El fenómeno no había estallado aún en España aunque sí en medio mundo. De hecho, aquí ya se habían publicado algunos artículos. Yo había leído uno que hablaba del porno para mamás, así que cuando recibí un mail contándome que E. L. James, la autora de Cincuenta sombras de Grey venía de promoción, se lo comenté a una de mis jefas y mi jefa dijo sí, adelante, ponte con ello.
[Digresión primera: sobre la noble tarea de entrevistar a autores de best sellers. Para entrevistar a un escritor, por supuesto, no hace falta leerte su libro y si ese escritor es un autor de best sellers mucho menos. Incluso puede resultar contraproducente. Entrevistar a un autor de best sellers —hablo de best sellers de verdad: millones de ejemplares vendidos— es una de las mejores cosas que te pueden pasar si lo que buscas es ganarte unas perras, no complicarte demasiado y seguir tirando, lo que ya es una auténtica proeza. Siento un profundo respeto por los escritores de best sellers. Nunca, nunca, nunca he conocido a uno que fuera gilipollas, lo que no quiere decir que sus libros merezcan la pena o que ellos te deslumbren y te reconcilien con la literatura o que la entrevista que tú le hagas aporte algo más que un titular muy vistoso y casi siempre vacío para que el medio en cuestión, el medio que sea, lo publique en su portada.]
[El escritor de best sellers es siempre muy listo y muy profesional, te pone las cosas muy, muy fáciles, es un trabajo aséptico, rutinario, rápido. El escritor de best sellers sabe lo que le vas a preguntar y sabe lo que te va a responder, ni se inmuta ni se sale del guion, aborda hasta las cuestiones más incómodas —acusaciones de plagio, insultos de otros autores, etc.— sin despeinarse ni perder la sonrisa. No se ensucia, no te descubre nada nuevo ni lo pretende. Tampoco se ofende o se cabrea.]
[El escritor de best sellers es como la esfinge, ese símbolo del misterio, que durante los días de la promoción se humaniza ligeramente y se presenta ante nosotros, tristes mortales, para desplegar todo su encanto y para, al mostrarse, hacer aún mayor el enigma que le rodea. Uno de los grandes enigmas de nuestro tiempo y de la historia de la humanidad: el éxito. ¿Por qué él o ella sí y los miles de aspirantes a escritores de best sellers no? Nadie lo sabe y al verles ante ti, tan normales, tan cordiales, etc., todo se vuelve aún más oscuro. Desprenden un aura, algo especial, eso es cierto, pero puede que ese aura no sea la causa de su éxito si no más bien la consecuencia. Todo el mundo sabe cuánta seguridad y cuanto carisma te dan los millones en el banco, y cuanta tranquilidad, y cuanta afabilidad. El problema, en todo caso, a la hora de hacerles una entrevista, son esos otros escritores de best sellers que no saben que escriben best sellers o a los que les jode escribir best sellers y pretenden ir de otra cosa. De esos hay alguno en España y son un coñazo.]
La editorial me mandó el libro a casa. Estaba ahí, encima de la mesa, y yo, no sé muy bien por qué, empecé a leerlo.
[Digresión segunda: sobre la primera parte de Cincuenta sombras de Grey y una teoría acerca de por qué la gente lee best sellers. En general era todo muy tópico y, al mismo tiempo, muy poco o nada creíble. Supongo que fue eso lo que me llevó a seguir y seguir leyendo: una mezcla de bochorno y falsa buena conciencia, ese sentimiento tan asqueroso, tan autocomplaciente, tan hipócrita y tan patético de sentirte muy, muy superior ante lo que estás leyendo, te ríes, lo desprecias y luego te vas a la cama tan contento y creyéndote Dios. Quizá por eso la gente lea/leamos best sellers. Quizá en realidad sean/seamos todos grandísimos lectores que a escondidas disfrutan/disfrutamos como enanos de Quevedo, de Dostoievski y de Beckett pero que luego en el metro o en la intimidad del dormitorio necesitan/necesitamos revolcarse/revolcarnos en la bazofia, auténtica mierda que reconocemos como tal, para poder soportar los trabajos de mierda, las parejas de mierda y las vidas de mierda, para sentirse/sentirnos un poco más listos y un poco más dignos, para no naufragar del todo y hundirnos en ese inmenso océano de mierda que nos rodea y nos sustenta, que constituye el único horizonte posible y al mismo tiempo la tumba futura, una gigantesca, infinita, fosa común. No sé, es solo una hipótesis. No tengo ningún dato que la confirme. Supongo también que a veces me gusta creer en la humanidad y entregarme al pensamiento positivo.]
[Y no digo yo, Dios me libre, que todos los best sellers sean un mierda, no, no voy a entrar ahí, pero Cincuenta sombras de Grey sí que es una tremendísima mierda. Al menos, la primera parte que fue la que leí. Del principio, me gustó, sobre todo, esa escena, cuando los dos se conocen, la primera vez que se ven, y ella literalmente pierde los papeles, se le caen de las manos por culpa de la impresión, o se tropieza, no recuerdo, y queda arrodillada ante la bragueta de él. Así de evidente, así de burdo, así de grotesco. Ni como chiste se podría salvar, aunque si Grey en ese momento se hubiera bajado la cremallera y se hubiera sacado la chorra, cuántas y cuántas páginas nos hubiéramos ahorrado.]
[Porque esa es otra: Cincuenta sombras de Grey es un coñazo, un tostón, una novela sin ritmo, aburridísima, que da vueltas y vueltas para no llegar a ninguna parte o sí, bueno, para llegar a ese lugar que todo el mundo conoce desde el principio: el dormitorio y la mazmorra de él y, entre medias, ni una sola sorpresa, nada que descoloque o enriquezca al lector, nada que le divierta o le eleve, ni un atisbo de inteligencia o de brillantez, ni un solo hallazgo ni un solo matiz ni un solo cuestionamiento de la realidad, del mundo, de las relaciones humanas, de lo que sea. Nada de nada. Los personajes marean y marean la perdiz, huyen y se reencuentran, negocian absurdos contratos sobre si van a practicar fist fucking o no, y si ese fist fucking será anal, vaginal, o ambas cosas al mismo tiempo. Habrá quien diga: pero es que el amor es así —el mareo, la huida, el reencuentro— y, por supuesto, no le faltará razón. Yo se la doy. El problema es saber contarlo, hacerlo interesante y creíble, involucrarte en ese proceso que ya todos conocemos tan bien.]
[Y follar, lo que se dice follar, se folla poquísimo en Cincuenta sombras de Grey. Al menos en la primera parte. Eso sí me sorprendió: el número de páginas necesarias para encontrar una escena de sexo es tremendo, altísimo, disparatado, un auténtico desperdicio. Aunque lo peor, sin duda, lo más tópico, lo menos creíble, lo de verdad peligroso y reaccionario, lo repugnante son esos dos personajes, esos dos roles, el de ella y de él. La universitaria virgen, de origen humilde y pura, bobita perdida que no tiene ningún atractivo más que esa falsa ingenuidad, la potencialidad de ser pervertida y desvirgada, deslumbrada por el lujo y la riqueza de él, la facilidad para inculcarle el deseo de que la arrastren y la conviertan en un objeto, un juguete, o quizá mejor, el receptáculo y el complemento imprescindible para que él despliegue y utilice su inmensa colección de juguetes: los consoladores, los arneses, los tapones anales, los látigos, los mil y un objetos de los que se habla en el libro y que yo ahora no recuerdo porque ya han pasado más de dos años desde que lo leí y entrevisté a su autora.]
[Y frente a ella, frente a la pavisosa protagonista, se alza él, el magnate tecnológico archimillonario y perverso, el hombre hecho a sí mismo de pasado y presente oscuro, pero capaz de desplegar una impresionante labor filantrópica con obras de caridad repartidas por medio mundo. Un cruce perfecto entre Mark Zuckerberg y Cristiano Ronaldo. O Steve Jobs y Brad Pitt. O, por qué no, Jenaro el de Gowex y Mario Casas. ¿De verdad hay mujeres a las que pone eso? No hace falta responder. Las cifras de venta despejaron cualquier duda: a muchas, millones y millones de mujeres, parece que sí.]
Estaba yo esperando en el pasillo y escuchaba su risa, una de esas carcajadas tremendas y explosivas. Tuve que esperar mucho. Las entrevistas las estaba concediendo en su hotel, en la habitación, una suite de dos plantas, la de arriba abuhardillada, creo, con la cama y el baño, la de abajo con un agradable salón lleno de personas, una especie de séquito, que entraban y salían entre una entrevista y otra: ella, su agente, una traductora, dos de prensa, una editora que había venido desde Barcelona y hasta la consejera delegada de su grupo editorial que, de repente, apareció por allí para saludarla y pedirle que por favor viniera a la firma de libros que estaban preparando para después del verano. La cuenta de resultados de todos sus sellos y los anticipos de un montón de escritores mil veces más valiosos dependían ahora de esa mujer: la esfinge, el misterio, la hasta hace nada desconocida que había tenido que autoeditar su libro en internet. Yo hablaba con mi fotógrafo y con la editora, comentábamos la novela. Yo no decía que era una puta mierda, claro, pero sí que me había parecido que se follaba poco y que no terminaba de comprender el escándalo. La editora, mucho más lista, más prudente, callaba y escuchaba, fingía poner interés, como yo fingía que el libro no era tan, tan malo. En todo caso, decía yo, me había llamado la atención lo del fist fucking, su inclusión en una historia que aspiraba a ser tan masiva.
[Digresión tercera: sobre el fist fucking como frontera. El fist fucking anal, vaginal o combinado marca en muchos sentidos un límite, un punto de no retorno, una frontera. Algo similar a lo que ocurre con el bukkake. No llega cualquiera hasta allí. No es fácil verle la gracia —yo, desde luego, no se la veo— o creer que después de practicarlo vas a salir indemne. Digo creer. Por supuesto, en esta vida se puede salir indemne de todo. O casi. Depende del carácter. El fist fucking también separa y delimita a los que van en serio en eso de la humillación y la dominación, y a los que juegan; a quienes escriben novelitas rosas un poco más guarras de lo habitual y a quienes pretenden llegar mucho más lejos aunque solo sea para perderse y que su manuscrito jamás se publique. Y el fist fucking, por supuesto, no se incluía en la primera parte de Cincuenta sombras de Grey. Se nombraba, eso sí, y los personajes lo discutían al negociar el contrato en el que figuraban las cosas que iban a hacer y las que no. Él quería y ella lo descartaba sin darle la menor opción. La frontera no llegaba a cruzarse. Las lectoras, o los lectores, de Cincuenta sombras de Grey podían sentirse seguros y a salvo: nadie les iba a meter el puño por alguno de sus agujeritos.]
Y entonces llegó mi turno. Por fin me dijeron pasa y entré en la suite. Allí me esperaba la esfinge, el misterio viviente, la mujer de los cien millones de libros vendidos.
Se la veía cansada, quizá un poco hasta los huevos de tanta entrevista y de responder siempre lo mismo a las mismas preguntas. Cansada, vale, pero aún así fuerte, segura, poderosa y con sentido del humor. Nada que ver con su protagonista. De nuevo la esfinge, la personificación del pelotazo editorial, mostraba su faceta más humana y amable, insistía en los tópicos, lo conocido, lo previsto, contaba sus cosas y se reía. Se reía mucho. La carcajada explosiva. Comentaba que el libro surgió de su crisis de la mediana edad y de un trabajo que la tenía harta, que necesitaba evadirse y se puso a escribir, que en él recogía muchas de sus fantasías, y ya no solo sexuales, y esto creo es importante, muy importante incluso, fundamental, una de las claves del deseo de humillación y dominancia: Cincuenta sombras de Grey era también una proyección de sus fantasías proletarias —de trabajadora puteada y descontenta— respecto a cierto estilo de vida marcado por el dinero y el lujo, un universo paralelo e inaccesible en el que habitaban los archimultimillonarios.
[Digresión cuarta y última: Cincuenta sombras de Grey y la extinción de la clase media. ¿Es, quizá, Cincuenta sombras de Grey una metáfora o una consecuencia del aumento de la desigualdad en el mundo?, ¿surge la novela como una expresión de las superélites financieras y tecnológicas, y del sufrimiento de las clases medias en su extinción?, ¿es la sumisión y el masoquismo de la protagonista un reflejo de la complicidad de esas mismas clases medias y obreras en todo este proceso y de las nuevas exigencias que deben afrontar? O sea: ¿hay alguna relación o alguna semejanza entre el placer de la pavisosa al ser golpeada por el magnate y cuando nosotros decimos que la crisis es una oportunidad, buscamos un coach o intentamos «reinventarnos» a toda costa mientras nos roban y destruyen el mundo tal y como lo habíamos conocido? Y de ser así: ¿funciona Cincuenta sombras de Grey como una denuncia y una invitación a dinamitar ese nuevo orden o, por el contrario, sirve de consuelo y de distracción, incluso mucho más: funciona como una nueva promesa que nos anima a aguantar y a seguir siendo golpeados, atados y, sobre todo, a disfrutar del castigo, porque quizá así algún día nos toque el premio gordo y el magnate, tecnológico o no, nos entregue su corazoncito? No sé. No tengo ni idea. Solo leí el primer libro y casi no lo recuerdo. Dejo ahí la hipótesis por si alguien la quiere trabajar. Y aclaro, creo que es de justicia, que la señora de Cincuenta sombras de Grey nunca dijo «fantasía proletaria». Eso y todo lo que sigue es delirio o interpretación mía. Ella se limitó a comentar su descontento en el trabajo y su fantasía respecto a cierto «estilo de vida».]
Siguió la charleta. La señora de Cincuenta sombras de Grey me habló de su marido, guionista de televisión. Me contó que era su primer lector, el que la aconsejaba y la animaba. Yo les imaginé a los dos, ya maduritos y pasados de kilos, tirados en el sofá, quizá también con uno o dos vinos de más. Imaginé el típico hogar británico, descuidado y con moqueta bien gorda en el suelo. Ella veía la tele y él leía lo último que había escrito su señora. Lo iba comentando en voz alta. Decía cosas como «esto sí que está bien» o «joder, honey, aquí te has pasado siete pueblos». La escena servía para que ella me cayera mejor. Pero no resolvía nada. El misterio cada vez resultaba más grande. Pasaron quince o veinte minutos. Se acabó la entrevista.
Luego mi fotógrafo la subió al piso de arriba. Le gustó esa luz y la metió en la bañera. Le hizo un montón de fotos mientras ella se reía y se reía. La carcajada salvaje de la esfinge. Tenía millones de motivos para descojonarse. El enigma, además, se mantenía a salvo e inexpugnable. Ni siquiera ella conocía las claves para descifrarlo.
Hasta ahora la mejor crítica de este libro es la que leí es la publicada en «La página definitiva», no hay mucho más que decir:
http://www.lapaginadefinitiva.com/2013/09/23/cincuenta-sombras-de-grey-e-l-james/
Gracias por el link, no conocía la página y me he reído un rato.
Muy bueno el link
¿pudiera ser que bajo el seudonimo de ott von bismarck este paco fox?
No sabía que Paloma Cuesta era escritora. Tetazas.
Que pone en su camiseta? Elecciones generales? Erecciones generales? Penetraciones generales?
Da igual; tiene buenos pechuzos
Me declaro fan de la hipótesis que interpreta Cincuenta Sombras de Grey como la gran metáfora de ese otro sadomasoquismo social que nos piden que aceptemos con la mejor de las sonrisas. Yo creo que sin ser consciente de ello, esta señora ha escrito la novela definitiva sobre el colapso del capitalismo.
Bueno, no soy fanática de los best sellers, tengo miedo de que me decepcionen. Contra mi orgullo tengo que admitir que hubo algún segundo de inconsciencia perdida en el que dije vamos a ver de que se trata….. y todavía me arrepiento, de verdad, no puedo creer que la gente se conforme con SEMEJANTE MIERDA, y no por que sea un cliché o que todos seamos conscientes de que el sexo vende. Pero si la autora hubiera querido explotar la trama con un poco de esfuerzo quizá lo hubiera logrado…. nunca leí un libro tan chato y mediocre…
No hay cosa que que me aburra mas que subir al subte y ver a una mujer joven vestida de oficinista leyendo este libro, y no estoy exagerando.
Reconozco que viendo esos montones de mierda acumulados en las librerías me deprimo un montón
Te recomiendo a wicked billion thoughs, un estudio sobre el deseo humano: por lo que cuentad es libro sigue todos los trucos para animar el deseo feminino…
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No seré yo quien defienda 50 sombras de Grey, entre otras cosas porque ni lo he leído pero viendo lo que se está publicando, leyendo los comentarios, me gustaría dejar la siguiente reflexión.
Acaso el porno habitual, destinado en su gran mayoría al genero masculino, ¿es digno de recibir una crítica mejor? ¿se tacha de bazofia(quizás si) pero ¿disminuye su consumo por esto? Y si la respuesta fuera un no, ¿por qué entonces tanta crítica a un mas de lo mismo pero en este caso enfocado, según dicen, a las féminas?
Realmente se puede pensar que estamos ante el cliché del porno actual para hombres; la mujer sumisa, joven y guarrilla se entrega al deseo del hombre, que casualmente es el que satisface y colma, con creces, todas las fantasías de este (oculto en la fémina hasta el momento en que encuentra al macho alfa). Así que tengo mis dudas de que esto sea porno malo para mujeres. Quizás tengamos que decir, dado el éxito del «best seller» y, dejando el aburrido cliché del porno masculino y femenino, que es «porno jurídico-creativo macramesiano». Lo digo por lo de los contratos, las cuerdas y demás utensilios intervinientes.
Yo todavía no he conocido a ningún hombre que piense que Brazzers es la cuna del arte audiovisual y lo recomiende a sus amigos en vez de [ponga aquí su película favorita]. El porno es el reflejo del hombre, simple y directo. Que quiero? Follar. Porno. Punto.
Este libro es una basura para mujeres que no saben lo que quieren. Pero vamos, para que repetirse, mejor que la critica de la pagina definitiva es imposible definir el libro.
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¿Y que te crees que desean las mujeres que leen este libro cuando que les activa la lívido? Culturizarse, seguro; ya te lo digo yo…
Grey en la ecuación sería=Rubia-morena-pelirroja con grandes protuberancias en frente y retaguardia, con un deseo enorme de dar placer a todos los «Greys» y no tan «Greys». Exactamente lo mismo, sin importar guión ni narrativa.
Lo demás, esas elaboradas opiniones publicadas, donde a miles de féminas, debido a la calidad narrativa, parece que repentina y simultáneamente se les ha dado de sí la goma que garantiza el agarre al cuerpo de sus «braguitas» o bragazas al leer este libro, creo que son solo palabras escritas, lo mismo por hombres (editores y demás) que forman parte de una gran campaña publicitaria. Punto
Intenté leer ese libro por recomendación de mis amigas, pero llegada a la segunda página la verdad no me enganchaba y la dejé (en su lugar leí Un Mundo Sin Fin).
Yo solo digo, si quieren leer algo cachondo, lean Canción de Hielo y Fuego, hay mejores escenificaciones de sexo de todos los sabores y colores como para ponerse (Daario/Daenerys – Jaime/Cercei – Asha/Qarl) y no solo las mujeres mostrando sus tetas como en la serie.
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