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Las variaciones Sebald

Imagen: CCCB.
Imagen: CCCB.

Las variaciones Sebald
Del 11 marzo 2015 al 26 julio 2015
CCCB – Centre de Cultura Contemporània de Barcelona

James Elkins apunta durante una conversación con Pablo Helguera que el hecho de que las diez primeras páginas de Los anillos de Saturno estuviesen salpicadas de un puñado de referencias eruditas arrojadas a bocajarro quizás propiciaba que el lector menos formado acabase lamentando el no haber afrontado con casco la lectura de la obra de W. G. Sebald, e incluso intuyendo que se le escapaba entre los dedos gran parte del discurso planteado en ella. Pero Elkins también matiza que aquella fiebre referencial de Sebald, pese a parecer que acota su obra a un público cuyas cabezas estaban coronadas por birretes y rellenas de conocimientos académicos, no era una forzada muestra de pedantería sino la forma natural y totalmente sincera con la que el hombre enfocaba su narración. Al fin y al cabo estamos hablando de un escritor que dijo en varias ocasiones no acercarse a la literatura contemporánea al entender que la novela moderna era poco más que «chirridos ruidosos».

W.G. Sebald, tardío escritor alemán que ejerció durante años como profesor en Inglaterra, sufría en 2001 un accidente de tráfico mortal cuando un ataque al corazón le abordaba al volante de su vehículo. Lo repentino de su deceso, justo en el momento en el que su obra había comenzado a considerarse sublime y pocos meses después de que se publicase su novela Austerlitz, probablemente aceleró su santificación como escritor de culto, hasta el punto de afianzar de manera temprana el adjetivo «sebaldiano». Una denominación que no solo resultaba posible aplicar a escritores influidos por su obra, sino también a los artistas que comparten con el alemán una mirada cimentada en algunos de sus temas recurrentes: la melancolía, el olvido o la culpa que acarrea la memoria histórica. E incluso a quienes tomaban como ejemplo lo creativo de sus formas, porque Sebald tejía sus relatos mezclando realidad y ficción, utilizando imágenes insertadas en el texto de manera quirúrgica y estudiada para no desviar del ritmo, y planteando un juego en el que incluso deslizaba erratas a propósito para comprobar si el lector era capaz de cazarlas.

La naturaleza de ese adjetivo asimilado (sebaldiano), que afloró con más fuerza tras el fallecimiento del autor, es el tema principal de «Las variaciones Sebald», una exposición del CCCB que centrándose en la figura del escritor no propone visitarlo a él, sino a una serie de creaciones de diversos artistas que comparten de un modo evidente o contenido aquella mirada de Sebald.

El origen de los aleteos

Una riada de mariposas negras de papel avanza por las paredes de la rampa que da acceso al Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. En el interior del edificio los insectos de celulosa invaden muros y tabiques extendiéndose por la estancia con una omnipresencia oscura que juega a confundir la belleza del ejército alado con la rotundidad de una plaga. Esas veinticinco mil mariposas son hijas de la tijera de Carlos Amorales, un artista que comenzó a trabajar en sus instalaciones con la imagen del insecto para después descubrir que en la novela Austerlitz las mismas siluetas también tenían un papel destacado y decidir crear un libro intervenido donde la imagen del invertebrado guiaba la prosa de Sebald. El foco de origen del ejército de mariposas se descubre como la propia entrada a muestra, donde un W.G. Sebald hiperrealista y acrílico se perfila entre las luces y nos observa entre las sombras de la pintura de Jan Peter Tripp. Artista alemán amigo del escritor que también observa al visitante desde una fila de ordenadas misivas de papel: su correspondencia privada con el escritor se encarga de darnos la bienvenida al recinto.

A partir de aquí la exhibición propone un recorrido por piezas de trece artistas y cuatro escritores que juegan con, o sobre, los márgenes de la percepción sebaldiana. Los billetes de tren de Mariana Castillo Deball proponen investigar entre horarios los inicios del ferrocarril alemán y sus destinos. Jeremy Wood traduce quince años de registro de datos de su GPS en un mapa impreso sobre seda negra que le sirve a la vez como autobiografía a vista de pájaro y como fantasma propio. La serie de escenas rurales fotografiadas por Susan Hiller retrata caminos cuya denominación, pese a ser localmente utilizada, ha desaparecido de los letreros por contener la palabra «judío». Guido van der Werve se lanza a documentar en cincuenta minutos un triatlón extremo protagonizado por el propio artista pedaleando, corriendo y nadando entre Polonia y Francia mientras una orquesta, visible y omnipresente, interpreta un réquiem que nos habla Alejandro Magno y Fréderic Chopin. Trevor Paglen fotografía paisajes en los que acechan agencias de espionaje. Núria Güell proyecta Resurreción, una pieza en vídeo que se cuestiona la noción de la memoria histórica patria y para cuya elaboración Güell ha perpetrado estratagemas como poco llamativas: resucitar identidades de soldados fenecidos, y comprar por internet a la Fundación Francisco Franco objetos de la propaganda franquista (que no llegaron a ser cobrados y acabarían enterrados en la cuneta por la propia artista) utilizando una tarjeta de crédito a nombre de un maqui asesinado durante los últimos años treinta. Güell permite incluso que el visitante le meta mano a archivadores con espeluznantes documentos gráficos del pasado. Josiah McElheny se apunta al documental de ficción tomando como punto de partida un cuento de Paul Scheerbart, y construyendo sobre las imágenes una investigación sobre un grupo de personas obsesionadas por los baños de luz. Con 0˚00’00’’ Simon Faithfull rueda el incansable recorrido de un personaje que persigue a pie, de manera envidiablemente estricta y cabezota, la trayectoria exacta del meridiano de Greenwich, saltando vallas, invadiendo propiedades y viviendas o remojándose en los ríos. Andrea Geyer utiliza las diapositivas de una abuela que se dedicó a viajar tras el fallecimiento de su marido para analizar la realidad de la mujer durante los años cincuenta. Con la serie A living man declared dead and other chapters I-XVIII Taryn Simon viaja por el mundo cazando historias y retratando los linajes de sus protagonistas, el resultado de su batida compone un mosaico fotográfico de caras (y ausencias) de hombres vivos que han sido declarados muertos, colaboradores de Hitler sentados frente a un juez y gente azotada por una ley de vagos y maleantes que les condenaba por haber decidido que la acera habitual no era la opción más interesante. Y un documentado Fernando Sánchez Castillo expone modelos de construcciones ciegas: maquetas de búnkeres cuya función es proteger a los verdaderos monumentos de las consecuencias de los bombardeos de guerra.

Los escritores invitados a la exposición también se apuntan a la labor de alfarería con sus propias letras: Julià de Jòdar entremezcla caminos a través de los siglos con una Alemania bombardeada como escenario, Reinaldo Laddaga presenta un relato de migrantes caducos que viene acompasado por su propia banda sonora, Valeria Luiselli combina su texto con voz y fotografías. Y Piedad Bonnett realiza un ejercicio de reinvención de la obra de Sebald literal al crear un poema que utiliza como lienzo un ejemplar de Los anillos de Saturno y como herramienta los lápices de su hijo.

Un compacto e inesperado Teatro Sebald cierra el itinerario entre estas variaciones. En su interior, entre otras actividades programadas, se proyecta la obra Extras 1967-C to York de Pablo Helguera, un desafío de bricolaje narrativo en el que el creador se las ingenia para vertebrar un relato que pueda servir de nexo a un conjunto de diapositivas de paisajes escoceses e ingleses que el propio Helguera regateó en un mercadillo.

Persiguiendo a Sebald

La exhibición está conducida por extractos del texto Sebald: doce variaciones y un epílogo de Jorge Carrión. Dicho epílogo (presente en el libro editado por el CCCB con motivo de la muestra) quizás sea la evidencia definitiva del magnetismo que provocaba la mirada sebaldiana: Un pequeño relato que sirve como testigo de la necesidad física de Carrión de perseguir el rastro del escritor por la costa inglesa, con un GPS como copiloto que emparenta la gesta con la obra de Wood y Faithfull. La urgencia de visitar los lugares por los que el genio ha pasado e iluminarlos físicamente rehaciendo en color las fotos que Sebald hizo en su momento en blanco y negro. La obligación, en definitiva, de perseguir a Sebald.

Imagen: CCCB.
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Un comentario

  1. Redguantlet

    El primer parrafo de este articulo me parece demencial, tanto en cuanto al castellano como en lo que autor pretende decir con ello.

    España es tan hostil a lo intelectual que hay empezar disculpando a Sebald por haber sido un hombre tan culto y etico, y no escribir por el pueblo llano.

    En cuanto a la exposicion, me quedo con sus libros mejor, que dicen todo lo interesante que Sebald tenia que decir.

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