Mientras escribo estas líneas continúa la conmoción mediática en Estados Unidos ante el anuncio de que DirecTV, empresa proveedora de televisión por cable, podría retirar de su oferta el canal AMC en el caso de que ambas partes —proveedora y canal— no lleguen a un acuerdo para renovar el contrato que las une. Eso significaría básicamente que la cadena desaparecería de las pantallas de millones de suscriptores estadounidenses a finales de diciembre, cuando expire dicho contrato. Quizá para cuando usted lea estas líneas el conflicto haya sido resuelto y lo más probable es que se encuentre una solución. Pero si comento el hecho es para poner de manifiesto la relevancia que la serie The Walking Dead ha alcanzado como producto televisivo, algo que nadie hubiese sospechado cuando comenzó a emitirse en el 2010. ¿Por qué lo digo? Porque AMC no ha tardado en lanzar una campaña pidiendo a sus espectadores que llamen por teléfono o registren una petición online para que DirecTV no prescinda del canal, y su eslogan de batalla es: «si no llegamos a un acuerdo, esto podría significar que ustedes podrían quedarse sin AMC y sin The Walking Dead». Así, como suena. La cadena de Breaking Bad y Mad Men no duda a la hora de movilizar a los millones de fans de su famosa serie de zombis, que ha adoptado oficialmente como buque insignia. Así, con los furibundos fans de The Walking Dead, es como AMC ha empezado a ejercer presión.
La serie no necesita presentación. Muchos de ustedes la habrán visto, y quienes no, seguro que han oído hablar sobre ella más de una vez. Su éxito ha superado todas las expectativas hasta elevarla a la categoría de fenómeno digno de estudio y no es extraño que AMC la utilice como principal arma. Después de cuatro temporadas y parte de la quinta, aún estamos por comprobar dónde está su techo. Veamos cómo ha ido creciendo solamente en los Estados Unidos: la primera temporada —muy breve, de seis episodios— empezó con algo más de cinco millones de espectadores, convirtiéndose automáticamente en uno de los programas más vistos de la TV por cable estadounidense, aunque todavía dentro de límites razonables en su franja horaria. Pero eso era solamente el principio. El boca a boca empezó a hacer efecto y la segunda temporada debutó con más de siete millones de televidentes; el decimotercer y último episodio de aquella segunda temporada congregó a nueve millones… un aumento espectacular de dos millones de seguidores más en una sola temporada. Eso no solamente situaba la serie entre los programas reyes del cable, sino que acercaba sus números a los de grandes éxitos de la TV en abierto, que de por sí gozan de una ventaja de salida. Pero ahí no terminó todo, porque la tercera temporada reunió a casi once millones en el debut. La cuarta, ¡a dieciséis millones! La quinta temporada, que se está emitiendo actualmente, debutó con diecisiete millones. Esto es, ¡más del triple que en su primer año de emisión!
Pero quizá a usted estos números no le digan gran cosa si no está familiarizado con las estadísticas estadounidenses y menos si no conoce las costumbres televisivas de aquel país. Bien, expliquémoslo de otra manera. The Walking Dead se emite los domingos por la noche; estamos hablando de una noche que tradicionalmente ha estado marcada por la hegemonía del fútbol americano. Es algo que en España sí podemos comprender bien: el fútbol manda sobre todo lo demás y reúne con facilidad las mayores audiencias. Sin embargo, en este 2014, los zombis han llegado a hacer temblar al sacrosanto fútbol, incluyendo el programa rey de la NBC en la franja, Sunday Night Football, que ha tenido que abdicar más de un domingo. Esto es algo inaudito. Un artículo de The Wire lo ha resumido con perplejidad con un titular tan breve como expresivo: «The Walking Dead es más grande que el fútbol». En la revista de Silicon Valley TechTimes, pude leer una frase que también lo resume todo: «A este ritmo, AMC está demostrando al público americano que el domingo es la noche de los zombis y no la noche del fútbol. Un enorme cambio que no hubiésemos imaginado ni en un millón de años». Imaginen el caso en España de una serie de ficción que consiga batir al fútbol tras varios años de pugna… impensable, ¿verdad? Pues bien, igual de impensable resultaba en los EE. UU. Incluso en aquellos domingos en que el fútbol todavía supera en audiencia total a The Walking Dead —cosa fácil porque el fútbol dominical se emite en abierto y la serie no—, los zombis siguen atrayendo a la mayoría de televidentes de entre dieciocho y cuarenta y cinco años. O sea, la franja más cotizada para los anunciantes. Así que en su quinto año de emisión, con respecto a las audiencias y sobre todo con respecto a la rentabilidad publicitaria, nada ha podido con el imparable ascenso de The Walking Dead, ni siquiera la todopoderosa liga de fútbol. Como decían en Entertainment Weekly, la serie «le ha hecho un placaje a la NFL». Los directivos de AMC afirman que The Walking Dead es «nuestra versión de la NFL, porque arrasa con todo». Aunque más expresivo ha sido uno de los actores del programa, Josh McDermitt, quien ha exclamado con euforia: «¡En toda tu cara, fútbol!».
Aún hay más. La quinta temporada, tras su apabullante debut, no tiene aspecto de flojear y se prevé que su inaudito reinado continúe durante el resto de esta quinta entrega. No solamente el público la está siguiendo más que nunca, sino que los críticos —muchos de los cuales habían ignorado o desdeñado el fenómeno— se están subiendo al carro y le dedican más elogios que nunca (en la revista Variety decían con sorna: «Los críticos de TV descubren que, de repente, The Walking Dead ha dejado de apestar»). La mayor parte de comentaristas están coincidiendo en afirmar que esta quinta temporada está siendo la mejor. Así que, con el éxito y la crítica a favor, esta quinta temporada está elevando la serie de AMC al Olimpo televisivo. Es tal la confianza que tienen en el programa, que los productores afirman tener perfiladas las líneas argumentales básicas para una buena cantidad de episodios: «Si tenemos la suerte de continuar», dicen los productores, «hay material para siete temporadas más». La competencia, claro, se echa a temblar ante la perspectiva. Y más viendo que la saga ha creado otro programa exitoso, Talking Dead, un debate monotemático sobre la serie donde se invita a sus actores y que también obtiene buenos números. O que hay un spin off en lontananza. En estos momentos, The Walking Dead es la saga de ficción más rentable de América.
Pero, ¿cuál es el motivo de tanto éxito? No me atrevería a lanzar una hipótesis alegremente, dado que ni siquiera los más avezados y experimentados programadores estadounidenses conocen los secretos del casi siempre imprevisible público (un público que, al menos hasta este 2014, solamente era previsible cuando se trataba de emisiones deportivas). Está claro que The Walking Dead es una buena serie, pero también resulta evidente que no es una obra maestra y que desde su estreno ha habido unos cuantos programas de ficción contemporáneos que podemos considerar como superiores. Unos podrían decir que el éxito de The Walking Dead se debe a su temática, pero esto es solo parcialmente cierto y desde luego no explica el que muchos espectadores que no se sintieron automáticamente atraídos por esa temática se hayan ido incorporando hasta el punto de triplicar la audiencia inicial. Otros dirían que muchos espectadores simplemente se han sumado a la moda, pero esto tampoco explicaría el que AMC haya vencido a los programas deportivos, porque… ¿qué moda hay más imperecedera e inamovible que la del fútbol?
A falta de una hipótesis científica, dejen que les comente lo que me sucedió a mí: cuando se estrenó, y aunque no soy un fanático del género zombi, sonaba muy bien. El primer episodio me gustó bastante, me pareció un arranque más que correcto. Sin embargo, unos pocos episodios más bastaron para aburrirme. Los personajes no me parecían lo suficientemente interesantes, el factor culebrón que tiene toda serie del estilo se me antojaba previsible y encontraba la acción un tanto monótona. Me desentendí y dejé de verla. Pero la serie continuaba creciendo en popularidad. Tanto, que decidí darle una segunda oportunidad para tratar de entender qué me había estado perdiendo. En ese segundo visionado, una vez más, me costó subirme al carro. No creo que llegase a disfrutar realmente de la primera temporada y es posible que ni siquiera de la segunda. Me acostumbré a verla casi más por rutina, curiosidad e incluso obligación que por verdadero disfrute. Reconocí que algunos personajes empezaron a evolucionar de manera interesante —otros, por el contrario, daban bandazos más bien artificiosos— pero también es cierto que esa evolución era demasiado lenta como para constituir por sí misma un punto central de atracción, un gancho. The Walking Dead, con sus idas y venidas de guión, algunas más afortunadas que otras, no dejaba de ser monótona. Pero entonces empecé a entender que precisamente esa monotonía era uno de sus puntos fuertes. ¿Es esto una contradicción? No realmente.
Uno de los grandes alicientes de The Walking Dead es que ha creado un mundo posapocalíptico absolutamente verosímil. Un mundo que temporada tras temporada sigue siendo consistente consigo mismo. Para empezar la ambientación es perfecta, sin grandes despliegues de medios, simplemente filmando en parajes rurales o suburbanos con una habilidad remarcable, siempre trabajando bajo la inamovible premisa de que la localización lo es todo. Además, y en este otro aspecto sí que no han reparado en medios, está la caracterización de los zombis, que deja en paños menores no pocas de las que se hemos podido ver en Hollywood. Al final, esta sencilla pero efectiva ambientación es un valor artístico (y dramático) en sí mismo, de manera no muy diferente a como pueda serlo la barroca escenografía de Juego de Tronos. Creo que el hecho de que el espectador se acostumbre a ese mundo posapocalípitico transmuta la monotonía de defecto en virtud. La marcha de la serie puede parecer rutinaria, sí, pero al final termina siendo una rutina bienvenida. Dicho de otro modo: The Walking Dead puede no ser el mejor restaurante de la ciudad, pero es como ese bar donde sabes que el menú siempre será el mismo y que no te va a decepcionar.
La ambientación no es el único ni el principal aliciente, sin embargo. Hay otro factor importante en la serie: su dureza. En el primer minuto del primer episodio ya veíamos al protagonista disparando en la frente a una niñita —o lo que fue una niñita antes de convertirse en zombi— y esto nos auguraba que en The Walking Dead no se iban a andar por las ramas. Así ha sido. La previsible faceta de casquería gore ha sido menos explotada que la de la angustia psicológica. Es una de las bazas que los guionistas mejor han jugado. Tal vez no escriban los mejores diálogos, tal vez no siempre sean afortunados a la hora de introducir elementos nuevos, pero hay algo que debemos admirar: el que hayan sido muy inteligentes a la hora de saber reconocer y explotar los puntos fuertes. Y la dureza era uno de esos puntos fuertes. ¿Por qué? ¿Por despertar el morbo del público? No realmente. La dureza de The Walking Dead no apela tanto al morbo como a pretender remover los esquemas morales del espectador. Siguiendo una de las más logradas frases promocionales con las que AMC la anuncia («Combate a los muertos, teme a los vivos»), The Walking Dead ha terminado siendo no tanto una serie de zombis como una serie de seres humanos que tratan de sobrevivir a otros seres humanos. En ese sentido, conforme avanzan las temporadas se ha ido pareciendo más a la ciencia ficción que al terror. Del subgénero de zombis se ha ido pasando al de la distopía social. Los muertos vivientes, los «caminantes» como los llaman, se convierten en una amenaza secundaria (incluso puntualmente en poco más que una sorda molestia) cuando los comparamos con la verdadera amenaza: los seres humanos vivos que carecen de escrúpulos en un mundo donde ya no existen leyes excepto la del más fuerte. Como decía, los guionistas se han dado cuenta de que este es uno de los puntos fuertes de la serie y no han dudado en convertirlo en uno de sus pilares.
De este modo, y más allá de sus defectos y carencias, que los tiene, el gran mérito de The Walking Dead es que ha sobrepasado las limitaciones del género de terror para hacer pensar a sus seguidores. Que no es poco. Con mucha frecuencia enfrenta al espectador con dilemas morales presentados en forma de situaciones de supervivencia extrema; estos dilemas se han refinado más y más conforme avanzaban las temporadas. En mi opinión, se alcanzó uno de los máximos y más poderosos clímax en «The Grove», decimocuarto episodio de la cuarta temporada, que contiene algunos de los momentos más perturbadores de la ficción televisiva de años recientes. Ese episodio probablemente haya sido lo más cercano que The Walking Dead ha estado de provocar auténtica congoja más allá de los resortes propios de su género de terror. El juego de «¿qué haría usted en esta situación?» o «¿sería usted capaz de llegar a estos extremos para sobrevivir?» alcanza en este episodio, y en algunos otros, momentos verdaderamente remarcables. En la actual temporada, la quinta, los guionistas han optado por ahondar todavía más en esta línea distópica y en consecuencia ha aumentado la carga de dilemas morales y angustiosa misantropía. Los críticos han recibido este cambio con entusiasmo (recuerdo uno que decía «ha dado un inesperado giro de ser una serie entretenida a estar cerca de ser una gran serie»). Las críticas, de momento, están siendo casi universalmente favorables cuando en otros programas de ficción la quinta temporada suele ser la del claro declive. Personalmente, me sumo a la opinión de que la quinta temporada está siendo la mejor.
No crean que exagero cuando digo que esta serie de zombis da mucho material para la reflexión. El reposicionarse en el subgénero de la distopía más que en el del terror ha levantado toda clase de interpretaciones sociológicas y políticas, especialmente en los Estados Unidos. Quizá en España nos resulte algo más exótico este enfoque, pero The Walking Dead toca de cerca algunos temas que en aquel país son políticamente relevantes. Por ejemplo: algunos artículos han ahondado en la posible ideología «libertaria» de la serie. Es decir, en la idea de que los seres humanos nos manejaríamos mejor sin un Gobierno. De hecho, el mundo posapocalíptico que se nos muestra es casi como un recuerdo subconsciente de la Norteamérica de los pioneros (no, no compararé a los zombis con los nativos indios porque no creo que sea la intención de los creadores, ni aun de manera subconsciente). En The Walking Dead los protagonistas son efectivamente pioneros en un nuevo mundo, y se valen básicamente de sus armas para sobrevivir a la doble amenaza de los zombis y de otros seres humanos. Así, el pragmatismo más descarnado tiñe todo el argumento: lo que haya que hacer para sobrevivir, se hace. La violencia se justifica a sí misma como definitivo método de supervivencia, y a falta de un Gobierno, los grupos reducidos de individuos son la célula organizativa de una nueva sociedad dividida en clanes. En esa Tierra devastada, estos clanes son la única organización humana que puede funcionar razonablemente bien. Las lecturas políticas de esto son muy jugosas, claro. Pero aunque sea cierto que en algunos momentos The Walking Dead llega casi a parecer un publirreportaje de la Asociación Nacional del Rifle, no podemos olvidar que esta serie rara vez presenta las cosas de manera panfletaria e indiscutible. De hecho, las implicaciones morales de toda acción son tratadas con detalle, hasta el punto de que los personajes no se vuelven más felices como efecto del libertarismo violento bajo el que viven, sino todo lo contrario. Quienes sobreviven lo suficiente en ese mundo arrasado terminan abrazando la violencia como propia, sí, pero también acaban heridos, amargados y por momentos casi al borde de la demencia o del suicidio. Hay un precio que han de pagar por hacerse aptos para la supervivencia y ese precio es el de ser conscientes que se están animalizando, o de que sus maneras de actuar son cada vez más expeditivas y rayanas en el fascismo. En algún momento, el protagonista afirma a sus acompañantes: «esto ya no es una democracia». Pero no son palabras que pronunciará sin que en el fondo le atormenten.
Además de ese tufillo libertario, The Walking Dead se caracteriza por un implícito descreimiento hacia la idea de bondad como elemento que emerge naturalmente entre los seres humanos. La serie es mucho más Hobbes que Rousseau, para entendernos. Las buenas personas han de superar una considerable cantidad de baches para seguir siendo buenas, y lo cierto es que nunca lo consiguen del todo. También hay un total escepticismo hacia el hecho religioso, que es tratado con respeto pero también con abierto cinismo. Y un maniqueísmo en donde hay solamente buenos y malos. Y zombis, que no son lo uno ni lo otro, puesto que no son humanos. ¿Es toda esta visión negativa exagerada? No lo bastante para que el espectador pueda desmontarla cómodamente. Las situaciones que la serie plantea y las soluciones que les dan los personajes (o los guionistas) no son siempre fáciles de contradecir desde una posición de moralina fácil o de pacifismo de salón. Y esto es lo que fascina a muchos espectadores y críticos. Incluso a nosotros, los españoles, que no hemos crecido en una cultura de las armas, nos resultaría difícil desmontar racionalmente la idoneidad de la violencia como primer recurso en el mundo de The Walking Dead. Si decide usted participar en ese juego de «¿qué haría usted en esta situación?», habrá algunos episodios que le resultarán incómodos de contemplar, o por lo menos difíciles de contradecir, y más conforme avanzan las temporadas. Y eso, desde luego, ¡resulta interesante! Piense que estas son solamente algunas de las lecturas que pueden hacerse, pero hay muchas otras. The Walking Dead no es la serie más inteligente del mundo, pero sus guionistas han adivinado que hay mucho público inteligente viéndola, y sueltan píldoras de inteligencia entre la acción más genérica.
Así pues, yo citaría como alicientes básicos de The Walking Dead los tres mencionados: la lograda ambientación, la dureza, y las innumerables lecturas sociológicas, políticas y morales que mantendrán entretenido/a al espectador/a que disfrute alargando cada episodio con tertulias filosóficas de sobremesa. Eso no significa que obvie las carencias y defectos de la serie, insisto. No es una serie perfecta. Es monótona, sí. No tiene los mejores diálogos y las situaciones a menudo están un tanto traídas de los pelos. Hay personajes acartonados, a veces, tanto como los hay de carne y hueso. Puedo entender a quien se aburra o no sea capaz de encontrar los puntos de interés, a quien la considere demasiado formularia y repetitiva. Pero la serie no ha ganado tanto público en vano; los creadores han sabido entender cuál es el trasfondo que ha atraído a tantos nuevos espectadores —incluso a público en principio ajeno al subgénero zombi— y como decía lo han ido perfilando hasta el punto de que, tras cinco temporadas, el programa está en su mejor momento. No, no la recordaremos como una de las mejores series de la historia. Esto no es The Wire. Pero sí es la serie que ha vencido al fútbol, que ha roto moldes demostrando que al público pueden interesarle otras cosas además del partido de turno. Y que, sin grandes pretensiones, puede haber su dosis cerebral en una serie repleta de zombis desprovistos de cerebro.
A mi la primera me gustó. La segunda me pareció soporífera. La tercera evolucionó lentamente. Y la cuarta, lo poco que he visto, había ganado mucho en intensidad. Menos culebrón, más zombies y acción, y más cierres inesperados de los episodios.
Qué sigan así, ya que pueden permitirse en USA hacer una serie de este calibre, y porque el tema da para mucho (el cómic es infinito).
A mí la 1ª también llegó a picarme un poco, pero terminé cogiéndole un asquito que para qué. No sé si porque entre temp. y temp. también se estrenaron en el cine largometrajes sobre zombis o porque la serie no evoluciona hacia ningún sitio, están en un bucle de machetazos que la verdad aburren bastante.
Desde el primer episodio -fantástico- ya se veía el enorme potencial que atesoraba esta serie que pasará a la historia de la TV como un clásico asoluto, sin duda alguna. Quiero hacer constar que el terror y el fantástico no son ni mucho menos mis géneros favoritos, debido quizá a la mucha mediocridad que ha imperado en ellos. Pero las excepciones, cuando están tan logradas com es el caso, me compensan de largo. Estoy de acuerdo en casi todo lo que expone en su artículo exceptuando el hecho de que jamás me cansé de la serie y no he llegado a comprender los ataques y deserciones a las que se ha visto sometida. Además, creo, o al menos me pasa a mí, que uno de los motivos de su éxito es algo que puede parecer banal a primera vista; y es el hecho de que por apurada y estresada que pueda llegar a ser nuestra existencia (la del espectador) no se acerca ni de lejos a las tribulaciones y agobio constante que sufren los protagonistas de esta ficción. Y eso es algo, que, arrebujados en nuestro sofá, experimentamos sin llegar a ser conscientes, a veces, de ello. Otro factor, me parece a mí que consiste en el componente de trashumancia, diferentes escenarios, tanto en ciudades como en bucólicas campiñas, en definitiva, la aventura y el viaje de toda la vida, la incertidumbre constante. Esta es una serie en la que, con franqueza, no sé muy bien lo que va a pasar en el minuto siguiente y eso es algo muy atractivo como espectador.
Tiene usted razón, esta serie no esde las obras maestras que ocupan el podio; pero sí es, al menos para mí, la primera de las que se han quedado fuera.
Siempre y cuando sean podios para más de tres, ¿no, Maestro…?
Sí, mis podios son de 6 o 7 más o menos, ¡ja, ja, ja!
¿Y usted, Tip, no tiene nada que decir sobre The Walking Dead? ¡Anímese hombre!
¡Uy, ni hablar del peluquín! ¡Con lo miedoso que soy, que si miro al fondo de un pasillo oscuro siempre acabo viendo algo moviéndose! ¡Quite, quite usted!
Emilio ,muy bien descrito el fenomeno walking dead.
Yo ,por amor a los comics ,empeze a verla desde el principio y he visto como mucho «intelectual de series» ,que la tenia como una serie de frikis , han dejado los perjucios a un lado y se han enganchado como el que mas. No todo tiene que ser breaking bad y los soprano.
En cuanto a las cuestiones morales , politicas, tiene mucho paralelismo con la novela «the road» the Cormac McCarthy.
Animo al que todavia la ve como una serie de zombies ,que le de una oportunidad.
EL comienzo de la temporada 5 ,es de lo mas salvaje y tenso que he visto en la television. Para mi ,memorable.
También encontré mucha similitud (especialmente en esta temporada) con The Road.
Muy buen artículo Emilio, siempre te leo. Coincido con todo lo dicho, igual, creo que tiene un largo camino para llegar al Olimpo de las series, pero sin duda tiene lo suyo y va mejorando temporada a temporada, me sorprendió lo de 7 temporadas más!
Creo que desde el primer capítulo (para mí sigue siendo el mejor de la serie, y mira que los ha tenido buenos) queda claro que el motivo principal de los protagonistas no es otro que la pura y dura supervivencia, si bien es cierto como dice el autor que los guionistas han ido girando con maestria la amenaza principal de los zombis a los humanos supervivientes.
Muy de acuerdo con el texto aunque discrepo de la crítica algo/bastante en los continuos elogios hacia la quinta temporada. En la emisión en España llevamos cinco capítulos y pese al furibundo inicio de los tres primeros (crema) el cuarto y el quinto ya han bajado el pistón, en lo que ha sido desde siempre uno de los vicios de la serie desde la segunda temporada: centrarse en exceso en tramas muy secundarias masticándolas hasta que el chicle ya no solo quedaba sin sabor, sino que estaba tieso. En ocasiones (y me declaro fan de la serie, conste) ha habido momentos sobre todo en la 4a temporada, que me recordaba la definición que dan en «Clerks 2» sobre la trilogia de El Señor de los Anillos: se convirtio en una serie sobre gente que anda de un lado para otro, más The Walking Survivors que The Walking Dead.
La serie me encanta, pero temo como a un nublado que le acabe pasando lo mismo que a LOST (para mi la serie con la que tiene más puntos en común) y no sepan «resolverla» bien. Honestamente, al leer lo de las «Siete temporadas más» me eché a temblar, y no de miedo.
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Parece mentira que en el análisis de la serie que hace el articulista no se mencione ni de pasada el medio en el que se basa, el comic de Robert Kirkman. De hecho, esos puntos fuertes de los que habla están directamente inspirados en los guiones de Kirkman, y la serie, pese a trazar algunas líneas argumentales distintas e incluso introducir personajes nuevos, bebe plenamente del cómic en lo tocante a sus guión.
Coincido con quien afirma que los peor de cada temporada son sus capítulos centrales, así que supongo que lo peor de esta quinta entrega está a punto de caer.
Como fan fatal tanto del comic como de la serie de televisión me gustaría apuntar algunas cosas:
Sobre la tan comentada y muchas veces criticada alternancia de episodios con mucha acción y de otros más lentos con desarrollo psicológico de personajes hay que decir que el propio autor expone sus intenciones en el prólogo del comic diciendo cosas como: «Quiero explorar cómo se enfrenta la gente a situaciones extremas y cómo esos acontecimientos cambian a la gente». Y por supuesto en el comic vemos también momentos de calma tensa, de evolución de personajes, salpicados de explosiones de violencia. Es decir, la serie es fiel al espíritu del comic.
Dentro de ese intento de ser fiel y a la vez introducir variaciones de personajes y tramas para no ser previsibles creo que la serie alterna errores con grandes aciertos que incluso mejoran el original. Prefiero centrarme en los aciertos (con los spoilers necesarios sobre lo que va de serie, por si alguien no anda al día):
– El desarrollo y aprovechamiento de los personajes de Shane y Carol, muy secundarios en el comic, y a los que la serie da mucha más importancia (los dos actores tienen mucho que ver en esa decisión). A Shane prácticamente le dedican la segunda temporada, y Carol se está convirtiendo en una versión femenina de Terminator ante la algarada de la troupe de fans.
– Daryl Dixon. Himself. La serie necesitaba incorporar a un tipo así (en el comic no existe) para hacer con Michonne un dúo paritario de brazos armados con personalidades misteriosamente ambiguas. Los personajes preferidos de la afición, como es lógico.
– El episodio referido en el artículo, «The Grove», y particularmente la escena de la ejecución. Consigue ser aún más incómoda moralmente que su equivalencia en el comic, y para mí es la mejor escena hasta ahora. Por cierto, ¿soy el único que ve una extraordinaria referencia cinéfila a la muerte de Fredo en El Padrino II? Tyreese observando la escena a través de un cristal como Michael Corleone (no olvidemos que hay un componente casi familiar en esa niña) y la frase repetida como una oración: «Mira a las flores». Como la oración de Fredo. Bueno, yo lo dejo ahí.
– Y finalmente otra escena muy difícil de trasladar del papel a la imagen, la ejecución de los caníbales en la iglesia del tercer episodio de la quinta temporada. En el comic se desarrolla a través de elipsis que ahí funcionan bien pero que difícilmente lo harían en la pantalla. La serie lo resuelve en una escena que logra la misma crudeza pero de forma vertiginosa. Una gran solución para un gran reto.
Y bueno, para terminar el pequeño ladrillo, no creo que la serie tenga problemas para solucionar su continuidad. Es un éxito enorme y el interés de lo que está por llegar, a poco que acierten con la adaptación, es enorme. Queda lo mejor.
Pero es que a cualquiera se le alcanza que entre un cómic fántástico y una serie fantástica, no hay color, sencillamente y quien opine sin acaloramientos, llega a la conclusión de que el cine es el medio idóneo para plasmar los avatares del género humano.
Quien opine sin acaloramientos y con unos prejuicios de aquí a Pernambuco.
A ver, son medios distintos y pueden ser igual de adecuados si se hace bien. Hay tantas películas basadas en cómics, sean fantásticos o no, que dan mucha vergüenza ajena… En este caso creo que son absolutamente defendibles ambas versiones.
Tan sólo una aclaración: Normalmente casi todo el género zombie no trata sobre «simplemente zombies», suelen reflejar y criticar la sociedad, nuestro comportamiento en momentos críticos y nuestra humanidad. Es por eso que suele gustar el género y no simplemente sangre y vísceras. Es curioso como la mayoría de gente que se queja de la
brutalidad de la serie, después se sientan a ver los telediarios y ni siquiera parpadean.
No, si al final voy a tener que tragarme también la 5ª temporada :D
Aparte de «tragarse» la quinta temporada recomiendo no perderse la sexta, séptima e incluso octava (depende de lo que entretengan las tramas por el camino). No va a ser un duro esfuerzo, en serio :)
Spoiler alert:
Yo no he superado la muerte de Andrea. De todos los personajes femeninos que ha tenido y tiene la serie, era el que más me gustaba. Fuerte, guapa, inteligente e independiente. Y casi la única sexualmente activa.
El éxito de The Walking Dead radica en que trata de zombis, y en el mercado de cosas de zombis gana por incomparecencia de cualquier otro rival. Directamente, porque es la única ficción de zombis que existe actualmente. Y los apocalipsis zombi gustan a nuestra generación. Es placentero ver todo ese desastre e imaginar cómo sobreviviría uno. Es muy de ésta época, muy del futuro que todos imaginamos como no tan poco probable. Y lo dicho, es el único producto que trata eso. Porque a mí me gusta la serie, pero vamos, no tengo reparo alguno en admitir que la calidad del guión es muy mediocre si lo comparamos con ésta edad de oro de la televisión.
Z-NATION …, otra de zombies. Nada que ver, pero vale la pena.
Buen artículo, aunque habría estado bien empezar diciendo que se inspira en un fabuloso cómic cuya lectura recomiendo tanto como seguir viendo la serie.
Para mí, TWD nunca ha sido una serie sobre zombies. Desde el primer episodio de la primera temporada me ha parecido que la trama básica es la de las relaciones humanas en un mundo apocalíptico en el que reina la ley del más fuerte. Los zombies son un adorno más pero para nada fundamentales, los guionistas podrían haber hecho prácticamente la misma serie con un holocausto nuclear como fondo. Y luego está el elemento de cómo lois personajes van perdiendo sus sentimientos humanos ante la necesidad de sobrevivir. Incluso creo que el título (Los caminantes muertos) hace referencia a los personajes vivos y no a los zombies. En resumen, una serie que sin ser una obra maestra es entretenida y «engancha».
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Se hubiese agradecido alguna mención al cómic en el que se basa la serie. Parte de la evolución que aplaude el autor del texto ya quedó reflejada en su páginas.
En líneas generales, de acuerdo en que cuanto más avanza la serie, mejor es.
Eso sí, me temo que los capítulos más celebrados no son los más cerebrales y sí aquellos en los que las escenas de acción de El Equipo A son revisitadas.
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