A tenor del crecimiento de Podemos en todas las encuestas, es habitual que una de las principales armas de ataque contra Pablo Iglesias sea su (supuesta o no, no voy meterme en eso) admiración por el modelo venezolano. Aprovecho esta circunstancia para volver a Venezuela por un motivo más académico (pero igual de interesante): la curiosa historia de su sistema de partidos desde su nacimiento hasta su explosivo final en los noventa, y en qué medida podemos aprender algo de esa época.
Mientras que la caída y auge de determinados partidos políticos ha recibido bastante atención en la ciencia política, el colapso de sistemas de partidos enteros y su causa es algo que no se trata tan a menudo. Un libro reciente que ha publicado la politóloga Jana Morgan (y que ya ha mencionado Pablo Simón con anterioridad), investiga este fenómeno, con un énfasis especial en el caso de Venezuela.
La historia del sistema venezolano empieza con el retorno de la democracia en 1958 tras una década de dictadura militar y de la mano de un pacto entre tres partidos políticos, el democristiano COPEI (Comité de Organización Política Electoral Independiente), el socialdemócrata Acción Democrática (AD) y la Unión Republicana Democrática (que habría de perder importancia en los años siguientes). Estos partidos habían dominado el breve trienio democrático entre 1945 y 1948 y tenían todas las intenciones del mundo de evitar la conflictividad y la falta de estabilidad que habían caracterizado a la anterior experiencia de democracia. El resultado fue una democracia pactada en el Pacto de Punto Fijo, mediante el cual los tres partidos se comprometían a respetar los resultados de unas elecciones democráticas, a formar un Gobierno de unidad nacional durante una legislatura, y a un programa mínimo de gobierno. Este puntofijismo también excluyó del sistema a varios partidos de izquierda como el Partido Comunista de Venezuela o el Movimiento Izquierda Revolucionaria, que de hecho se opusieron al nuevo régimen durante más de una década.
El pacto consiguió sus objetivos. Con el paso del tiempo (y la progresiva pérdida de importancia de la URD, que dejó a AD y COPEI como partidos dominantes), como explica Morgan en su libro, Venezuela se convirtió en un ejemplo paradigmático de estabilidad en cuanto a sistemas de partidos se refiere. Los altos niveles de crecimiento de los años sesenta y setenta, liderados por la industria petrolífera y la industrialización por sustitución de importaciones de Singer, Prebisch y Furtado, contribuyeron a alcanzar un nivel de estabilidad política elevado. Los votantes veían a los dos grandes partidos como símbolos de visiones ideológicas claramente distintas, una de izquierda socialdemócrata y otra de derecha democristiana (aunque ambos tuvieran posiciones similares en cuanto al nivel de intervencionismo estatal, aunque volveremos a ello). En las encuestas de la época los votantes situaban siempre a los adecos de AD más a la izquierda que a los copeyanos del COPEI en la escala ideológica. Aunque esto siempre es difícil de medir, en las encuestas de 1973 y 1983, un 46% y un 38% afirmaban que los políticos no respondían a los problemas del país, lo cual sugiere una cierta respuesta a las preferencias de los votantes. Además, los niveles de militancia eran muy altos, y los organismos que representaban intereses de clase (como las federaciones de empresarios, los sindicatos o las asociaciones de agricultores) estaban integrados tanto en los cuadros organizativos del partido (a menudo como secretarios en ejecutivas) como en las instituciones del país (a través del reparto de cargos). La riqueza del petróleo además permitió la creación de redes clientelares que llegaran a grupos sociales que no estaban representados por los canales oficiales de representación (grupos en los que los partidos a menudo no estaban interesados por ser demasiado poco numerosos).
No obstante, durante la década de los ochenta los años de bonanza se acabaron, y llegaron las crisis, como en muchos otros países de América Latina. Tras las subidas de la década de los setenta, entre el 83 y el 86 el precio del barril de petróleo bajó de USD 29 a USD 13,5, minando la capacidad presupuestaria del estado venezolano. A pesar de algunos periodos de crecimiento, los déficits y el aumento de la deuda pública disminuyeron la capacidad del Gobierno para reaccionar.
Pero, ¿por qué cayó el sistema de partidos? Morgan apunta a tres factores que provocan la caída de los sistemas de partidos: el declive programático, fallos en la incorporación de grupos sociales y la ruptura de las redes clientelares.
El declive de un programa de gobierno ocurre cuando los principales partidos no son capaces de responder a las necesidades de la población a través de políticas concretas o de un paquete ideológico. Este declive se ve exacerbado por varios factores, entre ellos una crisis doméstica (sea política o económica), una limitación de las respuestas políticas a dicha crisis por parte de actores internacionales, y una serie de acuerdos entre los grandes partidos que difuminan las diferencias entre ambos y por tanto refuerzan la desintegración de la oferta ideológica para los votantes. Venezuela, y en cierta medida muchos otros países de la región, sufrieron esta serie de problemas en bloque.
El sistema nacido del puntofijismo de 1958 se había centrado alrededor de la estabilidad política y un alto nivel de intervención y liderazgo estatal en la economía, a caballo de las teorías de sustitución de importaciones de la época. Todo ello solo había sido posible gracias a la buena situación económica y a los ingresos del petróleo. El desplome del precio del crudo le quitó a los dos grandes partidos la principal estrategia que habían seguido en las últimas décadas. Durante la segunda mitad de los ochenta, los gobiernos de centro-izquierda adecos persiguieron capear el temporal a la espera de brotes verdes y nuevos ingresos del petróleo, pero la situación empeoró.
Por si ello fuera poco, una serie de acuerdos con el Fondo Monetario Internacional, fruto de las dificultades causadas por la elevada deuda pública, limitaron aún más el margen político de los gobiernos. La segunda presidencia de Carlos Andrés Pérez (también adeco) vio la firma de un acuerdo para un préstamo de emergencia con contrapartidas en términos de, entre otras cosas, la liberalización de sectores y precios anteriormente regulados, de los cuales el más relevante era el del petróleo. La inmediata escalada del precio de la gasolina y el transporte que siguió a la eliminación de subsidios causó movilizaciones, que derivaron en disturbios, violencia, represión del Gobierno y muertes, en lo que hoy conocemos como el Caracazo. Las protestas por el cambio radical de la política gubernamental (Carlos Andrés Pérez se había presentado a las elecciones con un programa contrario a la liberalización de precios) aumentaron su impopularidad entre los votantes, y entre la propia bancada del partido en el Congreso, que se convirtió en cuasi-oposición del presidente. En poco tiempo, las expectativas de voto a la AD se habían desplomado. Las elecciones presidenciales del 93 dejaron a la AD con un resultado desastroso, perdiendo casi treinta puntos y pasando de un 53% a un 23% de los votos.
La pregunta natural es, ¿por qué el COPEI no constituyó una alternativa de gobierno entonces, como lo había hecho en otras ocasiones? Y la respuesta, en parte, es que los votantes habían pasado a identificar a ambos partidos con el mismo paquete ideológico y de políticas. Mientras que en los setenta y ochenta la AD siempre puntuaba más a la izquierda que COPEI, en los noventa los votantes situaban a ambos partidos en torno al 6,5 en una escala del 1 al 10. La deriva liberal de Carlos Andrés Pérez acercó a AD hacia la derecha del eje político, mientras que las divisiones internas dentro de COPEI entre democristianos y liberales (y otros feudos personales que ocasionaron que hubiera dos candidatos conservadores en las elecciones del 93) terminaron de minar la situación. Los acuerdos entre los grandes partidos, una clave del sistema puntofijista para garantizar la estabilidad del sistema acabaron por identificar a todos los partidos con la incapacidad de articular e implementar una respuesta efectiva a los problemas de Venezuela.
Para una segunda causa de este colapso del sistema de partidos hay que mirar a la transformación económica y social del país. Las crisis de los ochenta y noventa afectaron de forma desproporcionada a las clases bajas y a grupos tradicionalmente excluidos de los mecanismos de participación política formales, como los trabajadores del sector informal o los afrovenezolanos. El sistema nacido del 58 estaba basado en clivajes de clase, y había incorporado con éxito a representantes de los trabajadores, de los empresarios, de los campesinos y de los profesionales liberales. Las crisis aumentaron el tamaño de otros grupos sin representación, como las clases pobres urbanas o los parados. Las fuerzas relativas cambiaron, y los anteriores integrantes del sistema perdieron peso. Los trabajadores afiliados a algún sindicato pasaron del 40% de la población en la primera mitad de los ochenta a apenas un 15% en la segunda mitad de los noventa. Mientras tanto, la proporción de trabajadores informales aumentaba de un 34% a un 49%. Las estrategias de incorporación de intereses de los dos grandes partidos, que habían funcionado durante décadas, dejaron de servir.
Finalmente, la caída de los ingresos del petróleo minó la capacidad de los partidos para mantener cualquier red clientelista, o de crear nuevas para intentar cooptar a los grupos sociales emergentes que no habían sido incorporados al sistema político. El proceso de descentralización, que tuvo como virtud un aumento de rendición de cuentas de los líderes locales y regionales, también destruyó el monopolio que los grandes partidos tenían sobre los recursos públicos, aumentando la competencia y disminuyendo las rentas.
El desenlace del colapso es una historia que todos conocemos. Para 1998, los grandes partidos están en caída libre. Ni COPEI ni AD presentan candidatos a la presidencia. La crisis económica continúa, y el PIB per cápita venezolano está a niveles de los años sesenta. A pesar del apoyo de ambos partidos al candidato opositor, Hugo Chávez gana de forma abrumadora las elecciones cosechando un 56% de los votos. Desde entonces, ni adecos ni copeyanos se han recuperado.
Nací y vivi en Venezuela, como otros tantos hijos de emigrantes gallegos (y canarios, y luego menos de otras partes de España), hasta que llego el chavismo.
Me parece que el articulo y, supongo, el libro en el que está basado, hacen un estudio bastante acertado de la situación histórica del colapso de la democracia puntofijista en Venezuela. Hay algunos flecos que no me convencen (los «afrovenezolanos»… bueno, esos estaban excluidos de la misma manera que la mayor parte de la población – por pobre. Si, hay razones históricas por las que estaban en esa categoria, pero básicamente no me parece que formaran un bloque mas definido que el de masa de pobres), y creo que le falta incidir en algunos aspectos.
Por ejemplo, y uno que sonará muy conocido, no sólo esta el hecho de que hacia el final del «sistema» no se veia diferencia ideológica significativa entre AD y COPEI; aparte, ambos estaban muy descalificados por los abundantes casos de corrupción que se daban en ambos partidos cada vez que tocaban la silla…
O como escribió Larra en otra época de crisis: «quien no atendió a la lluvia, luego se queja cuando se lo lleva la corriente».
O expresado de modo más grosero: el PP y el PSOE han cavado con gran ahínco su propia tumba.
Sí a todo, pero se te olvidan dos elementos muy importantes:
1/ La guerrilla de los años 60 y 70, que la firmeza del pacto entre COPEI y AD consiguió vencer, pero cuyos rescoldos permanecieron agazapados en las ciudades esperando mejor ocasión para dinamitar el bipartidismo.
2/ Los golpes de estado de Chávez, con 2 intentos en 1992.
Chávez no fue un candidato opositor surgido de la nada, por pura desafección al. bipartidismo, sino que su golpismo le había creado ya su aura de hombre de acción que promueve una alternativa real.
Lo más sintomático de la descomposición de los partidos venezolanos es que Carlos Andrés Pérez gobernó con la oposición de su propio partido (en parte por crear un gobierno de tecnócratas independientes que iban contra el reparto de poder interno y, sí, contra el propio programa electoral) y que Rafael Caldera lo sucedió como presidente prácticamente sin partido, habiendo abandonado el COPEI que él mismo había fundado en los años 40 y llevado a la presidencia en los 70..
Buen análisis, y necesario ahora que se habla tanto de Venezuela en España.
Me gustaría ver un segundo artículo donde se analice en profundidad el periodo del 93 al 98, cuando el sistema se derrumba: la represión brutal del caracazo con actuación del ejército masacrando a la población civil, el descontento de algunos mandos de ese mismo ejército ante ese escenario catastrófico, el consecuente golpe de estado fallido y la prisión de un Chávez culpable pero cada vez más carismático y, para finalizar, la desastrosa campaña electoral del 98 (campaña que recuerda mucho a la actual situación en España, donde los ridículos ataques a Podemos y los movimientos infantiles de los partidos tradicionales tratan al votante como si fuera tonto – vease Pedro Sánchez como nueva cara para convencernos de que ahora el PSOE es un partido joven – y, en última instancia, refuerzan el discurso de ‘la casta’).
Por último, nada explica mejor el escenario político de la democracia venezolana pre-chavista que el nombre que el pueblo llano dió al pacto de Punto Fijo: pacto de la Guanábana (una fruta tropical, verde por fuera y blanca por dentro, justamente los colores de COPEI y AD).
No les parece que, a estas alturas de siglo, algo muy parecido se está diciendo del pacto del 78?
Como venezolana que soy y habiendo vivido la era pre Chavez, a Chavez y a Maduro y, a pesar de todo el desastre que llegó a ser AD y COPEI, en aquella Venezuela se vivía mil millones de veces mejor que en esta Venezuela de hoy en día.
Españoles, no se dejen engañar por cantos de sirena.
El problema, tal como lo veo yo, es que eso es lo mismo que un paciente con cáncer terminal te diga que vivia mejor hace 1 año que hoy.
Asi como la supuesta revolución bolivariana no ha significado mas que acentuar las mismas metidas de pata de AD y Copei, pero ahora con retórica (y práctica) violenta incluida, no se puede obviar que esto no es mas que el tramo final de la trayectoria que llevaba el país. Si, mucho peor, pero claro que iba a ser mucho peor, son décadas de descomposición ya.
Evidentemente eso no excusa a los chavistas, a los que les encanta sacar a la Cuarta República como defensa, pero vamos, que si estos llegaron a tomar poder fue, precisamente, por los desastres que dejaron los anteriores. Si la gente se tiró a los brazos de estos fue porque ya la «Guanábana» estaba muy podrida.
Espero que llegue algo nuevo, pero de verdad, que rompa con la curva descendente que ha sido la historia venezolana contemporánea.
Pingback: Historia de dos partidos: El colapso del sistema venezolano
Muy buen artículo, señor Medina.
Aquí os comparto una gráfica del libro de Jana Morgan que resume las ideas y el modelo de colapso de sistemas de partidos que Pablo Simón y tú tan elegantemente describis:
https://twitter.com/Alex_GuerreroR/status/529257725130469376
Me ha gustado el articulo, que desgrana bien lo que sucedió en Venezuela durante esas tres décadas 70, 80 y 90, se encargaron de ir configurando la realidad política de Venezuela, recordemos que Chavez fue el síntoma de la enfermedad.
El resumen de estos hechos históricos, que no pasaron sólo en Venezuela, es que cuando vienen las crisis económicas y falta el dinero, todo el sistema creado se derrumba, y se buscan alternativas que surgen de la propia necesidad de un cambio. El como se gestione ese cambio y las circunstancias internacionales serán determinantes en el futuro de los acontecimientos, que si bien, en muchos casos fueron más frustrantes todavía, tampoco tiene porque ser así. La moraleja que se puede extraer independientemente de quien gobierne, es que cuando fluye el dinero, las cosas funcionan y cuando falta es necesario caer muy bajo para iniciar la recuperación y que los que mueven el dinero vean negocio.
Hay unas cuantas impresiciones en este análisis. Aunque Chávez ganó con el 56% de los votos, la clave para la creación de una hegemonía no fue esa porque con casi un 40% de abstención, aún había un arco representativo bastante plural en el Parlamento, a pesar de que los grandes partidos se unieron en torno a la figura de Salas Röhmer.
LA clave de la hegemonía estuvo en convencer a la población venezolana de que la unica salida a la crisis era la conformación de una constituyente (¿nos suena?) que no una reforma de la constitución. Una constituyente que como es natural pasaría sustituir a todas las instituciones del Estado. Aprovechando su triunfo y el momento de popularidad se creó un sistema mediante el cual, con el 61% de los votos, Chavez se hizo con el 95% de la representación en la COnstituyente y ahí comenzó a construirse una hegemonía que dura hasta hoy. Una hegemonía en la que se ha anulado por completo la separación de poderes. Una separación de poderes que, por ejemplo, permitió que la fiscalía investigara, el congreso desaforara y el tribunal supremo condenara a Carlos Andrés a la cárcel. Es el tipo de cosas que ya no podrían pasar pasar en venezuela. A eso sumamos un CNE sin autonomía y pensado sólo para refrendar lo que el chavizmo quiera y un sistema clientelar que supera con creces todo lo que se pudo llamar corrupción en la IV república.
No estaría mal aprender de ello y leernos ciertas tésis de grado que dejan claro como se conforman las hegemonías… Nada más errado que embarcarse en una constituyente en tiempos de crisis y confusión política. Es la receta perfecta para pasar del denostado bipartidismo al temido monopartidismo. Ningún país está a salvo de ello. Por mucho que presumamos de ser Europa.
Cada país es diferente. En España estamos lejos de los niveles de pobreza que el neoliberalismo llevó a los venezolanos a fines de los 90 y que el chavismo consiguió reducir de manera significativa.
Una de las figuras de PODEMOS que más soporte filosófico-político ha dado al proceso venezolano es Luis Alegre, que recibió un premio del gobierno venezolano por su libro, escrito junto a Fernández Liria, «El orden de ‘El Capital'» además de «Educación para la ciudadanía».
Crítica del capitalismo, pero sobre todo una defensa del Estado de derecho, de la democracia, de los DDHH.
El problema es que allí muchos quieren vivir del petroleo, es un Estado petrolero, y la lucha por la renta petrolera es la clave de la política. Aquí no hay ninguna renta petrolera, aunque diversificar la economía también cueste.
Desde luego los logros sociales del chavismo son innegables. Además, en 2002 el golpe de Estado apoyado por Cebrián-El País demostró una cosa que muchos ya sabíamos: el liberalismo por origen no era democrático y sigue sin serlo, al menos cuando no ganas los candidatos de la oligarquía. ¿Acaso alguien piensa que aquí toolerarían un gobierno de Podemos? Pues claro que no, los liberales son trileros por naturaleza.
Ojalá algún día la izquierda pueda ajustar cuentas en este país.
En este articulo se habla del «puntofisjismo» como un sistema politico con una alta intervencion estatal en la economia. No se si sabes lo que es el liberalismo economico, que es criticable como todo, pero la economia venezolana NO FUE LIBERAL.
Eso es absolutamente cierto, el gobierno se aseguro el monopolio de numerosas industrias las cuales administraba de forma desastroza, en 1.983 las perdidas de la Corporacion Venezolana de Guayana superaron los ingresos petroleros, muchos empresarios nacionales e internacionales declaraban que en Venezuela montar una empresa era extremadamente dificil sin el apoyo de algun partido o personaje politico que mas tarde exigia toda clase de prevendas, los contratos se otorgaban a dedo y mas tarde quien ganaba el contrato, por lo general el directivo de una empresa de maletin subcontrataba otras empresas para cumplirlos.
Venezuela estaba en caída libre. La irrupción de Chávez fué oportuna, y quién sabe qué no hubiera pasado si no.
El cambio fundamental, más allá del vacío que existía en ese momento, fué en el enfoque sobre los recursos y los fines. Los gobiernos finales de la IV república habían renunciado a defender el valor del petróleo en la OPEP, y con ello se habían cortado los brazos para tener margen de maniobra. Chávez posibilitó un cambio en ese sentido, y con esos recursos decidió atacar las enormes omisiones que sufrían vastos sectores (que no todos) de la sociedad.
El problema mayor es que posteriormente la oposición, formada en su mayoría por los restos del sistema anterior, se negó a reconocer el valor de los derechos otorgados. Recién con Capriles hace poco se pudo escuchar que se respetaría las misiones. Pero más allá de lo que enuncia el candidato, quienes lo rodean siguen trasmitiendo una dinámica que da a entender lo contrario, lo que mina la credibilidad de aquel ante quienes pueden cambiar el voto.
Creo que si hubieran tomado la oportunidad que Chávez les regaló al jugarse bien a la izquierda, y hubieran presentado una candidatura simbólica de derecha vieja, pero otra nueva de centro izquierda, aun divididos habrían sembrado una nueva dialéctica, y hoy habría otro escenario. Pero creo que el problema principal radica, al igual que en todos lados, en la Mediocracia. Esta interfiere en la conformación del sistema político. Crea candidaturas de plástico, o androides, pero ante las crisis se revela la oquedad de sus creaciones. Entona discursos donde sataniza un lado donde nada bueno hay, y endiosa todo lo que sea contrario, sin dar lugar a la reflexión y elaboración democrática de opciones que tengan carnadura en la gente para sostenerse. Mientras los medios concentrados -que claramente representan unos intereses legítimos en algún punto para una minoría- no reconozcan la necesidad de construcciones políticas genuinas y autónomas, y la importancia de una información medianamente equilibrada, asistiremos a una disociación progresiva de la democracia, no sólo en Venezuela. Esta tendencia se vive en todo el mundo.
Es notable el nivel de discusión en este sitio, agradezco a cada opinante por ese logro.
Primero una precisión: el MIR es una escisión de AD muy posterior al Pacto de Puntofijo. En ese sentido no fue excluido del acuerdo, simplemente e creó a mediados de los sesenta del siglo pasado y financiado por Cuba forma parte de la guerrilla venezolana.
Luego una observación más amplia. El sistema de partidos no implotó totalmente, sus bases económicas (el rentismo) y políticas (el clientelismo, el populismo) solo fueron exacerbadas por el chavismo a partir de 1999. Aparte: el electorado ha premiado la indefinición ideológica de la política venezolana posterior a 1999, considérese que Chávez en sus inicios se adscribía a una tercera vía tropical, solo a partir de 2005 se declara socialista y al momento de morir solo era neopopulista.
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Todo esto viene queridos lectores porque nunca se impuso la moral, la ética, las buenas costumbres, cualquier persona que tenia capacidad de arrastre vencía. Luego la historia es la misma: VZLA, ITALIA, GRECIA, ESPAÑA. LA CORRUPCIÓN HASTA EL MAS ALLÁ. TODOS LOS DISCURSOS POLÍTICOS DISFRAZADOS DE MEDIAS-VERDADES QUE NO LLEVAN NINGUNA CAPACIDAD DE CRECIMIENTO, VALOR O INTEGRACIÓN.
Aquí debo exponer un hecho que parece que nadie recuerda, en el año 1.995 al comparar las listas de personas inscritas en los partidos Accion Democratica y Copey se encontró que cerca de un millón de personas estaba militando en los dos partidos al mismo tiempo, eso lo sabia todo el mundo, siembre hubo camaleones que se anotaban en todos los partidos para que ganara quien ganara una elección siempre pudiera reclamar que formaba parte del partido ganador y así reclamar algún beneficio, casa de interes social, subsidio o cargo, pero el numero de casi un millón era verdaderamente desmesurado, creo que acción democrática tenia cerca de tres millones y medio de afiliados y Copei alrededor de dos millones y medio. Como se puede ver era imposible que los dos partidos no se parecieran si las mismas personas militaban en ambos.
La realidad es que los partidos tradicionales en sus inicios no eran corruptos o al menos la corrupción era mas la excepción que la norma, tenían respaldo popular y aunque no eran amigos al menos discutían dentro de limites civilizados, el problema es que nunca se hicieron responsables de sus actos, cuando sus políticas publicas resultaban fracasar no rectificaban, simplemente redoblaban sus esfuerzos, nunca se molestaron en desarrollar una industria nacional mas alla de los discursos, no la necesitaban, teniendo en sus manos el petroleo el resto de la economía no importaba y les aseguraba un poder imposible en cualquier otra economía Venezuela pudo haber sido una nación manufacturera de primer orden, lo teníamos todo, materia prima, mano de obra, posición estratégica privilegiada, las empresas que se establecieron en el país lo hicieron a pesar del gobierno no gracias a el.
esos adoco y copeyanos partieron esos mama guvos