¿Entiendes lo que te estoy diciendo?
Se trata de crear una urgencia.
Haces que quieran comprar lo que vendes.
Les cuentas que es algo que necesitan…
¿Entiendes lo que quiero decir?
Leonardo DiCaprio, El Lobo de Wall Street
A Madame Bovary la mataron las drogas. Se envenenó a sí misma con el arsénico en polvo que adquirió en la botica de Monsieur Homais. «Y en seguida su pecho empezó a jadear en un estertor acelerado. Le salía toda la lengua fuera de la boca; sus ojos, dando vueltas, palidecían como dos globos de lámparas que se apagan, hasta parecer muerta de no ser por la horrible aceleración de las costillas, sacudidas con un jadeo furioso, como si el alma diera botes para desprenderse». A Andrés Hurtado, el protagonista de El árbol de la ciencia, también lo mataron las drogas. Baroja opta por matar a su personaje, o permitir que él, huyendo de lo que Ortega llamó la España del Desastre, se mate a sí mismo, con un frasquito de aconitina cristalizada, droga que, por cierto, se usaba entre otras cosas para tratar la arritmia. «Entraron en el cuarto. Tendido en la cama, muy pálido, con los labios blancos, estaba Andrés». Es más, el propio Romeo, como sin duda recordarán ustedes, también murió por culpa de las drogas. Y eso que en la escena III del acto segundo, Fray Lorenzo advierte a Romeo de cómo esas plantitas con las que nos curamos también pueden matarnos:
La tierra, que es madre de la Naturaleza, es también su tumba. Lo que es su fosa sepulcral, es su materno seno; y nacidos de él y criados a sus pechos naturales, hallamos seres de especies diversas, excelentes muchos por sus muchas virtudes, ninguno sin alguna, y todos, no obstante, distintos … La virtud misma conviértese en vicio, mal aplicada, y en ocasiones el vicio se dignifica por la acción.
Si me prometen que esto va a quedar entre ustedes y yo, les confieso que incluso uno de los dos escritores que más me ha influido, David Foster Wallace, murió a manos de las drogas. Wallace se pasó toda su vida, literalmente, desde la adolescencia, tomando antidepresivos. En concreto, Phenelzine. Hasta que se dio cuenta de que décadas de sustancias químicas le habían embotado el cerebro, las funciones nerviosas, la vista. Lo más valioso: su creatividad. Así que, en un instante de lucidez, o falsa lucidez, decidió abandonar los antidepresivos. Pero su cuerpo estaba tan habituado a aquellos jodidos fármacos que en seguida fue presa de un devastador síndrome de abstinencia. Y decidió acabar con todo. Ató una soga al techo de su garaje y se colgó. Eso sí, antes de ahorcarse, según D. T. Max, su biógrafo, y también según su esposa (i.e. la esposa de Wallace), es probable que el autor de La broma infinita abrazase por última vez a sus perros adoptivos, Werner y Bella.
Es curioso que, ya sea causa del destino, ya de los efectos secundarios de esa misma lucidez, el otro escritor que más me ha influido, el segundo, o el primero, José Saramago, también era consciente de que esas pastillitas que guardan ustedes en el cajón de la mesa de noche, o en la cómoda, o quizá en el cuarto de baño, son sumamente peligrosas. En Ensayo sobre la ceguera, la mujer del médico, único personaje que no pierde la vista a lo largo de este estremecedor viaje por nuestro ofuscamiento y nuestra invidencia, se extraña, o tal vez sea Saramago quien lo hace, de nuestra temeraria relación con las drogas:
Se paró, le dijo a la chica de las gafas oscuras, esperaos aquí, no os mováis, y fue a mirar por la puerta acristalada de una farmacia, le pareció ver dentro unos bultos tumbados, llamó en los cristales, una de las sombras se movió, alguien se levantó volviendo la cara hacia el lugar de donde venía el ruido, están todos ciegos, pensó la mujer del médico, sin entender por qué se encontraban allí, quizás sea la familia del farmacéutico, pero, si es así, por qué no están en su propia casa, con más comodidad que aquel suelo duro, a no ser que estuvieran guardando el establecimiento, contra quién, y menos siendo estas mercancías lo que son, que tanto pueden salvar como matar.
La RAE, la antigua y la nueva, hay cosas que, viva por una vez la ortodoxia, no cambian, define las drogas como sustancias de efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno, pero también como sustancias minerales, vegetales o animales que se emplean en medicina. Droga versus medicamento. Droga versus droga. ¿Cuál creen ustedes que es más peligrosa, más dañina? Walter White lo tenía claro. Es posible que, directa o indirectamente, a este profesor de química acabasen matándolo las drogas. Pero permítanme recordarles algo, claramente, sin ambages: Walter White nunca le tuvo miedo a las drogas, pero sí a las drogas (i.e. a los medicamentos). Por eso en la primera temporada, cuando aún no era un monstruo, o lo era, quién sabe, sin saberlo, Walter no quiere someterse a un tratamiento contra el cáncer de pulmón. Recuerden esa escena en la que la familia al completo, Hank, aún vivito y coleando, Skyler, Walter Junior, Marie, se reúnen en el salón para decidir, cual Senado romano, si el protagonista de Breaking Bad debe o no someterse a un tratamiento oncológico. Walter White, que como les digo jamás se dejó intimidar por la anfetamina azul, lo tiene bastante claro:
Skyler, tú leíste las estadísticas. Estos médicos solo hablan de «sobrevivir» durante un año o dos, como si eso fuera lo único que importa. ¿Pero de qué me sirve sobrevivir si estoy demasiado enfermo para trabajar, disfrutar de una comida, hacer el amor? El tiempo que me queda de vida, quiero vivirlo en mi propia casa y dormir en mi propia cama. No quiero tragarme treinta o cuarenta pastillas en un solo día, perder el pelo y andar por ahí recostado, demasiado cansado para levantarme, sintiendo tantas náuseas que no pueda siquiera mover la cabeza.
Sí, amigos míos, los medicamentos son peligrosos. Y la industria farmacéutica, a juzgar por lo que se dice, y aquí llegamos al meollo del asunto, también (i.e. también es peligrosa). Voy a darles dos ejemplos, menos ambiguos que los ya enunciados. Uno «ficticio», el otro real. Empecemos por la falsa mentira.
En El jardinero fiel, John Le Carré nos cuenta la historia de una mujer, Tessa Qualy, dispuesta a todo por demostrar que la Dyapraxa, «un innovador y milagroso medicamento contra la tuberculosis», es tremendamente nocivo para los seres humanos. Tessa, esposa de Justin, diplomático británico afincado en Nairobi, descubre que TresAbejas, la mega empresa farmacéutica de turno, está utilizando a las poblaciones más vulnerables de África como conejillo de indias de su nueva droga, que, como en la vida misma, produce graves efectos secundarios en los supuestos beneficiarios: insuficiencia hepática, hemorragias internas, vértigos, lesiones en el nervio óptico, muerte.
Honrando su propia costumbre, Le Carré no se conforma con escribir una novela de intriga desbordante y personajes embrollados en brutales dilemas morales. Además de eso, nos muestra un problema que, para la mayoría de sus lectores, es completamente desconocido. En El jardinero fiel, tras el asesinato de Tessa, su marido decide plantar cara a TresAbejas, llenando así páginas de persecuciones, de palizas, de casi-muero-pero-sigo-vivo y, por supuesto, de denuncias contra los malos. Porque cuando un novelista investiga, e investiga bien, descubre cosas intolerables que se nos escapan: codicia sin límites, dinero por encima de vidas humanas, fraude, engaños, la hipocresía de la industria farmacéutica:
En cuanto a las charlas en congresos científicos y la publicidad de las compañías farmacéuticas, uno ha de ser aún más escéptico… Aquí las oportunidades de parcialidad son enormes… Nota de Tessa: Según Arnold, los grandes laboratorios destinan millones y millones a comprar los servicios de científicos y médicos para que difundan sus productos. Birgit informa de que KVH donó recientemente cincuenta millones de dólares a un importante hospital universitario de EE. UU.
Si quieren pasar un buen rato, entretenerse y aprender, lean El jardinero fiel. O disfruten de la adaptación cinematográfica de Fernando Meirelles, director, además, de Ciudad de Dios. (El África de Meirelles, por cierto, es más rica, colorida y auténtica que el África de Le Carré). Ahora bien, si lo que quieren es entender en qué lío andamos metidos, ustedes y yo, decántense por un ensayo: Medicamentos que matan y crimen organizado, de Peter Gøtzsche. (Por si anda al acecho la Sargento Margaret, advierto de antemano que Enrique Murillo, el editor de Gøtzsche en España, es también el mío).
En Medicamentos que matan y crimen organizado, Gøtzsche parte de dos premisas. La primera, que la industria farmacéutica mata a millones de personas, y que, de hecho, sus productos son la tercera causa de muerte en el mundo, tras el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. (Sí, sí, ya sé que no le/me creen —esperen—). La segunda, e igual de importante, aunque el ensayo solo la mencione, por razones obvias, de pasada, es que los medicamentos son a veces necesarios. Y salvan/mejoran vidas. De modo que hay drogas que sí hay que tomar, como los antibióticos si sufre usted una infección provocada por ciertos gérmenes, o el Aciclovir contra los herpes, o la aspirina si le duele la cabeza. Sin embargo, la mayoría de medicamentos, esas pastillitas que guardan ustedes en el cajón de la mesa de noche, o en la cómoda, o quizá en el cuarto de baño, son veneno. Como el veneno que mató a Madame Bovary, o a Romeo, o a Andrés Hurtado, o a Wallace.
A lo largo de cuatrocientas cortísimas páginas, Gøtzsche (médico, investigador, autor de decenas de ensayos clínicos y publicaciones académicas) demuestra, con una bibliografía contrastable, no como las de César Vidal, que la industria farmacéutica opera, más o menos, de la siguiente forma: 1) Investiga sustancias químicas, con frecuencia valiéndose de dinero público; 2) Realiza ensayos clínicos para demostrar las bondades del medicamento en cuestión; gracias a la magia de las estadísticas, los resultados suelen ser siempre favorables y el medicamento empieza a comercializarse; 3) Si los resultados de los ensayos clínicos son catastróficos, se guarda la información en un cajón, no como el de sus mesas de noche, sino uno más seguro, bajo llave, y se oculta del escrutinio de reguladores e investigadores ajenos a la compañía; 4) En cualquier caso, los efectos secundarios se minimizan, o directamente se esconden; 5) La industria farmacéutica soborna, a través de consultorías de decenas de miles de euros, a través de becas de investigación, a través de vacaciones pagadas, a través de jugosos patrocinios a hospitales o revistas médicas especializadas, a través de dinero ingresado en paraísos fiscales, y les hablo de cuantías que hacen que los seis millones de euros que el banco de inversión franco-estadounidense Lazard ingresó presuntamente en una cuenta extranjera del no-sé-nada Rodrigo Rata, perdón, Rato, parezcan un cuento de los hermanos Grimm, a través de todo esto, les digo, la industria farmacéutica soborna al puñado de especialistas que podría en principio contribuir a que el público, ustedes, yo, nos enteremos de los efectos secundarios clandestinos, desconocidos, o no tanto, de las puñeteras pastillitas que tomamos cada día.
Dicho así, a bote pronto, esto parece ciencia ficción. Parece Le Carré. Pero no. Tengan en cuenta que les estoy hablando de una de las mayores industrias del planeta, que tan solo en el primer semestre de 2014 movió la friolera cifra de doscientos treinta billones de dólares y a cuyas empresas, según Gøtzsche, pertenecen cuatro de los diez ejecutivos mejor pagados de Estados Unidos. «John Hammergren, el directivo mejor pagado del país, ocupaba el cargo de director ejecutivo de la distribuidora farmacéutica McKesson Corporation y tenía un sueldo de ciento cuarenta y cinco millones de dólares anuales». Ahí empieza parte del problema, ¿alguien cree, alguien puede ser tan ingenuo como para creer, que a estos señores les importa un pimiento la salud de sus conciudadanos? No. Nadie. Cuando alguien gana ciento cuarenta y cinco millones de dólares al año por dirigir una compañía, solo hay una cosa que puede importarle: aumentar los beneficios de dicha empresa. (Me dirán ustedes que quizás le importen dos cosas: eso, y la tarjeta de crédito de la empresa para irse de compras sin pagar impuestos. De acuerdo, lo acepto).
Lo más escalofriante de Medicamentos que matan y crimen organizado es que Gøtzsche no se contenta con desmenuzar ante ustedes el fariseísmo de la industria farmacéutica, con mucha más rigurosidad de la que puede uno permitirse en un artículo de Jot Down, sino que dedica una buena parte del libro a darnos ejemplos de esos efectos secundarios, de esas consecuencias fatales (y con frecuencia mortales) de nuestras dichosas pastillitas. Uno aprende, por ejemplo, que es mejor dejar de lado las cápsulas adelgazantes, que los fármacos contra la hipertensión son nocivos a largo plazo, que las drogas contra la diabetes deberían ser un último recurso, al igual que los antipsicóticos y los antidepresivos (estos últimos, dice Gøtzsche, son los peores, y añade que si usted decide tomarlos es muy probable que acabe no curándose nunca de su supuesta depresión —por supuesto, usted, como casi todo Occidente, sufre de depresión, o de trastorno bipolar, o de déficit de atención sin hiperactividad, o de algo que requiere pastillitas, pastillitas, pastillitas) o que las bondades de muchos de los tratamientos contra el cáncer ni siquiera han sido clínicamente demostradas —sí, existen medicamentos contra el cáncer, comercializados, ahí, en las farmacias al lado de sus casas, que tal vez ayuden a prevenir la metástasis, pero a la vez que le dañan a usted el corazón, o los pulmones, o sus funciones cognitivas. Las empresas farmacéuticas, y los médicos, por ignorancia o un lavado de cerebro que roza la male fe, le dicen lo primero (i.e. que el medicamento ayuda a prevenir la metástasis), ocultando lo segundo (i.e. que su calidad y esperanza de vida pueden en realidad disminuir por culpa de los efectos secundarios, algunos de los cuales ni siquiera han sido estudiados). ¿Y los reguladores? Los reguladores, según Gøtzsche, y da pruebas más que suficientes para creerle, se callan como cabrones.
Medicamentos que matan y crimen organizado es un libro preocupante. En el prólogo, Joan-Ramon Laporte lo recomienda a «legisladores, políticos, gestores, directivos, profesionales sanitarios y estudiantes de ciencias de la salud». Yo, personalmente, se lo recomendaría a cualquier madre y padre que quiera, si no educarse a sí mismo, pues tal vez sea demasiado tarde —ya saben: la fuerza de la costumbre—, al menos saber cómo educar a sus hijos. Y hablo con conocimiento de causa. Nací en un hogar donde abundaban las drogas. A veces me dolía la barriga de comer turrón o chocolate o helado y mi madre, ejerciendo su peculiar derecho a mimar, me decía que tomase más, que comiese natillas, o almendras garrapiñadas, o caramelos de anís, y que luego solucionase la pesadez tomándome un protector de estómago (!). Una pastillita. Y así crecí, tomando pastillitas para todo. Para no tener granos (Roacután), para respirar un poco mejor (Singulair), para poder comer más golosinas sin que me duela la barriga (Lansoprazol) e incluso, pese a haber notado jodidísimos efectos secundarios que ni siquiera se anunciaban en el prospecto, para que no se me cayese el pelo (Finasteride). Pastillitas, pastillitas, pastillitas. He necesitado leer a Gøtzsche, y comprender que tiene razón, para darme cuenta de que, con treinta años, y mientras aún estoy relativamente sano, es preciso que empiece a odiar a la (mayor parte de la) industria farmacéutica, que nos miente, nos engaña y convence a todo Dios de que jamás podremos vivir sin sus dañinos productos. Mierda, he necesitado leer a Gøtzsche para aceptar de una vez que tengo que dejar de tomar esos medicamentos que (me) matan. (Y a usted).
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«la industria farmacéutica opera, más o menos, de la siguiente forma: 1) Investiga sustancias químicas, con frecuencia valiéndose de dinero público; 2) Realiza ensayos clínicos para demostrar las bondades del medicamento en cuestión; gracias a la magia de las estadísticas, los resultados suelen ser siempre favorables y el medicamento empieza a comercializarse; 3) Si los resultados de los ensayos clínicos son catastróficos, se guarda la información en un cajón, no como el de sus mesas de noche, sino uno más seguro, bajo llave, y se oculta del escrutinio de reguladores e investigadores ajenos a la compañía; 4) En cualquier caso, los efectos secundarios se minimizan, o directamente se esconden;»
¿Pero qué dices?
Bueno, cómo dice en el post, es muy dificil desarrollar todo.
Marino Pérez (Psicólogo Clínico) tiene varios libros sobre la invención de enfermedades mentales.
http://www.todostuslibros.com/libros/la-invencion-de-trastornos-mentales_978-84-206-4866-8
http://www.todostuslibros.com/libros/volviendo-a-la-normalidad-la-invencion-del-tdah-y-del-trastorno-bipolar-infantil_978-84-206-8462-8
Enfermedades que actuamente se «curan» con medicamentos… pero en unos paises se diagnostican más que en otros http://asunmarrodan.wordpress.com/2013/12/02/por-que-hay-muy-pocos-ninos-franceses-hiperactivos/ o dependiendo del mes en el que se nace http://www.osakidetza.euskadi.net/contenidos/informacion/cevime_infac/eu_miez/adjuntos/INFAC_vol_21_n_5_TDAH.pdf aunque tambíén podria citar lo que pasó en Quebec http://abcchildren.es/un-estudio-canadiense-alerta-sobre-las-consecuencias-a-largo-plazo-del-uso-continuado-de-ritalin-rubifen-y-concerta-en-espana/ todo esto lleva a que rechacen otro tipo de terapias como las cognitivo-conductuales en favor del medicamento por influencia de las farmaceúticas.
También podemos sacar a colación este estudio del JAMA Internal Medicina sobre visitadores médicos y la correlación que existe entre malas practicas medicas y los medicos que tienen contactos con ellos
http://archinte.jamanetwork.com/article.aspx?articleID=1878469 && http://medicocritico.blogspot.com.es/2014/08/tu-relacion-con-la-industria.html
Sobre el tema de ocultación de información, podemos sacar enlaces de tribunales franceses http://www.quechoisir.org/sante-bien-etre/maladie-medecine/medicament/actualite-mediator-l-etat-responsable, españoles http://www.migueljara.com/2014/08/01/caso-agreal-la-nueva-sentencia-judicial-confirma-que-el-asunto-no-ha-echo-mas-que-comenzar/ http://www.migueljara.com/wp-content/uploads/2013/11/Sentencia-Juzgado-Primera-Instancia-90-Caso-TALIDOMIDA.pdf o meras noticias
http://www.20minutos.es/noticia/1151386/0/farmaceutica/medicamento/protelos/
El autor (Gøtzsche) no habla de todos los medicamentos ni todas las enfermedades, habla de que hay medicamentos y enfermedades.
Tambien tengo que decir que el artículo está fatalmente planteado y explicado y que los trabajos de Gøtzsche son principalmente en occidente, porque los medicamentos sólo son la 3a causa de muerte aquí; a nivel global hay enfermedades curables como la diarrea que matan más.
En reusmen, mi opinión sobre el artículo, Falta ciencia (y no solo un libro), enlaces y sobra literatura; para todo lo demás mala farma http://en.wikipedia.org/wiki/Bad_Pharma .
PS: Y para terminar quiero realizar un ad hominem por tu cuñadismo, manda cojones que un informático realice un ataque frontal a un científico que lleva años estudiando un tema sin, por lo menos, haberse leido el libro ni dar referencias a las réplicas existentes.
El problema más fuerte y que casi nadie nota no son tanto los médicos poco éticos, sino los llamados seudoescépticos que la mayoría ni siquiera son médicos, son físicos, matemáticos, químicos, biólogos, informáticos, etc que se las dan de saber mucho de medicina pero que solo escupen demagogia para defender la industria (aunque en el discurso dicen que no, lo niegan tajantamente).
No te olvides de los abogados, subnormal homeopático.
Sí. ¡Vaya sorpresa! Las farmaceúticas quieren ganar dinero.
¿Y? ¿El resto de las empresas y personas del mundo no?
Y, claro, dentro de esas empresas las hay con más y menos escrúpulos. Incluso, podríamos admitir que la mayoría de las empresas farmaceúticas del mundo no tiene escrúpulos. Y entonces, tendríamos que admitir también que la mayoría de las empresas del mundo no tiene escrúpulos. ¿O acaso hace falta un carnet de «malo maloso» para decidirse por el ámbito farmaceútico y no por otro?
Es tan evidente que vivimos hoy en día mejor que hace 100 años… Es tan evidente que es en gran medida gracias a la higiene y la medicina…
Luego, no todos los fármacos son una peste y las malas prácticas de ciertas empresas no pueden llevarnos a decir que sin fármacos se vive mejor (díselo a la gente que se ha recuperado de un cáncer gracias a la quimio, aunque haya tenido que sufrir los efectos secundarios).
Lo que sí que tenemos que concluir de las malas prácticas de empresas y personas con nombre y apellidos, es que necesitamos una sociedad con más cultura científica y más espíritu crítico que haga posible controles más efectivos.
Y, por supuesto, que quién la haga, la pague (no como ha pasado ahora con lo de la talidomida, las corruptelas bancarias, …)
Totalmente de acuerdo, hay empresas con peores escrúpulos y que los medios no dicen nada, ¿por qué será?
Este artículo debería ser borrado de los archivo de jot down ¡Qué ausencia de calidad, coherencia y falta de información desborda el texto! ¿Conoce el autor los métodos del doble ciego, en qué consiste un metaanálisis o que controles pasan los medicamentos antes de ponerse a la venta?
Cualquier persona que lea el texto puede llevarse a la conclusión de que es mejor abandonarse a las pseudociencias sin efectos secundarios, con indemostrables efectos para la salud pero con demostrables efectos para el bolsillo.
En fin.
No, dice claramente que hay medicamentos necesarios, pero eso no quita para que sea una industria que mueve millones y quiera lucrarse creando necesidad y vendiendo cosas que son muy dañinas para la salud… así que no sé a qué viene ofenderse así…
Y parece mentira, qué tiene que ver que el método estandarizado sea bueno si no se cumple?
Rancataplan, me parece obvio que no has leído el libro. Este artículo (y el libro al que hace referencia) no son una oda a las pseudociencias.Y como fundador del Cochrane nórdico, el autor tiene sobradas credenciales para poder explicar de una forma ejemplar (y muy sencilla) los conceptos básicos sobre ensayos clínicos, de manera que el lector no necesita tener un conocimiento exhaustivo sobre el tema para poder comprender la falta de ética con la que la industria farmacéutica en general manipula las conclusiones sobre sus estudios.
El problema de este debate es que siempre se queda encerrado en círculos científicos. Por gente como tú que piensa que si no tienes tres doctorados, una licenciatura en medicina y otra en estadística, no puedes opinar acerca de problemas tan básicos como que tu médico (con la mejor de sus intenciones) te está recetando medicamentos de los que NO sabe suficiente. Y no porque no se lo haya currado, sino porque la industria ha manipulado esa información, con la connivencia o parálisis de las agencias reguladoras que supuestamente deberían proteger a los ciudadanos y pacientes. Infórmate. Busca iniciativas como Alltrials.net. Mira las charlas TED del Dr Ben Goldacre. Y sobre todo, deja que otros también abran los ojos.
Ben Goldacre es un plagio, un fraude. La iniciativa de Alltriales es eso, una copia de lo que ya muchos otros autores ya habían denunciado hace tiempo, pero que Goldacre con su demagogia barata calificaba de «conspiranoicos». Hubieron de pasar años para que ese señor denunciara las malas prácticas de la industria primero en su libro Mala Ciencia y posteriormente en su libro Bad Pharma. Pero tal como se ha denunciado en otros lados, Goldacre no tiene nada que envidiarla a los fuertes conflictos de intereses que tiene, la iniciativa Alltrials es solo una espada de doble filo que sirve a monopolios de la industria, una tapadera.
En verdad, existen autores más seriores que ese señor que por cierto trabaja para esta ONG que nada tiene de neutral:
http://powerbase.info/index.php/Sense_About_Science
Holden99, que existe mala praxis en la industria farmacéutica es una verdad de perogrullo, pero en el artículo se mezclan churras con merinas. Rancataplan critica el artículo (no el libro, así que innecesario ataque el tuyo, tratando de desacreditar), no defiende a las farmacéuticas. Tampoco da a entender que el articulista tenga que ser un estadístico notable o un investigador con varios doctorados para hablar del tema (¿te has propuesto meter todas las falacias que pudieras en un comentario?), pero sí es necesario informarse seriamente del asunto que se va a tratar. El artículo comienza con cuatro párrafos sobre diversos personajes, reales o ficticios, que murieron a causa de «drogas legales». Ejemplos evidentemente estúpidos, porque a la intención de suicidio (que se puede perpetrar hasta con un trozo de brécol si hay ganas) hay que añadir que la automedicación y el abuso de algunos medicamentos de forma no aconsejada por un especialista sí es un problema serio (y por eso los medicamentos causan tantas muertes, el abuso de AINEs, como ibuprofeno o aspirina, es una de las principales causas de muerte en el primer mundo, y muchos no es por receta del médico). No es que no se pueda dedicar unas palabras, a modo de anécdota, al asunto, pero abarcar medio artículo con ello va más allá del mero alarmismo (que también lo es). Después sigue con un párrafo igualmente falto de reflexión sobre Walter White (ojo, 7.º personaje célebre que aparece) y su miedo a los medicamentos, pero no al cristal (¿de verdad?, ¿recuerda el autor que el señor White no prueba la metanfetamina en ningún momento, pero sí accede, finalmente, a tratarse? Es más, le tiene prohibido el consumo a su socio, Jesse Pinkman). Después llegan tres párrafos más sobre ficción, ahora centrándose en las industrias farmacéuticas. Tres párrafos falaces, que tienen como objetivo presentar a las industrias como las protagonistas de algún eje de mal, porque lo cierto es que la trama de El jardinero fiel gira entorno a los ilegales e inmorales experimentos de una farmacéutica en países que carecen de cualquier medio e intención de controlar a semejantes poderes financieros y sus tejemanejes. Es decir, allá se investiga, pero no quiere decir que salgan a la luz medicamentos peligrosos, sino que en el proceso se han cargado a media África para conseguir uno que no lo sea. Son problemas diferentes, y este no era el que se estaba tratando en el artículo. El resto del artículo trata muy por encima el libro en cuestión, y, para más inri, realizando afirmaciones muy cuestionables, como que los antihipertensivos son malos a largo plazo (como cualquier medicamento, pero peor es la hipertensión a largo plazo si es suficientemente grave como para tener que tratarla -cosa que no siempre se hace, se evalúan la relación riesgo/beneficio-), que los antidepresivos son peligrosos (lo son, sí; pero también el sucidio es una de las principales causas de muerte en países desarrollados, por encima de los accidentes de tráfico en España) o que la mayoría de tratamientos contra el cáncer no tienen eficacia clínica probada (será en clínicas clandestinas en Turmekistán, porque aquí eso es mentira). Cabe citar al autor del libro, por cierto, como el autor de otro libro que critica la necesidad del screening del cáncer de mama, de efectividad más que obvia en muchos artículos científicos. A ver si las farmacéuticas no son las únicas que buscan enriquecerse y el señor Gøtzsche está tratando de hacerse famoso a base de publicar libros contra el establishment (una corriente, la conspiranoica, que vende mucho actualmente). Otra cosa es que el autor haya decidido automedicarse o lo medique algún familiar (y es que los médicos son muy laxos con las recomendaciones cuando se trata de de aconsejar de forma extraoficiales a familiares cercanos) y le quede ese resquemor (¿montelukast para «respirar mejor»?). No pretendo decir con semejante parrafada que no haya malas prácticas en las farmacéuticas, faltaría más, pero el lector queno sabe bien de qué va el tema acaba (y lo he comprobado, aunque no con un doble ciego randomizado) con la impresión de que debe tratarse patologías concretas, graves y agudas (infecciones, alivio de traumatismos graves, etc.); pero las que a priori parecen leves (porque sus efectos son muy a largo plazo) como la HTA, depresión y similares, para esas más vale no medicarse.
Solo una persona que no entienda el contexto del artículo podría llegar a la conclusión de que abandonar la medicina como tal.
Muy interesante el artículo, lo único que hay que cambiar es el laísmo en «La salía toda la lengua fuera de la boca».
Pero qué cjones.
Los medicamentos serán la tercera causa de mmuerte en el mundo
Estoy seguro que la primera es la falta de ellos.
Pero bueno, recurra usted a la homeopatía o a los curanderos para curarse sus dolencias
No dice nada de homeopatía ni curanderos, dice, literalmente » los medicamentos son a veces necesarios. Y salvan/mejoran vidas. De modo que hay drogas que sí hay que tomar»
Lo que se denuncia en el libro que está reseñando es el negocio infame de las farmacéuticas, ni más ni menos…
Cuando no se encuentra nada y ves que la primera opción te hace daño es cuando recuures a cualquier otra posible para sanarte el mal. O deshacer el daño que pudieron hacerte
» 2) Realiza ensayos clínicos para demostrar las bondades del medicamento en cuestión; gracias a la magia de las estadísticas, los resultados suelen ser siempre favorables y el medicamento empieza a comercializarse»
Cualquier persona con conocimientos mínimos sobre el proceso de desarrollo de medicamentos sabe que esto es falso.
El porcentaje de medicamentos que salen al mercado pasando las fases preclínicas y clínicas es menor de 3%.
Suponiendo muchas veces la bancarrota de la empresa si se descubre la inviabilidad de la droga en las últimas fases (mandando toda la inversión al garete)
Del punto 1 (financiación publica), y 5 (soborno a médicos para que la vendan una vez aprobada) totalmente de acuerdo, es lamentable.
Del 2 y 3 (no se esconden, esto es absurdo mas que nada porque durante el testeo de los medicamentos están asegurados y no perderán ni un dolar por las consecuencias), siento decir que no funciona así.
El 4 es cierto parcialmente, para empezar, en el prospecto no esconden nada, es mas, ponen de más, todo lo que no avises te puede pasar factura judicialmente. Pero lo que si que hacen es exagerar sus virtudes para que el comité que decide si los efectos secundarios indeseables son suficientemente graves como para rechazar el fármaco, no lo haga.
Me encanta vuestra revista, pero este artículo ofrece una versión errónea de la realidad y de los verdaderos delitos de las farmacéuticas.
Perdona, pero de realidad errónea nada. Otra cosa es que no hayan explicado exactamente qué entra dentro de la magia de la estadística en el apartado 2, pero hay infinidad de trucos (que por cierto, empiezan bastante antes de que comience el análisis estadístico per se): comparar el fármaco bajo estudio con el estándar usado en práctica clínica a dosis mayor (más efectos secundarios) o menor (menos activo); no usar un placebo activo (los pacientes saben cuál es el fármaco del estudio), problemas de enmascaramiento, no utilizar análisis por intención de tratar y una infinidad más.
El mal análisis estadístico de los datos es una de las principales causas de rechazo de un artículo científico, así que no, no hay tantos trucos (aunque algunos existen, obviamente). Es una interpretación torticera de la sanidad, donde se confunden efermedad, tratamiento profesional y automedicación, aderezado con los toquees conspiratorios habuituales que dan credibilidad a cualquier estupidez.
Me resultaba excesiva tanta inquina hasta que leí el final. Tiene sentido que alguien que ha crecido inmerso en una cultura de «pastillas para todo», tras comprobar en sus propias carnes que los medicamentos no son gominolas, que tienen efectos secundarios, y que tomarlos para comer más de lo que debe o por razones meramente estéticas, como los granos o la pérdida de pelo, lógicamente hace que sea peor el remedio que la enfermedad (simplemente porque no había una enfermedad que tratar, sino meterse química por vanidad o placer), acabe aborreciendo cualquier producto farmacológico. Y lo haga además sin percatarse de que hay enfermedades reales para las que esos antidepresivos y antipsicóticos que cita son una gran ayuda en las dosis y prescripciones adecuadas, y que el problema está en la gente que, como su madre, cree que una medicina es un camino fácil para poder comer más turrones.
Igual debería plantearse algo que ya dijo hace mucho tiempo un tal Paracelso: «Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis» y usar los medicamentos para lo que son, en lugar de culpar a las farmacéuticas de sus malos hábitos de consumo.
El problema no es de la revista, sino del médico que escribe ese libro.
Pues probablemente haya tres en el mundo que saben tanto sobre ensayos clínicos, epidemiología, medicina e industria farmacéutica como el autor del libro. Así que tú critica, critica…
Argumento ad verecundiam
http://es.wikipedia.org/wiki/Argumento_ad_verecundiam
Estoy de acuerdo en parte del mensaje, y no conozco este libro pero tienes uno similar, Bad Pharma de Ben Goldacre con mas o menos las mismas noticias.
Pero francamente, creo que de todo esto hay, en parte, un alarmismo enfermizo. Por ejemplo, la forma en la que describes la muerte de Wallace, que no es la primera vez que la leo asi.
Vamos a ver. Un señor sufre de depresión. Ese señor toma antidepresivos. Ese señor decide dejar de tomar antidepresivos. Ese señor se suicida.
¿Y me dices que lo mataron los medicamentos? Joder, ¿no será que le mató el no tomarlos, o la enfermedad que no pudo superar ni tomandolos ni si tomarlos?
Que la industria farmaceutica esta muy podrida, es verdad, pero a ver si no nos pasamos de frenada.
Esto venía a decir yo: de un caso como el de DFW, que es uno de manual de cómo no nacemos todos iguales y que hay una proporcion de gente con tendencias a enfermedades que es mejor prevenir y donde el dejar de tomar sus medicamentos (me suena que porque cada vez daban menos efecto y más efectos secundarios) precede a su suicidio, y el autor saca de ello que las medicinas lo matan.
El artículo en general es un caso de manual de cómo alguien cree que con cuatro conceptos de un libro y alguna biografía de artistas que le molan cree que le va a quedar un artículo mono por su gran prosa. Digno de un Perez Reverte.
Y por supuesto la conclusión que hay que sacar de cosas como esta no es «paso de las medicinas», sino «hay que reformar todo el sistema para que no se cometan abusos». Porque el problema no es la medicina en si, que ya sabemos que la diferencia entre veneno y medicina es la dosis, sino la corrupción que hace que una empresa prefiera ganar dinero sacando productos dañinos o inútiles y que no tengamos los mecanismos para frenarles.
Creo que generalizar y buscar el titular fácil es un error, puede haber cosas muy mejorables, es claro que las empresas lo que quieren es ganar dinero, pero de ahí a ridiculizar todo el proceso de aprobaciones y pruebas va un mundo.
Por cierto, «El jardinero fiel» es un peliculón, para mi de los pocos casos en los que prefiero la película al libro en el que está basado. Unos protagonistas increíbles, una fotografía y música fascinantes y el mismo mensaje que el libro, descrito con maestría. Nunca me canso de verla.
Bonito articulo para que el tal Jose Serralvo demuestre lo mucho que ha leido y que ha visto Breaking Bad, para acabar haciendo publicidad.
En serio, para esto que hubiera copiado la contraportada del libro.
Es la primera vez que comento aquí, per es que es el primer artículo de JotDown con el que discrepo (de muchos que he leido, también controvertidos).
Para empezar, no puede decir tal afirmación (los medicamentos matan) siendo sus únicas fuentes casos de escritores que abusaron de ellos, y un par de libros. Que El jardineri fiel estará basado en hechos reales, pero sigue siendo un libro (el cuál ha hecho mucho dinero también, no es solo la malvada industria farmacéutica la que hace dinero).
En cuanto a la frase de Walter White, le dan la posibilidad de vivir un par de años más. ¡Un par de años, 730 días! Puede que él no lo acepte, pero ofrecele a alguien terminal (en la vida real) todo ese tiempo de más a ver si lo acepta. A mi sinceramente me parece un milagro.
Dices: «hay medicamentos que si puedes tomar, como antibióticos, aspirina, Aciclovir. Pero no todos esos medicamentos que guardas en el cajón». Vamos a ver, ¿que medicamentos crees que tiene la gente en casa? ¿Cocaïna, morfina? Pues yo te lo diré: AINEs, estatinas, antihipertensivos, antibióticos. Vamos, fármacos necesarios y nada peligrosos si los usas correctamente.
«Gracias a la magia de las estadisticas, los resultados suelen ser favorables» Decir eso es muy grave eh. La estadística es una herramienta matemática para contrastar los resultados, y es científica, no «hace magia». ¿Sabes cuantos medicamentos se quedan por el camino durante los 10 años de media que cuesta sacar uno al mercado?
En fin, podría seguir citando las barbaridades de este artículo per ya me he cansado. JotDown revisa lo que publicas.
Madame Bovary no adquirió el arsénico, se coló en la botica y metió la mano en el frasco y se lo tomó a puñados.
Al margen de las muy cuestionables y muy dudosas prácticas de la industria farmacéutica (un inciso para los que ven perfectamente legítimo y hasta sano que el primordial interés de estas empresas sea el lucro por encima de todo, como *cualquier otra industria*: la farmacéutica no es *cualquier otra industria*; es la que se ocupa de la salud de las personas, de la vida y la muerte en última instancia, de modo que aunque sea un poquito de ética me parece necesaria, y como obviamente de la propia industria no va a salir, serían los legisladores quienes deberían redoblar esfuerzos en la vigilancia… si no cobrasen de las mismas), al margen, como decía, de las consecuencias que en esta industria tiene la ausencia de ética, por lo demás común a cualquier gran multinacional, con lo que me quedo es con la necesidad de deshacernos de la creencia firmemente implantada en el primer mundo de que TODO se cura con medicinas, de que TODO es una patología, de que TODO dolor y TODO sufrimiento es malo e insoportable. Desde niños se nos inculca un exacerbado pavor al dolor y al malestar, y desde niños se nos educa en la ingesta continua y descontrolada de toda clase de fármacos, lo mismo para enfermedades o dolencias graves que realmente lo requieren que para tonterías pasajeras o caprichos estéticos que nos inoculan las series americanas de adolescentes que sólo triunfan si son guapos y perfectos.
Decía Azorín que «el dolor es bello; él da al hombre el más intenso estado de conciencia; él hace meditar; él nos saca de la perdurable frivolidad humana». Ya, ya sé que podían irle con esta frase tan poética a un paciente terminal de cáncer; pero tomémosla sin ir al extremo, y aprendamos a convivir con el dolor como parte inherente de nuestra vida.
Muy buen artículo Jose.
Pero o lo he entendido mal o das demasiado importancia a la parte negativa de los medicamentos…Para mí el dato importante no es que sea la tercera causa de muerte…no sería importante para mí ni aunque fuese la primera. Para mí lo vital es: ¿durante cuanto tiempo un medicamente alarga y mejora la vida? Yo, personalmente, igual prefiero morir de X dentro de diez años que de Y hoy…
Es muy complicado el debate.
Enhorabuena por el artículo!
Veo por aquí a demasiada gente demasiado convencida para dudar de sus certezas de versiones oficiales. Los mismos que estaríamos convencidos de los chanchullos de multinacionales, constructoras, bancos y empresas de telecomunicaciones ponemos el grito en el cielo si algo parecido se dice de las farmacéticas. Como si fuesen hermanitas de la caridad.
Completamente de acuerdo contigo, Follower. Supongo que da miedo creer que el clero no es tan bueno como lo pintan, que los muy ricos son mafiosos en potencia y que los políticos y las empresas de las que depende nuestra vida están corrompidos.
Y yo veo demasiada gente que por el hecho de oponerse a la versión oficial le da crédito a cualquier tontería. ¿Sois los «hipster» de la ideología?
Un estado, y una sociedad narcotizada, va a responder con recelo, cualquier intento de desalentar el uso indiscriminado de drogas.
En ese afán el inapreciable descrédito a la medicina alternativa es imperativo.
Si se responde con recelo esto es un síntoma de que el texto tiene razón. Y si no se responde, es que se asiente que el texto tiene razón.
Así es fácil siempre tener razón.
¿Sabes cómo se le llama a la medicina alternativa que ha demostrado, mediante los pertinentes estudios, que su efecto es estadisticamente mejor que el de un placebo, es decir, que funciona? Medicina. A secas.
Totalmente de acuerdo, pero pon el link al vídeo completo de «Storm» por Tim Minchin. El tipo se lo merece.
Aqui lo tienes, Holden99.
https://www.youtube.com/watch?v=apzeV796whg&noredirect=1
Y como dicen por ahí, seamos críticos, que no todo es blanco o negro. Los antibióticos han salvado millones de vidas, pero también han existido casos de medicamentos retirados del mercado porque no se había considerado suficientemente bien sus riesgos asociados. ¿Os suena la talidomida?
Tim Michin es un sujeto que trabaja para Center for Inquiry, es el cantante mediático que les hace publicidad, su credibilidad es nula, es solo un showman tal como James Randi.
«que su efecto es estadisticamente mejor que el de un placebo»
Entonces si la variable a tomar en cuenta es un número, una probabilidad ¿qué hay de la homeopatía? De hecho la mayoría de los RCT de alta calidad indican un efecto superior al placebo, ergo, son medicina.
Uno no puede proferir una estupidez, falsa a todas luces, como «la mayoría de los RCT de alta calidad indican un efecto superior al placebo, ergo, son medicina» sin aportar pruebas. Porque, de hecho, la mayoría de RCT indican que el efecto es el mismo que cualquier placebo. Solo unos cuantos, de una calidad ínfima y con grandes conflictos de intereses (y han sido contundentemente desacreditados numerosas veces), indican un efecto muy ligeramente superior. ¿Tim Minchin, el cantante, es un showman; como James Randi, el mago y escéptico? Enhorabuena, hombre, vas por debajo de Colón en la lista de grandes descubridores de la historia de la humanidad. La que sí tiene credibilidad es la comunidad científica, que está muy mayoritariamente (pero mucho, ¿eh?) en contra de la homeopatía (salvo para crédulos incultos, a los que les va bien como placebo). No acabo de comprender cuál es la razón por la que ocultarían los beneficios de la homeopatía, teniendo en cuenta que podría ser algo bastante provechoso (cantidades ínfimas de medicamentos, por llamarlos de alguna manera, y agua son todos los materiales que necesitas) para muchísima gente (o las industrias homeopáticas son angelitos y no me he enterado).
Artículo indigno de ésta revista. No entiendo qué hace aquí.
Vaya profundidad científica la del artículo. Precisamente la aspirina, que menciona, es uno de los medicamentos que puede producir más efectos adversos y más graves.
Gracias a Antonio (comentario de las 12:26) por explicar mejor de que va todo esto. Hay mucho dinero, pero también mucha demagogia. Hay miles de empresas farmacéuticas, de las cuales solo una pocas ocultan son culpables de malas prácticas.
Las medicinas alternativas son una estafa, los que viven de ellas no asumen ninguna responsabilidad.
«…De modo que hay drogas que sí hay que tomar, como los antibióticos si sufre usted una infección provocada por ciertos gérmenes, o el Aciclovir contra los herpes, o la aspirina si le duele la cabeza»
Perdón pero la aspirina o determinados antibióticos serán necesarios, pero no siempre se toleran. Incluso matan.
Servidora es asmática y alérgica a las pirazolonas, ácidos propiólicos y ácido acetilsalicílico. Su ingesta puede provocarme una anafilaxia y dejarme en el sitio.
Pues eso, que depende.
Aciclovir y aspirina en el cajón, estupendo; roacután para los granos y lansoprazol para los empachos, genial…
Si uno tiene un profundo desconocimiento del mundo de los fármacos (que no pasa nada, de verdad, uno sabe de lo que sabe), escribir un artículo tan dramatizado y tan altisonante puede ser un camino muy directo al ridículo.
La industria farmacéutica es todo lo mala que quieras y probablemente mucho peor de lo que imagines, pero disparar así de a ciegas con tanto topicazo no ayuda nada a aclarar su papel.
Lo siento, Jot Down, pero este artículo está muy por debajo del nivel de la revista. Su autor, sencillamente, lanza una diatriba típica, tópica y visceral sobre un tema del que no sabe nada.
Un saludo.
Puedo estar de acuerdo en que yo no lo habría escrito así y que quizá sobren dramatizaciones, pero el problema es real y por fin leo algo en un medio no especializado. Eso es progreso.
Si el libro es como el artículo se están mezclando churras con merinas. Una cosa son las malas prácticas que se puedan dar entre las farmacéuticas y otra muy distinta la educación de las personas para no abusar de los medicamentos y que se les tenga el respeto que merecen.
Echo también de menos algún comentario sobre las restricciones que padecen las farmacéuticas para poder explotar y beneficiarse de sus propios medicamentos. Hay que pagar derechos de autor por la canción del verano compuesta en una noche de intoxicación etílica de hace setenta años pero las farmacéuticas sólo disponen de 10 años para explotar medicamentos que han requerido muchos años de I+D y millones de euros de inversión.
Seguramente, culpar a las farmas como los malos de la película nos va a traer la curación del cáncer antes …
Me gusta el artículo,como sanitario destaco que hay mucho consumo en la salud , por tanto habría que replantear la educación sanitaria , quizás ya nos hemos alejado demasiado de la naturaleza y a veces hasta el sentido común . Por cierto, las terapia alternativas cada vez son más demandadas, habrá que al menos saber cómo son y que beneficios podría aportar , que sirvan como COMPLEMENTO a ciertos casos. Y el libro pues no estaría mal leerlo sabiendo de antemano como se ha comentado antes que ni todo es blanco ni es negro …..
Las terapias alternativas se llaman así porque no funcionan, ANONIMO. Cuando demuestren sus beneficios se llamarán «terapias», a secas. No sirven como complemento salvo si uno se las cree, son mero placebo, así que no, no es necesario conocerlas (más allá que para saber detectarlas y desacreditarlas).
Me ha gustado mucho el artículo. Cuando se sacan estos temas, siempre pasa lo mismo. Entiendo que cada cual tiene su perspectiva de las cosas. Yo me quedo con un cita que dice «Cuando el sabio señala la Luna, el necio se fija en el dedo».
Saludos!!
Pues el artículo es el dedo, y apunta en la dirección equivocada. No lo mire usted tanto.
Ni que decir de la entrada, dentro de poco.. 3..2..1 vendrán todos los seudoescépticos que dirán que esta entrada es «conspiranoia» que Gøtzsche es un «loco», un «magufo», un «riracional». En serio, busquen en la red Círculo Escéptico o Alternativa Racional a las Pseudociencias y nada más vean la chulada de «ONG» que existen para defender todo lo que diga la industria dominante.
Como otros comentarios, discrepo del artículo. Me centraré en la frase:
2) Realiza ensayos clínicos para demostrar las bondades del medicamento en cuestión; gracias a la magia de las estadísticas, los resultados suelen ser siempre favorables y el medicamento empieza a comercializarse;
Yo, a todas las personas que conozco que trabajan en la industria farmacéutica, siempre les oigo decir que es muy difícil demostrar que un medicamento cura. Claro que igual como son malignos me mienten.
¿Nadie ha reparado en que el editor del médico-autor del famoso libro es el mismo del que firma este artículo? Y no lo digo yo, lo dice él mismo y es bien sencillo: hay que vender el libro porque están en el mismo barco.
@Zetetic,
aunque comparto mucho de lo que dices, y me considero conspiranoico (de la rama new-age), hay que reconocer que la única que está hablando de conspiraciones y esperando los ataques ad-hominem de los pseudoescépticos eres tú –en otras palabras, estás haciendo argumentos ad-hominem retro-futuristas. Por ser yo ferviente creyente de la new age, realmente podría aceptar sin demasiado problema tus habilidades clarividentes. :o)
Sin embargo, a ojos del típico borrego dormido, tu actitud podría parecer paranoica. No digo ni que lo seas ni que la paranoia sea necesariamente negativa. Pero la anticipación de desgracias externas muchas veces tiene que ver con sentimientos de depresión y de pobre autoestima (sea eso lo que sea) …
Lo digo más que nada porque precisamente lo que necesitamos en nuestro conspiración de copnspiranoicos son luchadores sanos y sagaces. Actitudes como la tuya sólo hacen que ganemos mala prensa a ojo de de los borregos desinformados.
La animo pues a hacerse una limpia de chakras o a absorber la energía de la luna en los nueve días alrededor de su fase llena. Esto recargará su energía esencial, muy relacionada con la fase de Agua, que es la que suele estar dañada en estos casos.
Reciba un cordial saludo, compañera.
PD: gracias por el apunte de Goldacre, compañera, gran hallazgo :-P
@Zetetic
OK, acabo de revisar el enlace, y bueno … me parece que estás incurriendo en una falacia por asociación –que Goldacre se junte con esta gente no significa necesariamente que haya un conflicto de interés –aunque yo tampoco lo negaría del todo, claro. De todos modos, compañera, si pudieras indicar esos otros sitios en donde se critica a Goldacre, esperemos que con argumentos más lúcidos, la verdad es que estaría muy bien. :-)
Seamos paranaoicos, pero con fundamento, leñe
Aúpa la Trilateral!
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