Supongamos que tenemos un político con cierto talento, mayor de treinta y cinco años, y con cierto reconocimiento y fama en Estados Unidos. No es demasiado joven, no es demasiado viejo, habla bien en público, es modestamente respetado por las bases del partido y los medios, ostenta un cargo o puesto de trabajo que le da cierta reputación y prestigio y no tiene esqueletos en el armario. Es, digamos, el clásico político con potencial; alguien que puede aspirar, bajo las circunstancias adecuadas, a ser candidato a la presidencia.
Bueno, estamos a año y medio escaso de unas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Supongamos que este hipotético político (de momento, casi siempre varón), tras consultarlo con su familia, compañeros de partido, amigos, donantes y su ego decide dar un paso adelante y presentarse a las primarias de su partido para aspirar a ser uno de los candidatos a la presidencia el 2016. ¿Qué tiene que hacer?
La verdad, el candidato tiene ante sí una tarea complicada. Para empezar, si quiere ser un candidato modestamente viable debe convencer a al menos una parte de las élites del partido de que su candidatura va en serio.
Una campaña presidencial siempre ha sido una empresa carísima, incluso antes de estos tiempos de recaudaciones épicas y donaciones casi ilimitadas. El candidato deberá, si quiere llegar lejos, demostrar una cierta capacidad para atraer talento organizativo (jefe de campaña, analistas, encuestadores, organizadores) y tener el dinero para poder pagarles. Durante los primeros meses de preparación, incluso antes de hacer oficial su candidatura, el político se dedicará en paralelo a reclutar a profesionales competentes en esto de ganar elecciones y a construir una infraestructura para recaudar fondos que pueda sostenerla.
El cortejo de las élites del partido es una «primaria invisible» donde el establishment del partido determina quién tiene números para poder ganar. Estas élites no son un bloque unificado, ni para los republicanos, ni para los demócratas; el establishment habitualmente no escoge un candidato, sino que sanciona la viabilidad de varios. La lista no es explícita y pública; no hay un comité que decida, ni nada por el estilo. Lo que acaba sucediendo es que cuando empiezan los debates y los candidatos lanzan sus campañas hay unos cuantos que serán capaces de construir una organización llena de gente con experiencia, una maquinaria de recaudar fondos con acceso a donde está el dinero, y de forma crucial, buenos contactos sobre el terreno en Iowa, New Hampshire, Carolina del Sur y Nevada, los primeros estados en votar.
La primaria invisible, por cierto, no significa que las élites del partido pueden bloquear a candidatos indeseables. Tanto el partido demócrata como el partido republicano son organizaciones enormes; hay sitio para casi cualquier tendencia, siempre que el candidato esté medio cuerdo y tenga alguna opción de ganar en las generales. Esto significa que alguien como Obama en el 2008 pudiera «cruzar» el umbral y hacer la competencia a Hillary, por ejemplo. De forma paralela, la apertura de las campañas modernas a cantidades casi ilimitadas de dinero han hecho que la red tradicional de los partidos para recaudar fondos sea menos importante de lo que solía. Si un candidato tiene el apoyo decidido de uno o varios supermillonarios, esto de pasar el corte en las primarias invisibles es algo menos relevante.
Pasamos, entonces, al siguiente paso en una campaña presidencial, el construir una infraestructura para poder ganar unas primarias. El lado más visible, y sobre el que los periodistas tienden a obsesionarse, es la recaudación de fondos. Una campaña presidencial en Estados Unidos es cara, incluso unas primarias, y para llegar a alguna parte un candidato necesita dinero.
Las estrategias para recaudar han cambiado bastante estos últimos años. Tradicionalmente un candidato presidencial confiaba en una red de bundlers, o «empaquetadores», operativos del partido con contactos de gente de dinero en una región del país (los caladeros más habituales siempre eran Nueva York, California, Florida y Tejas, los estados con más donantes) que se dedicaban a organizar fiestas, recepciones y eventos con el candidato para recaudar fondos.
A partir del 2004, Howard Dean abre la puerta a una nueva forma de recaudar fondos: internet y el uso y abuso de pequeños donantes. Una campaña con un mensaje populista o con un fuerte apoyo de las bases puede ignorar las élites del partido y apostar por cientos de apoyos individuales. Aunque esto puede parecer una tarea fácil, hacerlo bien no es en absoluto sencillo, especialmente cuando todos los candidatos están intentando hacer lo mismo. La infraestructura necesaria para construir y sostener una red decente es considerable y obviamente la competencia para conseguir a buenos organizadores es enorme. Un candidato que no haya superado el corte en la primaria invisible probablemente lo tendrá difícil para ser competitivo en este aspecto.
La estrategia más «novedosa» para recaudar fondos sale de una sentencia del 2010 del Supremo, Citizen´s United, eliminando casi cualquier restricción para donar fondos a comités políticos independientes (Political Action Committees, o PACs). Las PAC son grupos independientes que hacen anuncios durante la campaña que en teoría no pueden coordinar su labor con un candidato. En la práctica, un donante o grupo de donantes con toneladas de dinero pueden poner cantidades absurdas de recursos para ayudar a un político específico, sin que este tenga que perder el tiempo recaudando. En las primarias de 2012 candidatos como Newt Gingrich o Rick Santorum sobrevivieron durante meses gracias a PACs, a pesar de no tener redes de donantes establecidas dentro del partido.
La infraestructura que es más difícil de seguir, pero es igual o más importante, es la construcción de una red de organizadores, directores regionales y locales, reclutadores y voluntarios sobre el terreno en los estados donde empiezan las primarias, Iowa y New Hampshire.
En el caso de Iowa, y debido a su especial sistema de caucus (básicamente, un sistema de asambleas), ningún candidato puede sacar un buen resultado si no ha sido capaz de construir una red de activistas que le ayuden a organizar a sus votantes y llevarles preparados el día clave. Hacer esto requiere no solo recursos monetarios y cierta capacidad y talento para construir campañas, sino también el apoyo de las redes del partido ya existentes. En los próximos meses los alcaldes, senadores y representantes estatales de Iowa van a ser el objeto de atención de la pequeña horda de candidatos que descienden sobre el estado cada cuatro años, todos ansiosos de poder cooptar sus pequeñas redes de operativos y militantes.
Mientras tanto, en New Hampshire, los candidatos se enfrentan a un escenario algo distinto: unas primarias abiertas. En la mayoría de estados del país, un votante debe estar registrado como demócrata para poder votar en las primarias demócratas, o como republicano para poder votar en las republicanas. En New Hampshire, cada uno vota en las primarias que quiere, complicando la estrategia. En años en que ambos partidos votan, los «turistas» del otro partido no acostumbran a ser un factor determinante. Cuando uno de los partidos no tiene primarias, los candidatos pueden intentar recabar apoyos en la otra orilla, dependiendo de la coalición que están intentando construir.
Todo esto debe llevarse a cabo en pocos meses. Los candidatos habitualmente empiezan a moverse a principios del año anterior a las elecciones, y anuncian sus candidaturas entre marzo y junio. A partir del verano empezarán los debates televisados, que deben preparar cuidadosamente, así como los inevitables actos de campaña, que no son precisamente fáciles.
Tanto en Iowa como en New Hampshire los votantes están acostumbrados a que los políticos les hablen de cerca, así que los candidatos se pasan la vida en mítines con preguntas del público, visitas a restaurantes a saludar al personal, ferias estatales y actos de vida cívica variados, siempre perseguidos por una pequeña horda de periodistas y voluntarios de otras campañas grabándolo todo por si dicen alguna barbaridad. Entre julio y enero, media clase política americana vive a caballo entre Iowa y New Hampshire, volando entre ambos estados varias veces a la semana si es necesario. El ritmo de la campaña es agotador, y más teniendo en cuenta que además de mítines el político está montando un partido, recaudando dinero y a menudo ejerciendo de legislador o gobernador en la otra punta del país.
Iowa y New Hampshire acostumbran a ejercer de filtro; tras estas primarias los partidos acostumbran a tener 2-3 candidatos aún viables, y un montón de tipos que descubren súbitamente que quieren dedicar más tiempo a su familia. Los supervivientes que han sacado buenos resultados, además del ocasional masoquista que nunca sabe retirarse (habitualmente Ron Paul) pasan a tener que pelearse a campo abierto. Tras el pequeño paréntesis de Carolina del Sur (donde siempre acaba por caer algún rezagado) y Nevada (otro caucus), las primarias empiezan a tener lugar en estados o bloques de estados grandes.
En este ciclo los dos partidos tienen un montón de votaciones el 1 de marzo (doce estados), haciendo imposible la estrategia de construir una red de voluntarios de forma medio decente. El «supermartes» será la primera votación que realmente se decidirá mediante artillería pesada, a base de anuncios en televisión, dinero, y un mensaje dirigido al gran público. Esto requiere talentos bastante distintos por parte de los organizadores de la campaña.
Primero, deben ser capaces de registrar al candidato a tiempo en todas partes en un país donde cada estado tiene normas y reglamentos distintos (cada año hay algún candidato que palma en alguna parte por no cumplir requisitos). Segundo, deben tener cantidades absurdas de dinero, y gastarlo con criterio. Estados Unidos es un país enorme, y los mercados publicitarios tienen costes, coberturas y retornos de inversión distintos; una buena campaña debe ser capaz de complementar su frenético trabajo de movilizar votantes con una buena estrategia publicitaria. Tercero, el candidato en sí pasa a ser un recurso escaso que debe escoger dónde y cuándo hace campaña en cada estado para maximizar su visibilidad mediática y atraer apoyos. En los días anteriores al supermartes, los políticos supervivientes vivirán en el avión saltando de estado a estado, volando siempre en dirección oeste para aprovechar al máximo las horas de sol.
Tras el supermartes, si todo ha salido bien, ambos partidos seguramente tendrán un ganador de facto de las primarias, a pesar que solo habrán votado dieciséis estados. Salvo en casos excepcionales (como las épicas primarias Obama-Hillary de 2008), los partidos acostumbran a tener un favorito imbatible a mediados de marzo, y un candidato semioficial ya en abril. El político que haya alcanzado ese premio podrá descansar, con suerte, un par de semanas. Tras ello, deberá empezar a preocuparse de escoger un vicepresidente, preparar la convención y organizar este mismo circo otra vez, a nivel nacional, para las generales en noviembre.
A menudo se dice que uno tiene que estar bastante chiflado para presentarse como candidato a presidente en Estados Unidos. Es completamente cierto.
Todos los políticos de élite son psicópatas , pues la práctica del poder, por su tendencia hacia la polaridad negativa, así lo exige. Pero además hay que saber que existe un ente no visible llamado los Illuminati que es quien decide cual miembro de su grupo será el que ostente un cargo principal, ya sea público o privado, no solo en Estados Unidos sino en cualquier otra parte, pues por medio de estos psicópatas es que instauran sus politicas dirigidas a la producción de dolor y sufrimiento, y asi obtener éteres puros negativos de los cuales viven esta serie de depredadores superiores a los humanos, que son los dueños y manipuladores de la densidad.
Hasta el día ne el que llegue «El Elegido», aquel humano que ha transcendido sus sentidos básicos y es capaz de percibir las fluctuaciones del éter. La sociedad secreta (cuyo nombre no puedo divulgar porque aún no se me ha ocurrido nada suficientemente chulo) lleva siglos esperando su llegada para protegerlo de los Illuminati, educarlo en el uso de su gran poder, y salvar por fin a la humanidad del dolor y la conspiranoia. Próximo best-seller!
¿Te encuentras bien? Creo que se te ha aflojado un poco el gorro de papel albal.
Nos ha descubierto.
Corred!
El contraste entre el articulo y el primer comentario de wilmar es fantastica
muy buen articulo, supongo que ron paul tendra otras motivaciones para seguir en campaña, al ser un politico con una ideologia marcada permanecer en campaña le permite divulgar sus ideas.
Un genio Ron, y su hijo Rand, libertarios ellos, escritores de Best-Seller y versos sueltos en este circo de barras y estrellas. Desde Ross Perot no se veía nada igual… Y bueno Hillary tiene la baza ganadora, es mujer, como Obama es afroamericano (¿Alguien se acuerda de Herman Cain?), y en el futuro, algún latino u homosexual. Discriminación positiva se llama, aunque el victimismo es mejor…
En la penultima temporada de The West wing todo este proceso estaba bastante bien representado si no recuerdo mal.
Siguiendo a jramon aquí arriba: Roger, ¿consideras que esa temporada del Ala Oeste es fiel a la realidad?.
Conociendo que los yanquis no inventan nada, o casi nada, para la tele, supongo que sí
Bueno, sin ir más lejos en The West Wing se inventaron un presidente de los EEUU honrado, sincero, pacífico, buena persona e independiente en sus decisiones de política exterior del lobby armamentístico, primando el bienestar de todos los pueblos del mundo, a su cuidado por la gracia de Dios. Todo real como la vida misma.
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