En el siglo XVIII, la demanda de cadáveres se multiplicó porque surgieron numerosas facultades de medicina nuevas en todos los países occidentales. En Estados Unidos, por poner un ejemplo, pasaron de cuatro a ciento sesenta a lo largo de ese siglo. Eso hizo que surgiera una nueva profesión, los «resucitadores», llamados así porque hacían que los cuerpos salieran de las tumbas; eso sí, para acabar en un anfiteatro anatómico. Estos saqueadores de tumbas no robaban los objetos valiosos que pudiera llevar el difundo, porque era un delito, pero sí el cuerpo, porque no era propiedad de nadie y era mucho menos perseguido, sobre todo si era de un pobre.
El racismo te perseguía más allá de la muerte. En 1797 un grupo de hombres negros libres pidieron al consistorio de Nueva York que tomara medidas para que se dejaran de robar cuerpos en el Negro Burying Ground, el cementerio de los negros. No tuvieron ningún éxito, pero cuando un año más tarde se descubrió que había desaparecido de su sepultura el cadáver de una mujer blanca, los neoyorquinos estallaron y se produjo una auténtica revuelta: arrasaron el hospital municipal, los estudiantes de medicina tuvieron que refugiarse en la cárcel de la ciudad y seis personas fueron asesinadas. Los llamados disturbios anatómicos siguieron produciéndose durante las siguientes décadas, pues las facultades de medicina pagaban un buen dinero sin hacer muchas preguntas y el tráfico de cuerpos se convirtió en un negocio saneado. Las principales víctimas del robo de cadáveres eran los más pobres: negros, indios americanos y emigrantes paupérrimos. El precio de un cadáver en buen estado en Inglaterra era de unas diez libras, equivalente al salario de un peón agrícola durante seis meses, un buen dinero para ganar en una noche de luna llena.
La gente tenía pánico a los saqueadores de tumbas. Los ricos se construían grandes panteones, con buenas paredes y puertas blindadas. Las clases medias enterraban lo más profundamente que podían a sus deudos, colocaban rejas sobre las tumbas y alrededor de la fosa e instalaban grandes losas selladas por albañiles e incluso pequeños cañones cargados con pólvora y balas. Se han encontrado argollas de hierro que se atornillaban al ataúd y sujetaban el cuello del difundo para dificultar su extracción. Entre los pobres la única medida posible era vigilar la tumba unos días, hasta que la putrefacción hubiera hecho que el cadáver perdiera su interés para los estudiantes de medicina. Aun así había auténticas bandas de resucitadores, en ocasiones con la connivencia de los empleados del cementerio, pendientes de las oportunidades disponibles. Tras saber de un entierro, a veces excavaban desde cierta distancia levantando una parte de césped y hacían un túnel hasta romper un extremo del ataúd por donde sacaban el cadáver llevando telas y arpilleras para no dejar rastro de tierra. Las bandas de ladrones de cadáveres tenían sus territorios y en ocasiones destrozaban las tumbas de una zona rival para causar una respuesta airada de las familias usuarias de ese cementerio y dificultar el negocio de sus competidores.
Evidentemente, era más rápido conseguir cadáveres de los vivos que de los muertos y eso hicieron algunos criminales. Quizá los más famosos fueron William Burke y William Hare, dos inmigrantes irlandeses en Escocia. Los profesores universitarios escoceses cobraban en función de cuántos alumnos atraían a sus clases y un suministro constante de cadáveres era esencial y al mismo tiempo complicado para un profesor de Anatomía. Hare regentaba una casa de huéspedes de ínfima calidad y uno de sus pupilos, un anciano militar, falleció dejándole a deber cuatro libras, así que Hare y su amigo Burke llenaron el ataúd con maderas y llevaron el cadáver a la facultad donde un asistente del doctor Robert Knox, un anatomista famoso por haber sido cirujano en la batalla de Waterloo, les pagó siete libras (unos mil euros al cambio actual). Los catedráticos se publicitaban y el anuncio de Knox prometía «una demostración completa sobre sujetos anatómicos» y presumía de tener más de cuatrocientos pupilos.
El primer asesinato de Burke y Hare fue de otro huésped que estaba enfermo y tardaba en morir, por lo que aceleraron el proceso con whisky y una almohada. A partir de ahí se inició una espiral donde invitaban a su casa a personas pobres o prostitutas que encontraban por la calle y cuyos cuerpos aparecían pocas horas después en sacos de té o barriles de arenques en la sala de disección del doctor Knox. Algunas personas que aparecían por la casa de huéspedes buscando a sus parientes desaparecidos compartían el mismo destino. Finalmente, una huésped denunció a Hare y Burke y fueron inmediatamente detenidos. En el juicio se le ofreció a Hare inmunidad si denunciaba a Burke, que parecía el más inteligente de los dos y por lo tanto el que había organizado la trama delictiva, pero la prensa y el público rugieron ante ese acuerdo. Finalmente Burke fue condenado a muerte y el juez añadió estas palabras:
Su sentencia será ejecutada de la forma habitual pero acompañada con el concomitante estatutario del castigo para el crimen de asesinato, es decir, que su cuerpo será públicamente diseccionado y anatomizado. Y confío que si es siempre habitual preservar los esqueletos, el suyo será preservado de manera que la posteridad mantenga el recuerdo de sus atroces crímenes.
Burke fue ahorcado el 28 de enero de 1829 y la disección de su cuerpo se realizó en el teatro anatómico del Old College de la Universidad al día siguiente. Durante la disección, el profesor Alexander Monro mojó su pluma en la sangre de Burke y escribió «esto está escrito con la sangre de Williamm Burke, que fue colgado en Edimburgo. La sangre se recogió de su cabeza». Tras la ejecución se permitió a los frenólogos examinar su cráneo para buscar señales de su naturaleza criminal. En la actualidad el esqueleto de Burke está colgado en el Museo de Anatomía de la Facultad de Medicina, y la sala de cirujanos conserva distintos frascos con sus restos, entre ellos su cerebro, y algunos objetos, en particular un pequeño cuaderno y una cartera para tarjetas de vista, supuestamente hechos con su piel.
Distintos países y distintos estados promulgaron legislación contra el robo de cadáveres en la primera mitad del siglo XIX. En plena Revolución Industrial, cuando la urbanización y la industrialización habían multiplicado el estrato de los pobres, algunos individuos llegaron a la conclusión de que les podían seguir explotando después de muertos. Los pobres se separaron en «capaces» e «impotentes», siendo calificados los primeros de vagos y los segundos de desgraciados merecedores de piedad y ayuda. Las casas de beneficencia intentaron ayudar a los pobres «que lo merecían» pero pronto se convirtieron en lugares insalubres con condiciones deplorables. No siempre era por casualidad: el filósofo Jeremy Benthan, padre del utilitarismo, dijo que estos asilos para pobres tenían que ser punitivos, diseñados para disuadir a la gente de buscar refugio y vivir a costa de los demás. Donar o vender sus cuerpos tras su muerte fue uno de esos argumentos disuasorios. Así, la Ley de Anatomía Warburton de 1832 autorizaba a que los cuerpos no reclamados de la gente que muriesen en instituciones pagadas con los impuestos del contribuyente como casas de beneficencia, hospitales para indigentes, manicomios y asilos de caridad fueran entregados a las facultades de medicina para su disección y conservación de sus esqueletos. Por cierto, por expreso deseo de Bentham, su esqueleto, totalmente vestido y con una cabeza de cera (la auténtica fue momificada), se expone en el University College de Londres, en cuya fundación había participado. Hasta la fecha, sentado en su vitrina, sigue «participando» en las reuniones del consejo académico.
Los historiadores y arqueólogos que estudian en la actualidad el tema de los resucitadores han encontrado acuerdos secretos entre las facultades de medicina y funcionarios municipales para conseguir cuerpos, el uso de un número muchísimo mayor de cadáveres de minorías que de blancos, féretros vacíos abiertos por un extremo, féretros con restos de varios cuerpos procedentes sin duda de una clase de anatomía y una nueva corriente social en la que era fundamental contar con un «funeral decente» y la mejor sepultura posible, algo que aún sigue siendo especialmente llamativo en minorías de menor nivel socioeconómico como los negros en Estados Unidos o los gitanos en España.
El robo de cadáveres y, en particular de cabezas y cráneos, sigue dándose en la actualidad, pero ya no se hace para su uso en las salas de disección. Ahora, la admiración, el fetichismo, los rituales satánicos, son algunas de las explicaciones que se dan cuando surge uno de estos escándalos. En julio de 2015 se descubrió que el cráneo del director de cine F.W. Murnau, autor de obras maestras como Nosferatu y Sunrise había desaparecido. Se encontraron restos de cera y las tumbas de alrededor estaban intactas, por lo que la policía piensa en algún tipo de ritual. No era un caso único, en otoño de 2014 se encontraron veintiún cráneos bajo un puente cercano a la ciudad india de Orissa usados para hacer magia negra. Es algo que ha sucedido a menudo con personalidades célebres. El cadáver de Mussolini fue robado y estuvo desaparecido varios años. Lo mismo ocurrió con los restos de María Callas, Eva Perón o el general Petain. También lo intentaron, poco después de morir, con el mismísimo Elvis Presley y a Charlie Chaplin apenas le dejaron descansar un par de meses después de su fallecimiento en la noche de Navidad de 1977, cuando contaba ochenta y ocho años. Su cadáver fue robado y se pidió un rescate de seiscientos mil dólares por su devolución.
Cuando en 1863 los restos de Beethoven fueron exhumados para ser trasladados alguien cortó dos piezas del cráneo, y mientras el resto de sus huesos recibía de nuevo sepultura, estos dos souvenirs fueron pasando de mano en mano y actualmente se encuentran en California. No es el único músico cuya cabeza ha causado pasiones: la de Haydn también fue robada poco después de su muerte. En 1898, el gobierno español pidió que los restos de Goya, que había muerto en Burdeos, fueran exhumados y trasladados a España. La sorpresa al abrir el féretro fue que el cráneo no estaba. El cónsul español mandó un telegrama a Madrid: «Esqueleto de Goya sin cabeza. Por favor enviar instrucciones». La respuesta fue rápida «Envíe a Goya, con cabeza o sin ella» y sus restos se enterraron en la ermita de San Antonio de la Florida, donde pintó algunas de sus magníficas obras. El cráneo de Goya nunca se ha encontrado.
Para leer más:
Davidson JM (2007) «’Resurrection Men’ in Dallas: The illegal use of black bodies as medical cadavers». Int J Historical Archaeol 11:193-220.
Dickey C (2015) «The skull robbers: how celebrity culture lost its head». The Guardian. Enlace
Killgrove K (2015) «How Grave Robbers And Medical Students Helped Dehumanize 19th Century Blacks And The Poor». Slate. Enlace
Nystrom K (2014) «The bioarchaeology of structural violence and dissection in the 19th-century U.S». American Anthropologist 116(4): 765-779.
Fantástico artículo. Me ha enganchado su lectura hasta el final, fascinándome su historia. La verdad es que son hechos atroces, pero ¿no pensáis que el avance de la medicina de estos últimos siglos se debe, en cierta parte, a hechos como estos?
Pues parte sí. Y también a la experimentación con animales. Incluso a las guerras (gran parte de lo que se ha aprendido respecto a prótesis, lucha contra las infecciones, etc.). Da que pensar lo retorcidos que resultan a veces los caminos del progreso.
Totalmente de acuerdo, Iván. Era fundamental para formar a los futuros médicos y a los futuros cirujanos. Cajal aprendió mucho de esta manera (haciendo disecciones) sobre el cuerpo humano al lado de su padre. Disponer de cadáveres para su estudio es uno de los factores que han mejorado o ralentizado el nivel sanitario a lo largo de los siglos. Saludo cordial
Respecto al tema del robo de partes de cadáveres de figuras históricas (particularmente sus penes) por fetichismo y estas cosas:
http://despuesnohaynada.blogspot.com.es/2014/05/el-tamano-no-importa.html
Me pregunto si J.K. Rowling se inspiró en William Burke para dar nombre a la tienda de magia negra de Harry Potter (Borgin and Burkes).
Pingback: Los resucitadores
Como inspiración, léase el cuento corto de Henry Kuttner «Las Ratas del Cementerio». Disponible aquí:
https://estoespurocuento.wordpress.com/2013/05/14/henry-kuttner-las-ratas-del-cementerio-cuento/
Las noticias de ultratumba siempre son bienvenidas. Así se lo cuento a mis alumnos después de visitar el cementerio de Ciudad Real: https://youtu.be/bK3FKuNe_HI
Otros por menos se han muerto: https://youtu.be/3Bp6MDSjrmQ
«…una nueva corriente social en la que era fundamental contar con un «funeral decente» y la mejor sepultura posible, algo que aún sigue siendo especialmente llamativo en minorías de menor nivel socioeconómico como los negros en Estados Unidos o los gitanos en España.»
En España hay entorno a un 2% de población perteneciente a la etnia gitana. Creo que aunque lo hayas escrito sin mala intención, sería más correcto hablar de una población con escasos recursos de forma genérica, y no concretar sobre una raza o pueblo… Entre otras cosas porque el porcentaje de parados en nuestro país anda entorno al 22 ó 23%.
Los funerales tal y como se dan en la actualidad son necesarios para intentar llevar de mejor manera la tristeza por la pérdida de un ser querido, por lo que no me parece tan llamativo mientras no se den situaciones de hambre extrema. Si por su nivel económico algunos dejasen de realizarlos, iba a dar igual el color, aquí los pobres los tenemos para todos los gustos por desgracia. Sé de bastantes gitanos con más dinero que yo, y no sé si incluso que usted.
Un saludo, y muy bueno tu artículo.
Buen artículo.
Pues muchas gracias
Es que no creo que sea característico de toda la población con menor poder socioeconómico, sino precisamente una pauta cultural de estas minorías en la que la inversión en el cementerio es sorprendentemente alta. He visto algunas sepulturas que son extremadamente llamativas y, sin duda, costosas. Tampoco sé si es generalizable, ni si es igual en todas las regiones, es tan solo una observación de algo que me parece curioso. Gracias por su comentario.