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Ronaldinho, rey breve

Fotografía: Cordon Press.
Fotografía: Cordon Press.

Hay goles extraordinarios y goles imposibles; cuánticos, que no existen. Sacar un tanto de una chistera hueca. La diferencia es notable. Un gol extraordinario requiere una ejecución excelente, un fogonazo de genialidad, pero un gol imposible precisa verdadera alquimia, convertir el agua en vino. Un gol extraordinario es Zidane en Glasgow, por ir a los clásicos. Uno imposible es Ibrahimovic en la Eurocopa de 2004, contra Italia, de espuela en un córner con un escorzo inverosímil.

De Ronaldinho Gaúcho (Porto Alegre, 1980) se recuerda sobre todo su polvo de estrellas. No es para menos. Pero igual de importante es decir que durante algunos años compitió al más alto nivel capitaneando el ascenso de un Barcelona ayuno de líderes y en depresión evidente. De todo ese legado excelente, trofeos incluidos, queda además una propina de destellos improbables.

Es el partido de vuelta de los octavos de final de la Champions League y el Barça de Rijkaard visitaba al temible Chelsea de Mourinho. El contraataque del equipo londinense está triturando a los culés. Tres goles en dieciocho minutos y el césped de Stamford Bridge está cubierto de sangre como la ribera del Somme. Sobre estas ascuas, una mano de Paulo Ferreira dentro del área permite que Ronaldinho acorte distancias de penalti. Hace falta un gol más (en la idea fue 2-1 para el Barça) y sucede algo absurdo.

Oleguer gana por poco un balón dividido y da un pelotazo hacia delante. La defensa del Chelsea despeja de cabeza, Iniesta recoge el balón en el balcón del área y se lo cede a Ronaldinho. El brasileño se lo queda y no da ni un paso. La pelota no se mueve ni un centímetro. Ronnie duda y empieza a bailar. Hace varios amagos con la cadera. Con las piernas. Le cercan tres jugadores a apenas centímetros, Lampard por detrás, Terry por un lado y Carvalho por delante. Está encerrado, pero no le meten la pierna. Están hipnotizados. Ronaldinho despacha la situación con pragmatismo. De entre todos los bultos azules saca un disparo con sencillez, directo a puerta, pegado al palo izquierdo de Cech. Es un golpeo de precisión, franco como una réplica. El portero checo hace la estatua. El balón entra limpiamente contra las redes negras. Hay un eco de incredulidad en Londres producto del avistamiento de un cometa. Una estrella cegadora. Pero fugaz.

Estados de ánimo

Mi madre jamás se ha interesado por el fútbol (ni por el deporte en general), pero le gustaba Ronaldinho. Le gustaba porque se reía. Era obvio que se reía. Era evidente que se llevaba la vida sonriendo y que tenía además una boca donde era imposible disimularlo. Por eso Ronaldinho llamaba la atención de mi madre. Ella era, inesperadamente, franco reflejo de lo que el jugador provocaba en la gente. El agua que mueve el molino y luego el fútbol y todo lo demás.

Así que la revolución de Ronaldinho fue triple. Primero la anímica, encender la luz en un Can Barça completamente a oscuras tras la nefasta era Gaspart; tres años sin títulos entre otras lindezas. Segundo la competitiva, lo cual puede resumirse, sencillamente, en la vuelta a la élite del equipo culé. Y tercero la estilística, un virus de auténtica creatividad y ocurrencia dentro de los mimbres de la escuela holandesa (4-3-3 con laterales largos y tres estiletes arriba). Ver jugar a Ronaldinho implicaba una sensación constante y maravillosa, tan valiosa para cualquier espectador: «¿Qué va a hacer ahora?»

En cuanto a estas revoluciones, Laporta ganó las elecciones prometiendo a Beckham pero trayendo finalmente al jugador brasileño, un prometedor mediapunta de pelo largo con apenas veinticinco goles en sus dos primeras temporadas en Europa. Todavía no era una figura más allá de su portentoso gol de falta ante Inglaterra en el Mundial de Corea y Japón 2002. «Beckham puede ser el Cruyff del 73, su llegada puede provocar un impacto similar al de Johan y puede convertirse en el líder que nos traiga éxitos para el equipo», declaraba, ufano, el candidato Laporta. Pero la estrella inglesa no vino, entre otras cosas, porque el Madrid estaba de por medio y porque el Barcelona solo podía ofrecer jugar la Copa de la UEFA de cara a aquella temporada 2003/2004. Una vez disipado el farol, ganados los comicios, Laporta tuvo que bajar a la realidad y trabajar en algún reemplazo de cierto impacto. Así llegó él.

Sin embargo, la promesa de Ronaldinho era intensa. Contagiosa. Era risueño y simpático, pero sobre todo, era capaz de hacer cosas. Y de transmitirlas. Y de que marcaran diferencias. No tenía purpurina ni a una mujer picante, pero se parecía bastante a alguien en quien un niño querría fijarse. Un buen póster en la pared. Se supone que el Manchester United dificultó el fichaje pero la artillería del vicepresidente Rosell (con grandes relaciones en Brasil y con la firma deportiva del jugador, Nike) decantó la balanza.

Tal era, por entonces, la necesidad del club y su entorno de nuevos impulsos, que cuentan los protagonistas que hasta la política se metió de por medio, un engorro frecuente en el Barça. El molt honorable president Pujol telefoneó para señalar a los dirigentes del club la necesidad de conseguir la contratación de Ronaldinho. «Cataluña necesita reírse», debió diagnosticar el president saliente, en el crepúsculo de su vida política, acaso como último servicio al petit país. Lo que no podían saber todavía es que Ronnie era bastante más que eso.

Puñal zurdo

Es sabido que Ronaldinho se presentó ante la parroquia blaugrana de manera estrambótica, como lo hacen las mejores amistades: de madrugada y de sopetón. Ante el Sevilla, en aquel mítico «partido del gazpacho», como lo bautizó el diario ABC, por los ágapes y parafernalias temáticas que organizaba la nueva junta antes de los partidos, Dinho derribó la puerta de una patada con un golazo lejano y ruidoso, exactamente a la una y veinte minutos de la madrugada. El balón entró con violencia chocando antes con el larguero.

Ese partido no fue retransmitido por televisión, por lo que fue placer privado de los más de ochenta mil espectadores que trasnocharon aquel día en Barcelona. A tales horas, además, la experiencia es más vívida y memorable, aunque se trate de un partido ramplón que solo acaba empate a uno y que, en contra del recuerdo dulce, los culés ni siquiera ganaron. Pero sucedió ese gol de Ronaldinho. Su bautismo bajo la luna aquella noche prometedora.

También es sabido, no obstante, que ese Barça 03/04 no funcionó hasta enero, cuando el equipo realizó una fulgurante remontada escalando desde el puesto decimosegundo en la jornada 18 («Otro naufragio, goleada humillante», como tituló Mundo Deportivo tras la derrota de los culés 3-0 en El Sardinero) hasta el subcampeonato final, lo que les permitió volver a la máxima competición continental. En esos meses se fraguó el Barça campeón de Rijkaard, y ahí comenzó la eclosión del astro, refrescante novedad en la liga y con diferencia lo más replicado aquel curso (año de los galácticos estrellados de Queiroz) por programas, telediarios y zappings. El highlight más cotizado. Pero el jugador producía más allá de su repertorio y su vértigo. Era sólido y determinante. Había crecido, y esta explosión no era ajena a la táctica

«Tras ver que la mediapunta era para él un incordio lleno de piernas, Frank [Rijkaard] tiraba al brasileño a la izquierda. Orientado hacia dentro, siempre de cara, el golpeo del ex de Gremio salía a relucir», como afirma David León en Ecos del Balón. Desde allí Ronaldinho ejercía una función algo parecida a la que realiza Leo Messi desde el medio: distribuir y asistir, desbordar, también disparar. Pero la obra no fue completa hasta la temporada siguiente, como también explica León: «Para ello llegaron Eto’o y especialmente Giuly. El francés, un limitadísimo futbolista, escenificaba como nadie el concepto de chincheta. Siempre abierto, siempre dispuesto a la ruptura, Ronaldinho sabía que ante cualquier problema, no tenía más que levantar la cabeza (o no) y ponérsela al pequeño Ludovic». Con Deco puenteando el tráfico desde el mediocampo y Belletti empujando desde el lateral derecho, ya estaban todos.

Ronaldinho comandó desde el balcón zurdo a un equipo afilado y voraz, de una intensidad competitiva representada por un Samuel Eto’o que nunca tenía suficiente, verdadera turbina del equipo. Su combustible, seis años sin títulos, era puro queroseno. Era un conjunto ofensivo y un conjunto eficaz, cualidades aún algo incompatibles en algunos libros de ortodoxia. El resultado fueron dos ligas y una Champions memorable en París, con el inestimable servicio del sexto hombre Henrik Larsson. Pero el metal no explica del todo el cesto. El equipo era algo más. La gente quería a este Barça que inventaba y ganaba. Otra vez un Barcelona a la altura de Cruyff, el pope blaugrana, pero además con el relato feliz de Ronaldinho como padre espiritual de la obra. Él era la clave de bóveda. La viga maestra. Cuando se agrietó, las luces volvieron a apagarse.

Abdicación

La decadencia de Ronaldinho es una de las historias más intrigantes del fútbol reciente. Podrá decirse que no tiene demasiado misterio, que los pecados no entrañan gran acertijo, pero el crepúsculo de los dioses merece el esfuerzo de rascar más allá de la cáscara. No es que el ídolo brasileño se bajara de la peana porque quiso, pero llegado el momento, Fifa World Player y Balón de Oro incluidos, Ronnie perdió el apetito, o al menos perdió la capacidad para transformarlo en fuerza de voluntad.

Ramón Besa, periodista de El País, hace un brillante análisis en el Informe Robinson que Canal+ dedicó al declive del jugador: «Cuando Ronaldinho consigue ser el mejor jugador del mundo, creo que se libera de todos los traumas que le han motivado a ser el mejor. La muerte de su padre (…), la lesión de su hermano (…) Que una familia humilde pueda vivir acomodada. Y de golpe y porrazo, cuando ha hecho todo eso, él espera que lo lleven en volandas, pero la gente le sigue exigiendo que marque diferencias. Y él ya no puede, porque se ha dado un respiro (…) Jugaba a la velocidad de la luz y pasa a jugar a cámara lenta. ¿Por qué? Administra sus recursos». Hallazgo genial de Besa: Ronaldinho no es cigarra sino hormiga (reina) que ya no quiere trabajar más.

Además, hay un factor en el que probablemente no se ha incidido lo suficiente cuando se habla del asunto; un actor muy concreto de la historia, aunque de papel presuntamente de reparto: Henk ten Cate.

El que fuera segundo entrenador del Barça desde 2003 hasta 2006 (lo sustituyó Johan Neesken) demostró ser, si no es oportunista decirlo, una pieza fundamental en las dinámicas de aquel vestuario. Más allá de su valía profesional, funcionaba como el necesario contrapeso a un Frank Rijkaard de métodos permisivos. Poli bueno y poli malo, Frank y ten Cate comandaron la ambiciosa nave culé hasta los títulos, y la marcha del segundo a entrenar al Ajax de Amsterdam coincidió con la deriva indolente del equipo culé. Que ya nunca se enderezaría.

En 2007, cuando era técnico asistente en el Chelsea, ten Cate realizó unas declaraciones a Cristina Cubero de Mundo Deportivo que son un verdadero cartel de neón: «Cuando Ronnie jugaba un mal partido o veía que había bajado su ritmo, le decía de entrenar por las tardes y siempre estaba ahí, puntual. Había días que ya me lo pedía él. Entrenábamos duro, durísimo, y claro que sudaba, pero lo más importante es que se esforzaba para estar físicamente a la altura de su fútbol espectacular. Trabajábamos y hablábamos muchísimo de nuestras respectivas madres, que se parecen mucho, son ambas mujeres luchadoras. Me tenía como amigo pero fui durísimo con él, cuando era necesario era muy duro, yo no podía permitir que el mejor jugador del mundo no trabajase como el mejor del mundo. Ronaldinho tiene un don y no puede desperdiciarlo».

La atrofia del astro brasileño fue implacable y evidente porque su juego no se podía desplegar sin plenos recursos. Sin chispa no había Ronaldinho. Desborde, dribling, definición, pase al espacio… si todo se hacía medio segundo más tarde, ya no existía él, o al menos la versión que embrujaba partidos y ejercía dominación mundial. Sus números no experimentaron gran mengua el primer año (siguió en el entorno de los veinticinco goles y las quince asistencias), pero el vértigo empezaba a ser nostalgia en el Camp Nou.

El panorama del último Barça de Rijkaard es bien recordado. La temporada 2007-2008 (la del pasillo al Madrid) fue claramente bajista, aunque el equipo consiguió llegar a semifinales de Champions y quedó apeado por poco de la final ante el Manchester United. En cuanto a Ronnie, sus ausencias de los entrenamientos se multiplicaron. La rumorología sobre su sobrepeso o su vida licenciosa se disparó. Para más inri, las lesiones (y todo lo anterior) hundieron su cifra de partidos totales hasta los veintiséis, su mínimo histórico con diferencia, y su temporada se dio por finalizada en marzo con sus peores registros individuales (nueve goles y nueve asistencias). Su último tanto fue una chilena genial ante el Atlético en el Calderón. El resto de goles que marcó en esa Liga (siete), salvo uno, fueron desde el plácido balón parado, ya fuera de falta o de penalti. En algunos de ellos algo llama poderosamente la atención: no se ríe.

Ante Michael Robinson, ya en 2009 y en el Inter de Milán, Samuel Eto’o habló de Rijkaard y aquel vestuario: «Llegó un momento en el que el equipo necesitaba un entrenador que nos castigara. Pero de lo mucho que nos quería Frank, él no nos podía castigar. Le dolía. Yo creo que nosotros, los jugadores, abusamos demasiado de su confianza». A la herrumbre de aquel grupo sin libido se sumó la voladura incontrolada de la guerra Laporta-Rosell, que empezaba a apilar sus primeros cadáveres a la vista de todo el mundo.

Rijkaard tenía con Ronaldinho una relación llena de mimos y conversaciones que, seguramente, nunca era demasiado severa. Llegó un punto en que el Barcelona de Frank fue durante meses la intentona constante de recuperar al futbolista para la causa, pero el técnico no supo encontrar la tecla (o no fue capaz de pulsarla) para que el mejor del mundo volviera a la senda de sacrificio que exige la corona. Sencillamente, Ronaldinho ya no quería, y cuando dejas de querer por un tiempo, llega un momento en el que también dejas de poder. «Hay un gran riesgo cuando un jugador lo ha ganado todo», sentencia Txiki Begiristain. «Entonces es cuando hay que estar atentos».

El resto es historia. Pep Guardiola purgó el Barcelona en 2008 y la carrera del jugador continuó en el Milan. Un refugio de élite plagado de veteranos como Inzaghi o Seedorf donde ya nadie (ni siquiera Berlusconi) le exigía marcar diferencias cada tarde. Luego se marchó a Brasil (Flamengo, Atlético Mineiro) y actualmente agota su carrera en México (Querétaro), entre rumores de retirada que el jugador despeja con cierta inocencia de perdurabilidad. La evidencia duele: Ronaldinho se retiró de la élite con apenas veintiocho años. Renunció a ella. Se bajó del tren en marcha de su exigencia atroz.

Volviendo al principio, hace ya más de una década, aquel gol imposible ante el Chelsea no sirvió para nada, porque el Barcelona fue finalmente eliminado con un gol de cabeza de Terry (4-2 en el partido y 5-4 en el total de la eliminatoria). Pero resultó una aparición deslumbrante y una premonición de prosperidad. Hasta que se fundió la bombilla, mereció la pena. El Barcelona tuvo entre las manos la supernova más brillante en quince años de historia. Un jugador de época que solo quiso ser de legislatura y que jugaba para divertirse y complacer. Cuando ya no fue capaz de hacer felices a los demás, se apagó con la impotencia de un caño que no sale, un penalti que no entra, un pase que se niega a llegar.

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23 Comments

  1. Bukowski

    Qué bueno era el cabrón!

  2. Gracias a Dinho yo volví a enamorarme del fútbol. Él era la magia, era un fin de semana pesado cuando no pasaban algún partido del Barca de Ronaldinho. Cuando lo veía jugar eran los 90 minutos de mi vida que nunca me dolía pasarlo frente a un tv. Amé a Dinho y fue muy triste ver su decadencia tan joven… como bien dicen, una estrella fugaz.

  3. antonino pio

    Bonito artículo. Desde luego, no creo que hubiese alguien en el mundo al que no le cayese bien Ronaldinho o que no le admirase cuando daba una de sus exhibiciones.

    He echado en falta una mención al día que se fue aplaudido del Bernabéu, marcando 2 goles en el 0-3 del Barcelona

  4. Excelente artículo que me trae grandes recuerdos. Por un lado me enerva que Ronaldinho se ‘retirara’ con apenas 28 años, pero prefiero recordar los enormes momentos de fútbol que nos regaló, cuando hacía su particular saludo surfero (o lo que fuera) y aún sonreía (y contagiaba la sonrisa). Qué cierto es lo de la marcha de Henk Ten Cate y la consiguiente caída en picado de ‘Dinho’. Yo añado otro detalle que contribuyó a la caída de aquel equipo, y fue la marcha de otro grande, Henrik Larsson, ejemplo de jugador profesional y comprometido de quien dudo que se hubiese dejado arrastrar por la desidia reinante en el vestuario en 2007 y 2008. Aquel Barça de Rijkaard pasó de jugar de maravilla a arrastrarse por el césped. Esto último, combinado con la posterior llegada de Guardiola y su fútbol impresionante, hace que no se valore a ese Barça de 2004-2006 como se merece. Si hay que elegir, obviamente me quedo con el de Pep, pero sin olvidar por un solo momento el de Rijkaard. En el último de los vídeos hay otro de los mejores goles de Ronaldinho, que fue en un partido contra el Milan en la fase de grupos de la Liga de Campeones 2004-2005. Un zurdazo desde fuera del área que se coló por la escuadra cuando estaban en el tiempo de descuento.

    P.D.: Sobre el gol de Ibra, no sé qué es más increíble: si el gol en sí o que él no se rompiera alguna articulación al ejecutar ese tiro imposible.

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  6. cristiano

    Me parece fatal que no hayas puesto nada del recital que dio en el bernabéu, de donde salió ovacionado por la afición del madrid. Eso es algo histórico solo al alcance de alguien que además de enorme futbolista, despierta simpatía en la gente.

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  8. Ronaldinho, el mago del balón. Que gran verdad es esa, la de que cada vez que cogía el balón uno pensaba; ¿Que va a hacer ahora?

  9. Gran artículo sobre este genio del fútbol, sin lugar a dudas el jugador más importante en la historia reciente del Barça, aunque no brilló el tiempo suficiente para ser considerado el mejor. Es una pena que su magia se acabara tan pronto, pero también gracias a eso el club ha sabido proteger y gestionar mejor a su sucesor, Leo Messi.

  10. Pablo

    Buen artículo pero se queda corto, muy corto. La «corta» carrera de Ronaldinho en la élite ha dado demasiados momentos brillantes como para resaltar tan solo dos o tres.

    Incluso en su decadencia, en el Milan, metió golazos de ensueño.

  11. alberto23

    Bueno es que el partido del chelsea podria haber durado 3 horas que el Barcelona no iba a marcar ningun gol habian puesto el autobus y él se invento ese gol de crack cuando mas se le necesitaba ahi es cuando cuando un jugador marca la diferencia aunque luego no perdiesen

  12. oh, te olvidas de alguien muy importante, que sólo estuvo media temporada pero cuya llegada comenzó la racha goleadora:
    edgar davids

  13. perdón, dije goleadora cuando quería decir ganadora

  14. jmastorga

    Ha habido varios jugadores tan buenos como él. Algunos pocos han sido mejores. Pero nadie hizo nunca tan feliz a la gente, propios y contrarios.

  15. Nunca vi a nadie como al mejor Ronaldinho.

  16. Henry David Thoreau

    Ronaldinho, el ocaso de un genio. Así se podría haber titulado. El problema es que todavía languidece su carrera en el país azteca, y con sus esporádicos destellos, sobre todo desde ese plácido balón parado que el elevó a la categoría de arte, uno se pregunta que cotas podría haber alcanzado el Gaucho. No entiendo lo de limitadísimo con respecto a Giuly, cierto que no era el mejor hombre de aquel gran Barcelona, pero tuvo una trayectoria más que digna en su país natal y con «Les Bleus». Y curioso el carácter timorato de Rijkaard, sobre todo comparado con su período como jugador, otro que se esfumó con celeridad tras su paso glorioso por la Ciudad Condal, una breve estancia en Arabia Saudí, dinero mediante, es el único testigo laboral del que fuera uno de los grandes técnicos de mediados de la década pasada.

  17. Ned Ludd

    Me la suda el Barça pero cuado veo youtubes de Dinho lloro. Puto crack joder.

  18. Ya se ha comentado todo de Ronaldinho. Seguramente Messi sea mejor, pero lo que el brasileño hizo durante los cuatro años que le duró la sonrisa es algo único en la historia del fútbol y probablemente del deporte mundial. No sé si alguien más habrá sido capaz de hacer a tanta gente tan feliz con solo un balón, una sonrisa y una imaginación y una capacidad desbordantes. Realmente estaba tocado con una varita mágica. No se podía ser más simpático, talentoso y genial.

    Otro futbolista de aquella época dorada y fugaz que en mi opinión se merece otro artículo aparte y que a menudo no suele ser tan recordado como se merece es «O Mágico» como le llamaban en Oporto, el gran Deco. Un futbolista de una calidad bárbara que además hacía un gran trabajo para el equipo, muy completo y que nunca dijo una palabra más alta que la otra.

  19. ENRIQUE

    LARGA VIDA A DINHO

  20. Juan miguel

    Lo de Pujol no fue una intromisión como se cuenta. Había recibido a Laporta y éste le contó que Rosell estaba en París con lo de Ronaldinho y le llamó para que Pujol pudiera darle una charla de las suyas. Obviamente, el president no tenía ni idea de quién era el brasileño, y La porta, un mes antes, tampoco.

  21. Kurono

    Para mi zona horaria (Centroamérica) aun es 21 de marzo, día que oficializa la primavera y el cumpleaños de Ronaldinho. ¡Feliz Cumpleaños No. 36 crack!

    El duo Rijkaard/Ten Cate era una mancuerna de fábula. El «poli bueno» y el «poli malo». Juntos elevaron a un equipo mediocre y ridículo (que celebró el 6to. puesto en el 2003, luego de un desembolso tremendo y pasarse casi toda la liga en zona cercana al descenso) a cuotas increíbles. Esto es obra y gracia de Laporta, porque por mucho que Rosell logró traerse a Ronaldinho, sin Laporta, Rijkaard y Ten Cate hubieran salido por la puerta falsa luego de la derrota ante el Racing. Y es curioso como Rijkaard ahora se jubiló como entrenador y Ten Cate esta en el Al Jazira Sports en los Emiratos Árabes, se nota que ambos se complementaban el uno al otro y como entes individuales han fracasado.

    «Ronnie» era mágico y especial. Un jugador único que deslumbraba a propios y extraños y maravillaba por su plasticidad y enorme carisma. Devolvió la sonrisa al Barcelona, aunque esto pudo no salir tan bien si sólo hubiera sido el fichaje de un «galáctico»; al brasileño lo acompañaron Deco, Rafa Márquez, Eto’o, Guily, Silvynho y Larsson en plan «jugador 12» (tanto como el primer cambio, como un estímulo a la afición). A esto se suma la confirmación de élite de Xavi, Puyol y sobre todo, Víctor Valdés (que merece una entrevista por su parte, nunca olvidaré como se bautizó a fuego Valdés en la final de Champions de París, deteniendo a Henry todos los tiros a bocajarro).

    Ronnie claudicó porque simplemente creyó que ya había ganado lo que podía ganar. Nunca olvidaré su eterna sonrisa, sus slaloms, su plasticidad, su «folha seca» o esa manera de moverse por el campo, tan natural y sobre todo, esos golazos de antología, ante los mejores. Y sobre todo, que no era un jugador highlights, no era un individualista, siempre estaba para y por el compañero. Su punto de quiebre fue la final del Mundial de Clubes del 2006. Aunque daba muestras de su decadencia (su Mundial fue bastante mediocre), tapaba las mismas con algunos golazos (como aquella chilena de antología ante el Villarreal) o esos truquitos tan pícaros (el tiro libre ante el Werder Bremen). Ese diciembre del 2006 fue el inicio del fin. Ronaldinho pasó de pelear el pichici con 17 goles a principios de temporada, a no anotar más que unos 5 goles en el resto de la campaña. Se veía más lento, pesado y ya no tenía la eterna sonrisa. Se veía frustrado.

    Ronaldinho fue un profeta para los culés. Dijo que no desfallecieran, que el daba la buena nueva, que haría milagros, pero que venía uno detrás de él, uno que sería más grande y que llevaría al Barcelona a la gloria eterna. Ese hombre es Messi.

  22. ¡O Rei Ro!

  23. Gran articulo! Y muy explicativo; tanto de lo que supuso para el barça como de su propio declive.
    Me considero madridista, pero reconozco que en aquella epoca, veias al barça porque jugaba ronaldinho.. que autentica pasada, era magico. Messi y cristiano son muy buenos, pero el tenia algo especial, es una pena que solo nos dejara catarlo año y medio.

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