En 1968 Arthur C. Clarke calculó que por cada persona que existe han existido otras treinta, «pues tal es la proporción numérica con que los muertos superan a los vivos».
Al menos lo era entonces, cuando publicó 2001: Una Odisea del espacio. Aquel año la población humana ascendía a tres mil quinientos millones de individuos frente a los cien mil millones que habían pasado por la Tierra en total, según C. Clarke, «desde el alba de los tiempos».
Casi cincuenta años más tarde los números han acumulado enteros y se han revisado al alza, pero siguen pareciéndose a los que concluyó el escritor inglés. En octubre de 2011, el Population Reference Bureau de Washington calculó que desde aquella alba de los tiempos —el año 50 000 antes de Cristo, cuando el Homo sapiens entró en la llamada modernidad conductual— hasta ese momento habían pasado por nuestro planeta 107 602 707 791 seres humanos.
Solo unos meses después, en algún momento entre finales de 2011 y principios de 2012, el censo planetario superó por primera vez la cifra de siete mil millones de individuos. Por monstruoso que resulte el número, siete mil millones son poco más del seis por ciento de todos los seres humanos que han existido jamás.
Y ahora, dígame. ¿De verdad piensa usted que es, en modo alguno, una persona especial?
El universo conspiranoico
Porque con frecuencia se le dirá que sí. Que entre tantísimas personas como existen, usted, de alguna manera, es diferente de todas. Tiene algo, un qué sé yo. Un it esquivo, un factor equis. Y usted lo intuye. Lo sabe con lo de atrás de la cabeza.
No es un talento ni una virtud. No le desplaza a usted de su posición en ese punto superpoblado donde confluyen las medias aritméticas. Es otra cosa. Un asterisco invisible que pende sobre su cabeza, como el protagonista de un videojuego. Y le distingue como a un Wally que encontrar inmerso en muchedumbres. Por eso, se le dirá, debe usted resultar encontrado. Por eso, se le dirá, usted va a ser encontrado. Porque habrá una cantidad inconcebible de personas pero usted tiene algo que ellas no: el poder de conjurar lo improbable. Tiene más papeletas, muchas más. Y concurre armado con ellas a las rifas del mundo, que así se inclinan todas a su favor.
Y por esa razón, se le dirá también, es un atropello que aún no le haya tocado nada. Y que ocupe usted la posición vitalicia que le ha sido asignada en el reparto de las cosas, que es la de un mindundi de mierda.
«No importa lo que haga, cada persona en la tierra juega un papel central en la Historia del Mundo. Y normalmente no lo sabe».
Palabras de Paulo Coelho, no nuestras. Nosotros no le conocemos de nada y no damos un duro por usted, disculpe la sinceridad. Pero Paulo Coelho sí. Paulo Coelho asegura que usted juega nada menos que «un papel central en la historia del mundo».
Como Newton o como Sócrates, para hacernos una idea, pero sin haber contribuido grandemente a la ciencia o la filosofía. En general, sin haber contribuido a nada porque usted, corríjame si me equivoco, ni ha conducido pueblos a la utopía ni ha descubierto la fórmula de la fusión fría. Por no hacer ni siquiera abona cinco euritos mensuales para honrar ese papel protagónico del que goza en la relojería elemental del mundo y acometer cambios, como erradicar el trabajo infantil o salvar de la extinción a las ballenas. Podría, pero no. Total, pst.
Para qué. El mismo Coelho lo dice, «no importa lo que haga». Y tampoco importa lo que razone, se lo puede ahorrar. Si llega usted a su conclusión estará en lo cierto, pero si resuelve lo contrario le dará igual, porque el caso es que «no lo sabe».
No hay escapatoria, ya lo ve. Se ponga como se ponga, es usted la hostia.
Un profeta en la Tierra
Coelho escribió El alquimista en dos semanas, dice. Se conoce que con gran determinación, como un profeta ensimismado. Lo hizo tras completar el camino de Santiago, una experiencia que acometió en solitario en 1986 y de la que regresó a Brasil como los europeos vuelven tras pasar más de dos semanas en la India, diciendo que el wifi da sarpullidos y que hay que hacer caca en las macetas. Dejó su trabajo, se puso a escribir y en menos de dos años había publicado su primera novela, El peregrino o Diario de un mago, y El alquimista, con la que pegó el petardazo. Sesenta y cinco millones de copias en cincuenta y seis idiomas, el libro de un autor vivo más traducido del mundo. Si le sorprende que la parábola existencialista más leída en nuestro tiempo se concibiera atravesando a pie el norte de Burgos, entonces es que no conoce el norte de Burgos.
Decimos bien, parábola. Eso es lo que son El alquimista y otros tantos libros suyos. Relatos de ficción cuyo objetivo no es ni lírico ni lúdico, solo pedagógico, que mueven la reflexión y de los que se coligen finalmente principios morales o filosóficos. Es donde Coelho expone la teoría anteriormente expuesta, la de que usted lo peta muy fuerte. Además de otra tesis en la misma dirección, convertidas con el tiempo en líneas maestras de su pensamiento. Una de ellas, que «la mayor mentira del mundo» es que «en un determinado momento de nuestra existencia perdemos el control de nuestras vidas, que pasan a ser gobernadas por el destino». Y otra que «la gente es capaz, en cualquier momento de su vida, de hacer aquello con lo que sueña». Y la más célebre, por supuesto: «Cuando realmente quieres que algo suceda, el universo entero conspira para que tu deseo se vuelva realidad». Todo un clásico.
Y a los críticos, lo sabrá, les llevan los demonios. Hasta el punto mismo de que muchos le niegan siquiera el saludo, como hacen los de cine con las películas de Vin Diesel. Alexander Nazaryan, de Newsweek y New York Daily News, no reseñó de él más que su «astounding stupidity», y eso solo cuando Coelho anunció públicamente que el Ulises de Joyce es una mierda. Y en El malpensante, Héctor Abad Faciolince llegó a firmar un Por qué es tan malo Paulo Coelho donde califica a sus lectores de víctimas. La mayoría de reseñistas, sin embargo, se suele conformar con confinarlo en el noveno círculo del infierno literario. Gregory Cowles, del New York Times, dijo que lo de Coelho es «más autoayuda que literatura». Autoayuda. Y después dijo más cosas, como si alguna ya tuviera importancia.
No es que él les preste oídos, claro. En alguna ocasión Coelho ha comparado a los escritores con postes de la luz y a los críticos con perros, invitando seguidamente a preguntarse, y cito, «qué piensan los postes de los perros». Y si lo hiciera —que no lo hace— tampoco podría negar. Sus libros abarrotan los estantes de autoayuda en grandes almacenes de medio mundo, donde cada Navidad se edifican con ellos los preceptivos zigurats y montañitas promocionales. No niega, no. Pero matiza, que es gratis. Y lo hace en su lengua vernácula, el esperanto de vaguedades que han hablado los iluminados de cualquier era. Él, dice, no es un escritor de autoayuda sino uno, atención, «de autoproblema». Sabe Dios. O sabe Coelho, que para eso adquirió Su mismo temple retirándose cuarenta días en el desierto de Mojave. Cuarenta días, sí. Con sus cuarenta noches. En su infinita humildad.
Una de tantas. Parábolas, retiros en el desierto, indulgencia con las prostitutas y hasta entrevistas con el Diablo, que de todo ha habido un poco. Incluso latigazos a los mercaderes del Templo, el Foro Económico Mundial de Davos, al que Coelho asiste con regularidad y de negro riguroso porque le coge a tiro de piedra de Ginebra, donde vive y obra sentado a la diestra de sí mismo. Una obviedad: cuando las biografías cumplen con las funciones del cuento de Propp, mal empezamos. Y a Coelho le falta solo haber nacido en un pesebre, e incluso en eso el universo conspiró para que no ocurriera vulgarmente. Nació muerto, o eso dice. Una distinción profética que habitualmente se reserva a los semidioses, los elegidos y los protagonistas de epopeyas fundacionales. Y revivió, hosanna en el cielo, en la versión literal de aquel otro aforismo que emitió una niña: antes muerta que sencilla, ay que sencilla.
Lo diremos con mano izquierda, a ver si así. Lo que sabemos sobre Coelho se adscribe al mayor género de ficción creado por el género humano: la biografía autorizada. La suya la escribió Fernando Morais, que con el cargo de evangelista también ganó un baúl preñado con los testimonios de su vida, ciento setenta cuadernos manuscritos y más de noventa casetes de Paulo Coelho raca raca, dándole a la casqueta. Si mintió en ellos fue audaz, porque agüita. Los salmos incluyen hasta una Pasión confesa, cuando Coelho fue torturado por la dictadura militar brasileña durante dos días seguidos en mayo de 1974. Y será verdad, no tiene por qué no serlo. El mismo Morais, rebuscando, rebuscando, consiguió dar con el nombre del centurión que a Coelho clavó su lanza y dio de beber vinagre. En eso precisamente consistió la prueba que el escritor le impuso para dejarle ingresar en la franquicia, pero que no le pueda el entusiasmo: fact checking ni medio, fue una gymkana ritual. El mismo Coelho, se dice, no escribe un libro si antes no encuentra una pluma blanca.
Lo que invita a preguntarse, por supuesto, por el arcano parentesco que une a la velocidad con el tocino. ¿Qué tiene que ver todo esto con la autoayuda? Respuesta: nada. Y ese es el problema. A la iglesia de Coelho le ocurre lo que a la otra, que se edificó sobre una piedra que hoy sepultan el mármol, las columnas y las bóvedas. Hablamos de la autoayuda, sí. De la autoayuda que hace él, de ese género que consiste en aconsejar cómo cumplir los objetivos de la vida y llegar a ser feliz. ¿Le parece algo inherentemente pernicioso, algo inevitablemente falto de calidad? ¿Algo deshonesto? ¿Le parece mala, en sí, la autoayuda? Porque seguramente sí, no mienta. Y sentimos tener que decirlo pero, también en esto, Coelho lo ha vuelto a hacer. Le ha engañado una vez más.
El problema y la ecuación
Perros y postes de la luz. El destino, como dijo otro profeta, no está exento de cierta ironía.
Todo lo que siempre quiso saber pero no se atrevió a preguntar sobre la felicidad lo dijo Samuel Johnson, al que frecuentemente se considera el mejor crítico literario de la historia inglesa, en una fecha tan pronta como 1791: «Decide no ser pobre. Tengas lo que tengas, gasta menos. La pobreza es la gran enemiga de la felicidad».
Pum, pum, pum. Tres losas de granito se desploman en los salones de la obviedad. La felicidad no es una incógnita, o si lo era quedó despejada entonces, a finales del XVIII. Es una ecuación. Dinero = felicidad. Y punto. La mayoría de las adversidades pueden combatirse con dinero y si no es así, es que no tienen remedio. Y ya está. No hay pero posible, no hay matiz que lo enmiende. Es tan evidente que hasta tenemos un refrán para negarlo.
La autoayuda nació precisamente para divulgar esta noción, plantada por Johnson y divulgada después por la escuela de Manchester, liberal y capitalista, a la que preocuparon singularmente los retos devenidos de la rápida industrialización en la Inglaterra del XIX y la emergencia de las nuevas clases trabajadoras. En 1859 Samuel Smiles, un liberal escocés, escribió y costeó con su propio bolsillo la edición de un breve manual sobre valores y conducta titulado precisamente así, Self Help, epónimo y texto fundacional del género. Fue el primer libro de autoayuda del mundo.
Inciso: muchos libros anteriores presentan las características de la autoayuda, ojo. Empezando simplemente por las Meditaciones de Marco Aurelio o las Enseñanzas de Ptahhotep, un volumen egipcio con más de cuatro mil años. Pero Self Help fue la primera autoayuda moderna, la que conocemos usted y yo. La primera en articularse con la forma de un manual facilón específicamente dirigido a un lector iletrado —la versión inicial del texto, de 1854, fue una conferencia académica titulada La educación de las clases trabajadoras— y la primera en convertirse en un fenómeno de masas. Al año había vendido veinte mil ejemplares, una monstruosidad. Y para cuando Smiles murió, en 1904, llevaba más de un millón.
Pregunta: ¿cómo se vende un millón de copias de Self Help, o las sesenta y cinco de El alquimista? Piense, tic, tac, tic, tac. Respuesta: vendiéndoselo a los pobres, porque no hay tal número de ricos. Pum, otra losa menos y en su hueco, otra verdad como un templo. La autoayuda es una lectura de pobres. Es su característica verdaderamente distintiva, precisamente porque aquello que quiere atajar, la infelicidad, es un rasgo exclusivo de las clases trabajadoras. El rico no lee autoayuda, no la necesita; el rico no es infeliz, porque cuando tiene un problema compra su solución. El pobre no puede y por eso es infeliz, así que lee autoayuda buscando eso precisamente, ayuda. Y la única posible, nos dirá Smiles, es que el autor del volumen le cuente la verdad, que solo es una: que es infeliz porque es pobre, y que eso es lo que debe solucionar.
Pero ah, amiga. ¿Será tan honesto este autor hipotético? ¿Se atendrá a la verdad cuando le tienten las recompensas que apareja esta nueva literatura instrumental, tan inmensas como el número de lectores al que se dirige por vez primera? ¿O extenderá sus mismas promesas a las nuevas legiones lectoras, cuya hambre de felicidad le garantizan el boom y el superventas, sin cumplir al final con las soluciones? Es más, ¿querrá simplemente solucionar, querrá verdaderamente ayudar, o preferirá no hacerlo, íntimamente conforme con el régimen de infelicidad que le reporta tales beneficios?
¿De verdad necesita una respuesta?
Smiles tampoco. En Ahorro, otro libro suyo de 1875, el autor ya anticipó la transformación inevitable de la autoayuda en una hidra cabalgada por vendemierdas. «El esnobismo no se limita a adular a los ricos», escribió, «sino que frecuentemente se transforma en adulación hacia los pobres. Ahora que las masas ejercen poder político, hay una tendencia creciente a complacerlas, a halagarlas, a no decirles más que palabras dulces. Se les acreditan virtudes a sabiendas de que no las poseen. Para ganar su simpatía frecuentemente se finge tener sus puntos de vista, aun a sabiendas de que eso conduce a la desesperanza. El agitador popular debe complacer a aquellos a quienes se dirige (…). Resulta muy raro que a estos oradores se les ocurra sugerir a quienes les escuchan que ellos mismos son los culpables de lo que les pasa o que carecen de unos medios hacia la felicidad que no están a su alcance».
Pan, circo y Paulo Coelho
Y ahora debe preguntárselo, claro. Si Paulo Coelho, si los paulos coelhos, le han dicho en alguna ocasión eso mismo, que usted carece de unos medios hacia la felicidad que no están a su alcance.
No, claro que no. Le han dicho exactamente lo contrario.
Y así debe solucionar usted sus problemas, le han dicho. Sin medios, sin proyecto, sin ideología. Sin participar en lo colectivo, que no en vano usted trasciende con esa singularidad que se le atribuye, de propiedades esotéricas. Así debe solucionar sus problemas, con la sola fuerza de sus deseos y ese poder conjurador que tienen sobre el mundo material.
Debe, sí. Porque debe, porque tiene que. No habrá una lección intelectual contra el instrumento, habrá un descrédito ético y una llamada, por tanto, a la obligación moral. ¿Comprar? Eso es consumismo. ¿Dinero? Eso es capitalismo. ¿Bienes y servicios? Eso es superficial. Ay, infeliz; si cree en eso, usted está alienado. Y lo estará, en efecto. Vaya si lo estará. Es Matrix dentro de Matrix, es mucho peor de lo que imagina. Convenciéndolo de que está alienado es como ellos lo alienarán. Y con tanto éxito que morirá de una enfermedad curable, como muchos otros miles durante el mismo minuto sobre la Tierra, pero convencido de que sus deseos se harán realidad solo queriéndolos con fuerza.
Examinemos los escombros de las losas que derribaron Johnson, Smiles y un socialista, Robert Blatchford. Los primeros de la estirpe, los únicos buenos. Esas ruinas olvidadas rezan que al problema lo definen sus soluciones, que habitualmente son comer, huir o la quimioterapia. Y con frecuencia su no solución, el atributo universal del problema. Pero la solución sencilla no es un rasgo del problema, es un rasgo de la pamplina. Así que el universo no conspira, no diga tonterías; conspira Coelho, conspiran los paulos coelhos, para que usted comulgue con semejante majadería. Y es una conspiración verdadera, porque nace de una mentira en la que ellos mismos no creen: que el régimen espiritual tiene un poder verdadero sobre el palpable.
Y al efecto improvisan uno del que, sorpresa, ellos mismos son mesías. Con sus retiros en el desierto, su haber nacido muertos y sus tienditas de souvenirs poniendo sitio al Vaticano. Solo sus libros mueven océanos de dinero, pero lo de menos son los libros. Líneas enteras de merchandising en Amazon, camiones de calendarios y agendas en Navidad y colgantitos «Guerrero de la Luz» a la venta exclusiva en su web por ochenta, doscientos y quinientos euros —¡quinientos!—. Hasta modernas estampitas viralizando en Facebook, con la efigie del santo y su lección impresa, la de un gurú multimillonario que decreta frugalidad al impartir el Urbi et orbi desde lo alto de la lista Forbes. Adivine qué papel juega usted en esta cosmogonía, dueño de su destino y con la Creación misma plegada al imperio de su voluntad. Trascendente, central, omnipotente, revestido con las características del dios, todas ellas. Usted no es un dios, es Dios. Y cuando le tiente pensar lo contrario abortaremos su razonar haciéndole pajas. A cambio, le pedimos solo una cosa: compre. Compre, compre, compre.
Artículo extraído de Jot Down #10, especial Filias, fobias y parafilias, disponible en nuestra store y en nuestra red de librerías.
Pingback: Usted no es Dios (un breviario sentencioso contra Paulo Coelho)
Enorme.
Brillante no, lo siguiente.
El anti coelhismo me aburre tanto como el anti murakamismo.
Lo divertido para usted es hacer comentarios de displicente esnobismo y nulo interés.
Entonces tú comentario es nulo también, pero sabemos que lo leíste y te despertó emocion. Jajajaja saludos.
El mundo conspiraba por tí, sí pero sólo hasta la crisis de lehman brothers y las subprime,
Me duelen las manos de aplaudir.
He leído el artículo y me parece interesante en algunos puntos, muy desafortunado en otros, sí me gustaría un comentario que me parece el colmo del infortunio y de la ignorancia sobre la naturaleza humana (va más abajo).
Por cierto, he leído cientos de libros, muchos de autoayuda aunque mas bien diría yo de psicología o desarrollo personal porque el término autoayuda parece cada día más devaluado. Sin embargo no he leído a Coelho (quizás algún día). El provecho de estas lecturas, al menos en mi caso, ha sido tan extraordinario que sinceramente dudo que millones de euros pudieran compararse a tal acervo de conocimientos adquiridos. Lo dudo mucho.
«El rico no lee autoayuda, no la necesita; el rico no es infeliz, porque cuando tiene un problema compra su solución. El pobre no puede y por eso es infeliz, así que lee autoayuda buscando eso precisamente, ayuda. »
No he leído barbaridad más grande en muchos años. Sinceramente lo digo. Un rico es una persona que tiene mucho dinero. Punto. Es la única conclusión que se puede extraer de dicha afirmación. No sabemos nada más de esa persona: si es feliz, infeliz, un tipo con un gran apego a la vida, un benefactor, un misántropo o un psicópata. Algunos de ellos son felices, otros no lo son y algunos acaban autodestruyéndose a sí mismos, en parte debido a su riqueza material y falta de riqueza espiritual.
Pensar que por eso no necesita ni ayuda ajena, ni psicología o conocimiento personal o que puede comprar todas las soluciones a sus problemas me parece una soberana idiotez. Yo no soy rico ni falta que me hace para tener una vida absolutamente gratificante. Desde luego no soy el único. El problema no es ser pobre, es ser tan pobre que no puedas mantener cubrir tus necesidades básicas (eso sí es un problema), pero a partir de ahí, el dinero no es un factor en absoluto fundamental para alcanzar una existencia plena, hay factores más determinantes. Me temo que la ignorancia sobre la naturaleza humana sí lo es… y perseguir el dinero como único fin creyendo que este te va a otorgar una gran felicidad también. Así va el mundo.
Pero no te tomes tan en serio el artículo Blade Runner. Las líneas que hablan sobre que los ricos son felices y no tienen problemas son ironía pura, y es lo que más me gusta de este artículo, que introduce esas «verdades» que todos sabemos son pamplinas, sólo para dar énfasis a su posición.
Porque este artículo es de opinión, más allá de que se esté o no de acuerdo con lo que propone. Y si en medio del mismo se colocan este tipo de afirmaciones, cuya intención, asumo yo, es hacer sonreír al lector con esas sentencias fuera de foco, y tan traídas de los cabellos como las que el propio Coehlo hace en sus libros, es para hacernos ver que cualquiera puede escribir algo como una verdad absoluta y de inmediato tener seguidores (o detractores).
Al mundo lo mueve el dinero, el capital, no vengas tu con shows donde sin dinero se puede ser feliz, porque en este tiempo eso es la excepción y no la regla. Saludos.
Atacar a Coelho es darle demasiada importancia.
Yo no entiendo que sea ironía esa parte, salvo porque el artículo en general está escrito en clave de humor e irónica, así que no hace mal Blade Runner en aclarar su opinión al respecto, que yo comparto.
Hace pocos años en EEUU se hico un estudio estadístico donde se le preguntaba a muchísima gente por su felicidad. Su opinión subjetiva y luego unos items para medirla que pueden representarla. AHí se descubrio que había personas que eran ricas y consideraban su vida tan llena de problemas, infelicidad y preocupaciones como los que no. Y que las personas que habían enriquecido súbitamente también opinaban lo mismo a los dos años: tenían otros problemas, pero no se atrevían a decir que eran más felices. Si que el dinero les gustaba, obviamente.
El único caso que parece quedar marcado es el de aquel que está en extrema necesidad mucho tiempo y de pronto le toca la lotería o algo así. Esas personas dan tal valor a tener la vida resuelta económicamente que si valoran que son felices.
Mi experiencia, como psicoterapeuta, es que el dinero no da la felicidad, por tópico y Coeliano que suene. Da comodidad y una vida más fácil materialmente (y esto no me parece poco ni despreciable, todos lo queremos), pero la vida tiene otros problemas.
El artículo es buenísimo, divertidísimo, y muy pedagógico además. Felicito al autor, me lo he pasado muy bien, UN saludo.
Haters are gonna hate, hate, hate…
Un mediocre artículo sobre un pésimo escritor.
Un gran artículo sobre un zorro escritor.
El «mesianismo» absurdo de unos puede ser igual de cargante que el «ateísmo» radical de otros. Sobretodo, cuando resumimos que todo es un problema de gastar, gastar, gastar. Compara. Comprar. Comprar. Ese karma maléfico. Y luego se nos informa que ese escrito (y la revista) puede ser comprada. Eh, no compre la X, compre Y. PERO COMPRE, no me sea CABRÓN. Risas mil.
Por otro lado. Los humanos somos raros de cojones y de cuando en cuando nos encanta creer que somos especiales. Aunque solo sea cuando el sol de una mañana de primavera toca nuestro rostro. O cuando alguien cruza una sonrisa con la nuestra. Y ya, si tenemos mucha suerte, cuando dormimos abrazados a alguien, nos encanta creer que somos importantes. Importamos a alguien. ESO es todo. No hay centro del Universo, porqué nosotros somos el centro del Universo. Todos y cada uno. Literalmente. Sin metáforas ni hostias. Y ahí, es cuando la ciencia nos explica BERDADES como puños.
p.d: Me pregunto, ya así ha modo de conclusión, si por un casual existen anti-coelho que luego abracen las BERDADES inquebrantables de los Sostres/Espada de la BIDA. Que putas RISAS, ¿eh? Que no sea, que en definitiva todos queremos abrazar cosas y ser abrazados. Coelho, como racionamiento humano, puede ser tan risible como la física cuántica. Todo parte de «pajas mentales» humanas, que a saber si realmente tienen sentido «cósmico» o no. Y preferimos creer en unas y no en otras (claro que la física cuántica, seguramente, sea el ejemplo científico mas claro de que todas las teorías que se pueden aplicar a la realidad cumplen el principio teórico. Vamos, que parece el camino BERDADERO).
Me ha gustado hasta: es usted la hostia
¡Pues qué fina! ¿O lo dices porque hostia va sin hache?
Cuando va sin hache significa ´ostra´.
Solo por aclarar:
ostia.
(Del lat. ostrĕa).
1. f. ostra.
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hostia.
(Del lat. hostĭa).
1. f. Hoja redonda y delgada de pan ácimo, que se consagra en la misa y con la que se comulga.
2. f. Cosa que se ofrece en sacrificio.
3. f. vulg. malson. Golpe, trastazo, bofetada.
Coelho es un maestro en el género del «fast thought» (un ejemplo patrio lo tenemos en Albert Espinosa, p.ej.): novelas facilonas de leer, rebosantes de frases filosóficas que le dejan al lector la sensación de «tener» pensamientos muy profundos sin necesidad de hacer el más mínimo esfuerzo de reflexión. Una buena novela «filosófica» es, en cambio, la que te hace pensar; no la que te da los pensamientos masticados, sino aquella en la que tienes que inferirlos tú mismo con tu cabecita. Eso no implica que esa novela tenga que ser aburrida: puede ser entretenidísima, aunque no todos los lectores sean capaces de sacar las conclusiones que les harían disfrutar todavía mucho más con su lectura (o dicho de otro modo, puede ser una novela que tenga «varios niveles de lectura»).
que post aburrido. Mejor seria leer a Coelho , mucho mas entretenido
He leído por ahí que a aquellos que critican los libros y el éxito de muchos escritores, solo les mueve la más insana envidia y además, está llamando idiotas a los millones de lectores que compran dichos libros. Por otro lado, parece que criticando aquello que tiene un relevante éxito, se consigue un espacio (aunque sea mínimo) en el espectro literario universal o en los blogs que circulan libremente por internet. No voy a defender a Paulo Coelho (no es uno de mis ídolos literarios), pero ¡cómo quisiera escribir lo que él escribe y vender lo que él vende!. O sea que, después de todo, también yo siento algo de envidia.
Hola Julio, para escribir tan bien como lo hago yo, solo tienes que apretar las cachas y desearlo con todas tus fuerzas. Si realmente lo quieres el universo conspirará para que lo consigas. Eres la hostia Julio, nunca lo olvides.
Julio: por supuesto que está llamando idiotas a los millones de lectores que compran sus libros. Por que eso es lo que son.
Y vaya, eso de que las críticas son por envidia, es un argumento bastante trillado. ¿Envidia? Yo se la tengo a escritores buenos y reconocidos. Pero ¿a Coelho? Por favor…
Y los que escriben «por que» cuando es «porque», ¿qué son, idiotas y medio?
Yo hice el camino de Santiago el año anterior a Paulo Coelho. Es decir con la misma e inexistente infraestructura que el.
Ahora bien, yo nunca escribi un libro, pero constato que hacerlo provoca en muchos una grafomania importante (ver la abundante bibliografia).
Mis vicios eran basicamente gastronomicos, por lo que no tuve nunca ni visiones, ni percepciones extrasensoriales,(y sospecho que el ayuno y/o consumo de otras sustancias, mas la soledad el ejercicio inadecuado las puede provocar ). Tampoco hice lo que el asegura haber hecho, 70 km./ dia, sin entrenamiento.
Alguna vez ese autor ha reconocido que uso el camino como terapia de choque para desintoxicarse, ahi, si me cuadra mas todo lo que cuenta. Si no no me lo explico.
P.D.Un saludo para nuestro compañero Miguel Angel, que en el camino si tenia visiones, exactamente de bocadillos de chorizo colgados de los arboles, el dia que salio sin desayunar y le dio una lipotimia.
Me entusiasma Blade pero ni de cerca lo diré tan claro. La riqueza no compra todo, aunque haya un mínimo bajo el cual muy poco se puede esperar de un vivir gratificante o feliz. Y menos aún si esta carencia, básica, es cotidiana. Pero de ahí a que la riqueza sea el paradigma d la felicidad hay un trecho, aunque, claro está, ayude más q su contrario. La condición humana es suficientemente miserable como para encontrar momentos de infelicidad por doquier. Y al que más tiene, más problemas (de muy diversa índole) le sobrevienen. Dolor y felicidad van de la mano y los rícos no están exentos. La reflexión y acción ética en un clima y red d relaciones sociales de amistad, pese a imperfecciones y egoísmos, procuran alegrías y mitigan el dolor. No hay felicidad plena pero tampoco todo Coelho es espurio,… o del que abominar por su éxito editorial y seguidores. Algo tendrá el agua cuando la bendicen…
Cantidad y calidad son cosas independientes. Las religiones, los curanderos y los homeópatas tienen muchos seguidores, no por ello es bueno lo que hacen. De acuerdo en que no hay que irse a extremos, siempre hay que hacer todo lo posible por darle la vuelta. Pero de ahí a pensar en mundos de la pirueta, unicornios,… actualmente se quiere exterminar una parte de la realidad, no existe nada malo en el mundo si miramos para otro lado.
Articulo redondo. No había leído un crítica literaria tan buena nunca. Pero claro, esto va mucho más allá de la crítica literaria, es una reflexión sobre nuestra necesidad de felicidad y de como esa necesidad es un negocio . Bueno, más que un negocio , tal vez un poco como el que tienen las religiones: el hacernos pensar que la salvación individual existe. Que no importa lo mal que todo vaya, no necesito trabajar con el que está a mi lado, sino simplemente salvarme yo comprando este analgesico . Eso es siempre mejor que trabajar en la revolución o el cambio.
Bravo!!! Ya era hora!!! La epidemia de autoayuda parece que avanza imparable. La autoayuda es RELIGIÓN. No tiene nada nuevo, solo que no hay que rezar porque como dicen en el artículo, ahora no hay que rezar a dios, cada uno es dios. Ten fe y el universo hará para ti lo que tu quieras. ¿Tienes hepatitis C y como no tienes dinero no te dan el medicamento? Piensa en curarte y te pondrás bueno, sobre todo, no te quejes. ¿Estás en paro? Piensa que vas a encontrar trabajo y mañana te contratarán, sobre todo, no te quejes. Es culpa de tus malos pensamientos quedar excluido, no tiene relación con que la demanda de trabajo cada vez va ser menor con el desarrollo tecnológico, la concentración de poder y capital,…
Si lo deseamos lo suficiente todos vamos ser más listos que Einstein. Si no piensas que lo eres no mereces la pena, no te quejes, eres basura. Y todo el mundo debe decirte lo listo que eres siempre, todo lo haces bien y nunca te equivocas, eres todopoderoso. Cuando seas un capullo y la cagues nadie te lo puede decir, no es que quiera que mejores, es que te odia. Herejes y mártires.
Pretenden convencerte de que eres perfecto y de que tienes poderes mágicos. Si vas en el Titanic puedes hacer que flote con el pensamiento, puedes hacer que vayan millones a comprarte lo que haces en tu empresa para que te hagas rico,…
No ocurre nunca nada malo, no dependes de nadie más, no dependes de nada.
Eres todopoderoso.
Pero vamos a ver, qué es toda esta gente que dice que no lee a Coelho, pero sin embargo lo defiende. Defendamos mejor a los apóstoles, que la Biblia se lleva el récord de ventas de todos los tiempos. Porque oye, si tanto se vende es que algo tendrá, no?
Mucha verdad en un solo párrafo: 《Convenciéndolo de que está alienado es como ellos lo alienarán. Y con tanto éxito que morirá de una enfermedad curable, como muchos otros miles durante el mismo minuto sobre la Tierra, pero convencido de que sus deseos se harán realidad solo queriéndolos con fuerza》.
Se le escapó una cosa en este artículo y es que El Alquimista no lo escribió Coelho, el alquimista lo escribió Jorge Luis Borges. Coelho lo único que hizo fue estirarlo unas cuantas páginas.
Creo que es una parábola de las Mil y Una Noches que Borges recoge. Una historia ya conocida. Cuando leí «El Alquimista» me sorprendió el plagio descarado. Total, como plagiar la biblia o la Cenicienta.
El cuento del tesoro soñado
Borges:
El tema de los sueños, por lo demás, es un tema preferido de Las Mil y Una Noches, y hay una historia de los dos que soñaron, y esa historia empieza en Alejandría. Un hombre sueña con una voz y la voz le dice que vaya a Persia y que encontrará un tesoro. Entonces el hombre se dispone al viaje, es un largo viaje, hay naturalmente bandoleros, naufragios, está a punto de morir de hambre en los desiertos que separan a Alejandría de Persia, pero al fin llega a una ciudad persa. Se tiende a dormir en el patio de una mezquita, entran ladrones, los arrestan a todos y los llevan ante el Calí, ante el juez, y le preguntan por qué está allí. El dice: «Yo soy nativo de Alejandría, la ciudad de Alejandro; he venido aquí porque una voz me dijo que si yo venía a Persia encontraría un tesoro». Entonces el Calí se ríe hasta que le duelen las muelas ‑según el texto‑ y le dice: «Hombre crédulo, yo también he soñado que si yo iba a Alejandría yo encontraría un tesoro allí, que lo encontraría en una casa en la que hay una higuera y un aljibe, pero yo no he creído en esas cosas». Entonces le hace dar cien azotes. El otro vuelve a Alejandría, ha reconocido en la casa que le describió el Calí a su propia casa, ahí está la higuera, ahí está el aljibe. Cava y encuentra el tesoro. Pero ha sido necesario que los dos sueñen para que el hombre tenga el tesoro, ha sido necesario que él emprenda el viaje para merecer el tesoro ya que la voz pudo haberle dicho hay un tesoro escondido en tu propia casa, pero hay esa prueba, también.
Las mil y una noches. Jorge Luis Borges
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Tradiciones judías:
EL TESORO DEBAJO DE LA ESTUFA
Hay cuatro sueños que se convierten en realidad: un sueño en la madrugada, un sueño que ha sido anunciado y presagiado, un sueño que se repite, y un sueño que está soñando otro acerca de esa persona. (Talmud Berajot 55).
Cierta vez, el pobre y menesteroso Rabí Eizik Ben Jekl de Cracovia soñó que debía ir a Praga y excavar debajo del puente que conduce hacia el palacio real, pues allí encontraría un gran tesoro escondido para él.
Se fue a pie a la capital de Bohemia. Cuando llegó al puente, vio allí a un policía caminando de ida y vuelta. Tuvo miedo de empezar a excavar en presencia de éste.
Como el policía tenía su servicio de patrulla en el mismo lugar día tras día, comenzó a sospechar del Rabí y le preguntó por la razón de su comportamiento. El Rabí le contó su sueño.
El policía le contestó con ancha sonrisa: – «¿Quieres decir que tú has recorrido un camino tan largo por un sueño? Parece que ese es el destino de aquella gente que cree en ellos. Si yo creyera, también ya hace tiempo tendría que haberme ido bien ligerito, pues a mí se me aconsejó en un sueño ir a la ciudad de Cracovia, entrar en la casa de un judío de nombre Eizik Ben Jekl, excavar debajo de su estufa, y sacar de allí un tesoro bien importante. ¡Eizik Ben Jekl!
¿Es ésta una información exacta? La mitad de los judíos de esa ciudad se llama Eizik y la otra mitad se llama Jekl. Eso significaría que tendría que excavar debajo de cada casa de la ciudad».
Así habló el policía y no dejó de reír. Cuando Eizik Ben Jekl escuchó sus palabras, se despidió de él y regresó a su casa. Apenas llegó, excavó una fosa bien profunda debajo de su estufa y descubrió allí un tesoro de mucho valor, con el que construyó una sinagoga, que siguió existiendo durante muchos años, con el nombre de «La sinagoga de Rabí Eizik Ben Jekl».
¿Cuál es la moraleja de esta historia? No busques tu buena suerte en las lejanías. La encontrarás en tu propia ciudad, en tu propia casa.
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Cuentos populares españoles:
Con el número 1645 sw au monumental Classification de los cuentos universales, catalogaron Antti Aarme y Stith Thopson un tipo cuentístico que titularon El tesoro en casa y suyo argumento resumieron así:
«Un hombre sueña que si va a una ciudad distante encontrará un tesoro escondido en cierto puente. Al no encontrar ningún tesoro, cuenta su sueño a otro hombre que dice que también ha soñado con un tesoro que está en un lugar cuya descripción resulta coincidir con la casa del primero. Cuando este regresa a su casa, encuentra el tesoro.»
Según el catálogo de los dos grandes investigadores del cuento universal, se han documentado versiones de este tipo fabulístico en Lituania, Suecia, Islandia, Escocia, Irlanda, Gales, Inglaterra, Francia, Holanda, Alemania, Checoslovaquia, Hungría, Grecia, Turquía y Japón, además de en la tradición árabe, y también en España (se referían a una única versión asturiana publicada en 1925 por Aurelio de Llano). A todas estas se puede añadir una versión danesa.
El único dato consignado por Aarne y Thompson sobre la existencia del cuento en tierras españolas, concretamente en la tradicion asturiana que exploró Llano, fue ampliado por Maxime Chevalier cuando señaló que en los siglos XVI y XVII, preciosas versiones de esta fábula habían sido incluídas por Luis de Pinedo en su originalísimo manuscrito fechado hacia 1650 y titulado Liber facietarum, y por Ambrosio de Salazar en su Thesoro de diversa licion publicado en París en 1636. Conozcamos en primer lugar la versión de Pinedo:
«Y de otro que sono q[ue] allaua un thesoro en seuilla ala puerta dela azeite. fue y cabo visto por su vezino le dixo, no busques que yo he soñado en merida en una huerta enla pared allaua vna cabra de piedra y debaxo della thesoro. oydo esto el que primero cabaua fue asu huerta y allo el thesoro debaxo la cabra.
La versión de Ambrosio de Salazar, casi un siglo posterior, está mucho más desarrollada que la de Pinedo. Lleva por título «Historia de la Cabra y Cabron».
Entre las versiones folclóricas modernas de este cuento documentadas en la tradición hispánica sólo pudo citar Chevalier la asturiana. Pero lo cierto es que se pueden añadir ahora tres nuevas versiones recogidas de la tradición oral moderna, que sin duda pueden contribuir a ampliar nuestro conocimiento sobre este viejo y casi universal – aunque extremadamente raro en España – tipo cuentístico. La primera versión fue recogida en el pueblo de Miajadas (Cáceres) y tiene por protagonista a un pastor del vecino pueblo de Robledillo de Trujillo. Otra versión se asocia a una escultura zoomorfa, de origen seguramente prerromano (el toro o verraco de Pasarón) que se conservó durante siglos en las cercanías del pueblo de Pasarón de la Vega (Cáceres) hasta su destrucción en el siglo XIX.
La última versión folclórica moderna procede del ámbito asturiano y fue publicada por Albino Suárez en 1983.
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Totalmente de acuerdo con el autor, Coelho es basura para el cerebro, alienación, no tiene ningún interes, es una fórmula de ventas que juega con la infelicidad de las personas, con la falta de cultura, con la manipulación mediática, una formulaara hacer dinero a costa de la ingenuidad e incultura de la gente. Yo tambien me compre un libro de él hace muchos años y me dieron ganas de vomitar! Nunca màs!
¡CLARO QUE SOY DIOS!
Coelho es un alquimista porque transforma la caca en oro
Pues no… no me gusta Paulo Coelho… o… tampoco puedo asegurarlo porque apenas he leído libro y medio de los suyos… Pero… por lo mismo… tampoco puedo asegurar que sean malos… porque no los he leído…
Y… me pregunto yo… este «Rubén Díaz Caviedes»… que sí se considera capacitado parece ser para asegurar que alguien (se llame Paulo Coelho o Pepe Pérez) es una mierda y un timo… ¿él quién es? ¿Quién o qué es para sentirse con la entidad de afirmar de tal manera estas críticas? Si está asegurando que todos somos una mierda en este universo… entonces él tamibén, ¿o es que por algo es distinto?
¿Y él, será que sí se ha leído todo lo de Coelho… y muchas cosas mas, como para considerarse con los conocimientos suficientes como para criticarlo de esta manera y de forma tan rotunda?
Y yo ahora me pregunto…ese tal Coelho quien es?…es la primera vez que leo su nombre… :D
Este artículo, con todos los respetos, tiene estilo de fanzine; se va demasiado al otro extremo de lo que critica, frivolizando con el materialismo, el dinero. Está de moda criticar a Coelho, la nueva moda es incluso no leer nada en absoluto que no sean periódicos (Gente a la que pagan por decir cosas que usualmente no son ciertas); echo en falta alguna referencia a los místicos (San Juan de la Cruz: «Necesito poco y de lo poco necesito poco») El concepto de «dios como alguien con poder para acumular cosas materiales es muy chusco, y parece ser el que se trasmite en este artículo. Globalmente pinta un paisaje triste de la realidad en la que tal vez viva el autor del texto, pero no todos. Coelho, puede ser o no ser un gran escritor, no lo juzgaré yo, pero si ayuda a gente a sentir paz, ya es mucho. Recordar que la vida sólo hay que vivirla, eso es todo.
¿Para cuándo una crítica al universo musical de Bisbal? Jotdown, seguimos en ascenso…..
El artículo es muy divertido, pero son casi más hilarantes los nerviosos comentarios en defensa de Coelho. Especialmente divertido es el comentario de Blade Runner subrayando que sí, pobres incrédulos, los ricos también lloran. Algo totalmente comprensible, por supuesto: ¿cómo puede traer la felicidad tener 7,6 billones (españoles) de dólares en paraísos fiscales, el 80% de los cuales no han sido declarados a las autoridades? ¿O gobernar de facto Estados Unidos, como han sugerido los politólogos Gilens y Page? Oh, pobrecitos ricos…
QWERTY, muy señor mío, comparar al caballero Coelho con las mentes que desarrollaron la teoría cuántica es para propinarle a usted doscientos latigazos.
He dicho.
Entiendo que el articulo añade algunas dosis de humor al llevar hasta un cierto radicalismo algunas partes de su mensaje. Pero creo que le estamos dando demasiadas vueltas a la felicidad de los ricos y, al menos a mi, eso me da igual. Me interesa un poco más la plaga de autoayuda y coach que aún hoy perduran en nuestra sociedad. Los mediocres buscan siempre un espacio donde no parecerlo tanto, y en estos lares caben muchos. No se confundan, no afirmo que todos lo sean, pero tal y como esta el patio, cuando leo que un psicologo/a también se define como coach, no puedo evitar dudar de su buen criterio (imprescindible para este oficio). Confieso sentir cierta rabia cuando algunos (más bien muchos), me hablan de energias del universo y otras patrañas. Las pseudociencias en general (curanderos, religiosos, visionarios y demás), se venden de dos formas. Los que se creen que estan en lo cierto, son unos ignorantes, y lo que saben que no estan en lo cierto, aunque más listos, deberian ser considerados delincuentes, aunque podemos llamarles charlatanes.
Tengo a 3 personas en mi círculo que leen a Coelho y la característica común entre ellos es que follan poco.
Pues yo no follo desde 1992 y nunca he leído nada del Coello este…
El final del artículo no tiene precio:
«Y cuando le tiente pensar lo contrario abortaremos su razonar haciéndole pajas. A cambio, le pedimos solo una cosa: compre. Compre, compre, compre».
Artículo extraído de Jot Down #10, especial Filias, fobias y parafilias, DISPONIBLE EN NUESTRA STORE Y EN NUESTRA RED DE LIBRERÍAS. (Las mayúsculas son mías)
Cuánta sapiencia y cuánta ignorancia barruntan esas líneas.
Hay partes del artículo que me encantan, pero otras son auténticas gilipolleces. La crítica a Coelho me parece acertada en gran parte, pero hay una cosa que me preocupa: esa perspectiva «estadística» sobre la vida de una persona. En los humanos se dan cita la razón y la sinrazón. Somos capaces de contradecirnos y de aceptar daños y sufrimientos de forma consciente. Reducir a la persona a una mera escala racional es un error.
A mi no me gusta, estos Gurú Wannabe tienen cuentas corrientes muy saneadas!.
El cada vez mayor éxito de los libros de autoayuda es algo esperable en un mundo neoliberal como este. De hecho, no hay nada más cotidianamente neoliberal (por utilizar la expresión de Philip Mirowski) que la literatura de autoayuda. Se busca el éxito personal (porque como ya dijo hace mucho Marvin Harris, de eso se trata precisamente, de manipular el mundo en beneficio propio, lo de la espiritualidad es una chorrada que va de aliño). Y esa prosperidad se busca siempre individualmente (nunca colectivamente) a través de ridículos e inútiles procedimientos que siempre respetan la organización social existente (nunca intentan cambiarla). Puro opio neoliberal para adormecer a los pobres.
«Usted no es un dios, es Dios. Y cuando le tiente pensar lo contrario abortaremos su razonar haciéndole pajas. A cambio, le pedimos solo una cosa: compre. Compre, compre, compre.»
Artículo extraído de Jot Down #10, especial Filias, fobias y parafilias, ¡¡DISPONIBLE EN NUESTRA STORE Y EN NUESTRA RED DE LIBRERÍAS.!!
Una crítica muy entretenida. Me reído bastante con la forma tan sutil que tiene para destrozar a Coelho.
La verdadera autoayuda para mi estaría en leer a los mejores (Neruda, Dostoievsky, Cortázar, etc.), en ver a los mejores (Coppola, Kubrick, Wilder…). Y luego sentir ENVIDIA por ellos. Y querer imitarlos, y saber que no vas a ser mejor que ellos porque son GENIOS, pero que eso te impulse a ser mejor que lo que eres ahora. Eso para mi es autoayuda.
El alquimista es un plagio de un cuento de Las mil y una noches. Sólo tuvo que cambiar un par de nombres.
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Uf! En México tenemos un bodrio peor que Coelho: Carlos Cuauhtemoc Sánchez. Una verdadera mierda que pone al brasileño en un estante más arriba de los de autoayuda
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Pues yo me he echado unas buena risas
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Felicidades por tal reflexión, siempre había querido encontrar algo semejante que pusiera de una vez por siempre en su lugar al vendehumos moderno. Totalmente de acuerdo en todo, muchas risas y un gusto encontrar artículos que valoren la reflexión, la crítica y sobre todo bien argumentada.
Coelho es el brazo armado de Osho, por eso nació muerto, en la mejor tradición del papel del psicoanalista. Poco importa que hayan contemporizado, es una elegía, una araña de luz que escala la marea. Digo yo, que por tal, existe esa herencia proximal.
11 minutos es un plagio de Prety Woman… El segundo que me compré, por suerte me lo acepto como devolución la estanquera de la estación de autobuses. 10 minutos de lectura fueron suficientes para descubrir la ralea de Coelho. Simplemente se permite el lujo de dar lecciones de moralidad escondidas detrás de novelas. Francamente plano y aburrido. Para quien no ha profundizado en la complejidad del ser humano.
Ahora, lo que no entiendo, como pudo hacer letras tan maravillosas junto a Raul Seixas en los años dorados del rock brasileño…
No serían las drogas…Ayayay…
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Yo tengo un cuñado que trabaja en Banesto y dice que lo de Coelho es verdad.
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Absolutamente espectacular. BRA-VO
Paulo Coelho tiene derecho a ser y hacer lo que le dé la gana, como todos nosotros. Otra cosa es si escribe bien o no. Considero vergonzoso y maniqueo confundir las dos cosas: el autor y la obra. Al fin y al cabo Cervantes fue ladrón, Wilde pederasta, Dostoievsky ludópata, y Poe un miserable borracho. ¿Y qué? Las obras de todos ellos son maravillosas y si hubiera Dios le daría gracias por haberlos creado, a ellos, los autores que a su vez crearon a Alonso Quijano, a Roskolnikov, a Lady Windermere, a Fortunato y al gato negro…, y a tantos otros. Condenar al autor no aprecia ni desprecia su obra. Hay que estar demasiado afectado por Sálvame para llegar a creérselo.
Homérico, me Quito el sombrero señor.
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