Sociedad

Apuntes desde la tormenta mexicana

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1. Respete mi entrada y yo respeto su coche

Esta es la advertencia que preside, en el Distrito Federal, muchas de las entradas a garajes y parkings. Entre el marasmo de mensajes más o menos amenazantes que se distribuyen por la ciudad («si su perro se hace usted no se haga» —sobre las cacas de perro—, «si usted no les da ellos desaparecen» —sobre quienes piden en el metro—) fue el que más llamó mi atención desde mi llegada al D. F., como si este contrato unilateral afirmara otras observaciones de lo cotidiano, habitualmente impactadas por la distancia que aquí separa a unos individuos de otros.

La amenaza recíproca define un orden urbano que se percibe como una reunión indeseada de sujetos sin regulador autorizado, donde cualquier expectativa de contacto, y los veintitantos millones de habitantes aseguran múltiples oportunidades, se piensa desde la fricción. O tú o yo: el espacio común resulta conflictivo, incómodo, dominado por fuerzas que ejercen algún tipo de imposición autónoma y siempre en contra del resto, es decir, de uno mismo.

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En una ciudad claramente inclinada al uso del automóvil y con un tránsito de proporciones épicas, las dinámicas que rigen sobre este universo sintetizan, más allá de vados permanentes, otros órdenes de lo social. En él, la ley que rige sobre normas viales, ciclistas o peatones es la del tonelaje: a mayor vehículo mayor derecho de paso, mientras el coche ejerce un papel indispensable dentro del territorio en disputa, pues a la vez que enajena de lo colectivo otorga mejores argumentos para la imposición de lo propio. Se estima que el 70% de los desplazamientos en el D. F. se realizan en transporte público, una estadística que resume la proporción de fuerzas y el lugar que cada cual ocupa en la urbe: para las clases medias-altas los espacios privatizados, para las clases populares el incordio de la masa que se agolpa en metros y peseros, las calles atestadas de coches y comercio ambulante, las decenas de menesterosos que cada día inventarán las más sorprendentes estrategias para merecer una moneda. Cualquier jornada en el seno del monstruo se convierte en una agotadora prueba de obstáculos.

No contaminarse al contacto: En un país-continente con una historia insondable, regiones aún semiinaccesibles y en el que se hablan sesenta y ocho lenguas (reconocidas), la diversidad es sinónimo de marginación. México son muchos países donde las profundas desigualdades económicas, regionales, lingüísticas y étnicas han creado nichos de casta entre los que la posibilidad de diálogo se antoja lejana, como si cada una habitara en distintas coordenadas espacio-temporales. Así que los restaurantes de las zonas chic exhiben el obligado cartel de «Aquí no se discrimina por motivo…» aunque el único contacto que ofrecen a lo diverso consiste en el deprimente espectáculo de gentes (muy habitualmente niños) que desfilan a la caza del peso entre quienes se toman una cerveza al aire libre. El mensaje que se eleva es el de un pacto social roto.

2. Le dan colgón

Portada del diario El Gráfico.
Portada del diario El Gráfico.

La imagen pertenece a uno de los periódicos más populares de la ciudad, aunque no el único que juega, cada día y en portada, con dos elementos en paradójica correspondencia: la mitad izquierda se destina a la foto de algún asesinado sin que medien demasiadas consideraciones sobre las condiciones del cadáver (a veces calcinados o mutilados, partes de cuerpos), mientras la columna de la derecha se reserva para la imagen de una modelo semidesnuda.

La banalidad de la violencia no se detiene en su erotización, sino que se prolonga a través de un titular cuyo manual de estilo aconseja algún guiño irónico por el que la imagen del asesinado se incluya en la piñata informativa junto a las correrías de algún actor de telenovela, los deportes, las fotografías subidas de tono o las últimas ofertas de los grandes almacenes. Como declara Andreas Schedler en una columna en el diario Reforma, «Hasta finales de septiembre [fecha de la desaparición de los cuarenta y tres normalistas de Ayotzinapa], México estaba bailando alegremente sobre una catacumba de unos noventa y cinco mil muertos y veinticinco mil desaparecidos». Y es que las truculencias diarias se han leído, en demasiadas ocasiones, como un asunto de esos «otros» de difícil reconocimiento y precaria empatía, cuando no como parte de una idiosincrasia nacional seducida por el vértigo de una vida al límite.

Los movimientos sociales que se han sucedido en estos años de recrudecimiento de la violencia, ya sean los que en Ciudad Juárez y otras zonas del norte han luchado por visibilizar a las víctimas de feminicidio y reclamar justicia, o el más reciente Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad encabezado por el poeta Javier Sicilia han debido convivir, en el terreno de lo simbólico, con el auge de una narcocultura convertida en una de las industrias culturales más florecientes del momento. Desde la más informal, pero no por ello menos próspera, producción de narcocorridos o narcofilmes (se habla de narcoestética, narcomoda, narcoreligión), a la oferta de prestigio que representan narconovelas, narcodocumentales o narcoensayos, se ha asistido a la consolidación de un género autóctono. En las principales librerías pueden encontrarse no menos de sesenta títulos que contienen la palabra «narco» (en ocasiones con sus propios expositores) y una estética manufacturada para un público que se acerca al conflicto con un ánimo tan informativo como morboso. A su manera, la narcoliteratura ha generado una épica de nuevo cuño, el retrato exótico y de exportación más celebrado de lo mexicano.

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Disociación entre las cifras muertos, más de cien mil desde 2006, y el carácter festivo de la muerte: para conmemorar el Día de Muertos, en plena indignación ciudadana por la desaparición de los cuarenta y tres normalistas y entre acusaciones dirigidas directamente al ejecutivo («Fue el Estado» es uno de los lemas más repetidos), el Gobierno de la ciudad instaló en el Zócalo su particular ofrenda. Bajo la bandera que preside el principal espacio simbólico del país y frente al Palacio Nacional se desarrolló entonces una performance involuntariamente perversa, en que las enormes calaveras que dominaban la plaza solo parecían subrayar la indiferencia estatal con los más de veinte mil desaparecidos y las incontables fosas comunes que se extienden por el país.

3. ¿Le has visto?

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En los paneles de anuncios que se distribuyen por las estaciones de metro se muestran estas hojas informativas de personas oficialmente desaparecidas. Cuentan con el sello de la Procuraduría de Gral. de Justicia y son un recordatorio constante de esos espacios en sombra que se ciernen sobre la vida cotidiana de cualquiera. También una dramática evidencia de los vacíos que rodean al Estado (o que operan desde su seno) y que, trasladados al ámbito de lo personal, se convierten en una máquina de producción de víctimas.

El desprestigio de un aparato estatal incapaz de garantizar los derechos ciudadanos se concentra con especial intensidad en los llamados «cuerpos de seguridad». El propio Jesús Murillo Karam, procurador general de la República (una figura equivalente a ministro del Interior) señaló, en una polémica rueda de prensa ofrecida el pasado 8 de noviembre, que la intervención del ejército durante los sucesos de Iguala (presente en la localidad mientras se perpetraba la masacre), «solo habría empeorado las cosas». En diversos momentos me he topado con agrias discusiones entre civiles y policía que se han saldado, entre forcejeos y graves insultos, sin repercusión alguna, como si el propio cuerpo pusiera en cuestión su legitimidad para corregir una ilegalidad.

La comparecencia antes mencionada de Murillo Karam, en la que bajo todos los focos de atención explicaba los avances en la investigación de los cuarenta y tres estudiantes desaparecidos y declaraba por primera vez la hipótesis oficial de su muerte, terminaría, tras poco más de una hora, con un «Ya me cansé» inmediatamente viral. La frase constataba la insensibilidad de un Gobierno federal que en todo momento ha pretendido enmarcar esta crisis de derechos humanos como un asunto local y ajeno a su incumbencia. Cosa de otros.

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Llegados a este punto, ¿cómo recomponer los fragmentos rotos?, ¿de qué modo restaurar el tejido social e institucional?

A diferencia de otros sucesos que, con mayor o menor revuelo, ingresaron en esa fría crónica de una guerra larvada, la desaparición y probable asesinato de los cuarenta y tres estudiantes de Magisterio ha supuesto un punto de no retorno para una sociedad que ya no puede seguir mirando para otro lado. Las manifestaciones y paros se concatenan, las conversaciones recorren las calles, las redes sociales proyectan cada noticia. Se ha extendido una voz de alarma que debería servir, como señala el citado Schedler, para crear una red de solidaridad que incluya a todas las víctimas, también a las sospechosas. Y más allá, para emprender el difícil camino de un reencuentro con el otro, la construcción de una «república emocional», en palabras de Juan Villoro, que frente a las desapariciones que comienzan por los individuos y se prolongan por el lenguaje, los vínculos ciudadanos, los derechos básicos o la justicia social, se reapropie de esas dimensiones elementales para una vida digna. El 20 de noviembre se convocó un paro nacional y marchas masivas que confluyeron en la plaza del Zócalo, ríos humanos entre los que se repitió uno de los lemas portadores de esperanza: «Porque todos somos uno».

Fotografía: Francisco Carrillo

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14 Comments

  1. Laventanademadrid

    Completamente de acuerdo. Y por desgracia, México no es el único estado inmerso en esta deriva, aunque si puede que sea el que más enfangado está.

    Y aunque todas estas cosas las podamos leer desde Europa y creamos que se encuentran a años luz, en muchas ocasiones están más cerca de lo que parece, sin ir más lejos los puntos uno y dos si se dan con cierta frecuencia en nuestro país.

    Una sociedad cada día más individualizada en la que la historia del vecino nos importa cada día menos y donde se tiende al aislamiento a pesar de las redes sociales.

    El punto dos es aún más sangrante y es en toda esa narcocultura donde muchos europeos también encuentran una fantasía recurrente aparentemente foránea.Algo visto como típico y representativo relacionado con esa cultura. Una especie de folklore que a lo que realmente contribuye es a la destrucción del país. En Europa y aunque su interés sea el contrario, los trabajos de Saviano sobre el tráfico de cocaína generan un interés informativo y morboso a partes iguales.

  2. Chilango

    México es un país muy «gore». Aunque parezca mentira, España, en comparación, es un país blandito, de color rosado, donde crecen las gominolas y cabalgan los unicornios.

  3. Rodrigo

    Soy mexicano y no estoy muy satisfecho con el articulo. Es cierto que la situación social en el pais esta muy mal y que estan pasando esas cosas, pero creo que no hace falta sacar las cosas de contexto. La situación del país es muy mala y se puede llegar a la misma conclusión sin tener que exagerar:
    1. El gráfico es un tabloide sensacionalista con cero influencia, creo que no cuesta nada aclararlo.
    2. El dia de muertos es una tradición en la que el motivo no es «festejar la muerte», el motivo es honrar y homenajear a los seres queridos que fallecieron (sin importar como, no es un tributo a los asesinados). Adornar el centro historico de dia de muertos despues de la muerte de los estudiantes es tan perverso como adornar con luces navideñas el centro de madrid cuando hay gente que no puede pagar la cuenta de luz ni la hipoteca. Me parece un poco excesiva la palabra «perverso».

    • Joseph

      Disculpe usted, hasta que cantidad de muertos consideraría que se impone el uso de la palabra «perverso»?
      Existe un estándar?

      «Apenas» van unos cuantos cientos de miles cierto, México ocupa los primeros lugares en feminicidios, en secuestros, en asesinatos de periodistas, etc.

      Pero usted se preocupa más por una cuestión de semántica.

      El autor del artículo no está dirigiendo ningún ataque al país, sino reflejando una actualidad tan lamentable como patética.

      Sigamos viendo el dedo…

    • Karla Velázquez

      Yo también soy mexicana y me parecen muy puntuales las observaciones en el artículo.
      Con respecto a tus observaciones, me enfoco en la que ataña al periódico El Gráfico.

      Me parece muy aventurado decir que es un periódico que no cuenta con cero influencia. Siendo que por su precio y su forma de distribución es el más comprado en el país. Sabemos que es un «suplemento» del periódico El Universal, que en su edición normal, también es el más vendido en México.

      Así que, en efecto repito, me parece aventurado decir que no tiene influencia cuando es el más consumido en el país. Y que si usted no lo compra, pero si viaja diario en el metro (como yo), estamos expuestos a observar diariamente, en los puestos de revistas, estas imágenes que juegan con el sexismo y la violencia. Y es lamentable, pero, sí se vuelve normal ver eso todos los días; que no debería porque el género sensacionalista tiene un gran espacio para no jugar con la dignidad de una persona al momento de su muerte.

    • Pablito

      Rodrigo: Ser mexicano no es ningún argumento. Yo también lo soy y aprecio la óptica del autor de este texto, despojada del falaz velo chauvinista, frecuente entre paisanos.
      Déjame decirte algo: cualquier editor mataría, literalmente, por la influencia de «El Gráfico», en su target (que responde al de la mayoría de los mexicanos, no a la microminoría «ilustrada»).
      Tu versión del Día de Muertos, ya no conmueve ni a los antropólogos parisinos más mitologizadores: el grueso de los mexicanos FESTEJAMOS a nuestros difuntos con un día -cuando no- que sirve de perfecto pretexto para ponernos hasta el culo de borrachos (sí, algunos ponemos altares, pero eso sólo subraya el sentido festivo del día).
      Tiene cierto sentido tu crítica al autor respecto a lo «perverso» que le pareció colocar los cráneos en el Zócalo, dado el contexto de este año. Pero tu comparación es exagerada, así como comprensible la apreciación de Carrillo. La referencia a la desgracia económica de España está fuera de lugar; parece un pequeño golpecito, de patético tufo patriotero, sobre todo viniendo de un paisano que tal vez ignore que más del 50 % de la población mexicana vive en una pobreza que en España sólo fue concebible en la posguerra.
      Saludos y felicidades a Jot Down por esta colaboración

  4. gcreix

    «Entre el marasmo de mensajes más o menos amenazantes que se distribuyen por la ciudad…»
    ¿Marasmo? No comprendo.

  5. MrCarisma

    Muy bonito el artículo, bien redactado, con una estructura impecable como de escuela, citando a algunas cuantas personalidades que hablan del tema y llegando a unas conclusiones normalitas y bastantes obvias. Muy bonito gramaticalmente en un contenedor moderno y llamativo, ahora solo falta llenarlo de «idea, de sustancia, de chicha».
    Saludos y enhorabuena.

    • Hola, Mr. Carisma:

      Creo que el objetivo del artículo es exponer la situación de México lejos de lo que nos vende la televisión mexicana e informando a la gente a través de una revisión social del país. Quizá no la más profunda, porque para eso están las Tesis doctorales, pero sí lo suficientemente meridiana como para ser cruda, accesible e informativa.
      Vivo en México, aunque soy español, y las noticias tanto de mi país de origen como de éste en el que vivo, para que tengan un mínimo de veracidad, he de leerlas en la BBC inglesa. Pero, si sólo lees la BBC, olvidas el contexto social en el que tienen lugar las noticias. Yo conozco el contexto de México y el de España de primera mano y esto me ayuda a comprender mejor esas noticias. Pero para el que no lo ha vivido, es necesario este tipo de información. Es una lástima que no haya publicaciones con la calidad y claridad de ésta sobre todos los países en los que existen conflictos.

      Enhorabuena por el artículo, Francisco Carrillo

  6. Luis Sandoval

    Muy interesante tu artículo. Al leerlo (y en general cada vez que leo algo al respecto) no puedo evitar notar la gran similitud que tiene Mexico con Perú, mi país. Si bien nuestro desarrollo no es tanto como en Mexico, nuestro nivel de discriminación entre compatriotas e hipocresia es el mismo. También tenemos nuestro «El Grafico» por acá, El Trome (que hace unos años fue premiado por ser el diario más vendido en su idioma) que no hace sino llenar de información inutil a la mayoría de la población. Y ahora con la desaparición de los 43 de Ayotzinapa sigo pensando que compartimos mucho en común. Hace más de 20 años durante el gobierno de Alberto Fujimori (hoy preso por corrupción) estabamoa viviendo una guerra interna contra 2 grupos terroristas: el MRTA y Sendero Luminoso, éste último era el más agresivo y sangriento. Dentro de este contexto el gobierno decidio crear un escuadron paramilitar nombrado Grupo Colina que de operaba bajo sus propios códigos todo bajo las ordenes del gobierno. Este grupo fue el encargado de muchos crimenes bajo la excusa de lucha contra los terroristas. Entre sus principales crimenes esta el de el secuestro y asesinato de profesores y alumnos de la universidad La Cantuta, por el simple hecho de parecer terroristas por leer El Capital. Los 43 de Ayotzinapa me hacen recordar a los 10 de La Cantuta.

  7. Latinoamericano

    Latinoamérica es patética. Att. un latinoamericano que vive en latinoamérica

  8. Pingback: Apuntes desde la tormenta mexicana

  9. Chanfel

    Yo tengo que ir a México, para verlo por mí mismo, pero desde fuera al menos la imágen es la de un país corrupto y lleno de salvajes. Siempre me acuerdo de Carlos Fuentes, que dijo que si en Irak se interviene en México también debería ir una potencia extranjera, ocuparlo y restaurar elórden.

  10. Pingback: Apuntes desde la tormenta mexicana | Francisco Carrillo Martín

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