Dice el tópico que «detrás de todo gran hombre hay una gran mujer», pero ni siquiera los amigos de las frases hechas se acuerdan de los hermanos malditos. Porque, efectivamente, detrás de muchos hombres más o menos grandes (no en tamaño, se entiende, sino en triunfo profesional o popularidad masiva) se esconde un gran hermano con tanto o más talento que él, que permanece en la sombra, tal vez envidiando su éxito y rumiando venganzas cainitas. O, tal vez, riéndose de la pesada fama de su hermano y celebrando su anónima tranquilidad como el mayor de los tesoros. Sea como sea, mi franca simpatía por los que el sistema considera «perdedores», «ovejas negras» o «marginados» me ha empujado a perpetrar estas diez pequeñas glosas de otros tantos hermanísimos que, sin lograr alcanzar la popularidad de sus parientes, resultan fascinantes por su rareza y su ingenio, desarrollado bajo la oscura sombra que proyecta el triunfo ajeno y las odiosas comparaciones que este suscita. Pero estoy casi seguro de que, al final, cuando los muertos resuciten y se produzca el definitivo juicio, los dioses se pondrán de su parte, los rescatarán de los infiernos y les entregarán las llaves del paraíso.
Mike McGear (hermano de Paul McCartney)
En 1962, cuando los Beatles pegaron el pelotazo, Peter Michael McCartney (Liverpool, 1944) estudiaba peluquería. En sus ratos libres se tiraba de los pelos, porque estuvo a punto de ser baterista de los Beatles pero tuvo la mala pata de romperse un brazo. Resignado, se volcó en su grupo de comedy pop The Scaffold y, como su hermano Paul ya era más famoso que Jesucristo, Michael McCartney decidió cambiar su nombre por Mike McGear (gear es fab en argot liverpooliano) para evitar suspicacias. Eso no quitó para que Paul colaborara en algunos de sus proyectos: produjo McGough and McGear (1968), el disco psicodélico que Mike grabó junto a al poeta Roger McGough, y coescribió (firmando como «Friend») una de las canciones de Woman (1972), el debut en solitario de Mike. Pero la gran sorpresa vino con su segundo disco, titulado simplemente McGear y grabado en 1974: seis de las diez canciones (incluida la monumental «The man who found god on the moon») están compuestas entre los dos hermanos y destilan un profundo lirismo, más atribuible a Mike que a Paul, siempre necesitado de buenos letristas para redondear sus tonadas. Aun así, sería el último disco en solitario de Mike, que en los años siguientes hizo anecdóticas incursiones en el pop hasta que, en 1981, abandonó definitivamente la música y se centró en su carrera como fotógrafo. Hasta hoy, ha hecho varias exposiciones y es responsable de la portada de Chaos and creation in the backyard (2005), el último disco potable de Paul McCartney.
En la actualidad, Mike ha hecho las paces con el pasado: «Si no me hubiera roto el brazo, me habría unido a los Beatles. Y tal vez Paul y yo hubiéramos terminado peleando como Liam y Noel Gallagher en Oasis. Así que afortunadamente no me uní a ellos. Y tengo una buena y estable relación con mi hermano».
Charles Crumb (hermano de Robert Crumb)
Autor de cómics, músico e ilustrador, Robert Crumb es uno de los artistas más prestigiosos de nuestro tiempo, pero es probable que jamás se le hubiera ocurrido dibujar historietas de no ser por Charles Crumb (Philadelphia, 1942), su hermano mayor.
De padre maltratador y madre adicta a las anfetaminas, los Crumb eran una familia completamente disfuncional. Y por ser el hermano mayor, Charles era el que recibía más palizas. Se evadía de la cruda realidad dibujando cómics de forma obsesiva, usando como ayudantes a sus hermanos Robert y Maxon.
Algunos años y muchas viñetas después, los hermanos pequeños lograron escapar del infierno familiar. Robert se convirtió en leyenda viva y Maxon en un artista ascético y marginal. Charles, por su parte, se recluyó en casa de sus padres, cayendo en una espiral de locura que venía de atrás. A los nueve años, robó el cepillo de la iglesia e intentó fugarse con un amiguito de cinco; cuando su padre se enteró, lo molió a palos. En la adolescencia desarrolló una enfermiza fijación con Bobby Driscoll, el niño de La isla del tesoro (Byron Haskin, 1950), una presencia recurrente en sus tebeos. Y cuando se hizo adulto, la lucha interna contra sus inclinaciones pedófilas lo desequilibró por completo. Sus cómics empezaron a mutar: los globos de texto se hincharon y deformaron, dando lugar a unos barrocos dibujos concéntricos que se comían toda la página y que, tras su muerte, fascinarían a los expertos en arte outsider.
Charles tuvo sus quince minutos de fama en Crumb (Terry Zwigoff, 1994) un descarnado documental sobre su célebre hermano. En una escena, rodada en la habitación de Charles, Robert le espeta: «De alguna manera, siempre he envidiado tu vida. La mía se ha vuelto tan agitada…». Charles le contesta con sorna: «¿Por qué? ¿Porque fui separado de la raza humana?». Robert insiste: «Este ambiente de ermitaño, tus libros…». Charles remata: «Créeme, no hay nada que envidiar». En 1993, poco después del rodaje del documental, Charles se suicidó con una sobredosis de barbitúricos.
Fernando Sánchez Polack (hermano de Luis Sánchez Polack, Tip)
Para quien, por edad o por alzhéimer, no lo recuerde, cabe comentar que Luis Sánchez Polack y José Luis Coll, o sea, Tip y Coll, fueron un descacharrante dúo cómico de frac y chistera que, entre 1967 y 1995, hizo reír a España con descojonantes gags. El genio del dúo era Tip, un torbellino de humor absurdo e indomable que, como dijo Coll, «nunca sabías por dónde iba a salir o qué iba a hacer».
Fernando Sánchez Polack (Madrid, 1920) nunca alcanzó la fama de su hermano, pero fue uno de los más grandes actores secundarios del cine español, especializado en papeles de tipo duro con corazón de oro. Le ayudaba su rostro curtido y viril, de los que ya solo se ven en agrestes pedanías castellanas. Debutó en El día de los enamorados (Fernando Palacios, 1959) y, desde entonces, intervino en más de ochenta películas, algunas obras de teatro y un buen puñado de series de televisión. Aunque tocó todos los palos, el género que más cultivó fue el spaghetti western, pues bordaba el rol de vaquero. Entre sus mejores interpretaciones están el agricultor de La caza (Carlos Saura, 1966), el jefe de bomberos de Los subdesarrollados (Fernando Merino, 1968) o el Vilairo de El bosque del lobo (Pedro Olea, 1970). En televisión, intervino en series tan memorables como El pícaro, Curro Jiménez o La barraca. Pero si Fernando es recordado por algún papel, es por el de Frasco, el tabernero de Verano azul, hasta el punto que cuando falleció en 1982, hubo algún titular de la prensa amarilla que sentenció: «Frasco ha muerto, pero Chanquete sigue vivo».
Kaos (hermano de Cíclope)
Scott Summers, alias Cíclope, era un apuesto galán capaz de fundirte con la mirada. No en vano disparaba potentes explosiones de fuerza a través de sus ojos. Cíclope lo tenía todo: una novia pelirroja, sangre fría y unas dotes de mando que lo convirtieron en líder de la imposible Patrulla X.
Por el contrario, Alex Summers, alias Kaos (Havok en el original, aparecido por primera vez en el número 54 de Uncanny X-Men, 1969) no tenía gran cosa, aparte de unos superpoderes mutantes que le permitían absorber energía solar, canalizarla a través del cuerpo y dispararla en forma de letales descargas plasmáticas. Cuando el supervillano Monolito Viviente descubrió sus poderes, se lo llevó a Egipto para robárselos; por suerte, la Patrulla X lo rescató. Pero Kaos, un poco humillado porque su hermano le sacara las castañas del fuego, no logró integrarse en su cuadrilla mutante. Harto de vivir a su sombra, lo intentó todo para triunfar: trabajó para el Gobierno, se lió con su excuñada, militó en los X-Factor y acabó saltando a una dimensión paralela en la que todos sus sueños se cumplieron: allí era líder de la Patrulla X, mientras su hermano Scott estaba secuestrado por unos extraterrestres. Cuando volvió a nuestro plano espacio-temporal, el chasco lo sumió en un coma del que lo sacó, de nuevo, la Patrulla X.
En los últimos tiempos, tras mil y una peripecias, parece que la tortilla está dando la vuelta: con Cíclope convertido en fugitivo, el Capitán América ha invitado a Kaos a dirigir los Uncanny Avengers. Pero no nos fiemos, que esto debe ser otro truco de los guionistas de la Marvel para enganchar a los lectores. Al final, cada hermano volverá a su condición kármica: superhombre rico, superhombre pobre.
Ramón Franco (hermano de Francisco Franco)
Del general Franco se pueden decir muchas cosas, pero no que fuera un perdedor. Es más, siempre se salió con la suya: ganó la Guerra Civil, durante cuarenta años hizo con España lo que le dio la gana y, tras delegar en el rey, murió de viejo dejando todo listo para el gran timo de la democracia.
Muy distintas fueron las cosas para Ramón Franco Bahamonde (Ferrol, A Coruña, 1896), que solo superó a su hermano Francisco en una cosa: podía volar. Amén de político y militar, Ramón fue un gran aviador que, entre otra cosas, comandó el mítico Plus Ultra, primer vuelo entre España y América. Republicano hasta la médula, Ramón conspiró sin éxito contra la monarquía de Alfonso XIII y tuvo que exiliarse por ello. Volvió con la República, donde fue elegido diputado por Esquerra Republicana de Catalunya. En tierra de nadie, Ramón no conectó con los militares que andaban rumiando el golpe contra el Gobierno, pero tampoco con ciertos dirigentes republicanos. Así las cosas, la sublevación del 36 le pilló en Washington y volvió a España para unirse al bando republicano, pero Azaña lo rechazó, y tuvo que refugiarse en el bando nacional, donde estaban todos sus enemigos. Pese a todo y contra la opinión de sus oficiales, Francisco Franco nombró a Ramón jefe de aviación de Baleares, obligándolo a emprender misiones militares contra sus amigos republicanos que le causaron fuertes depresiones. En este momento, Francisco empezó a temer que su hermano lo dejara en ridículo cambiando de bando. En 1938, Ramón murió en una misión rutinaria.
La versión oficial dice que fue «la masonería», pero según Rudy Bay, que pilotaba otro avión en la misma misión, «no cabe duda de que fue un sabotaje». Y en 1938, nadie podía atentar contra la vida de Ramón Franco sin contar con la autorización expresa de Francisco Franco. A buen seguro que, en sus pesadillas, el Caudillo oía tronar la palabra de Dios: «¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano clama desde el suelo. Ahora estás maldito y la tierra, que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano, rechazará tu mano».
Dennis Wilson (hermano de Brian Wilson)
Los Beach Boys fueron (con permiso de los Pet Shop Boys) el grupo de pop más grande de todos los tiempos. Su líder, Brian Wilson, escribió las mejores canciones sobre el surf, el verano y California. Y, sin embargo, de los cinco beach boys solo uno era un verdadero surfer: el baterista Dennis Wilson (Inglewood, 1944), hermano pequeño de Brian. Los demás miembros del grupo odiaban el mar. O, en palabras de Mike Love, «no éramos buenos surfistas, pero cantábamos bien sobre ello».
Desde muy joven, Dennis fue the menace. Mientras el tímido Brian, empujado por su padre, dedicaba su tiempo libre a componer canciones, Dennis se enredaba en peleas, hurtos y otros líos. Pero cuando se enteró de que sus hermanos Carl y Dennis iban a montar un grupo junto a su primo Mike y a su amigo Al Jardine, él también quiso jugar. Suya fue la idea de escribir canciones sobre surf, que ya entonces era su deporte favorito.
Tras muchos años de éxitos y conciertos, Dennis seguía siendo el rebelde del grupo. Por ejemplo, se hizo amigo de Charles Manson y su «familia», a quienes alojó durante más de un mes en su casa de la playa. Manson quería que Dennis le ayudara a entrar en el show business y Dennis, recién divorciado, se encandiló con las jóvenes bellezas de la Family. Juntos registraron un puñado de canciones en el estudio de Brian, si bien todo aquel material acabó destruido. Tras cambiarse de casa para librarse de Manson y compañía (que se trasladaron al Valle de la Muerte) Dennis convenció a los Beach Boys para grabar una de las mejores canciones de Charles, «Cease to exist», que él retituló «Never learn not to love».
En 1977, Dennis publicó su único disco en solitario, Pacific Ocean Blue, doce excelsas piezas de pop rock entonadas con melancolía por un hombre roto que busca el mar como punto de fuga. Tras el relativo fracaso del disco (que no sería reivindicado hasta dos décadas después) Dennis se sumergió en una depresión aderezada con vodka, peyote y cocaína. El 28 de diciembre de 1983, se fue a dar un chapuzón borracho y se ahogó. Ronald Reagan, entonces presidente del país, permitió que Dennis Wilson, the real beach boy, fuera enterrado en el mar, sin incineración previa, pese a estar prohibido.
Alfonso Buñuel (hermano de Luis Buñuel)
¿Qué puedes hacer cuando tu hermano es uno de los cineastas más brillantes de la historia, autor de cosas como Un chien andalou o El ángel exterminador? Alfonso Buñuel (Zaragoza, 1915) debió de hacerse esta pregunta y responderla con un sonoro «nada, así que a vivir, que son dos días». Y lo cierto es que, exceptuando su breve llamada a filas, Alfonso vivió como un auténtico marqués. Vago de solemnidad, llamaba a la criada hasta para que le alcanzara el periódico de la mesita de al lado. Este comportamiento sacaba de quicio a su cuñada Jeanne, pero Luis siempre lo defendía: «No es culpa de Alfonso, así nos educaron». Efectivamente, y aunque a uno se le notara más que a otro, ambos pertenecían a una estirpe de señoritos.
Aunque su hermano Luis nunca aceptó del todo la homosexualidad de Alfonso, se llevaba muy bien con él y lo inició en el surrealismo, los viajes y la música clásica. Alfonso solía decir, medio en serio, medio en broma, que Luis había sido «su padre».
Con más pena que gloria, Alfonso estudió Arquitectura porque a su madre le hacía ilusión, pero solo creó un par de edificios y un puñado de objetos. Si aparece en este artículo es por sus extraordinarios collages que, un poco en la línea de Max Ernst, han asombrado a expertos e historiadores. Se trata, no obstante, de una obra limitada, puesto que Alfonso vivía para cultivar su ocio y salir con amigos tan ilustres como Edgar Neville, José Bello, Domingo Dominguín o Carlos Arniches hijo.
En 1958, a Alfonso le diagnosticaron un tumor pulmonar y se retiró a Calanda, a vivir lento entre huertas y jardines hasta que, dos años después, expiró. Su hermano Luis interrumpió el rodaje de Viridiana para ir al entierro, pero fue Max Aub quien pronunció el mejor epitafio: «Se murió sin dar golpe».
Friedrich-Georg Jünger (hermano de Ernst Jünger)
Además de alcanzar la categoría de héroe en la Primera Guerra Mundial, Ernst Jünger escribió decenas de libros, entre los que destacan novelas como Sobre los acantilados de mármol o Eumeswill, ensayos de la talla de Acercamientos, La emboscadura o El trabajador y, sobre todo, unos voluminosos diarios, presididos por Tempestades de acero, magistral testimonio de las trincheras alemanas. A día de hoy, y pese a lo controvertido de su figura, el reconocimiento de Jünger como pensador es unánime y universal.
El hermano de Ernst, Friedrich-Georg Jünger (Hannover, 1898) viene a ser una versión menor, casi una prolongación, del gran sabio. En la guerra, su intervención fue breve y poco relevante, al ser gravemente herido en combate. Después, estudio Biología, Zoología y Derecho, aunque lo suyo era la poesía clasicista alemana. Fascinado por la flora y fauna de su tierra, escribió más de un centenar de poemas sobre las fuerzas elementales y numerosos textos en revistas de corte nacional-revolucionario en los que subrayó la idea de que la política debe trascenderse para contemplar los hechos «fuera de todos los miasmas burgueses, cerebralistas e intelectualizantes». Desde este prisma tachó al Tercer Reich de «canto infantil de una embriaguez sin gloria» que representaba a un nacionalismo de las masas, frente al nacionalismo cósmico que él reivindicaba. Esto le trajo problemas con Hitler y se vio obligado a refugiarse en la Baja Sajonia, junto a su hermano. Tras retirarse de la política, Friedrich-Georg se concentró en escribir su obra cumbre: La perfección de la técnica (1946), una demoledora crítica al progreso que se anticipó varias décadas al ecologismo alemán.
No es poco, pues, lo que vivió y escribió este hombre, pero palidece ante la apabullante, inabarcable y posthumana obra de su hermano, a quien no superó ni siquiera en longevidad: mientras Friedrich-Georg murió en 1977, con setenta y nueve años, Ernst sobreviviría hasta los ciento tres.
Jorge Berlanga (hermano de Carlos Berlanga)
En este caso, tenemos a unos hermanos que crecen bajo la alargada y sobreprotectora sombra paterna, proyectada por el inmenso director de cine Luis García Berlanga. Y solo Carlos logró trascenderla: junto al letrista Nacho Canut (su Azcona particular), creó exitosas canciones («A quién le importa», «Bailando», «Cómo pudiste hacerme esto a mí»…) entonadas por él mismo o por Alaska en grupos como Pegamoides y Dinarama. Después, desencantado de la farándula, emprendió una discreta pero fértil carrera en solitario que produciría joyas como Indicios de arrepentimiento, Manga por hombro o Septiembre.
Jorge Berlanga (Madrid, 1958) era solo un año menor que su hermano Carlos, pero siempre pareció más adulto. Ambos fueron dos dandis ligeramente distintos: Carlos, postmoderno, frívolo y homófilo; Jorge, felliniano, mujeriego y noctámbulo. Pero en la dichosa Movida, Carlos fue una pieza clave, mientras que Jorge no pasó de espectador de lujo que, como Michi Panero, no llegó a tener una obra relevante. Su trabajo fue más bien errático: tradujo a Bukowski, escribió columnas de prensa, fue redactor jefe de La Luna de Madrid, dirigió festivales de cine, montó guiones de películas paternas (el más logrado, el de la visionaria Todos a la cárcel, 1993) y publicó una novela tan elegante como divertida: Un hombre en apuros, la odisea de un caballero moderno (2003). Pero, sin duda, su mejor creación fue su propio personaje que, como bien apuntó su amigo Charlie Mysterio, tenía ecos de Waugh, Chesterton, Wodehouse, Fitzgerald y Vian.
Tras la muerte de Carlos Berlanga, Jorge se esforzó en reivindicar su memoria, organizando exposiciones, homenajes y hasta un musical. Por desgracia, no vivió para culminar esta labor: murió a los cincuenta y dos años, víctima de unas falsas costumbres que nunca acabaron de caer.
Nikolái Chéjov (hermano de Antón Chéjov)
Considerado por muchos críticos como el mejor cuentista de todos los tiempos, el escritor ruso Antón Chéjov sentó las bases del relato moderno, donde no hay lugar para héroes ni moralinas pues, como él mismo solía decir, «el artista está ahí para formular preguntas, no para contestarlas». Sí hay miseria, grisura y personajes anodinos, construidos con un estilo que marcó a fans tan aventajados como Raymond Carver, que reconstruyó la muerte de su ídolo en el cuento Tres rosas amarillas.
Mucha menos repercusión ha tenido el legado de Nikolái Chéjov (Taganrog, 1858) hermano mayor de Antón que, desde bien niño, demostró prodigiosas dotes para el arte y la música. Pertenecía a una familia humilde, pero se las arregló para asistir a la Escuela de Pintura, Escultura y Arquitectura de Moscú, aunque fue incapaz de acabar los estudios debido a su adicción al alcohol. Las cogorzas que se agarraba Nikolái eran monumentales, y lo arrastraban a vagabundear por calles y tugurios durante semanas.
Consciente de su talento como pintor y preocupado por su mala vida, Antón siempre intentó ayudar a Nikolái, e incluso le escribió una larga carta donde lo animaba a dejar de beber y ponerse las pilas. Pero, por más que intentaba salir a la superficie, Nikolai se hundía en la bebida una y otra vez. Hasta que la tuberculosis se lo llevó al otro barrio. Tenía treinta y un años.
Esta prematura muerte inspiró Una historia aburrida, un relato de Antón Chéjov que narra los últimos años de un hombre hastiado que, como su hermano, se llama Nikolái. Por una vez y sin que sirva de precedente, podemos decir que la ficción superó a la realidad. Y es que, como bien dijeron los hermanos Coen, «las mejores historias son las de los fracasados».
Y Jorge Berlanga fue, además, un inteligentísimo columnista, en ABC.
Aunque le parezca increíble al autor de este texto, en ocasiones los aviones se caían por malas condiciones atmosféricas, sin necesidad de que lo ordenara Franco.
Salvo que consideremos la opción de que Franco era capaz de invocar tormentas subido a la catedral de Burgos.
¡Agradecido por la alusión, Landeira!
Jorge Berlanga – ¿»víctima de unas falsas costumbres que nunca acabaron de caer»? No queda demasiado claro, creo…
Conoci a Robert Crumb por el documental que aqui se menciona ,hace 20 años.Desde aquel dia siempre me ha interesado todo lo que he visto/leido sobre el.
A dia de hoy todavia no he olvidado ese documental y siempre que tengo oportunidad recomiendo verlo ,aunque yo no he querido volver a verlo mas , es tan fascinante como perturbador.
En el momento que muestra sus ultimos comics ,en que han derivado y que esta muy bien explicado en este reportaje ,uno no da credito de lo que esta viendo.
Con esta familia y su documentral me pasa igual que con la familia panero y el desencanto.
Aprovecho para mencionar una de las películas que más me impresionó en la juventud: Two-Lane Blacktop, del gran Monte Hellman. Me ha venido a la memoria al ver la imagen de Dennis Wilson sobre el fabuloso deportivo camuflado que ilustra la portada del artículo.
Excelente artículo, que me ha sabido a poco. Seguro que hay material para un «Los hermanos malditos II»
Qué bueno. Me encanta el lado B de los apellidos famosos. Saludos desde México.
Lalo Maradona
ya te digo…
Fantastico articulo….esperando una segunda parte :D
Luis Landeira siempre lo borda
«Los Beach Boys fueron (con permiso de los Pet Shop Boys) el grupo de pop más grande de todos los tiempos» ¿Es coña, verdad? Mira que me estaba gustando el artículo, pero esta comparación se lo ha cargado…
La verdad es que el artículo está muy bien, pero esas afirmaciones categóricas del tipo «Los Beach Boys fueron ( con permiso de los Pet Shop Boys) el grupo pop más grande de todos los tiempos» lo afean bastante. Parece que lo hace con una intención provocadora. Y, desde luego, es poco serio. Desmerecen al artículo estas afimaciones.
Y ese collage de Alfonso Buñuel, del que mi padre me decía con su voz entre divertida y profunda, «En mi imaginación somos tu y yo, yo con la barba y tu asustada mientras yo señalo el cuerpo de Cristo y te aseguro que Dios no existe». Ese collage, que mi padre tenía en una caja de cartón escondido para que un día estuviera conmigo, fue sustraido de su casa por nuestros propios familiares, otros «Buñueles», justo después de su muerte.
Pedro Cristian García Buñuel, hijo de Conchita Buñuel, sobrino de Luis y de Alfonso Buñuel, vivió sus últimos años como un eremita entre sus calaveras , sus libros sobre teología e insectos y sus discos de Jazz. Murió el 2 de Noviembre de el año 2008, cuando me avisaron ya era tarde. Y yo ya no estaba en Zaragoza. Es esa època, Ian Gibson andaba visitándole a menudo para tener documentos e información que necesitaba para terminar el libro que publicaría cuatro años después titulado Luis Buñuel : La forja de un cineasta universal (1900-1938). Con esta excusa todos los pretenciosos e inacabados buñuelitos de la familia , entraron para recuperar algunos papeles para Gibson, y de paso se llevaron ese recuerdo, y esa historia. Escondido entre papeles y bolsas. Yo ya no lo tengo y leyendo por casualidad este artículo he caído en la agridulce memoria. Quedan muchas otras por contar sobre la tenebrosa y divertida familia a la que pertenezco. -M.
Falta Aleksandr Ulianov, el hermano mayor de Vladimir Ulianov, Lenin. Un anarquista que conspiró contra el zar Alejandro III. Tras fallar y no conseguir matarlo fue capturado y eliminado. Ese acto hizo que Lenin, siendo solo un adolescente, comenzase a interesarse por la política y conociese la obra de Marx.
¡Muy buen artículo! Este verano durante una visita a la National Gallery de Irlanda descubrí a Jack Butler Yeats, pintor expresionista de gran talento y hermano pequeño del nobel de literatura William Butler Yeats.