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Milena Busquets y Jenn Díaz: «La maternidad se ha convertido en la nueva religión»

Milena Busquets y Jenn Díaz para Jot Down 0

Conversamos con las escritoras Milena Busquets (Barcelona, 1972) y Jenn Díaz (Barcelona, 1988). Milena estudió en el Liceo Francés y se licenció en Arqueología en el University College de Londres. Trabajó durante muchos años en el mundo editorial antes de escribir su primera novela. Jenn comenzó a estudiar Filología hasta que su vida la quiso como escritora y desde entonces escribe. Nos citamos con ambas en la librería + Bernat para intentar desdramatizar la infancia, el sexo y especialmente el proceso creativo del escritor. 

Milena, en una entrevista que le realizaste a Ana María Matute la describes como una mujer fuerte, guapa, determinada, brillante y fuera de lo común. ¿Qué influencia ha tenido sobre ti como persona y/o como escritora?

La conocí desde que era niña. Es de las mujeres que estaban en mi casa desde que nací, o sea que la conocí muchísimo antes de leerla. Desde muy pequeña me di cuenta de que era excepcional. No hacía falta leerla para ver a la Matute. Era muy evidente. Realmente era una persona muy divertida. Y sí me marca, como me marcó Ana María Moix o como me marcó mi madre. Es una suerte tener cinco años a su lado, pero no te das cuenta hasta mucho más tarde.

Jenn, tú, sin haberla conocido, hablas de Ana María Matute como tu madre literaria. 

Ahora estaba pensando que realmente Milena ha estado al lado de las mujeres que yo he querido tener cerca. A la Matute estuve a punto de conocerla. Teníamos que hacer una entrevista juntas, un poco antes de fallecer, pero justo se había caído contra la máquina de escribir y tenía toda la cara morada. Perdí mi oportunidad. Y sí, yo siento realmente que es mi madre literaria pero no la he tocado, no la estrujé, y esa es mi espinita.

Milena: ¿Sí? Pues no es lo más importante. Lo más importante es haber leído a esta gente.

Jenn: No sé, esa sensación familiar que tengo no pude transmitírsela a ella. Después de que falleciera hicimos una charla sobre sus obras y todo el mundo la había conocido menos yo. Y yo estaba del lado de los que hablaban de ella. Una amiga y estudiosa suya, Mari Paz Ortuño, me contó que cuando ya estaba muy malita en la cama —que como era muy pequeña la llamaba «el barco»— tenía mi libro ahí. Me lo dijo y hubo un silencio. Yo casi me pongo a llorar. Porque claro, yo la cito tanto y hay tantas veces que la he sentido muy mía… Fue como reconciliarme un poco con esa espina que tenía clavada por no haberla conocido.

Milena: En el caso de los escritores yo me siento muy cercana a Proust y si pudiera estaría encantada de conocerlo y llevármelo a comer pero en el fondo me da exactamente igual. Aunque claro, tú estabas en la misma ciudad e igual por diez años no has podido conocerla mucho.

Jenn: Claro. Además dio un premio en la universidad y fui pero no me pude acercar porque ya estaba muy mal, ahí arrugadita en la silla. No sé, supongo que de todas las escritoras que yo he admirado era la única que estaba viva y la única a la que yo podía darle las gracias, por decirlo de alguna manera…

Cuando se murió le escribiste varias cartas.

Jenn: Sí, pero demasiado tarde.

Milena, ¿cómo fue tu infancia? ¿Por qué te sentías una outsider?

Una infancia feliz, muy protegida, bastante fácil. Una outsider… Creo que lo somos todos un poco. Son preguntas muy íntimas y máxime viniendo de personas que no conozco de nada. [Risas] El porqué de sentirme una outsider, si es que lo soy, está en mi libro. Me parece que para escribir no estás metido absolutamente ni en tu vida ni en la sociedad ni en nada. Para escribir tienes que estar un poco lejos. Si te pones a escribir es porque algo no funciona y porque no estás perfectamente cómodo en el mundo. Si no, te casas con el chico del club de tenis que conoces a los quince años, tienes tres niños, todo organizado y vives una vida muy fácil. No creo que se elija ser un outsider. Aunque igual para mucha gente no lo soy.

Dices que ya de pequeña te sentías así.

En mi infancia en el Liceo Francés, que era un colegio muy burgués y tal, pues sí. Yo era la única niña con padres separados, de izquierdas, que no estaba bautizada, que no había hecho la primera comunión y era muy pecosa, zurda. Era una persona rara. Pero claro, comparada con otros raros que he conocido después, no es nada. [Risas]. Sí, para escribir hay que estar un poco fuera. La gente que está cómoda en su ámbito no es la que dice lo que más me interesa.

Jenn, dices que tu infancia no fue idílica. ¿En qué sentido?

Mis abuelos lo fueron con cuarenta y pico años y yo era la reina de la casa. Además tardé diez años en tener un primo, y mis hermanos me llevan ocho y diez años así que siempre he tenido la sensación de tener una infancia feliz. ¿Pero qué pasa? Llega un momento en el que empiezas a analizar las decisiones de tus padres y, por ejemplo, algo que a mí me hacía tener una infancia feliz eran mis abuelos pero eso significaba que mis padres siempre me mandaban con ellos. Quiero decir que mis padres en su tiempo de ocio me expulsaban. Por lo tanto, mi yo adulto no lo acaba de entender como una infancia feliz.

Milena: Pero esto nos lo hacían a todos.

Jenn: A mis hermanos no. En mi familia las madres han sido esas madres sacrificadas que no hacían nada más, en cambio, mis padres me llevaban con mis abuelos. Mi madre venía de un matrimonio anterior y tenía dos hijos y creo que les faltó ese rato de ser novios y por eso me mandaban con ellos. Ahora que yo tengo una niña que no es mía, no la expulso de mi casa cuando a mí me apetece ser novia de Dani. Siento que no me gusta cómo lo hicieron. Mi padre tampoco era el padre de mis hermanos. El fin de semana los mandaban con su padre y yo me iba con mis abuelos. Vivían ellos dos. Y en vacaciones igual. Creo que si ahora yo tuviera una hija me la tendría que comer un poco con patatas porque he decidido tenerla. Mis padres, si querían ser novios, que no me hubieran tenido. Ya tenían unos hijos que iban y venían y ya está, como estoy yo ahora. Entonces, eso no me acaba de reconciliar ni con mi infancia ni con mis padres porque tengo la sensación de que me desatendieron. Todos mis recuerdos de ir en bicicleta, ir a la feria y las monerías me las han hecho mis abuelos.

Milena: Por lo menos te las han hecho.

Jenn: Sí. De hecho, mi hermana, al llevarse diez años conmigo, también ejerció ese papel maternal. ¿Que podría ser peor? Por supuesto. Me podría haber muerto de hambre. Pero aún así no me gusta, no es lo que yo querría para mi yo pequeño.

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Milena, dices que tu madre no era como las demás porque era editora, escritora y tenía muchos amigos intelectuales.

No era como las madres del Liceo Francés ni del mundo burgués de la calle donde vivíamos pero era muy normal para el medio en el que nací yo, donde todo el mundo escribía. He contado mil veces que llegaba Terenci Moix con unas bragas de satén, con el novio que tenía entonces, el actor Enric Majó. No era la madre convencional.

No viviste el movimiento de la Gauche Divine pero te fascina.

Me fascinaba y me fascina. El otro día una amigo me decía: «Perteneces mucho más a la generación de la que hablas, a la generación de tus padres, que a la tuya, a la que no perteneces en absoluto».

¿Te sientes identificada con ese comentario?

Yo no sé lo que significa mi generación. No sé quién se integra en este grupo y no sé lo que están haciendo. Y sí, me fascinaba mucho aquello pero también es lo que dice Jenn, el hecho de ser niñas un poco «dejadas de la mano de Dios», de alguna forma. El hecho de que yo estuviese con los mayores pero en un rincón sin que nos hicieran ningún caso. Les interesábamos muy poco porque éramos muy poco interesantes. Esto te permite observar y te permite crear tu mundo con mucha calma. Ahora los niños tienen clases de piano, de chino, de música y de no sé qué a todas horas. Yo no. Yo me aburría todo el día desde que llegaba del colegio hasta que me iba a dormir. Y sobre todo, podía hacer lo que me diera la gana dentro de la casa, y una de las cosas que me gustaba hacer era mirar a los mayores.

Aunque no eran exactamente la Gauche Divine. Mi madre perteneció al movimiento pero no completamente y mi padre en absoluto. Era una gente muy divertida, mucho más de lo que es ahora alguna gente del mundo editorial, creo yo, porque tampoco es que los trate mucho. Sí me gusta, era un grupo que se pasó de moda y yo lo reivindico absolutamente. Me parece una gente muy interesante porque no todos eran burgueses, pero los que lo eran se podían haber dedicado a hacer otras cosas e invirtieron el dinero en montar editoriales, hacer películas y crear cosas. Tienen mucho mérito y me gustaban mucho.

¿Qué es importante en la infancia?

Milena: Creo que lo fundamental es tener acceso fácil a los libros, y que después tus padres lean más o menos es secundario. El tener acceso a los libros, a viajar —al mundo— y que te quieran, con esas tres cosas ya eres indestructible.

Jenn: De hecho, yo no he tenido nada de lo demás, ni libros, ni viajar…

Milena: En cambio lo has tenido todo, el que te quieran es una herencia básica.

Jenn: Bueno, yo como no he tenido acceso a todo eso, lo único que he podido hacer ha sido empaparme de ello.

Milena: Igual no has tenido acceso a los doce años pero ahora cualquiera puede ir a París, no me digas que no has ido al Louvre.

Jenn: No, no me refiero a ese tipo de acceso, sino a toda esa gente. A mí no me queda más remedio que acceder a ellos por los libros y no me parece que me haya perdido nada… aunque tenga ciertas espinitas. Además, a lo mejor la Matute no me habría caído bien.

Milena: Tú le hubieses encantado, pero quizás a ti ella te hubiese parecido una mujer cansada y mayor.

Jenn: Excéntrica.

Por ejemplo, recuerdo haber leído toda la bibliografía de Martín Gaite y un día decir: «Bueno, a ver quién era esta mujer» y descubrir que llevaba diez años muerta. Aun así, creo que la he conocido muchísimo mejor. De hecho, a mí la gente que me ha leído me conoce muchísimo mejor que mi familia o mis amigos del colegio, por poner un ejemplo.

¿Tu familia te lee, Jenn?

No mucho. Mi hermana un poco. Mi padre se sienta, se lo lee y no me hace ningún comentario. A mi madre la tengo que convencer de que tiene que leer lo que he escrito porque hay muchas cosas que vienen de historietas que ella ha contado. El otro día estábamos comiendo y le dije: «Mamá, es que esto sale un poco en mi libro». La familia de mi madre es un poco novelística, tienen una historia dramática y horrible detrás. Cuando yo era pequeña nadie me la contaba: «Cuando seas mayor», me decían. Mi abuelo estuvo en la cárcel porque había matado a alguien y luego se suicidó.

Milena: ¡¿En serio?!

Jenn: De hecho, estoy escribiendo una serie para El Periódico que trata sobre la familia de mi madre.

Milena: ¿Y a quién mató?

Jenn: Mató a su cuñado, al marido de su hermana. La hermana de mi abuelo tenía cierta discapacidad intelectual, era como una niña pequeña. Tenía un toque, como se suele decir. Entonces, cuando tuvo un pretendiente, todos los hermanos le alertaron sobre ese hecho, en plan: «Si te la llevas, te la llevas». Pero luego, por lo visto, la maltrataba y le hacía la vida imposible. La hermana de mi abuelo aparecía en casa, en la casa de mi madre, meada, muerta de miedo, contándoselo todo. Y hubo un día en que el cuñado le dijo que quería hablar con él y que se fueran al terrado. Se tenían ganas. Mi abuelo fue con una navaja o no sé qué y le metió treinta y siete cuchilladas. Yo creo que le mató con la primera y siguió. Cuando haces una cosa así te debe hacer un clic la cabeza, y luego te vuelves completamente loco por lo que acabas de hacer. Es una historia que no hay que adornarla.

Milena: La verdad es que no, solo hay que escribirla bien. Es preciosa.

Jenn: Pues esa navaja él la metió en la lavadora, y mi madre durante muchos años cuando pasaba por la lavadora estaba acojonada. En Es un decir matan al padre y con la pistola pasa algo parecido, por eso le decía a mi madre que eso que ella me contaba sale un poco en mi novela. Entonces me dijo: «Ah, pues intento leerla y ya te diré».

Es curioso que ella no te lea para analizarlo.

Jenn: ¿Sabes qué pasa? Mi madre leyó mi primera novela, que no está publicada, y dijo: «Se mueren muchas madres». Era un pueblo cementerio tipo Pedro Páramo y sí se morían madres, pero también padres y niños, aunque ella solo veía a las madres. Como es un poco susceptible me parece que ha dicho: «Mira, por salud mental no me leo a esta niña», y no me lee.

Sin embargo a ti, Milena, tu madre sí que te animaba.

Milena: A mi madre le gustaba el blog y sí, siempre me animaba a escribir y a hacer cosas pero no sé qué hubiese opinado de También esto pasará. Yo a mi madre no la he leído, la he leído poquísimo, lo menos posible. Lo veo tan cercano que me resulta muy difícil, aunque sé que necesitaré leerla en algún momento.

Jenn: Pues igual ese es el punto que tiene mi madre.

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¿Te resulta difícil porque te hace daño o porque eres incapaz de entenderlo como un libro?

Milena: Porque es demasiado cercano. Algunas cosas las he leído por encima.

Y además no tiene tapujos.

Milena: Claro. Es muy valiente y es muy distinta a mí.

Pero parece que tú también has sido muy valiente y muy fiel a todo lo que sucedió.

Milena: Creo que sí o lo he intentado. Pero, cuando eres niña, leer historias que a lo mejor incluyen mujeres… Date cuenta de que cuando mi madre empezó a publicar yo era adolescente, me parece que todavía estaba en el Liceo. Después empecé a leerla pero era una sensación rarísima de casi estar viéndote a ti misma.

Jenn: Es lo mismo que les va a pasar a tus hijos con tu libros.

Milena: Sí. El mayor decía que iba a leer También esto pasará pero no lo ha hecho.

Jenn. ¿Cuántos años tiene?

Milena: Quince, casi dieciséis. Pero claro, un niño de dieciséis años está en otras cosas, no le interesa. Sé que algún día lo leerá, como yo sé que algún día leeré a mi madre en serio, pero tienen que pasar más años.

Con las lecturas tienes que ser un yo concreto en un momento concreto.

Milena: Es como con los hombres, tienen que llegar en el momento adecuado. Es una cuestión de timing absolutamente.

Decías, Jenn, que te resulta muy difícil hablar de ti en primera persona.

Sí. Tiendo a camuflarme mucho y creo que en parte es por esa sensación de que a mi alrededor hay gente susceptible.

Milena defiende la primera persona y tú, Jenn, la tercera.

Jenn: Yo también defiendo la primera persona, pero de un yo de ficción. Por ejemplo, en Mujer sin hijo hay muchas escenas que son imitaciones de mi madre. Como cuando entra en el baño mientras Rita se está duchando y se sienta a hablar, esa escena es muy de mi madre. Hay otras que no son tan bonitas, como por ejemplo esas amiguitas de la señora Albero. Pues mi madre también tiene amiguitas de estas. Y hay muchas escenas en las que muchos comportamientos del señor Albero son mi padre.

Y Rita Albero eres tú.

Jenn: Un poco.

¿La tercera persona es una excusa?

Jenn: Totalmente. La tercera persona no tiene necesariamente menos de mí que la primera y, de hecho, me da más libertad para colarme porque me aporta una distancia, es como un muro.

También te puede liberar el hecho de saber que tu madre no te va a leer.

Jenn: Mi hermana lo iba leyendo y me iba mandando escenas de «Esto, como lo lea mamá…».

Milena: Pero no puedes pensar en esto cuando escribes porque si no no escribes nada.

Jenn: Al estar camuflados los episodios personales tengo mi coartada porque puedo decir que Rita Albero no es nadie. Pero hablar de mí de una forma muy concreta… por ejemplo, para hacer esta historia de mi abuelo en El Periódico le he pedido permiso a mi madre, porque luego ya me estoy viendo que se publica y no me habla en un año.

La familia de mi padre es extremeña y la de mi madre es sevillana, entonces en mi casa se utilizan palabras que conforman un vocabulario un poco extraño. Yo llegaba al colegio diciendo: «¡Qué chinchorrero que eres!». Y me decían: «¿Qué es chinchorrero?» (Cotilla). Para mí es muy normal pero nadie me entendía.

Milena: Qué bonito.

Jenn: Ayer le dije a mi madre que en el artículo había puesto que esa tía de mi madre estaba «zoronga» y mi madre se enfadó: «¡Que yo no he dicho que está zoronga! ¡Que está viva! ¿Y si lo lee?». Y pensé: «¡Dios, para qué le pedí permiso!». Lo busqué y el zorongo es un baile típico andaluz.

Milena, en tu novela dices que «no hay amor más impúdico que el amor maternal contemporáneo». Creo que este concepto casa muy bien con el trabajo de Jenn. Es algo que realmente os interesa y que os cuestionáis.

A mí esto me molesta mucho. Pienso que la relación de la cual es más difícil hablar sin caer en clichés y sin ser cursis es la maternidad. Me parece que la maternidad se ha convertido en la nueva religión del momento.

Jenn: Sí, es como una vocación.

Milena: Los hijos ajenos no interesan a nadie, esa es la verdad.

Jenn, sin haber sido madre, en Mujer sin hijo describes el parto y el momento en el que el niño toca la piel de la madre de una forma en la que hasta al lector le duele.

Supongo que esto viene de haberme imaginado tantas veces ese momento y del hecho de estar reflexionando constantemente sobre la maternidad: como hija, como madrastra, sobre las ganas de ser madre… Desde la adolescencia tengo un instinto maternal enorme. Cuando lo escribí, pensé: «Cuando alguna madre lea esto, dirá «¿esta tía qué se inventa?»». Me imagino que será así pero no lo sé. Nuestra no maternidad nos hace inventarnos la posibilidad de recibir.

Fui tía con dieciséis años —mi hermana tenía veintiséis— y viví ese parto un poco como si fuera el mío, de una forma muy personal, porque siempre hemos dormido en la misma habitación y tenemos ese vínculo entre hermanas que es maternal y también de amigas. Es una relación que te sirve para todo.

Muy Rita Albero [el personaje protagonista de Mujer sin hijo].

Claro. En mis libros siempre sale alguna mujer que está cuidando de un niño que no es suyo porque eso es lo que me está pasando a mí y me tiene que salir por alguna parte. La maternidad, independientemente de la obra, acaba saliendo con más protagonismo o menos. En la siguiente, Mare i filla, que sale con Izaskun Arretxe en Ara Llibres, hay otra vez una mujer que lo hace.

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En Mujer sin hijo abordas la transformación que sufren tres mujeres debido a la maternidad. Una de ellas cuida a la hija de otra mujer. ¿Pensaste en algún momento que pasarías por esa experiencia?

No, pero tengo que decir que estoy haciendo exactamente lo que hizo mi padre: estar con una persona mayor que yo y que tiene hijos. En este caso mi madre tenía dos hijos y mi pareja tiene una hija, pero creo que mi actitud con esta hija es diferente a la que mi padre tuvo con mis hermanos. Mi padre no ejerció de padre suyo, y además creo que no lo necesitaron. Mi hermana puso mucha barrera: «Tú no eres mi padre y por lo tanto no tienes que hacerme de padre». Para mí mi hermana era mi referente, lo era todo, y ella odiaba a mi padre y hasta que tuve personalidad propia consideraba a mi padre el malo porque para mi hermana lo era. Cuando discutíamos me decía: «Eres como tu padre» y yo lloraba. Probablemente Mujer sin hijo es donde yo me he soltado un poco más.

¿Existe un paralelismo entre Tres mujeres de Sylvia Plath y Mujer sin hijo?

No, de hecho, Tres mujeres lo leí después. Son tres mujeres parturientas en diferentes situaciones de la maternidad. Aunque bueno, sobre Sylvia Plath escribí en Jot Down. ¿Sabes qué pasa? Hay una librera en Gijón que tuvo un niño que con cinco años murió de cáncer infantil, se llamaba Ariel. El nombre del niño de Mujer sin hijo es un pequeño homenaje a Ariel.

Milena, ¿te fue difícil crecer literariamente al lado de tu madre?

Fue difícil crecer, en todos los sentidos.

No es casualidad entonces que hayas escrito después de haber fallecido ella.

No, yo creo que no. Por un lado, mi madre es una fuente de felicidad, de inspiración, de alegría, de gracia y de momentos increíbles; por otro lado, es muy difícil porque era una tía dura, era una tía difícil. En el libro cuento solo una parte de la historia. Mucha gente que la conocía me ha dicho que he sido muy benévola y muy generosa. Seguro que en alguna novela futura habrá otro personaje materno, evidentemente no de esta manera, e igual sacaré otra parte de la historia. Y sí, fue muy difícil escribir al lado de una persona que escribe y en un mundo en el que no podías decir que tú también escribías porque  todo dios se hubiese echado a reír.

Jenn: No solo es que escribiera sino que además era editora, era juzgadora de textos. Porque no es lo mismo escribir y leer, que además trabajar con manuscritos. Yo en esas circunstancias creo que no hubiera escrito en mi vida.

Milena: Exacto. Y rodeada de aquella gente para los que siempre seré la niña pequeña. Aún hoy con cuarenta y tres años, con algunas personas, me sigo sintiendo la niña pequeña del rincón que no tiene ningún interés ni nada que decir.

Jenn: Tiene que cohibir muchísimo.

Milena: Es difícil, pero también es bueno porque quiere decir que si lo consigues es porque realmente quieres hacerlo.

Milena, has dicho que a veces te entraban ganas de llorar porque no salía lo que tú querías.

Sí. Muchas veces no consigues decir lo que quieres decir.

¿Qué es lo más difícil de escribir?

Todo es difícil, no hay ninguna parte fácil. Es un trabajo muy jodido, yo no sé cómo la gente lo hace tan alegremente.

Jenn: Yo sufro, no lo paso bien. Una vez fui a una charla con escritores y fue la primera vez que se habló del sufrimiento. Alejandro Palomas dijo que para escribir se pone la prótesis que le recetó el médico para jugar al tenis porque rechina los dientes. Fue terapéutico saber que esa gente sufre como yo, porque en general el discurso es benévolo.

Milena: Lo que dicen de la inspiración…

Jenn: Sí, toda esa mierda. A mí me horroriza escribir, solo me parece fabuloso cuando ya he acabado.

Milena: Y al mismo tiempo es aterrador.

Pero elegís escribir, ¿o no podéis evitarlo?

Jenn: Supongo que lo eliges cuando te parece que eres muy lista y que has escrito un novelón.

Milena: No, es que no tienes opción. Hace unos días se me ocurrió lo que creo que es la idea buena para el próximo libro. Y por un lado te da mucha alegría y «¡qué bien, qué contenta estoy!», pero por otro piensas en todo lo que tienes que trabajar y ni en broma. Ni de coña vuelvo a pasar ese calvario de construir un mundo entero para contar tres tontadas.

Jenn: A mí lo que me pasa es que escribo del tirón y luego empiezo a corregir. Con la corrección no puedo, es una cosa superior a mí. Pienso: «Que me lo corrija otro».

¿Las correcciones os las tomáis bien o no os gusta que se metan en vuestro trabajo?

Jenn: Yo sí.

Milena: Yo se lo pedí a Jorge Herralde y me dijo: «Esto es muy Milena, no podemos hacerlo». Por suerte había muy poca cosa.

Jenn: Mi escritura es un torrente. Me paso tres meses en los que no hago otra cosa y después quiero quitar esta frasecita, esta palabra que no sé qué…

¿Necesitáis que la novela esté un tiempo en el cajón antes de publicarla?

Milena: No.

Jenn: Yo creía que no, pero Es un decir la dejé tres años, no la iba a publicar, y creo que le hice un bien porque quité muchísimas cosas. No tengo dinero, entonces tengo que escribir una novela al año, así que no puedo permitírmelo.

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Milena debe estar en el lado contrario, ahora le ofrecerán mucho dinero para que, por favor, escriba. Tiene que ser una presión enorme tener que estar a la altura de También esto pasará.

[Ríe] La tercera será un poco peor y la cuarta igual será un poco mejor, no lo sé. En todo caso, nuestro trabajo es escribir el mejor libro que podamos al margen de lo que haya pasado o vaya a pasar porque eso nunca lo sabes. Que los libros se vendan a un país, a ninguno, que se haga la película… no es asunto mío.

Te han ofrecido hacer una adaptación cinematográfica. ¿Te involucrarías en la película si se hace, eligiendo a los actores, etc.?

Milena: Bueno, hay ofertas de productores aunque yo creo que es una película muy difícil de hacer. Si me dejasen sí, pero en principio no te dejan mucho.

Jenn: ¿Y en el guion?

Milena: En principio también, pero yo no sé escribir guiones, es un trabajo distinto al nuestro.

Jenn: Yo lo reviso y puedo opinar pero creo que sería incapaz de hacer un guion de algo que es mío.

Ana María Matute dijo: «Si en algún momento tropiezan con una historia, o con alguna de las criaturas que transmiten mis libros, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado». ¿Es difícil tratar hechos reales y que parezcan inventados o es más difícil que un hecho inventado parezca real?

Milena: Yo creo que ambas cosas son muy difíciles. En mi libro hay partes inventadas pero también hay cosas totalmente biográficas. Me costó tanto lo que inventé porque no me encajaba bien en la historia como lo que he vivido.

Jenn: Para mí también es muy difícil. Mujer sin hijo es la única en la que yo he ficcionado una realidad ambientándola en una distopía y me volvía loca porque me centraba en las mujeres y se me olvidaba recrear el ambiente. «Uy, que aquí están obligando a tener hijos, voy a crear un poco ese ambiente». A mí me resulta más fácil si hay una pequeña mezcla entre realidad y ficción.

Milena: Claro, tu corazón tiene que estar siempre ahí de la forma que sea.

¿Cuál es vuestra relación con los personajes?

Jenn: Yo mientras escribo estoy muy bien pero luego empiezan a darme vergüenza todos.

Milena: Sí, a mí me pasa lo mismo. No me releo las novelas ni me leo las entrevistas porque luego digo: «¡Serás estúpida!»  [Ríe]

Jenn, para ti hay escritoras clave en tu proceso de crecimiento literario como Clarice Lispector. ¿Qué significó para ti descubrir a esta autora? ¿Cuál fue el primer libro suyo que leíste?

Yo venía de una tradición muy española de «sota, caballo y rey». Leía a Ana María Matute, Martín Gaite, Delibes, etc. y Clarice Lispector me hizo salir de toda esa dimensión y meterme en medio del mar sin saber nadar. El primero que leí fue Un soplo de vida. Es una conversación entre autor y creación, y a mí, que en ese momento estaba escribiendo mi primera novela, me pareció que todo era muy relevante para mi aprendizaje. Estaba muy impresionada por cualquier cosa.

Normalmente, yo leía novelas en las que pasaba algo y había un desarrollo del personaje, de la situación y de lo que fuera, pero con Clarice Lispector me explotó un poco la cabeza porque no pasaba nada, no ibas hacia ninguna parte, no se acababa, no empezaba… Estabas flotando sobre reflexiones. Me impresionó muchísimo, es una de esas escritoras a las que por más que quieras imitar y hacer un intento por reflexionar de esa manera entre poética y filosófica, no te sale. Eso lo tienes o no lo tienes. Pero me ha ido muy bien leerla porque rompió completamente con el tipo de lectura que yo hacía y que sigo haciendo. Es otra cosa. Yo utilizo mucho una cita suya con la que me siento muy identificada: «Mi vida me quiere escritor y entonces escribo. No es una elección: es una íntima orden de batalla». Es de Un soplo de vida.

Milena: ¿Y es verdad, tan claro lo tienes?, porque es una suerte.

Jenn: Sí. Me he criado en una casa cero intelectual, en la que no había libros, y sigue sin haberlos, y he acabado escribiendo porque todo me conducía a eso. Yo había nadado toda la vida, hacía campeonatos e iba para profesora de educación física y he acabado escribiendo. Empecé Filología y me aburrí muchísimo en primero de carrera, pero para uno de los exámenes leí a Martín Gaite y entonces dejé Filología porque yo ya había abstraído mi piedra de ahí. A raíz de leerla a ella empecé a escribir. Tengo la sensación de que fue un poco como una llamada: escribes o nada. Ahora mismo tengo la sensación de que no podría dedicarme a otra cosa.

Milena, según tus palabras: «La frivolidad es un instrumento para manejar la vida». ¿Te sirves de la frivolidad también para escribir?

Por desgracia no, para las cosas importantes no sirve. La frivolidad sirve para manejarte ante los pequeños problemas de la vida cotidiana. Si a una amiga la ha dejado un novio pues yo creo que es mejor quedar con ella y hacerla reír que decirle que es una tragedia terrible. Sirve para sacar hierro a cosas que en el fondo no son muy graves pero para escribir no vale, escribir nunca es un juego.

Jenn: Más bien todo lo contrario.

Milena: Exacto.

Milena, has dicho que la frivolidad te viene de casa y que «hasta en un funeral puede haber algo muy cómico». ¿Esto es así?

En el caso del libro, Blanca está intentando huir de la muerte y del dolor, y la forma más evidente de huir de la muerte y sentirse vivo es no solo el sexo, sino la seducción. Pero también las relaciones, que pueden ser tanto la que se tiene con una amiga, con los hijos, con una misma mediante un baño en el mar Mediterráneo o incluso una copa de vino blanco. Lo que intenta durante toda la novela es no convertirse en un fantasma.

Jenn: En la última novela que he escrito la niña acude al funeral de su madre y escupe cuando pasa la monja con el cestillo. Lo hice precisamente porque en esas circunstancias lo que más rompe el ambiente son este tipo de cosas.

¿Y tú qué opinas de la frivolidad, Jenn?

Yo me lo tomo todo muy a pecho.

Milena: ¿En la vida real también?

Jenn: Sí y no. Creo que para mí el sentido del humor, no tanto la frivolidad, me sirve de barrera de protección. Cuando estoy nerviosa me río, o cuando estoy en una situación un poco tensa hago una broma, pero no creo que con frivolidad sino una broma casi con inocencia. Soy muy de darle vueltas a las cosas, de tomármelo todo muy en serio y de pasarlo fatal y así me salen los libros.

Jenn, dices que has vivido menos que la gente de tu edad pero que te has roto por dentro muchas más veces. ¿Escribes desde el dolor?

Sí. Lo que pasa es que no es «el dolor» que le duele a los demás. A mí me afectan cosas que parecen muy absurdas y por eso sufro mucho todo el tiempo. Yo salí de casa de mis padres a los dieciocho años, me fui a Bilbao y me di la hostia de mi vida. La hostia de mi vida significa que me fui a vivir con un loco y que volví con el rabo entre las piernas.

Milena: Pero a los dieciocho años nada es la hostia de tu vida, eres tan fuerte con esa edad…

Jenn: Salí un poco huyendo de mi casa y me encontré con un bipolar con trastorno de personalidad, violento y muy inteligente, además es que cuando estás dentro ni siquiera te das cuenta. Esto me ha partido en dos, y hace que sea la hostia de mi vida porque yo voy a procurar que no me suceda nada parecido otra vez.

Milena: Ojalá esta sea la hostia de tu vida, te lo deseo. Me extrañaría muchísimo.

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¿Cuál ha sido la tuya, Milena?

La muerte de mi madre, con diferencia. Siempre lo piensas y te preparas, pero no me lo imaginaba así. Pero la hostia de tu vida por un tío… por un tío no hay que llorar nunca.

Jenn: Es que no era un tío, era un enfermo.

Y respecto a tu primer libro, Hoy he conocido a alguien: ¿qué es el sexo para ti y qué papel desempeña en tu vida?

Es como yo qué sé… ¿Qué significa para ti dormir o comer? Yo creo que es muy importante, aunque depende de las personas. Tengo amigos que son más asexuales que otros pero creo que si no es lo más importante, es de lo más importante. No concibo el enamoramiento sin un deseo absoluto del otro, ni siquiera el amor. Pienso que el deseo físico es una cosa tan delicada que está latente permanentemente. Para mí el sexo, el físico, y el apreciar lo que hay en el mundo y la gente, que es lo que más me interesa, están muy cerca. Yo en esto soy muy infantil, no concibo ver algo que me gusta sin querer tocarlo.

Jenn: Pues yo prefiero dormir antes que el sexo. Tengo veintisiete años y no he tenido relaciones muy largas y aun así a mí el sexo me aburre un poco, me parece que solo lo disfrutaré cuando me quiera quedar embarazada, porque tendrá para mí una finalidad.

Milena: ¡Qué loca! Me encanta. Esto no lo dice nadie y que lo reivindiques está muy bien.

Jenn: Yo, si no lo tengo, no lo echo de menos. En mi caso el deseo y el placer nunca se traducen en sexo. Incluso pienso mucho más en la sensualidad, en un coqueteo… Por eso en mis novelas nunca hay sexo, y eso no significa que yo no disfrute o que no sienta placer, simplemente no es mi prioridad. En lo que para mí sería el día perfecto, puedo prescindir perfectamente.

Jenn, hay una frase en Mujer sin hijo en la que dices: «porque se ha dado cuenta de que en realidad lo que necesita no es un hombre, lo que necesita es un hijo». ¿Esto qué encierra?

Creo que la inmensa mayoría de las mujeres acaban con un hombre porque en realidad lo que quieren es un hijo. Inconscientemente, hay muchas mujeres que pasan el trámite de la vida en pareja porque en realidad lo que quieren es un hijo y por eso cuando nace, el hombre pasa a un nivel completamente secundario. De todas formas, eso para mí era una manera de dar un vuelco a Mujer sin hijo, que es un canto a la no maternidad y a la propia elección. Me pasa muchas veces el hecho de utilizar un mismo discurso todo el rato y cargármelo con la última frase en la que digo todo lo contrario.

Milena: Yo creo que es básico tener hijos, pero no sé si hasta el punto de que estemos con los hombres porque queremos tener hijos…

Jenn: No, no todo el mundo, pero creo que hay una generación muy amplia.

Milena, También esto pasará aporta luz sobre la crisis de la mediana edad, o al menos me la aporta a mí. ¿Eras consciente de ello cuando escribías o ni se te pasaba por la cabeza?

No. Odio tener cuarenta y tres años, preferiría tener veintisiete. [Risas]. A mí me parece horrible la mediana edad, la detesto. Estoy permanentemente horrorizada y creo que es una putada envejecer, una tragedia. Lo toleramos porque eso quiere decir que estamos vivos y porque la alternativa, que es estar muertos, es peor. O no, no lo sé.

Pero no te cambiarías por tu yo de los veinte años.

Sí, ahora mismo. [Risas]. Pero sin dudarlo ni un segundo, feliz de la vida.

¿No eras consciente de que estabas haciendo un relato que iba a servirles a los demás?

No. Creo que a alguna gente igual le sirve ver que a los cuarenta y tres puedes estar igual de perdido que a los veinte y tener una vida igual de caótica e inútil. Seguro que hay mucha gente de nuestra generación que se encuentra así porque somos mayores pero al mismo tiempo…

Tu novela también llega a la gente de veintitantos y treinta y tantos.

Y chicas más jóvenes se me han acercado. Pues me alegro de que sirva para esto porque es verdad que hay mucha gente que no tenemos resuelta la vida aunque tengamos cuarenta y tres años o los que sean. Seguramente sabe mucho más a dónde va Jenn que yo.

Y ahora, a cierta distancia del boom editorial que ha supuesto este libro, ¿podrías decirnos dónde intuyes tú que está la razón del éxito?

No tengo ni idea, me parece increíble. La verdad es que yo no entiendo el éxito pero lo mejor es no cuestionarlo mucho.

¿Cómo te afecta en tu vida privada y a la hora de enfrentarte a un nuevo proyecto?

Milena: En mi vida privada este éxito está basado en un fracaso estrepitoso, que es que el libro está escrito para una persona que no lo leerá nunca. Y sí, lo pueden leer miles de personas, pero bueno, no lo leerá quien yo quiero, por lo cual el éxito es muy relativo.

¿El compromiso limita la libertad?

Milena: El compromiso es lo opuesto a la libertad porque significa elegir, y elegir es siempre reducir la libertad.

Jenn: Descartar posibilidades.

Milena: De hecho, ser adulto es descartar posibilidades, que es lo que a mí más me cuesta, tal vez, de ser adulta. Me gusta que el horizonte esté abierto completamente.

Se suele decir que los periodos de crisis y recorte de libertades son más fructíferos a nivel creativo que los de bonanza económica y libertad política. ¿Es cierto?

Jenn: A mí me afectan las interiores. Por ejemplo, leyendo el libro de La maternitat d’Elna te das cuenta de que esas mujeres estaban pariendo mientras había una crisis brutal fuera. Lo que quiero decir es que a pesar de que haya una crisis externa si lo interior está sosegado, gana siempre.

Jenn, tú has hablado de Milena en varios artículos que conectan con tu interés por la figura de la madre. ¿También esto pasará es una novela donde se trasluzca el duelo?

Hombre, yo creo que la novela es totalmente un canto al duelo, pero además no es el duelo que yo probablemente escribiría. Mi duelo sería como revolcarme en la mierda y en el libro de Milena creo que hay un punto de luz que yo no tengo en mis novelas. Mi manera de enfocarlo sería mucho más dramática, dentro de que me parece que esa luz que ella introduce es dramática en sí porque procede de un conflicto interior.

Hay un equilibrio entre densidad y ligereza.

Jenn: Creo que ese es el acierto, te deja respirar un poco. A mí me resultó muy crudo cuando habla de la madre enferma y de lo complicada que es la relación con una madre enferma. De hecho, yo acabé mi novela al mismo tiempo, y en la mía, la hija, que también cuida a la madre, se pregunta si es una injusticia que de repente ese rol haya cambiado. La madre de Blanca está molesta porque Blanca no quiere dejar a sus hijos solos y esa lucha para mí es dramática, pero luego, al mezclarlo con esa cosa más o menos festiva de la seducción, te da un respiro y creo que eso es lo que hace que llegue a mucha más gente. Yo ya solo con el duelo me cargo a la mitad de la gente que no soporta la tristeza.

Milena: Pues no fue nada calculado.

Jenn: Es un canto a la vida y un duelo a la vez, y esa dualidad hace que nos guste a las personas a las que nos va el dramatismo [risas] y a la gente a la que le gusta que un libro no le deprima. Me creo que esa mezcla no sea premeditada, seguramente tiene más que ver con tu estado de ánimo al escribirla y ese es el acierto.

Milena Busquets y Jenn Díaz para Jot Down 5

¿Empezáis a escribir la novela con una estructura ya cerrada?

Jenn: Yo no.

Milena: Yo tenía el libro capítulo a capítulo, lo tenía clarísimo y muy estructurado.

Jenn: Pero dentro de que tenías un guion seguramente te fueron apareciendo cosas.

Milena: Bueno, aparecen cosas y desaparecen otras, pero fui bastante leal al guion. Tenía muy claro que estaba escribiendo un libro que tenía que funcionar como novela y como entretenimiento, no podía ser simplemente una terapia para hacerme bien a mí sino que también tenía que servir para entretener a los demás.

Querías entretener a pesar de que fuera tu duelo, tenías al público presente.

Milena: Sí, a pesar de que fuese una carta a mi madre. No sabía quién lo iba a leer pero sé muy bien lo que es una novela y su estructura, y también sabía que no quería escribir un diario. Tengo años y años de diarios y no se me ocurriría nunca publicarlos, son otra cosa.

Jenn: Yo lo diferencio mucho, mientras lo tengo es una novela y luego ya es un libro.

Milena: La literatura como terapia no sirve, supongo. ¿Estás de acuerdo?

Jenn: Sí, pero mi terapia es vendible.

Milena: A mí es que no me ha servido ni como terapia. Tengo la misma pena.

Dice Jenn, hablando de tu novela, que en la muerte de estas madres hay una rotura de la vida de los hijos. ¿Tú te has quedado rota?

Milena: Totalmente. Irremediablemente.

Jenn, en Es un decir Mariela quiere respuestas a la muerte de su padre. ¿Las respuestas tienen poder curativo?

Diría que no. Las respuestas son lo contrario al poder curativo. En el caso de Mariela, ella no iba a descansar hasta tener todas esas respuestas pero probablemente tampoco se quedará muy tranquila cuando las obtenga. Todo tiene sus pros y sus contras. Lo bueno es que ya tienes la respuesta pero después tienes que gestionarla porque es más que probable que no te guste lo que escuches.

Decía Sylvia Plath que su gran tragedia es haber nacido mujer. ¿Eso ya lo hemos superado en cuanto a las escritoras?

Milena: A mí me encanta ser mujer.

Jenn: A mí también, pero creo que es una putada serlo.

Milena: Yo en esto no soy tan política como tú. ¿De verdad sientes que es una putada? ¿Por qué?

Jenn: El hombre no ha tenido que saltar varios obstáculos para escribir.

¿Y tú sí, Jenn?

No hablo de mí, hablo de las generaciones anteriores a la mía. Antes, la mujer, para empezar, no tenía ni siquiera acceso a la alfabetización.

Milena: Pero una de las cosas que han podido hacer siempre las mujeres era escribir.

Jenn: Sí, pero publicando con un seudónimo de hombre.

Milena: Yo creo que en la escritura no es una desventaja ser una mujer, pero no lo sé.

Jenn: Hay muchísimas escritoras pero tú mírate un suplemento cultural, en las portadas hay hombres, los críticos son hombres, se reseña a hombres… Y no es que lo crea yo, es que Laura Freixas lleva la cuenta al día y es cierto que la mayoría son hombres.

¿Por qué yo he tenido éxito con el último libro? Primero porque es Lumen, y eso te da una categoría, y segundo porque yo soy la chica joven y mona que escribe sobre ruralidad. Me beneficio de eso, no tengo ningún problema en que me abra puertas. Si eso consigue que me vayan a leer pues mira aquí tengo mi cara, pero es una mierda que luego tengas que defenderte. El hombre no tiene esa necesidad, y por supuesto que mi generación está en una igualdad casi total, pero aun así creo que tenemos que saltar una serie de obstáculos.

Por ejemplo, yo al escribir sobre temas «femeninos», digamos, como pueden ser el ambiente doméstico, que siempre es como muy tradicional, muy familiar, muy de la casa… he tenido que responder mil veces a la pregunta de si escribo para mujeres.

¿Cuál es la respuesta?

Jenn: La próxima vez diré: claro que escribo para mujeres, porque los hombres están haciendo cosas más importantes que leerme a mí.

Milena: Me encanta, es buenísima.

Jenn: ¿Si tú escribes una novela de guerra es solo para soldados? Es absurdo.

Milena: Pues a mí esto no me lo han preguntado nunca, en cambio.

Jenn: Y en Yo Dona me adelgazaron en una foto, me cambiaron las piernas, las rodillas…

Milena: Es indignante esto.

Milena Busquets y Jenn Díaz para Jot Down 6

Milena, tú has dicho sobre «los hombres feos que se permiten juzgar el físico de las mujeres» que «solo puedes convertir a los demás en objeto si estás dispuesto a pasar la misma prueba tú mismo. En eso consiste (también) la igualdad».

Sí, claro.

Jenn: Recuerdo que un fotógrafo en una sesión de fotos me dijo: «Mírate las fotos, ¿te gustas? Es que este pelo no te queda muy bien, cuando crezcas ya te darás cuenta».

Milena: Me parece una grosería que además aún te genera más inseguridad.

Jenn: Y él era calvo.

¿Crees que a un hombre le habría dicho lo mismo?

Jenn: Por supuesto que no, a nadie le importa que un escritor sea feo ni que pose mal.

¿Cuál es el secreto para mantener una fuerte amistad con un hombre, Milena?

Yo de mis amigos me enamoro y de mis amigas también, después no sé cómo se mantiene esto. Es complicado, porque si te enamoras, hay un momento en el que te desenamoras.

¿Mantienes los amigos o se van perdiendo?

Milena: Tengo un par de amigas que hacen el favor de soportarme, pero es difícil, a la mayoría los pierdo.

Jenn: Yo es que soy muy irregular en mis relaciones amistosas porque no soy muy social, no estoy muy acostumbrada a tener grupos de amigos y a hacer cosas en comunidad, entonces los amigos no te perdonan ese tipo de aislamiento. Tengo una amiga que vive en Badajoz, que es del pueblo de mis abuelos, y es la única que yo puedo considerar amiga porque no importa el tiempo que pase sin vernos. Por lo general voy haciendo nuevas, las voy perdiendo, voy haciendo otras… No tengo esa fidelidad.

¿Un escritor tiene que ser un exhibicionista?

Milena: Una persona que piensa que una historia inventada por ella misma va a interesar a alguien externo a él y a sus familiares próximos, pues es un exhibicionista o es alguien que va bastante sobrado de alguna forma, porque si no, te callas.

Jenn: O simplemente la metes en un cajón y ya está.

Milena: Un escritor es alguien que piensa que su voz es lo bastante potente como para llegar a más personas de las que se sientan con él en la mesa, pero por otro lado, claro, es un gran inseguro.

¿Es el feedback del público es necesario?

Milena: No sé si es necesario pero es flipante en todo caso, porque escribes desde una soledad absoluta, yo al menos.

Pero para ti tiene interés lo que escribes, si no, no lo escribirías.

Jenn: Bueno, pero tiene interés y luego lo pierde. Mientras lo estoy escribiendo me parece que es algo que el mundo debe saber, y al momento creo que su interés es solo un producto de mi imaginación y luego me resulta algo muy personal como para mostrarlo.

Milena: Pero es algo que sabes, una intuición interior.

Jenn: Sí, porque sigues adelante y sabes que esa crisis se pasará y que después vas a volver a ser consciente de que tiene valor, entonces llega el momento en que un editor o un agente te da una respuesta positiva y luego los lectores . No es necesario pero ayuda muchísimo.

Milena: Yo publico para sentirme un poco menos sola, porque la sensación que tengo escribiendo es de soledad permanente.

¿Necesitáis el punto turbio que se asocia al creador?

Jenn: No, yo vivo muy tranquila, mi vida es muy pacífica y muy normal, sobre todo porque mi familia me devuelve a esa realidad.

¿Tienes un contexto que refuerce esa intelectualidad?

Jenn: No, y no lo necesito. Yo estoy en mi casa escribiendo en pijama y mientras lo hago no sé qué respuesta va a generar ese libro.

Pero sí sabes cómo han respondido los lectores anteriormente.

Jenn: Sí, pero tú estás teniendo dudas sobre ese libro concreto, no sobre todo lo demás que ya sabes que gusta, tu inseguridad es tuya. A ti te pueden decir lo maravillosa y guapísima que eres, que si tú no te sientes así… Yo hay días que me miro y me siento espectacular y días en que no sé por dónde cogerme. Pues con la novela es igual, hay días que te parece maravillosa y hay días que cuando un periodista te cita una parte te parece horrible.

¿Cuándo nos encontramos vuestra próxima novela y de qué va a ir?

Milena: No te lo puedo decir porque la idea la tengo desde la semana pasada. Tengo una imagen y sé quiénes son los dos personajes principales, pero me tengo que poner a trabajar todavía y es lo que decía antes, me da una pereza y un palo tremendos, es un sufrimiento volver a meterse en esto.

Jenn: Yo ahora en septiembre salgo con Mare i filla que trata sobre la convivencia entre cuatro mujeres que han perdido al único hombre que había —son la esposa, con las dos hijas y la hermana de él, que es soltera y vivía con la familia— y cómo cuando él se muere todo eso tiene que volver a encajar. Me fui a Chile el año pasado a ver a una amiga y cuando llegué, viví en casa de una chica que tenía una historia como la de mi abuelo, que no necesita adornos, así que esta es un poco la historia de esa mujer. Y es la primera vez que escribo en catalán, luego lo traduciré yo misma al castellano y estoy muy contenta, la verdad. Si fuera al revés me daría más respeto pero traducirla al castellano me apetece.

Recomendadnos un libro.

Milena: Yo recomendaría Anatomía de un instante, de Javier Cercas.

Jenn: Yo recomendará Lila, de Marylinne Robinson. Es muy tierno, me ha tocado.

Milena Busquets y Jenn Díaz para Jot Down 7

Fotografía: Jorge Quiñoa

Documentación: Loreto Igrexas

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46 Comentarios

  1. «Porque se ha dado cuenta de que en realidad lo que necesita no es un hombre, lo que necesita es un hijo».

    Esta frase, clara, concisa y concreta, resume el cuerpo entero de la entrevista, de su mensaje y del fondo de la cuestión. Entre otras cosas.

    Espero que tomen nota los varones progresistas, feministas, igualitarias y victimistas varios que se reúnen en torno a esta publicación para adorar al tótem.

    En esto ha desembocado la tan cacareada liberación sexual de los años 60 del s. XX: las mujeres han dejado de depender de su pareja para pasar a depender de todo lo demás (jefe, madre, hermana, amigas, etc.) y, especialmente, para proclamarse esclavas de sus hijos por encima de todas las cosas.

    Para este viaje no hacían falta tantas alforjas.

    • Brillante apunte. Todas las ideologías son mentira por tratar de llevar lo particular a la universal. La corrupción del Feminismo me recuerda a la del significado de la palabra Solidaridad. Las pasiones de servidumbre se solapan y confunden unas a otras pero siempre están ahí.

      Acerca de una de las pocas ideas universales y atemporales : «La libertad de cada uno necesariamente asume la libertad de todos, y la libertad de todos no llegará a ser posible sin la libertad de cada uno… No hay libertad real sin igualdad, no sólo de derechos SINO EN LA REALIDAD. Libertad en igualdad, ahí está la justicia».

  2. No sé, leyendo esta entrevista aunque me generen cierta simpatía no me despierta ningún interés leer algún libro de alguna de ellas. Vamos, ni un artículo siquiera, lo siento. Que les vaya bien, tengan éxito y sean felices.

  3. Saulo, tienes razón. Tengo una amiga que proclama: dejaré de dar de mamar cuando el bebé quiera. En resumen: esclavitud.

    • poquetacosa

      «Jenn, sin haber sido madre, en Mujer sin hijo describes el parto y el momento en el que el niño toca la piel de la madre de una forma en la que hasta al lector le duele.»

      No me queda claro si esto es simple pelotilleo del entrevistador o una elegante muestra de mala leche por parte del entrevistador. Sospecho que es lo primero pero me encantaría que fuera lo segundo.

  4. No como tú que por lo visto no dependes de nadie. Es lo que tiene chupar de la teta, que al final terminas creyendo que los calzoncillos se lavan solos.

  5. Estupenda entrevista y entrevistadas. Solo he leído un libro de cada una y me parecen, ambos, de lo mejor que se ha escrito en este país en los últimos años.

  6. Edgardo de G

    Estoy con Jacob.

    Qué pereza dan estas dos ciudadanas (un poco menos Busquets, pero sólo un poco menos). Sus opiniones extra-literarias son ademas de una simpleza alarmante. Me dijo un amigo que leyera a Jenn Díaz porque me iba a sorprender. No le he hecho caso hasta ahora, pero después de leerle cosas como «hay muchísimas escritoras pero tú mírate un suplemento cultural, en las portadas hay hombres, los críticos son hombres, se reseña a hombres… Y no es que lo crea yo, es que Laura Freixas lleva la cuenta al día y es cierto que la mayoría son hombres». Y esto lo dice una chica nacida en 1988… Pues no sé en qué planeta vive, porque jamás he visto en mi entorno profesional (y soy algo mayor, del 81) preferencias machistas. Que en los nacidos en los 30, 40 y 50s haya más hombres que mujeres es radicalmente lógico porque entonces SÍ había machismo. Pero hoy… Y Busquets parece aceptar semejante tontería.

    Habiendo tanto por leer de Balzac, Chesterton, Galdós, Nemirovsky, Gogol, F. O’Connor, Zweig, Cunqueiro, Reza, DeLillo… creo que voy a pasar de leer a estas dos escritoras.

    • Edgardo, si no ves preferencias machistas en todos los ámbitos es que vas por la vida con los ojos cerrados, lo siento. Porque SÍ las sigue habiendo.

      • Si ves preferencias machistas en todas partes, es porque las traes contigo. Pretendiendo convertir todo lo que ves en preferencias machistas, lo que consigues es frivolizar el machismo real y convertirlo en algo folclórico.

      • En una entrevista de Jotdown a un editor, éste dijo que la mayoría de obras las enviaban hombres, mientras que la mayoría de peticiones de trabajo eran de mujeres. Si hay muchos más hombres que mujeres enviando su obra es normal que se publiquen más hombres que mujeres y que entre las mejores obras sean mayoritariamente de hombres. Es pura y simple probabilidad.

      • Edgardo de G

        Se lo acabo de comentar a mi mujer (1983). Me dice que jamás ha notado machismo en su trabajo, ni en ningún otro ámbito de su vida salvo a lo mejor algún profesor de la universidad ya de cierta edad. Hemos llegado a la conclusión de que tuvo como poco cincuenta profesores en la facultad de económicas. Más de 40 eran hombres. Tampoco me parece que el porcentaje sea significativo. Digo desde aquí que el machismo en los españoles menores de 50 años es absolutamente residual en trabajos de alto valor añadido, confirmado por mi propia experiencia y la de mi mujer, que sumamos entre los dos 17 años de trabajo.

  7. «Si no, te casas con el chico del club de tenis que conoces a los quince años, tienes tres niños, todo organizado y vives una vida muy fácil». Después de leer esta frase, debo reconocer que se me quitaron las ganas de seguir con la entrevista. Me interesa más Jenn, aunque, hablando de ambas, diría que no acabo de entrar en su «universo», esa manera de entender las relaciones de pareja, tan «cotidiana», eso de «romperse por dentro», remite a un tipo de persona con un alto concepto de sí misma que piensa en lo que le ocurre en términos algo grandilocuentes. Vale, uno tiene su vida que es lo más importante, pero ni siquiera la vida es tan importante. Lo fundamental en un escritor es desdramatizar, si no se hace con fundamento, uno se convierte en un panoli o acaba siendo gilipollas del todo. De otro lado, confieso que nunca he sentido interés por la vida personal de los escritores, casi prefiero no conocerlos, salvo que me interese especialmente su obra, lo que no es el caso.

    • Y ojito al «zas en toda la boca» que le ha dado Milena a Jenn con lo de «¿Y tú sí, Jenn?» tras decir que el hombre no ha tenido que saltar obstáculos para escribir.

    • No podría haberlo expresado mejor.

  8. Le Progressier

    Crear vida es incuestionablemente bueno.

    • Eso de «crear vida» me da mucha gracia. La maternidad no es «crear vida» sino crear muerte, que es lo único definitivo en este mundo. Dar a luz a alguien es siempre condenarlo a muerte.

  9. Molt bé l’entrevista, m’ha agradat. No he llegit els llibres de la Jenn, ho faré. Milena; què dir-te. Tens el do d’escriure, aprofita’l. Llegir-te és com beure un glop d’aigua ben fresca un dia de calor; passa molt bé, entra molt endins, i et deixa en pau. Trobo que ets una experta trasmeten sentiments, segueix així. Els articles del PAis, millorables, ho pots fer molt millor… i ho saps oi? Felicitats guapes.

  10. ¿Las fotos qué las ha hecho, el enemigo?

  11. Crear vida es una irresponsabilidad como la copa de un pino; qué hostias les váis a ofrecer, ¿hostias? Porque aparte de la «fe» en el futuro mucho me temo que laevidencia científica (la «pura» y la «social», con perdón) no ofrece esperanza. Independientemente de ello, vaya par de pijas. Nada suyo he leído y mucho me queda por leer, así que para mí son pura irrelevancia.

    • Es lo que pasa cuando uno vive en los mundos de Yupi y en su toma de decisiones prevalece el egoísmo antes que la compasión y la racionalidad. No se las puede culpar por eso, desde luego.

  12. Me encantan las mujeres que no quieren tener hijos , suelen ser mas interesantes , amenas y sexuales

  13. La izquierda exquisita cabalga de nuevo? Las leo y me da la risa floja, dos burguesas cursis que no saben lo que es tener que partir de 0. Todo lo que nos ha costado llegar a algo a las mujeres y con gente como estas volvemos a la cocina (ellas no claro, porque son estupendas, ellas irian al club de tenis)

  14. Preciosa

    Pues a mi me han caido simpaticas, aunque no estoy de acuerdo en casi nada de lo que dicen, me parece que son sinceras y precisamente que sean tan distintas a mi me parece divertido. Igual me animo a leerles algo a ver que tal…

  15. Buena entrevista, te ahorra un buen puñado de libros

  16. Me entra un poco de vergüenza ajena cuando leo a chicas de hoy en día mirándose el ombligo y contándonos lo dinámicas que son.Pero siempre nos quedarán grandes escritoras como Belén Gopegui

  17. Petrarca is back

    Estas chicas cultivan una micro sensibilidad F (por contraposición a M) basada en arquetipos: masculino, femenino.. ¿Qué sería un hombre? Un bípedo con un colgajo y nombre terminado en «o». ¿Y una mujer? EscritOr vs escritorA, Pues muy bien. Por lo demás, cultivar esa escritura desde la sensibilidad/intimidad supuesta femenina, tendrá su público. Algo así como si un escritOrO se dedicara a intentar escribir con la sensibilidad de un camiOnerO. Ojo, que ahi hay mundo interior..

  18. Croquetiforme

    En un momento de la entrevista se cuenta la historia de una persona que asesina a su cuñado con 37 cuchilladas porque maltrataba a su hermana discapacitada. Esa persona va a la cárcel. Más tarde se suicida.

    Milena Busquet indica en ese momento que la historia ES PRECIOSA.

    Estoy leyendo en bucle ese maravilloso instante de comedia involuntaria.

    • Federico Martínez

      Me has dado una idea con lo del bucle. Y podría haber sido peor (o mejor, según lo mires), podría haber dicho que la historia es guay. Es lo que pasa con esta chica, la Milena, que no acaba de soltarse (aunque lo de «outsider» y lo del chico del club de tenis está muy bien). En petit comité, cuando tenga las defensas bajas, debe de ser escacharrante.

  19. karabatic

    Suele decirse que si tienes un hijo se acabo el sexo en la pareja , la mujer pierde lass pocas ganas que tenia y el hombre la ve con ojos menos sensuales , por no hablar que un crio por casa baja mucho la libido , pues imaginaros esta que ya no le gusta el sexo antes .

    • Interruptus

      Pues sí. A mi me entristece mucho que una chica de 27 años diga que el sexo le aburre un poco, que cree que solo lo disfrutará cuando quiera quedarse embarazada, porque entonces tendrá para ella una finalidad… me parece un argumento tan anticuado, incluso algo machista (no me peguéis) que me choca cuando luego denuncia la desigualdad hombre-mujer. No sé, me parece que no tiene demasiado claro el asunto. Pero bueno, si le va bien y es feliz, que le Jenn! :D

  20. Federico Martínez

    Me he leído la entrevista entera, y he tomado notas para comentar, pero cuando llevaba más de diez lo he dejado. Sólo se me ocurre decir: ¡¡¡SOCORROOOOO!!!

  21. Es impresionante los comentarios que niegan la desigualdad de condiciones entre mujer/hombre. Puede que la brecha sea más chica en los países desarrollados pero en el resto del mundo no, y es algo que afecta a muchas.
    A mí si me dieron ganas de leerlas.

    • Negar la desigualdad es estar un poco ciego. Ver una oposición hombre-mujer en cada ámbito de la vida es llevar anteojeras como los burros, y distraerse de la realidad y del verdadero opresor.
      Pero bueno, me alegro que te gusten. A mí se me ocurren cientos de gigantes (y gigantas) de la literatura que todavía no he leído, y nuestro tiempo es limitado.

    • karamazov

      Tienes razón Rita, encima hay que oír que de forma «residual» en las generaciones jóvenes y en los trabajos de «alto valor añadido». No se puede ser más clasista y más snob.

  22. Pues yo desde luego tampoco me siento identificado con ninguna de las dos, es más, me siento bastante alejado de ellas, difícil que me asome a uno de sus libros. Eso de Jenn que dice que prefiere dormir al sexo, que ella siente placer y tal…en fin, creo que no tiene ni idea de lo que es un orgasmo en condiciones. Que explore su sexualidad porque se está perdiendo algo muy grande, y el problema es que si no encuentras un hombre que case con su visión, que se olvide de parejas fieles.
    Por otro lado Milena, lo de que la historia del apuñalamiento es preciosa. Cágate lorito. Y lo de que por un tío no hay que llorar nunca, me parece de un simplismo y de una falta de capacidad de entrega apabullante. Yo si estoy enamorado me entrego, y si esa mujer me hace daño lloro, me desgarro por dentro…no se porqué hay que dar esa imagen y ser despectivo con el hombre. Me parece un cliché muy antiguo.
    Al final la sensación de las dos es eso, que tienen un poco amortiguados los sentimientos, no se si son miedos, barreras, prejuicios o todo a la vez. Pero bueno, que cada uno es como es…yo simplemente no caso con ellas.

  23. Más allá de la interesante entrevista, os recomiendo el libro de Milena Busquets, «También esto pasará». Es una bonita elegía, ligera y llena de matices, aderezada con toques de amistad, amores y ensoñaciones. Ni cínica ni cruel, o sólo en sus dosis recomendadas.

  24. Yo me quedo con lo más gráfico entre tanto texto: la foto final, en la que salen dos mujeres que posan y no posan. Me gustan sus pies, esa forma de dejarlos estar, pies en la foto que no necesitan pie de foto.

  25. Estoy flipando leyendo los comentarios. ¿Qué si no hay machismo? Nada masque leer a la mayoría para corroborarlo. Ni os planteáis hacer un esfuerzo de reflexión sino que a la mínima saltais a la defensiva.Ni un mínimo de empatía. Es para echarse a llorar

  26. Pingback: Belfondo, de Jenn Díaz – Reportera literaria

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