Música Opinión Vuelva usted mañana

¿Listas? Ni una más, por favor

Ludwig Van Beethoven. Imagen: DP.
Ludwig Van Beethoven. Imagen: DP.

Odio las listas. Esas listas de los mejores castillos templarios o grupos de rock cristiano o pelis de cine laosiano. Me da igual que pretendan ser serias o que pretendan ser graciosas. Ni las primeras ni las segundas lo consiguen. Hacer listas es propio de tipos infantiles (y, por tanto, afectados por el egotismo y la psicopatía propia de los niños) y consumirlas es propio de personas inseguras que son incapaces de tener criterio propio y necesitan que alguien les diga lo que tienen que deglutir. Los intelectuales sabemos que el mundo de la cultura es un mundo sin absolutos, en el que es imposible ordenar la supuesta excelencia, siquiera porque todo es cultura y nada lo es, y lo que se pretende con esas clasificaciones es cosificar la experiencia subjetiva y convertirla en un producto embalable susceptible de transacción económica.

Por esta razón, me parece lamentable que este medio para el que escribo lleve tanto tiempo cediendo su espacio a encuestas absurdas sobre termas variopintos y publicando artículos extravagantes en los que determinados autores pretenden demostrar conocimientos arrogados que envuelven con comentarios banales y categorizaciones absolutas sobre lo que tiene o no valor. El adalid de esta práctica es Cristian Campos, del que por no decir nada malo no me quedará sino callar.

Es tal mi hastío que he decidido dejar de callar y demostrar que cualquier lista es arbitraria. Mi demostración no solo busca conmover las conciencias. La creación intelectual es única e incomparable. ¿Qué nos autoriza a decir que el sonido de las trompas tibetanas es más valioso que la Victoria de Samotracia? Por la misma razón, alguien podría decir que estoy incurriendo en una grave contradicción, ya que nada me autoriza a decir que el artículo que escribió Cristian Campos sobre las mejores «hostias» en el cine es menos valioso, no que la Victoria de Samotracia, sino incluso que este mismo que estoy escribiendo. ¿No decía, sr. Rabtan, que todo juicio absoluto es arbitrario? Bah. No voy a caer en la fácil refutación —paradojas de Russell a mí— porque creo en el hombre de acción y lo mejor es dar trigo.

Esa es mi apuesta. Qué mejor manera de ridiculizar las listas que haciendo una, una que podría haber escrito Cristian Campos y publicado esta revista, con veinte lamentables momentos musicales de veinte autores distintos. Si son capaces de seguirla hasta el final habré ganado, ya crean que escribo en serio o en broma: si escribo en broma la lista es inútil porque todo es falso y si escribo en serio ya me contarán qué hacen leyéndola, puesto que no sirve para nada. Y si no son capaces de terminar la lista, habré ganado también, al demostrar que se trata de un empeño absurdo.

Allá voy. La música que Tsevan Rabtan no se llevaría a una isla desierta (aunque tuviese algún tipo de reproductor musical y, además, energía disponible y utilizable):

20. Sederunt Principes

No, este organum de Magister Perotinus Magnus —un tipo del que apenas conocemos el nombre— no es música gregoriana. Aunque es igual de insufrible. Es un pastiche. Como lo que hacen esos que cogen una canción famosa y le meten interludios hip-hop. Utilizaban melodías gregorianas conocidas y sobre ellas, alargando cada nota en plan gaitero pesado, construían pasajes larguísimos en «discanto» (no soy yo el que decidió que se usase ese prefijo). Notas y más notas cantadas sobre una vocal concreta conforme a una serie de modos rítmicos. Los que nos quieren convencer de que escuchemos esta obra de hace ochocientos años hablan del majestuoso efecto de bloque sonoro que se produce. Yo, la verdad, la uso a menudo, junto con el himno de la extinta URSS, para molestar a los vecinos.

19. Gnosienne n.º 1

Esta musiquita es la favorita de las Amelies que van por el mundo, tan lánguida ella y ellas. Además la puede tocar al piano hasta un borracho con los brazos amputados. Es, por tanto, perfecta para incluirla en una recopilación para señoras preñadas o bebés a los que quieres convertir en perfectos gilipollas con problemas existenciales desde primero de educación infantil. No hagan caso a los que insisten en que Satie es capaz, con medios mínimos, de producir un efecto onírico, mágico, perturbador y extático. Nadie les dio una buena paliza en el patio del colegio.

18. Musica notturna delle strade di Madrid

Esta obra cansina se ha terminado haciendo popular porque es fácil de cantar. De hecho ahora mismo estoy cantando el pasacalle. Lo malo es que puedes enlazar el final con el comienzo todo el rato, hasta morir de inanición. Es como un gusano maligno y contagioso. ¿Recuerdan aquel capítulo de Seinfeld en el que George Costanza no puede dejar de cantar una canción de Los miserables? Pues así pasa con estas machaconas melodías que el propio Boccherini consideraba ridículas e incomprensibles fuera de España. Ya me contarán cómo va a entender un guiri anabaptista el requiebro, la risotada entre amigos y el zumbido madrileño de la noche en primavera.

17. Erbarme Dich, Mein Gott

¿Han escuchado alguna vez entera la Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach? No lo hagan, por favor. Dura más de tres horas, está en alemán y, como te toque al lado un melómano que no se haya duchado hace días (y sé de lo que hablo), puedes terminar comprendiendo a los romanos y deseando crucificar al director, los cantantes —sobre todo al pesado de los recitativos—, al coro y a todos los de la orquesta. Y todo para que lo más animado que escuches sea a un San Pedro que comió demasiado cuello de pollo hormonado y que, en vez de andar acojonado por lo que le harán los colegas por el asuntillo del gallo, se dedique, acompañado por un violinista, a pedir perdón a Dios en plan representante de todos los hombres que en el mundo han sido. En fin, si usted es de llanto fácil y decide que le gusta esta aria para contralto, aplíquesela y perdónese.

16. Trío para piano y cuerdas n.º 44

«Papá» Haydn. Con el nombre ya está dicho todo. Un señor famoso por una sinfonía en la que imita un reloj y, durante mucho tiempo, por supuestamente haber compuesto una boba sinfonía de los juguetes que ni siquiera es suya. Dicen que el público de la época se lo pasaba bomba con sus sorpresas, sobre todo rítmicas. Ya ven, me los imagino aplaudiendo, como los espásticos del concierto de año nuevo, enrojecidos por la ingesta de enormes cantidades de cerveza y salchichas. Además, compuso tanto que o tenía un negro o era un copión. Vamos, que no me creo eso de que en sus manos el estilo clásico alcanzó una variedad, profundidad y perfección insuperadas. Seguro que sigue siendo un preferido de los que asisten a conciertos por todo el mundo porque su nombre es fácil de recordar.

15. Lamento della ninfa

Siempre que escucho madrigales me pregunto cómo se reproducía esa gente. Y este, de Claudio Monteverdi, es uno de los peores. Una ninfa padece males de amor y, mientras, unos tíos se dedican a comentarlo diciendo «pobrecilla» una y otra vez, sin siquiera plantearse consolar a la ninfa. Y todo para lograr un supuesto efecto teatral que lleva a algunos a considerar esta obra un monumento inmarcesible del sentimiento amoroso. Unos capados, vamos.

14. Tapiola

Sí, yo también estoy harto de las brumas del norte y los bosques ancestrales llenos de dioses. Sibelius es un buen ejemplo del tostón que asoló la música europea cuando, en vez de consumir lo que venía de la parte civilizada del continente, la gente de la periferia se puso a componer usando como inspiración poemas rarunos, cuentos de la vieja y folclores que solo pueden gustar a un lapón que lo más que ha escuchado es la berrea de un reno. Tapiola es la última obra de Sibelius, se supone que inspirada en el dios de los bosques y en no sé qué duendes socialdemócratas. Normal que quemase una octava sinfonía en la que venía trabajando después de inquietar al personal con esta obra sin tachanes para saber dónde aplaudir.

13. Misa Ave Maris Stella

El autor de esta misa fue famosísimo en su época y esto es un mal síntoma. Si te aprecian tus contemporáneos es que no eres profundo ni ná, ya que todos sabemos que un buen artista tiene que pasar hambre, penalidades y ser objeto de mofa por los niños del barrio. Tan evidente es esto que estoy por afirmar que los mejores compositores, literatos y pintores están todos por descubrir aún. En fin, Josquin Des Pres vivió entre los siglos XV y XVI y no sabemos muy bien qué compuso ya que los jetas ponían su nombre a cualquier obra para sacar dinero. Se supone que esta misa es un ejemplo sublime en el que el borgoñón (no es un insulto) es capaz de realizar un trabajo contrapuntístico delicadísimo que produce un extraño efecto eufónico y a la vez dramático, que es especialmente espectacular en el Hosanna en el que el cantus firmus situado en el tenor produce un marcado y potente efecto de ostinato. Esto lo acabo de sacar del comentario de YouTube. Espero que a ustedes les sirva para algo.

12. Châtiment Effroyable

Situémonos: los griegos se han marchado de las playas de Troya y han dejado un caballo de madera. En la ópera Los Troyanos, Hector Berlioz obliga al coro a cantar esta gilipollez: «mira qué caballo de madera más tocho, en su panza cabe un batallón», y aun así se empeñan en meterlo en la ciudad. Vale, son idiotas, pero no parece que demostrar que lo son sea la finalidad principal de la composición. La mayor parte del primer acto consiste en recitativos y arias de Casandra, la troyana gafe y cuñada que no hace más que predecir males espantosos, hasta que el único con dos dedos de frente, Laocoonte, decide comprobar si hay que temer a los griegos que traen regalos y es devorado por unas espantosas serpientes marinas. En fin, que esta oda a la estupidez carece del más mínimo suspense. Ya sabemos qué va a pasar desde el principio. Es una ópera de losers sin encefalizar. Por cierto, ¿no se han dado cuenta de que la mayoría de las óperas consisten en eso, en ver cómo el héroe o la heroína las pasan putas y normalmente mueren en el último acto? O los aficionados son unos sádicos o los músicos unos amargados incapaces de contar una historia pelín optimista.

11. Liebesnacht

Aunque, bien pensado, casi mejor que los compositores operísticos se dediquen a la muerte, la destrucción, las enfermedades infecciosas, los cuernos y todo tipo de calamidades, porque cuando se ponen a cantar al amor son capaces de acojonar incluso a los «germanoparlantes». Y si no fíjense en lo que Wagner hace cantar a Tristán e Isolda cuando por fin desatan su pasión amorosa. Lo de Enrique V el día de San Crispín suena menos belicoso.

10. Music for 18 musicians

¿Su alma es en el fondo la de un poligonero, pero no quiere pasar por un cazurro sin «inquietudes»? No lo dude, busque obras de música minimalista, como esta de Steve Reich, e introduzca algo de su cosecha. Por ejemplo, mírese en un espejo mientras escucha Music for 18 musicians y diga de vez en cuando, de forma entrecortada «sé fuerte, sé fuerte». O hágalo mientras contempla, sin voz, Abuelo made in Spain, la gran película de Paco Martínez Soria, que tiene una duración similar. Le espera una epifanía y ahorrará mucha pasta en psicotrópicos.

9. Adagio

Hay que reconocer que uno de los méritos de muchas obras de música clásica es el de resultar excelentes para conciliar el sueño. Son obras que tienen una estructura intelectual similar a la de las ovejitas que saltan vallas, y además cumplen una finalidad social. Este movimiento lento del quinteto para cuerdas de Schubert es un buen ejemplo. Eso sí, duérmase antes de que llegue la parte central en fa menor. Ya saben, los músicos románticos no podían hacer algo sencillito, con sus pizzicatos y sus melodías entrecortadas, sin meter algún pasaje con el destino llamando a la puerta.

8. 14.ª sinfonía

¡Qué vienen los rusos! No podía faltar en esta lista la atormentada alma eslava de los huevos que, como su apellido indica, atormenta a toda la humanidad con la sonoridad del ruso. Nos dicen que esta colección de canciones a la que el cachondo de Shostakóvich llamó sinfonía tiene como nexo común el tema de la muerte tratado de forma tan directa y pesimista que se supone que contiene un significado oculto de protesta nihilista contra la tiranía. Bueno, eso o cualquier otra cosa chunga que se les ocurra. Se han llegado a buscar tantas segundas intenciones en la música del soviético que, si alguno de ustedes dice que le parece una glosa a la enajenación mental o a la ebanistería fina, a lo mejor hasta le publican una reseña en la revista de alguna de esas universidades norteamericanas controladas por jipis. Fíjense: un tal Pavel Apostolov, enemigo jurado del compositor, tuvo un infarto en uno de los ensayos y palmó en un mes. Ya ven, ni un ruso aguanta esta música.

7. Tristes apprêts

Rameau es un enchufado. Como Truffaut. Uno de esos que, tras años de explicar a los demás qué es buena música o qué es buen cine, se meten a artistas. Ya saben, gente acartonada, con la cabeza llena de teorías. Normal que los conservadores le acusasen de «italianizar» y de ser demasiado culto. Además, da un poco de asquito tanta contención: canta Telaira, una ninfa, en las honras fúnebres de Cástor, su novio, y parece que estuviera comentando lo triste que se siente al comprobar que la renta le sale a pagar.

6. Quinteto para clarinete y cuerdas

Una de las virtudes de Brahms es que se trata de un compositor reconocible. Escuchas algo y te dices: ¡eso es de Brahms, fijo! Esos parones, esos cambios de intensidad, esas melodías que, variadas, evolucionan dentro del discurso musical, unificándolo en un todo orgánico. La consistencia y coherencia de su obra son grandes valores en el caso de un músico como él, que compuso tantas obras y tan largas. A modo de ejemplo, le recuerdan a uno los discursos de Fidel Castro. Permiten, una vez has escuchado un par de minutos, dedicarse a otra cosa sin perderse nada sustancial. Y además puedes comentarle a los amigos melómanos lo mucho que te gustó tal o cual obra que no has escuchado. No hay peligro de que te pillen.

5. Ruhevoll, poco adagio

Mahler da yuyu. Decidió usar unos poemas escritos por Friedrich Rückert, destrozado por la muerte por escarlatina de dos de sus hijos. Mahler llamó al ciclo Canciones de los niños muertos —y ya me dirán si no tenía temas—, y años después fue una hija del compositor la que murió de escarlatina. ¿Y qué me dicen de esos oboes fúnebres que aparecen a todas horas en sus sinfonías? Por cierto, ¿qué lleva a un niño a escoger el oboe como instrumento, la falta de sol? Me da que Mahler sigue ahí, cada vez más estimado, por necesidad. Los públicos suelen ser conservadores y la música de Don Gustav, como este adagio de su cuarta sinfonía, aunque a veces resulte algo estridente, es comprensible para los oídos burgueses que llenan los patios de butacas de todo el mundo. Son, en suma, todavía, músicas de la «buena y feliz» época de los Mozart, Beethoven, Mendelssohn y Brahms, de las que te permiten cerrar los ojos, como si estuvieras escuchando.

4. Quinteto para piano y cuerdas n.º 2

Ya saben, la moda. Es importante estar al día, enterado de que ese compositor que era un segundón hace años hoy es el preferido de los «entendidos». Hay ejemplos para aburrir. Cualquier día convertirán a Paganini en un melodista excelente, como decía Rajmáninov, otro que tal. Cada vez más gente dice que Fauré es la leche y que si no nos olvidamos del plasta de Stravinsky es gracias a la Disney. Es como lo de llevar plataformas o dejarnos barba. Los listos —los mismos que musitaban como si nada «ah, no ha escuchado usted Les noces»— le dirán que este quinteto es una obra de música de cámara sublime, llena de sutileza y melancolía, atravesada por una evolución de las ideas musicales compleja y fascinante. Es la manera que tienen los «entendidos» de decir que es una obra muy francesa y que, si la escuchas muchas veces, hasta te terminas acostumbrando.

3. Adagio

Toca hablar de ese Elijah Wood de la música clásica: Mozart. Por cierto, Wood cumple treinta y cinco años en 2016. Mozart tenía treinta y cinco años cuando murió. Son solo datos. No sé por qué gustan tanto los repelentes niños prodigio. Deberían estar prohibidos. Una vez localizados habría que insertarles un lápiz de colores por la nariz. Esta falta de determinación a la hora de atajar un problema termina convirtiendo en un mito a un chaval de educación al parecer deficiente que tenía como principal habilidad la de ser muy aseado con sus partituras, además de provocar en las madres la idea de que escuchar la música de Mozart es más importante para la inteligencia de sus bebés que el cerebro del tipo que donó la mitad de su ADN. Pena que Mozart no hubiera escuchado de bebé su propia música. Nos habríamos evitado que se le represente como un perfecto imbécil.

2. Im Abendrot

Algo hay que reconocerle a este Strauss envejecido y al borde la muerte: su sinceridad. Esta canción, titulada En el ocaso, construida sobre un poema de Joseph von Eichendorff, termina diciendo esto:

Ist diez etwa der Tod? (¿Es esto acaso la muerte?).

No me dirán que no lo avisó con claridad.

1. Adagio sostenuto. appassionato e con molto sentimento

Ya no puedo más. He intentado demostrar que era capaz, yo, un miembro del clan de los «filarmónicos», de tomarme irónicamente mi afición por la música clásica, incluso burlándome de veinte obras maravillosas. Es sabido que los «filarmónicos» formamos el grupo más insoportable de pedantes engolados y sin sentido del humor. Siempre con sus «sublimes» e «inspirados», con sus obras maestras absolutas, con su exhibición repulsiva de pseudoemociones. Gente fea y pálida, enemiga de la actividad física. Personas hinchadas, aburridas e inaguantables. Lo he intentado, pero hasta aquí hemos llegado. Ni de broma haré una chanza o una coña acerca de la insuperable sonata 29 para piano, Hammerklavier, de Ludwig van Beethoven, y menos aún del más maravilloso, profundo e inefable movimiento de sonata de la historia.

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42 Comentarios

  1. La votación.

    Ha faltado la votación.

  2. Aventurero

    Una lista de tipos de personas:
    -los que disfrutan de las cosas tal cual vienen
    -los que critican los fallos de los demás
    -los que critican los fallos de los demás y, por añadidura, también enumeran los suyos propios, creyendo que así evitan la crítica.

    No sé cuál de los tres tipos es más útil, pero sí tengo claro con cuál es más agradable pasar una tarde

  3. Yo pensaba que iba a salir John Cage.

  4. ¿Duendes socialdemócratas? Ahora me explico las nauseas que me embargan escuchando Tapiola… Ya sabía yo que nada bueno había por ahí, ya.

    Y estoy de acuerdo, Lamento della ninfa, es uno de los peores madrigales. No en vano está escrito por uno de los peores compositores de su época, el deleznable Claudio Monteverdi.

    ¡Fatal, no me gusta nada esta lista, oiga!

    ¿No podía haber metido algo con ejundia y nivelazo, no sé, Kanye West o Cristina Aguilera, por ejemplo, para hacernos la lectura un poco menos banal?

    ¡Ya son ganas de fastidiar!

    • Eso si, como lo cortés no quita lo valiente, permita que no me despida sin antes agradecerle que al menos haya tenido el detalle de no incluir en su lista el asquerosísimo Concierto para violín de John Adams (o peor, el de Alban Berg) o la lamentable pieza Fratres de ese jipi neotonalista e impresentable de Arvo Pärt. ¡Esa es la música infernal que escucha la juventud descarriada, decadente y ruidosa, sin gusto ni respeto por las tradiciones!
      Ahora sí, ahora ya me he quedado a gusto.

  5. Es usted un irreverente. Es lo único que se me ocurre para no empezar una escalada de violencia verbal y que no llegue la sangre al río. Por lo demás tiene gracia y, sí, ya sabemos que se trata de eso, nada como la santa irreverencia con dosis de humor para desmitificar lo que sea.

  6. menudo pirolon el tsevan rabtan

  7. Yo pensaba, al leer el título, que de las listas de las que estabas harto eran las electorales ¡Muerte a las listas electorales!

  8. Fulgencio Barrado

    Enseguida se da uno cuenta de la boutade. El himno de la URSS es uno de los mejores de la historia (con independencia de su ideología).
    Y el pasacalles de Boccherini…, ese ostinato…
    Tsevan en contra de las listas y nos cuela la suya como quien no quiere la cosa.
    (A lo peor estoy equivocado)

  9. Isobel Pantoha

    Yo yabia visto que la cosa iba de chufla porque tó el mundo sabe que Cristian Campos y Tsevan Rabadan son culo y mierda. De lo de musica rara no opino porque solo escucho a Manolo Escobar y a veces, pocas, a Yma Sumac.

    • Cristian Campos

      Prefiero no pensar qué 50% de la metáfora es el que me corresponde a mí. ¿No las tenía más glamourosas?

      • Isobel Pantoha

        La culpa Campos mi vida es del trullo. Aquí pierde una el buen gusto e inclusive la sin taxi. Corre por aqui gentuza mu ordinaria y que se enzarzamora en peleas por un quítame allá y hazme esas pajas. Ayer mismo, la Patro y la Sucker se liaron a guantás porque la primera decía que pediatra es el medico de los peos y la otra se le rió en la papada. Pues no vea como acabó aquello y con ese estao de nervos una no escribe bien como antes. Ahora he visto en interné que me van a dar un regimen penitenciaro más suave, a ver si la cosa mejora. Creo que a usté le tocaba el culo en mi egemplo mefatórico.

        • Armand D'Hubert

          Joer, Ymac Sumac fue una tipa, real, de chicha y bone.
          zangod por vagopedia o paso una hora buscando el anagrama.

  10. kit te necesito

    QUE VIVA SEBAS RATA!!!

  11. Ramón Flores

    Fantástico artículo. Cómo lo he disfrutado. Y el final, glorioso.

  12. Excelente articulo. Me costo mucho no enojarme usted al leer la introduccion. No lei el top 20.

  13. «Los intelectuales sabemos…». Tsevan Rabtan, si ese es tu verdadero nombre, no has escrito un párrafo y ya te las estas dando de intelectual, meas muy alto chaval.

    Yo no soy de hacer listas, no las necesito. Tampoco desprecio a quien las hace, ni los considero ególatras, carentes de criterio o infantiles. Aunque con usted voy a hacer una excepción, en vez de hacer una lista le voy a honrar con un nombramiento, a título personal. Permítame, caballero, una pequeña intromisión de un miembro del vulgo en la élite intelectual.

    Peor artículista del mes: Usted.

    • Comentario ‘typical spanish’ hasta la médula. ¿Si el autor se hubiera identificado, por ejemplo, redactando «los deportistas sabemos…» o «los consumidores de cerveza sabemos…» también se habría sentido usted ofendido? ¿verdad que no, pedazo de asno? ¡Piense y deje de ser un borrego!

      • Karlotti

        Otro que ya está juzgando. No soy español, para empezar, aunque el castellano sea mi lengua. Tampoco tengo problema con los españoles (typical o no typical) acaso es usted de un inframundo o otro plano dimensional dentro de la piel de toro.

        No me ofende que se nombre intelectual sino el desprecio a los que hacen listas cuando él hace la suya. Y sí, me he leído el artículo hasta el final.

        Más elegancia ha tenido el mismo autor del artículo en contestar a mi desacuerdo que usted sin llamarme asno o borrego.

        Yo no voy a ser menos, así que sin mentar a los que por buena ventura lo trajeron al mundo, aunque lo piense, voy a dejar esta discursión zanjada por mi parte.

        Sr, Saulo, muy buenos días y adiós muy buenas.

    • R.Maitland

      Si no se pilla la ironía desde los primeros párrafos, suele ser útil leerse todo.

  14. Pingback: Una lista | Las cuatro esquinas del mundo

  15. Karlotti, gracias. Ya me ha alegrado usted el día.

  16. Ya echaba de menos un artículo en Jot Down sobre música culta. Siempre me he preguntado qué tiene de especial el arte musical para que gente que se precia de leer a Proust y a Joyce o que se extasía ante un Rothko o un Bacon ignore (o desprecie) sus equivalentes musicales.

  17. ¿Esto va en serio o es una broma? Al tipo que ha escrito el artículo NO LE GUSTA LA MÚSICA (al menos no la que suele llamarse «clásica»). ¿Por qué escribe una lista de las cosas que no le gustan de un género que no le gusta? Es muy, muy, muy absurdo. Si no le gusta el adagio de la Hammerklavier, no le gusta la música. Si no le gusta el Liebesnacht de Tristán, no le gusta la música. Si no le gusta Im Abendrot, de Richard Strauss, no le gusta la música. Sencillamente, estas son algunas de las piezas más alucinantes y sublimes de la historia de la música (y también lo son otras de la lista, como Tapiola, de Sibelius). Si quiere demostrar su odio a la música y extenderlo, en Jot Down no deberíais publicarle esta idiotez. Sinceramente, ¿esto va de coña o qué? No se entiende, si es así.

  18. No había leído el final. me pudo la indignaicón nerviosa. Me arrodillo y rectifico: maravillosa lista, señor Rabtan. Me quito el sombrero.

  19. Las únicas canciones que valen algo la pena son la 15 y si acaso la 7, el resto es broza pura.

    No tiene usted ni p… idea de música, debió incluir en la lista varias de mis canciones en mp3 favoritas, las que no conozco de la lista ni me molesté en escucharlas y di por hecho que son peores que las que yo habría incluido, por supuesto.

  20. Pingback: Deje de preocuparse de una vez y aprenda a mirar el lado luminoso de la vida - Jot Down Cultural Magazine

  21. Alfaguancho

    A Leonin y Perotin hay que agradecerles haber «inventado» la polifonía, sin ellos estaríamos aún escuchando gregoriano, aunque por no escuchar a Justin Bieber quizá mereciese la pena… ¡¡¡pero a Brahms no me lo toques!!!!! XD Sólo se perdona por haberte dejado fuera al sobrevaloradísimo Schumann… jiji

    Genial el artículo, geniales los comentarios, y genial la selección de música. Me ha encantado.

    Un saludo

  22. jose antonio

    Todito te lo perdono, menos Im Abendrot, aunque sea por cuestiones personales.
    Gran trabajo.

  23. Pingback: Cuentacuentos y érase una vez un manifiesto | Las cuatro esquinas del mundo

  24. jajajajajjaa estas bien chafa compadre….

  25. jaja sorry cai en la trampa, esta gracioso jajajja

  26. Con un poco de retraso, muy buena lista.
    Propongo, para acabar con las listas ( ¿ porqué nadie propone acabar con las tontas ? ) ( perdón por el chiste ), otra lista: las 20 listas mas estúpidas.

  27. Sé que escribo tarde pero descubrí recién la revista. Después de leer todo el artículo, el autor me pareció que usaba un tipo de ironía “inteligente” para los no “intelectuales” convencidos que lo son y bastante tonta para aquellos a quienes les importa poco ser catalogados como tales.

    En todo caso, basta con no mirar la paja en el ojo ajeno e “intelectualizar” con lo que uno quiere sin molestarse en nadar en artículos repletos de listas si ello no es del agrado de uno. ¿No será que el morbo nos puede y nos encantan las listas para justificar la intelectualidad?

  28. El artículo me pareció irónico y muy entretenido, lo disfruté mucho. Por supuesto que recorrí toda la lista porque todos los temas son hermosos.
    Me he preguntado por qué no se acostumbran listas de música clásica del tipo que hacen para otros géneros musicales. La música clásica también es un negocio del que viven los músicos y mucho personal auxiliar; también es producto destinado a un tipo de consumidor, o mercado. La gente pretende una igualdad socialista en el inmenso legado musical académico, cuando no es así, pues unos gustan mas que otros, muchos pasan de moda y muchos otros perduran, lo que permite aventurar valoraciones en listas que midan la preferencia del público, lo que mide toda lista.

    Gracias por el artículo. Rezamos por que algún día la revista tenga la bondad de ofrecernos un iconito para descargar o imprimir sus estupendos artículos.

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