Si hemos de creer lo que el cine nos cuenta, tras el final de la Segunda Guerra Mundial la diáspora de altos cargos del Tercer Reich abarcó desde bases secretas bajo la Antártida a la cara oculta de la Luna, pasando por quienes encontraron cobijo en el Pentágono, los que se hicieron zombis y finalmente, algunos, con el apoyo de la organización secreta Odessa pudieron esconderse en varios países sudamericanos bajo una nueva identidad. Por el momento solo se ha podido demostrar como cierta esta última opción, con casos tan notorios como el de Adolf Eichmann, máximo responsable de los campos de concentración en Polonia que fue capturado en Buenos Aires por agentes del Mossad en 1960 y trasladado a Israel, donde fue juzgado y condenado. Pero… ¿Y si hubiera más? ¿Y si la misión de desenmascararlos y secuestrarlos para su traslado a Israel terminase recayendo en un anciano senil y un desempleado con problemas de alcoholismo?
Esta es la historia que nos cuenta el cineasta uruguayo Álvaro Brechner en su segunda película tras Mal día para pescar, una comedia que logró cierta repercusión internacional sobre un excampeón de lucha libre que viajaba a salto de mata junto a su representante. Aquí vuelve a retratar a una pareja de pícaros fracasados, aunque esta vez con una misión entre manos mucho más seria y trascendental… al menos inicialmente. El protagonista, Jacobo Kaplan, es un uruguayo de raíces polacas y judías al que la cabeza empieza a fallarle ante la creciente preocupación de su familia. Un día, charlando con su nieta, esta le habla de un enigmático alemán que se pasa el día en la playa, un hecho aparentemente trivial que enciende inmediatamente una bombilla en el interior de Jacobo. Esa era la causa que necesitaba este Don Quijote para dar sentido a sus últimos días, que encuentra a su Sancho en Wilson Contreras, un amigo de la familia al que ofrecieron ejercer de chófer para él y que pronto pasará de llevarle en coche a ser su cómplice en una arriesgada misión.
Como en la obra de Cervantes la comicidad surge del contraste entre lo sublime de los ideales que les mueven con la prosaica realidad que van encontrándose, del choque entre la elevada imagen de sí mismos de los protagonistas y cómo los ven realmente los lectores/espectadores. Pero al mismo tiempo también, en ambas, los personajes van imbuyéndose de una peculiar dignidad. No quieren pasar de largo de la vida dedicándose simplemente a ver discurrir los días, sino que aspiran a vivir con sentido. La nobleza de la justicia que persiguen les termina contagiando a ellos y quizá sea esa la mayor lección que podamos aprender. Eso, y que Sudamérica no es un buen refugio si eres un nazi huido, mejor prueba con la cara oculta de la Luna.
Kaplan se estrena en cines el 25 de diciembre, de la mano de Avalon.
A veces lo que parecen gigantes son gigantes.
O enanos.
Pos si
No vayan, a menos que quieran confirmar que el cine que se hace por aquí es aburrido y cansino.
Fantástica película. Tuve la oportunidad de verla en un preestreno en Barcelona y me gustó mucho mucho.
Eichman era el responsable de todos los traslados a campos de exterminio y concentracion,no eran lo mismo,de todo el reich