Arte y Letras Historia

Si el padre era tonto, el hijo era peor

Carlos IV a caballo Francisco de Goya 1801
Detalle de Carlos IV a caballo, Francisco de Goya, 1801.

Que el pueblo no quisiera a Carlos IV era algo totalmente lógico. A fin de cuentas, ¿qué había hecho por ellos? Nada. Nada en absoluto. Los historiadores, cuando se ven obligados a resumir su reinado, lo despachan con una frase: «su política estuvo condicionada por la Revolución francesa». Y la verdad es que poco más se puede decir en su defensa. Como es sabido a los franceses les dio por montar una revolución y eso obligó a frenar todas las reformas ilustradas y a entrar en guerra con nuestros vecinos. Aunque en realidad las reformas eran más que necesarias y el único motivo para entrar en guerra era tratar de salvar la cabeza del rey de Francia, que para eso era primo del rey español. Los intereses dinásticos estaban por encima de los intereses nacionales, nada nuevo en el Antiguo Régimen.

A lo largo del siglo XVIII España se había metido en una serie de guerras, algunas más justificables que otras. En la guerra de los Siete Años perdimos la Florida pero los franceses nos cedieron la Luisiana. En la guerra de independencia de las trece colonias norteamericanas recuperamos Florida, además de Menorca. También nos vimos metidos en una guerra con Portugal que se solucionó con el canje de la colonia de Sacramento, en el Río de la Plata, por la llamada «banda oriental» del río Paraná, donde se encontraban las importantes reducciones jesuitas guaraníes, lo que provocó a su vez una rebelión indígena que condujo finalmente a la expulsión de los jesuitas. La peor y la más evitable de todas las guerras del siglo XVIII fue la guerra contra la Convención. Esa guerra fue un desastre y obligó a la Paz de Basilea de 1795. Perdimos la isla de Trinidad y Santo Domingo, pero podía haber sido mucho peor ya que las tropas francesas entraron por los Pirineos y se temió que los catalanes y vascos aprovecharan la situación para rebelarse contra la corona española, cosa que finalmente no pasó. Además tuvimos suerte y pudimos recuperar Santo Domingo.

De momento la integridad del territorio de los reinos hispánicos estaba a salvo. Pero tener que enfrentarnos a nuestro aliado tradicional, Francia, y tener que aceptar una alianza con los ingleses era muy arriesgado. Por eso, en cuanto la guillotina dejó de segar cabezas, los ministros españoles se alegraron de volver a reanudar las viejas alianzas con Francia. Mientras, los ingleses, a los que el Tratado de Utrecht les abrió una grieta en el monopolio español con el navío de permiso y el asiento de negros, estaban más intrigantes y pendencieros que nunca y volvieron a lo de siempre, el contrabando y la piratería, además del ataque directo cuando era posible, como ya habían demostrado con la ocupación de las Malvinas en 1740 y 1765.

Retrato de Manuel Godoy como Caballero del Toisón Agustín Esteve ca. 1807
Retrato de Manuel Godoy como Caballero del Toisón, Agustín Esteve, ca. 1807.

Carlos IV, a quien su propio padre le había reprochado un «mira que eres tonto» que debió de retumbar por el palacio pero que al susodicho le entró por una oreja y le salió por la otra, siguió a lo suyo, es decir, a irse a cazar todos los días, mientras su esposa se metía en política para beneficiar a hijos y parientes y, de paso, se entregaba a quién sabe qué indecorosas pasiones delante de las narices del rey. Y así llegó Godoy. Y Godoy se encargó de los asuntos del país. Que necesariamente pasaban por Napoleón. Hasta ese momento Carlos IV, sin mérito alguno, había evitado el peligro de contagio de la Revolución francesa y había conseguido conservar su real cabeza. Pero Napoleón resultó ser más peligroso que Robespierre. Y aún le surgió otro problema, el problema que iba a desencadenar todas las tormentas: las ambiciones y las prisas de su primogénito.

Porque, y vamos al meollo del asunto, si el padre era tonto el hijo era peor. Carlos IV podía ser un inepto y un calzonazos, pero no era tan mezquino, cobarde, egoísta, ambicioso, hipócrita y miserable como su hijo Fernando VII. Y sin embargo, al joven Fernando el pueblo lo quería. Lo quería del mismo modo que soportaba a su padre y que odiaba a Godoy, no se sabe bien por qué. Bueno, al menos a mí me cuesta bastante saberlo. Y mira que leo y leo y releo pero no llego a averiguar quién de todos era más inútil y quién lo hizo peor. Ahora, una cosa está clara: el más mentiroso, falso, hipócrita, egoísta y ambicioso fue Fernando VII, que empezó conspirando contra su padre en El Escorial, y como la cosa le salió mal no dudó en mentir, suplicar, humillarse, delatar y hacer todo lo posible para salvar el pellejo. Pero no desistió en su empeño. Siguió conspirando y a la segunda va la vencida: después del Motín de Aranjuez logró que su padre abdicara en su nombre. ¿Pero para qué? Ese no era un momento cualquiera, Murat, el cuñado de Napoleón, estaba muy cerca de la capital. Los franceses habían ocupado media España sin el menor problema y nadie sabía qué hacer con ellos. Todos esperaban que alguien decidiera algo.

Pero lo que hace Fernando VII es ir a Bayona a ver a Napoleón. Allí se encuentra con una sorpresa desagradable: su padre y su madre han tenido la misma idea. Se pelean entre ellos y Napoleón se divierte un rato con el espectáculo. Y mientras el pueblo de Madrid decide que si nadie hace nada tendrán que empezar a hacerlo ellos solos. Napoleón se cansa y los envía a todos al exilio, cada cual a una parte de Francia, y le da la corona de España a su hermano José. Y hasta ahí todo le va de maravilla. Luego aparecen las Juntas y el pueblo empieza a degollar a todo francés que pilla desprevenido. Pero mientras los ingleses vuelven a hacer lo que les da la gana en América y ahora encima los necesitamos otra vez como aliados. Y aquí conviene que repasemos lo que nos ha costado la alianza con Francia, renovada varias veces desde la época del Directorio: varias derrotas navales, la mas importante la derrota de Trafalgar, y por si esto fuera poco (porque cada derrota naval pone en peligro los territorios americanos), los ingleses se han permitido el lujo, puesto que como enemigos nuestros no tienen que ir con disimulos, de robar y saquear todo lo que han podido, llegando incluso a invadir y ocupar la ciudad de Buenos Aires en 1806. Eso es un mal precedente. Y los criollos tomarán buena nota.

Pero volvamos a la metrópoli. Y tratemos de explicar por qué odiaba el pueblo tanto a Godoy. ¿Acaso era por ser el supuesto amante de la reina? ¿O era por el Tratado de Fontainebleau de 1807, por creer que Napoleón iba a darle un trozo de Portugal para él solito? ¿Lo odiaban por el gran poder que había acumulado, por ser un reformista, por iniciar la primera desamortización de la Iglesia? ¿Por sentar en la misma mesa, para escándalo de todo el mundo, a su mujer, la condesa de Chinchón, y a su amante, Pepita Tudó? En fin, que Godoy era todo un elemento… Pero hay que decir que al menos Godoy comprendió que no podía fiarse un pelo de Napoleón y quiso que la familia real embarcara hacia América, lo mismo que había hecho con rumbo a Brasil la familia real portuguesa. Y ese era un plan coherente y que tal vez hubiera frenado, si no la guerra de independencia contra los franceses, sí las guerras de independencia de las colonias americanas. Tal vez, digo, porque nunca lo sabremos. Y nunca lo sabremos porque Fernando VII frustró el plan con el Motín de Aranjuez. ¿Y todo para qué? Vuelvo a decir. ¿Todo para qué? ¿Para hacerse cargo con energía de los asuntos del Gobierno, justo cuando todo el país estaba desesperadamente necesitado de una dirección que tomar? Me da la impresión de que Fernando VII no tenía en la cabeza otra idea que llegar a ser rey pero que en realidad no sabía para qué servía reinar. Ni le importaba un pito saberlo…

Vicente López Portaña Retrato de Fernando VII con uniforme de capitán general ca. 1815
Retrato de Fernando VII con uniforme de capitán general, Vicente López Portaña, ca. 1815.

Si Carlos IV se había mostrado indulgente con su hijo al descubrirse la conspiración del Escorial, Fernando VII, una vez se libró de Godoy y se quedó con la corona de su padre, pareció quedarse tan satisfecho que no hizo nada más. Con los franceses en Madrid se dedicó a esperar a que Napoleón reconociera que él era el legítimo rey de España. Pero lo cierto es que Napoleón le ignoró por completo. Ni siquiera mandó a Murat a reunirse con él. Mientras, el rey destronado se arrepintió de su abdicación y volvió a reclamar la corona. Y Fernando VII siguió sin hacer nada y continuó esperando a Napoleón.

Para entonces Napoleón ya tenía su propia solución al problema español. De pensar en quedarse con el norte de la península había pasado a pensar en quedarse con la península entera. Y el rey cayó estúpidamente en su trampa. ¿Cómo fue tan tonto de ir a Bayona? Fernando VII nunca reconoció sus errores, pero lo cierto es que varias veces se le dijo que no debía salir del país, pero él decidió marcharse, dejando una nación a merced de un enemigo que no es que estuviera a las puertas de la muralla, sino que ya estaba dentro, y que era más que evidente a estas alturas que no estaba de paso hacia Portugal, sino que pensaba quedarse.

Pero mira tú por dónde el pueblo no le reprochó esto a su vuelta, en 1814, después del Tratado de Valençay. No le reprochó su increíble torpeza política, ni todo lo que había tenido que padecer mientras él estaba ausente. No. El pueblo continuó queriéndole. Le seguían llamando «el deseado». En realidad, ¿qué había hecho Fernando VII por su pueblo? Nada. Peor que nada: los había llevado a una guerra terrible. Y cuando parecía que lo malo había pasado se tuvo que enfrentar a otro problema: la independencia de los territorios americanos. No era un problema de fácil solución, es cierto, pero en ningún caso Fernando VII se planteó que se pudiera solucionar más que enviando un ejército. No quiso dialogar, pactar, ceder en algún punto, usar la diplomacia y la astucia, mantener y dejarse aconsejar por los buenos colaboradores que le quedaban, buscar aliados internos. Algunos territorios, Argentina o Venezuela, podían parecer perdidos, pero otros como Perú o México se mantenían fieles a la metrópoli. En el Virreinato de Nueva España la propia élite criolla había desmantelado la revuelta campesina de los curas Hidalgo y Morelos y en Perú el virrey Abascal estaba reconquistando los territorios sublevados sin prácticamente ayuda alguna. Inglaterra y las excolonias americanas apoyaban descaradamente a los libertadores y se frotaban las manos: el mercado colonial estaba por fin a su alcance. Que el mapa político se llenara de nuevos países era para ellos algo secundario. Lo principal, la única razón, era el comercio. Pero las élites locales tenían miedo de las posibles revoluciones populares. Y tampoco deseaban romper todos los lazos con la metrópoli. En algunos casos se hablaba de crear reinos con un rey español, un pariente de Fernando VII. En otros lugares surgieron partidarios de la hermana de Fernando VII, la infanta Carlota Joaquina, que estaba emparentada con la familia real portuguesa y en ese momento se hallaba refugiada en Brasil. Los portugueses también preocupaban a los sublevados, y con razón, puesto que desde Brasil era muy fácil aprovechar el desconcierto general para lanzar expediciones militares hacia Argentina, Uruguay y Paraguay, como de hecho sucedió.

Retrato de Isabel II Federido de Madrazo 1844
Retrato de Isabel II, Federido de Madrazo, 1844.

Así pues, la situación era confusa y cambiante, pero Fernando VII no hizo nada. Como no resolvió el problema colonial, ni resolvió los problemas económicos del país, se le juntaron los problemas y se tuvo que enfrentar a la sedición de Riego y al triunfo de los liberales. Y es que Fernando VII no se había enterado, porque no había querido enterarse, de que los que lucharon contra los franceses no eran todos absolutistas. No se había querido enterar de las Cortes de Cádiz. No se había querido enterar de que su nación ya no era la nación que había heredado su padre. Y entonces volvió a demostrar hasta qué punto era falso e hipócrita y dijo aquello de «Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional». Tres años tuvo que fingir que era un rey parlamentario, constitucional, un rey moderno, de los que pedían los nuevos tiempos. Pero solo fue porque la Santa Alianza tardó un poco en responder a su secreta petición de ayuda. Luego, tan pronto entraron los Cien Mil Hijos de San Luis, se olvidó de sus juramentos y volvió a lo de siempre, lo que más cómodo le resultaba, a mandar a la Santa Inquisición a perseguir a los enemigos políticos, a fusilar a los que se sublevaban y a que todo siguiera igual en todas partes, aunque todo se hundía por todas partes. ¿Y el pueblo, mientras, le seguía queriendo? Pues por desgracia parece que sí. Y eso explica por qué dejaron entrar sin grandes problemas al ejercito francés que venía en su rescate. O cómo consiguió llegar a viejo y morir en su cama, como rey, después de haber recurrido a sus viejos enemigos, los liberales, para que estos aceptaran como reina a su hija, la futura Isabel II, frente al candidato absolutista, su hermano Carlos María Isidro. Y el plan le salió bien. Los liberales aceptaron a la niña reina. Y corrieron un tupido velo sobre su padre. El juicio de la historia lo dejaron para más adelante.

«Un pueblo que ha soportado a reyes como estos tiene alma de esclavo», cuentan que dijo una vez Napoleón refiriéndose a Carlos IV y su familia. Luego reconoció que había subestimado al pueblo español, que resultó mucho más orgulloso e indomable de lo que se esperaba. Pero el daño ya estaba hecho.

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32 Comments

  1. Pingback: Si el padre era tonto, el hijo era peor

  2. Felicidades por el artículo. Y como que de tal palo tal astilla, la nieta Isabel digamos que consiguió mantener el listón bien alto durante su reinado.
    La historia de España a lo largo de todo el XIX es para echarse a llorar.

  3. Ya empezamos con los cuentos de buenos y malos

    Joder, uno pensaba ya a estas alturas (año del Señor de 2014) que un artículo totalmente plagado de tópicos del españolismo ramplón y rampante ya no tenía salida. No sé si todo el artículo es una ironía monumental o va en serio.

    Creo que bastan dos apuntes: uno, eso de «el pueblo», ni se sostiene ni a estas alturas es de recibo. Los más de «ese pueblo» eran gente que luchaba por defender su sociedad y SUS privilegios, que estaban muy en peligro con el sistema que importaban los franceses, porque además habría mucho que hablar sobre ese «pueblo» (que ni era uno, ni tenía semejante personalidad autoomnisciente).

    Pero segundo, los sistemas crean a sus líderes. Si alguien como Kennedy en EEUU se lo sacaron del medio, además no simularon accidente ni muerte por enfermedad, le pegaron un tiro para que fuese bien público el mensaje de que el saca los pies del plato acaba así (+bonus: golpe de estado), en la Corona Hispánica este tipo de individuos no eran un accidente ni una contingencia: eran una necesidad. El sistema necesitaba de esta gente para funcionar, porque sin esta gente no funciona este sistema (una versión light sigue en vigor a día de hoy). Todos esos revolucionarios de pacotilla y demás son sólo la expresión de un sistema que en el fondo más que ineficiente es primitivo.

    Pero por favor, no me vuelvan a vender la moto de que F7 era malísimo y fue una calamidad de la lotería. Es exactamente lo que el sistema producía y necesitaba, y por mucho que se diga, en realidad no hay prácticamente ninguna diferencia ni con su padre ni si se me apura con el mismísimo Carlos 5, la diferencia la han marcado las circunstancias que les toca vivir, nada más (o si se prefiere: la absoluta impotencia del sistema para gestionar conflictos geopolíticos).

    Pero nada, ya veo que al «pueblo» le sigue gustando el análisis del TBO. La ideología más tóxica que ha calado por estas tierras es efectivamente el nacionalismo. Español. Y no tiene trazas de estar precisamente en cuestión.

    • alfonso vila

      Pues sí, absolutamente de acuerdo contigo en algunas cosas. Por ejemplo qué entendemos por «pueblo». Deberíamos empezar a analizar todas esas grandes palabras: «pueblo, parlamento, libertad, justicia, democracia, política, economía, comercio»… Todas, porque el comercio, para los griegos clásicos, por ejemplo, tenía unas connotaciones distintas a las que tiene hoy en día. Y así con todo. Nosotros heredamos las ideologías, los prejuicios, las creencias y muchas veces nos las imponen o las aceptamos sin pensarlo demasiado. Cierto. Pero te diré una cosa sobre «el pueblo español» y la lucha contra los franceses. Te cito el libro de Raúl Pérez López-Portillo, «La España de Riego»:

      «El navarro Espoz y Mina constata, sin la menor extrañeza, que ningún miembro de familia poderosa y privilegiada le prestó jamás la menor ayuda: simples labriegos, artesanos anónimos, esas son las categorías sociales que dieron su vida y pagaron con su sangre. Así lo constata el general Hugo, según la transcripción de Bennassar: una circunstancia que hay que destacar y que imprime a la guerra un carácter muy especial es que, a semejanza de la guerra de la Vendée, es una guerra totalmente popular»

      Y ya sabes, supongo, que en la Vendée se podía ver a muchos nobles franceses luchando con los campesinos contra los revolucionarios de la Convención. Pero lo cierto es que aquí, por lo que yo sé y hasta donde llegan mis conocimientos (y contrastan todas las fuentes), la nobleza no se «involucró» demasiado. Claro está que se podía argumentar que para eso ya tenían al clero, para azuzar a las clases bajas contra los franceses. Se podría decir… O tal vez habría que ir más lejos. Y estudiar detenidamente el tema de los afrancesados. Y ver hasta qué punto, como dijo Alvaro Flores Estrada, «la lucha contra los franceses no tiene ningún sentido si no viene acompañada de la revolución». ¿Pero cuánto de «revolucionario» tenían las Juntas de defensa? Yo no pretendo hacer una tesis. Sólo introducir el tema… Pero encantado de iniciar un debate, desde luego. Porque, como siempre digo para eso están los comentarios. Para seguir el hilo que introduce el artículo…

      • Teofilo Rocha

        Disfruté mucho vuestro artículo. Está redactado en forma amena e interesante. A quienes tengan la suerte de leerlo como yo, nacido en el continente americano por ser nicaragüense, nos hará comprender este importante contexto histórico que fue clave en el posterior desenlace de las guerras de independencia de las posesiones y territorios españoles en América del sur. Centroamérica por fortuna, o por flojedad de la corona española, se independizó pacificamente en septiembre de 1821.

  4. Pepe Alcaide

    Me he divertido mucho leyendo el artículo y creo que aporta un punto de ironia y provocación que anima al estudio y la reflexión. Esa reflexión debería hacernos pensar como es que hoy en día, ya consumido el inicio del siglo XXI, algunas gentes se siguen sobrecogiendo ante la imagen de la monarquia, los reyes, las reinas, las princesas… y toda la corte celestial que la institución monarquica, retrograda y periclitada donde las haya, provoca. Un analisis serio nos indica que toda la sucesión de monarcas españoles desde Carlos IV es un reguero de despropositos e iniquidades. Y pudieron haber sido diferentes. Tuvieron elección. Fernando VII podria haber avanzado en la línea de una monarquia constitucional (recordemos que la constitucion de Cádiz era extremadamente conservadora). Su hija Isabel II profundizar en los principios liberales que aireaban buena parte de Europa. Alfonso XIII pudo no apoyar el sistema dual, caciquil y falto de representatividad y, sobre todo, no apoyar y animar el golpe de estado de Primo de Rivera. Que decir del Conde de Barcelona, deseando luchar en las filas franquistas. Siempre que pudieron apostar por principios democraticos, liberales, modernos lo hicieron en favor de las élites, la iglesia y la cerrazon. Siempre su supervivencia antes que la de la nación. La dinastia se perpetua con la ayuda de la tirania.
    Y asi hemos llegado, por derecho genetico que no ético, a los tiempos de hoy en dia, con su majestad Felipe VI, el mejor preparado. Que Dios nos pille confesados !

    • Isismoking

      Hombre, el sistema dual, caciquil y falto de representatividad era ideal para un pueblo con mentalidad caciquil, dual y al cual la representatividad se la soplaba salvo a algunos intelectuales (Que prácticamente jodieron todo lo avanzado social y económicamente con el invento ese de la memez del catastrofismo regeneracionista).
      Primo de Rivera saco a España de dos pozos importantes, la infame guerra contra marruecos y el pistolerismo patronal-sindicalista. Y como es obvio, el Conde de Barcelona no se va a poner del lado de los Republicanos. No hemos tenido unos reyes especialmente infames o tiránicos de Isabel II para acá, por mucho que a la mitología republicana le fastidie.

      • Pepe Alcaide

        Dos puntualizaciones.
        Primera. Atribuir al pueblo, así en general, virtudes, defectos, caracteristicas,… así a grosso modo es faltar a la verdad y faltar al respecto al individuo, al considerarle no dotado para gobernarse y tener el derecho a escoger a sus gobernantes. Es la vieja teoria del despotismo ilustrado; todo para el pueblo pero sin el pueblo, en version hispana. C’est a dire, todo lo del pueblo, pa nosotros.
        Segunda. Primo de Rivera da el golpe de estado para, entre otras cosas, tapar la investigación sobre el desastre de Annual, la mayor tragedia militar contemporanea española -más de 10.000 muertos- realizada por el coronel Picasso (si, familia de ese otro Picasso) y en el que quedaba clara la implicación de Alfonso XIII en el mismo, al animar a tacticas y estrategicas descabelladas al General Silvestre, al mando en Marruecos en esos momentos. Es decir, un golpe de estado para proteger las verguenzas de la monarquia española, que, una vez más, causo la muerte de sus nacionales. Y la pacificación de Marruecos fue posible por la intervención, decisiva y militarmente demoledora, de Francia. Lo de acabar con el gansterismo, opinable en el mejor de los casos.
        Saludos cordiales.

  5. Qué mal le salían a Goya los caballos. ¿O eran animales con microcefalia?

  6. Cabaña

    Otro artículo pseudointelectual al servicio de las tesis liberales españolas. Los mismos liberales que hacían desamortizaciones no para beneficiar al pueblo, sino para expoliar sus recursos. El pueblo en su mayoría jamás se sintió representado por la monarquía, pero obviamente no era tan estúpido como para situarse del lado de los liberales e impulsores del capitalismo moderno. Lo primero que debería hacer la persona que firma el artículo, sería la de instruirse seriamente en como era el pensamiento de lo que él, llama » pueblo», en vez de basarse en los tópicos de los libros oficiales de historia moderna.

    • alfonso vila

      Pues sí, evidentemente al final (y casi desde el principio) las desamortizaciones de Mendizábal y de Madoz no beneficiaron «al pueblo». Ni casi ninguna de las otras acciones en ese sentido, ni siquiera (paradójicamente) las que SÍ pretendían realmente beneficiar al pueblo. Pero ese es otro tema. Y te remito, si quieres, a mis otros artículos. Por lo demás, aunque no coincida contigo en otros puntos, gracias por leerme, como digo siempre.

  7. Pingback: Podcasts del Tema 2 de Historia de España. | Diario de clase de sociales

  8. Independientemente del tono desenfadado e irónico del artículo, me parece tan acertado por actual, el tema que trata que solo falta cambiar el nombre de un monarca por el de algún gobernante que unos sufrimos y otros han elegido.

  9. Atticus

    Para «alma de esclavo», los sevillanos. Sentí vergüenza ajena ante la babosería de su conducta respecto a la Duquesa de Alba, cuyo único mérito fue nacer con una flor en el pompis y vivir entre lujos en épocas en que la mayoría de la población solo conocía el hambre, la miseria y el miedo.

    • aurora

      Atticus estoy de acuerdo que el pueblo sevillano no tiene agallas para enfrentarse a semejante feudalismo que tienen alli y lo peor encima dan palmas.

    • Juan María

      Qué buena respuesta, creía que sólo yo había tenido esa sensación como bien dices de babosearía. ¿ Qué dejan o han dejado a los demás? Dicen que mucho trabajo han dado, pero está claro que desde la posición del todopoderoso terrateniente. Esto no cambiará hasta que nuestros hijos puedan decidir que es tiempo y agua pasada y que la sangre sólo tiene un color, no por casualidad, roja.

  10. Fernando VII

  11. Y seguimos con los cuentos habituales.

    Alfonso, si yo no voy por ahí.

    Vamos a ver, porque en este país no razona ni Dios (literalmente).

    Primero, las supuestas torpezas de F7 no fueron tales. Él sólo quería lo mismo que hicieron, sin excepción, sus antepasados, y además, **era lo que se esperaba de él**. Él, con mucha razón, acudió a los franceses, tal y como desde Felipe V acudieron todos los monarcas borbones, porque el cambio de dinastía era exactamente eso, que la Corona Hispánica pasase a ser absorbida por la Francesa. Lo único que se negoció en Utrecht, y gracias a los «malos malísimos» ya británicos (que no ingleses) fue que ambas coronas recayeran sobre un mismo rey, que era exactamente lo que buscaban los Borbones, es decir, chapar Madrid y llevarse la corte a París. Eso es exactamente lo que hubiera pasado de no haber sido por lo burros, que no malísimos, de los británicos, que tardaron en entender aquello de «quien mucho abarca poco aprieta». Pero desde luego en este escenario ahora Bonnées Airs o Méxique no estarían hablando en castellano.

    Pero el punto que nos interesa: F7 tenía razón, y fue NB el que metió la pata. F7 era el hombre de NB, con él, la Corona, al completo, cobarde y mezquina, se hubiera mantenido permanentemente del lado imperial sin chistar, probablemente con la cesión de lo que hiciera falta (Catalunya, Vascongadas, lo que SM pida), y no hubiera habido ni revueltas ni hostias, antes al contrario, guerra a muerte contra el inglés (y el ruso, y el prusiano…). F7 estaba tan convencido de esto -porque estaba en lo cierto- que lo que no pensó es que NB le diera la patada en el culo. De tonto ni un pelo. Como no era tonto Godoy, que sabía que era prescindible y se movía en consecuencia, para nada a la defensa del chiringuito que le daba de comer el alpiste.

    De hecho, F7 sobrevivió a NB y recuperó su trono sin el menor problema. No acabo de entender a qué viene esto de llamarle tonto, nunca tuvo nada de tonto. Entendía a la perfección cómo funcionaba el tinglado y por eso no quería menearlo, sabedor de su fragilidad. Era lo que se llamaría hoy un Rajoy de la vida, que tampoco tiene un pelo de tonto. Vamos, si es tonto, entonces todos los demás son subnormales de baba.

    Que no es descartable.

  12. Y seguimos con los cuentos habituales.

    Alfonso, te contesto separadamente. La nobleza sí se involucró, pero depende de cuál. Hacia 1800 Hispanistán todavía era algo como la UE actual, un tinglado unido con alfileres pero con enormes, grandísimas diferencias internas (incluyendo el «núcleo duro» Castilla, para entendernos). La gran nobleza digamos imperial, casi nadie, pero de ahí para abajo el grado de implicación dependió del territorio y sus particulares circunstancias socioeconómicas. En general, si no estoy equivocado, las Juntas que se constituyeron lo eran por estamento, y no estaba ausente la clase alta. Harina de otro costal es el papel de cada caso por separado.

    No me sirve ni Vizcaya ni Navarra, que de todos los territorios eran los más «independientes». Pero por ejemplo el papel en otros territorios, p.ej. Aragón, la nobleza casi, ateniéndonos a los hechos pelados, tuvo un comportamiento genocida casi como si quisiera exterminar a las clases populares con la excusa de la guerra contra el francés, con estrategias delirantes y demenciales, de las cuales el propio Aragón ya no llegó a levantar cabeza, por decir un caso a boleo.

    Tampoco hay que olvidar que toda la inteligencia del país era afrancesada, sin excepción, que es como decir que el facherío era la parte antifrancesa. Todo esto no se hizo ni sin el conocimiento ni sin la aquiescencia de F7, que como ves, de tonto no tenía un pelo (aunque en su retiro dorado felicitaba al Emperador por sus victorias en Hispanistán, que eran diarias, y no es ironía).

    Es más, acabada la guerra reclamó la devolución de Cerdeña, porque pensaba que lo merecía al contribuir a la contrarrevolución de Viena (menudo tonto). Lo que sí era era cutre y cicatero, y si los sobres hubieran ido como debían probablemente Cerdeña sería española hoy, en el supuesto de que España no se hubiese desintegrado en algún momento del siglo XIX (cosa que sí estuvo a punto de pasar varias veces, y otro día hablamos del 98, porque los americanos querían desembarcar y anexionarse las Canarias, y sólo los recaditos franco-británicos les pararon los pies, pero EEUU tenía muy claro lo que era España y que era perfectamente desmoronable con un mínimo de esfuerzo, como el Imperio Otomano y otras perlas heredadas del Ancien Régime en agonía continuada hasta el invento del fascismo político).

    • alfonso vila

      Sí, en lineas generales tienes razón. Fíjate que yo a Fernando VII lo que menos le llamo es tonto. Tonto le llamo a su padre. A FVII le llamo hipócrita, pelota y egoísta. Cuando estaba «prisionero» en Valençay, su pueblo luchaba por él y moría por él (y también se moría de hambre, por cierto), y él vivía tan ricamente, no reparaba en gastos y le hacía la pelota a Napoleón descaradamente. Lo que digo de FVII es que él sólo quería ser rey toda su vida, por encima de todo lo demás, sin preocuparle nada más que eso, tuviera que hacer lo que tuviera que hacer (por indigno que fuera) y que encima al final se salió con la suya, porque murió tranquilamente en su cama y con las cosas bastante atadas para su gusto.
      Y desde luego había un sector que lo apoyaba, como se vio muy pronto con el «manifiesto de los persas», pero eso no me parece suficiente excusa para indultarlo. Otros reyes, dentro de su mentalidad, como Fernando VI o Carlos III, o incluso Felipe V, hicieron bastante más por sus reinos. Pero bueno, eso es mi opinión, tan subjetiva como todas.
      Y, por cierto, sí, los americanos le habían echado el ojo a las Canarias, y ahí los ingleses nos ayudaron un poco. Pero también fueron los ingleses los que frenaron cualquier intento de otras potencias absolutistas, como Rusia, de ayudar a Fernando VII en la lucha contra los rebeldes americanos. Jovellanos decía que lo ideal era que España se situara entre los franceses y los ingleses y
      hiciera de freno entre los dos y se beneficiara de las alianzas de los dos, pero lo que pasó fue lo contrario. No éramos complemento de nadie y nuestros aliados sólo pensaban en beneficiarse a nuestra costa. Nos fue mal con unos y nos fue peor con otros.

  13. Historiador

    Me parecen interesante tanto las aportaciones del autor como de los comentaristas. Con todo, en el artículo hay un error reseñable: tras la vuelta del absolutismo en la «Década Ominosa (1823-1833)» no se restauró la Inquisición, por lo que fue abolida definitivamente en 1820 con el Trienio Liberal.

    • alfonso vila

      Perdóname si me equivoco pero tengo entendido (al menos eso he visto siempre en la bibliografía consultada) que la restauró en 1814 como tal, luego la suprimió con el trienio liberal, pero luego la volvió a poner, en versión menor y se le cambió de nombre, se llamaba «juntas de fe». Hasta la regencia de Maria Cristina de Borbón, con un decreto de Francisco de la Rosa, 1843, no fue abolida definitivamente.

  14. Victor

    Frases de Napoleón sobre España y los españoles hay unas cuantas, y son, por lo menos, muy curiosas.

  15. El Xavi

    Divulgación al fin y al cabo que es de lo que se trata. Ojalá los españolitos, no solo de bien, conocieran al menos la mitad de la mitad de lo que nos trae Alfonso Vila hoy.

    Por lo demás, está muy bien esto de juzgar desde el s.XXI lo que ocurrió en el XIX. Que el liberalismo político va unido al económico y, por lo tanto, era defendido por una élite de nuevo cuño que buscaba un nuevo régimen con las desigualdades del Antiguo, no es nada nuevo. Las formas habían de cambiar bajo el paraguas de los títulos de propiedad. El campesino, claro, contaba poco. Dicho lo cual, nadie duda hoy que la Guerra de la Independencia tuvo un marcadísimo carácter popular, ¿quizá reducto de los viejos motines del Antiguo Régimen? ¿reacción ante un abuso más, ahora de las tropas francesas? ¿desamparo ante la descomposición de una monarquía aún sagrada?

    Y ante nuestra frecuente tendencia a despotricar de todo cuanto nos acontece, no vendría mal recordar que la historia de España de esta parte del XIX va de la mano de cuanto acontece en el resto de Europa , excepción hecha de Reino Unido. El liberalismo llega a España como lo hace a otros puntos del continente; la subsiguiente revolución elitista liberal también; la vuelta al absolutismo tras el Congreso de Viena, sin duda; la lucha por implantar un liberalismo doctrinal de escasa representatividad, por supuesto. La diferencia, radica en que en este punto de Europa no había una burguesía capaz de llevar a término la industrialización que nos equiparara a la Gran Europa. No vivimos la proleterización de nuestras clases populares, no alcanzamos la modernidad, y perdimos Cuba.

  16. Toda monarquía es genéticamente programada para ser TONTA.
    pjmelián

  17. Pingback: Si el padre era tonto, el hijo era peor | Personajes y Leyendas

  18. Elquenosabe

    Lo que es indudable es que la talla humana de Fernando VII era cuando menos dudosa: cobarde, zafio, rastrero, mentiroso, perjuro. Serian buenas cualidades para un Rey si hubiera tenido un minimo de direccion politica, que no era el caso. Su direccion politica era mantenerse el, la familia, sus ideas rancias y nobles allegados en el poder. Lo demas sobraba.

    Me gusta tambien esa idea de que los Borbones con España ni fu ni fa. Lo cual es cierto desde Felipe V. Les interesaba mas la corte de Francia que otra cosa.
    Han pasado ya sus 300 años y aun tengo dudas de que España les interese un pimiento…

  19. Pingback: La guerra de la Oreja de Jenkins y otras guerras olvidadas – Anuska Martínez

  20. santiago

    Si el padre era tonto (no se piense en un insulto; tan sólo que era poco capaz como gobernante) el hijo no es que lo fuera más; es que era malo, mala persona, tridor a todo lo que le impidiera ser el dueño y señor, un dechado de antibondad ( me invento la palabreja). El rey felón, como lo recuerda la Historia. Pactó con uno de los asesinos más grandes de la historia europea (Napoleone Buonaparte). Traicionó a los que lo repusieron en el trono. Quiso cargarse a su padre. Faltó a su palabra en multitud de ocasiones, Impidió, por su política, que España se adhiriera al progreso que se extendía por el resto de Europa. Enfin, una delicia de persona.

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