Deportes

Sanciones ejemplares: cuando la deportividad desaparece del deporte

Lance Armstrong. Foto: Martyna Borkowski (CC)
Lance Armstrong. Foto: Martyna Borkowski (CC)

deporte.

(De deportar).

1. m. Actividad física, ejercida como juego o competición, cuya práctica supone entrenamiento y sujeción a normas.

2. m. Recreación, pasatiempo, placer, diversión o ejercicio físico, por lo común al aire libre.

(Diccionario de la lengua española [DRAE])

Sujeción a normas. Algo de lo que entienden muy bien los personajes en este artículo, así como de la conveniencia de liberarse de esa sujeción de vez en cuando. Sea en busca del beneficio personal, del perjuicio ajeno o por convicciones personales, estas son algunas de las mayores sanciones en la historia del deporte.

Verdades como puños ante la moral estadounidense

En 1967 Muhammad Ali ya había ganado el título de campeón lineal de los pesos pesados, así como una medalla de oro para los Estados Unidos. Fue el mismo país el que lo llamaría a cumplir el servicio militar, en el contexto de la guerra fría y la guerra de Vietnam. Ali se negó a cumplir su deber, aludiendo a la objeción de conciencia y a su pertenencia al islam. Fue la primera celebridad en pronunciarse públicamente en contra de la guerra y, como tal, pagó la osadía. Fue sentenciado a cinco años de prisión y diez mil dólares de multa. Pudo librarse de la cárcel al ser liberado bajo fianza, pero se le retiró la licencia de boxeador y se le impidió salir del país durante tres años y medio. La polémica sirvió para reforzar la ya de por sí emblemática figura de Ali, y dedicó ese tiempo a dar charlas en contra de la guerra y el racismo.

Cuando volvió al boxeo más de tres años después volvió sin ser tan arrollador, pero con todo su poderío que le permitiría recuperar su título de campeón lineal de los pesos pesados tras vencer a George Foreman en 1974, en Zimbabwe, diez años después de su sanción.

Muhammad Ali. Foto: Cliff (Nostri Imago) (CC)
Muhammad Ali. Foto: Cliff (Nostri Imago) (CC)

El inicio del fin del hooliganismo

El hooliganismo fue un fenómeno violento relacionado con el deporte (principalmente, el fútbol) que se extendió como la pólvora en el convulso Reino Unido a partir de los años sesenta. Conocido como la enfermedad inglesa, los ultras británicos se labraron pronto la peor reputación del mundo en lo que a aficionados al deporte se refiere.

Llegados a la década de los ochenta, los hooligans eran una auténtica lacra en el Reino Unido, ante la cual las autoridades se veían desbordadas. La sociedad inglesa veía con una mezcla de pavor y disgusto a las crecientes hordas que se generaban alrededor de los estadios de fútbol en un torbellino de peleas, destrozos, robos y asaltos.

El 20 de mayo de 1985 se enfrentaban el Liverpool y la Juventus de Turín en el estadio de Heysel, en Bruselas, en la final de la Copa de Europa. Lo que debería haber sido una celebración del fútbol terminó siendo una fecha marcada por el desastre. Una hora antes del inicio del partido, un gran grupo de hooligans seguidores del Liverpool se colaron a través de la valla que los separaba de una zona neutral en la que había mayormente seguidores de la Juve, que trataron de huir de los violentos ingleses desesperadamente, apilándose contra un muro de hormigón. Cuarenta y una personas murieron aplastadas y más de trescientas resultaron heridas de gravedad.

Asombrosamente, el partido terminó jugándose, en mayor parte por miedo a una nueva demostración de violencia. La Juventus ganó por 1-0. Nunca un resultado de la Copa de Europa importó tan poco.

Tras el partido, tanto las autoridades británicas como las europeas coincidieron en que debían tomarse medidas drásticas. Los equipos ingleses fueron vetados en las competiciones europeas durante un periodo indeterminado. A partir de la temporada 1990-1991 el veto se fue levantando paulatinamente.

El hooliganismo como fenómeno de masas en el Reino Unido es a fecha de hoy prácticamente inexistente. Las medidas tomadas han tenido éxito y el fútbol europeo es ahora más sano. El coste pagado ha sido no obstante demasiado alto.

Una estampa habitual en la época. Birmingham City - Leeds en 1985. Foto: Cortesía del Birmingham Mail.
Una estampa habitual en la época. Birmingham City – Leeds en 1985. Foto: Cortesía del Birmingham Mail.

La rivalidad llevada al extremo en el patinaje artístico

Tonya Harding no tuvo una infancia fácil. Tal y como dijo Jesse Jackson: «Su madre se casó hasta seis veces; creció en una caravana, la llamaron white trash y white nigger. Tanto ella como su madre sufrieron abusos sexuales. Su interior debe ser como un cristal roto. Pero sigue sonriendo y sigue patinando».

Esta breve biografía sirve como acercamiento a la persona que es Tonya Harding. Con una determinación y sacrificio fuera de cualquier comparación, superó todo ese lastre para coronarse como la mejor patinadora artística de Estados Unidos y llegó a ser subcampeona del mundo en 1991.

En 1994, era una de las principales favoritas para repetir oro en los US Championships junto a su archirrival Nancy Kerrigan. Sin embargo, tras una sesión de entrenamiento Nancy fue asaltada por un matón contratado por el exmarido de Tonya, que la golpeó con una porra en la rodilla derecha con la intención de lesionarla y así allanarle el terreno a Tonya.

Y funcionó: sin Kerrigan de por medio, Harding se hizo con el oro.

No obstante, tres años después y tras los Juegos Olímpicos de invierno de Lillehammer —en los cuales, por cierto, Harding terminaría octava mientras que Kerrigan, ya completamente recuperada, se haría con una valiosa plata—, se destapó el pastel. Tonya se libró de la cárcel por los pelos, fue condenada a quinientas horas de servicios a la comunidad, multada con ciento sesenta mil dólares, desposeída del oro que ganó siguiendo a la agresión, y fue inhabilitada de por vida por la USFSA, la asociación estadounidense de patinaje artístico.

En 2003 iniciaría una breve carrera en el boxeo, que terminaría apenas un año después con más pena que gloria.

El día en que Cantona dijo basta

Es de suponer que Eric Cantona no estaría en el mejor de los ánimos cuando el árbitro lo expulsó por agredir a un rival en un partido en el campo del Crystal Palace. Es también de suponer que lo último que quería oír en ese momento era a un hooligan veinteañero con filias neonazis y conducta violenta, de nombre Matthew Simmons, insultándolo desde la banda.

Es de suponer que fue poner sus ojos en él y preparar una patada voladora, todo parte de una misma reacción espontánea. No se le puede culpar.

La patada pasó a la historia del fútbol moderno y Cantona fue sancionado sin jugar durante ocho meses. Asimismo, fue despojado de la condición de capitán de la selección francesa y nunca más volvería a jugar representando a su país.

En 2011, Cantona declaró que agredir a Simmons le produjo una maravillosa sensación y que le complace que los aficionados atesoren el recuerdo de esa patada. Pero que, al mismo tiempo, fue un error.

En cuanto a Matthew Simmons, tras una agresión en un partido juvenil en 2011 fue sentenciado a seis meses de cárcel, ciento cincuenta horas de servicios a la comunidad y suspendido por dos años. A fin de cuentas, más que su propio agresor.

El mordisco más famoso en la historia del deporte

No estamos hablando, por supuesto, de Luis Suárez, un aprendiz en esto del uso indebido de la dentadura. El verdadero maestro y autor del acto que retrata el titular que preside este párrafo no es otro que Mike Tyson. Era la noche del 29 de junio de 1997 y este se enfrentaba a Evander Holyfield en un combate épico. No empezó sin embargo bien para Tyson, que harto de ser vapuleado trató de darle una vuelta al combate dando un mordisco a la oreja de su rival. Fue advertido por el árbitro pero, solo unos minutos después, devolvió el mordisco con aún más violencia. El partido fue suspendido, Holyfield declarado vencedor y Tyson sancionado con tres millones de dólares y una suspensión de por vida que fue no obstante posteriormente revocada.

Metta World War

Ron Artest nunca fue un tipo tranquilo, pero desde luego en Detroit no le ofrecieron un tratamiento terapéutico el 19 de noviembre de 2004. Fue un partido duro que sin embargo llegó al último minuto sin mayores incidentes. Apenas con cuarenta y cinco segundos restantes de partido, el pívot de Detroit Ben Wallace inició un movimiento en el poste que fue detenido con una dura falta de Artest. Wallace, furioso ante la contundencia de la falta, se dio la vuelta y golpeó con ambas manos a Ron Artest, que (y esto se obvió por muchos medios) inicialmente rehusó cualquier tipo de pelea.

La trifulca se fue agravando por otros frentes y los puñetazos empezaron a volar entre jugadores, mientras técnicos y árbitros hacían lo posible (es decir, poco) para impedir que la cosa fuera a mayores. De algún modo lo consiguieron, y Artest se tumbó sobre la mesa de anotaciones para tratar de relajarse. Y parecía estar lográndolo, pero entonces a un espectador se le ocurrió que sería divertido tirarle un vaso de refresco a la cara.

Como decía en la primera línea, Ron Artest nunca fue un tipo tranquilo. Y ese vaso de refresco desató a la bestia. Artest salió disparado grada arriba hasta alcanzar al gracioso espectador, cuyo gesto de diversión muta drásticamente al pavor cuando se da cuenta de lo que le viene encima. Lo que sigue es difícilmente narrable pero fácilmente observable en el vídeo: una batalla campal entre jugadores y aficionados, que termina con la salida de los Pacers bajo una lluvia de objetos lanzados desde las gradas.

Hubo nueve sancionados y multas por un total de once millones de dólares. El mayor perjudicado fue Artest, sancionado sin jugar el resto de temporada (setenta y dos partidos incluyendo playoffs) y cinco millones de dólares. Ben Wallace, el que elevó el incidente a categoría de pelea, se fue de rositas con sólo seis partidos y cuatrocientos mil dólares.

Ron Artest inició posteriormente una campaña personal de lavado de imagen en la que declaraba ser una persona nueva. Se cambió el nombre a Metta World Peace para que así lo pareciera, pero, sinceramente: sigue sin ser un tipo tranquilo.

El año en que McLaren perdió un título y cien millones de dólares

En 2007, McLaren tenía todo de cara para ganar tanto el título de pilotos como el de constructores. No solo era el MP4-22 el mejor coche de la parrilla si no que contaba con la mejor pareja de pilotos: por un lado, el campeón de los dos últimos títulos de pilotos, Fernando Alonso, y a su lado el muy prometedor novato de la casa, Lewis Hamilton.

Como ya contamos en este artículo, la temporada se fue enturbiando a medida que la convivencia entre pilotos se fue convirtiendo en un duelo fatricida. La ruptura se consolidó con la explosión del Spygate, cuando se descubrió que McLaren había estado recibiendo información confidencial de carácter técnico perteneciente a Ferrari.

El equipo fue descalificado del campeonato de constructores, que habría ganado de otro modo, y multado con la cantidad más alta en la historia del deporte: cien millones de dólares.

El otro campeonato también lo perderían, en la última carrera, cuando unos furibundos Alonso y Hamilton vieron cómo el Ferrari de Kimi Räikkönen les birlaba el título que había estado en sus manos toda la temporada.

El mayor escándalo de dopaje de la historia

Puede que no fuera el caso que más atletas dopados involucró, pero sin duda sí fue el más mediático. Lance Armstrong era y es una de las caras más visibles del deporte. En su epopeya, resurgió de un cáncer del que los doctores le dieron un 40% de posibilidades de supervivencia, para, tan solo dos años después, volver al ciclismo profesional. El resto es ampliamente conocido: siete Tours de Francia consecutivos, desde 1999 hasta 2005. Todos sus resultados desde 1998 fueron sin embargo anulados por la USADA (la Agencia Antidopaje de Estados Unidos), que adicionalmente lo suspendió de por vida.

La virulencia con que Armstrong atajó todas las acusaciones de dopaje fue una de las más destacables características de un deportista sin escrúpulos cuya historia de vida ayudó a pesar de todo a muchos enfermos de cáncer a afrontar con más fuerzas la enfermedad.

Uno de sus mayores logros personales fue la Lance Armstrong Foundation, organización benéfica que ayuda a los enfermos de cáncer. Sin embargo, tras los escándalos de dopaje, Armstrong se vio forzado a abandonar su puesto de presidente. Presidida ahora por Doug Ulman, la organización decidió desvincular su nombre del del ciclista y se llama ahora Livestrong Foundation.

A fecha de hoy Armstrong sigue negándose a colaborar con las autoridades antidopaje, exigiendo a cambio una amnistía que, es de esperar, nunca llegará.

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16 Comentarios

  1. Pingback: Sanciones ejemplares: cuando la deportividad desaparece del deporte

  2. El Alí-Foreman fue en Kinshasha (Zaire), no en Zimbabwe, que por entonces ni siquiera existia como tal (se llamaba Rhodesia, y en el país imperaba un régimen muy similar al apartheid de Sudáfrica).

  3. Soy incapaz de entender la relación entre el caso con el que empieza el artículo (la sanción a Clay/Ali) con el resto.

    ¿Acaso las normas que los deportistas deben cumplir trascienden el ámbito del propio deporte?

    Una postura verdaderamente ejemplar (la del boxeador) se asimila con las de otros que, en mayor o menor medida demostraron ser unos tramposos o, en momentos puntuales, incapaces de controlar su ira.

    Me gustará que el autor explicara la relación de Ali con los demás, para ver si es que yo me he perdido algo…

    • Creo que se ha perdido de mucho con esa falta de comprensión lectora.

      Y de pasada mencionar, que Ali sería todo un ejemplo de la lucha contra el racismo y la discriminación.
      No así contra la misoginia y el radicalismo religioso.
      Cualidades que el mismo compartía con los de su secta.

    • David Navarro

      Buenas, Alberto. La relación entre la sanción a Ali y las demás reside precisamente en la sanción en sí misma.

      No es el objetivo del artículo establecer similitudes morales entre los protagonistas si no meramente el de relatar algunas de las sanciones más sonadas de la historia.

      En el caso de Ali el deporte fue desposeído de deportividad pero como bien dices no por el atleta si no por el entorno.

      Un saludo.

      • Sigo sin ver la relación, David.
        Creo que el resto de casos se refieren a algún comportamiento inadecuado, un incumplimiento de las normas establecidas o una reacción furibunda en un momento de arrebato.
        Pero en el caso de Ali, que se negó a ir a una guerra que consideraba injusta, no entiendo como su negativa (que, vista hoy, parece bastante razonable) podía suponer un incumplimiento de ninguna norma (tácita o explícita) que debía implicar que un deportista debía estar disponible para ir dónde le mandara su país.

        ¿Estamos locos?

  4. La UEFA sancionó a los clubes ingleses sin poder disputar competiciones europeas durante cinco años. Al Liverpool le incrementó la sanción creo que en 7 años. Aún así no sirvió de nada y no fué hasta la tragedia de Hillsborough en 1989 donde casi 100 aficionados del Liverpool murieron que se tomaron en serio el problema de los hooligans.

  5. RealMcManus

    https://www.youtube.com/watch?v=Cf8pgbA-ad4

    … efectivamente, Metta World Peace sigue sin ser un tipo tranquilo.

  6. Rigoberto

    Así que a Cantona «no se le puede culpar». ¿Por ser famoso, por ser rico o por ser deportista profesional? Si cada vez que a un deportista no le gusta algo que le dicen desde la grada y lo resuelve a mamporros, va a ser divertido hasta el tenis.

    Por otro lado, tengo la misma duda que Alberto Secades.

  7. el Ali vs Foreman no fue en zimbabwe sino en Zaire (hoy República Democrática del Congo).

  8. Guillermo G.

    En lo referente a la historia de Tyson, el autor obvia algo que sabe cualquier persona que haya visto el combate entre Myke y Holyfield.
    De forma repetida (creo que hasta 3 veces), Evander se abrazó a Tyson y le pegó un cabezazo en la frente, haciéndole dos brechas. El árbitro y los jueces hacían oídos sordos a la sangre que Tyson tenía en la frente, hasta que Myke, que no tenía ni tiene mucha paciencia y mucho temple, le mordió la oreja.
    Las cosas, si se cuentan, se cuentan enteras.

  9. Echo de menos el caso de Ben Johnson, que ganó la medalla de oro de 100 metros en Seul con récord del mundo incluido, derrotando a Carl Lewis. El escándalo fue mayúsculo y aunque no recuerdo la sanción, fue ejemplar. Una muestra en todo caso de hipocresía, pues en los años ochenta y noventa al atletismo de élite no se podía entrar si no era gracias a ayudas externas,. Y si no comparemos marcas, veinte años después…

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