Es interesante observar como a pesar de los visibles efectos de la profunda crisis económica y social que estamos atravesando, la marea de mensajes que promueven una actitud escapista hacia un negacionismo del malestar no retrocede, sino que parece aumentar. Cultura del ocio, soluciones individuales y narcisistas a problemas de un mundo posmoderno en el que si no disfrutas de la vida se debe seguramente a que algo has hecho mal.
Las ciencias tampoco son inmunes a esta influencia sociocultural, ya que en definitiva son seres humanos los que proponen aquello que se va a investigar y aplican sus propios sesgos a los experimentos. Y si ocurre incluso con las «ciencias puras», pues extrapolen al campo de la psicología. Precisamente uno de los fenómenos más recientes en esta disciplina es la aparición de una nueva corriente, por supuesto con marchamo de revolucionaria, y que a la vez fundamenta y se apoya en esta cosmovisión del «buen rollo», la felicidad y el bienestar: la psicología positiva.
A primera vista esta apuesta por valores y emociones positivas parece aportar un soplo de aire fresco al depresivo ambiente de las patologías mentales, un cambio de enfoque más esperanzador para relativizar la negatividad asociada al trabajo en psicología y su particular pathos —o impulso de muerte, que dicen los psicoanalistas—. Ahora bien, solo a primera vista; la psicología positiva tiene un «reverso tenebroso», una carga de profundidad oculta bastante problemática y potencialmente peligrosa relacionada con aquello que no tiene en cuenta. Además, ni siquiera aporta nada nuevo ni original a la psicología. Pero para poder desgranar estos aspectos será más sencillo empezar por la gestación de la criatura.
Como el cristianismo hace tantos siglos ya, la psicología positiva nace de un momento de epifanía. En este caso, nuestro Saulo de Tarso particular es Martin Seligman, psicólogo y escritor estadounidense, famoso en su día por sus investigaciones sobre la indefensión aprendida, y que presidió la American Psychology Association (APA, idénticas siglas que la de psiquiatras). Este académico y respetable señor cuenta que quedó sorprendido cuando su hija de cinco años le llamó «gruñón» un día; a partir de aquí tuvo un insight, que diría un gestáltico, y compartió con su colega Csikszentmihalyi —hay apellidos que los carga el diablo— su descubrimiento de lo aburrida y negativa que era la psicología que estaban practicando.
Casualmente también por estas fechas, Seligman recibió un cheque de 1,5 millones de dólares USA por parte del multimillonario y filántropo irlandés Charles Feeney para que los dedicara a anunciar la buena nueva; aquí se acaban los paralelismos con el apóstol de los gentiles, pues desconocemos si Pablo fue financiado por los romanos como parece que la John Templeton Foundation —cuyo propósito es investigar sobre el hecho divino— también está haciendo con el bueno de Martin. Dejando el campo libre para teorías de la conspiración variadas, vamos a ver en qué consiste el nuevo evangelio de la felicidad.
Seligman basa la psicología positiva en una novedosa «teoría del bienestar» que se mide en crecimiento personal; el objetivo de su modelo es encontrar formas de aumentarlo. Por supuesto sobre métodos científicos, ya que estamos ante una nueva ciencia, que vendría a cubrir un aspecto ignorado por la psicología anterior como son los aspectos positivos de la condición humana en sus procesos psíquicos. Sorprende enormemente que Seligman y compañía prescindan de golpe en esta afirmación fundacional de más de seis décadas de tradición en psicología humanista, cuando toman sin pudor conceptos fundamentales estudiados por esta. La solución aplicada para subsanar esta incoherencia ha consistido en negar toda relación con el movimiento humanista, a pesar de que el crecimiento personal y la creatividad han sido su objeto de estudio tradicional y el mismo nombre de «psicología positiva» lo usó ya Maslow en 1954. El argumento empleado para poner distancia es el estigma de siempre del humanismo; no haberse ocupado de trabajar suficientemente su base empírica y derivar en movimientos de autoayuda. A diferencia de la psicología positiva, que emplea los más modernos métodos de investigación. De nuevo, el viejo descrédito por acientífico.
Esta utilización del método científico como mascarón de proa distintivo no tiene nada de malo, al contrario; sin embargo, un vistazo a la investigación «positiva» arroja unas cuantas sombras de duda. Los constructos usados adolecen de ambigüedad en su definición. Increíble, ¿verdad? Prueben a dar una definición científica común de bienestar, resiliencia, creatividad o crecimiento personal. Lo que se entiende por felicidad varía tremendamente según individuo y cultura. El abuso de estudios que aportan simples correlaciones o la utilización de argumentos tautológicos son otras de las críticas. Llueve sobre mojado, pues irónicamente estos mismos problemas ya los había padecido la psicología humanista en sus carnes. A pesar de que mucho antes ya se habían realizado estudios con metodología científica, como el de MacKinnon en 1962 sobre la creatividad en arquitectos.
Toda esta endeblez metodológica ha colocado a la psicología positiva en una recurrente necesidad de reafirmación frente a la facilidad con la que se asocia a movimientos más relacionados con el pensamiento mágico. Así que, como ven, el paralelismo con la religión va un poco más allá del mero recurso al chiste fácil (al que, por otro lado, cuesta resistirse); la autopista hacia la literatura barata de autoayuda, o lo que en internet se conoce como «magufada», tiene cuatro carriles y ningún peaje. Baste referirse como exponente a la obra de Lyubomirsky, La ciencia de la felicidad, donde se nos habla de un «método probado» para obtenerla e incluso se propone una ecuación de dudoso origen o justificación empírica.
Sin embargo, la explosión de la psicología positiva no es en absoluto casual ni inesperada; encaja perfectamente en una filosofía vital de hedonismo maníaco que no tiene nada de inocente, sino que se puede rastrear en diversos ámbitos sociales y que incluso diría que se ha insertado como ideología dominante, pues se encuentra indistintamente en boca tanto de gurús de la new age espiritualista como en la de directores de grandes departamentos de recursos humanos. Y lo que es peor, irradiada continuamente desde los más variados medios de comunicación y sus artículos sobre salud, bienestar y vida cotidiana.
Filosofía que se basa en dos rasgos principales: el primero, la evitación neurótica de experiencias y sentimientos considerados «desagradables». La psicología positiva nos habla de emociones «positivas» y «negativas», pero la distinción entre estas no parece quedar muy clara. De hecho se da por sobreentendido cuál es cada una: ¿es realmente sano poner al mal tiempo buena cara en todo momento? No es infrecuente encontrarse personas que a pesar de pasar por acontecimientos muy duros se sienten culpables por no poder exhibir el optimismo «debido». Que sufren por sentirse tristes o enfadadas y creen que estas emociones son inadecuadas; el temor a ser «anormal» o diferente por sentirse abatido. Sobre todo, si recibimos mensajes en los que se nos niega directamente lo que sentimos, como esta moda de llamar «oportunidad» a un despido laboral. Parecemos haber pasado de reprimir emociones a poder expresar solo una: la alegría.
El segundo, en ideas de grandiosidad desajustadas con respecto a la propia imagen —típicas del narcisismo— con reiteradas apelaciones al propio «poder», fortaleza, resistencia; en definitiva, ideación de omnipotencia condensada en neologismos como «empoderamiento» y frecuentes alusiones al «autoliderazgo», que aún ando preguntándome en qué se diferencia exactamente del clásico ir tomando decisiones consecuentes. Uno de los ejemplos extremos a los que conduce esta creencia lo podemos encontrar en el famoso best seller de Rhonda Byrne, El secreto, cuyo ídem parece ser cierta ley de atracción universal por la cual si deseas algo con fuerza y te lo propones, el universo conspirará para que lo obtengas. No creo necesario extenderme en analizar este tipo de pensamiento mágico coelhista de gran éxito durante el Medievo, pero si usted tiene más de doce años y sigue creyendo en esto, le puedo recomendar un buen terapeuta.
Esta doble premisa no deja de ser contradictoria si se piensa bien; mientras que por una parte se alimenta de un individualismo exacerbado que subraya nuestra propia responsabilidad, y de nadie más, en el éxito o fracaso vital (ideología clásica del liberalismo desde los tiempos de la escuela escocesa, que borraba de un plumazo el peso de «lo social»), por el otro estigmatiza uno de los resultados posibles de nuestras elecciones. El fracaso en nuestros propósitos es directamente una palabra tabú. No se puede mencionar, como en ciertas empresas donde se evita usar la palabra problema y se buscan eufemismos sustitutorios. Ni se le ocurra pensarlo: al mínimo síntoma de «derrotismo», duda o negatividad incluso es posible que le encasqueten un coach. De hecho, un riesgo paradójico de la psicología del bienestar es terminar necesitando un psicólogo o consejero para ser feliz constantemente. Y así cuadrar el círculo de la patologización y la dependencia de los presuntos «empoderados».
Cuando eres el único responsable de todo lo que te ocurra en la vida, pero hay una fuerte presión social que te empuja a tener que ser feliz sin interrupción y sin margen de error, la neurosis está servida: no es extraño que el estado de salud mental de la población vaya empeorando a pesar de toda esta industria de la felicidad que se sostiene, en última instancia, en el consumo de pastillas. La tentación de evitar el conflicto o las dificultades arrojándose en brazos de un mágico placebo salvador o un chamán que piense por ti es muy grande.
Con estas magras herramientas se pretende además que el individuo se enfrente a un entorno social de continuo cambio, de «salir de la zona de confort» o dicho de otro modo, de cambiar por cambiar aunque no se quiera, de «responder a las exigencias del complejo mundo moderno» reinventándose continuamente… ¿A que empiezan a notar cierto agobio? Tengan en cuenta que además el resultado ha de ser exitoso y feliz. No sorprende que tantas personas se bloqueen, dejen de decidir por miedo a «fracasar» o a no mostrar la felicidad adecuada y ser por ello anormales, inadaptados y finalmente excluidos del resto de la sociedad.
Pues bien, en este terreno abonado, la receta de la psicología positiva consiste precisamente en poner aún más énfasis en valores como el optimismo y el bienestar. Receta que va viento en popa, visto el monumental negocio en que se ha convertido esta nueva corriente de felicidad pseudomágica. Sin salir de España, de la mano de Eduard Punset, quien usando elementos de divulgación científica termina frecuentemente en terrenos esotéricos, y de su prolífica hija Elsa, incansable autora de manuales de felicidad. No hay nada de malo en ubicarse en una zona más filosófica que científica, de hecho en psicoterapia es mucho más habitual emplear elementos de lo primero, pero ya saben lo que dice el dicho popular nocturno: mezclar es arriesgado.
Un caso paradigmático del peligro de investir de ciencia lo que no lo es lo encontramos en los estudios «positivos» sobre el «espíritu de lucha» y los beneficios del optimismo en pacientes de cáncer. No hay evidencias demostradas de que tal actitud personal influya en un mejor pronóstico de la enfermedad —aunque sea una disposición muy respetable—, pero su tozuda aplicación basada en tal creencia puede dejar perplejos a los propios afectados en medio de un dispositivo social diseñado para negar su dolorosa realidad y sustituirla por una leyenda heroica. Barbara Ehrenreich lo vivió en primera persona y lo explicó mucho mejor en Sonríe o muere.
No se hagan ilusiones: en la vida sufriremos injusticias o arbitrariedades, y tendremos conflictos con los demás cuando nuestros deseos choquen con los del vecino. No siempre triunfaremos, ni nos saldremos con la nuestra. No podemos controlarlo todo. Aparecerán rabia, frustración, envidia o celos, pues son inseparables de la experiencia humana. Es más, es sano que experimentemos estos sentimientos: la alegría auténtica no se entiende completamente sin la tristeza. Las emociones nacen en nuestro cuerpo y no tienen moral por sí mismas: se la ponemos nosotros según el contexto. El miedo o la tristeza tienen una función esencial en nuestro recorrido vital.
Arrinconarlas, rechazar una parte de nosotros mismos porque no nos gusta mirarla, nos aleja de la realidad y nos coloca en un mito ideal. Lo que es peor, nos impide vivir plenamente. En definitiva, nos coloca en una fantasía que la vida se encargará de desmentir una y otra vez, acumulando esa misma frustración de la que tratamos de huir. El gran peligro subyacente a la psicología positiva es precisamente desconectarnos de una parte de lo que nos humaniza atendiendo únicamente la otra, la agradable de contemplar, desatendiendo el contexto. ¿Cómo estoy tan seguro? Porque ya ha ocurrido antes con la rama de la psicología humanista que huyó del «lado oscuro», evitó reflexionar entre otras cuestiones sobre nuestra capacidad para hacer daño y se diluyó en chamanes, túnicas y flores en el pelo.
No se trata tanto de que debamos sufrir desgracias como enseñanza sino de saber cómo afrontar las crisis cuando aparecen, y esto pasa por aprender dónde están nuestros recursos y límites, y aceptarlos. Pero aquí sí se puede decir que es una elección nuestra si recorrer este camino o no; ya que hablábamos de píldoras, y parafraseando a Morfeo en Matrix: «¿Pastilla roja o pastilla azul?».
Pingback: Psicología positiva: y sonreirás sobre todas las cosas
Me acabo de leer un libro de autoayuda bastante bueno: «La Trampa de la Felicidad» de Russ Harris. También critica la psicología positiva y propone una alternativa basada en la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT)
Sublime. Recientemente he tenido que investigar sobre el engagement en el trabajo (término confuso donde los haya) y no puedo estar más de acuerdo con lo que se expone en el artículo. Los artífices de la psicología positiva ignoran (intencionadamente) la influencia del contexto. Sus recetas están ideadas desde el individualismo extremo y sus teorías pierden valor en cuanto se recuerda que el mundo real (y el mundo laboral en particular) no es ninguna balsa de aceite. Supongo que esta moda se debe a que el neoliberalismo demanda esclavos felices que se adapten las turbulencias y que contemplen las crisis como oportunidades. Sobre las paradojas de la modernidad líquida, recomiendo la obra de Zygmunt Bauman. Sus análisis sobre el futuro que nos espera (y el presente que ya nos ahoga) pueden resultar bastante deprimentes, pero al menos contextualizan una incertidumbre plenamente humana que otros se dedican a ocultar mediante enfoques buenrollistas.
Buen artículo, aunque para mí le falta señalar la instrumentalización política que se hace de este paradigma para responsabilizar al individuo y exculpar a la élite en el marco del oligopolio global.
Puedes leer, ´´Programados para Triunfar´´ de Marzano
Enhorabuena!! Es necesario que la idea de aceptar lo negativo de la vida, salga de los márgenes académicos e invada revista no cient´ficas-psicológicas ya que «ua vida feliz» es antihumano, antireal y es UN NEGOCIO.
Por desgracia, sufrí en mis propias carnes el cuento de la psicología positiva en la empresa. Y no precisamente provenía de RRHH, sino de mi puto jefe. Nos tenía PROHIBIDO mencionar la palabra «problema». Y cuando digo prohibido me refiero a que era pronunciarla y recibir una reprimenda posterior en privado con amenazas.
Para este individuo los problemas los creábamos nosotros, la vida era de color de rosa y todo tenía solución, sólo que no sabíamos verlo porque no los afrontábamos con la ACTITUD correcta. La «solución», como es facil deducir, era echar horas extra a diario sin remunerar.
De golfos así están las empresas modernas (y el mundo) llenos.
Pues yo discrepo.
La psicología positiva popular de mantener siempre una sonrisa o evitar parabras «negativas» es solo eso, creen ia popular, similar a la que tienen los magufos de la mecánica cuántica.
Sin embargo, hay otra forma de psicología positiva más lógica y útil que yo he usado, y es cambiar las creencias negativas que tenemos de nosotros mismos. Es decir, no considerarnos perdedores o deprimidos.
El secreto no está en evitar emociones incómodas (digo incómodas porque no son negativas), sino en aprovecharlas como señales de que algo no anda bien en nosotros, o a veces en otros.
Saluos.
No puedo estar más de acuerdo.
Pero ¿sabes algo de mecánica cuántica?
Pues me parece una extraña manera de discrepar porque estoy totalmente de acuerdo. De hecho es la esencia del artículo: la Psicología Positiva como movimiento ha contribuido a distorsionar esto que comenta y centrarse exclusivamente en emociones o sentimientos placenteros. Lo cual me lleva a plantearme si no habré expresado mal lo que quería ilustrar.
Entonces podemos estar de acuerdo.
Es una pena que la psicología sea tan suceptible a los magufos, aunque tal vez es porque es una ciencia bastante inexacta debido a su propia naturaleza. Eso si… conozco algunos «magufos» que me han enseñado por YouTube métodos muy buenos para sentirme mejor, pero eso no implica que creo todo lo que dicen o afirman de supuestas «energías», chakras o cosas similares.
Lo que me sorprende es que la psicología no haya avanzado tanto como otras ciencias. Unos culpan a los magufos, pero yo culpo a la propia complejidad de la mente humana, que siempre hemos subestimado. Y creo que el misterio de la mente continuará por mucho tiempo debido a la dificultad de «observar pensamientos».
Por otro lado, tal vez sí necestamos una psicología objetiva y «positiva» que funcione, y no dudo que existen métodos muy buenos, pero nos queda mucho por investigar y descubrir. Incluso en la psicología más científica seguimos viendo esos métodos fallidos.
Tal vez la «selección natural» actúe sobre estos métodos (aunque tarde bastante) y nos quedemos con algunos que realmente funcionen, aunque no sean falsables por ahora.
Si me lo permite, voy a contestar a esta cuestión tan interesante en el comentario de más abajo de Javier Castejón, porque están muy relacionados.
Bravo Alejandro García!!! magistralmente escrito!!! saludos de colega argentina
Creo que estás mezclando churras con merinas.
Efectivamente, uno de los puntos de la terapia cognitivo-conductual es tratar de «cambiar» (más bien discutir) muchos de los pensamientos e ideas negativos que tenemos sobre nosotros mismos, pero eso no tiene absolutamente nada que ver con lo que se llama «psicología positiva» desde la misma psicología.
Por otra parte, que uno tenga pensamientos negativos sobre sí mismo no tiene ni siquiera que significar que hay algo mal en ti. Si te vas a terapias contextuales (que tienen un aval empírico importante) lo que te van a decir es que es absolutamente normal tener ese tipo de pensamientos y que se puede vivir con ellos sin enfrentarse continuamente.
Como es normal en jotdown el artículo me parece de más nivel que la media, pero muy parcial y con argumentos en contra muy vanos y de descrédito, desde cuando la psicologia puede ser un objeto de estudio científico riguroso. La ciencia y su preceptos más rigurosos no casan bien con la psique y la consciencia.
La psicología positiva es una rama de la psicología que enfoca al ser humano hacia lo positivo=posibilitador … de hay a que haya gente que haga de ello su credo y que la utilice para disparar su vanidad y su autocomplacencia hay un trecho.
Yo considero a la psicología una disciplina multidimensional; creo que la mente humana es un campo de estudio tan amplio y escurridizo que no es fácil caracterizarlo. En general, diría que cuanto más se centra en los procesos básicos y más cercana está a la fisiología o la biología más aplicable resulta el método científico (me vienen a la cabeza la psicofisiología, neuropsicología, los estudios de farmacología, etcétera) pero por el contrario menos «aplicada» o práctica resulta a la hora de comprender los procesos psíquicos superiores (voluntad, creatividad, interpretación de emociones, toma de decisiones, influencia cultural…), que se alejan de lo que entendemos por ciencia rigurosa. Aquí hay un salto difícil de salvar, que está relacionado con la subjetividad de estos últimos y que tiene a la disciplina «atascada» por decirlo de algún modo.En realidad yo asumo este precepto, no tengo nada contra la ambigüedad de moverme en el empirismo subjetivo, y precisamente me sorprende esta proclama cientifista de la Psicología Positiva, pues toca los mismos temas que la Humanista, más cercana a una filosofía empírica que a las ciencias naturales. Bien es verdad que los avances en neuropsicología (por ejemplo la constatación de la diversidad funcional de los hemisferios cerebrales) han venido a dar apoyo a algunas tesis humanistas, pero como digo, hay un salto difícil de llenar. El «problema» es que la actividad de la mente humana afecta a demasiados ámbitos de conocimiento.
Si ves el trabajo como algo positivo, seguramente estés enfermo como la mayoría de la sociedad. A nadie sano le gusta trabajar: eso de ganarse la vida es absurdo, ya la tienes; el trabajo no es necesario, el dinero si (en esta sociedad); no existen reglas sociales que no se puedan saltar; la ética y la moral ,cada uno tiene la suya; la realización personal es una meta absurda igual que la felicidad. La seule chose sûre dans ta vie, c’est ta mort. Philosophie de pare-choc.
Es poco serio meter a Seligman en el mismo saco que Coelho o Byrne, la crítica es otra cosa que la parodia, y hacer pasar a los demás por tontos es mas sencillo que decir algo inteligente.
Pues ya lo siento, ya, pero Seligman tiene un par de obras a la altura de Byrne o Coelho desde que tuvo su iluminación…
Recomiendo ver este vídeo sobre las trampas del pensamiento positivo:
https://www.youtube.com/watch?v=u5um8QWWRvo
Es obviamente una corriente pero que muy conveniente para quien no le convenga que la gente mantenga su espíritu crítico.
Hay que decir que es verdad que hay gente que le funciona muy bien mantener una actitud positiva, pero en última instancia todo depende de la persona y las circunstancias concretas.
Existen muchas estrategias de afrontamiento, y depende de las características e historial de cada uno el aplicarlas y optimizarlas para nuestro beneficio. Una persona con mayor capacidad de relativización puede beneficiarse de una estrategia más matizada, en tanto otras personas que no se complican tanto pueden extraer más beneficios de utilizar «mantras» simplificadores.
Esto de las corrientes de la psicología a mi siempre me acaba dando la sensación de que todo se trata de crear una corriente, llámese como se llame, bajo cualquier excusa, sea o no eficaz, y después forrarse dando cursillos a otros psicólogos, aficionados o afligidos.
No tengo dudas de las virtudes de ser positivo en la vida, pero probablemente ayude infinitamente más mantener hábitos saludables y un buen círculo de amigos y contactos, que andar repitiéndonos mantras, especialmente en el caso de esta filosofía positiva que nos pone en peligro de convertirnos en tontos supuestamente felices que no protestan ante la injusticia flagrante en la que vivimos. No es de extrañar que la psicología positiva se impulse desde los poderes económicos.
Si tenemos una vida saludable, tanto a nivel social como físico, probablemente la intuición nos funcione bien, y recordemos que la intuición, seguir nuestras sensaciones, es la manera que tiene el cerebro de orientarnos en el análisis de situaciones con demasiadas variables.
Desde mi experiencia personal, en mi trabajo he tenido desde jefes hasta compañeros que creen en la psicoolgía positiva, y lo eufeminizaban todo. Son los mismos que me mandaron a mi a un psicólogo. ¿Por qué? Básicamente porque esta misma gente, aunque no lo crean, son humanos, y tan perversos como el que más. La diferencia es que, cuando ellos hacen un daño a otros, lo hacen de manera continuada e «inconsciente» (en ese inconsciente está su perversión), porque cuando puteaban a alguien, durante meses o años, como en mi caso, según ellos no hacían nada malo, y mi problema era que no sabía «pensar» como debía.
La solución no me la dieron los psicólogos de la nueva ola, ¿sabéis? Decidí reaccionar, y a un par de ellos les devolví las putadas (a uno de manera retorcida porque entré en su círculo personal y lo aislé bastante, previo él habérmelo hecho a mí en mi ambiente laboral) en la medida de lo que pude. Entonces fue cuando estas mismas personas empezaron a tildarme a mi de cabrón. ¿Que me diferenciaba de ellas? Que yo lo admitía, lo cual les ponía aún mas nerviosos, porque acto seguido justificaba mis actos con sus mismos argumentos felices (tu no puedes saber eso, yo no me estaba dando cuenta, no creo haber hecho nada malo…) y tenían que callarse la boca, precisamente porque ya no era predecible y si me hacían enfadar, ya saben como las gasto. He conseguido que algunos hasta me pidan perdón.
Y la cosa es, ¿tengo yo que autojustificar mis canalladas con eufemismos hacia mí mismo? Yo se lo que soy; un cabrón por necesidad. Me han hecho ser un cabrón perverso, pero soy amigo de mis amigos, y ya sé en quien puedo confiar y en quien no. No es la simpatía y el buen rollo lo que premio, es la gente confiable aunque no sean de trato agradable o ni siquiera felices. ¿Y sabéis una cosa? Ya no me siento indefenso, ahora soy más feliz, sé que no puedo controlar todo lo que me ocurra, pero también se que no vivo de rodillas ni aceptando con una sonrisa las putadas de nadie. Y que, tratándose de mi vida, no es el concepto que tenga de las cosas, no es el bien, el mal, lo positivo o lo negativo, lo hetéreo y chamánico, sino la realidad y lo que yo puedo hacer. Todo lo anterior se lo dejo a los curas y a mi anterior psicólogo, al que tuve que dar de lado por su labor sesgada. No quiero ser ellos, le decía, y él se empeñaba que era la solución y no las ansias de venganza… y se equivocaba. La venganza es placentera, y si la usas pragmáticamente, muy útil. Que se dejen de hostias, que aquí nadie es bueno., y al que lo es lo llaman estúpida e injustamente, individuo beta
Hay un punto importante sobre el origen de este pensamiento «mágico». Crédulos siempre los ha habido y los habrá, pero el momento en el que el engaño se generaliza siempre es en un momento de fuerte bonanza económica, y la crisis que le sigue.
«Piense y hágase rico» es un libro que nada tiene que envidiar a «El Secreto». Se escribió en 1937, en plena Gran Depresión, e ilustra como ningún otro hasta dónde llega la capacidad de autoengaño de quien probó los días de vino y rosas.
Alejandro, comentas que «la marea de mensajes que promueven una actitud escapista hacia un negacionismo del malestar no retrocede, sino que parece aumentar.» Ahí tienes el precedente de los 30 del siglo pasado. La idea que subyace es increíblemente simple: «si una vez funcionó, puede funcionar otra vez, sólo tengo que volver a dar con la tecla». La mayoría de la gente ni siquiera se plantea la posibilidad de que sólo sonó la flauta, que fue un momento de borrachera colectiva, algo pasajero que no podía sostenerse en el tiempo.
Lo único que puede limpiar esto es un relevo generacional. Que vengan otros que no vivieron los años locos y que hayan tenido que trabajar duro. A ésos el engaño ya no les afectará tan fácilmente.
… hasta que las generaciones que han vivido la crisis desaparezcan, se olvide la lección, y se repita el ciclo.
Muy recomendable el libro de Bárbara Ehrenreich titulado Sonríe o muere. Versa sobre lo mismo que este interesante artículo
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Excelente artículo, sitúa muy bien la alianza entre la racionalidad neoliberal, un cientifismo que no tiene nada que ver con la ciencia y una moralina barata destinada a fomentar el conformismo más bobalicón. Gracias!
Algunas de tus tesis se complementan bien con lo que plantean Dardot y Laval en La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la racionalidad neoliberal (Gedisa), en particular en un capítulo donde analizan este tipo de discursos que promueven una subjetividad acorde a los requerimientos de la nueva economía.
Una puntualización: Lo del buen ánimo y ralentizar el avance de algún tipo de cáncer no me parece tan magufo, las situaciones de estrés continuadas elevan el cortisol y eso es veneno para el cuerpo, desde luego en Alzheimer está probado que eleva las posibilidades de manifestar antes la enfermedad y que el deterioro sea más rápido.
Al margen de esto tienes razón. El buen ánimo es no recrearse en lo malo, en envidias y frustraciones, pero de ahí a eliminar el dolor, la tristeza, la nostalgia y otros sentimientos humanos lobotomizados por Coelho y Punset hay un abismo. Esa «filosofía» barata llevada al extremo lleva a una ausencia total de empatía y solidaridad.
Otro artículo de alguien que habla de oídas y juega a confundir al personal metiendo en el mismo saco la psicología positiva (igual de ciencia que el resto de la psicología) y la autoayuda vacía de punset y compañia. Entre otros muchos, apunto tres errores de bulto. 1. Ningún autor de la psicología positiva afirma que haya que erradicar las emociones positivas, son completamente normales y muchas veces muy útiles. Lo que se ha observado en numerosas investigaciones es que, si tienes emociones negativas pero te esfuerzas por construir más emociones positivas de lo habitual, el resultado es mejor en términos de adaptación y bienestar. 2. Los términos autoliderazgo y empoderamiento, sobre los que basas una parte clave de tu crítica, es que no provienen de la psicologia positiva (el primer término viene del coaching y el segundo viene de la psicología social y comunitaria) y en general no se usan dentro de la literatura científica de la psic positiva.
3. Eso de que la psicología positiva oculta intencionadamente el papel del contexto es falso. Por poner un ejemplo en el libro de Peterson y Seligman sobre fortalezas personales se dedica una parte de la introducción a remarcar la importancia del ambiente. Y en los artículos de réplica al artículo crítico del difunto Lazarus se aclara el papel del entorno (y muchas de estas críticas). Pero da igual, es más fácil mezclarlo todo y manipular la realidad diciendo que la psicología positiva dice lo que tú quieres que diga, y olvidando de contar todo lo que no encaja en tus prejucios. Y todo porque ahora está de moda criticar lo positivo. Eso se llama falta de rigor y oportunismo. Y en eso el autor ha triunfado, de eso no hay duda.
El «empoderamiento» podría venir de la psicología social psicológica, clásica o experimentalista. Pero la Psicología Social crítica (y la sociológica) está más cerca de las tesis planteadas en este artículo que de las planteadas por usted en este comentario. El problema de la Psicología Positiva – desde mi óptica – pasa por el excesivo individualismo que desconoce lo social, lo divide y esto no es posible. La interacción social es la que nos ha permitido pasar de lo biológico de nuestro ser al ser psicosocial. Recomiendo el artículo La Construcción Social de las Emociones del profesor Anastasio Ovejero.
En primer lugar decirle que la afirmación de que «hablo de oídas» o de «falta de rigor» me parece bastante gratuita, y desde luego no es un buen punto de partida para intercambiar nada. Pero pasándolo por alto, en primer lugar decirle que en ese saco en que dice usted que mezclo cosas, Punset es un ejemplo magnífico de cómo se llega a la autoayuda vacía desde la psicología positiva; el propio Punset gusta de llevar a su programa a destacados miembros de esta corriente, como Csikszentmihalyi y difundir sus conceptos cada vez que tiene ocasión. En cuanto a los errores de bulto:
1.- Este me lleva a pensar que no ha entendido nada del artículo. No puede usted hablar de tener en cuenta el contexto y pasar acto seguido a hablar de emociones negativas o positivas. ¿Con respecto a qué? Las emociones son «amorales», simplemente son. La cualidad de positivo o negativo se las damos después, en función del contexto. Señalar positividad o cultivar el optimismo por encima de la experiencia subjetiva de una persona en ese momento (por ejemplo, una depresión) suele tener un efecto contraproducente. La psicología ha de trabajar todas las emociones. No siempre es adaptativo o ajustado ser optimista. No sé si se puede hacer una idea de la cantidad de problemas que le trae a alguien haber reprimido o eliminado la capacidad de sentir la rabia. Así que, ya de entrada, el término «psicología positiva» no tiene mucho sentido.
2.- La psicología positiva está empezando a incluir estos términos en sus papers, como bien dice «no suele», pero aparecen, aunque procedan de otras áreas. Pero en definitiva, toda la terminología de la PsP, todos los constructos que usa, están tomados bien de la psicología humanista, bien de la psicología social, bien de trabajos y escuelas anteriores (resiliencia, sin ir más lejos). Ciertamente, mis párrafos sobre el coaching empresarial no se refieren puramente a la PsP (el contexto famoso, de nuevo), aunque es cierto que el movimiento del «coaching» tiene bastantes correlatos con ella, entre otras cosas porque utilizan todos los conceptos que tienen a mano tomados de la psicología. La mayoría de ellos, de la PsP.
3.- La crítica de Lazarus, bien fundamentada por parte de una figura procedente de la psicología cognitiva (como Seligman), provocó un cambio de planteamientos de la PsP, que se ha venido defendiendo de las críticas tal como hace usted, respondiendo que no, que no son eso, que más bien es otra cosa. De hecho han negado ser tantas cosas que ya no se sabe bien qué es. Y esto es lo que afirmo en el artículo; que las bases teóricas son endebles. Afirmar que nadie se ha ocupado de las fortalezas, recursos y capacidades innatas de las personas para mejorar su situación, de esa «parte positiva» de los humanos en la psicología, como hace Seligman, es de entrada falso. Negar la relación con el humanismo alegando ser «científico» es de nuevo una falsedad, por no decir una deshonestidad intelectual. Cientifismo que Lazarus derriba en sus críticas; un vistazo a cualquier «paper» publicado desde este enfoque basta para detectar carencias metodológicas importantes. Baste decir que Seligman aún no ha dado cuenta de dónde saca (junto con Lyubomirsky) la famosa fórmula de la felicidad cuando le contrastó Ehrenreich. En el fondo es normal, porque la pretensión de homologar psicología con medicina o biología es una ilusión, lo cual no impide por supuesto que se hagan investigaciones.
En el punto 1. donde dice «emociones positivas» debería decir «emociones negativas»…
Es sabido que la psicología tradicional no dispone de herramientas ni recursos, para eliminar el sufrir de los individuos. Por tanto, este artículo desde esa óptica, no aporta nada nuevo. Y más grave, olvida, o desconoce, que la psicología positiva, tiene 3.000 años de historia. Que se pueden combatir los aferramientos del ego, los apegos donde se crean los daños. Que hace miles de años que se dispone del conocimiento sobre la naturaleza y la psicología humana, también desde su efecto en la biología, la fisiología. Que hay procesos físicos, de lo que llamamos mente, que la ciencia no es capaz de explicar. Que todo este conocimiento al menos merece respeto.
Los que duden de la posibilidad de investigar en psicología deben desconocer gran parte de la literatura científica en este campo. Estados investigando en psicología desde hace más de 100 años, y no hablo sólo de procesos fisiológicos o neutro psicológicos. Hace muchos, pero muchos, años que se están investigando procesos psicológicos básicos y complejos a través de sencillos o sofisticados experimentos. Sólo tienen que buscar un poco en cualquier base de datos especializada.
Seligman, gran amigo de la empresa Coca Cola, dijo una vez que es más fácil y barato cambiar el modo en que un individuo percibe su entorno que mejorar el entorno social. Ésta es la base de la Psicología Positiva.
No se trata sólo de la acientificidad de la corriente, es psicología y duela a quien le duela nunca dejará de ser, como mucho, una ciencia social. Es peor la ambigüedad de sus conceptos, el pensamiento mágico, y la debilidad y circularidad de sus pensamientos. El Nuevo Pensamiento americano, la literatura de auto ayuda, la psicología humanista y la psicología positiva están íntimamente ligados a través de los recursos humanos.
Lo que a mí me preocupa es la ingenuidad de quienes la reciben y practican. La relación de la felicidad con el éxito, la conversión del individuo en una empresa que gestiona sus experiencias de forma calculable en función del «bienestar» y las relaciones con el neoliberalismo de estas psicologías, me resulta espeluznante.
Vaya, estoy muy de acuerdo en la línea argumental del artículo… de hecho podría decir que «me los has quitado de la boca». Lleva abandonado en el cajón de mis borradores pendientes de terminación un artículo en que vinculo la psicología positiva y la inteligencia emocional en términos muy similares a los argumentados en el tuyo. Muchas gracias por plasmarlo.
Ah, y la escena final de «La vida de Bryan» en una de mis últimas revisiones (la veo con mis hijos todas las semans santas) había sido el detonador de querer hacerlo…
Querido Alejandro, digo que hablas de oidas y que tu escrito no tiene rigor porque es cierto, y así te lo puedo demostrar (una y cien veces). Las emociones positivas se denominan así porque tienen valencia positiva (son agradables), y las negativas se llaman así porque son de valencia negativa (son desagradables). Y eso es así desde al menos los años 60, pero tú lo desconoces ¿por que? Porque hablas de oídas.
Nadie niega la herencia de psicología humanista, de hecho así se reconoce en muchos artículos (de nuevo, una falsedad fácilmente comprobable). Lo cual no quita para que se enfatice también el caracter experimental de la psipos que no tuvo la psic humanista.
Por otra parte, la psipos no es más individualista que la psicología clínica o que la psicología cognitiva. La psicología es una disciplina que se centra más en el individuo que el entorno (si no sería mera sociología), pero eso no implica, obviamente, que se niege la importancia en muchos casos crucial del contexto (y de eso se ocupa la psicología social especialmente pero también el resto).
Y perdona que me ría con eso de que todas las investigaciones de psipos tienen defectos metodològicos ¿pero tú de dònde has salido? ¿Dices que revistas como «Journal of Personality and Social Psychology» en donde ha publicado muchos artículos Ed Diener es un fraude y que publica artículos sin rigor?
No, evidentemente eso como tantas otras cosas que has dicho, no se sostiene.
Y, por cierto, si te dedicas a hacer críticas globales a otros, qué menos que aceptes las críticas que otros te hagan a ti, ¿no?
Acabáramos, emoción positiva es la agradable y negativa la desagradable. Maravilloso…Tampoco pareces entender lo que significa contexto cuando hablo de las emociones, pues la cualidad se la da el contexto en que tienen lugar. Pero para qué volver a decir lo que ya han dicho otros antes (Lazarus, McNulty, Fincham En cuanto a distanciarse de la psicología humanista y contraponerse a ella por carácter experimental, está en todos los autores de la PsP. Y bueno, en fin, el tono general de tu texto … para qué seguir. Te descalificas solo. Puedo encajar críticas, pero la mala educación no.
Por cierto, hay un libro específico sobre psicología positiva y aspectos sociales: Positive psychology and social change https://books.google.es/books?id=H6-74DWZFvgC&pg=PA120&lpg=PA120&dq=positive+psychology+and+social+change&source=bl&ots=flTQWFzoWm&sig=7LatA-rcnDX_XDYDWs_2aNqMm6Y&hl=es&sa=X&ei=UcY7Vc-SNLCR7AaEwoGIDQ&ved=0CDAQ6AEwBA#v=onepage&q=positive%20psychology%20and%20social%20change&f=false
¿Lo conocías?
No voy a insistir más sobre la baja calidad del artículo porque ya te han dado por todos lados. Lo que me gustaría destacar es que al final se acaba criticando la psicología en general. Y eso es un problema porque la calidad de la ciencia en psicología ha aumentado muchísimo en los últimos 20 años. Pero parece que aquí mucha gente habla sin tener ni pajorera idea.
Creer que el artículo es una crítica a la psicología en general es, con todos los respetos, una lectura sesgada y completamente errónea. Ahora va a resultar que la psicología en general se reduce a Seligman y su «nueva» ciencia de la felicidad. Pero bueno, será eso, que no tengo ni «pajorera» idea.
Algunas de las afirmaciones que se realizan no aparecen en ninguna teoría de la psicología positiva. Ésta no pretende que estés riendo todo el rato, ni que digas «Guay, tengo cáncer». Pienso que aporta nuevos puntos de vista a tener en cuenta y, en mi caso, ha tenido su utilidad.
Eso no quita que en parte esté de acuerdo con muchas de las afirmaciones del artículo y los comentarios de los lectores.
Desde la Psicología Humanista ya le digo que no hay nada nuevo en la Psicología Positiva. Distinguirse del resto de escuelas incidiendo en su carácter positivo inevitablemente la distancia de las demás, que serían ¿negativas? Esto no es así, no hay una división positivo-negativo en Psicología. Todo psicólogo tiene con objetivo que la persona que acude pidiendo ayuda pueda resolver sus problemas. Es que ya en su meta-teoría es un planteamiento chocante. Algunas de las afirmaciones, como ya he dicho antes, proceden de figuras que salen de la PsP, que retoman conceptos de la misma o que van en la misma línea de exceso de optimismo y positivismo. La PsP ha tenido gran arraigo en las organizaciones; de hecho, y lo comento en el artículo, le está ocurriendo lo mismo que al humanismo en su día.
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El problema de mezclar y confundir la Psicologia Positiva científica con la autoayuda de bestseller es que si te lo «crees» y lo practicas, sencillamente no funciona. Y si no te lo «crees» (como hace este articulo) pierde las muchas aportaciones serias que ofrece la Psicología Positiva. Si alguien le interesa de verdad una Psicología Positiva seria, no tiene mas que i a la página oficial de la Sociedad Española de Psicología Positiva. Un saludo.
Que cantidad de lugares comunes y qué gran desconocimiento tiene el autor del artículo sobre la psicología positiva (lo que contrasta con la contundencia que habla, ¡eso es lo que más me llama la atención!). Y lo que es peor, a pesar de que le hacen ver su desconocimiento, persiste en el error. Me centraré en lo último que pones aquí.
Dices: «Desde la psicología humanista no hay nada nuevo en la psicología positiva». Eso es complemente falso y demuestra que, o pretendes manipular o no has leído nada. ¿Acaso no es nueva la teoría de la ampliación y construcción? ¿Y los estudios sobre la emoción de «elevación»? ¿Y todos los estudios experimentales sobre gratitud? ¿Y los modelos de sentido vital de Crystal Parks? ¿Y la validación de intervenciones positivas? ¿Y todos los instrumentos de medida desarrollados? ¿Y los estudios sobre tenacidad (grit)? ¿Y los trabajos de Peterson sobre fortalezas? Y así podría seguir hasta cubrir los más de 750 artículos publicados en los últimos años (puedes consultarlos en esta revisión: http://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/17439760.2014.943801#)
Y claro que no existe una psicología negativa, nadie ha dicho semejante cosa. Psicología positiva se refiere a que se centra en estudiar constructos de corte positivo, es decir, asociados al funcionamiento humano óptimo (como es el engagement, la resiliencia, la satisfacción vital, el sentido vital, la gratitud, la tenacidad…etc.). Estudiarlos para así poder comprenderlos mejor y generar aplicaciones útiles, nada más. No es tan complicado. En los años 80 y 90, lo más habitual era centrarse en estudiar variables asociadas a lo disfuncional, a las bases de los problemas psicológicos (lo cual es una rama importantísima pero sobre la que sabemos mucho ya, en comparación con lo que sabemos de esos otros fenómenos).
Y por último, ¿le importaría escribir una cita literal de algún autor que manifieste «una línea de exceso de optimismo»?
» Psicología positiva se refiere a que se centra en estudiar constructos de corte positivo, es decir, asociados al funcionamiento humano óptimo». Mire, insisto, esto ya lo hacía y lo hace la Psicología Humanista. Estoy un poco cansado de estos intentos de descrédito por desconocimiento, que no dejan de ser un argumento «ad hominem» que como comprenderá no es la mejor manera de empezar a debatir nada. Pero para su información, he leído a Seligman, Lyubomirsky, Csikszentmihalyi, Vera Posek y Fredrickson, entre otros. También a Ehrenreich, Lazarus o Pérez Álvarez entre los críticos. Soy psicólogo y psicoterapeuta. Si no le gusta lo que afirmo, me parece estupendo, pero otra cosa muy distinta es tratar de desacreditarme ya de entrada con afirmaciones gratuitas sobre mi desconocimiento. Aunque no es usted el primero ni mucho menos.
Le voy a dar un gusto, ya que lo pide. Lyubomirsky en «La ciencia de la felicidad» afirma que entre las ventajas de ser feliz está una mayor probabilidad de casarse y conservar el matrimonio. Martin Seligman, en su obra «La vida que florece» menciona por su parte la probabilidad de ganar más dinero. Esto no es que sea una «línea de exceso de optimismo», es que va bastante más allá, concretamente muy cerca del pensamiento mágico. Ya he aludido trescientas veces a la famosa ecuación de la felicidad como ejemplo de falso cientifismo. Sé que hay toneladas de estudios y papers – hay mucho dinero detrás, Coca Cola, la US Army, organizaciones religiosas y filántropos billonarios – que después se utilizan ampliamente en empresas de coaching…hay incluso quien mide en porcentaje la mejora de bienestar de sus clientes, lo cual me maravilla. Poner un número a una sensación subjetiva no lo hace científico, sino que lo cuantifica arbitrariamente. Prometer a quienes leen sus obras que hay un método científico para mejorar la felicidad y el bienestar, sea lo que sea eso, porque es muy amplio y variable, y que además esta mejora le va a proporcionar más dinero y mejor salud – fisiológica, incluso – tiene varios calificativos, pero ninguno amable, me quedaré en irresponsabilidad. Y estos son los fundadores de la disciplina.
Lo que hacen los PsP, enfocarse en valores positivos, insisto, no es nada nuevo. Eso sí, yo personalmente prefiero trabajar el autoconocimiento, la autonomía, la responsabilidad, la capacidad y los recursos personales, tanto los evidentes como las que le han pasado desapercibidos, aceptar sus emociones y aceptarse uno mismo para ver qué significan y así es como la persona encuentra su propio camino y crece. Y siempre implica afrontar situaciones y emociones desagradables, aquello que no queremos ver de nosotros. Incluidas nuestras limitaciones. Esto no quiere decir que le vaya a ir estupendamente en la vida, porque hay muchas cosas que no dependen de nosotros, sino que se conocerá mejor y decidirá y actuará más en coherencia consigo mismo. Lo que redunda en su bienestar, desde luego. Pero desde dentro, no desde fuera; hay muchas cosas que no dependen de nosotros. Pero esto ya es una postura personal, que obviamente al ser mío el artículo, la plasmo y está usted en su derecho a discrepar. Y esto es todo lo que tengo que decir, porque me repito, se repiten y no creo que sea necesario insistir más.
Discrepo de lo dicho en este artículo, me parece un comentario muy negativo y agrio sobre este tipo de terapia, pero al mismo tiempo agradezco haberlo leído justo antes de entrar a un encuentro de bienestar y felicidad en Santiago de Chile. Lo leí mientras esperaba el inicio de los seminarios, y me ayudó a escuchar de una forma más crítica y profunda a los diferentes charlistas. Comenzó coincidentemente un español, Carmelo Vásquez de la Universidad Complutense de Madrid, y expuso sobre el tratamiento de la depresión usando psicoterapia positiva. Los resultados expuestos son muy optimistas sobre el uso de este tipo de terapia, y finalmente son los pacientes los que más lo agradecen. La charla que más me gusto fue la de la antropóloga chilena Patricia May, quien dijo que la razón no es la mejor facultad para entender el sentido de la vida. Me parece que a veces es mejor respirar profundo y disfrutar del momento.
Me alegro sinceramente de que le haya servido aunque discrepe de él. Muchas gracias.
Se me ha ocurrido pinchar en su nombre y veo que es usted psicoterapeuta humanista. http://www.hylepsicologia.com/sobre-hyle/quienes-somos/
Acabáramos, eso explica todo. No es usted el primero. Hay muchos terapeutas humanistas que se han sentido muy frustrados y enfadados por el éxito de la psicología positiva que en cierta forma los ha eclipsado. Por desgracia, eso no tiene que ver, o no sólo, con planteamientos teóricos ni análisis socioconspirativos, sino con sentimientos muy humanos en los por respeto que no me voy a detener. Pero la próxima vez que escriba para criticar la psicología positiva (además de leer bastante más que 4 o 5 libros) diga que es usted psicoterapeuta humanista. Eso se llama declaración de intereses y creo que sería lo más honesto para poder contextualizar su crítica.
Para empezar, porque esto no es un blog, sino una revista de bastante prestigio.
Dicho esto, en mi caso no tengo nada en contra de la terapia humanista.
Interesante, Marino Perez lanzó su discurso anti-psicología positiva por miedo a que su terapia conductual-contextual perdiera protagonismo, y ahora es un humanista el que hace lo propio. ¿Por qué no se dedicará cada uno a mejorar lo suyo respetando lo que hacen los demás?
Caramba, qué curioso aluvión sincronizado de anónimos positivistas. Miren, desde el primer artículo que escribí aquí dejé muy claro que soy psicólogo humanista; no es culpa mía si no lo han leído. De hecho, he vertido críticas a la psicología humanista (paraguas habitual de «magufos» de toda clase) desde aquella primera publicación, e incluso las hay en este mismo si se fijan bien; las guerras de escuelas no me interesan en absoluto. Esto no es fútbol. Veo que seguimos con la argumentación «ad hominem», si bien ahora proviene de mi formación y mi escuela de elección (algo es algo, he pasado de ser un indocumentado a estar frustrado y tener miedo de algo indefinido).
Mientras tanto, nadie me ha demostrado empíricamente las concepciones «mágicas» de Seligman et alii escritas en sus propias obras – ser feliz aumenta tu probabilidad de ganar más dinero, por ejemplo – , ni me ha dado razón científica de la famosa fórmula para encontrar la felicidad. Aquí sólo me encuentro el silencio.
No sabía tampoco lo del conflicto de intereses y claro que explica muchas cosas. En concreto, te delata tu insistencia en una falsedad evidente: que la psicología positiva no añade nada al humanismo.
En fin, me resulta un poco cansado darte explicaciones que deberías buscar tú (y que una persona que pretende hablar desde el rigor habría hecho sin duda).
No hay fórmulas de la felicidad, lo que aparece en el libro de seligman es un recurso pedagógico para explicar los factores que se han visto importantes, no una fórmula científica. Pero vamos eso creo que queda muy claro en el libro para el que lo quiera entender.
En cuanto al otro tema, hay varios estudios que sugieren en efecto que las personas más felices tienden a tener más ingresos con el paso del tiempo.
Dos ejemplos:
http://personal.lse.ac.uk/DENEVE/DeNeveOswald_PNAS2012.pdf
http://link.springer.com/article/10.1023/A:1019672513984
En el primer artículo se explican las razones de esa asociación que distan mucho de ser mágicas: las personas más felices resuelven mejor problemas, tienen mejores relaciones con jefes y compañeros, son más productivas…etc
Pero eso no quiere decir que por ser feliz te vayas a hacer rico, eso obviamente es una ingenuidad y una tontería, y si alguien interpreta así lo que lee en un libro de psicología positiva pues es su problema, no es un problema del autor ni de la psicología positiva que simplemente refleja lo que se encuentra en los estudios.
Saludos
Gracias por demostrar gráficamente lo que quería decir con el abuso de correlaciones. De la causalidad ni hablamos (¿son más felices porque resuelven mejor problemas o a la inversa?). «Recurso pedagógico», fabuloso. De nuevo, gracias, muchas gracias.
A todos los que les guste profundizar en el tema les recomiendo este libro maravilloso http://goo.gl/ktqYFq que se define a sí mismo como un libro de autodestrucción. Y cuando se lee se entiende perfectamente lo que quiere decir, entre otras cosas interesantísimas, un alegato total en contra de la psocología positiva.
¿Abuso de correlaciones? ¿Causalidad? De nuevo me temo que te equivocas, y no sé cuántas van ya…
Es un estudio longitudinal y se predicen los cambios en las variables dependientes (ingresos, erc.) en el seguimiento controlando los valores iniciales de dichas variables (eso significa que se puede excluir que la causalidad sea en la dirección opuesta).
Además, si hubieras estudiado un poco el tema sabrías que se han estudiado de forma experimental muchos de los mecanismos que explican el porqué el afecto positivo genera un mejor rendimiento (causalidad analizada en el laboratorio). Lee a Alice Isen entre otros muchos.
Yo te recomendaría que acabaras el master si no lo has acabado, y que hicieras un doctorado despuès y luego ya si eso hablas (o hablamos) de investigación. A mí el doctorado que me ha costado mucho esfuerzo pero he aprendido mucho así que te lo recomiendo.
Mientras tanto, por favor, no escribas de cosas que sólo conoces de oidas. Tu artículo es una falta de respeto a todos los investigadores del campo de la psicología positiva, y está hecho desde el prejuicio y el desconocimiento; lo peor es ver que los prejuicios son más fuertes que los argumentos. Quizá el problema es que sencillamente intentas desacreditar a la psicología positiva y por eso los argumentos te resbalan. Espero que se te dé mejor tu faceta clínica sobre todo por el bien de tus pacientes.
Alejandro García Alamán, que tengas mucha suerte
Lo mejor de este artículo es la estela de discrepancias que ha dejado. En ella queda manifestada la educación del autor y la ceguera fanática «futbolística» de sus detractores. Es más cómodo creer en la Psp y defenderla porque vivmos en un mundo donde la felicidad es tan alcanzable como el precio de la Coca cola en la tienda del barrio. El que no quiera ver, que no vea, pero somos como el toro al que lo rodean con los capotes cuando no quiere caer, solo que con nosotros usan capotes marca Nike, con el logo bien puesto.
La psipo concibe la existencia como si fuera una línea recta, como si el progreso se define meramente desde la perspectiva propia (aunque aquí hay una tremenda ironía, pues para poder exhortar al individualismo, la psipo necesita un entorno social que reafirme el individualismo. Entra Coca cola y las publicidades), cuando el progreso y el éxito, si bien no del todo, son nociones más propias de lo indefinible, del misterio.
En fin, en su mayoría, estás corrientes de empoderamiento exacerbado son insidiosas. Técnicas modernas de opresión, consecuencia de haber llegado a una platea en la experiencia humana que pretende obviar la irreductibilidad de lo sagrado. Pero eso ya es otro tema.
Mientras unos hablan de estudios, otros se dedican a desarrollarlos. Mientras unos se dedican a hablar de malas intenciones, otros se limitan a los hechos. Mientras unos afirman la ignorancia del escritor de este artículo, el autor se limita a demostrar sus enormes conocimientos. Mientras unos tiran de bien, de mal, de positivo, de negativo, el otro los define. Solo hay que leer y te darás buena cuenta de quien lleva razón aquí.
Bueno, yo entiendo que algunos se irriten porque se está tratando a la psicología positiva de forma muy injusta (pero bueno no ha llegado la sangre al río, está bien que haya debate con educación). En mi opinión lo más injusto es que ya desde el artículo de Marino Pérez se demostró después que fue un intento burdo de manipulación (http://www.papelesdelpsicologo.es/pdf/2233.pdf), pero aún así se repiten los argumentos una y otra vez, lo que demuestra que son prejuicios más que otra cosa (y sobre todo que se mezcla y confunde el movimiento editorial y de gurús positivos, con la corriente académica de la psicología positiva).
Y hablando de humanismo, no quiero imaginar el artículo que se podría escribir sobre los desmanes del humanismo, probablemente no le gustaría al autor leerlo, sobre todo si se escribiera de forma acusadora y generalizando y, a su vez, mezclando informaciones no veraces entre medias.
Por eso, creo que antes de escribir un artículo criticando a todo un grupo es bueno dárselo a leer a alguna persona perteneciente a ese colectivo al que se critica y corregir el texto tras ese «feedback», así se suelen evitar muchos errores y la crítia suele resultar más afinada.
Saludos!
Meter como ejemplo el bodrio libro El Secreto refleja la parcialidad del artículo. Creo que el planteamiento inicial del autor fue: «voy a escribir un artículo para poner a parir a la psicología positiva,…» y entonces se puso a escribir y a buscar cosas en internet para el artículillo.
La magia no existe. La «cultura de la felicidad», a través de frases ocurrentes que suenan bien pero que están vacías de contenido, atrae a muchas personas ávidas de gurús y recetas fáciles, pero no tienen un efecto real más allá de un efecto placebo. Siempre hay dificultades que surgen en el curso de nuestras vidas, y más que recurrir a frases ocurrentes, se necesitan habilidades personales para afrontar, de la mejor manera posible, esos problemas.
Ofrecer felicidad, en la mayoría de los casos, es simplemente un negocio que por otro lado carece de fundamento.
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Este artículo me parece reduccionista «in extremis». Es tremendo, entiendo la crítica pero los argumentos son muy pobres
Por fin! Maravilloso análisis del autor.
Siempre he defendido el demostrar las emociones que sentimos en cada momento, incluidas la tristeza, el enfado, el dolor… Muchas personas no sólo no lo entienden, sino que te tachan de inestable si lo haces.
Absolutamente de acuerdo con el artículo. Muchas gracias
Pues sí, yo criticaría también el artículo, pero no de la misma forma que el resto.
Porque, aunque apunta a ellas, creo que falta profundizar en las conexiones de esta psicología con la ideología imperante desde principios del este siglo. Conexiones entre la Psicología positiva y el neoliberalismo, las idea de triunfo y fracaso como responsabilidad individual en un mundo de recursos infinitos y contextos sociales perfectos.
Sin duda es mucho más una filosofía de control social (para acallar la crítica ,tachándola de queja negativa y evitar el cambio del sistema) que una corriente psicológica.
Por lo visto, todos somos responsables de nuestro devenir, pero uno a uno, dejando a un lado el mundo que estamos creando todos juntos aquí y ahora. Mundo del que, por cierto, también somos responsables.
Quizá si fueramos capaces de librarnos de ese narcisismo que aqueja a nuestra sociedad y echásemos un ojo a nuestro alrededor, tal vez, podríamos observar que no vamos por buen camino y que efectivamente es el momento de «salir de nuestra zona de confort» y hacernos responsables, aceptar que hay cosas que no han funcionado y que hay que cambiar, pero eso sí, haciéndolo todos juntos con mucha más ética y menos estética, porque el mundo no se va a hacer bello sólo porque cada uno de nosotros cierre los ojos por un segundo y se lo imagine así.
Acabadas las religiones en occidente, no hemos sido capaces de dar una respuesta ÉTICA a la idea de que somos mortales y que son limitadas las cosas que vamos a poder hacer en este mundo. Quizá es sólo eso.
No obstante, buen artículo. Al fin y al cabo, por algún lado hay que abrir el melón.
Gracias por él
En mi opinión, la psicología es necesaria. Normalmente no es una ciencia exacta, que se pueda valorar empíricamente. Está ligada a la resolución de problemas mentales.
Por tanto, es posible que haya otra rama de ésta que se ligue a una vida más sana, para una vida más saludable. La psicología positiva (en mi opinión) intenta evitar que problemas pequeños de salud mental deriven en patologías ofreciendo herramientas.
La medicina actual está muy ligada a la enfermedad, pero no a la salud. Según la OMS: «La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
Aún así, la psicología en general, y la psicología positiva en particular, tienen partidarios y detractores. Wikipedia recoge: «Asimismo, existen argumentos que ponen en duda la cientificidad de la psicología debido a limitaciones como: subjetividad, verificabilidad, dilemas éticos y filosóficos, etc. Incluso algunos enfoques —como en el humanismo— no consideran a la psicología como ciencia, pues rechazan el determinismo en favor del libre albedrío».
Para terminar, todo lo que lleva pastillas, es un negocio; también la medicina.
Magnífico artículo, Alejandro. Especialmente sangrante es que no reconozcan cuánto le deben al humanismo, a Maslow y a Fromm, y que traicionen esa herencia. Me parece que la Terapia de Aceptación y Compromiso, y los trabajos de Russ Harris y Hayes, son un buen contrapeso a esto.
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