Gastos por el entierro de Catalina…………………. 27
Dos libras de cera………………………………………. 18
Catafalco…………………………………………………… 4
Por llevar la cruz y colocarla…………………………12
A los que llevaron el ataúd……………………………. 8
A los cuatro sacerdotes y cuatro clérigos……….. 20
Al campanero…………………………………………….. 2
A los sepultureros……………………………………… 16
Al empleado, por el permiso…………………………..1
SUMA…………………………………………………… 108
(Anotación extraída de Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci, Sigmund Freud, 1910)
La nota minuciosamente descrita pertenece a la suma de gastos del entierro de una mujer, Catalina, presumiblemente la madre de Leonardo Da Vinci. Según las crónicas la humilde campesina de Vinci cae enferma durante una visita a su hijo en Milán y muere durante esta estancia hacia el año 1493. Leonardo, con cuarenta y un años, prepara con reverencia y decoro el sepelio de su madre y atendiendo a la nota que deja escrita podemos intuir su abatimiento.
Esta simple anotación a modo de apunte rápido y exacto constituye para Sigmund Freud un punto de inflexión en las investigaciones en torno a la biografía de Da Vinci.
Leonardo era hijo ilegítimo de un notable embajador de la República de Florencia mientras que su madre biológica pertenecía a una familia campesina de Vinci, localidad próxima a la capital florentina. El niño Leonardo creció en la casa paterna alejado de la familia de su madre pero en contacto intermitente con ella. El efecto que la madre ausente pudo causar en el desarrollo del talento precoz del niño es tan desconocido para nosotros como el motivo que generó su obsesivo interés en la observación de la naturaleza y todo aquello que le rodeaba. Una curiosidad fuera de lo habitual rodeada de un misterio casi místico, ya que es imposible tan siquiera aproximarse a las causas objetivas que convertirían al niño curioso en el arquetipo del hombre del Renacimiento.
Freud trata de aplicar los métodos del psicoanálisis clínico al estudio biográfico del personaje histórico. Así, en Un recuerdo infantil de Leonardo Da Vinci de 1910, el recuerdo de la madre ausente se establece como una constante en la vida del maestro, de manera que marca su personalidad en la vida adulta. Desde su sexualidad reprimida hasta la inconstancia en el desarrollo final de cada una de sus obras tendrían que ver con sentimientos de represión y frustración a causa de la privación de la madre desde un punto de vista freudiano.
En cualquier caso, y por más que se empeñe Sigmund Freud, el dato que aporta la añoranza de la madre durante el desarrollo de la psicología de un niño tampoco explicaría el enigma que encierra la asombrosa personalidad de Leonardo da Vinci, cuya obra y pensamiento configuran el estereotipo del genio universal. Existen biografías que hablan de su excepcional belleza física, de su carácter afable y generoso, también se cita su tendencia a la procrastinación, se dice que pintaba hasta la extenuación durante un día completo sin realizar apenas pausas para comer ni beber y que se ausentaba los cuatro días siguientes, motivo este que le generó no pocos problemas con los clientes de sus encargos.
Pocos hombres en el mundo han sido capaces de comunicar con la eficacia de Leonardo. En el imaginario colectivo Leonardo es el hombre completo, el genio total, hasta tal punto que su impronta ha borrado la de otros talentos coetáneos al genio de Vinci, como el sublime Francesco di Giorgio Martini, entre otros. Se puede afirmar que es el más enigmático de los artistas del Renacimiento cuya leyenda, mitología y mitomanía no han dejado de crecer hasta nuestros días.
¿Elaboró Leonardo intencionadamente esta imagen en vida? Sin duda, no. Su imagen ha sido construida por las generaciones posteriores. De alguna manera la memoria colectiva ha exigido la necesidad psicológica de condensar en la figura de un solo hombre las características esenciales de toda una época.
Una idea esta que contrasta con el estudio somero de la vida de Leonardo. Si comparamos la construcción del genio universal con el análisis de las biografías llegamos a la conclusión de que son prácticamente contrapuestas. El maestro italiano era un individuo atormentado, inquieto e insatisfecho, con una inconstancia crónica que le llevó a dejar inacabadas la mayor parte de sus obras. Un perfil mundano de Leonardo que no hace más que reforzar el enigma que envuelve toda aproximación a su figura.
La trayectoria profesional del artista tampoco nos aporta pistas que nos ayuden a comprender su asombrosa capacidad y virtuosismo en prácticamente todas las disciplinas. Sabemos que antes de cumplir los dieciocho años entró a trabajar como aprendiz en el taller florentino de uno de los mejores artistas italianos de la época, Andrea del Verrocchio, al que pronto superó, y que posiblemente su abuela paterna, ceramista de gran talento, fuera la persona que le inició en las artes.
En poco más de dos años de formación específica en el taller de Verrocchio, Leonardo despuntaría ya como pintor de capacidad inigualable entre sus compañeros, talento que iba más allá de su conocimiento pictórico y maestría técnica. Su interés por la ciencia competía con su pensamiento filosófico y una profunda comprensión de las humanidades.
Apenas cumplidos los veinticinco años empieza a destacar por sus conocimientos en ingeniería, lo que le llevará a petición de Lorenzo de Médici a trabajar bajo el auspicio de Ludovico Sforza, mecenas y duque de Milán. El traslado de Florencia a Milán supone para Leonardo un salto extraordinario en su carrera, y es en esta ciudad donde pinta el fresco de La última cena (1494-1498) para el refectorio del convento dominico de Santa María delle Grazie. Obra maestra de la historia de la pintura, tal vez la más copiada e imitada a lo largo de los siglos y rodeada de la controversia y misterio propios que caracterizan prácticamente toda la obra de Leonardo. Al igual que el resto de sus pinturas nunca la dio por terminada. Reproduce la escena de la última cena de Cristo creando una atmósfera atemporal, en la que cada personaje está minuciosamente caracterizado a través de su movimiento y actitud, expresando un conocimiento profundo de la anatomía humana e interés por la fisonomía. El cuadro es todo un registro de las emociones y las expresiones gestuales de los individuos. Las especulaciones relativas al autorretrato del propio Leonardo como uno de los apóstoles han sido múltiples, así como las referencias que apuntan a la naturaleza andrógina de alguno de los retratados.
Aunque si hay que destacar una obra de Leonardo a la altura del enigma de su figura esta es sin duda, La Gioconda. Pintada inicialmente entre 1503 y 1506 es probablemente el cuadro más famoso de la pintura occidental. La obra representa presumiblemente a la esposa de un comerciante de sedas florentino, Lisa Gherardini. En cualquier caso, la duda que ha suscitado la identidad de la retratada ha perseguido al cuadro y se han elaborado las más extrañas conjeturas en torno a la figura que nos observa, siendo la más popular de ellas la afirmación de ser un retrato travestido del propio Leonardo. La pintura de La Gioconda ha adquirido un estatus de icono cultural, en gran parte y una vez más, por los misterios que la rodean y por su azarosa trayectoria. En agosto de 1911 el cuadro fue víctima de un rocambolesco robo. La repercusión mediática que el caso tuvo en la época convirtió a la Mona Lisa en una imagen omnipresente en el imaginario colectivo y en una especie de lugar común de la iconografía artística. El cuadro alcanzó de esta manera el estatus de auténtico mito e icono del arte contemporáneo. Desde este momento los medios de masas, prensa, cine y publicidad, comenzaron a emplear la obra como reclamo, atendiendo a su popularidad.
El espacio vacío dejado por La Gioconda tras su robo en el Museo del Louvre fue visitado por miles de parisinos que, conmovidos por la presión mediática del suceso, sospecharon que la Mona Lisa se trataba de algo importante. La aparición de dos sospechosos en escena, el poeta Guillaume Apollinaire y el ya célebre por aquel entonces Pablo Picasso, no hicieron más que popularizar el robo hasta el embeleso. Picasso se había visto envuelto en un turbio asunto relacionado con la desaparición de piezas de escultura ibérica del Museo del Louvre, lo que unido a unas declaraciones incendiarias de Apollinaire asumiendo como propias las propuestas futuristas de Marinetti en relación con la quema de los museos para dejar paso al arte nuevo, expuso a ambos artistas como autores culpables del robo de la Mona Lisa. Finalmente se demostró que el robo había sido un acto de vandalismo patriótico italiano. Un antiguo trabajador del Louvre, Vicenzo Peruggia, alias Leonardo, quiso devolver la obra maestra de la pintura a Italia, acusando a Francia del expolio de numerosas obras de arte, o eso fue lo que argumentó para que su sentencia quedara reducida a poco menos de un año de cárcel por el robo del siglo.
Convertida en símbolo de la obra de arte indiscutible hasta nuestra contemporaneidad, ha sido objeto de reproducción comercial hasta el cansancio. También se la reapropiaron las vanguardias del siglo XX sin pudor: Dalí en su conocida egolatría sustituyó el retrato de la Mona Lisa por el suyo propio, Marcel Duchamp reprodujo sobre el rostro de la mujer un bigote. Ambos artistas parecían tener claro el origen travestido de la Mona Lisa. Si es una representación de Leonardo o no, nunca lo sabremos.
Lo que sí parece una certeza es la obsesión que tuvo Da Vinci con la tabla de la Mona Lisa ya que nunca se separó de ella hasta su muerte. Siguió trabajando en la delicada expresión de la sonrisa durante toda su vida hasta conseguir un verismo inalcanzable en la representación de la fisonomía humana. Se dice que es posible adivinar el latido del pulso en la garganta de la mujer, además de la expresión siempre cambiante del rostro, dependiendo de la posición de nuestra observación. Si dirigimos la mirada a la boca, la sonrisa es inapreciable, tan solo se manifiesta cuando apartamos la mirada hacia otras partes periféricas del cuadro. Da Vinci pintó la sonrisa de la Mona Lisa empleando sombras que solo apreciamos con nuestra visión periférica.
La sistemática observación de los fenómenos físicos llevó a Leonardo a degradar los colores para marcar la lejanía progresiva y suavizar el dibujo difuminando los perfiles hasta recrear la atmósfera que rodea a figura y naturaleza, de manera que ambas queden unificadas armónicamente. Así, mientras pinta la figura de la mujer y los objetos situados en primer término con una mayor precisión, va suavizando y matizando el trazo a medida que los cuerpos se alejan hasta que quedan difuminados por la masa de aire interpuesta dando la sensación de una auténtica lejanía.
Esta técnica de representación pictórica, empleada por Leonardo desde sus inicios de aprendiz en el taller de Verrocchio, se conoce como el sfumato a cuya perfección dedicó toda su vida, llegando a una expresión casi perfecta de la misma en La Virgen de las Rocas, La última cena y sobre todo en La Gioconda. Leonardo encontró la verdadera solución al problema de la rigidez de las figuras del Quatrocentto. El pintor debía dejar al espectador algo que adivinar. Si los contornos no estaban estrictamente dibujados evitaría la impresión de dureza y rigidez. Empleaba el contorno borroso y los colores suavizados que le permitían fundir una sombra con otra de manera que las formas se apreciaban con cierta vaguedad entre la penumbra, forzando a nuestra imaginación a completar las figuras.
Leonardo mantuvo su vida privada con verdadero celo hasta llegar al extremo de escribir sus diarios utilizando la escritura especular, una forma de encriptación básica en la que era necesario utilizar un espejo para leer los escritos al derecho. Cualquier aproximación a la figura del hombre nos adentra en una vida secreta, llena de veladuras, enigmas y trucos hechos a medida de la categoría del genio. Anatomista, botánico, arquitecto, pintor, científico, escritor, filósofo, escultor, músico, poeta, urbanista, inventor… descifrar al personaje entre el soberbio empleo de todas las disciplinas se convierte en una labor rodeada de misterio al igual que en sus pinturas donde las formas parecen fundirse a través de ese aire neblinoso junto con el delicado e insinuante claroscuro que recrea la atmósfera etérea, y donde casi por milagro la sonrisa emerge con veracidad demasiado humana.
Pingback: Leonardo Da Vinci: la construcción de un genio | EVS NOTÍCIAS.
Enhorabuena por el artículo.
Una duda. La interpretación del bigote de la obra de Duchamp, ¿la ha leído en algún lado? Según tenía entendido, esa no era su intención. Lo del «ambos parecían tener claro el origen travestido de la Mona Lisa», creo que está cogido con pinzas.
No está cogido por los pelos. Un historiador italiano ya publicó una teoría interesante sobre lo retratado. Podría ser la fusión de los rasgos de la Gherardini, esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo y el Salai, discípulo que fue amante de Leonardo durante 25 años.
Hola, D.
En efecto esa conjetura es una de las más publicadas, he intentado en el artículo no caer en las especulaciones sobre la vida sexual de Leonardo, pero finalmente es difícil escapar al ‘asunto’. Gracias por la lectura.
Gracias por la lectura, Camilo. En realidad el mismo Marcel me confió la interpretación exacta de su apropiación pero juré bajo siete biblias apócrifas no revelarlo jamás.
Entiendo la ironía, pero lo pregunté porque Duchamp podría haber hablado de esa obra en «Conversaciones con Marcel Duchamp», de Pierre Cabanne.
Espero que no se moleste. El artículo me gustó muchísimo y espero poder leerle pronto.
Muchas gracias por tu amabilidad, Camilo. No sabría decirte si Duchamp habló en alguna ocasión (y en serio), del significado de su apropiación del cuadro de la Gioconda. Conociendo el sentido del humor y la irreverencia del personaje no sería difícil imaginar que de alguna manera con el bigote quiso alimentar el popular bulo sobre la identidad de la retratada. De todos modos, seguiré la pista que me indicas. Un saludo y gracias de nuevo.
Genial el artículo, aunque me he quedado con ganas de más. ¿Alguien podría recomendarme alguna biografía de Da Vinci? A ser posible, la que más detallada y precisa. Gracias
Le recomiendo una mini serie de hace más de 40 años que es una obra maestra: La vida de Leonardo interpretada por Philippe Leroy y dirigida por Renato Castellani. Este es el enlace para verla en youtube:
https://www.youtube.com/watch?v=t8UarsAOlxU
que por cierto, muchas gracias a la persona que la colgó (Daniel Yanes) para compartirla.
‘Un recuerdo infantil de Leonardo’ de S. Freud de 1910. también es muy recomendable, circula en PDF por la red de redes. Existe un libro fantástico editado por Olivetti en italiano no traducido al castellano con material muy interesante de diferentes autores interesados en la vida y obra de Da Vinci…Gracias a ambos.
Pingback: Leonardo Da Vinci: la construcción de un genio
Fantastico articulo….
Muchísimas gracias por la recomendación y el enlace de la serie, es realmente buena, e historiada nada menos que por Cesare Brandi!
Pingback: Leonardo Da Vinci: la construcción de un genio | Alfonso Ming
Gracias de verdad por ésta maravilla de artículo
un placer tener tan amables lectores, muchas gracias!
En la serie que enlaza Pita se nombra a Frank Möeller, uno de los historiadores de arte con más conocimiento sobre Da Vinci. Os dejo una fantástica tesis que hizo sobre el retrato de La Mona Lisa. El link: http://archiv.ub.uni-heidelberg.de/artdok/157/1/Zoellner_GBA_93.pdf
qué maravilla, gracias Alfonso!
Gracias por el artículo y por la recomendación para ver la serie de tv. Me la he tragado de principio a fin.
Por cierto, a modo de curiosidad y por si alguien lo sabe, en el último capítulo, el rey de francia le regala a Leonardo «un privilegio de 12 galones de agua» y el comentarista dice que en esa época el agua se vendía a peso de oro. ¿Es eso cierto o sólo es una exageración? En todo caso, me sorprende el hecho de que el agua se vendiera cuando había fuentes y pozos públicos gratis. ¿sabe alguien algo sobre el tema?
Muchísimas gracias de nuevo por un artículo tan interesante.