¿Cuál es la situación a la muerte de los Reyes Católicos? España, lo que más tarde será España, sigue siendo un conjunto de reinos con unas estructuras básicamente feudales y que se mantienen unidos de puro milagro. Han hecho falta unas cuantas muertes muy oportunas, además de la muy oportuna locura de Juana la Loca, para que Fernando II haya podido dejarle a su nieto los reinos españoles, pero Carlos I además, gracias a otras muertes también muy oportunas, heredará también enormes posesiones en Europa y la posibilidad de ser nombrado emperador. Una posibilidad muy posible, pero enormemente cara e inútil, porque, ¿a quién demonios le interesa que Carlos sea emperador, además de a él mismo? Lo cierto es que ni los castellanos ni los aragoneses quieren pagarle el capricho al nene y la cosa les va a salir muy cara, muchísimo más cara de lo que todos imaginan. Naturalmente hay que decir que Carlos no era el único rey que quería ser emperador. Otros reyes castellanos también lo habían pretendido, además de reyes de toda Europa. La vieja idea de reconstruir el Imperio romano, renacida brevemente con el Imperio carolingio, aún no estaba olvidada. Y además, qué leches, alguien le tenía que plantar cara al papa, que desde la Edad Media, y a pesar de la Querella de las Investiduras, los cismas, las herejías, los ataques de turcos y demás infieles, no había hecho otra cosa que aumentar su poder terrenal, sin perder un ápice de su poder religioso.
También hay que decir que el joven Carlos es impetuoso, que no conoce nada de lo que se cuece por aquí y, la excusa de siempre, puede estar un poco mal aconsejado. La verdad es que la lía bien liada, con las Comunidades, las Germanías y la invasión francesa de Navarra, pero he aquí que los grandes nobles, después de divertirse un ratito con el espectáculo, deciden salvarle el culo, como en el fondo no podía ser de otra manera. ¿El precio? Ya lo he dicho, saldrá carísimo. Prácticamente la destrucción de la economía peninsular, de lo mejor de la economía peninsular, de los únicos que podían sacar al país de la economía de autosuficiencia y podían meterlo en el incipiente capitalismo artesanal y comercial. Pero bueno, al final, muy lentamente, la economía se recupera, y mira tú por dónde el rey, o mejor dicho, la monarquía, sale reforzada.
Algunos dirán que 1524 es pronto para hablar de absolutismo, pero aquí, en este país aún no llamado España, al rey ya no le discute nada nadie. Si en la Edad Media los tres poderes estaban igualados, ahora los nobles y la Iglesia pasan a un segundo lugar. El que manda es el rey. Y si no llega al absolutismo no es porque tenga ningún contrapeso sino porque para afianzar el absolutismo necesita unos instrumentos de los que aún no dispone. ¿Y cuáles son estos instrumentos? Pues en dos palabras: administración y burocracia.
Volvamos a los Reyes Católicos. He dicho que sus reinos eran básicamente feudales. Ellos son los primeros en poner las bases del Estado moderno. Hace falta un ejército profesional (y con eso, de paso, quitamos poder a los nobles), hace falta un sistema eficaz de recogida de impuestos (y hace falta, por supuesto, aumentar estos impuestos todo lo que se pueda), hace falta un cuerpo de funcionarios, un cuerpo de funcionarios profesional y totalmente fiel a la monarquía (para lo cual hay que prescindir, en la medida de lo posible, de los nobles y de la Iglesia, y volvemos a lo mismo: cuanto menos se cuenta con ellos menos poder tienen). Hace falta tener un territorio unificado, lo cual va contra los fueros, las leyes consuetudinarias, las monedas y medidas propias, los señoríos feudales y todo lo que huela a siglos anteriores, incluidas, cómo no, las órdenes militares y el poder terrenal de la Iglesia. En fin, que está todo por hacer. Y se hará, poco a poco, pero se irá haciendo.
Lo primero es lo más fácil: los corregidores, los impuestos, usar su poder para ir desplazando lentamente a los grandes nobles y quitándole un poco de poder a la Iglesia, como el Patronato Regio o el disolver las órdenes militares. Luego crear un cuerpo diplomático y un ejército más o menos profesional. Con los fueros y las cortes aún no conviene meterse. Enfrentarse directamente a los grandes nobles aún sigue siendo inviable.
Todo esto cambia después de 1520-1524. Con la derrota de las Germanías y de las Comunidades se abre una enorme brecha y por esa brecha se cuela la larga mano del rey.
Pero no hay absolutismo real, ni teórico, porque aún no existe esa teoría política como tal. Y sin embargo el rey es dueño y señor de sus reinos. Y nadie le discute nada. Y pobre de quien lo haga, porque aquí tenemos a Felipe II y el asunto del Justicia de Aragón, Juan de Lanuza. Pero no, no hay que ir tan deprisa, no lo hagamos tan evidente, se puede matar a una persona, y hasta se pueden retocar un poco los fueros, pero mejor no quitarlos, mejor mantener las apariencias.
Esta será la línea de actuación de todos los Austrias. La línea roja que solo se traspasará con Felipe V y los Borbones.
Pero que ningún Austria se atreva a saltar la línea roja no quiere decir que se estén quietecitos. Felipe IV la vuelve a liar. La lía más que Carlos I a su llegada a la Península, que ya es decir. Su Unión de Armas estuvo a un paso de hacer saltar su imperio por los aires, pero ya se sabe que los imperios, vistos de lejos, parecen monolitos compactos y duros, pero de cerca se ven las estrías y por esas estrías se cuelan las fuerzas que los destruirán. La gelifracción de los imperios la trae la burguesía, que es el grupo en el que siempre se apoya el rey, que no se fía ni de los nobles ni de la Iglesia por muy domesticados que los tenga. La burguesía empuja por salir al mundo moderno, y el rey está muy interesado en hacer un Estado moderno. La burguesía tiene los funcionarios que el rey necesita. Los burgueses necesitan que alguien les despeje el camino y les haga su hueco y el rey está encantado con ellos, siempre que no les den fiebres nacionalistas o quieran utilizar sus plumas para otra cosa que contar sacos de trigo y hacer loas a la monarquía.
Imperios más sólidos se desmoronaron, por lo que muy bien se podía haber desmoronado el Imperio español (o esa cosa que llamamos pomposamente «Imperio español») en 1640, esto es, por querer ir demasiado deprisa en la construcción del absolutismo real, que existía pero aún no tenía forma concreta, que no tenía enemigos que pudieran parar su avance, pero tenía demasiado territorio virgen delante de él, y un desierto se traga a un ejército y de ese modo un rey puede ser derrotado por su propia ambición. Los últimos Austrias se estuvieron verdaderamente muy quietecitos, no fuera que el chiringuito se les desmontara del todo.
Pero un rey que quiera ser rey, aunque sea mínimamente, nunca se está quieto del todo. A fin de cuentas los reyes franceses, que tenían el mismo problema, aprendieron muy bien que para destruir un Parlamento no hace falta destruir un Parlamento, basta con no convocarlo nunca o casi nunca o basta con ir quitándole funciones hasta dejar solo el caparazón exterior, pero nada dentro. Y para eso nadie como las hormiguitas de los funcionarios, aprobando ordenanzas y rebuscando en los legajos, siempre dispuestos a desdoblarse en órganos consultivos y más órganos consultivos, y ramificarse en despachos y más despachos. Dejemos las cortes convertidas en ilustres ruinas y dejemos que el peso del gobierno lo lleven los consejos y los secretarios, y a estos consejos y a estos secretarios pongámosles otros consejos y otros secretarios, y hagamos los mismo con la administración municipal, porque para cargarse el poder de los municipios no hace falta entrar a sangre y fuego, como en otros tiempos, basta con poner a los consejeros y a los síndicos y regidores que sabemos que nos son fieles y desplazar muy sutilmente a todos los demás.
Si algo no para de crecer en los doscientos años de los Austrias es la administración. La economía va bien o mal, las guerras van bien o mal, pero la administración siempre crece como un gráfico perfecto, con su curva ascendente y metódica, las hormiguitas saben hacer muy bien su trabajo y al rey no le discute nadie. Los nobles se adaptan como pueden a los nuevos tiempos y la Iglesia suspira con resignación: se habían enfrentado a muchos problemas pero ahora les había salido una serpiente con siete cabezas dentro de su propio nido, los protestantes, y con ellos no les valía ni la cruzada ni la excomunión, necesitaban al rey, y aun así lo tenían muy mal. Ningún obispo o cardenal español volverá a tener el poder que tuvo, por ejemplo, el cardenal Mendoza, y cuando el rey ponga o quite o apoye o retire la confianza a alguno de los suyos, como en el caso del arzobispo Bartolomé de Carranza, los demás se callarán y mirarán para otro lado, porque al rey no se le discute. Han visto lo que ha pasado en el Sacro Imperio. Han visto lo pronto que los nobles se han pasado al luteranismo para quedarse con las rentas de los monasterios. No, no pueden molestar al rey, el único que puede defenderles.
Y el rey lo sabe. El rey sabe que los nobles ya no pueden nada contra él, que el papa ya no puede nada contra él (y si se mete mucho peor, como con el asunto del divorcio de Enrique VIII), que los municipios y los Parlamentos tampoco pueden nada contra él, pero sin embargo el absolutismo está en el aire pero no llega a concretarse, porque para concretarse tiene que quitarse la máscara y para quitarse la máscara tiene que usar la violencia.
Por eso las cosas seguirán tranquilas en la superficie hasta que llegue Felipe V y diga: «Ahora sí, ahora sí se han acabado los miramientos, qué fueros ni qué narices, Decretos de Nueva Planta y a tomar por…». En fin, no hace falta ser más explícitos porque se entiende, ¿verdad? No hay como una guerra para que el buen pastor se quite la máscara y el rebaño comprenda que el pastor es el pastor y las ovejas son las ovejas. Luego, una vez resuelto el malentendido, el pastor ya puede arreglar los pequeños detalles. Ya puede sacar la escoba y barrer todos esos consejos y todos esos Parlamentos que no pintaban ya nada desde hacía mucho tiempo, y de paso hasta puede reforzar los muros de la administración, que unos cuantos intendentes y unas cuantas secretarías nunca vienen mal, y ya puestos, porque el pastor es el mayor interesado en el bien de su rebaño (o lo que es lo mismo: la teoría del absolutismo pura y dura, ahora ya explicada sin rodeos), también puede dedicarse a mejorar la economía, porque si la economía va bien los impuestos irán bien y si los impuestos van bien el Estado va bien, y todos tan contentos.
En realidad los que crean el Estado español, ese país que en su momento pudo llegar a ser un país moderno, serán los Borbones, los tres primeros Borbones, Felipe V, que empezó fatal por la guerra de Sucesión y por el tratado de Utrecht, Fernando VI, que no pudo hacer mucho pero sí dejó claro el camino a seguir (el Catastro del Marqués de la Ensenada, por ejemplo) y desde luego el bien conocido pero no siempre entendido Carlos III, el único que tuvo tiempo suficiente y contó con las personas adecuadas y los medios necesarios para hacer todo lo que había que hacer, que aún era mucho. Y que además tuvo ganas de hacerlo. Lo que no se puede decir de los que le siguieron.
Carlos III mandó a Olavide a colonizar Sierra Morena, creo «reales fábricas», construyó canales, atacó el poder de la Iglesia (más aún) ampliando el Patronato Regio de los Reyes Católicos, limitando el poder de la Inquisición, expulsando a los jesuitas, decretó el libre comercio con América, fundó un banco, intentó reformar la enseñanza creando Escuelas de Artes y Oficios y atacando a los colegios mayores, organizó expediciones científicas, intentó racionalizar el difícil, casi imposible, asunto de los impuestos, con proyectos que fracasaron y que luego volverían a ser planteados una y otra vez para controlar mejor los Ayuntamientos, y de paso, para congraciarse con el pueblo después del enojoso asusto del Motín de Esquilache, creó el cargo de «síndico personero del común». En fin, hizo muchas cosas, incluso llegó a decretar que el trabajo manual no era deshonroso (la Real Cédula del 18 de marzo de 1783) para ver si los rancios hidalgos y los más rancios nobles se espabilaban, pero de todas sus medidas la que más éxito tuvo fue la creación de la lotería nacional, lo cual en el fondo no deja de ser triste. Cuando Carlos III murió en 1788 dejaba un país con problemas, con un imperio comercial con problemas, pero con la capacidad de mantenerse a flote o incluso, siendo optimistas, de llegar a buen puerto.
Lo que vino después es otra historia.
«Y para eso nadie como las hormiguitas de los funcionarios, aprobando ordenanzas y rebuscando en los legajos, siempre dispuestos a desdoblarse en órganos consultivos y más órganos consultivos, y ramificarse en despachos y más despachos.» Parece que hablas de la Generalitat actual…
Un artículo excelente.
Luego habría que añadir… ¿a quién representaban esos parlamentos? Pues eran puramente oligárquicos.
Porque nos podemos acordar por ejemplo de La gran guerra Remensa en la que los campesinos sometidos a servidumbre se rebelaron apoyando a la monarquía en contra de la Generalitat, que pretendía que siguieran atados a la tierra en un régimen de cuasi-esclavitud.
Perez Reverte style. Coincido con loar al bueno de Carlos III y espero que se explaye con el criminal Fernando VII cuando toque.
¿Algo así?
http://www.jotdown.es/2014/12/si-el-padre-era-tonto-el-hijo-era-peor/
«En realidad los que crean el Estado español, ese país que en su momento pudo llegar a ser un país moderno, serán los Borbones, los tres primeros Borbones, Felipe IV…»
Es Felipe V, obviamente
Bahh artículo lleno de lugares comunes. Parece el manual de la ESO.
Tendrían que volver los Trastámara!! He echado un poco de menos al gran Carlos II
Entiendo que es un estilo de explicar la Historia innovador, con un lenguaje más directo para llegar a un público mayor. Pero, por favor, una palabra: BIBLIOGRAFÍA.
Además de algunas historias generales, como la Historia de España, dirigida por M. Tuñón de Lara (Barcelona, Labor, 1986) y la Historia de España de Ramón Villares y Josep Fontana (ed. Crítica), recomiendo estos libros:
-ANES, G.: El Antiguo Régimen: Los Borbones. T. IV de la Historia de España Alfagurara, dir. Miguel Artola. Madrid, 1975.
-ELLIOT, J.H.: El Viejo y el Nuevo Mundo (1492-1650). Madrid, Alianza Edit., 1972.
-ELLIOT, J.H. y otros: América Latina colonial. Europa y América en los siglos XVI, XVII y XVIII. Barcelona, Crítica, 1991.
-ELLIOT, J.H., España y su mundo, 1500-1700, Madrid, Taurus, 2007.
-ELLIOT, J . H., España, Europa y el mundo de ultamar, Madrid, Taurus, 2010
-VALDEÓN, J. y SALVADOR, N.: Castilla se abre al Atlántico. De Alfonso X a los Reyes Católicos. Vol. 10 de la Historia de España, Historia 16-Temas de Hoy, Madrid, 1995.
-SALRACH, J.M. y ESPADALER, A.M.: La Corona de Aragón: plenitud y crisis. De Pedro el Grande a Juan II (1276-1479). Vol. 12 de la Historia de España, Historia 16-Temas de Hoy, Madrid, 1995.
-FUENTES, Juan Francisco, El fin del Antiguo Régimen (1808-1868), Madrid, Síntesis, 2007.
-CASTELLS, I. y MOLINER, A.: Crisis del Antiguo Régimen y Revolución liberal en España (1789-1845). Barcelona, Ariel, 2000
-HALE, J.R.: La Europa del Renacimiento, 1480-1520. Historia de Europa. Siglo XXI, Madrid, 1973 (hay varias reediciones).
-IRADIEL, P. Y LADERO, M. A.: De la crisis medieval al Renacimiento (Siglos XIV y XV). Vol. 4 de la Historia de España Planeta, Barcelona, 1989.
-MARTÍNEZ SHAW, C. y otros: Manual de Historia Universal. Vol. 5: Edad Moderna, siglos XVI y XVII. Madrid, Historia 16, 1995.
-EGIDO, Teófanes: Las Claves de la Reforma y la Contrarreforma, 1517-1648. Barcelona, Planeta, 1991.
-HALE, John: La Europa del Renacimiento, 1480-1520, Madrid, Siglo XXI, 1993.
ROMANO, R. y TENENTI, A.: Los Fundamentos del Mundo moderno. Edad Media tardía, Reforma, Renacimiento. Historia Universal Siglo XXI Vol. 12. Madrid, Siglo XXI, 1971.
-LYNCH, John: La España del siglo XVIII. Ed. Crítica, 2005.
-PARKER, Geoffrey: FELIPE II: LA BIOGRAFIA DEFINITIVA. Ed. Planeta, 2010.
-PÉREZ, Joseph, La España de Felipe II, Barcelona, Crítica, 2000.
-EZQUERRA REVILLA, Ignacio, El Consejo Real de Castilla bajo Felipe II: grupos de poder y luchas faccionales, Madrid, Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2000.
-BELCHÍ NAVARRO, María de los Peligros, Felipe II y el Reino de Valencia (1567-1578): la tecnificación del virreinato, Valencia, Universitat de València, 2000.
-BRAUDEL, Fernand. Carlos V y Felipe II : Fernand Braudel ; prólogo de Felipe Ruiz Martín. Ed. Alianza, Madrid, 1999.
Hay muchos más, y me gustaría incluir varios más específicamente sobre la administración y la burocracia en la España del Antiguo Régimen que he leído pero que no tengo a mano y por tanto me faltan datos (si los encuentro te los añado), pero de todas formas creo que con estos son suficientes…
Gracias! Ahora sí!
Y un libro que faltaba…
Molas, Pere: Los gobernantes de la España moderna. Ed. Actas, 2008
Un saludo.
Felicito al autor porque creo que el tono didáctico-divulgativo es muy adecuado y es brillante en su síntesis. Pero me sobra ese «pesimismo nacional» (algún comentarista lo ha identificado como «perezrevertiano») ese ya, para mí, extremadamente cansino «me duele España», esa visión, ya casi unánime, de la Hª de España como la Historia de un fracaso. Por ejemplo, la frase «ese país que en su momento pudo llegar a ser un país moderno». A ver: si hay un Estado Moderno en Europa en el siglo XVI, ése es España, junto a Francia, e Inglaterra.. Y así se la denomina y califica en la historiografía, no ya europea, sino universal. Que ese largo hiato que describe el artículo entre la monarquía feudal y la monarquía absoluta recibe historiográficamente el nombre de Monarquía Autoritaria, que responde perfectamente a lo que describe la mayor parte del artículo. Que el tránsito entre monarquía autoritaria y absoluta no es sencillo y que no sólo fracaso en España en 1640: justo al mismo tiempo, en Inglaterra, el rey Carlos I Estuardo iniciaba el largo recorrido que le llevaría al cadalso por fallar en ese tránsito.
Como le suelo decir a mis alumnos, por favor, no estudiemos nuestra historia con un cilicio y un látigo para fustigarnos. Que tan mal estructurada no estaría la monarquía autoritaria habsburgo cuando dominó Europa durante dos siglos y América durante tres. Que la supermoderna Francia tuvo que desgarrarse medio siglo en crudentísimas guerras civiles antes de estar en situación de disputarle a España la supremacía gracias a la más depurada tiranía de un rey que habían visto los europeos. Que la superburguesa Inglaterra se tiró otro medio siglo de crueles conflictos políticos y religiosos antes de dar con la monarquía parlamentaria. Que uno lee a Reverte o este artículo y todo se va a que los españoles eramos los últimos de la clase en iniciativa, organización, tolerancia o buen gobierno. Y no.
No soy erudito pero España adolece de la Ilustración y se nota.Pasas los Pirineos y hay cierta estética en sus pueblos,sus habitantes,sus formas.Seguimos siendo toscos,malhablados, ignorantes y zafios.Si la educación es el resultado de la historia entre otros valores,o no hemos aprendido mucho o lo hemos hecho a conciencia practicando lo peor de ella.
Nuestra historia puede ser mas o menos esplendorosa,como la del resto de países,pero sus resultados aquí se manifiestan en sus polititicos,corrupciones,conciencia ciudadana…totalmente parca.Personajes como los de la «madre patria:» serian impensables en nuestro entorno.Y ellos son nosotros en la medida que son elegidos.Y es nuestra historia la que permite que esto ocurra.
¿El meapilas, beato, piadoso, católico, apostólico, romano y contrarreformista de Felipe II también le arañó poder a la Iglesia?
Se nota que no lo eres: «adolecer» no es sinónimo de carecer. Más bien de «padecer». Tu afirmación no tiene sentido.
Demasiada historiografía de instituto llena de dogmas y prejucios.
Yo diría más bien de informativo de TV y de discurso de político imperante. Nada que objetar a que también escriban en JotDown pero, ¿podrían traer a un historiador, por favor?
La simplicidad no siempre es fuerza, y este es un ejemplo.
Tu comentario es la mejor prueba de ello.
Uh, uh.
Es un buen artículo, es divulgativo e interesante. Evidentemente no ha dado todos los detalles pero no puede ser de otro modo. He visto un comentario en el que hablan de lugares comunes y tópicos, estos lugares comunes como los llama no son más que conclusiones que han ido sacando los historiadores a lo largo de los siglos de analizar un hecho histórico. Que los haya mencionado no significa que no sea un buen artículo sino que coincide con lo que ya se ha dicho, y esto no tiene por qué ser malo. Creo que ha hecho un buen trabajo de síntesis.
Dice el artículo que Carlos V fue el único nieto de Fernando el católico obviando que tuvo un hermano:Fernando de Habsburgo luego rey en centroeuropa.Fernando se educó en España y Carlos en los países bajos y sin embargo trajeron a Carlos aquí(donde desconocía todo)y llevaron a Fernando allí,misterios de la «realeza» y del poder(que son misterios esotéricos y cuasi-religiosos).En fin si todo el artículo es tan fiel a la historia como su comienzo podrá ser un buen artículo pero de ficción histórica.
Muy cierto, no lo había puesto porque la historia es muy conocida. El heredero fue Carlos y Fernando ocupó siempre un segundo lugar hasta que Carlos I, en su abdicación de 1555 le cedió la corona imperial, mientras que la mayoría de las posesiones (excepto Austria-Hungría) fueron para su hijo Felipe II. Pero sí, supongo que tenía que haber matizado. Gracias por tu aportación.
No, no y no: las casualidades dinásticas no favorecieron los planes de los Reyes Católicos, sino que los frustraron. La idea de España era una idea peninsular, incluía a Portugal, y por tanto quedaba todavía ese reino por unificar. Por eso se prometió en matrimonio al príncipe Don Juan, heredero, con la familia real portuguesa: esa habría sido la verdadera España, y no la que finalmente resultó. El resto de los hijos de los RRCC fueron dados en matrimonio a potencias vecinas de Francia, con el objetivo de aislar diplomáticamente a Francia, no para que heredasen nada. El problema fue que murió Don Juan, y eso trastocó todos los planes dejándolos fuera de control y creando un verdadero engendro en manos de un tal Carlos I, insostenible, en el que nadie había pensado: reinos peninsulares unidos a Austria, a Alemania, a Flandes… una barbaridad. Pero lo peor de todo es que esta nueva dinastía, quebrando la tendencia de los últimos reyes peninsulares de controlar la aristocracia y favorecer la burguesía, hicieron causa común con los aristócratas castellanos y arruinaron con impuestos a los burgueses. Eso condenará a Castilla a la ruina y al atraso, del que nunca llegará a recuperarse. Se frustró la posibilidad de hacer de España un país moderno. Se frustró incluso España: Portugal quedaba fuera.
Sí, la muerte de Don Juan es un tema que he tenido que dejar fuera. Por lo visto su madre se negó a que lo separaran de su mujer con eso de «Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre». En fin… La Historia (con mayúsculas) hubiera sido muy distinta, probablemente. Pero en todo caso sólo podemos atenernos a los hechos, o tratar de hacerlo.
Gracias por tu comentario.
No tengo reparos especiales en el tono del artículo, que como dicen otros usa un estilo cercano y bastante ameno con el que se puede hacer que más gente se interese por estos temas, pero desde un punto de vista argumentativo deja mucho que desear, al final no es más que una sucesión de interpretaciones muy simplificadas de unos hechos enormemente más complejos a todas luces. Da la impresión de que su autor se acaba de leer un libro sobre el tema y nos hace un resumen de sus personales conclusiones y lo peor de todo, de forma bastante dogmática. Con lo que lo que se gana por un lado con ese rollo ameno se pierde por otro con la falta de rigor historiográfico. Si yo fuera editor de la revista pondría a escribir sobre estos temas a investigadores profesionales, aunque entiendo que se busque solamente entretener a los lectores. Un saludo.
Te respondo abajo. Un saludo.
Otra cosa se suele pasar por alto, quizás porque Carlos I tiende a caer simpático entre los historiadores españoles. Cuando llega a la península, de aquí no le interesa otra cosa que recaudar el dinero suficiente para sobornar a los electores imperiales y ser elegido emperador del Sacro Imperio Alemán. Para eso, puesto que todavía no hay guerras, necesita convocar Cortes y que le autoricen esa recaudación extraordinaria. Las convoca en Galicia, soborna a los emisarios en Cortes (que eran más baratos de sobornar que los electores imperiales), le aprueban la recaudación, y con ese dinero acude a sobornar a los imperiales y vence en la elección imperial sobre su directo competidor, Francisco I de Francia, en adelante su irreconciliable enemigo y futuro promotor de guerras contra Carlos, que tendrá que pagar España.
A partir de aquí se entiende perfectamente la sublevación de comunidades y germanías, que de otra manera parece un tanto caprichosa.
Se ha de puntalizar que El Rey Católico Fernando era Fernando II de Aragón y V de Castilla.
Si no se aclara este punto, no se puede entender que antes que él reinara en Castilla Fernando III el Santo del 1217-1252, padre de Alfonso X el Sabio y posteriormente, el siguiente Fernando fuera el VI.
«Da la impresión de que su autor se acaba de leer un libro sobre el tema y nos hace un resumen de sus personales conclusiones y lo peor de todo, de forma bastante dogmática».
Caramba… Eso me recuerda una crítica de un tribunal universitario en la lectura de tesis floja de un pobre estudiante recién licenciado. Y sí, hay tesis universitarias muy flojas, que no sé ni cómo se presentan, pero no es mi caso, porque yo jamás he pretendido hacer una tesis, mi intenciones son mucho más limitadas. Y sí, por supuesto que he leído no uno sino muchos libros, pero no ahora, llevo 20 años leyendo libros de historia, y de hecho yo mismo he escrito libros de historia, y me he pateado los archivos y las excavaciones arqueológicas (de hecho he trabajado en varios archivos históricos) y además he estado enseñando historia a un montón de chavales que no saben casi nada de historia y a chavales que saben bastante historia y algún día, no muy lejano, se meterán en la universidad y sabrán más que yo, al menos eso espero, y creo que todo eso me capacita, al menos en parte, en considerarme suficientemente cualificado como para escribir un artículo divulgativo de historia, y digo artículo divulgativo y no digo tesis, que son cosas muy distintas. Pero bueno, por supuesto que las conclusiones son en parte mías, y dijo en parte, porque cuando digo que la política fiscal de los primeros Austrias arruinó la industria artesanal lanera castellana, por ejemplo, no hago más que seguir las tesis de autores ingleses, por ejemplo, que apuntan esta conclusión. Así que yo no llego a ninguna conclusión nueva, sólo acepto la que, de todas las que he leído (y a veces hay interpretaciones muy diferentes de un mismo hecho según un historiador o otro) me parece la más acertada. Por tanto, poco original, pues sí, porque no he investigado el tema por mi cuenta sólo he leído y escuchado a los que lo han hecho, pero dogmático, pues no, ahí no puedo estar de acuerdo contigo. Si yo soy dogmático entonces Lynch, o Elliot o Fontana, por decir alguno, son dogmáticos, porque ellos son los expertos en el tema, yo sólo los sigo. Si aparece otro historiador y me demuestra que Carlos I fue una bendición para la industria artesanal castellana (por seguir con el ejemplo), si lo demuestra con documentos, con estadísticas, con pruebas no científicas porque la historia no pasa de ciencia social y eso como mucho, mal que nos pese, pero sí suficientemente serias para tenerse en cuenta, entonces yo cambio mi versión del asunto. Y encantado. De hecho, pobre de la historia si los historiadores no avanzaran en sus descubrimientos y en sus métodos y llegaran muchas veces a mantener posturas totalmente contrarias a las que mantenían años atrás. No sabemos mucho del pasado, ni yo sé mucho del pasado, ni pienso (ya lo he dicho antes varias veces) que la historia pueda ser objetiva. Pero pese a todo creo que hay que intentar llegar a lo que sucedió y luego hay que intentar contar lo que sucedió. Y eso pretendo en la medida de mis posibilidades, como he pretendido siempre. Y eso es todo lo que puedo decirte.
Excelente. Siga así.
¿Matizado? Dice que es el único nieto, obviando a un personaje con gran relevancia en la historia centroeuropea. Para ser emperador primero tenía que ser Rey de Bohemia, cosa que tenía su relevancia en el siglo XVI. Fernando: (Alcalá de Henares, 10 de marzo de 1503 – Viena, 27 de julio de 1564). Archiduque de Austria, Rey de Bohemia (1526–1564), de Hungría (1526–1538, 1540–1564) y Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1558–1564) casado con Ana Jagellón de Hungría y Bohemia.
Para mí, sinceramente, un error que me hace desconfiar de todo lo que sigue en el artículo
Sí, y también podemos hablar de las infantas Leonor, María, Isabel y Catalina, y del hijo muerto a las pocas horas de Fernando II y la francesa Germana de Foix. Como comprenderás no se puede poner todo. Y además, la cuestión es que el heredero de las cuatro herencias, las de sus cuatro abuelos, fue Carlos…
Un saludo.
Y por cierto, no te creas que le hacía ningún favor a Fernando, por un lado los turcos, que desde que aplastaron a los húngaros en la batalla de Mohacs en 1526 (y matando a su rey Luis II) eran un peligro constante y habían llegado a atacar Viena varias veces, la primera en 1529, y por otro lado los conflictos con los protestantes, que la paz de Ausburgo de 1555 sólo habían solucionado en parte. Pero eso ya es salirse del asunto de este artículo. Y cómo he dicho antes, no se puede abarcar todo…
Lo que quería decir es que habría que suprimir «el único nieto» del artículo.
Un saludo
Una vez publicado yo directamente no puedo cambiar nada, pero tomo nota. Gracias.
Este es uno de los textos sobre Historia Moderna de España más flojo y más pomposo que he leído últimamente. Pleno de topicazos, y en aquello que acierta, lo explica mal.
Pocas veces se explica, por ejemplo, la diferencia bestial entre la población española (sí, España era un territorio-reinos muy poco poblado, tanto Castilla como Aragón (más si cabe esta última)) y la del resto de potencias europeas. España debía tener a mediados del XVI unos 7-8 millones de almas. Francia alrededor de 22 millones, Alemania un poco menos (sí, ya sé que dividida en numerosos territorios soberanos, pero ya con una conciencia de unidad política, concretamente la pertenencia al Sacro Imperio Romano Germánico), e Italia entre 16 y 18 millones (sí, sí, también muy dividida). Imagina por tanto la disparidad de poder real a la hora de alistar soldados, o de extraer recursos económicos, que tenía el monarca castellano con respecto al francés.
Además, España nunca ha sido un país propiamente feudal (algo más Aragón, pero tampoco). El poder real de los nobles castellanos es muy menor al de la alta nobleza continental. El duque del Infantado a finales del XVI contaba con unos 80.000 súbditos, repartidos principalmente entre Guadalajara y Toledo, y era de los que más tenían sino el que más (y le sumo los habitantes de Guadalajara, que no formaba parte estrictamente de su señorío jurisdiccional.
Y eso de que la nobleza española no ejercía labores comerciales. Jejeje… eso es confundir a la gran nobleza castellana o aragonesa ( 30 ó 40 familias), con el resto del estamento hidalgo del país (imagínense, como poco unos 100.000 cabezas de familia…).
Vaya usted a Sevilla, la Nueva York de entonces, y vea quienes eran la mayor parte de los Cargadores de Indias (es decir, los que hacían import-export), la mayor parte de los que eran españoles (había italianos y flamencos), miembros de la nobleza local sevillana o nobleza pequeña y mediana del resto de territorios de la Corona de Castilla, muchos de los cuales acabaron obteniendo títulos nobiliarios. En España, salvo los grandes duques (Medinaceli, Alba… y a veces estos también) el resto de la nobleza (incluyendo la baja y la mediana) participó activamente en el comercio hasta finales XVIII-principios XIX.
La historia de España se empieza a explicar ahora de forma más o menos realista y veraz. Ni le cuento lo que sucede con la Guerra de Sucesión. Eso, que trae cola desde la visión absurda de Cánovas del Castillo, es un delito histórico tal y como se cuenta en España. Que versiones como la catalanista sobre ese hecho sigan teniendo peso es deplorable (no hay más que contar de dónde eran los efectivos del ejército aliado austracista, y nos llevaríamos una sorpresa. Apenas había catalanes, no digamos ya valencianos).
En fin…
Me refería a los efectivos del bando austracista en la Batalla de Almansa.
Por supuesto que me he dejado muchas cosas. Por ejemplo, me extraña que nadie me haya reprochado que no haya hablado de la unidad religiosa, pues la unidad territorial y la construcción de la monarquía absolutista, que es de lo que va este artículo, del paso de una monarquía feudal a una monarquía autoritaria para luego acabar en una monarquía absolutista en sus dos vertientes, absolutismo puro y duro y despotismo ilustrado, fue paralela a una represión de las minorías religiosas, con la expulsión de los judíos, las medidas contra los conversos, los ataques a los mudéjares, que pasan a ser moriscos y pasan a ser exiliados interiormente después de la rebelión de las Alpujarras de tiempos de Felipe II para ser finalmente expulsados a partir de 1609. Y bueno, esto es sólo una de las muchas cosas de las que se podía hablar, si lo que yo pretendiera es ir al detalle y a la excepción y no a la norma general. Sólo que no pretendía eso. Pero más adelante a lo mejor sí hablo de ello. Y de la batalla de Almansa, desde luego.
Un saludo…