Es razonable pensar que “la gente”, así, en general, no es buena, ni guapa, ni inteligente; tampoco tonta o fea. Son adjetivos que señalan cualidades que destacan frente al resto, como algo es negro por ser negro, pero sobre todo por no ser verde o amarillo. La media sería lo que llamamos normal, habitual, mediocre, o sea, pura estadística, sumada a nuestro propio subjetivismo, que también tiene su punto estadístico. En televisión pasa igual: el talento suele demostrar una carencia, y lo que consideramos bueno se ve reforzado por el contraste con la media, en este caso EL HORROR.
Esto viene a cuento por lo buena y lo inteligente que me parece la serie Louie, premiada este año con el Emmy al mejor Guión de Comedia. Ya no sé si es que es tan brillante, o la televisión habitual tan lamentable. La cuestión es que este tipo regordete, pelirrojo y cuarentón llamado Louis C.K. (que la dirige, escribe, edita y protagoniza) me tiene fascinado desde hace un tiempo, y la industria parece estar de acuerdo con el asunto. Hasta la revista Time lo incluye en la lista de los más influyentes de 2012. Para que luego digan que ser cómico no es un trabajo.
Louis Szekely (su padre era húngaro judío) acaba de ganar, además del citado Emmy, otro más al Mejor Espectáculo de Variedades por su monólogo en el Beacon Theatre, estrenado y distribuido, con un éxito impresionante, por cierto, en Internet. Tomen nota los que afirman que en la red no hay negocio y que la gente siempre será reacia a dejarse dinero en ella.
Mientras algunos cómicos se ven obligados a perder la dignidad en programas que aborrecen, o a mantenerla a condición de no decir nunca lo que piensan, este señor ha conseguido ser famoso, ganar dinero y subir su caché a partir de hacer prácticamente lo que ha querido, sin perder un ápice de integridad. Llamarle para que haga su show en un teatro costaba hace unos meses unos cien mil dólares. Es probable que ahora sea bastante más. Asegura que la principal motivación para hacer televisión fue su madre. La veía siempre mirando porquerías, y decidió hacer algo para cambiarlo. No se lo cree ni él, pero está bien que lo diga.
Louis se subió por primera vez a un escenario en 1984, a los 17 años, en un bar de Boston. Se dio tanto asco que abandonó la idea de ser cómico durante dos años, y siguió como mecánico de coches. Consigue que HBO emita su primera especial de comedia doce años después, en 1996. Poco a poco, ya instalado en Nueva York, se convierte en “el hombre que siempre estuvo allí”, escribiendo a lo largo de su carrera para talentos como Chris Rock, David Letterman o Conan O’Brien. Siempre en la órbita de cómicos como Dave Attell, Sarah Silverman o Doug Stanhope, es decir, de lo mejorcito de la comedia americana, también ha sufrido la “gira del OVNI”, como llamaba Bill Hicks al circuito de salas por rincones ignotos de EEUU: “vas a esos lugares en los que te sientes un OVNI. Llegas, hablas a gente analfabeta que no entiende lo que ha visto, y desapareces”. Hicks, que merece un post aparte para él solo, hablaba de zonas como Alabama. Aquí la fama se la llevan, con más o menos justicia, Murcia y Almería.
Lo mejor de la serie Louie no es que sea muy graciosa, es que es muy buena. Una mezcla de creíble, crítica, bien escrita, sólida, sorprendente, surrealista, personal y original. Diría, sin haber estado mucho en Nueva York, que también es muy neoyorquina, signifique lo que signifique ese término, y no resulta tan evidentemente esclava de lo incómodo y lo incorrecto como todo lo que sale de la enfermiza y genial cabeza de Ricky Gervais o Larry David, algo que al final se agradece, aunque es clara deudora del trabajo que estos señores han hecho en los últimos años. No siempre encuentras las mismas sensaciones al ver un episodio de Louie. Puedes salir algo deprimido, asombrado, muerto de risa o enternecido, todo en capítulos de veinte minutos. El tipo se maneja en bastantes registros, cosa sorprendente para un cómico que hasta ahora no se había ganado la vida como actor.
Sin saber muy bien cómo se las arregla, en un episodio Louie puede ir al dentista, sufrir un abuso sexual mientras está bajo los efectos de la anestesia, aprovechar su estado onírico para visitar el desierto de Afganistán y tener una charla con Bin Laden sobre el terrorismo islámico. También puede perder todo un episodio en acompañar a su amiga especial (que no quiere sexo con él) al aeropuerto, mientras ella no para de decirle que se vaya, haciendo una increíble parodia de las “declaraciones de aeropuerto” de las comedias románticas americanas, riéndose a la vez del género y de sí mismo. Por el camino, Louie es padre de dos niñas, como en la vida real, y actúa en un club, retratando de forma sincera la vida de un cómico y sus problemas cotidianos, como en el capítulo dedicado a la “heckler” (la típica persona que interrumpe y fastidia tu espectáculo gritando y participando a destiempo mientras hablas). Después de humillarla desde el escenario por ser una maleducada, se encuentra con ella en la puerta del local. Él está junto a otros cómicos, la mayoría de más de cuarenta años. Ella le reprocha que la insultase así, y él le responde (y NO cito textualmente): “perdona, ¿ves a estos tipos? Esta gente tiene una vida de mierda, son unos desgraciados, su único momento de alegría en toda la semana sucede en esos quince minutos en los que agarran ese micrófono. Y de repente llegas tú, arruinas ese momento y luego te vas a tu casa tan tranquila. Creo que te lo mereces”. Lo bueno de representar a un álter ego tan parecido a ti mismo es que se nota que sabes de lo que hablas.
Uno investiga sobre su trayectoria y encuentra algunas buenas lecciones de humildad. Cómico durante casi la mitad de su vida, C.K. define el material de sus primeros quince años de carrera como “una mierda”. Al parecer un día, después de actuar, estaba en su coche pensando en lo mal que se sentía, después de lustros repitiendo un material con el que no se identificaba, y escuchó en la radio una entrevista al ya consagrado George Carlin, en la que contaba que cada temporada tiraba su show del año anterior y empezaba desde cero a probar y escribir una hora nueva. Según esta versión, Louis se sintió tan dejado y tan culpable, que algo cambió en su manera de enfocar sus temas. Comenzó a escribir desde dentro, a rascar donde más le dolía, su divorcio, su crisis de los cuarenta, su labor como padre, el problema de encontrar pareja cuando estás fuera del mercado y te da asco mirarte al espejo. Y empezó a triunfar. La bola de nieve, entonces pequeña, inició un camino de descenso que terminó, o hizo escala, en el momento en que recogía sus premios frente a Jimmy Kimmel y Rick Gervais, que lo definió como “el segundo mejor cómico del mundo”.
Aparte de que la serie es muy recomendable, gente como esta nos hace ver lo importante de ser coherente con la verdad que tengas escondida en algún lugar de tu cabeza. Puede que esa verdad no te dé de comer jamás, pero si no la sacas, es probable que de tu plato de comida caliente salga un inconfundible y decepcionante olor a fracaso. Ahora busquen enlaces de él en Youtube, pillen la serie en Amazon o compren su especial en el Beacon Theatre. Merece la pena que esas niñas coman bien porque su padre, ese tipo gordo y pelirrojo que viste camisetas color marrón y se ve obligado a llevar americanas para recoger premios, ha hecho un buen trabajo.
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No sólo es una buena serie y no sólo tiene un excelente guión, sino que además es creíble. Y ahí radica, quizás, el éxito de la serie: en la verdad que encierra su comedia. Es ahí, en esa risa reflexiva, en el lugar en el que hay que hurgar para saber de qué hablamos. Yo, de él, dejaría cinco segundos de silencio entre chiste y chiste para que los espectadores comprobaran que, aunque sea ficción, hay más verdad en la serie que en la realidad. Pero como sé que mataríamos el ritmo cómico de la narración, que sea cada espectador el que le dé al PAUSE si quiere. Aunque allá él… Felicidades, Miguel.
Su página web es una delicia. Tiene un toque personal en todo lo que hace y eso se agradece. Nada de delirios de grandeza.
Y el éxito del Bacon Theatre probablemente se deba a que las copias eran muy, muy baratas.
Gran artículo.
Perdona, el exito de Bacon Theatre se debia a que gracias a que se elimino todo chupa sangre intermediario de la venta el precio se redujo y Louis CK gano mas de cada venta de lo que le hubiese tocado si la distruicion se hubiese hecho por los conductos (obsoletos) tradicionales. Grande Louise CK, ademas ahora se ha encargado de eliminar a Tickemasters de la venta de entradas paera su proximo tour por lo que son mucho mas baratas y todo el negocio es para el. de esta forma ha comenzado una bola de nieve que esta consigueindo que otros comicos como Joe Rogan hagan exactamente lo mismo con el beneficio que esto conlleva a todos sus fans.
Por cierto y respecto al articulo se menciona que su padre es hungaro, pero auqnue nacio en Hungria se traslado a Ciudad de mexico siendo un niño y es alli donde se crio (tiene nacionalidad Mexicana), por lo quie Louis CK tambien tiene la nacionalidad mexicana por parte de padre y Irlandesa por parte de madre.
A mí me ganó con el monólogo final en el 3er episodio de la 1ª temporada, sobre el vagabundo. Antológico.
¿Para cuando un artículo extenso sobre Bill Hicks?
Por cierto, una nota. Aunque no lo parezca, es mexicano, nacido en el DF y con pasaporte; y cuando emigró a los EEUU no hablaba una palabra de inglés, de hecho, tiene una rutina sobre ello.
Pues yo tengo pensamientos encontrados con esta serie: la parte de los monólogos me parece más de lo siempre, historias de pedo, caca, pis y luego esta la parte interpretada donde si muestra un sensibilidad, un humor mezclando lo sutil y lo surealista que me gusta mucho.
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digo que «omaigud», que disfruto ya de mi tercera o cuarta juventud y sigo con la torrija de la primera… que acabo de enterarme de que el tío ese de los monólogos tan cojonudos del youtube tiene una serie.
Ahorita mismo saco la 4B y me dispongo a hacerme con ella legalmente
De Louis C.K. casi todo el material de los monólogos que ha hecho en los últimos años (se diría que ha «encontrado su voz», que decían antes los novelistas) es genial. Excepto quizá, los «shit jokes». Es una manía puritana que tengo. La serie… se deja ver. No está mal en general, pero no todos los capítulos son igual de buenos, claro. En cualquier caso es el mejor.