Hagan la prueba: peguen ustedes la oreja a una conversación de bar (masculina) y oirán toda clase de mamarrachadas (también podría darse el caso de que conectaran con algo interesante, pero descartemos esa posibilidad por el momento), invectivas territoriales, algún «a ese le parto la cara», tristezas de oficina, puede que alguna historia dramática, pero jamás (jamás) oirán a alguno de esos hombretones diciendo «el otro día llegué a casa, me senté en el sofá y sin venir a cuento empecé a llorar» o «cómo lloré con la película de Eastwood que echaban por la televisión». Puede que esto sea el siglo XXI y que hayamos inventado el fuego, la rueda, internet y o el terrorismo en redes sociales, pero hay cosas inamovibles: una es que no se sabe hacía donde va la evolución (en eso están de acuerdo todos los expertos, no hay ningún modelo biológico o social capaz de predecir cómo será el ser humano en un siglo) y la otra es que los hombre no lloran. Ninguno. Nunca.
Una estadística publicada por el rotativo británico The Guardian decía que las mujeres lloran entre treinta y siete y sesenta veces al año y los hombres entre seis y diecisiete en ese mismo periodo.
Si un hombre llora es que no es un hombre. Y esto es una dictamen tan rotundo e inapelable como una sentencia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos de América. Si uno se pone a leer textos históricos puede encontrar a samuráis llorando en el fragor de la batalla o a Alejandro Magno echando la lagrimita porque ya no quedaban más tierras que conquistar (todo perfectamente comprensible y deliciosamente masculino). Hasta se sabe que Abraham Lincoln colocaba una lágrima aquí y allí en sus discursos, porque sabía que el calado de los mismos subía un grado y se colocaba además en una dimensión emocional mucho más poderosa que la puramente política. Sin embargo, encontrar referencias similares en nuestras esferas (las más íntimas, siguiendo la teoría de Sloterdijk) es misión —casi— imposible. Es como pedirle a un espartano que se ponga tierno o al general Patton que abrace a Erwin Rommel: llorar sigue siendo un tabú. Probablemente el más ridículo de todos. Es —hasta cierto punto— comprensible que hablar del suicidio sea un asunto complejo y que de hecho no lo hagamos (determinados periódicos simplemente no tratan el tema y cuando lo hacen es en la sección de política, donde —aparentemente— es más aceptable) pero que llorar siga siendo visto como una afrenta a la masculinidad (por supuesto, faltaría más, vemos gloriosas excepciones) es algo tan ridículo como impepinable.
Dicen los expertos (en esto también hay expertos, por supuesto) que hay una razón puramente biológica basada en la cantidad de prolactina (60 % más alto en ellas) y la testosterona, que hace que los hombres sean —de entrada— menos proclives al llanto. De hecho, hasta alguien se preocupó por comprobar que cuando un hombre se encuentra en un proceso de cambio de sexo sus hábitos lagrimales se incrementan exponencialmente. Esa es la única razón puramente científica, las demás son todas de índole jerárquica, en cuanto se basan en la imposición de un modelo de hombre que está más cerca de Chuck Norris que de Clint Eastwood.
El ejemplo no es baladí. A Chuck Norris se le conocen pocas habilidades más allá de su patada voladora y que Bruce Lee le dio una paliza descomunal en el coliseo de Roma. A Eastwood, axioma hecho carne y sangre del hombre de verdad: el pistolero sin nombre, el forajido del látigo, el inspector Callahan, el tipo que se iba de fiesta con su colega del pueblo y un mono, el luchador callejero, el sargento de hierro, se le vieron todas las costuras del disfraz cuando hizo Sin perdón, Los puentes de Madison (esa escena en el que Eastwood espera empapado bajo la lluvia que la mujer de su vida se decida a abrir la puerta hubiera hecho llorar a cualquier hijo de vecino) o Un mundo perfecto. Million Dollar Baby es la demostración perfecta de que los tipos duros lloran como todos los demás, solo que se esconden para hacerlo.
Que ni siquiera Eastwood pudiera acabar con uno de los convencionalismos más ridículos de la historia da buena prueba de lo difícil que es convencer a la sociedad de que llorar no convierte a un hombre en una gominola. De la misma forma que decían que John Ford leía poesía a escondidas cuando no estaba por ahí de juerga con los apaches o que la dureza de Miles Davis era una simple armadura (ese tipo hizo Kind of Blue), los hombres duros (y los blandos también) han ocultado siempre sus ansias por dejar escapar una lágrima aquí o allí. Como tantas otras cosas, podemos echar la culpa al omnipresente cine americano (y hasta a mucha de la literatura anglosajona), que se ha encargado de vendernos al tipo que jamás necesitará un clínex porque tiene un antro oscuro y pegajoso, de taburetes de madera, donde se acomodará en la barra y pedirá un whisky doble, solo. Luego el barman le servirá otro y otro. Y luego el tipo se irá a casa, se pondrá algo de jazz y esperará a la elipsis correspondiente para volver a su vida de siempre. Ya saben, «seis meses después».
Llorar está mal visto en el mundo de los machos alfa. Ningún jefe que se precie será visto jamás llorando y un empleado sin control sobre sus ojos será pronto presa de los depredadores de oficina. La sensibilidad es un valor a la baja y una invitación a la emboscada, y aunque pudiera parecer que en los últimos años el hombre había evolucionado hacía un modelo de humanización más propia de los poetas románticos que del cowboy de ciudad, lo cierto es que la teoría del cazador-recolector sigue gozando de plena vigencia. Hace solo un par de semanas el NY Magazine publicaba un artículo sobre por qué nos gusta llorar en la ducha. No había nada especialmente destacable en el mismo excepto que la foto que lo ilustraba era un hombre llorando en la ducha. Debió de ser sin duda una elección difícil para el editor, dado que los hombres no lloran (en la ficción sí, pero es ficción).
Recientemente vi llorar a mi padre. No le he visto llorar en cuarenta y cuatro años, y sus lágrimas fueron como las trompetas del Apocalipsis. Ver al tipo que ha sido tu referente humano deshacerse ante tus ojos es como contemplar en directo la caída de un edificio en el que has vivido toda tu vida. Vi a mi madre llorar muchas veces y aunque triste, no me pareció traumático, pero lo de que el pilar del patriarcado (de mi patriarcado) rompa la regla de oro de la masculinidad es difícilmente digerible. Como todo esos progenitores modernos que en pleno siglo XXI le dicen a sus hijos pequeños: «No llores, los niños no lloran», como si con ello fueran a manchar su inmaculado historial emocional. ¿Las niñas? Que lloren lo que quieran, que por algo son niñas.
El llanto de un padre y su (inmenso) peso específico es simplemente la herencia de una sociedad en la que la debilidad solo se cura a martillazos. Decía Victor Hugo (en Los miserables) que «aquellos que no lloran, no ven» y seguramente ese es el mejor consejo para los que han decidido (en función de su sexo) guardarse para sí mismos eso tan higiénico de gimotear un rato cuando las circunstancias lo demandan o porque —simplemente— apetece. Si Eastwood lo ha hecho, ¿por qué no iba a hacerlo usted?
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Se nota que usted es hombre. Llorar no es «deshacerse» o «derrumbarse», llorar es simplemente desahogarse, calmarse y a otra cosa, mariposa. Ver las lágrimas como signo de debilidad es un gran error (fundamentalmente masculino, pero no solo). El llanto permite sacarlo todo y empezar de nuevo, como si tal cosa. Eso es lo que nunca se ha entendido.
¿que tal va la comprension lectora?
Pues no lo dirás por Roncero precisamente. Creo que los medios de comunicación actuales lo que favorecen es justo lo contrario, el exhibicionismo sentimental, vende más tener a gente llorando desconsoladamente en un plató de Telecinco que mostrando aplomo, una cualidad mal vista hoy día. Por otra parte, las mujeres no aprecian en los hombres signos de debilidad, que muestren sentirse desbordados por las circunstancias. Si vas por ahí echándote a llorar ruidosamente cada vez que tengas un problema, me temo que no te comerás un colín. Mira, así tendrás otro motivo para llorar.
http://www.toomanymornings.com/wp-content/uploads/2010/08/no_country_for_old_men_tommy_lee_jones.jpg
Aunque las lágrimas «desenconen el corazón afligido», es cierto que últimamente desde los medios se favorece un modelo de masculinidad melodramática y llorona, tipo Bustamente. Un modelo, francamente, irritante; una especie de kitsch sentimental. Pornografía emocional barata.
«Por otra parte, las mujeres no aprecian en los hombres signos de debilidad, que muestren sentirse desbordados por las circunstancias. Si vas por ahí echándote a llorar ruidosamente cada vez que tengas un problema, me temo que no te comerás un colín».
Me temo que como no te comerás un colín es con esta manera de proyectar. O, quizá sí, con mujeres made in anuncio España franquista.
Por supuesto que no te vas a comer un colín. Y además lo sabes perfectamente.
Me ha convencido Vd. Voy a llorar más a partir de ahora y en lugar de recapacitar sobre los problemas que me acucian e intentar resolverlos con calma y de forma irracional, lloraré, hasta sentirme como el hombre arquetipo que traza Vd. en el texto. Y cuando me siente en un taburete, en una de esas barras de bares en los que los tíos decimos mamarrachadas, seguiré su consejo y le diré a mis compatriotas que yo en mi casa lloro, lloro mucho. Que el llanto es una catarsis, y que no soy menos hombre por llorar.
Le aseguro que llorar es mejor que intentar resolver los problemas de forma irracional.
¡Ja, ja, ja! ¡Qué malo eres Archibald, vamos a perdonarle el lapsus a abyecto!
Se me escapó esa i, quizá me traicionó el subconsciente. Muchísimo mejor, qué duda cabe.
Las mujeres: esos seres de luz abanderados de la racionalidad.
«Si vas por ahí echándote a llorar ruidosamente cada vez que tengas un problema, me temo que no te comerás un colín»
Llorar no es hacer ruido. La respiración se agita por muchas razones, no por las lágrimas. Llorar no se llora por ahí, se llora en un lugar concreto, donde uno se siente cómodo para hacerlo. Hay personas para las que, en publico, es cómodo. Ni por ahí ni haciendo ruido, en un lugar, dejando caer lágrimas, sin esconderse, sin disfrazarse y sin contener la respiración. Nadie tiene recoger lo que esa persona deja salir, no hay perjuicio para los demás, solo acompañar, si se quiere.
Y en cuanto a lo de ligar…cada uno sabrá lo que vende, porque lo vende y a que precio. Eso es como la obligación de adelgazar para ligar, aunque no lo parezca, hay vida más allá.
Di que sí, pilar, que yo estoy bastante rellenito y la faena es mía para sacarme a las mujeres de encima! ¡Se pegan a mis lorzas como lapas, las puñeteras!
Pero pasando al tema este de los lloros, actualmente me siento algo frustrado porque es el caso que hace poco me operaron de la vista para quitarme las dioptrías y ahora resulta que no lloro ni a tiros. ¡Con lo a gusto que yo me lo pasaba lagrimeando cuando se le moría el hijo a Barry Lyndon! ¡Y no digamos viendo llorar a Clint Eastwood en Los puentes de Madison! Por cierto, en la foto de arriba, ¿está llorando o está cagando…? No sé, no lo tengo muy claro, la verdad…
Pues lo dicho, que el oftalmólogo me ha convertido en un «tío» hecho y derecho que ya no se pone a llorar por cualquier pijada aunque me ha dicho que esto será temporal. ¡Pero cualquiera se fía de los matasanos!
Yo considero que los hombres al menos pueden y deben llorar y que las mujeres no deben llorar porque son unas putas lloronas que lloran sin motivo porque son mas debiles y como hay una maldita sociedad machista las mujeres deben llorar ser tiernas cuidadosas fragiles etc pero nunca hay que olvidar que la frase los hombres tambien lloran si es correcta porque los hombres tienen sentimientos tambien y no hay nada mas triste que un macho o hombre de verdad llore a solas porque lo abandono la novia o polola y en publico ni te cuento porque la gente que escribe memes o que le gusta burlarse de los hombres muy sensibles que son bastantes esa gente esta mal enseñada o porque tiene problemas o tiene retraso mental o signos de inmadures porqie me gustaria que como en los años antiguos 1800 1900 digieran las mujeres no lloran porque son estrictas no deben llorar deben tener personalidad ser fuertes porque yo quiero que eso pase porque odio ver a las mujeres llorar lo hacen por abuso y por aprovechamiento porque hasta ellas dicen los hombres no lloran son insensibles duros como rocas monstruos eso es una puta broma mentira que se lea metia a los niños hace tiempo para que se haga el macho agresivo duro y ademas es una estupides poque los hombres lloran las mujeres tambien lloran y a veces se me viene que las mujeres no lloran no deben llorar como se les inculco a los hombres hace años la mentira mas dolorosa y mas grande en el mundo aca en chile pero me refiero que si los hombres no lloraran las mujeres tampoco porque el llanto es algo que dios nod otorgo es algo mixto compartido no tiene sexo y el que invento la frase hace años para algunos paises los hombres no lloran es pura mentira porqye en los hombres el llanto masculino es un signo de personalidad valentia de macho de fortaleza mejor dicho las mujeres no deben llorar que venga al reves que haya femenismo hacia ellas mejor dicho las mujeres no pueden llorar las mujeres no lloran los hombres si lloran porque somos insuperables de buen corazon con sentimientos tiernos y respetuosos porque los hombres son fuertes en algunas cosas o caracteristicas que lo definen como persona de sexo masculino y lo mismo las mujeres viceversa
Mirad lo que pasó con oriol Jonqueras. Se puso sentimental con el tema independència y le dieron palos para aburrir.
Desde hace años, creo que lo único que me ha hecho llorar ha sido el sufrimiento y la muerte de mi padre. Me he emocionado con algunas cosas (sobre todo relacionadas con mi hija) hasta el punto del nudo en la garganta, pero no he llegado a llorar. Y no es que trate de evitarlo, aunque sí tenga mi pudor al respecto.
No le encuentro sentido al exhibicionismo sentimental salvo con personas con las que se mantenga una relación íntima.
Creo que es sólo eso. No significa nada llorar o no llorar. No se siente más o menos. No hay que avergonzarse ni de llorar ni de no llorar. Habría que hacerlo de que el llanto fuese falso, porque cada vez estoy más convencido de que la sinceridad y la libertad son lo mismo. Hay que ser muy libre para ser sincero.Y llorar o no hacerlo forma parte de ello.
Yo lloré mucho con el final de Six Feet Under. No hay problema en reconocerlo.
Pues llorar es, para mi como hombre en la treintena (Dios, qué raro me siento), algo q siempre se me ha antojado inapropiado, pues es una demostración de debilidad y desbordamiento de las emociones. No resulta, x tanto, apropiado hacerlo indiscriminadamente, mucho menos en público. Yo he llorado en público y en privado, x motivos diversos. Me ha visto llorar mucha gente y casi siempre xq la situación ha sido extremadamente dura (al menos en aquel momento no fui capaz de reprimirme)
Llorar puede ser catártico, sí, xo las lágrimas hay q reservarlas xa lo importante.
Llorar x cualquier cosa es de poca ayuda.
Sí es cierto q «los hombres no han de llorar ni aún cuando tengan las tripas en la mano» o al menos eso decía mi abuelo, que en paz descanse.
Llorar por tener un hijo, o por que se le muere a uno el padre, pues vale, puede ser terapéutico. Llorar x cualquier cosa, no
Nunca llegaré a entender por qué está mal visto que un hombre llore, nunca he sentido que llorar fuese signo de debilidad, es una forma como otra cualquiera de afrontar tus emociones, unos lo hace llorando y otros a su manera. No creo que pedir un whisky tras otro en la barra de un bar sea una forma más racional de pensar en los problemas y recapacitar hasta solucionarlos.
En cuanto a lo de que si eres hombre y lloras no te comerás un colín tampoco estoy de acuerdo, las mujeres aprecian a los hombres sensibles y a veces no hay nada que nos produzca más ternura que ver que los hombres también necesitan expresar sus emociones con lágrimas, como el resto de los mortales, eso no les hace menos hombres
Cuando yo tenía 24 años, en casa de mis padres que también lo era mía aunque ya tenía otro nido en el que aparcar de vez en cuando, hubo un problema terrible. Tal fue la magnitud, que mi madre, una tarde en la que estábamos solos hablando sobre ello, se derrumbó y llorando dijo que cuánta falta le hubiera hecho en ese trance su madre muerta hacía tres años. Mi madre contaba a la sazón con 50 años y en ese momento hubiera agradecido el hombro de su hijo para consolarla pero ese hijo, atacado por el mal de «la debilidad» «lo inapropiado» y esas monsergas que nos hacen tragar a todos, solo supo, de forma desabrida y azorada (ver llorar a tus padres es como intuír el fín del mundo), darle a entender que ya era grandecita para llorar y que había que «echarle huevos». Al hacerme mayor, he tenido tiempo de comprobar hasta qué punto la vida nos da ocasiones para llorar hasta la extenuación. Por supuesto, hablo de gente sensible (hombres o mujeres) gente que percibe desde la cuna lo trágico de la existencia, los ceporros solo lloran si les quitan su mendrugo de las manos. Pues bien, son incontables las veces que a lo largo de los años me he arrepentido de mi lastimosa conducta de entonces y quisiera, en una imposible vuelta al pasado, repetir la escena pero esta vez para cubrir de besos y abrazos fortísimos a mi pobre madre a la que nunca tuve el valor de pedir perdón en vida de ella por esa desafección de su primogénito.
Ahora mismo, al escribir estas líneas mis ojos se han velado por completo aunque, eso sí, he conseguido que ninguna lágrima se deslizara por mis mejillas.
Maestro dicen que a mas edá menos lágrimas salen, asín que no se haga el duro, ¿eh?
Pues luego, al releer el texto no he podido evitar que una lágrima, una sola, rebalara por mi ojo izquierdo. Isobel, gracias por el comentario; aunque no lo crea, me ha aligerado algo esta melancolía que arrastro hoy.
Por eso lo he hecho, Maestro. Un beso y felices sueños.
¡Bonito artículo! O será que soy un llorón, quién sabe. Por cierto, la frase de «Ningún jefe que se precie será visto jamás llorando» me recuerda, inevitablemente, al gran jefe/llorica Tony Soprano :-)
Mi padre, (cuando era pequeño), me decía cuando lloraba que era una chica y que si lloraba cuando era mayor y mi mujer me ve llorar, cogeria sus cosas y se marcharía.
Bueno, soy tan llorón que hasta las películas de Rambo me hacen llorar.
JAJAJAJAJAJAJAJA, MUY BUEN COMENTARIO…
Yo soy hombre y lloro y???? Lloro por la rabia, la frustración, la maldita Injusticia, nunca me he burlado ni me burlare de un hombre que llora, es algo normal, un mecanismo de defensa que cualquier ser humano hombre o mujer puede plicar, por mi no se preocupen.
Qué equivocados están esos hombres que piensan que no se van a comer un colín por llorar. Yo prefiero un hombre que llora porque es un hombre sensible, un hombre con sentimientos, que me enternece y me hace sentirme más cercana a ellos. Además, lejos de verlo como una muestra de debilidad, me parece más bien una muestra de valentía el no tener miedo a mostrar lo que siente, incluso cuando la sociedad (y especialmente su propio género) le dice que no es apropiado. Para mí, un hombre que se emociona con una peli ya tiene mucho ganado conmigo.
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