El invento este español del día de Reyes tiene como único propósito acabar con los propósitos. Con los de año nuevo, naturalmente, que son los que uno se formula con mayor empuje. Como si fuera nuevo. El sabotaje de estos primeros días tontos hace que lleguemos al 6 de enero con el 2015 ya desperdiciado. Se acabó la Navidad y se acabó todo. Desde mañana, otro año viejo.
De niños no nos hacíamos propósitos: simplemente esperábamos los regalos. De adultos la cosa se complica. Georges Brassens dice en una de sus canciones más bonitas que la primera novia es «el último regalo de papa Noel». En efecto, con el amor (y el sexo) se abandona la infancia y los otros regalos pasan a un segundo plano: el que más deseamos es ese, con sus venenos. Me acuerdo del epitafio de un artista que hay en el cementerio inglés de Málaga: «El arte y las mujeres le hicieron la vida más hermosa, pero también más difícil».
En estos días de espera (desilusionada ya) de los Reyes Magos, me entregó un papelito un africano, que podría ser Baltasar vestido de calle. Era uno de esos anuncios de brujo, cuyas prestaciones se enumeraban. Lo cogí solo por cortesía (por hacerle ese regalo al hombre), e iba a tirarlo a la papelera unos pasos más allá cuando me di cuenta de que en que en él se resumían los deseos humanos esenciales. (Los deseos del humano adulto, claro está, porque el niño lo que quiere son sus juguetes). Así que me lo guardé. Lo tengo ahora delante.
«No hay problema sin solución», reza el encabezamiento. Y a continuación el maestro Amadou, «gran vidente especialista en todo tipo de problemas y dificultades», enumera esos problemas, en tres bloques: «Problemas matrimoniales – sentimentales»; «Suerte en los negocios, en el trabajo y exámenes…»; y «Protección de vida de familiares». El amor, el dinero y los seres queridos. El más pormenorizado es el primero. La parte del león de la felicidad, como quien dice. Para quien ya goza de ella, resulta conmovedor lo de «amarres»: siempre está el miedo de que se pueda perder. Y si además de amor se tiene financiación (cosa que ofrece el segundo bloque), la cosa va que chuta. Al final se asegura que el «profesor» Amadou (ha pasado de maestro a profesor en once líneas) «arregla casos muy desesperados con rapidez y resultados positivos y garantizados».
Me imagino a esos desesperados acudiendo al brujo, y el alivio que sentirán solo por pensar, durante la consulta al menos, que lo suyo puede arreglarse. Pero hay que bregar con lo que no tiene arreglo. El psicoanalista André Green dice que la salud mental está en lo que él llama «posición depresiva»: no prescindir de la conciencia de lo que va mal, pero sin paralizarse por ello. Tenerlo como un trasfondo de (ligera) melancolía permanente.
Me he acordado del mejor párrafo de las Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, que no se engañaba sobre lo que no puede ser, aunque lo reincorporaba al encanto acre de la vida: «Cuando hayamos aliviado lo mejor posible las servidumbres inútiles y evitado las desgracias innecesarias, siempre tendremos, para mantener tensas las virtudes heroicas del hombre, la larga serie de males verdaderos, la muerte, la vejez, las enfermedades incurables, el amor no correspondido, la amistad rechazada o vendida, la mediocridad de una vida menos vasta que nuestros proyectos y más opaca que nuestros sueños: todas las desdichas causadas por la naturaleza divina de las cosas».
Hay, pues, en contra de lo que promete el maestro o profesor Amadou, problemas sin solución. Aunque se le podría dar la vuelta, de un modo más profundo, casi zen, como hizo Duchamp: «No hay solución, porque no hay problema». No se trataría de frivolidad, sino de seriedad despreocupada. Para que el adulto vuelva al niño, según Nietzsche: «Madurez del adulto: significa haber reencontrado la seriedad que teníamos de niños al jugar».
«No se trataría de frivolidad, sino de seriedad despreocupada».
¡Es eso, es eso!
Disculpe, pero donde el autor introduce duda y reflexión, vd corre a apuntalar una certeza.
Es todo lo contrario a lo qué sostiene el texto, creo.
Un artículo pequeño, bien escrito, sin modernidades agramaticales, inteligente, bien desarrollado, ameno, y que se lee con suma curiosidad siguiendo los meandros de la brillante meditación que ofrece el autor.
La gente no va a saber ni qué comentar. xD
Gran artículo. Enhorabuena.
¡Qué manera más jugosa de arruinarse uno el año! ¡Y nada más empezar! Creo recordar que Jesús Quintero dijo en una ocasión que la depresión era algo así como el mayor estado de lucidez de una persona. A algunas, desgraciadamente, las paraliza. Pero yo lo que quiero es hacerle la puñeta al autor. Aunque su sonrisa me da alguna pista sería interesante saber si se ha planteado el hecho de que el «brujo» no repartiera el anuncio de manera indiscriminada.
Para este año 2015, me conformo -gracias Hunter S. Thompson- con el valor para estar a la altura de mis convicciones. Gracias por este texto, señor Montano.
Gracias a todos! Sobre lo de la depresión: lo de la «posición depresiva» no es depresión propiamente. Lo he expresado de un modo muy simple, pero no hay que confundir las dos cosas. He ido a mirar los libros de A. Green (http://www.todostuslibros.com/autor/green-andre) y el que yo me leí fue «Narcisismo de vida, narcisismo de muerte»: http://www.amorrortueditores.com/libro.php?p_id_libro=288
Mi gratitud por esta píldora del día después. Pequeña, sin aparentes pretensiones pero útil cual navaja suiza. De esos textos con los que uno siente que es un poquito mejor que antes de leerlo.
Leyendo la portada de El Diario me encuentro con esto, y no puedo evitar dejaros por aquí un humilde blog que llevo haciendo un tiempo con todos los papelitos de videntes que he ido recopilando. Espero que os guste.
http://granvidente.tumblr.com/
Más gracias! Estupenda idea la de ese blog, Gran Vidente!
He aquí el germen de lo que debería ser el próximo guión de Woody Allen. Y parece necesitado de buenas ideas. Tradúzcalo y hágaselo llegar discretamente, señor Montano.
Peliculón
(gracias)