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La tarde que el Boston Garden despidió a Larry Bird y Magic Johnson

Foto: Corbis.
Foto: Corbis.

Es 11 de octubre de 1991, principio de la pretemporada, y los Boston Celtics salen a la cancha entre los aplausos del público del vetusto Garden, con su inconfundible parqué irregular y ese olor a tiempos mejores en el ambiente. Cuando el speaker pronuncia el nombre de Larry Bird y el número treinta y tres sale a la cancha con su serenidad habitual, los aplausos se convierten en una ovación cerrada, la gente puesta en pie para recibir una vez más al héroe, cerca de los treinta y cinco años, espalda destrozada desde mediados de los ochenta por un latigazo inesperado mientras trabajaba con su padre en verano que redujo su movilidad durante años y que ahora apenas le deja andar.

Enfrente, ni más ni menos, Los Angeles Lakers. Es el gran enfrentamiento de la NBA, la rivalidad por excelencia que va mucho más allá de Bird y los ochenta, se retrotrae a los tiempos de Mikan en Minneapolis, a los de Cousy, Havlicek y Russell en los sesenta y setenta… las innumerables veces que Wilt Chamberlain o Jerry West tuvieron que hincar la rodilla en el último partido de playoff, cuando todo parecía sonreírles. Un «no pudo ser» tras otro hasta que en 1972, por fin, se hicieron con el campeonato, aunque fuera ante los New York Knicks.

Son dos equipos que han llegado a odiarse a muerte. Un odio que traspasa décadas y que estalló con virulencia en las dos primeras finales que les enfrentaron en los ochenta, la de 1984 y la de 1985. Son, entre otras cosas, dos maneras de ver el juego y la vida: los Lakers son California en toda la extensión de la palabra: gomina en el banquillo, estrellas de cine a pie de campo y muchas sonrisas por todas partes. Magic Johnson mirando hacia su izquierda para pasar el balón a James Worthy o Byron Scott, que corren por la derecha. Los Celtics son Costa Este, tierra de colonos y revueltas, una ciudad predominantemente blanca de tradición europea, sin alharacas. McHale, Parish, Johnson, Ainge… ni un gesto de cara a la galería. Competitividad extrema.

El antagonismo llega hasta sus máximas figuras, por supuesto: Earvin Johnson y Larry Bird. Todo el mundo recuerda su irrupción en el baloncesto universitario y cómo su enfrentamiento en la final de 1979 cambió la NCAA, disparó las audiencias y permitió un multimillonario contrato con la CBS. Johnson era un alero reconvertido a base con una estatura que le permitía ver todo el campo con ventaja. Nacido en el seno de una familia de clase media de Lansing, cerca de Detroit y la General Motors, «Magic» prefirió desestimar ofertas de las grandes universidades para jugar en la de Michigan, una universidad de segunda que él pondría en el mapa.

Bird, por su parte, era un ala-pivot con un excelente tiro exterior. Aunque el estereotipo hable del «negro contra el blanco», viniendo a situar a ambos en clases sociales distintas solo por el color de la piel, lo cierto es que la familia de Bird era mucho más pobre que la de Johnson. Pueblerinos asentados en French Lick, Indiana, un pueblo en mitad de ninguna parte, los padres de Bird probablemente no habrían podido darle una educación a su hijo de no haberse cruzado el baloncesto de por medio. Su primer destino fueron los míticos «hoosiers» de Bobby Knight, pero las cosas no funcionaron: Bird era demasiado tímido, demasiado redneck para la vida universitaria y decidió marcharse casi antes de empezar.

Ante el disgusto de su madre, volvió a probar al año siguiente, esta vez con el vecino pobre: Indiana State, una universidad sin pedigrí deportivo alguno y que vivió sus únicos momentos de gloria de la mano de este trabajador de la cancha, capaz de jugar en las cinco posiciones del campo sin desentonar, igual que su némesis de Michigan. Indiana State acabó aquel año con un balance de treinta y tres victorias y cero derrotas. Larry Bird fue nombrado el mejor jugador universitario del año… pero Magic se llevó el último partido y fue elegido MVP de la final. Aquel partido sigue siendo, de lejos, el peor recuerdo de Bird de su etapa como baloncestista.

Cuando Isiah Thomas abrió la bocaza

Bird y Johnson llegan a la NBA juntos, al comienzo de la temporada 1979/80. Magic había sido elegido número uno en el draft de ese mismo verano mientras Bird, antes de su explosión, se había tenido que conformar con el número seis el año anterior, por detrás de jugadores como Purvis Short o Rick Robey, de carrera casi inexistente. Quiso además la casualidad que ambos cayeran en los dos grandes equipos de una liga que estaba al borde de la quiebra, lo que de alguna manera echó más gasolina a la rivalidad entre ambos.

No se llevaban bien. Las estrellas que conviven en un mismo tiempo mientras la prensa corea los antagonismos necesitan un tiempo para medir sus egos. En la NBA había poco futuro y poco presente: Julius Erving, Moses Malone, Bob McAdoo, George Gervin y poco más. Los partidos ni siquiera se retransmitían en directo sino que había que esperar casi a la madrugada para poder ver en diferido el mejor encuentro del día o un resumen de la jornada. La llegada de estas dos jóvenes estrellas junto a la posterior de David Stern como comisionado causó un impacto inmediato y las audiencias se volvieron a disparar aprovechando el impulso de la final universitaria más vista de la historia.

Al carisma y la competitividad se unieron inmediatamente los éxitos deportivos: Magic ganó su primer título como rookie junto a Kareem Abdul Jabbar, la gran estrella de los setenta. La siguiente temporada el anillo se fue para Boston y así siguieron repartiéndose títulos hasta 1988; un año tú, otro año yo, con la única intromisión de los Sixers de 1983. El roce no hizo el cariño: tanto enfrentamiento degeneró en una tensión palpable en cada partido, especialmente desde que Kevin McHale decidiera acabar con el juego de salón en la final de 1984.

Esa tensión se extendió de los equipos a sus estrellas. Cuando lideras, tienes que tener siempre un ojo en el enemigo, así que Magic y Bird procuraban ser corteses el uno con el otro pero cara a sus compañeros y la prensa permanecían distantes en el trato. Según cuentan ambos en su libro When the game was ours, todo cambió el día que Magic aceptó pasar unos días con Bird en su casa cerca de French Lick con motivo de un anuncio conjunto para la marca Spalding. A partir de entonces, su pique se convirtió más en una motivación que en una cuestión de desprecio. Ambos eran tan buenos que solo podían hacer mejor a su rival y así decidieron tomárselo.

Con todo, el malentendido alrededor de Bird continuaba y se podría resumir en aquella frase de Isiah Thomas después de que los Pistons perdieran una vez más la final de la Conferencia Este contra los Celtics en 1987: «Si Bird fuera negro sería un buen jugador y poco más». Por supuesto, Bird era la referencia del mundo blanco occidental. Pocos jugadores de su raza podían competir de tú a tú y ganar en una liga tan exigente y eso generaba simpatías en determinados entornos, pero sus méritos hablaban tanto por él que cuando le preguntaron por Thomas, se limitó a contestar: «Es un país libre, que diga lo que quiera».

Desde luego, si Bird se convirtió en el icono blanco no fue una imagen buscada. Al fin y al cabo, el urbanita era Magic y el rural era Larry. El sofisticado era Johnson y el brutote era Bird. Magic coqueteaba con los periodistas y las animadoras cuando a Larry lo que le apetecía era irse a pescar y que le dejaran tranquilo. No había motivos para el enfrentamiento racial pero se buscó denodadamente. Incluso en los Juegos Olímpicos de 1992, la última gran competición de Bird, jugadores como Patrick Ewing o Karl Malone seguían mirándole con una cierta desconfianza, como si no se mereciera ese estatus de superestrella. Un par de entrenamientos, incluso a pesar de su lamentable estado físico, les convenció de lo contrario.

La maltrecha espalda de Larry Bird

Y así llegamos a la decadencia. Bird tocó techo en 1988, con unas medias de 29,9 puntos, 9,3 rebotes y 6,1 asistencias por partido, aunque el título se fuera para Los Ángeles, y los Celtics, por primera vez en cuatro años, no disputaran siquiera la final. El año siguiente, su cuerpo dijo basta a los excesos de temporadas y temporadas rozando los cuarenta minutos en cancha: probablemente debido a sus problemas de espalda, Bird empezó a apoyar mal el pie, lo que provocó una grave lesión que le llevó al quirófano. Las molestias habían empezado a dar síntomas precisamente en la final de la conferencia ante los Pistons que les había dejado fuera de la lucha por el anillo y supondría un antes y un después en la carrera del de Indiana.

Después de operarse, Bird se pasó toda la temporada en blanco y, cuando volvió, demasiadas cosas habían cambiado: seguía siendo un jugador desequilibrante por su inteligencia y su técnica, pero la velocidad había desaparecido y con la velocidad la posibilidad de generarse mejores posiciones de tiro. Pese a que sus estadísticas seguían siendo brillantes, se notaba algo raro en la estrella de un equipo que envejecía a pasos agigantados: primero se fue Ainge, luego Johnson, KC Jones dio paso a Jimmy Rogers y Jimmy Rogers a Chris Ford sin que nadie diera con la tecla. Las elecciones en el draft no fueron afortunadas: Len Bias, el hombre llamado a liderar la transición fallecía de una sobredosis la misma noche de su fichaje; Brian Shaw, que prometía mucho más de lo que fue, prefirió irse a Italia a jugar por más dinero mientras se solucionaba su contrato.

Esta decadencia se veía agravada por la pujanza de los Pistons y los Bulls en la Conferencia Este y la terca competitividad de los Lakers en el Oeste. Incluso tras la retirada de Kareem Abdul-Jabbar y con Magic ya en la treintena, los Lakers eran aún una potencia en 1992, cuando se cruzaron con los Celtics en este partido de pretemporada del que hablábamos al principio. Campeones en 1987 y 1988, subcampeones en 1989 y 1991, los Lakers seguirían funcionando mientras funcionara Magic… y nada hacía pensar que fuera a dejar de hacerlo a corto plazo.

De hecho, aquel partido en el Garden acabó con una soberana paliza de los Lakers ante unos desubicados Celtics: 104-118 pese al buen partido de Reggie Lewis, cuyo destino también sería trágico, y algún tapón espectacular del croata Stojan Vrankovic, llegado a Boston después de firmar contrato con media Europa a la vez, incluido el Real Madrid. Magic controló por completo el ritmo, como lo había hecho siempre. Atrapaba el rebote y en tres zancadas había conseguido colocar a su equipo con ventaja, siempre con dos balas a los lados dispuestos a comerse el aro si su base les pasaba la pelota.

En Boston, la presencia de Bird era casi testimonial, pero aún tuvo tiempo para demostrar que no se le había olvidado tirar de tres y marcarse un par de asistencias descomunales: una de espaldas para que el eterno Robert Parish dejara una fácil bandeja y otra a cuchara, un tipo de pase muy infrecuente, que sirvió para que Lewis culminara un contraataque. En la segunda mitad no jugó ni un minuto. Los dolores seguían y lo más que podía hacer era ver los partidos tumbado en el suelo para no castigar aún más la zona.

Aquel sería el último año de Larry Bird como profesional. Un año irregular, de idas y venidas, pero con algunos fogonazos de calidad como los treinta puntos y nueve asistencias frente a los Bulls de Jordan, vigentes campeones, o los cuarenta y nueve puntos, catorce rebotes y doce asistencias ante los Portland Trail Blazers, finalistas esa misma temporada. Dos días después, agotado, solo anotaría siete puntos en Milwaukee. El adiós de Bird fue triste pero hasta cierto punto esperado y se culminó con una pronta eliminación en playoffs a manos de los Cleveland Cavaliers, jugando cuando podía y haciéndolo en una condiciones penosas.

Lo curioso es que aquel sería también, incluso antes de que empezara, el año de la última temporada de Magic Johnson.

El hombre que se negó a morir

Las primeras muestras de fatiga de Johnson se habían dado en la final de la NBA del año anterior. Los Lakers, un equipo coral, se habían convertido en una especie de «Magic y cuatro más». Los otros cuatro —Divac, Worthy, Scott y Green— eran buenos y había esperanzas en jóvenes como Elden Campbell, pero no estaban al nivel de su estrella. Magic llegó a la esperadísima final contra Jordan lesionado y la cosa no hizo sino empeorar con los partidos hasta el punto de perderse el último, con el anillo ya casi decidido.

Nada de eso impidió a Johnson vivir un verano a su medida, lleno de actos promocionales y visitas a todo tipo de países, España incluida. Si uno vuelve a ver aquel partido en el Boston Garden no aprecia ningún bajón en el juego ni mucho menos. Tal es así, que Magic viajó con el resto de los Lakers a París para jugar el Open McDonald´s, donde las pasaron canutas para derrotar al Joventut de Lolo Sainz, Villacampa y un colosal Carles Ruf.

Ahí empezaron los rumores: Magic no se encuentra bien, Magic está raro, no se entiende por qué no juega… los Lakers lo pusieron en la lista de lesionados y se perdió los primeros partidos de liga sin explicación convincente. Un 7 de noviembre de 1991, en traje y corbata, con un gesto que mezclaba miedo y estupor, el jugador anunciaba que era portador del virus VIH, por entonces una condena de muerte a corto-medio plazo. La noticia fue un golpe tremendo al baloncesto de todo el mundo pero sirvió para reabrir el debate del SIDA, una cosa que parecía hasta el momento reservada a minorías y excluidos.

Magic luchó contra la enfermedad y a los meses se le olvidó que iba a morir. Tanto se le olvidó que de hecho no ha vuelto a acordarse. En febrero jugó el partido de las estrellas y acabó como MVP. Anunció que se veía con fuerzas de volver pero Karl Malone le cortó las alas con unas declaraciones que parecían reflejar el sentir de buena parte de la liga: «Una cosa es un amistoso y otra cosa es en competición, no sé si voy a sentirme seguro defendiéndole con intensidad, sabiendo que los dos nos podemos hacer sangre…».

Magic prefirió no ahondar en la herida y se despidió del baloncesto en los mencionados Juegos Olímpicos de Barcelona, aquel evento en el que Bird y él pasaron definitivamente el relevo a Jordan, Barkley y Pippen. Fue emotivo verles jugar juntos por primera vez en la historia, tras trece años de íntima rivalidad. El entrenador, Chuck Daly, les ponía a los dos de titulares por una cuestión de galones y respeto. No estaban ni de lejos entre los cinco mejores jugadores de ese equipo pero eran Magic Johnson y Larry Bird, sobraban las explicaciones.

Johnson lo disfrutó a tope, quizá porque veía en todas esas exhibiciones un último baile en toda regla. No intuía que volvería a jugar algunos partidos en la temporada 1995/96, que ya recordamos en su momento y que igual es mejor no recordar demasiado. Bird parecía más bien un jubilado de vacaciones. Él ya sabía que no iba a volver a jugar más. ¿Para qué volver a sentir el dolor y las extremidades entumecidas cuando puedes ser nombrado mejor entrenador del año y mejor directivo con los Indiana Pacers?

De vez en cuando, regresa a French Lick a pescar. El típico padre americano. Cualquier día de estos vuelve Spalding y se le planta en casa a Magic para que le cuente su habitual ristra de chistes. No es precisamente su sueño dorado pero casi mejor eso que seguir esperando a que Roy Hibbert espabile.

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17 Comments

  1. iskander

    Juraría que el padre de bird llevaba muerto unos años cuando su hijo se destrozó la espalda trabajando en la construcción de su piscina. Lo cuenta en un documental sobre la rivalidad mágic&bird.

    El hombre se suicidido siendo larry un crio.

  2. iskander

    Y hablando de bird y su asombroso talento, nunca trascendió durante su carrera, pero el tipo se destrozó una falange de un dedo de una mano, no recuerdo cual, mientras jugaba al baseball deporte que amaba casi por encima del basket.

    Tuvo que modificar su mecánica de tiro a raíz de esa lesión, y parece serque la versión como tirador que vimos de larry bird…no fue la mejor posible. Ese era el tipo. Para mi, sin duda, the g.o.a.t.

  3. El pobre Purvis Short, que promedió más de 17 puntos por partido en una carrera de más de 10 años en la NBA, se quedaría de piedra al oír lo de «carrera casi inexistente»…

  4. Rubén

    No entiendo que le pasaría por la cabeza a Kevin McHale para hacer esa falta tan brusca a Ned Flanders….

  5. jmbadia

    La tarde EN que…

  6. Javier

    Excelente articulo, pero tiene razón Iskander, el padre de Larry murió siendo este adolescente. Y hay otro error el anuncio que supuso la visita de magic a casa de Bird y propicio su amistad no fue de la marca spalding, sino que fue un anuncio de converse. Un saludo!!

  7. Delator

    «Bird, por su parte, era un ala-pivot…» Madre mía.

  8. Oibabird

    Gracias por este artículo, de estrellas del deporte de verdad que se respetan y admiran mutuamente….vamos como Messi-Ronaldo.
    Un par de apreciaciones.
    Larry BIrd era Alero, efectivamente su padre se suicidó siendo el un crió, era alcohólico. Como dice Iskander, se destrozó un dedo jugando a baseball, y tampoco se hace referencia a un episodio que el mismo negaba ya que no quería ponerlo como excusa, pero creo que era en Philadelphia en vísperas de partido se volvió a destrozar la mano frutó dicen las malas lenguas de una pelea nocturna.
    Ver en Youtube la despedida de larry BIrd en el Boston garden, apareciendo mágica johnson y de repente se quita la camiseta y aparece con una de los céltica!!!!brutal, elegancia deportividad respetó máxima intensidad…..vuelvo a insistir ….os imagináis en la despedida de Messi que aparezca Ronaldo con la camiseta del otro o viceversa??jajajaj…aquí los aniquilan…jajaja

  9. oscarreiniciar

    El artículo está genial, eh, no es por ser tocapelotas, pero según vi en documental de Bird, el anuncio era este de Converse, por si lo queréis cambiar ;) https://www.youtube.com/watch?v=GmkwzqG4How

  10. Tyrrell

    Me llama la atención el posible punto de desconfianza hacia Bird por parte de K. Malone y sobre todo de Pat Ewing durante el transcurso de las olimpiadas en Barcelona.
    Tengo entendido que tanto Ewing como Bird se convirtieron en algo más que compañeros de equipo. Hicieron muy buenas migas hasta el punto de bautizar su binomio como «Harry&Larry». Bromas, chistes y buen rollo crearon una extraña relación durante la celebración de los juegos que probablemente se gestaría en el preolímpico.

  11. Enrique

    Si realmente había suspicacia por parte de Ewing o Malone, sería en relación a que Bird ya pintaba poco como jugador, no por su calidad o mentalidad en la cancha, que siempre ha estado a años luz de esos dos, sino por su físico, porque Bird estaba en un estado realmente lamentable. Creo que él, tampoco quería ir y que lo tuvieron que convencer.

    Los celtics de los 80 fueron desbancados radicalmente de su trono, básicamente por la edad y el físico. Mchale acortó drasticamente su carrera, al jugar los playoffs y finales de 1987 con el pie roto, metiéndose unas minutadas bestiales, al igual que Bird. Quizás la irrupción de Bias, les hubieran dado los minutos de descanso para alargar su carreras, además de un Reggie Lewis que hubiera compuesto un tandem muy bueno con el de Maryland, pero todo eso ya es ciencia ficción. Esas muertes y Pitino sumieron a los verdes en el periodo mas oscuro de su historia.

  12. Pacocho

    Gran articulo, pero hay que dejar de fomentar la idea de que alguien que supiera de lo que hablaba pensaba realmente que Larry no se merecia ser el MVP de la liga. Hay por algún lado unas declaraciones de Ewing, que dicen que si. Que cuando estaba en la universidad pensaba que Bird era solo un «blanco mas» aupado por la prensa, pero fue jugar un partido contra el y llamar a sus colegas de Georgetown

    «Recordais lo que deciamos de Bird? Olvidarlo. Este hijoputa es la leche!»

    Esto fue años antes de hacerse amigos en el dream team.

    Los que somos muy fans y pensamos que es el autentico GOAT vemos algunos fallos en el articulo. No saber que se hicieron amigos filmando el anuncio de las Converse Weapon es gorda. La espalda se la jodio poniendo gravilla en la entrada de la casa años después de la muerte del padre. Este se suicido siendo el un adolescente, pero justo antes de que fuera una estrella del basket. Alcoholizado y traumatizado por lo vivido en la guerra de Corea pensó que la familia estaría mejor sin el con las ayudas sociales. Larry no habla del tema, pero parece que nunca le perdonó que arrojara la toalla.

    Buen articulo en general, pero hay cosa que no me convencen como lo de que «no eran los los mejores del dream team»? No se que aporta ese comentario a la historia… por no hablar de que no es cierto. Larry ya estaba a todos los efectos retirado (hubo que convencerlo y mucho para que fuera parte del Dream Team)… pero Magic venia ser claro candidato al MVP (lo gano en el 90). Leyendo el articulo parece que Magic hubiera bajado su producción por el HIV, lo cual es una burrada. Seguía siendo de los mejores si no el mejor. Otra cosa fueron los resultados y en eso entra el cambio de estilo (del showtime de Pat Riley al juego lento de Dunleavy), el relevo generacional, los bulls. Magic hubiera seguido dominando de no tenerse que retirar. Otra cosa es si Lakers hubiera estado a la altura.

    En fin… Tambien hubiera sido digno de mencionar que a Larry no le retiraron el numero en un descanso si no en una velada solo para el… que se llenó en nada.

    Muy grandes Magic y Larry. La epoca dorada del basket.

  13. Gran articulo, y gran larry bird, uno de los mejores jugadores de baloncesto de toda la historia.

  14. Pingback: La tarde que el Boston Garden despidió a Larry Bird y Magic Johnson

  15. guevofrito

    guille cada dia escribe mejor. es como gardel pero sin morirse. y que siga asi oye. la nba en cambio…cada dia es mas nostalgia. la euroliga se la come con patatas.

  16. Tampoco es cierto que jugaran por vez primera en el Dream Team, antes de ser universitarios ya compartieron cancha en un torneo para jugadores de instituto, donde se entendieron muy bien a nivel profesional, no tanto al personal, pero me ha gustado el artículo, enhorabuena.

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