El 29 de abril del 2006 «Stephen Colbert» era el encargado de pronunciar el discurso principal en la cena anual de corresponsales de la Casa Blanca. Mark Smith, el presidente saliente de la asociación de periodistas que organizaba el evento había oído en alguna parte que este «Stephen Colbert» era algo así como el comediante de moda que veían todos los jóvenes y esas cosas, y tuvo la idea de invitarlo. El pobre tipo tenía un programa a las once y media de la noche en Comedy Central, así que no podía ser del todo malo, y saldría barato.
Mark Smith probablemente se arrepentirá toda la vida de no haber preguntado quién era este «Colbert» antes de llamarlo; en esa época YouTube era algo nuevo, y seguramente ni se le ocurrió buscar vídeos. Muchos políticos y periodistas que escucharon el discurso seguramente son de la misma opinión. Para el resto del mundo, sin embargo, el error de Mark Smith fue uno de los accidentes cómicos más felices de tiempos recientes. Más que nada porque «Stephen Colbert» ese día subió a la tribuna e hizo esto:
Antes de explicar por qué este vídeo es aún mejor de lo que parece ser (y es un monólogo extraordinariamente bueno ya de por sí), creo que hace falta explicar quién es este «Stephen Colbert», y por qué insisto en escribir el nombre entre comillas.
Empecemos por el principio: «Stephen Colbert» es la creación del comediante, actor, productor, presentador y escritor Stephen Colbert, y es una de las creaciones cómicas más transgresoras, hilarantes y enloquecidas salidas de la televisión americana en las últimas décadas. Las comillas, en este caso, son relevantes ya que aunque «Colbert» y Colbert tienen la misma cara, «Colbert» el personaje, pronuncia su apellido de forma más pedante, y tiene una personalidad completamente distinta a la de su creador. Colbert es un tipo dulce, amable, liberal (en el sentido americano del término), encantador y lleno de buenas intenciones, con una larga y distinguida carrera en comedias, teatro de improvisación y escribiendo guiones. «Colbert», el personaje, es un egomaníaco ultrapatriota pomposo e intolerante, alegremente irracionalista y completamente absorbido en su propia estupidez. Es decir, algo parecido al presentador de Fox News medio, en versión lisérgica.
The Colbert Report nace, como muchas otras cosas en sátira política en Estados Unidos, a la sombra del Daily Show de Jon Stewart. El Daily Show es un programa de humor de media hora de duración que se emite cuatro veces por semana en Comedy Central, una cadena de televisión por cable notoria por su popularidad entre jóvenes universitarios aficionados a sustancias psicoactivas, su capacidad para encontrar gente con talento y su escasa audiencia. Colbert se incorporó al equipo un par de años antes de Jon Stewart, cuando Craig Kilborn aún estaba al frente del programa. Por aquel entonces el Daily Show era un programa más cómico que satírico, especializado en chistes sobre famosos, reportajes a entrevistados incautos y humor más basado en personajes que en eventos reales. No era especialmente gracioso, y era excepcionalmente cruel; Kilborn sobrevivió tres temporadas en parte porque el programa se emite a las once de la noche, y porque en esos tiempos nadie realmente esperaba gran cosa en ese slot.
Colbert, que tenía en su historial algunas series tan cortas como estupendas (especialmente The Dana Carvey Show, que duró ocho episodios y tenía un reparto absolutamente fantástico) nunca estuvo a gusto en el programa: odiaba el tono despiadado de muchas entrevistas y reportajes, y nunca se llevó bien con Kilborn. Cuando Jon Stewart tomó las riendas en 1999, sin embargo, decidió darle una oportunidad por si su otro proyecto (Strangers with Candy —otra serie fantástica que duró poco—) no llegaba demasiado lejos. Fue entonces cuando Colbert, el cómico, empezó a crear a «Colbert», el personaje, y empezó la leyenda.
El Daily Show, bajo Jon Stewart, se convirtió en un informativo ficticio que cubría la política americana con un entusiasmo y fiereza inusitadas. Stewart es inteligente, casi siempre sabe de lo que habla y tiene una tolerancia nula a que los políticos y medios tomen a la gente por tonta. En los Estados Unidos de la era Bush, esta clase de cosas no eran demasiado recomendables si uno no quiere perder los nervios, pero desde luego bastaban para generar una cantidad de chistes televisivos tremenda. El Daily Show se convirtió en el espejo satírico de las peculiares formas comunicativas de la Administración Bush y el patrioterismo irracional de los medios americanos. Para muchos liberales, una especie de extraño oasis donde un comediante les recordaba que no estaban locos y que realmente había mucha gente diciendo cosas muy extrañas en televisión esos días.
Colbert, como uno de los corresponsales ficticios del programa, creó el personaje del periodista absolutamente seguro de sí mismo, convencido en que sabe más que nadie, con la total certeza de que va a cambiar el mundo y completamente ignorante del tema sobre el que está hablando. Era el bufón que lleva toda la vida actuando como si no lo fuera, disfrazado de periodista. En el mundo de las cadenas de noticias por cable que el Daily Show parodiaba, Colbert interpretaba a una mezcla demente de Stone Phillips, un periodista de voz estentórea y tendencias sensacionalistas de la NBC, y Geraldo Rivera, un bigotudo periodista de investigación salvapatrias de Fox News (aquí su momento de infamia). El personaje rápidamente se convirtió en el modelo a seguir del resto de los corresponsales del programa (Steve Carrell era la excepción), y en una de sus principales atracciones. Las entrevistas de Colbert diciendo barbaridades horribles sin inmutarse, completamente convencido de estar salvando América, dieron grandes momentos en las elecciones presidenciales del 2004, convenciendo a Jon Stewart y Comedy Central de que quizás era hora de dar más recorrido al personaje.
Ese fue el origen de The Colbert Report en el 2005, dando al corresponsal del Daily Show un programa propio justo después del programa de Stewart. Si el Daily Show es una parodia de un noticiero de media hora, el Report es la versión satírica de los programas «con agenda» de Fox News, donde el presentador no da las noticias, sino que editorializa sobre ellas. Imaginad algo parecido a Federico Jiménez Losantos pero carismático, televisivo y sin sonar como un demente. Bill O´Reilly, padre fundador de estos programas y modelo principal de Colbert, es un tipo que da las noticias como un padre dando lecciones de civismo a sus hijos, a ratos severo, a ratos indignado, pero siempre hablando desde los valores americanos y el sentido común. Es también alguien conservador, con un ego desmesurado y un convencimiento inasequible a la evidencia empírica de estar en posesión de la verdad, que insiste en que los liberales quieren destruir América, los racistas son los que acusan a América de ser racista y que el estado de bienestar es un ejercicio de los progresistas para comprar el voto de los negros e hispanos. The Colbert Report sería el reflejo cómico de esta clase de programas, con Colbert habitando el personaje del todólogo con programa de televisión y una larga lista de prejuicios.
El programa inmediatamente capturó el espíritu de la época, ya desde el primer episodio. En el primer monólogo «Colbert» habló sobre el concepto de truthiness («verdadeo», aunque es intraducible), la idea de que es más importante que algo «dé la sensación» de ser verdad que que realmente lo sea. El centro del personaje fue, desde el principio, su fanática preferencia por la rotundidad, la grandilocuencia y el patriotismo altisonante a la realidad, sin margen alguno para el debate. Para «Colbert» es más importante gritar mucho y estar muy convencido de la virtud de la propia causa que estar en lo correcto. Es obvio que América es el mejor país del mundo y siempre hace lo correcto, al fin y al cabo.
Lo extraordinario de The Colbert Report (aparte de ser muy, muy gracioso) es que Colbert hace el programa siempre habitando el personaje. «Stephen Colbert», el presentador pomposo, egomaníaco y lleno de ideas horribles es quien se sentaba en la silla de presentador cada noche, y Colbert, el comediante, nunca aparecía como tal. Durante los últimos nueve años, de hecho, Colbert apenas ha tenido apariciones públicas sin ejercer de superneocon demente; salvo unas pocas entrevistas, la devoción por el personaje ha sido completa.
Es por este motivo que su monólogo en la cena de corresponsales de la Casa Blanca, ante los dos mil quinientos legisladores, empresarios, periodistas y políticos de Washington, con el presidente a su derecha y las cámaras rodando, es aún más extraordinario. En esta clase de eventos se espera que el comediante de turno haga unos cuantos chistes de humor blando recordándole a los asistentes lo importantes que son. Colbert, sin embargo, planteó un energúmeno completamente convencido de que el mundo es un lugar maravilloso y los periodistas deben estar al servicio del presidente, y dejó a todo el mundo con una cara de tonto espantosa. La reacción en la sala a su monólogo fue fría de inicio, y acabó siendo glacial, con Bush, dicen, increíblemente cabreado con todo el evento. Fuera del mundo de políticos y periodistas, sin embargo, la actuación confirmó a Colbert como uno de los mejores actores satíricos de su generación, y una referencia casi inevitable cuando se habla del estado del debate político en el país. The Colbert Report, aún más que el Daily Show, ha acabado ejerciendo como uno de los críticos más finos de los medios americanos durante los últimos años.
Como todo en Estados Unidos, sin embargo, es fácil hablar de programas con poder e influencia y acabar por perder la perspectiva. La palabra truthiness (y otras invenciones de Colbert y Stewart) han entrado en el léxico político americano, pero la audiencia real de sus dos programas dista mucho de ser masiva. Stewart y Colbert tienen, de media, algo más de medio millón de espectadores de audiencia un día bueno en un país de más de trescientos millones de habitantes. El discurso de «Colbert» fue en C-SPAN, así que probablemente no lo vio ni Dios en directo; su popularidad se debió más a las críticas negativas de algunos periodistas al día siguiente, incapaces de entender la broma.
Esto puede parecer muy poco, pero también debe ser visto con cierta distancia. Bill O’Reilly, el líder indiscutible de audiencia en cable news y modelo de Colbert, no pasa de tres millones. Meet the Press, el programa de entrevistas dominical que se supone marca la agenda de la semana política en Estados Unidos hace años que no pasa de cuatro millones. Aunque Colbert y Stewart tienen una capacidad extraordinaria de influir sobre el debate político en Estados Unidos, la realidad es que a este debate político hay muy poca gente prestándole atención. Lo importante es que dentro del enrarecido mundo de gente obsesionada con la política (y entre periodistas, políticos, blogueros y gente de izquierda de esa calaña) Colbert y Stewart son una presencia constante, mofándose de forma incansable de toda la estupidez reinante y guiando el debate a veces de forma considerable.
Más allá de las audiencias, el Daily Show ha redefinido cómo se habla de política en Estados Unidos, añadiendo una crítica de izquierdas a los viejos ataques conservadores a los medios tradicionales americanos. Stewart ha centrado sus críticas en la endogamia entre medios y políticos, y la incapacidad de estos de señalar las mentiras e hipocresías más escandalosamente obvias. El programa, además, ha acabado por ser una cantera casi inagotable de talento cómico, tanto fuera de la escena política (Steve Carrell, Ed Helms, Rob Corddry…) como dentro de esta. Aparte de Colbert, John Oliver empezó de corresponsal con Stewart, originando también su personaje de periodista exasperado ante la idiotez colectiva en el Daily Show.
La historia de Colbert, sin embargo, acaba el 18 de diciembre del 2014. Tras nueve años en antena, «Stephen Colbert» mató a la muerte, se declaró inmortal y abandonó Nueva York hacia la eternidad. En el mundo real, The Colbert Report cerró sus puertas en lo más alto, con un estupendo episodio final lleno de famosos. «Colbert» cerraba su carrera como el personaje ficticio más influyente en la política americana desde Jed Barlet. Barlet es el presidente sensato, racional, que es capaz de convencer a otros desde la lógica y el diálogo. «Colbert» es el cretino seguro de sí mismo que nunca será convencido por nadie, no importa lo que le digan.
De los dos, creo que Barlet es de lejos el más fantasioso.
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Colbert, por cierto, deja el programa para ir a ocupar el slot de Letterman en CBS en el late night.
Efectivamente un gran cómico y gran persona. Sólo desde su gran generosidad se explica que no haya reclamado derechos de autor a El Gran Wyoming que lleva años viviendo de sus ideas en «El intermedio»
O no has visto a Stephen Colbert o no has visto El Intermedio.
He visto a ambos, aunque bien es cierto que no sigo a diario sus programas y me parece que Wyoming (que por otro lado me parece un gran cómico) toma prestados la misma actitud de desfachatez y extremismo impostado para comentar noticias de actualidad asumiendo la postura contraria a laque defiende, y caricaturizándola en el camino.
Evidentemente, Colbert se mete más en el papel y lo lleva a sus últimas consecuencias, es más sútil y autocrítico y en general tiene un nivel, tanto de actuación como de guiones, bastante más alto, lo que por otro lado es lógico en la TV USA respecto a la española, con unos medios completamente diferentes.
Hombre, yo sinceramente no creo que Wyoming esté apropiandose de la ideas de Colbert, puede haber ciertas similitudes, pero sin más.
Globomedia siempre ha destacado por adaptar (rozando la copia, pero creo que inteligentemente con ciertos cambios para que sea algo más cercano al público español) formatos cómicos de éxito en USA.
De hecho, ya el «Ni en vivo Ni en directo» de Emilio Aragón siendo un crío (año 80 y algo) tenía cierto olor a Saturday Night Live sin tampoco entrar en la copia, pero sí es verdad que luego ves el original y te das cuenta que hay una inspiración más que clara.
No me ha quedado del todo claro: ¿ha escrito un artículo sobre un fracasado con gracia que tuvo su momento de gloria gracias un error?
No, Francisco. Se refiere unos comediantes que fueron capaces de reunir a 200.000 personas para un acto político no relacionado con los grandes partidos. Una reunión por la cordura.
Vamos, lo que puede hacer cualquiera de nosotros en un par de tardes.
http://en.wikipedia.org/wiki/Rally_to_Restore_Sanity_and/or_Fear
Aunque yo he sido más de John Stewart (el día que parodiarion a un senador republicano que se quejaba de que USA no era un país escandinavo -queriendo poner un ejemplo malo por el nivel alto de impuestos- y le demuestran que apenas pagan más que en los Estados Juntitos y con mucha más calidad de vida fue impagable) , el amigo Colbert tenía ese carisma y esa forma de actuar que lo hace/hacía especial.
Ambos mucho más currado desde hace años que el Wyoming.
Buen artículo, gracias por recordárnoslo o mostrarlo a la gente que no conociese a ambos.
Sí, un gran tipo, y muy gracioso. No quita para que emita desde Comedy Central, ese gran bastión del Partido Demócrata, la otra pata del bipartidismo tramposo en EEUU, modelo del bipartidismo español y tampoco quita para que apoye todo lo que Israel está haciendo en Palestina y Oriente Medio desde su programa, the Colbert Report. Si me preguntan a mi, diría que Colbert es un gran caballo de Troya, me dejó de hacer gracia hace mucho tiempo.
Tienes perfecto derecho a que Colbert te haya dejado de hacer gracia, pero un tipo que los tuvo así de «blindados» para hacer ese discurso delante de Bush, cuando en Iraq todavía morían decenas de soldados yanquis cada mes, yo no le consideraría caballo de Troya de nada ni de nadie.
Y respecto a la postura de Colbert sobre el conflicto palestino, no recuerdo ninguna intervención proisraelí, que puede que la tenga, tampoco he visto todos sus shows… Sí te puedo decir que su compañero de cadena, John Stewart Leibowitz, de familia judía, no es nada complaciente con los israelíes y recuerdo la «cera» que les arreó (merecidamente) en la última gran burrada que hicieron en Gaza hace unos meses… Así que veo improbable una agenda oculta de los demócratas o el lobby judío a través de Comedy Central.
Muy buen artículo y muy buen nivel en los comentarios de los lectores. Así da gusto
Llevo viendo el Daily Show desde el año 2000, y está claro que, como bien dice Pedro, el personaje de Wyoming está claramente «inspirado» en Colbert, pero también en el de Jon Stewart (al final no deja de ser una versión con más o menos suerte de los dos). En mi opinión, aparte de la sátira, etc., la labor social más importante y refrescante de estos programas es el uso de la hemeroteca para mostrar la hipocresía y poca vergüenza de muchos de los personajes del panorama político. Por otra parte, sí, Comedy Central, Viacom, etc. por el tipo público al que se enfoca (jóvenes, univesitarios, stoners…) está más al lado de los demócratas, pero, si se mira el resto del espectro televisivo en EEUU, la agenda republicana lo controla casi todo.
Por último (on a side note), hay que mencionar el repapolvos que le está dando últimamente Stewart a Obama y a los demócratas después de la (merecida) debacle en los ‘midterm elections’ por su inoperancia y por no cumplir con lo prometido. Sin duda, algo que sería dificil de ver en el Intermedio (y no voy a entrar en el bochornoso cameo de ZP en el especial de nochevieja…sigh).
Creo que para muchos, será mucho más entendible el monólogo está subtitulado en español.
https://www.youtube.com/watch?v=VDXHRASVSLU
La diferencia entre la pronunciación del nombre real al personaje es básicamente donde se coloca la acentuación de la palabra. El nombre real acentúa la o mientras que el personaje acentúa la e.
Un apena que Stephen haya aceptado la oferta de la CBS para reemplazar a Lettermam, se le echara mucho de menos en Comedy Central. Espero que convenzan a John Oliver para que vuelva a Comedy Central a reemplazar a Stephen aunque es difícil ya que HBO paga muy bien.
https://www.youtube.com/watch?v=ewPburLEZyY&feature=youtu.be
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