con este texto.
Me parece que está un poquitín escrito desde el romanticismo y el efecto placebo de ciertos arquetipos y clichés entorno a la peligrosidad del oficio de escritor. Respecto a que cada escritor para adentro se cree el mejor del mundo en algún instante de su vida, eso le sucederá a los escritores mediocres ya que los buenos de verdad están muy ocupados trabajando en sus limitaciones para pretender semejante burrada.
¿Era eso lo que te pasaba a ti cuando escribías los guiones del Capitán Trueno?
Como humorista harías bien en prenderte fuego en la plaza de tu pueblo seguro sacas más risas.
¿Humorista de qué…? Eres Victor Mora, ¿no?
Escribir,trabajar,crear y creer, amar desde la despreocupación es darle una patada al ego. Ése que nos crea expectativas que se cumplirán o no.
La gloria. Esa enfermedad que todos deseamos padecer
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No sé si os habéis parado a pensar en que al mismo tiempo que las modas son cada vez más efímeras, por el déficit de atención general, por la inmediatez 2.0, llamadle equis, también estamos convirtiendo en efímero eso que entendíamos por posteridad. Podemos creer que hay figuras cuyo recuerdo se extingirá cuando se extinga la Humanidad y no antes, pero empiezo a dudar de esto. Quizá Hitler y Mickey Mouse aguanten el tipo, sí. Poco más. Bajad a la calle, buscad a chavales de 18 años y preguntadles por, qué sé yo… James Stewart, Olivia de Haviland, Brecht, Miró… Los que sueñen con la trascender se van a llevar una señora hostia de cruda realidad. Los mitos de nuestros abuelos, de nuestros padres, nuestros mitos, ya están cayendo en el olvido. El día menos pensado la Wikipedia empezará a eliminarlos para hacer hueco a algún concursante de GH30 y será como si nunca hubieran existido.
Moraleja: dejad de escribir y empezad a traer niños al mundo, si es que considerais que vuestra esencia debe perdurar.
Quien sea el mejor escritor del mundo me la trae floja. Lo que sí os puedo decir es que la mejor editorial del siglo XXI es CONDILOMA EDICIONES y su colección ¡MARICONES DEL ESPACIO! está a años luz de toda la mierda que publican las demás ;)