Felipe Reyes alza el trofeo al aire, entre el confeti y la algarabía que invade el Palacio de los Deportes de Madrid. Así culminan tres años luchando por ser los mejores y termina una espera de veinte años para un club que ganó siete Copas de Europa de baloncesto hasta 1980 y desde entonces solo ha levantado dos. Por supuesto, es un éxito tremendo del Real Madrid: de su director deportivo, Alberto Herreros; de su entrenador, Pablo Laso, y de todos los jugadores: los más veteranos como Llull y el propio Reyes, los que llevan suficiente tiempo como para haber vivido de primera mano esa montaña rusa que es siempre la sección de baloncesto de un club de fútbol —Sergio Rodríguez, Rudy Fernández, Jaycee Carroll, Marcus Slaughter— y sobre todo es un éxito de los recién llegados, los que despertaron las primeras críticas por su bajo rendimiento olvidando que no se les había fichado para jugar bien contra el Fuenlabrada sino contra el Olympiakos en una final: los KC Rivers, Maciulis, Ayón o, sobre todo, Andrés Nocioni.
Pero es también, irónicamente, el éxito de un colegio madrileño. Un colegio en el que, cuenta la narrativa, se odia a muerte al Real Madrid. Felipe Reyes levanta el trofeo como capitán madridista, sí, pero lo hace también como exalumno del Ramiro de Maeztu. También Sergio Rodríguez cursó estudios en dicho colegio aunque fuera fugazmente, a su llegada de Tenerife. Incluso el padre de Sergio dio clases como profesor. No es una excepción a ninguna regla: en seis de las nueve Copas de Europa del Real Madrid de baloncesto han participado no ya jugadores criados en Estudiantes sino directamente alumnos del Ramiro.
No sé si habrá algún colegio en Serbia o en Croacia que pueda presentar un palmarés semejante. Quizá el que tuvo a Zeljko Obradovic como alumno. El trasvase de jugadores entre el Ramiro y el Madrid viene de lejos, por supuesto, sesenta años ya casi del fichaje de Antonio Díaz Miguel por el club de Raimundo Saporta, pero conviene pararse en la importancia que muchos de ellos tuvieron en el club blanco. Una importancia decisiva.
Empecemos por los hermanos Ramos. José Ramón, el mayor, le ganó a Ferrándiz con el Estudiantes la Copa de 1963 y a los tres años ya estaba vistiendo de blanco. Jugador exterior de posición indefinida, no como ahora que cada uno vive en su compartimiento estanco, José Ramón Ramos llegó a un club que, liderado por Luyk y Emiliano, ya había ganado las Copas de Europa de 1964 y 1965. Eran años de dominio soviético, primero del ASK de Riga y posteriormente del TSKA de Moscú, el equipo del ejército rojo que basaba su éxito en reclutar a todo aquel que destacara en cualquier lugar de la URSS.
José Ramón era un tío muy del Ramiro, y de hecho volvería a Estudiantes cuando sus condiciones físicas no le dieron para competir al más alto nivel en el Real Madrid. Junto a Brabender y posteriormente Aiken, ganó las Copas de Europa de 1967, ante el Olimpia de Milán, y de 1968, contra el Spartak de Brno, exponente del por entonces muy pujante baloncesto checoslovaco.
Aquel 1968 llegó otro chico del Ramiro al Bernabéu. Se trataba de Vicente Ramos, hermano pequeño de José Ramón. Vicente era otro purasangre del Ramiro, miembro insigne de la llamada «Claque» —lo que tiempo después y con otros usos se vino a llamar «Demencia»— y un enfebrecido aficionado del Estudiantes. Compañero de clase y de equipo de Aíto García Reneses durante años y años, solo dio el salto al eterno rival cuando vio que las aspiraciones de los colegiales se le quedaban pequeñas. Vicente había sido clave en la liga que perdió el Madrid en 1967 al caer en el último partido en La Nevera ante Estudiantes. No tan clave como Emilio Segura, pero esa sería otra historia.
Ferrándiz, obsesionado hasta entonces con Juan Martínez Arroyo y ante las constantes negativas del internacional español, decidió fichar a Vicente, también olímpico aquel año en México, y el impacto fue inmediato: sucedió a Lolo Sainz como base del equipo y formó a lo largo de los setenta una tripleta de lujo junto a Carmelo Cabrera y Juan Antonio Corbalán, fijos para el ya seleccionador Díaz Miguel y herederos del legado del gran Nino Buscató.
Sin su hermano José Ramón, ya de vuelta en el Ramiro, Vicente ganó las Copas de Europa de 1974 y 1978, aunque de ambas guarda un mal recuerdo: en la primera, ante el mítico Varese de Dino Meneghin, en Nantes, se rompió un diente justo en el entrenamiento anterior a la final. El dolor era inmenso y aunque no se lo dijo a nadie para que no le dejaran sin jugar, lo cierto es que rindió a un nivel bajísimo y apenas disputó minutos en la cancha, dejando para el jovencísimo Corbalán los honores de consagrarse como héroe de aquella final en los últimos segundos.
La segunda fue aún peor: era aquel su último año como jugador y el rival, de nuevo, el Varese —los italianos jugaron hasta diez finales seguidas, coincidiendo en cuatro de ellas con el Madrid, de hecho el pique entre ambos equipos se va aún más atrás, con la famosa autocanasta de Alocén, y un poco más adelante, con los tres tiros libres fallados por Luis Mari Prada en 1979—. Ni Ramos ni Luyk jugaron un minuto aquel día pero las genialidades de Cabrera y la solvencia de Walter, Brabender y Rullán hicieron el resto: la séptima Copa de Europa para el Real Madrid, la cuarta con alumnos del Ramiro en sus filas.
A partir de aquí, la cosa se detiene un poco. Bastante, diría.
De Fernando Martín a José Miguel Antúnez
En 1980, el Real Madrid consigue su séptima Copa de Europa, en Berlín, ante el Maccabi de Berkowitz y Aroesti. Es toda una sorpresa porque el equipo está en plena transformación: Llorente ha ocupado el lugar de Cabrera en la plantilla después de un año descomunal en el Tempus, filial blanco de aquella época; Iturriaga empezaba a tomar responsabilidades ofensivas y Romay acompañaba a Rullán en la pintura, junto al irregular Randy Meister. Aquel fue el último año de Walter Sczerbiak y Wayne Brabender empezaba a pedir ayuda desde el perímetro a sus treinta y pico años.
Justo esa temporada entraba en el equipo junior de Estudiantes un chico salido del colegio San José del Parque llamado Fernando Martín. La vinculación de Martín con Estudiantes fue corta pero intensa: solo jugó una temporada en el equipo del Ramiro y lo llevó de la nada al subcampeonato de liga junto a Vicente Gil, Alfonso del Corral, Slab Jones y Charly López Rodríguez. Después de esa única temporada, fichó por el Real Madrid, cobrando un auténtico dineral.
Sin embargo, no podemos incluir a Fernando Martín como alumno del Ramiro pues nunca lo fue, y en cualquier caso, lo más cerca que quedó de ganar una Copa de Europa fue la final de 1985 que su equipo perdió contra la Cibona de Petrovic. De hecho, hubo que esperar quince años para que el Madrid volviera a dominar Europa y consiguiera su octavo entorchado: fue en 1995, en Zaragoza, contra el Olympiakos. De aquel equipo y de aquella Final Four todo el mundo recuerda a Arvydas Sabonis y Joe Arlauckas. Es lógico porque era una pareja interior descomunal, dos jugadores muy distintos que compenetrados ganaron todo con el Madrid. Sin embargo, es justo recordar al «tercer hombre» de aquellos días en Zaragoza: José Miguel Antúnez.
Antúnez jugó dos de los mejores partidos de su vida en el momento indicado —el año anterior, contra el Limoges, había pasado justo lo contrario— y fue la pieza exterior clave en la que apoyarse cuando las ayudas llovían sobre los interiores. José Miguel no solo fue al Ramiro sino que fue uno de los cinco hermanos Antúnez en hacerlo. Jugó en Estudiantes desde la categoría de minibasket hasta la profesional, el único en pasar por todos los equipos de cantera junto a Gonzalo Martínez y Nacho Azofra.
La marcha de Antúnez al Real Madrid había tenido lugar en 1991, cuando el Estudiantes decidió no renovar su contrato y aceptar gustoso la indemnización por derechos de formación que el Madrid tenía que pagarle, unos cien millones de pesetas, una barbaridad para la época. La afición estudiantil no se lo tomó a bien, precisamente: por fin su equipo competía de tú a tú con el Madrid y la chequera les arrebataba de nuevo a uno de sus puntales.
Tampoco pareció sentar bien entre sus compañeros. Cuando el Estudiantes, sin Antúnez, se proclamó campeón de la Copa del Rey de 1992, Alberto Herreros, buque insignia de aquel equipo, dedicó el título «a los que se han ido a ganar trofeos», en clara alusión a su excompañero. Cosas del destino, Alberto se fue a ganar trofeos solo cuatro años más tarde, en 1996, y aquel fue probablemente el momento culminante de la rivalidad entre los dos grandes equipos de la capital, con episodios realmente lamentables, propios de un culebrón de serie B.
Herreros, al igual que Martín, era un producto ajeno al Ramiro. En concreto había estudiado en el Menesianos, y, al igual que Martín, se quedó sin saborear la Copa de Europa, ya llamada Euroliga. No jugó nunca una Final Four y su palmarés en los nueve años que estuvo en el Madrid se limitó a dos ligas, una recopa y un triple maravilloso en Vitoria para acabar su carrera por todo lo alto.
En aquel equipo de 2005, por cierto, ya estaba Felipe Reyes.
Felipe, el «Chacho» y la revolución de Pablo Laso
Felipe Reyes es otro miembro de una extensa familia ramireña: fue al instituto de la calle Serrano como habían ido sus hermanos, incluido Alfonso, otro jugador de Estudiantes que pasó al Real Madrid en los últimos años de su carrera. El traspaso de Felipe tuvo varios capítulos: se anunció en 2001, se anunció en 2003… y se ejecutó definitivamente en 2004, cuando Estudiantes se vio incapaz de pagar la cuantiosa renovación que había firmado con el jugador y decidió aceptar los casi dos millones de euros de traspaso que ofrecía el Real Madrid.
Felipe ya era una estrella cuando llegó al club blanco. Un jugador descomunal que aunaba garra en el rebote y en la defensa con una movilidad impresionante en ataque, buen tiro de cuatro metros y mucha facilidad para sacar faltas en penetración. Esta progresión quedó algo estancada cuando Maljkovic, Plaza y sus sucesores le encasillaron en el rol que ocupaba en la selección española: pívot fajador encargado de coger rebotes de manera compulsiva. Cuando tienes a los hermanos Gasol delante, quizá no te quede más remedio que asumir ese rol, pero en el Madrid seguro que se le podría haber dado más libertad.
Felipe fue el infiltrado del Ramiro en el Madrid durante muchos años, hasta el punto de llegar a convertirse en capitán del equipo, pero su palmarés, de nuevo, no estuvo a la altura de su calidad: dos ligas y una copa ULEB hasta la llegada de Pablo Laso al banquillo. Ahí, todo cambió: con Laso de entrenador, el Madrid ha ganado una liga, dos copas y una Euroliga que compensa las dos perdidas in extremis en los años anteriores.
El papel de Felipe ha sido decisivo hasta el punto de ser elegido para formar parte del mejor quinteto de la Euroliga, rozando el MVP a sus casi treinta y cinco años.
Sin embargo, la marca diferencial del equipo de Laso, el hombre que cambió el club de arriba abajo y que es el más querido por los aficionados es sin duda Sergio Rodríguez, MVP de la Euroliga en 2014. «El Chacho», tinerfeño, pasó por el Club Siglo XXI antes de firmar por Estudiantes, venirse a Madrid y, como decíamos al principio, estudiar en el Ramiro. No sé si considerarlo un producto del Ramiro como lo fueron los Ramos, los Reyes o los Antúnez, pero al menos estuvo matriculado un año, así que cuenta para la lista.
Con el triunfo en mayo, el Madrid lograba su novena Copa de Europa, sí, pero el Ramiro, o los estudiantes del Ramiro, que es lo que cuenta, lograban la sexta.
Estambul y la maldición de Aíto García Reneses
Lo curioso es que ninguna de esas seis las haya conseguido el propio Estudiantes. Lo más cerca que estuvo fue en 1992, cuando llegó a la Final Four de Estambul. En aquel equipo estaban Azofra, Pablo Martínez y el propio Alfonso Reyes como representantes del colegio. Irónicamente, les acompañaban tres canteranos del Real Madrid como Juan Aísa, Pedro Rodríguez y Juan Antonio Orenga, aparte de los dos extranjeros y el citado Alberto Herreros.
Si el Madrid siempre ha sido un equipo volcado hacia Europa, Estudiantes ha estado volcado hacia su ciudad, rescatando talentos de los distintos colegios para incluirlos en sus filas. Habrá quien piense que, al fin y al cabo, es lo mismo que hace el Madrid con el Estudiantes pero a pequeña escala… y tendrá razón. En ese contexto más humilde y con mucho menos dinero, Estudiantes solo tiene una final europea que llevarse al palmarés: la de la Copa Korac de 1999 que perdió ante el Barcelona, cuyo capitán era otro canterano de Estudiantes, Rodrigo de la Fuente.
Rodrigo, sin embargo, no estudió nunca en el Ramiro, y su formación se completó en la NCAA antes de fichar directamente por el Barcelona. Jugó su último año como profesional en Estudiantes, aquel fatídico 2012 en el que el equipo descendió en la pista y se salvó en los despachos. Por eso mismo, aunque podríamos atribuirle a la cantera del Estu la Euroliga que Rodrigo ganó en 2003, no tendría sentido añadirla al palmarés del colegio.
Un palmarés, por cierto, que podría haber sido mucho más amplio de no ser por la maldición que ha acompañado durante años y años a otro ilustre ramireño: el compañero de clase de Vicente Ramos, don Alejandro García Reneses. Aíto jugó en Estudiantes cuatro años, formando parte del equipo que derrotó a los de Ferrándiz en 1967 quitándoles la liga. Curiosamente, el Madrid ganaría todas las ligas posteriores hasta 1978, cuando volvió a perderla en una de las últimas jornadas al caer derrotado en la pista del Cotonificio de Badalona, entrenado, cómo no, por Aíto García Reneses.
Ya con su fichaje por el Joventut y luego por el Barcelona, la rivalidad se multiplicó: Aíto acabó con el dominio del Real Madrid de los ochenta con cuatro títulos consecutivos, a los que luego sumó otros cinco entre 1995 y 2001, además de la famosa Korac del 99 ante su exequipo.
Sin embargo, la Copa de Europa siempre se le resistió: el apogeo del Barcelona de Epi, Solozábal, Jiménez y Norris coincidió con el de la Jugoplastika de Kukoc, Radja, Savic, Ivanovic y Perasovic. En 1989, los yugoslavos les derrotaron en semifinales. En 1990 y 1991, en la final. Tras rearmar el equipo a mediados de los noventa con jugadores menos espectaculares pero más trabajadores y alguna estrella puntual como Djordjevic, Aíto volvió a jugar la final de la Euroliga en 1996, cuando el famoso tapón de Vrankovic a Montero en una de las jugadas con más irregularidades de la historia le dio el título al Panathinaikos.
Volvería al mismo escenario el año siguiente, su cuarta final de Euroliga, pero sumaría una cuarta derrota ante el Olympiakos de un imparable David Rivers. Desde entonces, su trayectoria le ha llevado a equipos como Joventut, Sevilla o Gran Canaria, donde ha cumplido su labor con creces pero no ha podido siquiera acercarse al gran título europeo por lógicas cuestiones de presupuesto.
En resumen, la historia de los grandes es a menudo la historia de los pequeños y bueno es que se recuerde. Sin la base no existe la pirámide. El Ramiro de Maeztu, movido por los principios de la Institución Libre de Enseñanza, la misma que llevó la educación integral en el deporte al Colegio Estudio por poner un ejemplo, apostó desde un principio por el baloncesto, llenando sus amplias instalaciones de canastas y pabellones. Sin esa decisión, quizá Saporta o Ferrándiz o Sainz o Herreros habrían encontrado sus campeones en otros colegios y otros equipos, pero la realidad es la que es y no la que suponemos: el Ramiro de Maeztu levantó su sexta Copa de Europa y es un registro impresionante.
Fíjense si lo será, que en Europa, aparte del Madrid por supuesto, solo le igualan el Panathinaikos, el Maccabi y el CSKA de Moscú. Es momento de celebrar sin envidias ni rencores. Y de agradecer, por supuesto. Un mundo así es un mundo mejor.
«…el único en pasar por todos los equipos de cantera junto a Gonzalo Martínez y Nacho Azofra.»
Se te ha olvidado Ander Martínez ;)
Pingback: La novena Copa de Europa del Real Madrid, la sexta del Ramiro de Maeztu
Solo una pequeña corrección: El Madrid con Laso en el banquillo lleva 3 copas, no 2.
«..Estudiantes ha estado volcado hacia su ciudad, rescatando talentos de los distintos colegios para incluirlos en sus filas. Habrá quien piense que, al fin y al cabo, es lo mismo que hace el Madrid con el Estudiantes pero a pequeña escala… y tendrá razón…»
Pues yo no creo que sea comparable; Estudiantes forma técnicamente durante muchos años a los chavales; mientras el R. Madrid los compra a base de talonario cuando ya están formados y contrastados en alta competición.
Me parece que lo primero tiene mucho más mérito.
El autor dice bien, y le honra reconocerlo. En primero de la Eso (12 años) ya no juega nadie del ramiro en el estudiantes, según me dijo este año una madre de un chico que jugaba allí. Claro que tiene mérito lo que hace Estudiantes (y el Real Madrid, prueben a ganar 9 copas de europa), pero es lo más normal. El equipo más grande se lleva a los mejores jugadores. Con lo fácil que es de entender, no?
A mí me parece muy cansina la fijación del Estu con el Madrid, y el artículo, aunque entretenido, es otra muestra más.
Estudiantes vive de trabajar la cantera; el R. Madrid del poder financiero de su directiva. También es fácil de entender, no ?
de trabajar la cantera propia de los demás fundamentalmente…como todos. Y en el primer equipo, mira cuántos canteranos. El poder financiero lo necesitan todos; unos tienen más, fruto de años de hacer las cosas bien.
Será entonces casualidad que las secciones de basket de dos de los clubes más ricos de fútbol (FC Barcelona y R. Madrid) ganen todas las ligas y copas.
«Felipe ya era una estrella cuando llegó al club blanco. Un jugador descomunal que aunaba garra en el rebote y en la defensa con una movilidad impresionante en ataque, buen tiro de cuatro metros y mucha facilidad para sacar faltas en penetración. Esta progresión quedó algo estancada cuando Maljkovic, Plaza y sus sucesores le encasillaron en el rol que ocupaba en la selección española: pívot fajador encargado de coger rebotes de manera compulsiva.»
Esto es rotundamente falso. Cuando Felipe llega al Madrid su tiro era una caca, es con Boza y con Plaza con quienes progresa enormemente en ese aspecto. Por favor, no engañemos a la gente. Con Plaza es el MVP de la final que ganan, comiéndose con patatas a Fran y Kasun.
De falso nada, casi todo lo que dice esa frase es correcto.
El Felipe que llega al Madrid era un jugador de élite. Si que es verdad que lo del tiro no; lo pule una vez en el Madrid así como ciertas peculiaridades de su caracter. Un jugador tan bueno que arregla dos de sus defectos, automaticamente lo convierten en uno de los mejores de la liga.
Pero el fondo de la frase es correcto.
Ya, pero es que para que un jugador sea descomunal, tiene que ser capaz de meter los tiros libres y tener un mínimo rango de tiro (Shaq al margen), cosa que ese Felipe no hacía. Era un diamante por pulir, que ya hacía muuucho daño, pero al que le queda aún por progresar.
El tema de fondo para mi es que no sé por que existe el tópico mentira de que con Boza los pivots no contaban y blablabla, como si pasara de ellos y les tuviera poco menos que apartados… algo que se desmonta con declaraciones como las que hizo el propio Felipe en 2013: «(Entrenadores que le han marcado) – «Tengo un recuerdo especial de ‘Boza’ Maljkovic, un entrenador al que le debo mucho. ‘Pepu’ [Hernández] o Joan [Plaza] han sido otros entrenadores que me han dado muchísimo».
Cuando un tipo con quince años en la élite, que ha tenido entrenadores de todos los colores, menciona a Maljkovic antes que a ningún otro, será por algo…
http://www.tubasket.com/noticia/real-madrid/felipe-reyes-me-arrepiento-no-haber-jugado-eurobasket-fue-duro-no-estar-mis-companeros/3101994/6304
De eso vive el Estu, de retorcer la realidad para apuntarse triunfos ajenos. Por eso dejé de ser socio. Mejor dicho, los triunfos del Madrid, porque con el párrafo que el indocumentado que escribe este artículo dedica a Rodrigo de la Fuente queda claro que al FCB ni tocarlo. Si quieren historia, consulten la web del Estu, mucho mejor escrita y documentada. Leyendo entre líneas descubrirán la auténtica realidad, que nada tiene que ver con los talonarios: el Estu era un equipo de falangistas fundado por el falangista Magariños y como tal -como el Atleti de balonmano, por ejemplo, cuyos jugadores a menudo entrenaban gratis en la Nevera- odiaba al Madrid, que para aquella segunda generación de franquistas de uniforme seguía siendo el equipo de la República.
Tomate una fanta, hombre. Que Bernabeu no era precisamente el Pablo Iglesias de su tiempo y Falangistas… Estaría bien saber quien tiene más socios y aficionados ultraderechistas en sus filas… Se me antoja que ganaba el Madrid por goleada.
Por esa regla de tres ¿se puede afirmar que el Barça tiene 2 anillos de la NBA?
Me parece una reducción al absurdo el artículo, pero si el autor es feliz así, no voy a ser yo quien coarte su forma de liberar endorfinas para generarle placer.
Es muy cierto es que Estudiantes ha sido una estupenda cantera para el Real Madrid pero a día de hoy ya no le proporciona jugadores. En la sección de baloncesto de los blancos desde hace ya unos años se están haciendo las cosas bien.
Muy bien traído lo de Aíto. Solo falta cerrar el círculo y que vuelva al Estu para sentar los cimientos de una nueva etapa brillante, eso sí, si es posible con algún canterano más en la plantilla, y si ha estado en el Ramiro mejor que mejor.
Y ahora que el Madrid ha ganado el póker, ¿también sacaremos un artículo sobre el Estu?
si el autor tenía intención de remarcar al Estudiantes, no creo que lo haya hecho bien, me parece que da una imagen rara y deja detalles aparte, bien puede ser subjetivo, pero a mi me parece algo raro de verdad
¿Pero tú no decías que ganar era de horteras? ¿A qué se debe ahora este afán de apropiarse de las victorias de otros?