Todos lo sabemos: Silicon Valley es el epicentro de la revolución tecnológica, sobre todo en el ámbito de internet; es el epicentro de las empresas en las que te dan desayuno gratis y disponen de sala recreativa para relajarse; es el epicentro en el que todos los innovadores del mundo quieren vivir, a pesar de los precios desorbitados de la vivienda; el lugar donde conviven mayor número de asiáticos e indios fuera de su país de origen; donde hay más cafeterías hipster, se celebran más campeonatos de Quidditch, y la gente aspira a tener tres empleos complementarios: uno alimenticio, otro placentero y un proyecto o sueño que quizá te haga rico o propicie que tu nombre se escriba con letras de molde.
Aquí está Google, Evernote, Electronic Arts, Yahoo, Facebook, LinkedIn, Apple, Netflix, eBay. Aquí se puede visitar el garaje de la familia de Steve Jobs, donde creó su primer ordenador. Aquí se produjeron los grandes movimientos contraculturales y el consumo de LSD como forma de expandir la consciencia. El extravagante Steward Brand concibió el Catálogo de toda la Tierra (The Whole Earth Catalog, WEC). Se crearon videojuegos como Pong de una forma que recuerda a El lobo de Wall Street.
Silicon Valley tiene hasta su propia serie de televisión: Silicon Valley, de la HBO.
Sin embargo, el mundo es demasiado grande como para que todo lo cool, geek y tech se concentre en un terreno del sur de la bahía de San Francisco, desde Menlo Park hasta San José. Por ello, con mayor o menor fortuna, respetando o violando los principios fundacionales que dieron origen a lo que hoy es Silicon Valley, en diversos rincones del planeta están por nacer, nacen o ya han nacido otros epicentros equivalentes.
Verdaderas naciones independientes del startup —pequeñas empresas en formación— vinculadas con la tecnología, proyectadas al futuro y levantadas sobre los postulados de las smart cities. Lo cual demuestra, en cualquier caso, las bondades del modelo Silicon Valley como forma de caminar más rápidamente hacia el futuro.
Skolkovo, Rusia
Esta ciudad digital está a tiro de piedra de Moscú. De hecho, está previsto que en poco tiempo se pueda llegar desde Moscú hasta Skolkovo en metro. Todavía es pronto para saber si Skolkovo cuajará, convirtiéndose en la versión rusa de Silicon Valley. Por el momento, no obstante, Skolkovo es solo un pueblo en mitad de la tundra.
Un pueblo vacío, una extensión de tierra en la que una miríada de trabajadores construyen los primeros edificios, como hormigas obreras de casco naranja de procedencia georgiana, armenia y otros ciudadanos procedentes de antiguas repúblicas soviéticas.
El primer edificio terminado, inaugurado a finales de 2012, se llama The Cube. No es el único edificio futurista: también se proyecta The Sphere, una enorme bola de cristal diseñada por arquitectos japoneses que albergará un microclima californiano, como el de Silicon Valley, a fin de escamotear los -30 ºC del exterior.
Los coches estarán prohibidos en Skolkovo para sintonizar con la pujante preocupación medioambiental que también existe en Silicon Valley. Tal y como lo explica Frédéric Martel en su libro Smart:
Cuando esté acabada, la ciudad rusa de la innovación tendrá cinco clusters tecnológicos de futuro centrados en las cinco prioridades sectoriales que deben permitir la modernización del país: la eficiencia energética, la biomedicina, las tecnologías nucleares, el espacio y las telecomunicaciones. Más de mil empresas de distintos sectores ya se han instalado «virtualmente» en esa zona económica especial.
Las obras acumulan mucho retraso, pero se estima que la ciudad estará totalmente completada en el año 2030. Su inauguración oficial, sin embargo, se espera para el 2016.
Tal vez todo acabe en un bluf, pero deberemos darle un voto de confianza a las tierras que vieron nacer a Sergey Brin, cofundador de Google, o al héroe de la juventud Pável Dúrov, fundador de la versión rusa de Facebook: VKontakte. Un tipo, Dúrov, que considera que la música, el cine y los libros pueden consumirse por la patilla, además de ser taoísta, vegetariano, pastafari y autor de un manifiesto anarcocapitalista. Un día, por si fuera poco, lanzó billetes de cinco mil rublos por la ventana de su oficina.
Konza Techno City, Kenia
A una hora y media en coche al sudeste de Nairobi, en Kenia, nos topamos con la tierra semiárida y ardiente de la sabana africana. Aquí, en mitad de la nada, empieza a levantarse Konza Techno City, que espera contar con quinientos mil habitantes y las mejores empresas tecnológicas del país. En total, doscientas hectáreas reservadas para proyectar el futuro.
Todavía no hay casi nada a la vista. La primera piedra se puso el día de la inauguración del proyecto, en enero de 2013, en un acto presidido por Uhuru Kenyatta, el presidente de la República de Kenia. Pero sí que hay maquetas que nos ofrecen una idea de cómo será Konza en un futuro próximo.
Contará con edificios dedicados a la investigación científica y a las empresas digitales que albergará. Todo estará conectado por fibra óptica. Algunos coordinadores del proyecto ya se refieren a este complejo como «Silicon Savannah». Sin embargo, algunos críticos se refieren al proyecto como el típico capricho digno de una dictadura africana: ¿de verdad hace falta una smart city faraónica en mitad de la sabana africana?
Sea como fuere, Nairobi ya cuenta con una vibrante comunidad de startups, y aquí han nacido proyectos tan interesantes como Ushahidi, una plataforma de internet que permite mapear información vital en zonas de catástrofe o de conflicto.
Porto Digital, Brasil
Al nordeste de Brasil, en Recife, encontramos Porto Digital funcionando al 100%. En puridad, Porto Digital solo es el lavado de cara que el Ministerio brasileño de la Innovación le dio en la década del año 2000 al puerto de Recife, construido sobre dos islas. Si bien antes Recife fue un punto de referencia en el intercambio de mercancías, ahora aspira a ser lo mismo en el ámbito del intercambio de servicios digitales.
En cincuenta mil metros cuadrados hay treinta y cinco restaurantes, tres centros culturales, un museo y una universidad. Aquí se han instalado más de doscientas startups con unos siete mil empleados y se han tendido veinticinco kilómetros de fibra óptica por sus calles.
Pero lo más relevante de Porto Digital es que fue una de las primeras ciudades digitales creadas bajo el modelo económico de la triple hélice «The Triple Helix model», desarrollado por Henry Etzkowitz en los años 1990. El modelo plantea la innovación como la interacción de tres ámbitos: el mundo universitario, la industria y el Estado. Es decir, en Porto Digital se evita la eterna lucha entre poder público o poder privado: se pretende que convivan armónicamente y se alimenten de la investigación académica.
New Songdo, Corea del Sur
New Songdo tendrá un tercio del tamaño de Manhattan y se está construyendo en una isla que era un antiguo vertedero a unos sesenta kilómetros de Seúl, en Corea del Sur, frente a la ciudad de Inchon. Como sucede en la novela de ciencia ficción de Phillip K. Dick Ubik, en New Songdo todas las cosas, desde la ropa hasta el aire, pasando por nuestros vehículos o hasta las puertas de nuestra casa, estarán interconectadas por una suerte de internet más rápido e inteligente que el actual.
Su presupuesto es de veinticinco mil millones de dólares, lo cual la convierte en el mayor desarrollo privado de bienes raíces del mundo. Se espera que esté terminada en el año 2015 y albergue a unas sesenta y cinco mil personas. También posee el rascacielos más alto de Corea del Sur.
La ciudad también será un ejemplo del estilo de vida digital, la que ya se denomina vida-U, tal y como explico en 300 lugares de verdad que parecen de mentira:
Algunos ejemplos futuristas serán recipientes de reciclado de residuos que aprovechan la tecnología de identificación por radiofrecuencia para atribuir méritos cada vez que alguien deposita en ellos una botella. O teléfonos móviles que almacenan el historial clínico o pueden servir para pagar recetas médicas. Los habitantes de New Songdo también podrán disfrutar de llamadas por videoconferencia entre vecinos, de vídeos a la carta y de acceso inalámbrico a su contenido digital desde cualquier parte. El cuarenta por ciento de los edificios serán certificados como verdes. La ciudad emitirá un tercio menos de CO2 en comparación con otras grandes localidades.
Israel, Israel
Estamos ante una Startup nation natural, es decir, que no se ha construido desde cero. Y es que en este país, Israel, hay más startups que en la mayoría de países desarrollados del mundo, superando al número per cápita de Estados Unidos.
Israel ocupa la segunda posición en cuanto a número de empresas cotizadas en el Nasdaq. En el corazón de Tel Aviv, en el bulevar Rothschild, el wifi es gratuito, los cafés son gay friendly y los restaurantes son muy hipster. Aquí han nacido apps como Waze, el mapa de carreteras geolocalizado que se actualiza por parte de los propios usuarios, señalando en tiempo real los atascos, los radares o los accidentes, y que finalmente fue comprado por Google por una cifra de miles de millones de dólares.
La razón de que aquí haya tanta innovación tecnológica es un misterio, sin embargo, Benny Ziffer, redactor jefe de Haaretz, el principal diario israelí, tiene su propia teoría, según expone en Smart:
Israel es un país que tiene pocos recursos naturales, debemos inventarlo todo nosotros mismos. La innovación y el espíritu emprendedor son condiciones de supervivencia. Luego también está el Ejército, que ha tenido un papel determinante en el ecosistema tecnológico. Y finalmente, hay que tener en cuenta nuestros vínculos con América: todo el mundo sueña con que Estados Unidos le compra su startup.
Otras smart cities
El mundo es demasiado grande. Tan grande que ni siquiera somos capaces de asimilarlo con nuestro cerebro prehistórico. Para empezar a hacerlo, cabe el siguiente ejercicio mental: si toda la humanidad, los siete mil millones de personas que somos, nos juntáramos mucho, cabríamos en Tenerife. O podríamos vivir en toda España si España fuera una ciudad con la densidad demográfica de Madrid. Así de gigantesco es el mundo, cuyo espacio permite mucha más gente de la que somos aún.
Por ello no es tan extraño que en el mundo se estén desarrollando no ya decenas, sino cientos de smart cities. Como Mediápolis de Singapur, a unos quince kilómetros del centro urbano, en un barrio periférico conocido con el nombre de One North al oeste de la ciudad. U Otaniemi, el barrio tecnológico de Espoo, cerca de Helsinki, Finlandia. Entre otras, aquí está la sede de Nokia y Rovio Entertainment, el desarrollador del juego Angry Birds. O la Milla Digital, en Zaragoza, un «kilómetro digital» concebido por el Ayuntamiento para albergar la sede española de los gigantes de la red, startups, un parque de ocio y la incubadora Etopia, todo al lado de una estación del AVE.
O Dubai Internet City, Media City de Amman de Jordania, Media City en El Cairo, el cluster de Santa Fe en México, la Tech City de Londres, la Technopark de Lausana, la Technology Cluster de Hong Kong, la Palermo Valley en Buenos Aires, Puerto digital de Génova, Cyberjava en Malasia, Chilecon Valley en Santiago de Chile… todas creando un mundo interconectado para generar mayor innovación. Silicon Valley World. O algo así. Al menos todos podremos tomarnos un milkshake con cookies de Oreo, un bubble tea de taro o un zumo de guayaba sin que nos miren raro.
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:/
Siempre me quedo con la misma mala sensación con los artículos de Sergio Parra. Buscar tres puntos tangenciales en común y tirar millas. Una pena.
En fin, Estocolmo, Silicon Lagoon, Taghazout, el distrito 1 de Ho Chi Minn, Utah, Autin, Cambidge (MA), Zhongguancun, Bali, Barcelona IO o Guatemala son ejemplos más relevantes, pero claro, entiendo que le fastidiaría la tesis «el mundo está jodido» de todos sus artículos.
Y no, Smart Cities no son eso que describe. Tiene un ejemplo mundial más cercano: Santander.
Aparte de otras consideraciones sobre las startup y la barba y camisa de cuadros con la que se ha disfrazado el capital neocon, hablar de que en el planeta cabemos muchas más personas porque si nos ponemos juntitos cabemos en Tenerife me parece como mínimo irresponsable, cualquier científico de poblaciones tiene muy claro cuál es el principal problema del planeta, la superpoblación.
Se han olvidado de París-Saclay.
«Israel ocupa la segunda posición en cuanto a número de empresas cotizadas en el Nasdaq. En el corazón de Tel Aviv, en el bulevar Rothschild, el wifi es gratuito, los cafés son gay friendly y los restaurantes son muy hipster.»
Y más al sur bombardeando a niños.
Eso es lo que quieren vender para que nos olvidemos de su Apartheid.
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