La probabilidad, si se piensa bien, no es muy alta. Las dos son italianas, nacidas en Milán hace treinta y pocos años, tienen un doctorado en Física y trabajan en el Instituto de Física Corpuscular de Valencia. Para mayor inri ambas responden al bonito nombre de Paola (que en italiano se pronuncia acentuando ligeramente la «a»). Paola Ferrario es una investigadora del equipo NEXT, mientras que Paola Solevi es una experta en imagen médica. De hecho, aunque las especialidades profesionales de ambas parezcan, a primera vista, algo diferentes, lo cierto es que trabajan en cosas bastante parecidas, ya que ambas desarrollan sofisticados algoritmos de reconstrucción de patrones que involucran una fuerte preparación matemática y amplios conocimientos de informática. Lo que no impide que ambas sean aficionadas a la literatura, el buen cine, la buena mesa y los buenos amigos y ambas sean activistas sociales, cada una a su manera.
Llevan ya bastantes años viviendo en España y hablan un español casi perfecto, aunque ninguna de las dos se ha desprendido de un ligero acento (una forma mimosa de hablar que endulza y le quita aristas a la dura lengua castellana) que las delata. Y quizás no sea solo el acento. Siguen siendo italianas en la forma y en el fondo. De ahí la tentación de investigar cuáles son las diferencias entre ambas, al menos en lo que concierne a su relación con la vieja piel de toro y sus habitantes.
¿Cómo se os ocurrió la idea de venir a España?
Paola Ferrario: La idea de venir a España a hacer un doctorado en física tomó forma al acabar la carrera, cuando empecé a plantearme el futuro y vi que hacer la tesis en el extranjero era una excelente oportunidad para conocer lugares nuevos, aprender un idioma y vivir una experiencia que me enriqueciera no solo profesionalmente, sino también a nivel personal. ¿Por qué España? Por muchas razones. A la altura del año en la que empecé a mirar becas y programas de estudios, ya se habían cerrado los plazos prácticamente en todos los sitios, incluida España, donde, sin embargo, me encontré con el primero de una larga serie de ¡No pasa nada!, tenía buenas posibilidades de conseguir una beca (era todavía tiempo de vacas gordas, en investigación y en todo), conocía a un grupo de investigación muy bueno en mi campo y España y el español me atraían desde que había vuelto de un mes maravilloso en el camino de Santiago, años atrás.
Paola Solevi: Mi caso fue algo distinto. Durante el doctorado en la Universidad de Milán me ofrecieron pasar un año en el CERN (el laboratorio de física de partículas, sito en Ginebra donde se ha descubierto el bosón de Higgs). En ese momento no me di cuenta del alcance profesional de tal oportunidad, simplemente vi la posibilidad de un viaje, de una experiencia. Pero al cabo de cierto tiempo me di cuenta de que se trataba de un viaje solo de ida. Me enamoré del entorno internacional, de los intercambios culturales y por supuesto de la investigación. Acabé el doctorado y conseguí un puesto postdoctoral en la Universidad Politécnica de Zurich. Durante una temporada viví y trabajé en un triángulo entre Francia, Ginebra y Zurich. Por la época empecé a colaborar con un grupo de Valencia que me empujó a solicitar una beca Marie Curie de la Comunidad Europea. Y aquí estoy, cuatro años después. Mucho me temo que el desarrollo de mi carrera profesional en España ha sido el perfecto reflejo de la economía española, cuando me paro a pensarlo me sorprendo del increíble paralelismo. Empecé con una prestigiosa beca, luego comenzó un funambulesco recorrido entre contractos de seis meses y en estos momentos no tengo un contrato estable. Curioso, llegué en 2010 pensando que me tropezaría con un país atrasado y por el contrario, me encontré en una España despierta y vivaz. Ahora, que me planteo marcharme, me dejo el país como imaginaba que lo encontraría. Es una pena haber sido testigo de un retroceso tan claro.
¿Cuáles fueron vuestras sensaciones iniciales?
PF: Hay que reconocer que vivir en Valencia para una italiana no es precisamente lo que se dice un reto: superé sin mucha dificultad el trauma de los más de trescientos días de sol al año, las comidas en las terrazas en pleno invierno, el impacto con el jamón ibérico de bellota y los arroces valencianos, la semana o así en los que me vi obligada a expresarme en inglés porque no sabía usar el idioma local… España te hace sentir como en casa en lo que se refiere a la forma de las relaciones: los compañeros de trabajo comen juntos, los domingos a menudo son días dedicados a la familia (¡no se te ocurra faltar a un cumpleaños o a un santo!), por no hablar de las fiestas tradicionales. Como en Italia, hacer partícipe de tu vida al otro pasa a menudo por una buena comida. Esto de la comida es una obsesión compartida entre españoles e italianos, que nunca se acaban de explicar nuestros colegas nórdicos del IFIC.
Pero no todas son similitudes, ¿hay algo que hayas encontrado distinto?
PS: Algo que me gusta del país ha sido la realidad de la movilización ciudadana. Quizás mi estancia ha coincidido con un contorno socio-político inquieto e incierto, pero sin duda existe en España una accesibilidad sin barreras al activismo. Aquí desarrollé una faceta importante para mí, como defensora de los derechos humanos y como luchadora ambiental. Yo diría que si tienes un ideal, aquí puedes encontrar fácilmente un colectivo, una asociación, un movimiento que lo comparta. Existe un sustrato de personas que unen alegría, ilusión y dinámica de cambio cotidiana. Para mí fue un magnífico descubrimiento.
Por otro lado, tengo que decir que después de haber oído tanto hablar en otros países de cómo el machismo sigue impertérrito en Italia, antes de venir aquí no sabía lo que significaba que me trataran «como a una mujer», en el sentido más rudo de la palabra. Esto me ha pasado en Valencia. Cruzarme por una acera con un abuelo de ochenta años y oír comentarios picantes sobre mi anatomía, o ir a correr por el río y descubrir que los chavales en bici se entretienen con el juego de «pincha al trasero». La verdad es que esas experiencias no han sido particularmente agradables, a pesar de que muchos, aquí, le restan importancia.
PF: Por mi parte, venía algo encandilada. Al principio, cuando buscaba piso para compartir, la voz de los chicos que me contestaban por teléfono me parecía muy seductora, con esas eses cautivadoras por todos lados… Creo que el encanto duró algo así como una semana, el tiempo para que lo exótico se vuelva rutinario… Bromas aparte, una de las cosas que vi claras desde muy al principio de mi vida en España fue que, para entender a los españoles, debía conocer su historia, especialmente la historia del siglo pasado. Eso fue porque me topé enseguida con una de las (no muchas) diferencias entre nuestros dos países, la ideologización de la sociedad civil. En España es afición nacional encasillar a la gente, ya sea por sus ideas políticas, por la ropa que visten o por su filosofía de vida. No me había pasado antes que una persona me dijera: «He votado a fulanito en estas elecciones, pero, por favor, no lo digas en voz alta». Esto lo veo tanto en las relaciones personales como en el debate político: hay muchos clichés ideológicos (como que ser nacionalistas es de izquierdas, o si abogas por respetar la ley eres un facha) que sorprenden a uno que viene de fuera.
¿Qué opináis de los tópicos que se suelen atribuir a los españoles? Que son unos vagos, que no trabajan, mucha siesta y mucha fiesta…
Paola y Paola: Con respecto a las fiestas, nunca un cliché se inspiró en hechos más verdaderos… En general no diríamos que los españoles trabajan menos que en otros países, sino que el trabajo tiende a diluirse en el tiempo a compás de almuerzos, meriendas, papeleos, reuniones descontroladas, cotilleos (deporte nacional), etc. Aunque luego se logran resultados como en cualquier otro sitio. Lo cual no deja de ser asombroso, porque cada dos por tres hay un santo, una virgen o una fecha histórica a celebrar y, cuando no la hay, se inventa. Por ejemplo, en Valencia se da el curioso caso del santo patrono «bailarín» del campus de la universidad, de cuyo nombre nadie consigue acordarse, pero cuyo día festivo «baila» todos los años, operando el milagro de conseguir un puente festivo.
Yya para terminar. ¿Podéis resumir vuestra experiencia en un par de líneas?
Paola y Paola: Es indiscutible que vivir aquí ha sido una experiencia enriquecedora, con sus dificultades, sorpresas y desilusiones. Una sensación que compartimos es la de que, a pesar de las similitudes entre España e Italia y a pesar de haber vivido aquí muchos años y habernos adaptado bien, seguimos siendo italianas en España.
«Curioso, llegué en 2010 pensando que me tropezaría con un país atrasado y por el contrario, me encontré en una España despierta y vivaz. Ahora, que me planteo marcharme, me dejo el país como imaginaba que lo encontraría.»
Muy triste lo que se comenta en este rescate de esta entrevista anecdótica, y por añadidura, liviana; pero interesante por el plano humano que se consigue.
Pingback: Italianas en España | EVS NOTÍCIAS.
Jj, las entrevistas no son claramente lo tuyo. Esto no esta a la altura de Jot Down.