Uno de los problemas que ha tenido el cine español —aparte de la falta de presupuesto, y en algunos casos de talento, de vocalización y de originalidad— es que en las ocasiones en que trata de imitar al cine americano en sus tramas, clichés o diálogos tarde o temprano termina rompiéndose la suspensión de la incredulidad. Y en el momento en que eso ocurre la película queda inevitablemente arruinada y pasaremos el resto del metraje contemplándola con extrañeza. Grandes teóricos sobre el cine de Hollywood como Goyo Jiménez o Joaquín Reyes ya nos han señalado con agudeza que hay cosas que un policía o un criminal de los bajos fondos americanos pueden hacer o decir dejándonos boquiabiertos y que en el caso de uno español sencillamente no encajarían. Pues bien, Magical Girl ha sido la ganadora de la Concha de Oro y la Concha de Plata al mejor director en el Festival de San Sebastián, lo cual es una buena tarjeta de presentación, sin duda, pero tratándose de un film con elementos de un género tan característicamente estadounidense como el thriller, uno se acerca a ella con un fondo de aprensión, temiendo verle las costuras en un momento u otro.
Nada más comenzar vemos que el protagonista es un hombre en paro que está pasando serios apuros económicos. Bien, no es difícil imaginarse tal situación en nuestro país. Tiene una hija a punto de entrar en la adolescencia cuyas referencias culturales (el manga japonés) le resultan inescrutables, que repentinamente es diagnosticada de leucemia y a la que desde ese momento intentará complacer en todos sus deseos, de una manera que recuerda levemente a Lloviendo piedras de Ken Loach. La forma de obtener el dinero que necesitará hará arrancar una trama muy pausada los primeros minutos —quizá demasiado, a quien le guste el cine de Michael Bay aquí se aburrirá— que a medida en que transcurre la historia va ganando interés y fluidez, hasta que culmina algo más de dos horas después, con el espectador ya atrapado. Y con la suspensión de la incredulidad intacta, porque independientemente de que sea real o fantástico lo que nos cuenten, lo importante es que sea mostrado de forma verosímil, coherente y sin fisuras. Esta película lo logra holgadamente, con la habilidad necesaria para saber qué detalles debe mostrar, cuáles insinuar y qué otros dejar a la imaginación del espectador, y mostrándonos a unos personajes que toman decisiones fatalmente equivocadas o perversas, pero que comprendemos por qué las toman.
Los actores que los interpretan están bastante bien, con un aire lacónico y distante que junto a la ausencia de música extradiegética contribuye a darle a la película esa peculiar atmósfera desangelada, que nos remite a veces a series como Broadchurch. José Sacristán no necesita presentación y a Luis Bermejo se le conoce por series como Hospital Central y películas como Días de fútbol. Bárbara Lennie por su parte ha aparecido en filmes como La piel que habito y series como Águila roja o Isabel. Respecto al director y guionista Carlos Vermut, se trata de su segunda película tras su debut con Diamond flash. Quedémonos con su nombre porque es un cineasta con talento y personalidad, dará que hablar en los próximos años.
Totalmente de acuerdo respecto a los defectos de vocalización en el cine español. Es irritante. En muchas pelis no se entiende a los actores españoles, que abusan de una vocalización castiza y embarullada. Se lo pregunté a un director español y me dijo que también es falta de presupuesto para técnicos de sonido. Tomen nota productores.
También de acuerdo. ¿Pereza actoral? ¿Falta de profesionalidad o de preparación? ¿Falta de exigencia de los directores? Para muestra: ayer vi un tráiler en TVE de una miniserie o como se llame sobre el secuestro de Anabel Segura y los actores que hacían de secuestradores, además de no vocalizar, no tenían ningún acento (y les cazaron por el acento «bolo» en la realidad y mira que es poco complicado que a mí que soy del centro de Madrid me sale sin pensarlo)
Hostias, ¿esto es una crítica?