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El martillo de Stephen King

Stephen King. Fotografía: Corbis.
Stephen King. Fotografía: Corbis.

En junio de 1999, cuando caminaba por un sendero cerca de su casa, Stephen King fue salvajemente atropellado por una furgoneta conducida por Brian Smith. Smith no vio a King y le embistió con tal fuerza que el escritor quedó primero aplastado en el parabrisas para después aterrizar en una fosa. King estuvo a punto de perder una pierna y pasó semanas hospitalizado. Smith se quitó la vida al año siguiente.

Meses después, King compró por mil quinientos dólares la furgoneta que le había atropellado, una Dodge del 85, la llevó a casa y la destrozó con un mazo.

La anécdota, que a punto estuvo de convertirse en una esquela, conecta de forma extrañamente lúcida con dos de las grandes obsesiones de King: el papel del azar en la narrativa vital de sus personajes y una suerte de plan para desdibujar el pasado (en este caso, a golpes). El escritor estadounidense ha escrito más de cincuenta novelas, centenares de relatos cortos y miles de artículos, y se sienta en el trono de la cultura pop desde hace más de tres décadas, cuando probablemente nadie sabía lo que era la cultura pop. Sus libros se venden por millones, sus admiradores le aman con la fiereza del que cree que está frente a un dios y sus ingresos superaron en 2014 los cincuenta y cinco millones de euros. King es una máquina de hacer dinero, un escritor que se parece sobremanera al jugador de póquer profesional, el tipo que se sienta en la mesa y recuerda aquella reflexión de Matt Damon en Rounders: «Si no eres capaz de averiguar quién es el primo en la primera hora del juego, tú eres el primo».

King escribe para ganar dinero, probablemente se divierta a veces y desde luego sabe muy bien para quién trabaja. Sin embargo, el escritor ha sido víctima de esa plaga moderna que divide el arte como Moisés el mar Rojo: por un lado el mainstream, por el otro, el «de culto». En medio, el desierto, un páramo donde se mueven miles de peregrinos esperando que les abran el puente levadizo en uno de los dos lados. Muerta la clase media (la cultura no es una excepción) o uno tiene a las masas, o tiene al fanático, es imposible tener a los dos, o eso parece.

King cayó desde el principio del lado del mainstrem, lo que significa que el ninguneo en ciertos círculos empezó ya muy pronto. Si la literatura de género ya estaba arrinconada como si fuera el hermano jorobado al que hay que esconder cuando vienen los vecinos, la llegada de un tipo con aspecto de licántropo y modales campestres que de repente vendía más que todos sus colegas juntos (los serios, y los otros) causó una notable desazón en el corazón de los puristas. La misma sensación que tuvieron esos mismos puristas con Stieg Larsson, por ejemplo, cuyo concepto del entretenimiento molestó más por su impacto en las ventas que por su propia naturaleza. El enemigo no era peligroso por su tamaño, sino por su territorialidad.

Stephen King quedó atrapado desde sus inicios en esa jaula de barrotes dorados pero al contrario que algunos de sus colegas se sintió allí como en casa. King, como Conan sentado en el trono, agarrado a su espada, supo que la fama implicaba meterse en el lodazal y salir de allí con la certeza de que uno puede embarrarse sin necesidad de manchar a nadie más. Su literatura quedó así condenada a convertirse en un género y su inacabable productividad le ayudó en la misión: pronto la marca King estaba en la cima del mundo. El escritor siempre se ha sentido a gusto en el fuera de juego pero —paradójicamente— sus mejores párrafos, su trabajo más poderoso, empezó a encuadrarse casi desde el inicio en las fronteras del género. Sí, Carrie, acababa con un baño de sangre, pero el fresco sobre la adolescencia y la insólita crueldad con la que abordaba algo tan delicado como el fervor religioso, demostraban que King era algo más que un trovador de historias truculentas o un pintor de brocha gorda. Capaz de cincelar un personaje en tres frases, habilidoso con el uso del tempo y extremadamente perfeccionista en el uso de un lenguaje diseñado para epatar, el de Maine proyectaba su talento con una facilidad insultante sobre un público que quería pasar miedo de un modo distinto.

Fotografía: danielito311 (CC)
Fotografía: danielito311 (CC)

El cuerpo, Dolores Claiborne y Rita Hayworth y la redención de Shawshank, tres obras de King, explicaban perfectamente las voces de Melville, el Dickens mefistofélico y los trazos de Mark Twain o Robert L. Stevenson escondidas en algún rincón de su mochila. No había nada en ellas que no fuera un retrato naturalista de la maldita vida: los chavales en el viaje iniciático que les llevará hasta la madurez; la mujer maltratada que decide huir sin irse a ninguna parte; la amistad disfrazada de clavo ardiendo. La inusitada fe en el ser human, la fe en la propia fe (entendida siempre como algo alejado del hecho religioso) y una incontenible avalancha de palabras que acostumbraban a dar en la diana pero que incidían también en uno de los grandes problemas del escritor: su terrible avidez verbal. Libros de ochocientas páginas convertidos en verdaderos ladrillos puntean la obra de King, demostrando que —a veces— se le va la mano, algo que sus detractores han podido constatar en la última década.

En la otra orilla, sus relatos, increíbles pedazos de existencia arrancados de todos los universos literarios de los que fluye uno de los mejores cuentistas del mundo. Entre unos y otros, la novela corta, que acostumbra a ser dispar. Es el problema de la hiperactividad: es imposible ejecutar siempre con la misma precisión. Por eso en los últimos tiempos hemos visto a un escritor irregular que combinaba brillantez con siestas, narraciones deslavazadas y finales abruptos. Su último libro, Revival (Editorial Plaza y Janés) es la enésima demostración del inmenso talento del hombre que un día estuvo a punto de morir atropellado.

Volviendo a los territorios de la nostalgia, con un adolescente que parece sacado de la mencionada El cuerpo, King se enreda esta vez en ese discurso que lograría dominar con una mano atada a la espalda, que se pierde en los territorios de lo sobrenatural solo para recordarnos que la vida puede ser mucho más retorcida que cualquier ficción. El azar actuando como un cuchillo que te atraviesa una y otra vez preside esta novela, la mejor del de Maine en una década, que en solo cuatrocientas páginas cuenta la historia de un tipo perdido en los charcos de su propia vida y su encontronazo con un predicador cuya fe se apagó tras una tragedia atroz. El cruce de caminos, involuntario pero inevitable, lleva al lector (no haremos spoilers) a territorios que podrían recordar a ese relato de terror puro que era La niebla. En los libros de King, Dios es un vengador, una figura que no perdona, representada casi siempre por el azar, un azar implacable. En Revival, Dios llega en forma de electricidad, escondido bajo una carpa en un pueblo de mala muerte; o en el embolo de una jeringa que empuja la heroína.

Con uno de los finales más abrumadores que los fieles de King puedan recordar, en Revival vuelve a asomar el tipo inquietante al que te aterraría encontrar en una mecedora en el porche de su casa. El horror cotidiano, el fétido aroma de la casualidad, vuelven a ser los catalizadores de una fábula que prescinde de los rodeos, sin páginas de relleno, con las palabras justas.

Puede que King sea mainstream; probablemente también sea de culto. Solo un tipo cómo él podía aspirar a ser ambas cosas.

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17 Comentarios

  1. Pingback: El martillo de Stephen King

  2. Miquel Àngel

    A mi personalmente me ha dado tardes de gloria y terror que he disfrutado como con pocos autores. ME desenganché de él hace años, pero el año pasado me regalaron 11/22/63 y creo que ha sido uno de los libros que más he disfrutado en tiempo. Es una deliciosa historia de viajes en el tiempo (con un medio para hacerlos que requiere un desparpajo que solo él tendría) ambientada en los EEUU de los primeros 60, una maravilla.

    Si se le lee sin prejuicios es muy disfrutable, tiene altibajos porque alguien con ese nivel de producción es imposible que mantenga el nivel, pero tiene auténticas joyas.

  3. Eche de menos alguna referencia a su obra pivotal: La Torre Oscura, en especial porque King se incluye como protagonista hasta el punto de narrar en dicha saga su experiencia cercana a la muerte con la furgo de Smith

  4. Ese accidente fué el origen del fin de la saga de «La torre oscura». Tras años aparcada el sr. King pensó que la podia dejar sin terminar y escribió (en mi opinión) apresuradamente el resto de libros bajando notablemente el listón.

  5. King ha hecho por la literatura mas que cualquier otro escritor en los ultimos 100 años, ha llevado sus libros a mas gente que ningun otro escritor y como en mi caso, tiene mucha culpa de mi aficion lectora. Por eso, me rio de los que van de intelectuales y critican su estilo o prosa, es solo envidia de no tener el talento para contar historias como las cuenta el.

    Por otro lado, decirle al autor que Revival (todavia no la he leido) ya tiene que ser buena para superar a 11/22/63, novela que por fin ha unido a la critica y al publico siendo uno de sus mejores trabajos.

  6. Juan Miguel

    Me gusta SK pero no considero la suya una obra imprescindible ni mucho menos, casi podria señalar que su mejor libro (para mi) ha sido este reciente 11/22/63 y de los clásicos IT.
    En cuanto a la torre oscura es un quiero y no puedo y desde luego no tiene mayor importancia citarla o lo contrario.

  7. He leído varios libros de King y he disfrutado muchísimo. Nunca me ha importado si era un autor culto o no. IT me pareció una obra maestra además.

  8. Además de sus clásicos, es muy recomendable su ensayo «Sobre escribir» en el que hay dos largos fragmentos autobiográficos (su infancia y las penurias hasta el triunfo, el accidente) imprescindibles para sus fans; y un montón de excelentes consejos para cualquiera que pretenda juntar palabras. Adjunto el enlace a la breve reseña que escribí sobre él por si a alguien le interesa echarle una ojeada:
    http://bailarsobrearquitectura.com/2014/12/18/consejos-de-un-rey/
    Saludos y gracias por reivindicarlo!

  9. Sebastian Serrano

    No siendo uno de mis escritores favoritos -he leído un par de docenas de sus libros- he de reconocer… si, si, lo admito, en sus primeros libros la prosa es de las mejores de la historia de la literatura mundial de todos los tiempos: sus textos penetran en psique universal del individuo sea de la parte del mundo que sea, la forma en que muestra la América profunda; la manera como describe a los personajes y sus personalidades, como teje las historias, como transmite las emociones (una de las mejores escenas eróticas de la literatura universal está en Cementerios de Animales en la que describe con sutileza y delicadeza exquisita el deseo por una vecina de uno de los protagonistas)… Este puto genio todo ello lo hace de forma magistral, como nadie hace hoy día nada parecido; eso si, luego vinieron los negros, la factoría King… e incluso comentan que bajo su nombre publicó uno de su esposa Tabita. ¡Una pena!

  10. AES - Barcelona - España

    Acorde la biografía de King, entrevistas realizadas, y los comentarios de su abogado y amigos, la van fue comprada por estos últimos para evitar la venta en eBay, y destruida en un solar de desguace de coches. King afirma en una entrevista (http://www.nytimes.com/2000/08/13/magazine/what-is-stephen-king-trying-to-prove.html?pagewanted=all&src=pm) que le hubiera gustado destrozarla organizando una feria de beneficencia, y en http://www.newyorker.com/magazine/2000/06/19/on-impact, escribe sobre el accidente en forma detallada. El resto es una leyenda urbana, nacida probablemente del comentario sobre como le hubiera gustado verla perecer bajo las mazas de los feriantes, a $5 el golpe.

  11. EVA MARIA

    Con 12 años leí el «Umbral de la noche» y con 13 It y desde entonces no he podido parar de leer a este autor. Es verdad que ha escrito cosas malas pero gracias a él me convertí en una devoradora de libros (no solo de King). En la saga La Torre Oscura es donde mejor se aprecia su evolución (o mejor dicho involución) porque si los tres primeros son magistrales, el cuarto pierde un poco y los tres últimos son un autentico pestiño. Pero aun así, resurge de sus cenizas y nos deleita con libros como 11/22/63 o pequeñas joyitas como Mercedes, que sin ser lo mejor que ha escrito, merece la pena. Seguro que Revival no me decepciona.

  12. Aunque bastante inferiores en la narración, que no en la profusión editorial e incontinencia verbal, Paterson y Grisham se mueven en ese abismo acaudalado del escritor amado por su público y defenestrado por la crítica, quizá porque quienes califican el trabajo ajeno son en muchos casos un cúmulo de amargura y falta de talento que lamen los botines al pedante juntaletras de venta marginal… Y en esta revista hay algún ejemplo de ello. Hay que distinguir entre literatura y entretenimiento, pero las obras de Lehane no son las de E.L.James por más que ambos arrasen en las librerías…

  13. Poco sabes de King si afirmas algo como «King escribe para ganar dinero» y te quedas tan ancho. King es un enfermo maravilloso que probablemente seguiría escribiendo por placer si fuera el último ser humano del planeta.

  14. Empecé a leer libros con SK y los disfruté mucho hasta 1987, luego pasé a autores más interesantes. No se le puede negar, sin embargo, un nivel notable que otros best seller no pueden ni soñar.
    Por hacer analogía con el cine, en algunos momentos de algunas de sus obras de los 70 y 80 ha rozado lo que era Hitchcock, genio que gustaba a las masas. También me ha venido a la cabeza Stanley Kubrick, y ya que estamos, el libro era muy bueno pero la película era mejor, aunque diferente.

    La larga marcha era una gozada.

  15. Esto es lo que dice el gran Christopher Priest sobre King en su blog. Lo compara a Dickens, y es muy justo.

    «Stephen King is the one contemporary author who seems to me destined for status as an enduring classic. His books are of course aimed resolutely at a popular audience, but his social awareness, his easy use of a myriad of contemporary cultural references, and his sheer bravado as a storyteller seem to ensure a timeless quality. In these respects his work strikes me as similar to that of Charles Dickens, but like Dickens he has written too much and not always well. Some of Stephen King’s books are over-long, and (like Dickens) he has stylistic and narrative mannerisms that, once noticed, can be annoying. However, his best work is intelligent, unexpected, personal, original in concept and told with ruthless skill.»

  16. Debe ser que solo lo he intentado con sus libros malos, porque a mi me parece un coñazo..en realidad hacen falta tantas páginas?? Me aburro si después de 200 no ha pasado nada interesante.

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